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LA DIPLOMACIA Y LOS DIPLOMÁTICOS EN EL SIGLO XXI Por Albino Gómez*

| 7 julio, 2018

No voy a mencionar algo tan sabido ya por todos sobre la diferencia que va de la omnipotencia de la diplomacia en el siglo XIX a la diplomacia limitada en este siglo. Porque  también se acabó aquello de que los embajadores éramos la vista larga del señor. Los tiempos y las distancias daban ese poder. Pero hoy, las tecnologías de comunicación han barrido con tiempos y distancias,  y la interdependencia ha limitado muchas expresiones de una soberanía total. Así las cosas, en esta nota quisiera simplemente dar algunos pantallazos,  para mostrar diversos planos o escenarios en los cuales  tendría que desenvolverse la diplomacia de nuestros días, en un mundo globalizado, interdependiente, y abrumado por un exceso de información que no hay tiempo de metabolizar o ni siquiera leer. Con el agravante de que tanta información resta un tiempo muy valioso para la debida atención y análisis en profundidad de los temas más importantes que nos preocupan. Todo ello en medio de  una gran aceleración de los tiempos en materia de cambios, sobre todo los tecnológicos y científicos, que determinan también cambios culturales, aunque estos, por una razón de inercia sociológica no puedan acompañarlos  al mismo ritmo. Además, en las ciencias duras el desarrollo es lineal, vale decir que no hay  saltos hacia atrás porque –aunque esto se sigue discutiendo- constituyen saberes acumulativos. Los errores se subsanan, todo lo superado puede seguir siendo usado si es útil. La física cuántica no clausura totalmente a la física mecánica, pero no se vuelve a ella como un paradigma.  Vale decir que no se da la necesidad de reivindicar la máquina a vapor o de volver a Newton aunque puedan ser recordados y hasta utilizados. Y así en todas las áreas de las demás ciencias duras.  Cosa que no ocurre en el mundo de la política ni de la economía, digamos en el campo de las ciencias sociales o culturales,  también llamadas blandas. Donde todavía domina el corsi et ricorsi , en un ir y venir nostálgico-histórico y a veces dramático: de economías de mercado a economías socialistas; de la democracia a los fascismos, neocomunismos o neonazismos; del internacionalismo a los nacionalismos o regionalismos, de la fraternidad universal a las luchas étnicas y cuasitribales en pleno corazón de Europa. Con la frecuente práctica de  la gravosa ley del péndulo, sobre todo cuando se aplica en los países cuya inmadurez les ha impedido alcanzar un pleno desarrollo integral.

Además de lo dicho, la inocultable  impotencia de la teoría política y económica frente al fenómeno de la “globalización e interdependencia”, signadas por ciertas formas de ingobernabilidad. Como si se hubiese agotado definitivamente la creatividad del hombre para inventar nuevas teorías políticas y económicas que se compadezcan con los cambios que imprimen al mundo la imaginación tecnológica y científica. 

Así las cosas, el insoslayable y valioso  instrumento que es la diplomacia, aun manteniendo plenamente sus objetivos, no ha podido ni puede dejar de cambiar sus puntos de vista, estrategias y  procedimientos para adecuarlos a las nuevas realidades. 

El hecho es que si bien ya Gutemberg cambió mucho las cosas, no fue tanto para la diplomacia. En cambio, a partir del telégrafo y las transmisiones de radio,  los mecanismos y procedimientos comenzaron a ir modificándose bastante,  como también de manera especial cuando los diplomáticos dejaron los largos pero placenteros viajes en barco  y comenzaron a viajar en avión. Porque no era ya lógico ni funcional, seguir utilizando 15 días para ir a Nueva York o más de veinte para llegar a Europa…Ni  qué decir  lo que significó la telefonía, el fax, el correo electrónico, internet, los celulares, las novísimas redes y toda la gama de comunicaciones satelitales. Seguir diciendo entonces que los embajadores éramos la vista larga del señor….los kyrios presbis, como todavía se los llama en Grecia,  ya no era del todo cierto, al menos en exclusividad, porque las vistas largas y sobre todo las nuevas vistas cortas, se habían multiplicado, aunque su validez para evaluar e interpretar todo esa multiplicidad de miradas, humanas y mecánicas, no es la misma, claro está, cuando está a cargo de profesionales de la diplomacia bien formados e informados, que las que pueden llegar por otras vías, incluidas claro está las de la prensa. Aunque las puede haber también muy buenas desde otros ámbitos.

 De modo tal que  una muy larga etapa se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial y algo más. La otra comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, pero qué tal si hablamos  de las características del siglo XX que hemos recibido como herencia sin beneficio de inventario para este siglo XXI. Porque los embajadores de mi generación comenzamos nuestras  carreras, en general, en la mitad del siglo XX. Vale decir que recibimos todas las consecuencias culturales y políticas de sus dos guerras, pero tuvimos que asumir el resto de la modernidad y los comienzos de la posmodernidad, con el uso de las viejas herramientas cuando éramos juniors y el de las nuevas cuando ya éramos seniors. ¿Pero qué mundo recibe ahora la nueva generación de jóvenes diplomáticos y los propios embajadores?. Para saberlo veamos entonces muy sumariamente, claro está,  cuál es esa herencia que el siglo XX le transmitió al siglo XXI, sin beneficio de inventario:

  • Contradictorio e inconstante.
  • Modernista, surrealista, cubista, liberal, keynesiano, marxista, guerrillero, existencialista.
  • A la vejez se hizo posmoderno: es decir que sintió que había llegado la hora de que el hombre abandonase su antigua tendencia a examinar la realidad en función de un sistema cerrado de ideas rectoras o directrices.
  • Logró que el pragmatismo desplazase a la utopía.
  • Se volvió cínico, tal vez para librar al mundo de los pensamientos absolutistas y de los fanatismos.
  • Pero el terrorismo fundamentalista se encargó, de vez en cuando, de demostrarle que estaba lejos de haberlo logrado.
  • Padeció dos guerras mundiales calientes y una guerra fría.
  • Asistió al nacimiento y desarrollo del psicoanálisis, al desmembramiento de varios imperios, a la caída del Muro de Berlín.
  • Alentó los nacionalismos irracionales, el racismo devastador, las guerrillas subversivas.
  • Fue totalitario y democrático, revolucionario y conservador, progresista y retrógrado.
  • En realidad, llegó exhausto al final de su mandato.
  • Con su final entrega a la posmodernidad se acentuaron ciertos rasgos de la condición humana tales como, la ambigüedad, el miedo, la mutabilidad, la inconstancia.
  • Acentuó el relativismo moral y dio vuelta el guante de la metafísica, que dejó de conducir al regazo de Dios para pasar a la urgencia por beber el vaso de la vida con desmedida avidez.
  • Inauguró la era de la computación con lo cual produjo una revolución sólo comparable a la que puso en marcha el siglo XV con Gutenberg.
  • Acentuó de una manera absoluta el proceso de globalización, considerado por muchos como un fantástico modo de potenciar la capacidad productora del hombre y por otros como una marcha sin retorno hacia un mundo uniforme y deshumanizado.
  • Llegó a su fin muy viejo y algo confundido. Y también asustado de su propio poder aunque tratando de ignorar su impotencia.
  • También dejó dolorosas herencias, como el desempleo, la drogadicción, el narcotráfico, el SIDA, el terrorismo fundamentalista, la degradación del medio ambiente y los basureros nucleares. Más pandemias de todo tipo.  Genocidios por doquier y desequilibrios financieros  que aniquilaron todo sistema de buena fe en las transacciones monetarias internacionales.

Y como si todo esto fuese poco, ahora tenemos que agregar, con todo lo bueno y lo malo que tienen el face book y el indiscreto wikileak,  lo que sigue pasando en Medio Oriente y ahora en Rusia, por lo cual quien hoy afirme que sepa lo que está pasando en el Mundo puede estar totalmente desinformado, para no hablar de esta catástrofe mundial que es el narcotráfico que ha convertido a nuestro país en el tercer exportador de cocaína en el Mundo. 

 

¿Puede la actual  diplomacia no tener en cuenta todo esto? ¿Y cómo asimilarlo  y actuar en consecuencia? Esto por supuesto es de lo que deberían  tomar plena conciencia las jefaturas políticas de las Cancillerías.  

Entonces, más allá de las preguntas convencionales que se hacen a la política  y economía en general,  los diplomáticos deberían formular  algunas otras, por ejemplo:

                 1) ¿No les dice nada a los políticos y economistas de nuestro tiempo el hecho de que a medida que avanza la complejidad económica de los sistemas financieros del mundo, se ven con mayor asiduidad caídas espectaculares de bolsas, o se percibe la imposibilidad de los Bancos Centrales de controlar los tipos de cambio?

                  2) ¿No se advierte acaso que una de las causas de los fenómenos aludidos es la facilidad creciente que tienen las economías globales de pasar de una situación de equilibrio a otra de caos, con sólo una leve perturbación de las variables más relevantes, a pesar de que el pensamiento clásico sostenía que leves modificaciones de los datos o variables, implicaban solamente un correlativo leve cambio de la respuesta del sistema?

                  3) ¿No llama la atención a nuestros investigadores sociales que ese mismo pensamiento clásico que también se aceptaba en la física, la química, la biología y demás ciencias duras, haya perdido vigencia a partir de la irrupción de lo que se conoce como TEORIA DEL CAOS, porque los científicos finalmente admitieron que el mundo rara vez es tan euclidiano como aparentaba ser, ya que la turbulencia, la irregularidad y la imprevisibilidad se encuentran por doquier?          

                  4) ¿No será necesario entonces admitir del mismo modo que si la mayoría de los sistemas biológicos, y muchos sistemas físicos son discontinuos, no homogéneos o irregulares, la variable y compleja estructura y conducta de los sistemas vivientes (sociales, políticos y económicos) pueden también padecer la tendencia a estar al borde del caos?

                  5) ¿No será también necesario admitir que si el tradicional interés científico en la predicción, el control y el análisis, está quedando subordinado a ver cómo se mueve la imprevisible totalidad de las cosas, las ciencias sociales tendrían que aceptar también dicha subordinación?

                  6) ¿No se ha advertido que la novela constituye hoy un mejor método que la sociología para aprehender la realidad, y que esa es la percepción y decepción de los investigadores sociales ante la insuficiencia de sus herramientas teórico conceptuales?     

Creo que la nueva generación de diplomáticos debe registrar todas estas inquietudes para incorporarlas a su información y formación, porque la tareas que les espera va a ser tan apasionante como compleja, y casi no hay tiempos de espera porque vivimos en la pura instantaneidad.

*Escritor, diplomático y ensayista, 

 

 

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