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PERO LADRÓN … NO por Carlos Alberto Kreimer*

| 20 abril, 2016

En el enero del año 1943 muere el General Agustín Pedro Justo quién era además ingeniero recibido en la UBA.  Al fallecer dejó como herederos a dos hijas mujeres y uno varón llamado Liborio, militante trotskista quién, para esos menesteres, firmaba como Quebracho o Lodobón Garra en innumerables textos de su creación. Su padre fue el presidente de un sexenio muy polémico; para algunos el gran gobernante que sacó al país rápidamente de la crisis de los treinta y, para otros, el siniestro aliado al imperialismo inglés que gobernó, según un periodista cordobés que ganó inmortalidad solo por esa definición, la década infame. Cuando visitó el país en el año 1936 el presidente del Franklin Roosevelt en su homenaje se reunió la asamblea legislativa que presidía Agustín Justo, y durante la sesión se escuchó un grito en las galerías Abajo el Imperialismo proferido por el hijo Liborio o Quebracho. Fue detenido varios días y su progenitor solo evitó los maltratos policiales.

El trámite sucesorio de Justo fue manejado, como era costumbre en la época, por el hijo varón (la madre había muerto unos meses antes). Insólitamente la familia del expresidente creía que estaban en la ruina, a punto tal que abrió la sucesión con beneficio de inventario habilitando la feria judicial porque el plazo para esa opción era muy breve. El muerto debía una suma importante (entre otras menores) al Banco de la Nación que uso para remodelar su caserón de la calle Federico Lacroze nro 2154 que aún existe intacto, para mejor acomodar la biblioteca de libros históricos y artísticos de 28.000 ejemplares (con varios incunables) que era considerada única en el continentes. Esa biblioteca le fue ofrecida al gobierno resultante de la revolución de 1943 por el precio del inventario judicial (unos dos millones de dólares actuales) con el caserón de regalo (cuyo precio ahora se debe acercar a de la biblioteca), pero el ministro Alberto Baldrich (claro fachistoide) rechazó comprarla (no le gustaba, seguramente, el legado de un aliadófilo masón con un hijo trotskista que realizaba la oferta). Lamentablemente esa biblioteca terminó desguazada en Perú donde fue vendida por su valor y trabajosamente cobrada, ya que Quebracho rechazó una magnífica oferta de la Universidad de Texas, para evitar que esos libros se los llevara el imperialismo. Es una verdadera lástima que el trotskista Quebracho no hubiera seguido la conducta de León Trotsky que destinó todo su valioso archivo a la Universidad de Harvard en EEUU., donde aún se conserva incólume y es consultado por los interesados en la temática.

Durante el trámite sucesorio los herederos se enteran sorprendidos un hecho que ignoraban. Existía en el Banco de Londres una caja de seguridad a nombre del padre. Ordenada por el juez pertinente la apertura con escribano y en compañía de Liborio, se encuentra una importante suma de dinero necesaria para hacer frente al crédito del Banco Nación. Un trámite sucesorio sin conflicto entre herederos es meramente administrativo (en alguno países se hace sin intervención judicial). Pero Liborio Justo presenta sun largo escrito (cuatro carillas)

donde da cuenta de la diligencia y explica, sin que nadie lo exija, que su padre había ahorrado esa suma de su sueldo para el pago del crédito que adeudaba. Quebracho que había escrito un libro La Patria Avasallada donde acusaba a su padre ser un agente del imperio…pero ladrón no.

 Esa era la moral de la izquierda que vale la pena recordar en estos convulsionados momentos. Ya Juan B. Justo, que fuera un importante cirujano, al regresar de su especialización en Francia en 1990 impuso en el quirófano la asepsia conforme los descubrimientos de la medicina europea, imponiendo una orden: las manos limpias las uñas cortas. Dedicado luego a la política y siendo el fundador del Partido Socialista, también en la política impuso el mismo precepto. Para todo militante progresista o izquierdista la honestidad de los funcionarios y los activistas fue siempre un principio indiscutido. De donde se sigue que quién lo niega –sea cual fuere su justificación- es ajeno a ese espacio.

*Autor de “El destino de la Biblioteca del General Justo” (publicado por Todo es Historia)

Miembro del CPA.

 

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