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25 AÑOS NO ES NADA por José Antonio Vera*

Ernestina Gamas | 14 febrero, 2014

Fuente Other News

La memoria de las luchas y esperanzas del pueblo paraguayo recuerda en estos días, pero sin celebración, el 25 aniversario del llamado Golpe de Estado que, en la noche del 2 y 3 de febrero de 1989, terminó con el reinado absoluto del General Alfredo Stroessner, cabeza de uno de los regímenes más tiránicos de los muchos que, desde mediados del siglo pasado, han destrozado la vida de países y de cientos de miles de seres humanos en el subcontinente americano.
Stroessner había asumido el poder en 1954, producto del viejo juego de ajedrez que, durante décadas, han disputado Estados Unidos y Brasil por el poder regional, uno en su papel de gran potencia y el otro en su rol de subimperio, omnipresente en Paraguay desde la Guerra de la Triple Alianza (1864/70), sirviéndose ambas potencias de los sectores civiles, empresariales y militares más sumisos y obscurantistas de cada nación.
Los 25 años de “la noche de la Candelaria”, nombre de la Virgen que utilizó el grupo de militares y algunos civiles que desplazaron al octogenario Stroessner, conmemora una de las trampas políticas más eficaces de las diseñadas y dirigidas por Estados Unidos en Suramérica, pues fue una perfecta operación gatopardista que el imperio necesitaba para cambiar la imagen de uno de sus rancios regímenes que integraban el Operativo Cóndor.
Stroessner siempre fue impresentable pero mucho más en su vejez (hijo de puta pero nuestro, se decía en el Congreso norteamericano cada vez que se hablaba de alguno de los muchos tiranos que alimentaban al sur del Río Bravo) y la jugada fue suplantarlo por su Jefe del Ejército, General Andrés Rodríguez y sus más íntimos colaboradores, dejando más de 30 soldaditos muertos durante el ametrallamiento de algunas instituciones, acto innecesario, utilizado para darle cariz golpista a esa asonada entre correligionarios.
Esa misma cúpula era la que horas antes de ponerlo en un avión vía Brasil, el 3 de febrero, de rodillas le prometía fidelidad al tirano, al punto que al día siguiente del cambio de mando en Asunción, mirando una fotografía de prensa, en uno de sus aposentos lujosos que poseía en Brasil, Stroessner comentó que “el único que falta ahí soy yo”.
Rodríguez era su consuegro y socio en cuanta matufia ordenaban, desde matar opositores, secuestrar los recursos naturales, convertir el Banco Central en la banca familiar del palacio, prostituir mentalmente a la población, raptar jovencitas para convertirlas en esclavas sexuales del pérfido anillo, y hacer de la enseñanza un coto vedado a la ciencia, sustituyendo la abstracción y el razonamiento por la superstición y la memorización, que reinan hasta hoy en los programas oficiales de laicismo con oraciones.
Con el pretexto de combatir al comunismo y al ateísmo, el traficante poder regional en esos años, constituía una alianza sacrosanta para matar y robar, pero las cosas han cambiado algo porque la vecindad gobernante de hoy apunta al progreso social y nadie, honestamente, puede ignorar la enorme diferencia política que existe entre el cono sur actual con la que prevaleció desde la mitad del siglo pasado, comandada por Estados Unidos, y el inicio de este, cuando el imperio está siendo desobedecido.
En Paraguay, en el frente político se verifica una diferencia notable en la última década, por encima de la dubitativa y oportunista pertenencia del Estado a los proyectos de integración regional en marcha, MERCOSUR, UNASUR y CELAC, y del camuflaje de la ideología y metodología estronista que opera en todas las instituciones, públicas y privadas, de inocultable talante totalitario, de honorable y remarcada patente mediática.
Hay un objetivo agotamiento de los dos partidos tradicionales, el colorado y el liberal, que dan paso a la aparición de nuevas fuerzas que despuntan entre la juventud, incluida la estudiantil, protagonizando movilizaciones populares contra los numerosos delitos que continúan cometiendo los tres poderes del Estado, sordos a las promesas de justicia social que exhalan de las bocas de sus autoridades.
Al recordar oficialmente “la llegada de la democracia” hace 25 años, el Presidente Horacio Cartes elogió el hecho, al igual que las cabezas del Senado y Diputados, olvidados de las relaciones íntimas que mantuvo con Stroessner toda la fauna derechista, esa misma que no ha dicho una sola palabra respecto al asesinato de otro dirigente campesino este sábado último, rematado con 12 balazos al salir de una reunión en la que se planificaba la continuación del rechazo a la fumigación venenosa en los campos sojeros.
Los mecanismos mafiosos que operan en el país desde mediados del siglo pasado, son el origen de la muy poderosa “clase alta” paraguaya, una mezcla de ricachones semianalfabetos, formados bajo la troika Stroessner-Partido Colorado-Ejército, cuna de la irrupción de capitales especuladores de origen norteamericano y brasileño, además de numerosos tránsfugas, asesinos y ladrones que siguen llegando de otros países, envueltos en el tráfico de narcóticos, personas, vehículos, armas y otros ilícitos, en muchos casos asociados con “los herederos”, protegidos por sicarios.
Aunque sin modificar su matriz oligárquica angurrienta, la actividad económica es el sector de mayor evolución y modernización capitalista en Paraguay. A partir del latifundio ganadero entró de pleno en una feroz ofensiva agro-exportadora, con la soja transgénica como el centro más rentable para las corporaciones inversionistas transnacionales y contaminante de la salud humana, seguida por los negocios de la re-exportación, es decir la importación de mercaderías de todo origen y, con la venia de las aduanas y fiscalías, reexportada a los países vecinos, muchas de las cuales son fabricadas en Argentina, Bolivia y Brasil mismo. El contrabando a gran escala es otro renglón sumamente floreciente.
El resultado inmediato es de hambre y represión de las luchas populares y en particular las campesinas, que registran cerca de 150 dirigentes asesinados en el último cuarto de siglo, consecuencia del acaparamiento de la tierra, 85 por ciento del territorio en manos del 2.5 % de los 6.5 millones de habitantes, con ocho millones de hectáreas ocupadas ilegalmente, según una rigurosa investigación de la Comisión Verdad y Justicia, de 1994. La deforestación alcanza varios millones de hectáreas y sólo el año pasado fue de 14 mil.
La expansión de los plantíos transgénicos, con sus paquetes tóxicos que envenenan seres humanos, ambiente, cursos de agua y tierra, buscando enterrar las semillas nativas y criollas y con ello la cultura de los pueblos originarios, sólo en beneficio de la mafia trasnacional del agronegocio, encabezada por Monsanto, Cargill, Bunge, ADM y otras menos gigantes, forma parte de la modernización productiva paraguaya, sin que ello aporte ningún beneficio a la economía social, dado que están exentas de impuestos y sin ninguna obligación de reinvertir en el país algo de sus fabulosas ganancias, en un trueque con la rosca estatal, cuyas máximas figuras continúan su enriquecimiento familiar.
El gobierno actual es un digno heredero de la conducta delincuencial de la troika Stroessner-Partido-Ejército, con la diferencia de que no existe la “unidad granítica” colorada, pues en los hechos Cartes es “un sin partido”, como lo aluden numerosos dirigentes que se consideran excluidos de los cargos públicos y, aunque lo represente formalmente, sus apoyos mayores no vienen de ahí, sino de otros nichos, compuestos por el transfuguismo financiero, local y fundamentalmente transfronterizo, del que continúa alimentándose Estados Unidos para proseguir su sometimiento.
Los sectores ciudadanos más esclarecidos, aunque políticamente acéfalos, resisten y persisten en su lucha contra la lacra del estronismo, esa nostálgica fauna oligárquica que, apoyada en las empresas de la comunicación comercial, continúan confundiendo y engañando a la población, estimulando la herencia represiva y el obscurantismo ideológico, la corrupción administrativa, pública y privada, y la enseñanza cautiva de la ignorancia, el autoritarismo y la alienación cultural en antivalores éticos y estéticos.

*Periodista uruguayo residente en Paraguay. Ex corresponsal de IPS en Paris.

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