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POBREZA Y NUEVAS DEVOCIONES POPULARES por Jorge Ossona*

| 30 marzo, 2017

III.  San La Muerte

San La Muerte congrega, por diversas razones,  a uno de los cultos populares de visibilizacion más compleja en los suburbios pobres argentinos. Para mencionar solo algunas: su carácter semisecreto, su simbología macabra (una calavera semidescarnada envuelta en una capucha de monje tomando una amenazante guadaña), su gran capacidad de fusión con otras religiosidades (como El Gauchito Gil y la umbanda) y su asociación con las prácticas de la vida marginal; particularmente, con las de los delincuentes juveniles. Este último rasgo evoca otra de sus especificidades: su carácter “amoral” inherente a toda una concepción del mundo y de la vida de profundas raíces históricas y culturales. Conjugadas con la pobreza estructural se potencian y contribuyen a explicar algunas estribaciones de la violencia urbana contemporánea. Si bien su denominación más extendida es “San La Muerte” posee también otras que habilitan vías de comunicación entre los “entendidos” de los códigos marginales como “El Santito”, “Nuestro Señor de La Muerte”, “San Esqueleto”, “El Señor”, “El Gil” y “La Parca”.

Su presencia simbólica es ubicua en diversos escenarios de la pobreza suburbana. Las esporádicas huellas de sus rituales son perceptibles en esquinas o en las tumbas de sus seguidores fallecidos en los cementerios públicos: velas tricolores rodeadas de botellas de cerveza, restos de cigarrillos de marihuana,  envoltorios de pako o cocaína, costillas de asado, pochoclo o casquillos de balas. También, en murales callejeros; calcomanías en lunetas de autos o en páginas de Facebook, etc. Pero su expresión por antonomasia  se graba en el cuerpo bajo la forma de tatuajes  en la espalda o brazos evocativos de un compromiso total, indeleble y de por vida; a la manera de un pacto de sangre de imposible retorno.

Su simbología  calaverica conduce a algunos de los múltiples relatos de su mitología. El más difundido nos remite a la expulsión de las misiones jesuíticas  dispuesta por Carlos III en 1786. La partida de la Compañía de Jesús dejo un tendal de misioneros merodeando en pueblos y  caminos. Sin abjurar de su fe e impugnando a la burocracia eclesiástica algunos reivindicaron muchas creencias guaraníes  tradicionales que los jesuitas habían tratado de absorber elastizando al máximo los márgenes del dogma católico. Algunos sacerdotes no tuvieron, entonces, dificultades en convertirse en “payes”, chamanes tribales que habían resistido inconmovibles la presión evangelizadora; aunque, en su caso, sin renunciar a su fe en Cristo. Por último, también se registró  un dialogo intenso con las creencias aportadas por los esclavos fugados del sur del Brasil que hacia fines del siglo XVIII constituían una cuarta parte de la población de Corrientes.

Según el relato más difundido, el santo no era sino un “paye” que, continuando las prácticas de los padres de la Compañía, auxiliaba a los “perdidos” por impotencia moral –cuatreros, asesinos, prostitutas, gauchos alzados-, o física (los leprosos confinados en reductos aislados de la sociedad). Ingresaba en el pabellón de los enfermos terminales proveyéndolos de agua para evitar que murieran de sed. El clero regular, atento a su predicamento entre los marginales, influyó sobre las autoridades públicas  para que un día lo dejaran encerrado con ellos. No se resistió, pero hizo ayuno en señal de protesta. Cuando un tiempo más tarde abrieron su calabozo hallaron a su esqueleto vestido con su túnica negra recostado sobre una de las paredes. El rumor de este desenlace se propago por todo el Litoral dando nacimiento al mito en el que abrevó el culto popular vigente hasta nuestros días. No obstante, durante las últimas décadas adquirió una extensión notable en las subculturas urbanas de la marginalidad estructural.  

Menos importante que esta y otras versiones del mito son sus fundamentos cosmológicos procedentes de las culturas aborígenes del nordeste conjugados con las aportadas por la población de origen africano procedente de Brasil. De ahí, sus puntos de contacto con la umbanda. Según esta tradición, el mundo y el universo se resumen en fuerzas energéticas que los humanos traducen en acción a través del deseo. Este debe siempre realizarse más allá  de la moral circunstancial de las sociedades humanas. Sólo así es posible retroalimentar a las entidades trascendentes que lo rigen cuya intervención puede invocarse para su realización en este mundo. Por cierto que el despliegue del deseo propio puede suponer el prejuicio ajeno. Pero ello es concebido como necesario para revelar quiénes son los verdaderamente fuertes. Con o sin el apoyo de fuerzas sobrenaturales, estos son los únicos  merecedores de dominar a los débiles que sólo pueden sobrevivir bajo su amparo en distintos colectivos. La fortaleza se mide en resultados, como lo prueba el destino del “paye” sacrificado: su fuerza superlativa se reveló a través del mito que doblegó y desenmascaró a sus verdugos.

Aplicado a la vida cotidiana de la pobreza, la supervivencia requiere, en más de una oportunidad,  poner entre paréntesis la moral cristiana convirtiendo a la astucia, el delito, o diversas promiscuidades en la expresión de una fuerza vital ejercida por los más fuertes para que sus agregados puedan sobrevivir. A veces, la vieja moral suscita la culpa; pero esta puede habilitar a otros caminos para la realización del deseo como  sobreponerse frente  a las pulsiones del delito y las adicciones sublimándolas en otras igualmente poderosas. Se encuentran allí las claves del éxito de otros fenómenos que abarcan desde los nuevos evangelismos hasta las explotaciones de la economía ilegal. En la jerga popular, hay un término indicativo de esa actitud: “rescatarse”. En suma, no hay incompatibilidad  necesaria y terminante entre el bien y el mal: a veces se puede ser bueno en la línea de la moral cristiana; o malo, según los códigos de la calle que a menudo confluyen.

 “El Santito” participa de esa visión a través de sus múltiples cualidades milagrosas: resolver problemas amorosos, de dinero y de salud; ofrecer protección en contra de los daños infligidos por la envidia de parientes y vecinos o por del “mal de ojo”; y traer fortuna para aquellos sumidos en la ludopatía, la promiscuidad sexual o el delito. Pero se trata de una entidad tan poderosa como exigente; sólo conveniente para personalidades fuertes e implacables. Porque el incumplimiento de las promesas genera castigos tan brutales como las aquellos que afectan a sus fieles robados, humillados o traicionados. Sus legionarios vivos, por lo demás, pueden  encargarse de realizar el deseo del santito administrando fácticamente las puniciones confirmatorias de moralidades subalternas reconocidas como “los códigos”.

Providencia, democracia –finalmente, les cae con su guadaña (un añadido ulterior) a ricos y pobres-, justicia convencional y social –no deja de ser un culto que protege a los débiles de los poderosos- fragua en una subcultura religiosa de vasos comunicantes con otras como la umbanda; aunque casi siempre, con sus variantes minoritarias macabras y marginales. Son aquellas que habilitan el sacrificio  de perros y gatos para nutrir con su sangre piedras y rituales de las ofrendas a sus santos. Los seguidores umbandistas de San La Muerte suelen remitirse a payes  que ofician como polos informativos sobre “trabajos” y “oportunidades”. En la jerga policial y delictiva se los reconoce como “dateros”, a menudo asociados con las fuerzas del orden; e incluso, con la política y la justicia.

 De ahí que los “capitos” de las bandas juveniles sean fervorosos observadores de sus rituales en procura de la información que estos ofrecen a cambio de una comisión del botín recaudado. Suelen también alquilarles armas, proveerlos drogas, exigir a sus fieles el dinero para la provisión de velas rojas, verdes y blancas (los colores astrales de Ogun, dios umbanda del metal y de la guerra), y entregarles collares y pulseras protectoras. Ofician también como consejeros sobre la conveniencia o no de una operación; aunque esta suele fundamentarse en información escrutada por otros emisarios vinculados al mundo nocturno, la policía y la política. Como los quinieleros son “personas de honor” depositarias de la confianza ciega de sus clientes; uno de los emblemas indispensables para el sostén de su capital social y económico.

La umbanda asimila a San La Muerte con Ogun, o su equivalente  San Jorge; no fortuitamente, el santo de la policía y del ejército. Es frecuente, entonces, que “malandras” y “gorras” coincidan en encomendarse a versiones homólogas del mismo santo. De todos modos, los primeros deben transitar el delicado equilibrio de ser acompañados por  el emblema de San la Muerte  en sus operaciones; aunque evitando su exhibición porque de descubrirse su protección, se invierten sus resultados.

El fin de la idea de futuro y de los proyectos de vida  fundados en el trabajo y el estudio, sumados a  la contigüidad indiferente entre la vida y la muerte, son algunos de los ingredientes que explican la propagación de esta y otras religiosidades. En su defecto, existirían como tradición pero, como antes del cataclismo social comenzado en los 70, sin la actual carga disruptiva del orden social. No fortuitamente, “el Santito” es la divinidad dilecta  entre los jóvenes desafiliados reconocidos como “pibes chorros”.

*Historiador y Sociólogo. Integrante del Club Político Argentino

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UNA CANASTA DE CANGREJOS por Teresa Harguindey*

| 10 marzo, 2017

Hacia fines del siglo XX, un país de Asia sacudido por los imperialismos, sus guerras, y por la corrupción acudía a la metáfora de una cesta de crustáceos hacinados para ilustrar su estancamiento económico y social. En dicha canasta, los cangrejos que se acercan a la boca de salida son siempre retenidos y arrastrados hacia abajo por los demás. El éxito del grupo es impedir la salida, una hueste de vigilantes se ocupa de que ninguno puedalibrarse de su penosa situación. Si hubiera deserciones, los obstruccionistas se quedarían sin masa crítica donde hacer pie para seguir manteniéndose fuertes a costa del resto. La metodología es doblemente perversa pues en la cesta nacen y se crían nuevas generaciones que no tendrán oportunidad de sospechar otra realidad posible, libre de la adversidad y de los recelos de su sociedad. No conocerán una comunidad en la que prime el clima cooperativo, llamémosla sociedad-orquesta donde solo en conjunto se logra un objetivo, a pesar de las tensiones propias del conjunto. Así, la primera se articula sobre las formas de la obstrucción y del desencuentro, y la segunda en una inclinación a deponer los miedos o a confiar en el otro para alcanzar un desarrollo personal.

Si el derecho a huelga es una herramienta para regular las tensiones naturales entre los distintos actores productivos y el mercado, está claro que esta herramienta será distinta según qué tipo de sociedad la implementa. Entiéndase bien, según se trate del clima de cultivo donde chapotean los obstruccionistas, o los cooperativistas dispuestos a la negociación. ¿Qué pasa en la Argentina? Seamos francos. Trece paros a un presidente electo, o ciento diez días de paro de docentes de la educación pública en solo una provincia raya en el obstruccionismo crónico si bien está sustentado legalmente por el derecho a huelga y por demandas salariales genuinas. Ese nivel de paros sostiene el clima de conflicto en el que la negociación es postergada hasta la extenuación, he aquí el trofeo mayor, casi más importante como metodología que la mejora salarial resultante.

¿Y qué de los estudiantes? Mientras están en sus casas, y en el fondo de la cesta de cangrejos, aprenden también del ejemplo de los gremios docentes fuera del aula. En el imaginario de los estudiantes, cada experiencia de encuentro con su docente, cada despertar de conciencia y de conocimiento, cada escalón de confianza y de vocación, cada triunfo escolar gracias a la abnegación y sacrificio de docentes y de educandos es endurecido por la implacabilidad de los sindicalistas intransigentes. Los gestos individuales de la mayoría de los docentes que ganan la empatía de la comunidad por su reclamo salarial son tensados y acerados bajo la forja del gremio. La huelga salvaje enseña a los estudiantes que la metodología es hacer tambalear la negociación. Enseñaque está bien que sus capacidades se desarrollen de modo salteado, según el calendario de paros; enseña que los reclamos económicos están teñidos por intereses políticos; enseña que a clase se entra con los tapones de punta, que un sindicalista tiene que ser malevo (macizo, bosquejado de un sólo trazo y a mano alzada) porque si fuera humanamente comprensivo del conjunto de factores hacedor de una realidad definible entre todos, sería forzosamente un imbécil, y no dura. Y peor aún: que el treinta cinco por ciento que no termina el secundario y se fue hace rato tenía razón porque la educación que dice darles la llave del progreso a costa de sacrificios los defaultea. El estudiante es un comodín de las fuerzas que lo desertan. Que no nos extrañe si la violencia en las escuelas es resultado del traslado del deterioro de los vínculos entre unos y otros, al aula y al patio de recreo.

¡Cuánto más conducente sería una escuela donde cada alumn@ puede descubrir oportunidades de realización en una cultura conciliatoria, donde la identidad de los actores con sus demandas y realidades no se debate en duelo sino que armoniosamente trata de articular sus contradicciones, sus diferencias, por el bien de la educación. La educación, hija común de una pareja tantas veces despareja pero por quien aprende a hacerse responsable a pesar de sus desavenencias en pos del futuro. Y así, la educación de las generaciones jóvenes podrá llegar a mejor puerto. Se llega a la salida de la cesta de cangrejos en camadas sucesivas, tendiendo una mano a los que quedan abajo esperando con confianza que su turno de salida será atendido. Eso es Progreso, pero los argentinos seguimos cómodamente aferrados a los miedos, a la falta de confianza entre nosotros. Es negocio, rinde mucho para algunos, para los menos que hacen más ruido. Sin embargo, hay una gran mayoría que quiere y necesita salir de la trampa y que demanda un acuerdo para hacerlo. Un pacto de convivencia.

                                                                                                                                     marzo 2017

* Escritora. Profesora de Historia (UBA) con Maestría en Estudios Literarios, Universidad de Delhi. 

 

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DE LO ESTÚPIDAMENTE CORRECTO por Carlos Gabetta*

| 8 marzo, 2017

Fuente Perfil 5-3-17

El carnaval de Brasil de este año fue escenario de otra de esas polémicas de moda en las que un planteo con algo de razón acaba en la sinrazón. Algunas escolas de samba renunciaron a incluir canciones muy tradicionales, a causa de que, por ejemplo, contenían la palabra “mulata”. Por razones similares, en muchas escuelas estadounidenses se pide la prohibición de clásicos como Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, a causa del uso reiterado de la palabra nigger… negro. Ya habría aparecido alguna edición de Huckleberry… donde la palabra, entre otras expresiones, resulta eliminada. ¿Alguien imagina al bueno de Huck refiriéndose a su amigo Jim como “ese afromerican”? O sea que un libro antirracista debe ser prohibido porque sus personajes de época hablan con el lenguaje de la época…

Pero la cosa parece no tener límites. El sindicato de estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres “ha exigido que desaparezcan del programa filósofos como Platón, Descartes y Kant, por racistas, colonialistas y blancos” (Javier Marías, El País, 29-1-17). O sea que los alumnos exigen no estudiar lo que el programa de estudios les exige aprender para comprender el mundo en que viven y, de ser posible, mejorarlo. Pero el asunto va más allá: Marías se asombra de “que se les haga caso y se estudien sus reclamaciones imbéciles”.

Este último ejemplo es una suerte de conclusión de algo que ha empezado mucho antes: el cuestionamiento de las reglas de aprendizaje. En última instancia, de la disciplina. Hace unos años, durante una conferencia en la Universidad del Comahue en la que evoqué el problema de la indisciplina escolar y la pérdida de autoridad de maestros y profesores, fui apostrofado de “individuo que quiere volver a la época de los castigos corporales”. Aquí tenemos un ejemplo de la confusión actual: la palabra “disciplina” proviene de “discípulo”, y es interesante notar cómo, para el progresismo (el público presente respondía a esa caracterización genérica), ya no es una noción que “se desprende” de la condición de discípulo sino su contrario; una regla que si el discípulo acata es al precio de su condición. Su más abarcadora condición de ciudadano lo autorizaría a no acatar disciplina alguna; para el caso, a no aceptar su condición de discípulo. Desde el punto de vista de la ciudadanía, que supone la cesión voluntaria de libertad individual ante reglas consensuadas, esta noción deviene en el derecho a violarlas, a la indisciplina en cualquier circunstancia. Esta confusión, superpuesta a los problemas estructurales, hace que los centros de estudio evolucionen hacia la producción de masas de individuos con cierta instrucción, pero casi ningún sentido de la vida.

Es raro que los estudiantes ingleses no hayan incluido a Demócrito en su Index. “Los niños a quienes se permite no esforzarse no aprenderán la escritura, ni las artes, ni la gimnasia, ni aquello en que mayormente reside la virtud: el respeto de sí mismo; pues el respeto de sí mismo suele surgir de aquello”, dijo. (Fragmento 179 DK).

El reino de la subjetividad. “Las épocas regresivas y en proceso de disolución son siempre subjetivas, mientras que en las épocas progresivas se impulsa lo objetivo… Cada logro realmente válido sale desde dentro hacia el mundo, como puede verse en las grandes épocas que fueron sinceras en el progreso y las aspiraciones, todas las cuales fueron de naturaleza objetiva” (Goethe).

La primacía de la subjetividad es la del enfrentamiento, del caos, con lo que a la corta o a la larga el pensamiento totalitario que engendra conduce al totalitarismo político. Y así, cierto progresismo que aspira sinceramente a una mayor socialización promueve en estas cuestiones la subjetivización de la vida social, con lo que acaba siendo cómplice del statu quo, cuando no de la entronización de demagogos de todo pelaje.


 *Periodista y escritor.

 

 

 

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LOS HIELOS POLARES SE DERRITEN CADA VEZ MÁS por Baher Kamal*

| 3 marzo, 2017

Quienes aún niegan las consecuencias del cambio climático deben saber que continúan las temperaturas altas en todo el mundo, que las zonas de la Antártida y del Ártico exhiben una extensión de hielo menor que nunca y que el calor presenta un riesgo elevado para Asia y otras regiones.

Asimismo, casi la mitad de los bosques del planeta han desaparecido, las fuentes de agua subterránea se agotan rápidamente y la biodiversidad está profundamente deteriorada.

“Las (altas) temperaturas en el Ártico son notables y muy alarmantes”: David Carlson.

Informes de las estadounidenses Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio aseguran que las temperaturas superficiales medias en enero fueron las más altas de la historia, después de las de enero de 2016 y de 2007, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Según la NOAA, la temperatura media fue de 0,88 grados por encima del promedio de 12 grados del siglo XX. El Centro Europeo de Predicción Meteorológica a Mediano Plazo señaló que se trató del segundo promedio más caluroso de la historia.

 La variabilidad natural del clima –como los fenómenos de El Niño y La Niña- implican que el planeta no tendrá nuevos récords de temperatura cada mes o cada año.

“Más importante que las clasificaciones individuales mensuales es la tendencia a largo plazo del aumento de las temperaturas y los indicadores de cambio climático, tales como las concentraciones de dióxido de carbono, que subieron a 406,13 partes por millón en el (estadounidense) Observatorio de Mauna Loa en enero, frente a los 402,52 ppm en enero de 2016”, destaca la NOAA.

Mientras tanto, las mayores desviaciones positivas de temperatura respecto a la media de enero se observaron en la mitad oriental de Estados Unidos, Canadá y, en particular, en la región del Ártico. Las altas temperaturas árticas también persistieron a principios de febrero.

“Por lo menos tres veces en lo que va de este invierno (boreal), el Ártico experimentó el equivalente polar de una ola de calor, cuando fuertes tormentas en el océano Atlántico impulsaron una masa de aire caliente y húmedo y elevaron las temperaturas hasta un punto próximo a la congelación”, añade el informe.

De esta manera, la temperatura en el archipiélago ártico de Svalbard, al norte de Noruega, superó los 4,1 grados el 7 de febrero. La estación terrestre más septentrional del mundo, Kap Jessup, en la punta de Groenlandia, osciló entre los 22 grados bajo cero y 2 grados en un lapso de 12 horas entre el 9 y 10 de febrero, según el Instituto Meteorológico Danés.

“Las temperaturas en el Ártico son notables y muy alarmantes”, expresó el director del Programa Mundial de Investigaciones Climáticas, David Carlson. “El ritmo del cambio en el Ártico y los cambios resultantes en patrones de circulación atmosférica más amplios, que afectan al clima en otras partes del mundo, están llevando la ciencia del clima a sus límites”, afirmó.

Como consecuencia de ondas en la corriente de chorro – el flujo de aire que se mueve rápidamente y ayuda a regular las temperaturas – gran parte de Europa, la península árabe y el norte de África padecieron fríos poco habituales, al igual que partes de Siberia y el oeste de Estados Unidos.

Extensión del hielo marino es la menor en cuatro décadas

“La extensión del hielo marino fue la menor en los 38 años de registros satelitales que existen para el mes de enero, tanto en el Ártico como en la Antártida, de acuerdo con el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC) de Estados Unidos y el Portal de Hielo Marino, de Alemania, operado por el Alfred-Wegener-Institut“, añadió Carlson.

La extensión del hielo marino ártico promedió los 13,38 millones de kilómetros cuadrados en enero, según el NSIDC, o 260.000 kilómetros cuadrados menos que en el mismo mes de 2016, equivalentes a una superficie mayor que Gran Bretaña.

“El período de recuperación para el hielo marino del Ártico normalmente se produce en el invierno, cuando se gana tanto en volumen como en extensión. La recuperación de este invierno ha sido frágil, en el mejor de los casos, y hubo algunos días de enero cuando las temperaturas subieron por encima del punto de fusión”, explicó Carlson.

“Esto tendrá implicaciones serias para la extensión del hielo del mar ártico en verano así como para el sistema global del clima. Lo que sucede en los polos no se queda en los polos”, advirtió.

Nueva alarma contra el cambio climático en Asia

La OMM advierte que el cambio climático, la degradación ambiental, el crecimiento demográfico y la urbanización están ejerciendo presión sobre el abastecimiento de agua en muchas partes de Asia, mientras aumenta la exposición a condiciones climáticas extremas y otros peligros.

La región más poblada del planeta se ve afectada por una amplia gama de peligros naturales, como ciclones tropicales, olas de calor y frío, sequías e incendios forestales, precipitaciones intensas, inundaciones y deslizamientos de tierra, y tormentas de arena y polvo. La contaminación del aire es una preocupación importante adicional.

“2016 fue el año más cálido que se haya registrado, superando incluso las temperaturas excepcionalmente altas de 2015 debido a una combinación de cambio climático a largo plazo y un fuerte El Niño”, indicó el secretario general de la OMM, el finlandés Petteri Taalas.

“Cada vez hay más pruebas de que el calentamiento de las masas de aire del Ártico y la disminución del hielo marino afectan la circulación oceánica y la corriente de chorro, interrumpiendo los patrones climáticos en las latitudes más bajas de Asia”, señaló.

“El derretimiento de los glaciares está ligado, a corto plazo, a peligros como inundaciones y deslizamientos de tierra y, a largo plazo, al estrés hídrico de millones de personas”, advirtió Taalas.

Según el experto, en las últimas décadas, los países asiáticos estuvieron expuestos a “fenómenos meteorológicos y climáticos de mayor intensidad y frecuencia… El año 2016 no fue la excepción”.

India, Irak, Irán y Kuwait tuvieron temperaturas superiores a los 50 grados el verano pasado. Muchas más partes de Asia también experimentaron olas de calor.

En vista de esta situación, la conferencia de la Asociación Regional para Asia de la OMM, que se celebra cada cuatro años, se reunió del 12 al 16 de este mes en Au Dhabi para analizar la manera de apoyar la aplicación del Acuerdo de París sobre el cambio climático y el paso a una economía con bajo consumo de carbono.

*Periodista – Asesor del Director General de IPS para Medio Oriente y el Norte de África y Director del Servicio en Árabe de IPS.

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CON TRUMP TERMINA UN CICLO  por Roberto Savio*

| 3 marzo, 2017

Fuente: Other News

¿Podríamos cambiar el debate sobre Donald Trump y no concentrarnos en lo que hace, sino en su importancia histórica? Espero que las siguientes reflexiones sirvan para comprender que el actual presidente de Estados Unidos representa, de hecho, el final de un ciclo estadounidense y que estamos todos en el mismo barco. Se necesitan unas cuantas palabras, pero vale la pena dedicarle cinco minutos más.

Primero, nos guste o no, hemos vivido durante los últimos dos siglos en un mundo en que lo anglo tuvo un papel central. La Pax Britannica se extendió desde principios del siglo XIX, cuando comenzó su imperio colonial, hasta fines de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando fue sustituida por la Pax Americana. Estados Unidos creó lo que se conoce como Occidente, en contraposición con Oriente, mientras Europa se dejaba llevar.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue el principal ganador y el fundador de las instituciones internacionales modernas, desde las Naciones Unidas hasta el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como la fuerza detrás de la reconstrucción de Europa con el Plan Marshall, basado en la condición de que los países europeos aceptarían recibir fondos sobre una base europea.

Eso llevó a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, en 1951, que finalmente dio lugar a la Comunidad Europea, en 1967.

A Estados Unidos, en tanto que ganador, le interesaba crear un orden mundial según sus valores y siempre y cuando él fuera su garante. Así, el foro de las Naciones Unidas se creó con un Consejo de Seguridad en el que pudiera vetar cualquier resolución. El Banco Mundial se creó en función del dólar como divisa mundial, y no con una verdadera moneda internacional, como propuso el gran economista y delegado británico John Maynard Keynes.

Asimismo, la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), como respuesta a la amenaza de la Unión Soviética, fue una idea exclusivamente de Estados Unidos. Y el léxico de las relaciones internacionales se constituyó principalmente en base a conceptos anglosajones, a menudo de difícil traducción a otros idiomas, como accountability, gender mainstreaming, sustainable development, entre otras. El francés y el alemán desaparecieron como lenguas internacionales.

Además, cierto estilo de vida se volvió el principal producto de exportación estadounidense, desde la música hasta la comida, el cine y la vestimenta, se propagaron por el mundo.

Para reforzar el mito, Estados Unidos se constituyó como modelo de democracia. Lo que era bueno para ese país, debía de serlo para el resto. Además, tenía un destino excepcional, basado en su historia, sus éxitos y su especial relación con Dios. Sus presidentes fueron los únicos que hablaron en nombre de los intereses de su país y en nombre de los de la humanidad y que invocaron a Dios.

Su éxito económico no sería más que la confirmación de ese excepcional destino. Estados Unidos perdió casi medio millón de ciudadanos en Europa y Asia para garantizar un orden mundial estadounidense. Y el “sueño americano”, de que todo el mundo puede volverse rico, era desconocido en el resto del mundo.

Esa fue la primera etapa de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, basada en el multilateralismo, en la cooperación internacional, en el respeto al derecho internacional y el libre comercio, un sistema que aseguraba su centralidad y su supremacía, reforzada por su poder militar.

Pero multilateralismo significa democracia internacional. Las Naciones Unidas, desde su constitución original de 50 países, en 1945, hasta casi 150, en pocas décadas, se convirtió en el foro donde crear la cooperación internacional, basada en los valores de la democracia universal, la justicia social y la participación equitativa.

Y la Asamblea General aprobó por unanimidad en 1973 el primer (y único) plan global de gobernanza, llamado Derechos y Deberes de los Estados, que representaba un plan de acción para reducir las desigualdades del mundo y redistribuir la riqueza y la producción económica. Eso se volvió una camisa de fuerza para Estados Unidos, que se encontró en un foro en el que se tomaban las decisiones por mayoría, y ya no en función de sus propios intereses, como estaba acostumbrado.

Pero con la llegada de Ronald Reagan a la Presidencia, en 1981, la primera etapa basada en el multilateralismo, cambió de forma abrupta.

Reagan concurrió a la Cumbre Económica Norte Sur, en Cancún, donde se reunieron los 22 jefes de Estado más importantes del mundo, incluido el de China, único representante de un país socialista, para debatir la implementación de aquella resolución de la Asamblea General.

El entonces presidente estadounidense, quien se encontró con una entusiasta Margaret Thatcher, destruyó el plan de gobernanza global que avanzaba por buen camino. Vi con consternación cómo, en dos días, el mundo pasó del multilateralismo a la vieja política del poder.

Estados Unidos no aceptó que otros decidieran su destino, y de ahí viene el declive de las Naciones Unidas y la negativa de Washington a suscribir obligaciones y tratados internacionales. El destino excepcional y el sueño americano, fueron reforzados por la retórica de Reagan, quien incluso uso el eslogan: Dios es estadounidense.

Es importante señalar que las grandes potencias estaban felices de salirse de la camisa de fuerza del multilateralismo detrás de Reagan. Su gobierno, aliado del de la primera ministra británica Thatcher, es un ejemplo sin precedentes de cómo destruir los valores y las prácticas de las relaciones internacionales. Y el hecho de que probablemente sea el presidente más popular de la historia moderna de Estados Unidos, muestra la poca importancia que la cooperación internacional tiene para el ciudadano estadounidense medio.

También hay que destacar que durante el gobierno de Reagan, tres acontecimientos importantes y simultáneos dieron una nueva forma a nuestro mundo.

El primero fue la desregulación del sistema financiero encabezado por él en 1982, posteriormente reforzado por Bill Clinton (1993-2001), en 1999, que llevó a la supremacía de las finanzas y cuyos resultados se sienten en la actualidad. Recordemos que Reagan trató también de reducir los costos sociales. Las políticas de George W. Bush (2001-2009) y Trump tienen la marca de su gobierno.

El segundo, fue la creación en 1989 de una visión económica basada en la supremacía del mercado como base de las sociedades y de las relaciones internacionales, el llamado Consejo de Washington. Creado por el Departamento del Tesoro estadounidense, el Banco Mundial y el FMI, el neoliberalismo se introdujo como la doctrina económica indiscutida.

El tercer acontecimiento significativo fue la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el final de la amenaza del bloque soviético.

Entonces, el término de “globalización” comenzó su marcha exitosa, y Estados Unidos sería, una vez más, el centro de la gobernanza. Como dijo Reagan en Cancún, Washington basará sus relaciones en el comercio, no en la asistencia.

Su superioridad económica, junto con el control que ejerce sobre las instituciones multilaterales de crédito, lo pondrían una vez más en el centro del mundo, cuando la amenaza soviética había desaparecido. Henry Kissinger lo dijo con claridad: Globalización es el nuevo término para la hegemonía estadounidense.

La segunda etapa tras la Segunda Guerra Mundial se extendió de 1982 hasta la crisis financiera y económica mundial de 2008, cuando la quiebra de bancos estadounidenses, que se propagó por Europa, obligó al sistema a dudar de que el Consenso de Washington fuera una teoría indiscutida.

Las dudas surgieron también a instancias de la creciente movilización de la sociedad civil, el Foro Social Mundial, por ejemplo, se creó en 1981, así como de muchos economistas que hasta entonces habían permanecido básicamente callados. Los especialistas insistieron en que la macroeconomía, el instrumento preferido de la globalización, solo tomaba en cuenta los grandes números.

En cambio, con la microeconomía, se vería la gran desigualdad en la distribución de la riqueza, a no confundir con desarrollo, y que la deslocalización de las empresas y otras medidas que ignoraban el impacto social de la globalización estaban teniendo terribles consecuencias.

Los desastres creados por tres décadas de codicia como principal valor de la nueva economía, saltaron a la vista cuando los datos mostraron una concentración de la riqueza sin precedentes y en unas pocas manos, con muchas víctimas, en especial entre los jóvenes.

Todo eso vino acompañado de dos enormes amenazas: la explosión del terrorismo islámico, generalmente reconocido como resultado de la invasión a Iraq, en 2003, y las migraciones masivas, que siguieron a ese episodio, pero en especial a las intervenciones en Siria y Libia, a partir de 2011. Estados Unidos y la Unión Europa son las únicas responsables de esas migraciones.

Así pasamos de la codicia al miedo: dos motores de cambios históricos, según muchos investigadores.

Finalmente, llegamos a Trump. Gracias a este recorrido histórico, podemos comprender fácilmente que su llegada a la Presidencia es simplemente el resultado de la actual realidad de su país.

La globalización, originalmente un instrumento de la supremacía de Estados Unidos, significó que cualquiera pudiera usar el mercado para competir. Así lo hizo China, el ejemplo más claro, pero también emergieron muchos mercados nuevos, desde América Latina hasta Asia. Y Europa y Estados Unidos están plagados de víctimas de la globalización, a la que perciben como un fenómeno encabezado por la élite, además de considerar que cualquier acuerdo o institución internacional no se interesa por su destino.

No nos olvidemos que con la caída del Muro de Berlín, llegó el fin de las ideologías. La vida política se tornó solo en una competencia administrativa, sin visión ni valores. La corrupción aumentó, la ciudadanía dejó de participar, los partidos se volvieron autoreferenciales, los dirigentes políticos se convirtieron en una casta profesional, las finanzas mundiales y la élite se aislaron en paraísos fiscales y los jóvenes, que no encontraban empleos o estos eran precarios, fueron testigos de que en pocos años se destinaron cuatro billones de dólares a salvar al sistema bancario de su propia mala gestión.

En ese contexto y desde 1989, surgieron partidos populistas, xenófobos y nacionalistas en todos los países y comenzaron a atraer el resentimiento de los excluidos.

 La propuesta, en general, fue la de recuperar el ayer, los buenos tiempos y prometer un mejor ayer, en contra de toda ley histórica. Además, en contra de la opinión de los especialistas, llegó Brexit, y después Trump.

 Con él, vemos la conclusión de 70 años de Pax Americana y volvemos a una época de nacionalismo y aislamiento de Estados Unidos. A los votantes de Trump les llevará un tiempo darse cuenta de que sus acciones no responden a sus promesas, y de que las medidas que él toma a favor de la élite económica y financiera, no son de su interés.

 La cuestión real es si su ideólogo, quien logró que lo eligieran, Stephan Bannon, tendrá tiempo de destruir el mundo que encontraron, si el mundo tendrá tiempo de crear un orden mundial sin Estados Unidos en el centro, y ver cuántos de los valores que construyeron la democracia moderna sobreviven y son la base de la gobernanza global. No se puede construir un nuevo orden mundial sin valores comunes, solo con xenofobia y nacionalismo.

 Bannon organiza una nueva alianza internacional de populistas, xenófobos y nacionalistas, con Washington en el centro y con el británico Nigel Farage, los italianos Matteo Salvini y Beppe Grillo, la francesa Marine Le Pen, el holandés Geert Wilders, y otros en Hungría y Polonia, entre otros países, al tiempo que el ruso Vladímir Putin y el turco Recep Tayyip Erdogan contemplando con simpatía el fin de las democracias liberales.

 Este año sabremos, tras las elecciones holandesas, francesas y alemanas, cómo le va a la alianza. Y si el gobierno de Trump, más allá de su agenda nacional, logra crear un nuevo orden internacional basado en una democracia no liberal, entre muchas otras consideraciones, tendremos que empezar a preocuparnos porque querrá decir que la guerra no estará muy lejos.

 

*Periodista italo-argentino. Co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS). En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”. Other News . En español:http://www.other-news.info/noticias/ En inglés:http://www.other-net.info

 

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EL PERONISMO Y SUS HEREDEROS por José Armando Caro Figueroa*

| 3 marzo, 2017

Asistimos a un largo, oscuro y absurdo debate, iniciado hace más de 40 años, y que aún permanece abierto alrededor de esta pregunta: ¿Quién hereda a Juan Domingo Perón y su capital político?

Es bueno recordar que este debate fue abierto por Mario Firmenich (comandante en jefe de “Montoneros”) quién, tras visitar Puerta de Hierro en Madrid, trazó estrategias militares para suceder a Perón, y soñó con “apropiarse” del pueblo peronista.

Había existido antes un intento de suceder en vida al mítico General, protagonizado por Augusto Timoteo Vandor bajo el rótulo de neoperonismo. Es muy probable que la querella así abierta estuviera en la raíz de su vil asesinato.

Consciente de su finitud y de las apetencias que despertaba su legado, Perón sentenció: “Mi único heredero es el pueblo”.  Y procuró dejar ideas que orientaran a sus millones de herederos, en sendos documentos: “Actualización Política y Doctrinaria para la Toma del Poder” (1971), y “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional (1974).

El panorama después del terror

Llegada la fatídica hora, el General falleció sin que ninguna de las organizaciones armadas (para-estatales y estatales) que se disputaban la herencia a fuerza de balas, explosivos y vejaciones lograra su propósito.

El peronismo estalló en pedazos, dando lugar a una nueva disputa legitimista: Cada fracción reclamaba y reclama para sí la pureza doctrinaria, y negaba y niega furiosamente el pan y la sal a las demás. La determinación de cual sea el “verdadero peronismo” -pasado o por llegar- es un intríngulis que sigue apasionando a ciertas personalidades del mundo peronista.

Por supuesto, las luchas por el control del aparato del Movimiento y de las instituciones del Estado fueron (y siguen siendo) un factor de unidad que posterga querellas intestinas. En los genes del peronismo se inscriben poderosas tendencias unificadoras que se manifiestan cuando una de las fracciones ejerce el poder, y también cuando se trata de actuar en la oposición buscando reconquistarlo.

Estas unificaciones “oportunistas” se dieron alrededor de dos experiencias de gobierno ciertamente antagónicas desde el punto de vista programático.

Durante la Presidencia de Carlos Menem, el peronismo intentó reformas de mercado, ensayó sumarse al proceso de globalización, y propició un cierre del conflicto terrorista de los años 70.

El turno iniciado en 2002 por Duhalde y coronado por el matrimonio Kirchner representó un giro de 180 grados, que se llevó a cabo sin abjurar (abiertamente al menos) del rótulo peronista, siendo fácil encontrar lazos entre el kirchnerismo peronista y el peronismo histórico.

En esta suerte de comedia de enredos el movimiento fundado por Perón fue abandonando su ideario esencial, hasta quedar convertido en una cáscara vacía capaz de conservar mayorías electorales que daban entrada a experimentos programáticos alejados de aquellas “esencias” contenidas, por ejemplo, en el documento sobre la “Comunidad Organizada”, en la Constitución de 1949, o en las “20 Verdades”.

Muertos el líder y la generación fundacional que le acompañó, el peronismo que les sucedió fue incapaz de remozar su ideario y de construir una propuesta programática que, conectando con aquellas “esencias”, diera respuestas sólidas y eficaces a los nuevos problemas mundiales, nacionales y locales.

Muchos de los integrantes del “horizonte directivo” cayeron en los personalismos, se rindieron ante los materialismos, y se empobrecieron intelectualmente al circunscribir sus reflexiones al respetable legado de Jauretche, Hernández Arregui, o John William Cooke, por poner hitos significativos del amplio espectro ideológico que albergó el peronismo.

Esta deserción de la intelectualidad peronista y su incapacidad de recrear el ideario de forma de colocarlo en condiciones de hacer realidad las tres banderas en el espacio de la moderna democracia constitucional, permitieron que aquella cáscara -intencionada y convenientemente vaciada- cayera en manos de una poderosa coalición de intereses sectoriales.

Fue esta coalición silenciosa y solapada la que se adueñó de las siglas, de las ceremonias y de la liturgia peronista tradicional, poniéndolas al servicio de sus ideas egoístas, sectarias y excluyentes.

Los dueños del peronismo

A mi modo de ver, aquella coalición está encabezada por los propietarios de las grandes y medianas industrias radicadas alrededor del puerto de Buenos Aires y que sólo pueden subsistir en un mercado cautivo, en donde les está permitido enriquecerse a costa del interés general y de los intereses de consumidores y usuarios.

Los capitanes de estas industrias tuvieron el acierto de celebrar dos pactos no escritos: Uno, con la mayoría de los dirigentes sindicales que perduran en el poder merced a las ventajas institucionales que se derivan del inconstitucional monopolio que destrozó la libertad sindical. El otro, con un sector de los intelectuales peronistas a quienes albergaron en tiempos de la última dictadura militar y que actúan hoy en sintonía con el lema “Sin industria no hay Nación”.

Este industrialismo contemporáneo deformó y manipuló las ideas del primer peronismo que, condicionado por la posguerra, prohijó la sustitución de importaciones y diseñó medidas coyunturales para defender la incipiente industria nacional. Pero, después de más de 70 años, las protecciones, ayudas y diseños unitarios han sido incapaces de dar nacimiento a empresas y sectores en condiciones de competir con el mundo, de innovar, de invertir y de crear buenos y suficientes empleos.

Estos nuevos dueños del peronismo promovieron o toleraron, hacia comienzos del presente siglo, los nuevos pactos que el kirchnerismo celebró con los protagonistas del sector logístico y de la banca.

Es bueno señalar aquí, desde Salta, que este diseño unitario sirvió para asfixiar a las economías regionales cerrándoles toda posibilidad de desarrollo. Impuestos, tipos de cambio, convenios colectivos salariales, inflación, inversión en infraestructura, políticas de comercio exterior o, lo que es lo mismo, todas las herramientas de política económica con las que cuenta el Estado argentino han sido puestas al servicio de tan exitosa coalición que nos segrega.   

En un segundo círculo actúan los así llamados barones del cono-urbano bonaerense en condiciones de controlar el aparato electoral peronista y, en la generalidad de los casos, decidir la suerte de casi todos los argentinos.

Hay un tercer anillo y es el conformado por los gobernadores de extracción peronista (por llamarlos de alguna manera, pese a que figuran en este espacio personas que no soportarían ningún test que tenga en cuenta sus trayectorias en relación con las tan mentadas “esencias”).

Conviene señalar que, hacia el año 2001, esta coalición sumó el apoyo de sectores del radicalismo bonaerense y de la iglesia católica, en su triunfante empeño por derrocar al Presidente Fernando de la Rúa.

Para completar este panorama, ciertamente muy personal, tendría que añadir al arrinconado peronismo histórico en sus versiones organicista y republicana. Se trata, empero y lamentablemente, de expresiones sin fuerza suficiente para liderar un imaginario proceso de regeneración y remozamiento del viejo peronismo.

Más allá de los debates históricos, los pasos y contrapasos de esta ingeniosa alianza deberían preocuparnos; en primer lugar, por su capacidad para condicionar y enfrentar al actual gobierno de la Nación y, en segundo lugar, por los daños que sus éxitos acarrean a los productores y trabajadores salteños y del norte argentino.       

 

*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)

 

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JOSÉ LUIS ROMERO, EL DILEMA DEL HISTORIADOR CIUDADANO por Luis Alberto Romero*

| 2 marzo, 2017

Publicado en La Nación el 1-3-17

A cuarenta años de la muerte del gran intelectual argentino, su hijo y colega repasa su pensamiento y su obra

"Antes de disgregarnos", tituló José Luis Romero el artículo publicado en noviembre de 1975 en el mensuario Redacción. Iniciaba así una serie de notas en las que la angustiada preocupación del ciudadano se combinaba con el "optimismo de largo plazo" del historiador, siempre capaz de encontrar un sentido en el caos.

Un poco antes, en julio de 1975, volcó estos encontrados sentimientos en una carta a su amigo René Balestra. El historiador –le dice- tiene una deformación profesional, que consiste en establecer los procesos en largo plazo. Las actitudes políticas, por el contrario, exigen una percepción de los procesos de corto plazo. Y quien se habitúa a manejarse en ciertos niveles de abstracción tiene, a veces, ciertas dificultades para ajustar las dos perspectivas. Creo que es esto lo que me pasa a mí.

Es cierto. Entre el historiador y el ciudadano hay una tensión constitutiva. Marc Bloch dijo que el historiador debe comprender y no juzgar; paradójicamente, esto lo escribió en 1941, cuando ya militaba en la Resistencia francesa, y poco antes de ser fusilado por los alemanes. No hay solución lógica para la disyuntiva. Donde el historiador encuentra tendencias y matices, el ciudadano tiene certezas e imperativos. El historiador percibe la relatividad de los valores y de las razones; el ciudadano actúa movido por una certeza moral. Ser hombre vivo e historiador es algo que conduce a una suerte de constante esquizofrenia, si, como yo, quiero vivir tanto la historia como la vida.

José Luis Romero había elaborado una forma singular de comprensión histórica. El tema reiterado de toda mi obra -le dice a Balestra- ha sido el de las relaciones entre las sociedades y las ideologías. Me apasionan los procesos sociales, pero en relación con las interpretaciones de la realidad y los proyectos o modelos que juegan en ellos. El complejo juego entre la realidad fáctica y las ideologías, mediado por las experiencias, las formas de vida y las mentalidades, está presente en sus trabajos iniciales sobre el mundo grecorromano y en su madura reconstrucción de "la revolución burguesa en el mundo feudal", cuyas proyecciones lo llevaron hasta la crisis de la cultura burguesa en el siglo XX.

La misma aproximación se encuentra en su libro seminal Las ideas políticas en Argentina, que instaló la inmigración masiva y la sociedad "aluvial" en el centro de nuestra historia contemporánea. La ciudad, gran creación de la burguesía medieval, proyectada en Iberoamérica, fue el eje de su magistral interpretación de la historia latinoamericana. Estas ideas iluminan cada uno de sus muchos trabajos, que habrán de reunirse en www.jlromero.com.ar.

La profesión de historiador organizó su vida, su trabajo y sus ocios. Al fin de cuentas, yo no soy sino un hombre de estudio, y a eso he dedicado mi vida, sigue diciendo a Balestra. Pero en otra parte de esa misma vida estaban el ciudadano y su imperativo moral. Algo de infatigable militancia había en su permanente disposición para dar conferencias y en su capacidad, casi apostólica, de suscitar entusiasmo por la aventura intelectual de comprender el pasado y el presente.

Sus preocupaciones ciudadanas se nutrieron de la cultura liberal y progresista de la entreguerra, donde se definieron sus convicciones socialistas. Inicialmente las estimularon su hermano y mentor Francisco, y también Alfredo Palacios, vecino del barrio, cuya casa y biblioteca frecuentaba en la adolescencia. Se desarrollaron a la par de su certidumbre sobre la íntima relación entre el pasado vivido, el futuro proyectado y el presente, instante a la vez efímero y vitalmente decisivo. Allí encontraba la articulación, lógica y necesaria, entre el historiador y el ciudadano. Con el mismo método he procurado definir mi posición frente a la vida de mi tiempo y de mi país. Y llegué al socialismo, evolucionista y reformista, siempre que la reforma conduzca al socialismo, le dice al socialista Balestra.

Historiador y ciudadano confluyen en su libro El ciclo de la revolución contemporánea, un ensayo libre en la forma y riguroso en el análisis. Allí explica su opción por el socialismo, en el que entonces veía una alternativa frente a los dos grandes desafíos de la democracia liberal: el fascismo y el comunismo.

Su militancia activa fue coyuntural, y sólo se activó cuando creyó que la gravedad del momento justificaba postergar al historiador. En tiempos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial militó en el antifascismo. En 1945 se afilió al Partido Socialista -una decisión postergada por su escasa afinidad con los dirigentes locales-, pero no hizo vida de partido hasta 1956. Ese año, de manera sorpresiva, fue impulsado al más alto nivel de su conducción por una corriente que trataba de superar el antiperonismo cerril del viejo partido y ofrecer una alternativa socialista a los trabajadores peronistas. Acompañó esta experiencia hasta 1962, cuando la radicalización de sus últimos fragmentos se tornó incompatible con su socialismo reformista.

El mismo impulso a la acción -que el historiador vivía con algo de culpa- lo llevó a aceptar, en octubre de 1955, el conflictivo cargo de rector interventor de la Universidad de Buenos Aires. Repitió la experiencia en 1962, como decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Comenzó a percibir entonces que su mundo empezaba a marchar por un camino que le resultaba extraño.

Ese año renunció a la Universidad y se jubiló. Comenzó la etapa más productiva de su vida: terminó sus libros más importantes y concibió otros, que proyectó escribir en los veinte años siguientes. Pero en ese tiempo tan productivo comenzó a pesarle su creciente marginalidad, debida no tanto a la dictadura de Onganía cuanto a la extraña radicalización que en los años setenta sufrió su mundo más cercano. Me quedé sin discípulos y casi sin amigos, y pasé a la categoría de fósil liberal, confió a Balestra. Fue entonces cuando más lo angustió la incompatibilidad entre el historiador y el ciudadano; entre la perspectiva de largo plazo y la contingencia del presente.

A mediados de 1975, cuando decidió escribir para Redacción, creyó que su intervención podía volver a ser útil. Una foto de Martha Campos, hoy muy difundida, lo muestra conversando con los redactores, jovial, distendido y alerta. Ante la disgregación en avance -había escrito en aquella nota- hay que elaborar una política para el nuevo país, que es la Argentina. El golpe de 1976 lo afectó mucho -temió por la seguridad de los suyos y hasta por la propia-, pero también le confirmó que otra vez tenía algo que decir a una Argentina que recuperaba el valor de los derechos humanos, otro "fósil liberal".

José Luis Romero probablemente habría encontrado entonces un lugar para su vocación ciudadana. Debió haber sido una referencia muy importante en una Argentina en crisis, tan huérfana de maestros y de modelos. No fue así, pues murió prematuramente, a fines de 1977, a los 67 años. A medida que se apaga el recuerdo de su persona crece el interés de su obra, que sigue hablando del pasado, el presente y el futuro.

*El autor es historiador e investigador principal del Conicet/UBA

 

 

 

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