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HAY QUE DEBATIR EL SENTIDO DE LOS FERIADOS por Luis Alberto Romero*

| 31 enero, 2017

Publicado en La Nación el 31 de enero de 2017

De manera inesperada, las controversias sobre el pasado reciente resurgieron con el frustrado intento del Gobierno de convertir el 24 de marzo y el 2 de abril en feriados móviles. Un proyecto para reordenar un anárquico conjunto de feriados tocó un nervio sensible: ambas fechas se vinculan con el pasado que duele; la manera de recordarlas, también, pues fue Néstor Kirchner quien los declaró feriados inamovibles.

El Gobierno rectificó su decisión ante la reacción de un variado movimiento de opinión, que incluye al kirchnerismo, a los implicados personalmente en los eventos evocados, a un conjunto de gente -no muy reflexivo- que sigue la opinión considerada correcta y a otro grupo, muy consciente, que consideró políticamente inoportuna la medida.

Si una cuestión administrativa ha despertado tamañas sensibilidades es porque detrás hay un tema importante, algo así como un esqueleto en el armario. Más allá de la oportunidad, creo necesario colocarlo en la agenda ciudadana e impulsar una reconsideración reflexiva sobre lo que se está conmemorando, pues me parece que ambas fechas encierran un equívoco.

Toda la cuestión de Malvinas merece sin duda una conmemoración. En 1984 se trasladó al 2 de abril la celebración del 10 de junio, establecida como Día de la Reafirmación de los Derechos de la Argentina sobre las Islas Malvinas, y también de su reivindicación pacífica por la vía diplomática. Con el tiempo, el 2 de abril comenzó a teñirse de otro sentido: la "recuperación de las Malvinas", gesta de los "héroes de Malvinas", una fórmula que hasta Raúl Alfonsín debió emplear, pese a su propósito de "desmalvinizar" la opinión pública.

Aquella gesta fue lanzada en 1982 por una dictadura criminal. Es difícil separar el recuerdo del 2 de abril de la multitud reunida en la Plaza de Mayo, aclamando al general Galtieri y escenificando el peor costado de nuestra cultura política, infectada por un nacionalismo patológico, soberbio y paranoico. Con posterioridad los militares fueron repudiados, pero probablemente por haber perdido la guerra y no por haberla iniciado. Me temo que aquel espíritu "malvinero" sigue vivo entre las cenizas de un fuego mal apagado y que las veladas celebraciones avivan la llama.

Más cerca de ese ánimo heroico, en 2000 el Estado lo declaró Día de los Veteranos y Caídos en la Guerra de Malvinas; Kirchner, sensible al "espíritu malvinero", lo convirtió en feriado fijo. Sin duda, quienes han sufrido en esa guerra daños irreparables, físicos o morales, merecen un reconocimiento que hasta ahora se les ha retaceado. ¿Por qué precisamente el 2 de abril?

Es cierto que ese día cayó la primera víctima, pero ante todo fue el día de la victoria, del vino y de las rosas, de la ilusión puesta en una guerra que debía restablecer el honor nacional y sellar la unidad de su pueblo. No puedo imaginar un momento de mayor extravío de nuestra ciudadanía. Los veteranos y los muertos en la guerra no deberían quedar mezclados con eso. Eran chicos de 18 años, mal preparados y mal equipados, llevados literalmente a un matadero. No fueron héroes, sino víctimas de la dictadura.

Esta guerra debería ser conmemorada el 14 de junio, el día de la rendición. Entonces terminó la matanza de soldados. Pero sobre todo se abatió el orgullo belicista, y los argentinos, infatuados por su nacionalismo patológico, debieron confrontar sus fantasías con la cruda verdad de los hechos. Si lo hiciéramos, daríamos una señal de repudio, no tanto a aquellos jefes militares -cómodo chivo expiatorio-, sino a una cultura política, ampliamente extendida, que les permitió llegar a esos extremos.

El 24 de marzo, Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, es una fecha muy importante. En ese día, en 1976, comenzó la acción criminal más terrible del Estado argentino: el terrorismo clandestino de Estado. Eso solo justifica un gran esfuerzo cívico conmemorativo, como el que muchos de nosotros hemos hecho desde 1983.

En su centro están las víctimas de la dictadura. Pero nuestro conocimiento y nuestra reflexión han avanzado desde 1983, descubriendo la conexión íntima entre diversos procesos luctuosos contemporáneos. Hoy no parece ni moralmente justo ni cívicamente útil limitar la conmemoración a los muertos desaparecidos durante la dictadura. No pueden estar solos. Debemos sumar a quienes "desaparecieron" en esos años pero no fueron ejecutados. Están los soldados del Regimiento de Formosa. Están los asesinados entre 1973 y 1976 por lo que fue el prototerrorismo de Estado. Están todos los muertos -militares y civiles- asesinados por las organizaciones armadas, cuyos deudos reclaman legítimamente memoria, verdad y justicia. A este conjunto de víctimas sería lícito sumar a los muertos en las Malvinas y a los veteranos.

Hoy, estos grupos son recordados de manera diferente o simplemente son ignorados. Creo que todos forman un único conjunto, por dos razones. La primera es humana: un asesinato es, por encima de todo, un crimen. La segunda es histórica: todos ellos, y algunos que escapan a esta fúnebre enumeración, fueron las víctimas de un momento terrible de la Argentina, cuando un demonio -de muchas caras pero, al fin, uno solo- se apropió de las mentes de quienes aceptaron con naturalidad que era posible -no digo que deseable- construir sobre un asesinato un mundo mejor. No creo que alguien haya quedado totalmente al margen de esta naturalización epocal de la violencia.

Desde 1983 tuvimos un amplio consenso acerca de que ése era el sentido del 24 de marzo. Creo que hoy ese consenso debe ser puesto en cuestión; y hay que discutirlo, aunque sea para ratificarlo. Tengo dos razones. La primera es que el 24 de marzo queda chico para resumir un ciclo que empieza antes de 1976 y que termina después de 1983, quizá con el episodio de La Tablada. Retomo el sueño de Héctor Leis: unamos en una única conmemoración a todas las víctimas de una época y fundemos así una memoria compartida para sustituir la actual, que sigue siendo facciosa.

La segunda tiene que ver con el uso manipulativo que, desde 2003, se ha hecho del 24 de marzo y, peor aún, de los derechos humanos, una maravillosa construcción ciudadana que en 1983 fue el Arca de la Alianza de la democracia. Los Kirchner los transformaron en una herramienta de poder, que revivió y agudizó el faccionalismo de los años 70. Me temo que el nombre de "derechos humanos" ha quedado tan corrompido como el valor emblemático del 24 de marzo. Creo que si queremos salvar su esencia, debemos modificar la forma.

La ciudadanía argentina tiene un deber: superar la experiencia traumática de los años terribles. Un estudio histórico desapasionado ayudará mucho. Una Justicia desapasionada también. Pero a la vez es necesario un trabajo de memoria, de verdad y de justicia que no esté guiado por la recreación de los viejos conflictos, sino por el deseo de construir una nueva convivencia. Reflexionar sobre estos dos feriados y su sentido puede ser un camino.

 

*El autor es historiador e investigador principal del Conicet/UBA

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EL ECOLOGISMO DE LOS POBRES por Joan Martínez Alier*

| 31 enero, 2017

Revista El Ecologista nº 45

La brutal y creciente explotación de los recursos naturales que provoca nuestro modelo económico no sólo da origen a una larga lista de problemas ambientales. También genera, cada vez más, numerosos y gravísimos conflictos sociales. Éste es el contenido principal del reciente libro publicado por el autor de este artículo, ‘El ecologismo de los pobres’, del que aquí se resumen los contenidos más relevantes.

El libro El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración tiene un punto de partida en la economía ecológica, por tanto en la perspectiva del metabolismo social. Es decir, debemos ver la economía como un sistema abierto a la entrada cada vez mayor de energía y materiales y a la salida de los residuos como son el dióxido de carbono y otras formas de contaminación.

Aumenta la dimensión física de la economía. No nos estamos desmaterializando. Al contrario, la economía humana aumenta en relación a los espacios y recursos físicos. Por tanto aumentan los conflictos ecológico-distributivos. Es decir, no sólo estamos perjudicando a las generaciones futuras de humanos y eliminando otras especies que a veces ni tan siquiera conocemos, sino que hay también crecientes conflictos ambientales ya, ahora mismo.

Comprobamos que hay un desplazamiento de los costos ambientales del Norte al Sur. Estados Unidos importa más de la mitad del petróleo que gasta. Japón y Europa dependen físicamente aun más de las importaciones. Al hacer los cálculos de flujos de materiales, se observa que la América latina está exportando seis veces más toneladas que importa (minerales, petróleo, carbón, soja…), mientras la Unión Europea funciona al contrario, importamos cuatro veces más toneladas que exportamos. Eso me lleva a apoyar la idea de que existe un comercio ecológicamente desigual.

La misma desigualdad observamos en las emisiones de dióxido de carbono, causa principal del cambio climático. Un ciudadano de Estados Unidos emite 15 veces más en promedio que uno de la India. En el libro pregunto, ¿quién tiene títulos sobre los sumideros de carbono que son los océanos, la nueva vegetación y los suelos? ¿quién es dueño de la atmósfera para depositar el dióxido de carbono que sobra? Sabemos que el protocolo de Kioto es mejor que la política de Bush pero no soluciona ese enorme conflicto ecológico-distributivo. De ahí la reclamación de la Deuda Ecológica que el Norte tiene con el Sur, por el comercio ecológicamente desigual, por el cambio climático, también por la biopiratería y por la exportación de residuos tóxicos. La Deuda Ecológica se puede expresar en dinero pero tiene también aspectos morales que no quedan recogidos en una valoración monetaria.

Ecologismo popular

Aunque el peso de la economía crezca y aunque haya crecientes conflictos, no hay que ser pesimista. Hay muchas experiencias de resistencia popular e indígena contra el avance de las actividades extractivas de las empresas multinacionales. Estas resistencias parecen ir contra todo el curso de la historia contemporánea, que es el constante triunfo del capitalismo y la expulsión de la gente pobre. Las comunidades se defienden. Muchas veces las mujeres están delante en esas luchas. En el libro explico muchos casos de defensa de los manglares, como en la costa ecuatoriana, donde los manglares han desaparecido para poner camaroneras y la gente que vivía allí, recolectando conchas, poco a poco ha sido desplazada. Los consumidores de camarones no saben ni quieren saber de dónde viene lo que comen. Las protestas locales contra la industria camaronera han causado cientos de muertos en los últimos veinte años alrededor del mundo.

Lo mismo ocurre en la minería. Las comunidades se defienden apelando a los derechos territoriales indígenas bajo el convenio 169 de la OIT, como hoy en día en Guatemala, o tal vez organicen consultas populares o referéndum exitosos, como en Tambogrande, Perú, o en Esquel, Argentina, contra la minería de oro. En otros países, como India o Indonesia, las comunidades indígenas recurren a otras acciones y planteamientos legales. Vemos en muchos lugares del mundo surgir reclamaciones contra empresas bajo la ATCA de Estados Unidos (Alien Tort Claims Act, una ley de 1789 que permite reclamar por los procedimientos fraudulentos y agravios contra extranjeros por parte de empresas estadounidenses), en general sin éxito. En la Amazonía hay comunidades que resisten contra las empresas petroleras como Texaco, Repsol o tantas otras.

El Norte consume tanto, los ricos del mundo consumimos tanto, que las fronteras de extracción de mercancías o materias primas están llegando a los últimos confines. Por ejemplo la frontera del petróleo ha llegado hasta Alaska y la Amazonía. Pero en todos los lugares del mundo hay resistencias. Podemos llamarlas Ecologismo Popular o Ecologismo de los Pobres o Movimiento de Justicia Ambiental.

Hay también casos históricos de resistencia antes de que se usara la palabra ecologismo. Por ejemplo, en la minería de cobre en Ashio en Japón hace cien años, o en Huelva contra la contaminación causada por la empresa Rio Tinto que culminó en una terrible matanza a cargo del Regimiento de Pavia el 4 de febrero de 1888. Ese día, el 4 de febrero, podría ser declarado Día del Ecologismo Popular.

Los pasivos ambientales

La economía ecológica es una crítica de la economía convencional porque ésta cree que el crecimiento económico se puede dar indefinidamente, se olvida de la naturaleza en las cuentas económicas, sean de las empresas o del gobierno. Ni la contabilidad empresarial ni la contabilidad macroeconómica restan los pasivos ambientales.

La economía ecológica critica, pues, cómo se construye la ciencia económica y su
contabilidad. Y lo que propone es que hay que considerar los aspectos biológicos, físicos, de química, y también sociales. Es decir, si la economía creció un 3%, de acuerdo, pero que se explique cómo ha aumentado la contaminación, qué ha pasado con los ríos, con los bosques, con la salud de los niños, considerando también todos los aspectos sociales y ecológicos. Esto no es sólo una idea de profesor de universidad. Hay protestas sociales debido a que la economía estropea la naturaleza. A veces los afectados son generaciones futuras que no pueden protestar porque aún no han nacido, o puede ser una ballena, que tampoco va a protestar. Pero otras veces los desastres ecológicos afectan también a personas actuales, que protestan. Son luchas por la justicia ambiental.

Hay lugares donde se plantan miles de hectáreas de pino para capturar dióxido de carbono europeo, como en el proyecto FACE en los páramos del Ecuador, donde algunas comunidades empiezan a protestar, porque no se pueden comer los pinos, no pueden sembrar ni criar ganado, el pino estropea todo el agua que hay en los páramos, y si hay un incendio el contrato les obliga a replantar. Hay conflictos de pesca, porque la pesca industrial acaba con la que se realiza de modo artesanal. Hay conflictos, también, sobre transportes, por ejemplo, por el gasoducto de Unocal de Birmania a Tailandia, o las hidrovías, o casos como el del Prestige. Por poner ejemplos más cercanos, los casos actuales en Cataluña de protestas por el Cuarto Cinturón o por el Túnel de Bracons, nace del creciente volumen del transporte.

Hay quien no entiende el carácter estructural de estas protestas, que en el Sur nacen en las commodity frontiers, los nuevos lugares de extracción y contaminación. Creen que son protestas NIMBY (“no en mi patio”) cuando son manifestaciones del gran movimiento internacional por la justicia ambiental. Hay gente que incluso piensa que el ecologismo es un lujo de los ricos, que hay que preocuparse por la naturaleza solamente cuando ya tienes de todo en casa. La idea del ecologismo popular resalta que hay gente pobre que protesta porque le va la propia supervivencia en ello.

Del mismo modo, surgen redes de estas protestas. Por ejemplo, la red Oilwatch, que nació en 1995 de experiencias en Nigeria y sobre todo en Ecuador. Nacen redes que piden ayuda a los grupos del Norte, porque las compañías son del Norte. Estuve en enero del 2004 en el Foro Social de Mumbai, en la India, y allí noté la fuerza de otra red similar, Sur-Sur, llamada Mines, Minerals & People. Pienso que de las protestas, de las resistencias es de donde van a nacer las alternativas. Éstas no van a nacer de ningún intelectual que escriba un libro ni de ningún partido político que diga cuál es la línea correcta.

Valores inconmensurables

En el ecologismo o ambientalismo hay diversas corrientes. Hay gente que se llama ecologista radical, por ejemplo en Estados Unidos, y en lo social no es nada radical. Es una tendencia que se preocupa sólo de la naturaleza, no tanto por las personas. Por ejemplo, luchaban (lo que me parece bien) contra represas en cañones hermosos que iban a ser eliminados por los embalses. Incluso alguno dijo que se dejaría morir allí. Luchaban solamente por la naturaleza, no por las personas.

En contraste, en lugares como Brasil hay el movimiento popular que se llama atingidos por barragens. En la India, hay una lucha contra una famosa represa en el río Narmada, y allí la gente protesta en defensa del río, pero también en defensa de la gente. Porque si completan esta represa, 40 o 50.000 personas se tienen que ir de allí. La líder se llama Medha Patkar, ella no piensa sólo en la naturaleza, piensa también en la gente pobre. Son grupos indígenas que necesitan su territorio para vivir, porque si se van de allí, se van a morir de hambre. Hay verdes que no se preocupan de los seres humanos, se preocupan sólo de la naturaleza. Pero también hay verdes que entienden que no se puede separar la naturaleza de la sociedad.

En esos conflictos ambientales que el libro analiza, ya sean por extracción o transporte de materias primas, ya sea por contaminación local o regional, vemos que se despliegan diversos lenguajes. Puede ser que los poderes públicos y las empresas quieran imponer un lenguaje económico, diciendo que se hará un análisis costo-beneficio ampliado, con todas las externalidades traducidas a dinero, y además se hará una evaluación de impacto ambiental, y que así se va a decidir si se construye una represa conflictiva o se abre una mina. Pero puede ocurrir que los afectados, aunque entiendan ese lenguaje económico y aunque piensen que es mejor recibir alguna compensación económica que ninguna, sin embargo acudan a otros lenguajes que están disponibles en sus culturas. Pueden declarar, como hicieron los U’Wa en Colombia frente a Occidental Petroleum y después frente a Repsol, que la tierra y el subsuelo eran sagrados, que “la cultura propia no tiene precio”.

En un conflicto ambiental se ven involucrados valores muy distintos, ecológicos, culturales, de subsistencia de las poblaciones, y también valores económicos. Son valores que se expresan en distintas escalas, no son conmensurables. Como dijo Machado, “Todo necio / confunde valor y precio”.

¿Quién tiene el poder de imponer el método de resolución de los conflictos ambientales? ¿Valen las consultas populares, que apelan a la democracia local? ¿Cuánto vale el lenguaje de la sacralidad? ¿Valen los valores ecológicos solamente si se traducen a dinero, o valen por sí mismos, en sus propias unidades de biomasa y biodiversidad? Son preguntas que salen de la participación reflexiva en conflictos ambientales en diversos lugares del mundo. De ahí la pregunta con la que concluye el libro, ¿quién tiene el poder de simplificar la complejidad imponiendo un determinado lenguaje de valoración?

Es, pues, un libro de Economía Ecológica y de Ecología Política. La Economía Ecológica explica el conflicto entre economía y medio ambiente, y pone en duda que ese conflicto pueda solucionarse con jaculatorias como el desarrollo sostenible o la modernización ecológica. La Ecología Política estudia los conflictos ambientales, y muestra que en esos conflictos, distintos actores usan o pueden usar distintos lenguajes de valoración. Vemos en la práctica cómo existen valores inconmensurables, y cómo el reduccionismo económico es meramente una forma de ejercicio del poder.

*Catedrático del Dpto. de Economía e Historia Económica de la Universitat Autónoma de Barcelona, además de presidente de la International Society of Ecological Economics.

 

 

 

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62 PERSONAS POSEEN LA MISMA RIQUEZA QUE LA MITAD DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

| 25 enero, 2017

El informe de Oxfam, llamado Una economía al servicio del 1%, pone de relieve que, desde 2010, la riqueza de la mitad más pobre de la población se ha reducido en un billón de dólares, lo que supone una caída del 38%. Esto ha ocurrido a pesar de que la población mundial ha crecido en cerca de 400 millones de personas durante el mismo período. Mientras, la riqueza de las 62 personas más ricas del planeta ha aumentado en más de 500.000 millones de dólares, hasta alcanzar la cifra de 1,76 billones de dólares. El informe también muestra cómo la desigualdad afecta de manera desproporcionada a las mujeres; de las 62 personas más ricas del mundo, 53 son hombres y tan solo 9 son mujeres.

A pesar de que los líderes mundiales hablan cada vez más de la necesidad de abordar la desigualdad y en septiembre fijaron un objetivo mundial para reducirla, la realidad es que la brecha entre los más ricos y el resto de la población ha aumentado de manera drástica a lo largo de los últimos doce meses. La predicción que Oxfam realizó antes de la reunión de Davos del año pasado, de que en poco tiempo el 1% poseería más riqueza que el resto de la población mundial, se ha cumplido en 2015, un año antes de lo esperado.
Oxfam hace un llamamiento para que se tomen medidas urgentes contra la crisis de la desigualdad extrema, que pone en peligro todo el progreso realizado a lo largo de los últimos 25 años en la lucha contra la pobreza. Como prioridad, la organización pide que se acabe con la era de los paraísos fiscales, cada vez más utilizados por las personas ricas y las grandes empresas para evitar pagar los impuestos que les corresponden de manera justa. Como resultado, los Gobiernos se han visto desprovistos de unos recursos esenciales para abordar la pobreza y la desigualdad.

Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, y que acude de nuevo a la reunión de Davos tras haberla copresidido el año pasado, afirma: “Simplemente no podemos aceptar que la mitad más pobre de la población mundial posea la misma riqueza que un puñado de personas ricas que cabrían sin problemas en un autobús”.

“La preocupación de los líderes mundiales sobre la creciente desigualdad todavía no se ha materializado en medidas concretas para contrarrestarla. El mundo es mucho más desigual, y la tendencia ascendente de la desigualdad se está acelerando. No podemos seguir permitiendo que cientos de millones de personas padezcan hambre mientras que las élites económicas absorben los recursos que podrían ayudar a estas personas a salir de esa situación.”

“Reto a los Gobiernos, empresas y élites presentes en la reunión de Davos a que hagan lo que deben para acabar con la era de los paraísos fiscales, que está exacerbando la desigualdad económica e impidiendo que cientos de millones de personas puedan salir por su propio pie de la pobreza. Las empresas multinacionales y las élites económicas juegan con unas normas distintas al resto, y rehúsan pagar los impuestos necesarios para que la sociedad funcione adecuadamente. El hecho de que 188 de las 201 mayores empresas estén presentes en al menos un paraíso fiscal es un indicador de que es hora de actuar.”
En 2015, los Gobiernos del G20 decidieron tomar medidas, a a partir del acuerdo del proyecto BEPS, para reducir la evasión y elusión fiscal de las multinacionales. No obstante, estas medidas apenas ayudarán a los países más pobres e ignoran en gran medida el problema de los paraísos fiscales.
Se estima que, en todo el mundo, hay un total de 7,6 billones de dólares de patrimonio financiero individual ocultos en paraísos fiscales. Si se tributaran los beneficios que esta riqueza genera, los Gobiernos recaudarían 190.000 millones de dólares más al año.
Se calcula que hasta el 30% del patrimonio financiero de África se encuentra en paraísos fiscales, lo que supone una pérdida fiscal estimada de 14.000 millones de dólares al año para los países africanos. Esta cantidad sería suficiente para garantizar la atención sanitaria a madres y niños, lo cual podría salvar la vida de cuatro millones de niños al año, y permitiría contratar a profesores suficientes para escolarizar a todos los niños y niñas africanos.
Nueve de cada diez socios estratégicos del Foro Económico Mundial están presentes en al menos un paraíso fiscal, y se estima que los países en desarrollo pierden cada año al menos 100.000 millones de dólares como consecuencia de la evasión y elusión fiscal por parte de las grandes empresas. La inversión empresarial en paraísos fiscales se ha multiplicado casi por cuatro entre 2000 y 2014.
Para que los líderes mundiales alcancen el objetivo que asumieron en septiembre de erradicar la pobreza extrema para 2030, es fundamental que los Gobiernos puedan recaudar los impuestos que las grandes empresas y las personas ricas deben pagar.
Si bien entre 1990 y 2010 se redujo a la mitad el número de personas que viven en situación de extrema pobreza, los ingresos medios anuales del 10% más pobre de la población mundial han aumentado en menos de tres dólares en el último cuarto de siglo; es decir, sus ingresos diarios han aumentado menos de un centavo al año.
Si la desigualdad dentro de los países no hubiese aumentado entre 1990 y 2010, otros 200 millones de personas habrían salido de la pobreza.
Una de las principales tendencias que subyacen a esta creciente desigualdad que pone de relieve el informe de Oxfam es la reducción de la participación de los trabajadores en la renta nacional en prácticamente todos los países más avanzados y en la mayoría de los países en desarrollo, y el hecho de que la brecha salarial entre las personas con mayor y menor remuneración es cada vez mayor. A su vez, la mayoría de los trabajadores peor remunerados del mundo son mujeres.
Por el contrario, las personas que ya eran ricas han visto cómo su capital ha ido creciendo de forma constante (a través del pago de intereses, dividendos, etc.) a un ritmo significativamente más rápido que el crecimiento de la economía. Esta ventaja se ha visto todavía más acentuada debido al uso de paraísos fiscales, los cuales son uno de los mayores ejemplos expuestos en el informe de cómo se han manipulado las reglas que rigen la economía global para reforzar la capacidad de los más ricos y poderosos de concentrar más riqueza.
Oxfam hace un llamamiento para actuar contra los paraísos fiscales como parte de una triple estrategia para abordar la desigualdad. Las medidas para recuperar los miles de millones ocultos en paraísos fiscales deben verse acompañadas de un compromiso de los Gobiernos para invertir en atención sanitaria, educación y otros servicios públicos esenciales que determinan la suerte de las personas más pobres del mundo.

Los Gobiernos también deben tomar medidas para garantizar que el trabajo funcione tanto para quienes menos ganan como para las personas con mayor remuneración, incluyendo elevar los salarios mínimos hasta que se conviertan en salarios dignos y acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres.

“Los ricos no pueden seguir defendiendo la idea de que su riqueza beneficia a todo el mundo. Al contrario, su extrema riqueza es un síntoma de una economía global enferma. La mayoría de la población mundial, y sobre todo las personas más pobres, han pagado el precio de la reciente explosión de riqueza de las personas más ricas”, añade Byanyima.
Oxfam asistirá a la reunión en Davos no solo como parte de su campaña contra la desigualdad, sino para presionar también a los líderes mundiales y las grandes empresas para que aborden el cambio climático y tomen medidas para resolver las crisis humanitarias, incluida la que está ocurriendo en Siria.
Notas a los editores
Número de personas que poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial desde 2010:
2010 388
2011 177
2012 159
2013 92
2014 80
2015 62
Los datos sobre la riqueza del 1%, el 50%, y el 99% provienen del Credit Suisse Global Wealth Datebook (2013 y 2014) https://www.credit-suisse.com/uk/en/news-and-expertise/research/credit-suisse-research-institute/publications.html
Se ha calculado la fortuna de las 62 personas más ricas del mundo a partir de la lista de milmillonarios de Forbes: http://www.forbes.com/ los datos anuales provienen de la lista publicada en marzo.

Los cálculos incluyen riqueza negativa (es decir, deuda). Para comprobar la veracidad de los datos, Oxfam ha recalculado la participación del 1% más rico en la riqueza mundial una vez deducida la riqueza negativa. No hubo un cambio significativo (pasó del 50,1% al 49,8%). La participación de la riqueza negativa en la riqueza total ha permanecido constante a lo largo del tiempo, por lo que las tendencias de distribución de la riqueza no se han visto afectadas.

 

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2017: UN AÑO DESNUDO por Por Gloria Helena Rey *

| 25 enero, 2017

Fuente: Other News

Los pronósticos no son favorables. Incertidumbre, miedo y desesperanza rondan las cábalas.
Donald Trump : “Se sentirán orgullosos de lo que vamos a hacer. El Obamacare es un total y absoluto desastre”.

Así como la desnudez revela nuestro desamparo y miserias, el 2017 se perfila como un año desnudo. “Probablemente será el peor que veré en mi vida desde la Segunda Guerra Mundial”, dice a Portafolio Roberto Savio, reconocido analista internacional, fundador de la agencia internacional de noticias Inter Press Service (IPS) y del portal Other News.

Le preocupa el resurgimiento de la carrera por las armas nucleares, que de nuevo amenaza la paz mundial; la eliminación del multilateralismo como paradigma de las relaciones internacionales, al Donald Trump focalizar su gobierno hacia y para Estados Unidos, y la creación de una internacional de la derecha populista, nacionalista y xenófoba, como lo ha anunciado Steve Bannon, su asesor estratégico.

También le quitan el sueño los grandes desafíos del 2017. “No hay un plan ni propuesta global para las migraciones, un fenómeno que seguirá creciendo por los estragos de la globalización neoliberal y de los conflictos raciales, muchos de ellos provocados por Europa y Estados Unidos, como en Irak, Liria, Siria y ahora Yemen. A eso se suma la explosión demográfica en África, que doblará de 1.000 a 2.000 millones en el 2050 y que hará de Nigeria un país más grande que Estados Unidos”.

La carga del 2017 aumenta con la aparición de los refugiados climáticos que, según Naciones Unidas, serán, por lo menos, 50 millones al final de la década, si no se controla el clima de inmediato; también, con la creciente ola de partidos populistas y xenófobos, con las próximas elecciones en Alemania, Francia y Holanda y con la no iniciación inmediata de la discusión sobre la cuarta revolución industrial: la robotización.

“Según el Foro de Davos, vamos a pasar pronto del actual 17 % de la producción de bienes y servicios, a casi el 50 %. Esto significa adoptar un plan global para ver cómo reciclar a todos los que van a ser eliminados del mercado de trabajo. Si este debate no se abre en el 2017, después será demasiado tarde”, afirma.

Aunque el FMI y Naciones Unidas pronosticaron un repunte de la economía mundial en el 2017, Savio cree que es una falla ver las cosas desde el punto macroeconómico y estima que habría que regresar a la microeconomía, abandonada por la globalización neoliberal.

“Si la economía crece mundialmente el 1,5 %, pero la brecha de ilegalidad interna aumenta o, en otras palabras, crece el numero de pobres y el de ricos (el famoso 1 % de la población), en terminos políticos esto significa un aumento de las razones de conflictos internos y del miedo”, agrega.

La región y Trump

América Latina, a excepción de los países petroleros, en opinión de Savio, pasará a un quinto lugar en los intereses de Estados Unidos. “Si miramos a Trump y su equipo, nos encontramos con una visión del mundo que se refiere al petróleo; son las grandes corporaciones en el poder. Nunca en la historia tantos millonarios fueron llamados a hacer parte de un gobierno”.

“La lógica indica, en su opinión, que Asia será la prioridad de Washington, seguida por Rusia, Europa, y el mundo árabe. América Latina va a estar en quinto lugar pero, eso sería bueno para la región que, finalmente, podría ocuparse de sí misma. Es ridículo que hayan pasado cien años desde su independencia y todavía se discuta qué hacer a nivel regional”.

“No se sabe aún cuanto de lo dicho por Donald Trump es parte de su campaña electoral o que es lo que realmente hará pero, en cuanto al acuerdo del cambio climático, el camino recorrido es gravísimo pues ya estamos al borde de lo irreparable y, si no hacemos nada en el 2017, estaremos a punto de hipotecar el futuro de nuestros hijos”, destaca.

Las señales, de momento, no son buenas. “Trump puso en el poder a símbolos de corporaciones y a millonarios, a cargo de asuntos sociales; a escépticos climáticos para el cambio climático; a empresarios que se oponen al salario mínimo en la cartera de trabajo; a médicos contrarios al seguro de salud, en la salud; a un secretario de Educación, que es contra de la educación pública; a un embajador en Israel que se opone a la paz con los palestinos y colocó a probados halcones en la defensa”, señala.

Recuerda que, como si fuera poco, también nombró a un secretario de Estado cuya perspectiva mundial se limita a los países productores de petróleo, empezando por Rusia y Arabia Saudita.

Y, lo más penoso, es que colocó como jefe de estrategia, a un hombre (Steve Bannon), que declaró en una conferencia sobre pobreza en el Vaticano, que su tarea era respaldar a los partidos de derecha, xenófobos y nacionalistas de Europa, y mencionó a Nigel Farage, el ultraderechista representante del Partido Independencia del Reino Unido, como ejemplo de su visión del buen europeo.

Otras señales que preocupanlos Estados Unidos el próximo 20 de enero, focalizando la economía hacia y para su país lo que, advierten analistas, terminaría en una recesión mundial y en el derrumbe de las bolsas, como sucedió en la antesala de la gran depresión del 27.

El presidente electo Trump ya fue advertido pero, ha anunciado que impondría barreras al comercio internacional, que, de cumplirse, terminarían produciendo el mayor desastre económico de nuestra época.

Eso no solo provocaría, entre otras cosas, una reducción de las importaciones de Estados Unidos, sino que podría desencadenar una guerra comercial en todo el mundo, que no le convendría a nadie, si en retaliación, los demás países también aumentan los aranceles.
Para completar el panorama, “el 2017 se inicia con una Europa sin Gran Bretaña, una Italia enferma y con las perspectivas de que en el 2017 surja una derecha más fuerte tras las elecciones en Alemania, Francia y Holanda. Además, la cosa se complica con Japón, Rusia, China y, ahora, Estados Unidos, agitando las banderas del nacionalismo”, resalta Savio.

Afirma que “el mundo perdió el norte”, pero admite que el 2017 será especialmente importante porque, “probablemente, pase a la historia como el principio de un nuevo ciclo”.

“No pasará mucho tiempo antes de que los blancos desplazados y marginados –que votaron por el Brexit y Trump– se den cuenta de que su miedo y su malestar fue utilizado por personas que no sirven a sus intereses y de que la alternativa nacionalista atenta tanto contra la cooperación como para el crecimiento, y destruye valores y las identidades”, pronostica.

 

*Representante de la Agencia de Noticias Associated Press en Brasil

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EL PRESIDENTE ARTURO FRONDIZI Y LA VERDAD HISTÓRICA SOBRE VISITAS PRESIDENCIALES A LA ANTARTIDA por Román Frondizi*    

| 25 enero, 2017

    ¿Porqué será que se repitan con frecuencia los errores sobre ciertos hechos que no son opiniones sino verdades históricas?

      Ahora ha ocurrido que, probablemente a raíz del reciente anuncio de la Canciller Malcorra acerca de un próximo viaje del Presidente de la Nación a la Antártida,  se afirmó el domingo 15 del corriente por diversas emisores radiales que el primero en visitarla fue el Presidente Illia.

Error. El 8 de marzo de 1961 el Presidente Arturo Frondizi llegó a la Base Naval Isla Decepción en un helicóptero S 55: 2 que despegó del buque transporte ARA Bahía Aguirre. Fue Frondizi el primer mandatario argentino en funciones en pisar aquellos desolados confines de la Patria cumpliendo un imperativo nacional: reafirmar solemnemente la soberanía argentina en esa región.

      Desde allí, por medio de la radio de la Base, se dirigió al país y en particular  a los compatriotas de la Antártida, científicos y técnicos y hombres de las FFAA, que cumplían su deber con abnegación en aquellas latitudes extremas, para transmitirles el afecto solidario del pueblo argentino y el testimonio de gratitud del Gobierno de la República.

(Fuente: memoria personal del autor, Archivo Sonoro, Archivo General de la Nación, Radio Nacional Argentina).

*Ex Juez de la Cámara Federal de La Plata. Ex Conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación 2001-2003.

 

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ENCICLOPEDISMO ES UNA MALA PALABRA por Luis Alberto Romero*

| 25 enero, 2017

Publicado en el Diario Los Andes 25-02-1017

Hay “malas palabras” que son groseras, pero usadas adecuadamente agregan matices al lenguaje; hay otras, inocentes pero solapadas, que esconden su sentido para causar un daño. Creo que es el caso de “enciclopedismo”. 

¿Cómo definirla? “Definible es sólo lo que no tiene historia”, escribió alguna vez Nietzsche. A lo largo del tiempo, cada palabra va agregando nuevos sentidos, sin perder los originarios, que siguen resonando. Un buen polemista juega con estas ambigüedades. 

En el combate ideológico es común simplificar hasta la caricatura la definición del adversario: a fuerza de arrojarlas a la cara, “fascista” o “zurdo” expresan hoy poco más que sentimientos.

En otras ocasiones, hay una apropiación de la palabra clave del adversario. A fines del siglo XIX la Iglesia Católica formuló su propia definición de democracia, que no tiene que ver con la soberanía del pueblo; fundada por Jesús, consistiría en la acción social concertada y orientada al bienestar de los más pobres. 

Otras veces, una palabra prestigiosa en un campo se traspone a otro diferente. El ADN de la biología, reforzado por las neurociencias, suele usarse hoy con un sentido tan simplificador como el que, un siglo atrás, se le daba a “raza”. En lugar de “ser nacional” se habla hoy del ADN de los argentinos, y hasta del cerebro argentino. 

Los cambios de sentido que me interesan ahora son leves y encadenados. Gradualmente, una palabra se va disfrazando; su sentido originario es enmascarado, para introducírselo de rondón al receptor.

En el mundo de la computación, se llama “troyano” al software aparentemente inocuo pero malintencionado y dañino. Como el caballo de Troya homérico, estos troyanos de la lengua circulan con disimulo, se instalan en nuestro sentido común y producen un efecto pernicioso. 

Es el caso de “enciclopedismo”, una palabra de origen noble, manipulada y pervertida por una ideología, a mi juicio, nefasta y luego convertida en una trampa para cazar ingenuos. Una mala palabra.

Comencemos por el presente. Hoy cualquier pedagogo, a la hora de criticar los contenidos o la didáctica escolar corriente, los califica globalmente como “enciclopédicos”. Todos entendemos: se trata del estudio memorístico de datos e informaciones inútiles pues no se enseña para qué sirven ni se usan.

¿Quién defendería esta pésima práctica? Es propia de docentes que, ignorantes ellos mismos del sentido de lo que enseñan, lo reducen a datos vacíos, de esos que, antes de Wikipedia, se encontraban en los diccionarios enciclopédicos. Enciclopedismo equivaldría a aprender de memoria una parte de una enciclopedia. 

Pero en la historia de la palabra, a mediados del siglo XVIII está “l’Encyclopédie”. Dirigida por Denis Diderot y Jean D’Alembert, y redactada por 140 expertos, reunió en 73.000 artículos, ordenados alfabéticamente y clasificados por disciplinas, lo que en ese momento era el saber novedoso y avanzado. 

La Enciclopedia no era solo una compilación erudita. La informaba un ideal educativo: liberar a la razón de los velos de la tradición, la ignorancia y las supersticiones, y permitirle florecer e iluminar a los hombres. En ese sentido se la evoca en el Himno a Sarmiento: “Con la luz de tu ingenio iluminaste la razón en la noche de ignorancia”. 

En su novela “Hombres buenos”, Arturo Pérez Reverte narra las peripecias de dos académicos, comisionados por la Real Academia de la Lengua de España para viajar a París y adquirir un ejemplar del texto, tan preciado por los sabios como temido por el Trono y el Altar. Un grupo siniestro, temeroso del efecto subversivo y revolucionario de la obra, decidió impedir que concretara su cometido. Para Pérez Reverte -un ilustrado él mismo-, sus acechanzas son la materialización de la “noche de ignorancia”.

No se equivocaban: la Enciclopedia revolucionó las ideas allí donde más importa: en la concepción del mundo y del hombre. ¿Qué tiene que ver esto con la acumulación memorista de información inútil? ¿Cómo se pasó de ese sentido al concepto actual de saber estéril? 

Una historia semántica permite distinguir dos momentos: la demonización y la trivialización. Varias reacciones confluyeron contra la Enciclopedia. La Iglesia Católica, con buenas razones, vio en ella el germen de un mundo secularizado y laico, en el que su influencia se recortaría.

El romanticismo alemán fundó una corriente crítica de la Ilustración, que contrapuso a la razón el sentimiento y la pasión. El nacionalismo, de raíces románticas, confrontó la cultura de cada nación, propia e intransferible, con un saber y una razón universales, descalificados con otro término de fortuna: cosmopolitismo. Más recientemente, Adorno y Horkheimer subrayaron la naturaleza autodestructiva de la razón, instrumental y totalitaria. 

En la Argentina, el “enciclopedismo cosmopolita”, parte del detestado “liberalismo”, encontró su chivo expiatorio en Sarmiento. Comenzaron a descalificarlo los católicos, siguieron los nacionalistas -ingeniosos y malignos- y finalmente el peronismo. La escuela de Sarmiento, y muy especialmente el “normalismo”, identificados con el enciclopedismo, fueron cuestionados por las peores razones, esas que expuso Adriana Puiggrós, pedagoga y política, que sabe identificar muy bien su blanco. 

Por estas vías el enciclopedismo se convirtió en una mala palabra, que sumó su granito de arena a la formación de un complejo semántico dominante en la cultura política argentina. Pero en lugar del combate sincero que dan quienes enfrentan a fascistas o a zurdos, en este caso el camino fue avieso.

Consistió en trivializar la palabra, ocultar la sustancia y referir su sentido al estudio del dato y a la memorización. Así se pudo cosechar una adhesión fácil y, por esa vía, condenar el legado de la Ilustración y la tradición sarmientina: la emancipación del individuo y la construcción de una sociedad democrática. Algo así como tirar por el desagüe el agua sucia y también al bebé. 

Retacearle al alumno la información argumentando que está en internet es condenarlo a reproducir su medio cultural y a perpetuar la desigualdad.

¿Son conscientes de esto quienes proponen hoy acabar con el enciclopedismo? Algunos sí, y otros muchos no. Pero unos y otros activan el malicioso y dañino “troyano”, hoy cómodamente instalado en nuestro sentido común. Ojalá se advierta este riesgo cuando se discutan las necesarias reformas educativas. 

 

*Historiador. Miembro del Club Político Argentino

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HABITAMOS EN EL LENGUAJE por Albino Gómez

| 15 enero, 2017

   A partir de la segunda mitad de este siglo, se inició una revolución teórica de gran envergadura en nuestra comprensión del lenguaje. Este hecho, que ha sido llamado "el giro lingüístico," influyó en todas las ramas de la filosofía, ubicando al lenguaje en el centro de sus preocupaciones. La psicología, la sociología, la antropología, las ciencias políticas y la economía, entre otras disciplinas, están reconociendo progresivamente la importancia del lenguaje en sus respectivos campos. Y los estudios sobre las bases biológicas del lenguaje, también han hecho un concordante aporte en este mismo sentido.

Como disciplina, la Ontología del Lenguaje, articula contribuciones tan diversas como la teoría del "Dasein" de Martín Heidegger y las observaciones de Federico Nietzsche sobre la necesidad humana de regenerar constantemente un sentido para nuestras vidas, con el reconocimiento de ambos de que el lenguaje es el espacio, del cual, el ser humano no puede escapar y, a la vez, la morada donde se reconoce como tal. También recibe la Ontología del Lenguaje, los aportes de los filósofos del lenguaje contemporáneos como el británico John Austin, el norteamericano John Searle y del autríaaco Ludwig Wittgenstein. Desde el campo de la biología, las contribuciones del biólogo chileno Humberto Maturana, con sus trabajos sobre biología de la cognición y el cambio epistemológico que estos proponen.

La Ontología del Lenguaje hace referencia a una comprensión genérica, a una interpretación de lo que significa ser humano. Y forma parte de un movimiento mucho más amplio que da cuenta de los cambios que, desde comienzos de este siglo, están ocurriendo de manera vertiginosa en casi todos los campos de la vida humana.

La preocupación de esta disciplina no es el estudio del lenguaje al estilo de la lingüística o de la filosofía del lenguaje. La Ontología del Lenguaje, al reconocer el papel central que le  cabe al lenguaje en la formación de nuestras vidas, de nuestras identidades y de los mundos en los que nos desenvolvemos, nos permite incorporar una nueva y poderosa interpretación del ser humano individual y de los fenómenos relacionados con la convivencia social. En este sentido, analiza cómo nuestras conversaciones, públicas o privadas, así como los juicios que hacemos sobre nosotros mismos, sobre los demás y el mundo, generan y condicionan futuros diferentes, es decir básicamente, cómo el lenguaje nos permite otorgarle dirección y sentido a la vida.

Pero además, la Ontología del Lenguaje nos lleva más allá de los fenómenos meramente individuales, permitiéndonos desde una perspectiva privilegiada, reconocer a las organizaciones como sistemas lingüísticos, asentados a través de las prácticas empresariales en redes estables de conversaciones. Y también las prácticas del management y del liderazgo empresarial, como conjuntos distintos de competencias lingüísticas que pueden ser especificadas y aprendidas. Pero el resultado más sorprendente de todo esto es, finalmente, descubrir cómo hasta la productividad de una empresa -la capacidad de acción efectiva de la organización y de los individuos que la conforman- se puede definir en sus prácticas lingüísticas.  

Vale decir que, a través de su cuerpo de conocimientos, la Ontología del Lenguaje, nos permite observar en primer lugar, al ser humano como un individuo inserto en un medio social, constituyéndose como tal en su interacción con otras personas a través del lenguaje. También nos permite observar la trama en la cual un individuo coordina acciones con otros, más sus actos lingüísticos y las narrativas personales y sociales que constituyen su identidad como persona. Así las cosas, nos permite además intervenir en esas narrativas, modificándolas, y como consecuencia de ello modificando eventualmente, incluso su conducta. Por último, nos permite potenciar al máximo la capacidad de diseñar nuestra propia identidad por la determinación autónoma de nuestras acciones, y modificar el medio social a través de la invención de nuevos paradigmas de pensamiento.

*periodista, escritor, dipomático     

 

 

 

 

 

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LOS JUICIOS DE LESA HUMANIDAD ESTÁN AGRAVIANDO A LA JUSTICIA por Luis Alberto Romero

| 14 enero, 2017

Fuente  Clarín, 27/12/16

Voy a referirme a los juicios en curso por crímenes de lesa humanidad, reabiertos en 2005. Estoy convencido de que la manera en que se desarrollaron, y el trato dado a los condenados y a los procesados sin condena afectan dos principios básicos de nuestra democracia: el Estado de Derecho y los Derechos Humanos. 

Me centraré estrictamente en dos puntos: la forma de hacer justicia y la vigencia de los derechos humanos, subrayando que uno y otro principio se sostienen solo si son universales e iguales para todos. La justicia busca la verdad judicial, que a diferencia  de la verdad subjetiva, se basa en hechos probados, más allá de toda duda razonable. En este principio se asienta el estado de Derecho, que es la piedra fundamental de la institucionalidad democrática. 

Los juicios de 1985 a las Juntas Militares fueron reconocidamente impecables: cumplieron su función punitoria, afirmaron la soberanía de la ley, cimentaron el Estado de Derecho y fundamentaron los Derechos Humanos. Cuando se reabrieron los juicios, en 2005, la idea de justicia había sido desplazada por la de retaliación o revancha. En un nuevo contexto político, se cambió la defensa inicial de la Justicia, la Verdad y la Memoria por el reclamo de la justicia del Talión: quienes habían cometido delitos de lesa humanidad no merecían ni un juicio justo ni el amparo de los derechos humanos.

Desde 2005 han sido imputadas unas 2500 personas, pertenecientes a las fuerzas armadas y de seguridad de todo rango, así como miembros del poder judicial. Luego de diez años, 76 fueron absueltos y  723 condenados, la gran mayoría con cadena perpetua. Unos mil imputados y acusados están en cárceles, y a la mitad de ellos se les deniega sistemáticamente la prisión domiciliaria, pese a reunir todas las condiciones que marca la ley. No hay perspectivas de que el trámite se acelere, y la lista de imputados sigue abierta.

He reunido muchos testimonios sobre los juicios sustanciados, particularmente de funcionarios judiciales que actuaron en varios de ellos, y pude corroborar buena parte de sus datos en las crónicas periodísticas.

El entorno de los juicios fue muy diferente al de 1985. El gobierno, con una idea preconcebida sobre la necesidad de una punición extrema, designó jueces y fiscales “militantes”, la mayoría de estos ad hoc,  y presionó en ese sentido al resto de los jueces. En el proceso “inclinaron la cancha” de muchas maneras. Al modo de los tribunales populares de la Revolución Francesa, el público hostigó a los acusados y sus defensores,  y alentó a los fiscales y abogados querellantes, quienes por su parte orientaron sin restricciones el testimonio de sus testigos, sugiriendo las respuestas.

El justo castigo es un principio fundamental, pero una condena solo es legítima cuando hay pruebas fehacientes, más allá de toda duda razonable. No es el caso en estos juicios. Muchas veces bastó el lejano recuerdo de un único testigo para que la culpa del acusado se diera por probada. Lo peor es que a priori, se decidió que todo el que estuvo en un lugar en donde se torturaba había sido un “partícipe necesario”, a menos que pudiera demostrar su inocencia.

En las sentencias hay casos bien probados, con penas justificadas, pero otros  -probablemente muchos- están débilmente fundamentados o viciados por el inadmisible criterio de inversión de la prueba, especialmente en el caso de oficiales jóvenes o personal subalterno. Se condenó de la misma manera a un general y a un conscripto que participó ocasionalmente en una detención clandestina. Todos reciben cadena perpetua.

Por otro lado, está la situación de las personas. A la mayoría de los detenidos de edad avanzada, ya sean condenados o solo imputados, se les niega la posibilidad de la prisión domiciliaria, que por ejemplo le fue concedida a Arquímedes Puccio o a Barrera, el dentista femicida de La Plata. Así, ancianos enfermos y mal atendidos ven agravarse sus dolencias como consecuencia de una atención médica inapropiada e insuficiente. A la fecha han muerto en prisión cerca de 400 detenidos, y seguirán muriendo. 

El espíritu vindicativo, que como todas las malas pasiones de la historia tiene sus militantes, sus consentidores y sus indiferentes, está erosionando dos pilares de la democracia institucional, ya bastante maltrecha. Lo peor es que se trata de un tema casi prohibido, del que nadie quiere hacerse cargo. Nadie termina de aceptar plenamente que hasta el peor criminal es una persona con derecho a un juicio justo y a un trato humanitario. Parecería que el terrorismo criminal, en lugar de desaparecer, consigue pervivir a través de quienes dicen combatirlo, especulando, como en aquellos años, con el conformismo o el pasivo asentimiento de los otros.

¿Qué hacer? No se trata de amnistías ni mucho menos de indultos, que agregarían más daño al principio del Estado de Derecho. Pero hay algo urgente en términos estrictamente humanitarios: ocuparse  de los ancianos y enfermos, que tienen derecho a un buen morir. Y algo necesario: considerar la revisión neutral y experta de las sentencias, para corregir las defectuosas y salvar el principio del juicio justo.

 

*Historiador, miembro del Club Político Argentino

 

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POSVERDAD por Esteban Valenti*

| 14 enero, 2017

Este es un tiempo de post. Es decir un tiempo donde hemos supuestamente o, realmente superado ciertas categorías históricas. El resumen de todos los post es en la actualidad la posverdad. Estamos más allá de la verdad.

El Diccionario Oxford la definió “posverdad como la palabra del año, como expresión principalmente del intento de explicar tanto el resultado del “Brexit” (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea en un plebiscito) como el triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas. En ambos casos destrozando todos los pronósticos y las posiciones ampliamente mayoritarias de las elites locales.
Se trata de un neologismo, el post-truth o la posverdad, que es una palabra bastante ambigua, que el diccionario define: “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Las dos post verdades que se definieron este año han superado todas las expectativas racionales y expresan también la incapacidad de las clases dirigentes de los Estados Unidos y de Gran Bretaña en interpretar los sentimientos profundos de sus sociedades. Esos sectores de élite contaron con el apoyo irrestricto de los principales medios de comunicación en particular en sus editoriales y opiniones ampliamente mayoritarias. De todas maneras perdieron.
Es el predominio de las emociones, de las creencias y de las supersticiones por encima de la razón y la racionalidad política. Otro ejemplo es el referéndum en Colombia donde fue derrotado el tratado de paz firmado entre el gobierno y las FARC luego de años de negociaciones y más de medio siglo de la guerra más larga del mundo. En todos los casos lo emocional superó ampliamente lo racional.
Y se sabe la verdad, aunque relativa radica precisamente en la racionalidad.
La posverdad a partir de una clara influencia orwelliana (1984) reconoce un vacío que se coloca entre la verdad revelada y la verdad sentida. Fue The Economist que anticipaba el posible resultado de las elecciones norteamericanas al afirmar que “Donald Trump es el máximo exponente de la política ‘posverdad’, (…) una confianza en afirmaciones que se ‘sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”.
El uso del concepto tuvo un auge a partir del sociólogo norteamericano Ralph Keyes que publicó en 2004 su libro: The Post-Truth Era. Mientras que el también norteamericano, Eric Alterman, fue el que lanzó la idea de un valor político como la manipulación que habría ejercido el gobierno Bush a raíz del trauma del 11 de setiembre, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis resulta mucho más sensible y fértil a la inoculación de posverdades. Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas militares, empezando por la posverdad de las armas de destrucción masiva en Irak.
Para algunos quien divulgó ampliamente en término fue el blogger David Roberts, en el 2010 en una columna y en su acepción moderna de este concepto de la noticias del día, del minuto para construir emociones muy fuertes que puede disociarse con la aparición y el uso de las redes sociales.
Lo cierto, es que la paternidad escrita del concepto corresponde a un ensayo de 1992 por parte del escritor serbio-estadounidense Steve Tesich cuando escribió tras el vergonzoso episodio de Watergate, de la “verdad de Watergate es que para disminuir la cobertura informativa del escándalo Irán-Contra y Guerra del Golfo Pérsico y describió a los norteamericanos ” como un pueblo libre, que han decidido libremente que queremos vivir en un mundo posterior a la verdad.”
El concepto es su sentido más profundo, es el predominio de un relato de noticias transformadas en emociones por encima de la política tradicional y de la racionalidad y tiene notorios antecedentes históricos.
La emergencia de la posverdad en diversas sociedades, que ya no llamamos más posmodernas, es un salto de calidad del proceso de pérdida de referencias ideales e incluso culturales y en los próximos años asistiremos a su emergencia en diversas latitudes. Lo que está claro es que en todos los casos son situaciones latentes en las sociedades que son utilizadas por determinados sectores políticos o del poder para sus intereses. La posverdad no hubiera emergido sin Trumph, sin los impulsores del Brexit, sin Uribe en Colombia y sin las fuerzas más conservadores que se mueven en Europa.
No es una novedad, hubo en la historia momentos críticos, donde los espacios tradicionales y racionales se vaciaron y fueron aprovechados para la emergencia de movimientos que privilegiaron la emocionalidad, para generar otras “verdades” raciales o nacionales feroces, como el fascismo y el nazismo. En general la posverdad necesita enemigos claros y bien definidos que expresen todos los males que preocupan a esas masas sociales, los extranjeros, los refugiados, los judíos, los musulmanes, los mexicanos, los diferentes, la Unión Europea, Wall Street, etc. etc. Nunca se trató de la emergencia de esas masas alcanzando el poder, al contrario.
Joseph Goebbels, que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945 afirmó: “No sería imposible probar que con suficiente repetición y un entendimiento psicológico de la gente que nos concierne, que un cuadrado es en realidad un círculo. Son solamente palabras, y las palabras pueden moldearse hasta que encubran las ideas y engañen” Esto sucedía hace 80 años.
En pleno 2016 durante su campaña, Donald Trump declaró que Barak Obama fue el fundador de ISIS; que el padre del senador Ted Cruz estuvo involucrado en el asesinato de John F. Kennedy; que vio en la televisión a miles de musulmanes en Nueva Jersey celebrando el ataque a las Torres Gemelas. El general que escogió como su futuro Asesor de Seguridad Nacional propagó a través de Twitter que los Clinton están involucrados en una red de traficantes de niños. No hay ni un solo rasgo de evidencia en estas acusaciones. No puede usarse el mismo razonamiento que el de las conspiraciones que no pueden comprobarse. Son simplemente mentiras, pero hay gente que las creyó. Y votó.
De acuerdo con los datos que publica el propio Departamento de Seguridad Nacional de EEUU, tampoco es cierto que hay millones de indocumentados mexicanos en Estados Unidos con antecedentes criminales. Pero no importa. Al fin y al cabo lo cuadrado está redondo.
Por otro lado la posverdad puede tentar a algunos a considerar que el sentido crítico permanente y la búsqueda de superar los niveles de conocimiento y de “verdades” están en la base del concepto. Falso, la posverdad es la entronización de las peores emociones, las más irracionales por encima de la razón.
En su novela 1984 George Orwell describió un mundo en el cual se modificaban totalmente los registros históricos concretos y diarios para adaptarlos a los objetivos propagandísticos.
¿En Uruguay estamos libres de la posverdad? ¿No hay una difusión de hechos cotidianos del pasado que han construidos relatos que poco tienen que ver con la historia de “verdad”, por ejemplo en el surgimiento de la dictadura y sobre todo en la resistencia a la misma? Y vaya si esa posverdad tiene y tuvo una fuerte influencia en la política concreta y electoral.
La posverdad no es solo “la palabra del año” como la define el Diccionario Oxoford, es una tendencia de multitudes y que es analizada hoy por los políticos de todas las tendencias, y por la academia por el impacto concreto que ha tenido en la vida de diversas naciones y porque es un ensayo de explicación de procesos muy complejos. No creo que podamos desentendernos como si fuera una simple moda intelectual.
¿La izquierda en su racionalismo, en sus diversos afluentes teóricos, en su tradición histórica debe considerar, debe utilizar, debe elaborar en torno a la posverdad?
Yo creo que la posverdad es una de las cosas más tóxicas que ha resurgido en el mundo actual porque siempre será utilizada para las peores causas.

*Militante político, periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora.

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APRENDER DE LA CIUDAD DONDE VIVIMOS Por Mgtr. Fabiana Mastrángelo

| 14 enero, 2017

La ciudad educadora constituye un modelo en el que la educación es el lineamiento que atraviesa las políticas municipales de un modo integrador y en diferentes programas como salud, ambiente, seguridad, obras públicas, deporte, cultura, patrimonio… Aprender con y de la ciudad donde vivimos ya lo aplicaban los antiguos griegos en su idea y práctica de la polis y es un concepto que va tomando fuerza en la actualidad.     

Los antecedentes contemporáneos los encontramos en las últimas décadas del siglo XX. En 1973, en el informe para la Unesco, coordinado por Edgar Faure, se emplea el término “ciudad educativa” y, en 1990, se definió el término “ciudad educadora” en el I Congreso Internacional de Ciudades Educadoras, en Barcelona.

El pasado 30 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Ciudad Educadora, en Zaragoza (España). Las localidades integrantes de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras (AICE) firmaron un manifiesto en el que se comprometen “con los objetivos del desarrollo sostenible y a trabajar para garantizar una educación inclusiva y de calidad para todos y a lo largo de toda la vida”. El desafío es crear ese ambiente que permita una transformación urbana cuya meta sean ciudades más solidarias, justas, abiertas a la diversidad cultural y promotoras del bien común. En Mendoza, el 14 de diciembre de 2016, se llevó a cabo el segundo encuentro de ciudades educadoras argentinas, en la ciudad de Godoy Cruz, miembro de AICE.  

Integración y desarrollo humano atraviesan, también, el concepto de “ciudad educadora”. Si hacemos un análisis retrospectivo, en nuestro país encontramos un claro modelo de integración en el siglo XIX con el proyecto de la Asociación de Mayo. Esteban Echeverría afirmaba: “Sin asociación no hay progreso, o más bien ella es la condición forzosa de toda civilización y de todo progreso”. La idea de integración era un firme pilar para reconstruir la Argentina en el siglo XIX en medio de la fragmentación social provocada por dos visiones en pugna: unitarios y federales.

Propone armonizar los intereses individuales y los sociales porque en “la armonía de estos dos principios estriba todo el problema de la ciencia social” y sus quince palabras simbólicas -entre las que citamos: libertad, igualdad, fraternidad, asociación, progreso, honor, democracia- aglutinan a la sociedad en una serie de valores comunes. Esteban Echeverría formuló un pensamiento integrador al respetar las tradiciones e incorporar el progreso del mundo. Esta idea y la puesta en práctica en el libro “Bases”, de Juan Bautista Alberdi, inspirador de la Constitución Nacional de 1853, es un camino abierto para aplicar el concepto de integración en la sociedad.

La ‘asociación’ ayer, la ‘integración’ hoy, implica la recuperación de lo propio y la asimilación equilibrada del progreso. Esto es posible en una ciudad, en primera instancia, por su acotada dimensión espacial y cotidiana. El desarrollo humano sostenible sólo es posible desde una visión integral de la realidad. Hoy la supervivencia de la raza humana requiere con extrema urgencia integrar los opuestos. La ciudad educadora tiene un papel preponderante en la construcción de estos puentes. 

El desafío, acorde con el paradigma del Desarrollo Humano, requiere una visión holística del campo educativo que se relaciona con el paso gradual de un ‘estado docente’ a una ‘sociedad educativa’. Este último concepto, planteado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), implica que “la educación no es responsabilidad exclusiva de los circuitos formales (escuelas o universidades) sino de la sociedad en su conjunto”. 

Todos somos responsables del aprendizaje permanente y de crear ámbitos de crecimiento en el medio en el que nos desenvolvemos. Es un desafío a la educación corporativa, encerrada de puertas hacia adentro y limitada al servicio educativo. Fragmentación, enfoques unilaterales y abordajes asistemáticos perfilan un diagnóstico sombrío para la tarea educativa y social integral. Esto, lejos de desalentarnos, debe conducirnos a asumir un rol activo desde la función que ocasionalmente desempeñemos (docente, madre, padre, obrero, profesional, estudiante, funcionario, directivo, periodista, intelectual, empleado, empresario). 

Si logramos trascender edades y circunstancias podemos contribuir a que los seres humanos sean capaces de utilizar todas sus potencialidades, participando de un modo significativo en la configuración de su sociedad y a lo largo de toda la vida. Tanto los ámbitos formales del sistema educativo (escuelas, universidades, academias) como los informales (familia, barrio, unión vecinal, medios de comunicación, organizaciones sociales) pueden convertirse en modelos de sociedades educativas, es decir, islotes potenciales que, llegado el momento propicio, expandan su experiencia educadora y se conviertan en promotores de la solidaridad, la justicia, el trabajo por el bien común, la cultura del esfuerzo y la educación en valores humanos.

                                                           27 de diciembre de 2016

 *Educadora – historiadora

 

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