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DEMOCRACIA POLITICA Y POPULISMO por Ernestina Gamas*

Ernestina Gamas | 7 julio, 2012

DE DÓNDE SE VIENE

 Dicen que hubo una vez un lugar donde  no se legislaba conforme a un orden natural, ni por  inspiración divina.  Tampoco gobernaba ya ningún rey. Dicen que sin embargo, allí  se pudo organizar la convivencia y que había prosperidad. Tal orden que dicen que existió hace mucho y que llegó a imitarse por algún otro pueblo que lo sucedió en el tiempo, permitía a la gente, “el demos”,  reunirse en asambleas y votar decisiones. Todos los que eran Ciudadanos, los que  gozaban de derechos políticos, tenían voz y voto porque elegían y podían ser elegidos. Se trataba de ciudades de pequeñas dimensiones y fue una época de esplendor. Parece que duró poco y que  no  participaban todos. Aún así, era mejor que otras formas de manejar la cosa pública. Dicen que se llamaba Democracia y que practicaban un arte que se llamaba Política, pero  ya en ese momento algunos advirtieron sobre los posibles riesgos que encerraba. Durante un largo lapso  no volvió a implementarse aunque la idea fue la simiente que reverdeció después de muchos años.   

 SE HACE CAMINO AL ANDAR 

 La democracia  no es más que  una manera entre otras en la que puede estar organizada una sociedad política. No es algo logrado,  porque es  un concepto que conlleva siempre  una promesa. Si bien está implementado como el sistema que parece ser el  mejor para organizar a las agrupaciones humanas, dista mucho de su propia perfección. Hay sobradas teorizaciones y aún así  se  sigue teorizando sin llegar a saberes asertivos al respecto, porque siempre es algo por alcanzar. Sólo un camino posible.  Sólo un acercamiento a  cierta forma de  igualdad que haga funcionar las desigualdades y así  lograr  la  libertad y la autonomía de más gente.

En toda comunidad hay  unos pocos que  tienen  voz  para hacerse oír.  Otros muchos hablan muy bajo o simplemente carecen de voz. Por consiguiente tienen que valerse de  quien hable por  ellos, que los represente. O sea que la democracia sería imposible si no tendiera  a  morigerar la inequidad y por ello uno de  sus desafíos es  la lucha constante contra la exclusión, para que cada vez más voces  puedan ser representadas y escuchadas. Asimismo es conveniente  pensarla en términos de libertad, un escudo de defensa contra la tiranía y el autoritarismo, pero con la pretensión de que la mayor cantidad de gente pueda alcanzarla. La libertad real -se entiende- que es la concreción de la idea que tienen los seres humanos acerca de sus deseos.

Como aún existen lacerantes desigualdades entre la población que no permiten  el mismo grado de libertad, el problema radica en de qué manera se consigue la representación de más cantidad de voces, sobre todo de las más débiles,  Todo una pregunta.

En el modelo inicial las antiguas comunidades democráticas eran más pequeñas y  podían  funcionar con un sistema de asambleas o democracia directa. En los estados modernos,  con poblaciones más grandes, es impensable. A lo mejor con mayor igualdad pudiera implementarse alguna forma más participativa, pero por ahora al  pueblo  no le queda más que delegar la soberanía en autoridades elegidas periódicamente mediante elecciones libres de dónde surgen “los Gobernantes”.

QUIÉN TE CONTROLA CONTROLADOR    

Ninguna sociedad  puede subsistir sin por lo menos un número de reglas que rijan su comportamiento. Su aceptación es el principio de  las agrupaciones humanas, comunidades o naciones. La Ley, nomos,  es un acuerdo político, un acto fundacional que está por encima de todos. Si existe una idea de  Igualdad es porque existe una idea de Ley.  “La ley encarnó para los griegos la lucha contra la tiranía y a favor del ideal democrático, pero también la lucha contra los bárbaros y el ideal de una vida civilizada” [1]

En latín “res-publica” significa “cosa pública”.  La República es una forma de organizar la cosa pública. No basta el nombre, como sucedió en algunos casos donde a pesar de su denominación,  la voluntad del pueblo fue sistemáticamente avasallada. República es donde para su buen funcionamiento, se necesita la participación política activa de los ciudadanos, la división de poderes y la concreción de la  justicia. Si hay gobernantes y gobernados, primera desigualdad flagrante,  sólo la atempera el imperio de la ley, la independencia de poderes y el respeto a las instituciones. Porque en una Democracia Republicana no es conveniente que alguno de los poderes se extralimite, ni se subordine  a los  otros. Ni el que sanciona las leyes, ni el que las hace cumplir, ni  el que  juzga a quienes las incumplen, ya que la falta de independencia cercena sus atribuciones.

En la antigua Grecia hubo quienes advirtieron sobre las perversiones de la puesta en práctica de la Democracia.   Aristóteles habló de Demagogia, como de  un gobierno apoyado en las multitudes pero ejercido a favor de intereses particulares. Si bien la práctica demagógica no siempre fue mal vista, en algún momento se instaló una connotación peyorativa del concepto. Tucídides llamaba al régimen de Pericles, “La Democracia de la Laringe”. Demóstenes fue más allá al señalar que  "los oradores no hacen sino hablar como el público quiere que hablen” y Aristófanes  conceptúa la Demagogia como “el engaño al pueblo por parte de los gobernantes”.

La ambición de poder es vicio, una inclinación y un impulso innato de la naturaleza humana, motor para que los más fuertes dominen a los más débiles. Un maestro llamado Isócrates  puso especial énfasis en lo que llamó “el engaño demagógico” y pensó que para el desarrollo de la libertad de criterio se necesitaban hombres educados.

Sería deseable que todos alcanzaran cierto nivel de educación ya que el analfabetismo político trae aparejado muchos males, entre ellos el rechazo a la política. No saben que los responsables de administrar  este complicado cuerpo que es el Estado, una vez elegidos –en adelante “Los Gobernantes”-  tienen que tomar siempre medidas políticas para que este cuerpo no  enferme. Porque el costo de vida, la seguridad, la educación, la salud pública, dependen de medidas políticas y no es bueno o es de ignorantes, decir que se odia la política. El cáncer  no está en ella. Aquello que enferma al Estado y como derivación  a la Democracia, es  la corrupción: con los obsecuentes del poder, con la falta de libertad de prensa y con la anulación de los mecanismos de control necesarios para limitar el poder de unos pocos.

 POLÍTICA: ¿ACUERDO o DESACUERDO?

La política  es tanto conflicto como  moderación del conflicto, de los excesos de los afectos o acciones en un escenario común donde se desarrolla el logos o lenguaje, donde se desenvuelve el  antagonismo que toda comunidad conlleva. Ese mismo litigio es el que instituye a la Política. Una manera de mediar entre las fuerzas sociales, económicas y entre  las mismas fuerzas políticas, que son relaciones de poder  dentro y sobre un Estado,  entre los que más tienen y los más postergados. 

Alguien llamado Clausewitz[2] dijo: "La guerra es la política continuada por otros medios" Aunque le contestaron mucho tiempo después que “la política es la guerra continuada por otros medios” y que  “el derecho es una cierta manera de continuar la guerra[3]

Dejemos de lado la guerra porque ya la sufrimos  y veamos esto de la política y de ese arte de ejercer el gobierno donde no hay diferencia sustantiva entre el  Estado y el Derecho[4]. Veamos al mismo a tiempo esto del derecho.  Se produce la primera diferencia sustancial en la sociedad una vez elegidos los gobernantes por los gobernados. Sólo con la aceptación de los parámetros Estado/Derecho/Ley es que estamos  resguardados de los excesos y del incumplimiento de cualquiera de las partes.  

No se puede dejar de lado que muchos escribieron en otro sentido, acerca de formas que anulan y niegan la política. Hubo quien teorizó y supuso aceptable que  toda decisión acerca de las cosas de un país debería ser tomada por quien lo condujese[5] Alguien que ejerciese un liderazgo con carisma y con la fuerza capaz de tomar medidas en cualquier momento, como si  se tratara siempre de una crisis, de un estado de excepción. Porque la decisión necesita de la crisis para que  el orden jurídico  descanse en  decisiones que impongan el estado de excepción.

EL MAL ABSOLUTO  

Parece ser o mejor dicho, fue  terrible en Europa el resultado de esta última teoría en las manos de un líder carismático: Hitler. Se adueñó de toda  capacidad de decisión, de hacer cumplir las leyes dictadas por él mismo y de condenar sin juicio ni apelación. La vida de muchos quedó despojada de condición humana, devaluada y suprimida, sin resguardo, librada al imperio de la más irrefrenable arbitrariedad. Sin política, no había  argumento ni justificación para dejar a todo un grupo humano sin más atribuciones  que un destino inexorable expuesto al deseo de  manos asesinas. Se había instalado EL IMPERIO DEL MAL.

¿UNA FORMA DE BIEN?

 Debería ser suficiente ejemplo para que nunca más pueda volver a suceder y para que todos tengamos ansia de legalidad, “deseo de ley”  

Porque parece ser también que en algunos lugares donde se logró una mayor cultura política, donde impera la Ley, se eligen gobernantes, se respetan los períodos de su mandato y la alternancia en el poder, hay Parlamento y hay Justicia.

Es probable que de alguna manera se viva mejor y  más seguro.

BABEL 

Ahora  vamos a situarnos en nuestro territorio, este  lugar que compartimos y habitamos por nacimiento o por mudanza, porque en él estamos y es hoy y algún futuro lo que nos importa.

Todo hace parecer que de las teorías  encontradas en los libros, la Democracia Republicana viene acompañada del juicio sobre su mayor conveniencia. A pesar de eso sólo fue implementada en este  país durante lapsos muy cortos. Como si fuera insoportable para algunos. Como si en algún momento se hubiera producido una tremenda confusión de conceptos, de interpretaciones  y de valores. Por eso nuestra vida comenzó a transcurrir a los saltos en medio de discontinuidades. En los últimos tiempos estamos inmersos en una exagerada ficción de democracia y de política, a la que llaman  “modelo” o “relato”.

Un modelo que desconoce la ley y en su lugar usa la coacción, la intimidación y la  fuerza, y sólo acumula  poder. Un “relato” que desde el punto de vista de la filosofía política resulta convertido en glosolalia,  un discurso primitivo, cuando no incoherente, confuso y contradictorio que se  desautoriza a sí mismo.  Para clasificarlo, más nos vale   pensar en lo que no es, ya que lo que es  provoca la dispersión de toda teorización, de todo  pensamiento político.

 EFECTOS COLATERALES

Parece ser que el co-relato de aquellos temores de la Antigua Grecia con respecto a la demagogia, hoy se llama Populismo. En aquel entonces los demagogos eran buenos oradores,  jefes populares que prometían mejoras para favorecer a las clases oprimidas. Intención inobjetable por cierto, si no hubieran cuidado menos esas promesas  que  su propia  popularidad y los beneficios que ésta les traía. Se trataba de políticos irresponsables que explotaban las  necesidades de la gente.  Valiéndose de ella y de sus  votos se ensoberbecían con poder y honores. Cleón y Alcibíades representaron ese papel.

Hoy el populismo es una “tendencia política  dirigida a explotar los sentimientos de las masas para ganar el favor de éstas”[6] y los dirigentes se valen de métodos parecidos que contradicen los fines identificados con el interés general y hacen “una deconstrucción despolitizante del concepto de pueblo, transformado en audiencia espectadora”[7]  en la que la política aparece como mero espectáculo, sostenida sobre dádivas y subsidios. El espacio público ya no es un campo plural que valoriza y respeta las diferencias de opinión, sino un campo de lucha entre facciones, plagado de discursos vacíos de contenido en los que se inaugura  lo que nunca va a poder funcionar y  se promete lo que no se va a cumplir. El objetivo: ¿cuál es el líder que  mide mejor?

Una adecuada máquina de propaganda crea ilusiones, invita a la fiesta, a una representación popular donde se atrae al pueblo mediante el engaño. Se han vaciado  las arcas públicas y  se fabrica moneda. El juego es ganarle a la inflación, comprando  en cuotas, en un festival financiero de tarjetas de crédito sin opciones de ahorro, mientras los ingresos se desmaterializan. Ahora, ya fuera del campo de juego,  hay que pagar con plata de verdad. Hay que pagar la fiesta.

Al  desatender la productividad, no se tuvo en cuenta la estructura de la economía y se descuidó  el valor de   la moneda. Se olvidaron que ésta  “es un símbolo que representa y hace efectivo el acuerdo por el cual los ciudadanos delegan a la autoridad pública la potestad de constituir un sistema social para saldar los créditos y deudas recíprocos”[8]. Pero como  no fue prioritario su valor, la moneda se ha desvalorizado y con ella la confianza en las expectativas futuras, ya que  los encargados de vivir para la política se dedicaron a vivir de la política.Hemos quedado a merced de  una farsa cleptocrática, un mero simulacro. 

Este tipo de  gobiernos populistas perturban profundamente el Estado Democrático, el Estado de Derecho 
o sea la Seguridad Jurídica imprescindible para cualquier proyecto. 
No habrá llegado el momento de   re-encantar la Política para re-significar la Democracia

                                                                                                                Julio 2012

* Ernestina Gamas es escritora

[1] Jacquelline de Romilly: La ley en la Grecia Clásica – Ed. Biblos 2004

[2] Karl  von Clausewitz (1780 –  1831): De la guerra –

[3] Michel Faucault: Defender la sociedad, Curso en el Collège de France (1975-1976). Ed: Fondo de cultura económica.

[4] Hans Kelsen (1881/ 1973).- No concebía más derecho que el emanado del Estado

[5] Carl Schmitt (1888 – 1985)

[6]  Andrés Serra Rojas, Diccionario de Ciencia Política, 2ª edición, vol. 2, Facultad de Derecho-UNAM,

FCE, México, 1999, p. 904

[7] Giacomo Marramao – Publicado en la revista Zona de Clarín el 21-08-2011

[8] Rubén Lo Vuolo – Publicado en Clarín el 7 de junio de 2012 

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