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PAZ Y MULTICULTURALISMO DEMOCRÁTICO por Federico Mayor Zaragoza*

| 16 diciembre, 2017

Mesa redonda de la reunión internacional de ECPD

El 27 de octubre recién pasado participé en Belgrado en una reunión del European Center for Peace and Devolpment (ECPD) junto con Roberto Savio (Director de ECPD Internacional), Manuela Mesa (Directora del Instituto DEMOS-Paz de Madrid), Jeffrey Levett (Profesor de ECPD UPUN) y Arthur Dahal (Universidad de Ginebra), entre otros.

Se abordaron muchos temas concernientes a los desafíos ante los que nos encontramos en estos momentos y, una vez más, la conclusión fue que sólo pueden ser abordados por el multilateralismo democrático.

La situación actual es, a grandes rasgos, la siguiente: Rusia ha logrado recuperar un lugar significativo en el ámbito internacional. China, debido a su poder económico y militar, está consolidándose como una fuerza global, mientras que los Estados Unidos, bajo el liderazgo del presidente Trump, basado en la discontinuidad y en las políticas de la supremacía, representa una fuente continua de inestabilidad y preocupación para el mundo entero. La Unión Europea, que lamentablemente se limita a una unión monetaria, impulsada por el mercado, está perdiendo influencia mientras lucha por mantener una débil unidad de sus miembros. América Latina, que pareció durante algunos años como el continente con una nueva dinámica social y económica, está siendo finalmente dominada por el neoliberalismo.

Potencias regionales como Israel, Turquía, Irán y Arabia Saudita siguen siendo un espacio geopolítico muy importante, mientras que Corea del Norte insiste en una trágica y cómica demostración de sus armas y fuerzas nucleares potenciales. La invasión de Irak y la guerra de Siria -ambas basadas en mentiras- y el resultado de la «primavera árabe», demuestran hasta qué punto es indispensable y urgente reforzar el Sistema de las Naciones Unidas con una composición de la Asamblea General que responda a la Carta («Nosotros, los pueblos…»), y la rápida implementación de un nuevo concepto de seguridad, que tenga en cuenta no sólo la de fronteras y territorios, sino la seguridad de los seres humanos que viven en ellos.

  • El terrorismo es una amenaza generalizada. Es necesario conocer sus fuentes y raíces. La marginación del Sistema de las Naciones Unidas, la invasión de Irak con miles de víctimas y varios millones de desplazados, la falta de solidaridad con los refugiados y emigrantes – el odio es la semilla del terror- así como el increíble comportamiento de algunos países financiando a los grupos que alientan el terrorismo, son las raíces de varias acciones de terror. La supremacía es el origen de muchos conflictos y actos de violencia. La mejor manera de contrarrestarla es tener en cuenta que todos los seres humanos somos iguales en dignidad, sin importar su sexo, color de la piel, creencias, ideologías, culturas… otra de las fuentes más importantes del terrorismo es la pobreza extrema y el hambre. La diversidad cultural es una riqueza. La xenofobia, el odio y el rechazo son intolerables éticamente y constituyen una amenaza para la paz.

 

  • La globalización ha debilitado a los Estados-Nación y al multilateralismo en un momento en el que unas Naciones Unidas fuertes y eficientes son más necesarias que nunca. Está surgiendo una cuarta generación de nuevas guerras que involucra Estados y actores no estatales. La tecnología, a la par que está aportando muchos avances beneficiosos en biomedicina y aumentando la capacidad popular de expresión, está generando nuevos problemas para la paz, a través de la propagación de nuevas armas, drones y guerra cibernética, entre otros.

 

  • El cambio climático es uno de los problemas globales más urgentes que deberían abordarse sin demora porque se pueden alcanzar puntos de no retorno. Una vida digna en el planeta depende de decisiones colectivas. Por primera vez en la historia pueden producirse daños irreversibles y el legado para las futuras generaciones constituiría una irresponsabilidad histórica de la humanidad.

 

«Problemas sin precedentes necesitan soluciones sin precedentes» (Amin Maalouf). El Acuerdo sobre el Cambio Climático (París, 2015) es una oportunidad muy importante para promover los esfuerzos conjuntos y el fortalecimiento del marco para el desarrollo multilateral. La gestión inteligente de las energías renovables y del agua son cada vez más relevantes en todas las partes del mundo. El papel desempeñado por el presidente Obama y el papa Francisco, con su encíclica Laudato Si, representa una advertencia universal a los desafíos ambientales. La actitud adoptada por el sucesor del Presidente Obama debe ser contrarrestada por una reacción popular en todo el mundo : «Nosotros, los pueblos…». Debe advertirse al presidente Trump que «si los Estados Unidos abandonan la Tierra a su suerte, la población de la Tierra “abandonará” a los Estados Unidos».

Uno de los principales aspectos de la «hoja de ruta» que ahora debemos poner rápidamente en práctica figura en la Declaración de la UNESCO sobre la Responsabilidad de las Generaciones actuales en relación con las próximas (1997) relativa al cambio climático, la amenaza nuclear, la pobreza extrema. Es un deber inaplazable actuar en consecuencia.

  • El problema de las fronteras alrededor y dentro de Europa sigue siendo un desafío importante. Los Balcanes, especialmente los Balcanes occidentales, han originado conflictos importantes, producto de las ineficientes e interesadas decisiones adoptadas en la ex Yugoslavia. Las normas relativas al Derecho a la autodeterminación, establecidas en el artículo 1/2 de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, julio de 1993), se deben seguir siempre, bajo la supervisión de las Naciones Unidas y, cuando sea necesario, de la Corte Internacional de Justicia. Ahora que la integración es más necesaria que nunca, la fragmentación está aumentando y se traduce en conflicto.
  • La Unión Europea, estrictamente monetaria, está en crisis… Es necesario y urgente crear alternativas a la «economía de mercado». Como se indica en la Constitución de la UNESCO, es particularmente importante, guiarse por «los principios democráticos». A este respecto, es fundamental reconocer que es incorrecto y peligroso relacionar la «democracia» sólo con elecciones y «mayorías» que, precisamente, pueden ser fácilmente manipuladas por el colosal poder mediático. Especial atención debe prestarse a las «mayorías absolutas», porque «absoluta» es la antítesis de la «democracia». Es pues, oportuno y apremiante, recomendar que se apruebe una Declaración Universal de la Democracia en las Naciones Unidas, que permitiría establecer y poner en práctica las distintas dimensiones de la democracia genuina: éticas, sociales, económicas, culturales, multilaterales. La desafección política generalizada y las muy preocupantes tendencias nacionalistas y supremacistas de muchos partidos ultra deben abordarse con prácticas realmente democráticas a nivel parlamentario.

En Europa, desde la crisis financiera de 2007, se observa un descenso claro de los partidos tradicionales. La crisis trajo inseguridad y miedo, lo que ha llevado a un aumento del voto en favor de la derecha. Las consultas populares deben regularse y supervisarse debidamente, para evitar que sean objeto de manipulaciones y alteraciones interesadas. Es preciso destacar que el referéndum que condujo al brexit no fue democráticamente equilibrado, ya que, el 1% de la población del Reino Unido decidió el futuro del 49%. La «sombra» del Brexit se ha propagado por toda Europa. En los procesos electorales la información relacionada con los porcentajes y los resultados de las encuestas, junto con las «noticias falsas» (la post verdad) propagadas por las redes de comunicación social, deben contrastarse adecuadamente.

Cuanto antecede resulta en un panorama sombrío… pero, por fortuna, la voz de «Nosotros, los pueblos…» puede ahora alzarse con vigor y conducir a oportunidades reales para el cambio: por primera vez, los seres humanos pueden saber lo que ocurre en el mundo en su conjunto; gracias a la tecnología digital pueden expresarse libremente y, especialmente relevante, las mujeres, hasta hace 20-30 años totalmente marginadas tienen progresivamente el papel de igualdad que les corresponde en la toma de decisiones y, como dijo Nelson Mandela, serán la «piedra angular» de la nueva era.

 

  • La juventud es el actor principal de este nuevo diseño de los tiempos por venir. Los jóvenes, junto con los mayores, deben ofrecer urgentemente propuestas concretas y acciones en relación con las tres principales amenazas a las que se enfrenta hoy el mundo, ya mencionadas. La educación para todos a lo largo de toda la vida es crucial: la educación para ser «libres y responsables», tal como se consagra en el artículo número uno de la Constitución de la UNESCO. Libres y responsables: sí, esta es la solución.

 

  • Las comunidades académicas, científicas, artísticas, intelectuales en general, deben estar a la vanguardia de esta movilización. El ser humano, único capaz de crear, es la esperanza de la humanidad en estos momentos cruciales.

 

Es necesario un nuevo diseño para inventar un futuro diferente. Ciudadanos bien educados capaces de poner en práctica los «principios democráticos» (justicia, paz, solidaridad, igualdad) y desarrollar las capacidades distintivas de los seres humanos: pensar, imaginar, anticipar, innovar, ¡crear!

Se necesita urgentemente un mayor liderazgo de las Naciones Unidas para hacer frente a los problemas globales.

Mañana puede ser tarde.

—————————————

 

*Federico Mayor Zaragoza nació en Barcelona, en 1934. Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.

 

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QUIÉN RECUERDA A MAQUIAVELO por Ernestina Gamas*

| 3 diciembre, 2017

Comentario sobre el libro de Román Frondizi, recién aparecido “CONOCER A MACHIAVELLI” . Ed. Cathedra Jurídica,  2017

Román es  jurista, ensayista y prolífico escritor.  Nos entrega en este libro  la culminación de una larga investigación hecha con  minucioso entusiasmo. En un  prólogo entrañable,  nos va guiando a través  de Florencia, cuna del Renacimiento donde en 1469 nace su admirado Machiavelli,  uno de los intelectuales más representativos de esa época. 

A pesar de los quinientos años que los separan, Román Frondizi se ha hecho  amigo de Niccolo Machiavelli y es de esa manera que nos lo presenta. Así nos introduce con maestría a su pensamiento, aunque en ningún momento se aleja de la mirada crítica para el análisis.

Ya situados en esta ciudad, testimonio de la magnificencia de renombrados artistas y arquitectos que bien describe,   el gran acierto  ha sido  colocar, inmediatamente después del prólogo, una meticulosa cronología para ubicarnos en el contexto histórico. Época brava en Europa,  de sangrientas luchas  entre   poderosos, príncipes y  jerarcas de la Iglesia. “Italia, en el siglo XV era….. un país aún más dividido que Alemania” .

Maquiavelo, un lúcido protagonista del pensamiento renacentista, un verdadero moderno, ha sido muchas veces denostado  por quienes poco o nada conocen de sus escritos o porque socavaba la idea misma del estado cristiano. Lo que Frondizi nos muestra, después de estudiar la obra del Florentino, es que la pasión de la experiencia política puede volcarse como teoría sistemática basada en el realismo y en la comprensión de esa práctica política, y  por eso es que Machiavelli puede considerar como  padre  de la ciencia  política moderna.

En los siguientes capítulos Frondizi ubica a su amigo con mayor detalle en los avatares de su circunstancia histórica. Después de explicar su método y su relación con el conocimiento, el autor nos introduce a sus obras: “Los Discursos sobre la Primera década de Tito Livio”, la más importante y “El Principe” donde se analiza la relación entre la política y  la moral. Nicoló se ocupó fundamentalmente de la política y fue implacable en su condena a la corrupción. Hay un hilo conductor entre las dos obras, aunque en general se lo recuerda más por El Principe.

En los apuntes finales el autor  destaca el amor de Machiavelli por la libertad y por  la república, el conocimiento que tuvo de las pasiones que mueven al ser humano y que producen los conflictos. Los frenos que debe poner el Estado y su ordenamiento político-jurídico, único medio para obtener un equilibrio equitativo.

La lectura de este libro, de una prosa llana y cuidada, puede ayudar a la comprensión de los claroscuros que la política conlleva, pero que a pesar de ello sigue siendo la forma más válida para mediar en el desorden que impera en una sociedad.

Recomiendo fervorosamente su lectura

*Escritora y directora de con-texto

 

 

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LA DERIVA SOCIAL-LIBERAL por Pablo Portales*

| 3 diciembre, 2017

El declive de la social democracia europea llegó de la mano del siglo XXI. Quince años de  desafección la sitúan entre el 20 a 25% de apoyo ciudadano, lejos de la adhesión del 40% que recibió desde la Segunda Guerra Mundial hasta los 2000. El rápido despliegue del capitalismo financiero global, con su ideología neoliberal, neutralizó a una socialdemocracia incapaz de levantar una alternativa real y diferenciada.

Sólo se intentó atenuar la erosión de la Europa social y democrática con un social-liberalismo pragmático, desdibujando sus señas de identidad: democracia representativa, estado de bienestar, organización y derechos de los trabajadores.

En este tiempo, el espacio político socialdemócrata ha sido ocupado, en parte, por fuerzas adscritas a un nacional-populismo que gobierna en Polonia y Hungría; participa en coaliciones como Dinamarca y Finlandia; disputa mano a mano con los partidos tradicionales en Francia, Austria y Holanda o rebrota en Alemania, Suecia y Noruega. Por el contrario, donde la idea socialdemócrata se ha reafirmado o renovado ha conseguido ser gobierno (Portugal) o relegado al nacional-populismo a la insignificancia electoral (Gran Bretaña).

Fin del partido de Mitterrand y Papandreou

Patético fue lo que sucedió en Francia y Grecia. Dos gobiernos socialistas acabaron con sus respectivos partidos. El socialismo francés, que gobernó hasta hace dos meses (2012-2017) y el griego, que lo hizo hasta hace dos años (2009-2015) dilapidaron toda su influencia. El partido socialista francés (PSF) perdió la adhesión del 22,3% del electorado y 257 diputados y el griego,  perdió el 37,8% y 143 diputados. Ambos partidos han coincidido en eliminar la palabra “socialismo” en su denominación: “Nueva Izquierda”, el francés, “Izquierda Democrática”, el griego.

La “gran coalición” o “subordinación”

Este año, las pérdidas también afectaron a la socialdemocracia holandesa. El Partido del Trabajo, un pilar fundamental de la política de los Países Bajos desde la la postguerra (ha formado parte de 38 gobiernos en 71 años), tras participar, como socio en un gobierno de coalición encabezado por el  liberal Partido Popular (2012-2017) perdió el 19,1% de electores y 29 diputados.

En Alemania, desde que el gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder (2002-2005) aplicó las reformas socioeconómicas de flexibilidad laboral y recortes sociales, el partido socialdemócrata (SPD) no ha vuelto a ganar elecciones generales.

El SPD en vez de pasar a la oposición decidió ser socio minoritario en los gobiernos de  Ángela Merkel (2005-2009) y (2013- 2017). En diez años de “gran coalición” con cristianodemócratas (CDU) y socialcristianos (USC) su influencia mermó al disminuir en un 8,5% el apoyo electoral y restar 29 diputados.

Con un cambio de líder, el SPD busca recuperar posiciones en las elecciones del 24 de septiembre: el ex presidente del parlamento europeo, Martín Schulz, pero los pronósticos se le resisten. En las tres elecciones regionales de este año –el Sarre, Schleswig-Holstein y Renania del Norte-Westfalia– la CDU lo ha doblegado.

Derrota del “partido de Felipe González”

El socialismo español aceptó las exigencias de las políticas de austeridad impuestas por la Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. El gobierno de Rodríguez Zapatero se doblegó en 2010 y un año después pacto con el Partido Popular una reforma constitucional sin debate parlamentario ni referéndum para garantizar el cumplimiento de las exigencias de estabilidad presupuestaria y pago de la deuda a la banca internacional.

El resultado fue elocuente. El PSOE en las elecciones (noviembre, 2011) perdió 4,3 millones de votos, el 38% del electorado y 59 diputados. En 2015, siguió la desafección: menos 1,4 millones de votos, 21% del electorado y 20 diputados, ahora con la presencia competitiva de Podemos. En las elecciones de 2016, 100 mil votos menos, ligera recuperación del 0,63% y pérdida de otros 5 diputados.

Esta tendencia de liquidación del ideario socialdemócrata en Francia, Grecia, Holanda, Alemania y España contrasta en Gran Bretaña y Portugal.

Osadía de Corbyn,  prudencia de Costa

En dos años el partido laboralista de Jeremy Corbyn ha logrado entusiasmar a millares de jóvenes británicos (le votó el 67% de los jóvenes menores de 25 años) y recuperar a parte de los viejos electores. En este periodo, con un programa de izquierda: “For the many, not the few”, ha restablecido el “sentido común” socialdemócrata y sumado hasta medio millón los militantes laboristas y ha estrechado vínculos con movimientos sociales.

En las elecciones generales, hace un mes, el laborismo británico  aumentó en 9,6% los votos (a 2,8% de los conservadores) y sumó 131 diputados, doblando su representación respecto del 2015. Corbyn, en breve tiempo, ha enterrado la agónica Tercera Vía social-liberal del blairismo.

El partido socialista portugués, el segundo más votado (detrás de la alianza de derecha con 102 diputados) optó por formar un gobierno de minoría mediante un pacto con su rival histórico, el partido comunista y el emergente bloque de izquierda sumando un mayoría con 123 diputados.

El pacto de izquierda se propone desde el parlamento  sacar el de la crisis combinando estabilidad económica (obligada por la intervención de la Comisión Europea en su economía) con recuperación social, algo que fue calificado de “imposible”, “poco serio”, “sin solidez”.

Un año y medio después, Portugal ha reducido el déficit, defendido lo público, mejorado sueldos. Logros en base al cumplimiento de objetivos mínimos mediante diálogo y negociaciones ininterrumpidas entre los partidos de izquierda, lo que ha generado un ambiente de confianza y lealtad.

A 100 años

En 2018, la socialdemocracia europea cumple 100 años, desde que rompió con Lenin y la revolución rusa. Envejecida, parece inepta, sin energía para proponer un proyecto alternativo al capitalismo financiero transnacional y un programa propio, socialdemócrata. Mientras por su izquierda emergen nuevas fuerzas: Syriza (Grecia) en el gobierno; Podemos (España) tercera fuerza a dos puntos del PSOE y la Francia Insumisa, que superó ampliamente al PSF.

 *Periodista chileno radicado en Barcelona

 

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LA ADICCIÓN A LA INSTANTANEIDAD por Albino Gómez

| 3 diciembre, 2017

Los lectores que no hayan pasado largamente los cincuenta años desconocen lo que era dentro y sobre todo fuera del país, comunicarse con familiares o amigos a la distancia. Porque las comunicaciones telefónicas, además de ser muy caras, desconocían todavía el discado internacional directo, y aún comunicarse entre Buenos Aires y nuestras provincias, no era demasiado sencillo. Quienes vivíamos en el exterior en la década de fines de los cincuenta o durante los sesenta y mucha parte de los años setenta, se tratase de Caracas, Nueva York, Madrid o cualquier otra ciudad europea, para no irnos más lejos, tardábamos horas en obtener una comunicación telefónica y diez o quince días  en recibir cartas. Claro está, había teletipos, pero no computadoras, no existía todavía el fax, y menos aún la magia de la internet. Ni hablar de correos electrónicos o skype. Por supuesto existían las teletipos, obviamente el telégrafo, pero se trataba de elementos utilizados para los negocios, las informaciones diplomáticas  o para el periodismo. En Nueva York, yo recibía con diez días de atraso un paquete conteniendo los siete ejemplares de La Nación de la última semana. Sin embargo, lo extraordinario era que todas esas tardanzas, nos parecían normales, tanto así, que dábamos por vigente toda información que nos llegase por carta, cualquiera fuese el tema que tratase. Vale decir que una descripción sobre circunstancias diarias o hasta una declaración de amor, formulada diez o quince días atrás, para el receptar equivalía a haber sido hechas prácticamente en el momento de leerlas. Piense el lector de hoy, el requerimiento absoluto de instantaneidad que exigimos frente a cualquier pedido de información, haya sido hecho por teléfono, por mail o aún por el sistema de mensajes que utilizamos a través de nuestros  celulares. Y acepte conmigo con toda sinceridad, el enorme grado de inquietud y de ansiedad que puede causarnos la falta de respuesta inmediata a la pregunta formulada o al pedido de información requerido. Claro está que ello es debido al exponencial desarrollo en estas últimas décadas de todo lo que tenga que ver con las comunicaciones. Y esto que es absolutamente muy positivo,  teniendo en cuenta todo lo que facilita, puede tener también algo bastante negativo, de lo cual no es culpable la tecnología en sí, sino de quienes la utilizamos, por el grado excesivo de intranquilidad y de exigencia que puede llegar a crearnos, hasta hacernos vivir pendientes de la menor señal de nuestros celulares, tabletas o computadoras, desatendiendo muchas veces por ello conversaciones personales, y hasta la disminución de encuentros cara a cara –si hasta tenemos skype– porque de pronto pasan semanas o meses sin llegar a vernos con  familiares o amigos, reemplazados los posibles encuentros  por largas conversaciones telefónicas, extensos mails o infinidad de mensajes de texto. Para no entrar en esta oportunidad,  en algo muy grave, que es la superficialidad que ciertas facilidades tecnológicas han impuesto en el tratamiento de las noticias en el periodismo.

*El autor es periodista, escritor y diplomático.

 

 

 

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SOBRE NUESTRA IMPOTENCIA ANTE LOS PARAÍSOS FISCALES por Victor Prieto*

| 3 diciembre, 2017

Para no perder el sentido de la realidad -me decía un buen amigo el otro día-, lo mejor que podemos hacer es pensar con perspectiva hasta dónde alcanzan nuestras demandas de justicia social en un momento dado. Era la razonable conclusión a la que había conducido nuestra conversación sobre los llamados Paradise Papers, después de corroborar nuestro absoluto desarme discursivo ante las lógicas del capitalismo global actual. Su hegemonía se hace tan evidente que ya ni siquiera cabe contradecir lo que tiene de perverso el sistema redistributivo del Estado Social. Por arte de magia, este es ahora el espacio de resistencia contra esa revolución, aparentemente desterritorializada, que está llevando a cabo el 1% de la población mundial – verdadero sujeto nómada- contra ese otro 99% que vive encerrado en el Estado.

Es lamentable que este escenario macabro sea traducido tan a menudo como una lucha entre los ganadores y los perdedores de la globalización. Si bien es cierto que los “penúltimos” son machaconamente empujados a pisotear a los “últimos”, estos y aquellos deberían ser conscientes de que su antagonismo es el fruto de compartir un mismo espacio físico, el Estado nación, desbordado desde hace décadas por un sistema de expropiación mundial para el que se hace indispensable, sin embargo, contar con su capacidad recaudatoria.

El Estado recauda y, cada vez con menos recursos, redistribuye lo que consigue arañar a todos aquellos que no cuentan con lo suficiente como para poner su dinero a salvo en paraísos fiscales. La falta de ingresos fiscales es compensada mediante el endeudamiento público, que crece y concede verosimilitud al dogma de la austeridad. Así, los recortes en el Estado de bienestar se suman a una presión impositiva cada vez más acusada sobre los sectores sociales con rentas medias y bajas -ambas, generalmente, rentas del trabajo-, pues en lo sucesivo será necesario anteponer el pago de la deuda -que conlleva la posibilidad de mantener abiertas las fuentes de financiación- al sostenimiento de unos servicios públicos de calidad. El Estado recauda, sí, pero sobre todo lleva a cabo esa labor de estratificación social que secciona a las mayorías sociales convirtiéndolas en grupos antagónicamente enfrentados.

Cuando el tópico habla de la incapacidad del Estado para hacer frente a los desafíos del mundo globalizado, olvida (a sabiendas) la indispensable función del Estado en el sistema actual. De hecho, la gran mayoría de territorios que engloban la lista de paraísos fiscales son Estados soberanos, algunos de ellos, vergonzosamente, miembros de pleno derecho de la Unión Europea. Si el tópico dice que solo un acuerdo internacional conseguiría poner coto al movimiento desenfrenado de capitales, habría que responder que una simple llamada de la Canciller alemana de turno haría temblar de miedo a todo el Principado de Liechtenstein. Se podría decir que es una cuestión de voluntad política, pero sería más adecuado empezar a hablar de soberanía.

Para luchar contra los paraísos fiscales es necesario llevar a cabo, al mismo tiempo, una transformación radical del Estado. Esto es así porque tanto los unos como los otros forman parte del entramado de poder que da sustento al capitalismo global. El Estado extrae recursos de la sociedad que, luego, mediante los mecanismos de la deuda soberana, es probable que acaben en las redes de los paraísos fiscales y, desde ahí, de vuelta al Estado en forma de financiación en los mercados internacionales. El resultado es una transferencia de renta invertida, es decir, de las capas medias y bajas a las élites. No hay democracia, que merezca tal nombre, que aguante este exponencial crecimiento de las desigualdades. Pero, si nos atenemos a la capacidad expropiatorias de las élites, no hay tampoco, paradójicamente, Estados más consolidados que los actuales.

Es por ello que las crisis de los sistemas político-sociales de los últimos tiempos han podido convivir “pacíficamente” con una política económica inamovible. La UE es el ejemplo paradigmático de ello. El desmantelamiento paulatino de los sistemas sociales en los Estados miembros ha supuesto, en muchos casos, la quiebra de los sistemas políticos tradicionales. Pero esta quiebra, en el contexto de la UE, ha dado lugar a una recomposición coherente con la lógica de las políticas de austeridad y la intervención neoliberal de la economía. La crisis, se podría decir, ha sido resuelta mediante una desestabilización controlada de las sociedades, como si una transformación tan profunda hubiera requerido de un mínimo de desahogo social, del simulacro político en el que nos vemos hoy envueltos. Por todo ello, los continuos llamamientos a la persecución de los paraísos fiscales pecan de ingenuos si no asumen su condición de engranaje de una maquinaria expropiatoria que necesita, quizá más que nunca, del Estado. En este sentido, puesto que la realidad fiscal se encuentra partida en dos -entre ese 1% desterritorializado y el otro 99% encerrado en el Estado-, acabar con las políticas de represión salarial o una subida considerable del salario mínimo haría más contra el fraude fiscal que los impotentes llamamientos a la transparencia financiera internacional.

Todas esas fuerzas malgastadas en perseguir flujos de capitales podrían ser redirigidas al cuerpo sólido del trabajo y los salarios, en luchar, en definitiva, contra un rival que esté a la altura. Este es, visto con perspectiva, el campo de batalla más accesible para que el resultado no sea siempre una frustración tras otra.

*Graduado en Ciencias Políticas por la UCM, Máster de Estudios Avanzados en Filosofía y opositor a TAC. En Público.es, 9 Nov 2017

 

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LA METÁFORA PASCUA por Ignacio Ramonet*

| 3 diciembre, 2017

Fuente: Le Monde Diplomatique

 

La Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23) se llevó a cabo en Bonn (Alemania), del 6 al 17 de noviembre pasado. Recibió a más de 25.000 participantes, incluidas delegaciones nacionales, a representantes de unas quinientas ONG y a más de mil periodistas.

Dos temas influyeron de modo determinante en el desarrollo de la COP23: la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París (COP21) y una mayor incidencia de fenómenos potencialmente asociados al cambio climático en muchos lugares del planeta.

Que Fiyi –Estado archipiélago amenazado de desaparición por la subida del nivel del mar– haya presidido la COP23, siendo un conjunto de islas supervulnerable que acaba de enfrentarse, hace solo unos meses, al ciclón más potente registrado y con un programa muy ambicioso de despliegue de energías renovables, pone en el centro del debate los impactos, la adaptación y la mitigación desde el mundo en desarrollo, dejando en evidencia la Administración de Trump, que ha convertido a su país en el único miembro que no formará parte del Acuerdo de París a partir de 2020.

Un sentido de urgencia y la equidad como aspectos centrales del debate marcaron el entorno en que se movió esta COP23.

La cumbre concluyó con un balance paupérrimo, sin apenas progresos, y con el único consuelo de que la comunidad internacional sigue unida en la lucha contra el calentamiento global pese a la deserción de la Administración estadounidense por decisión del presidente Donald Trump. Además, en agosto pasado, Washington anunció que retiraría todos los fondos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el órgano de la Organización de las Naciones Unidas encargado de investigar el cambio climático.

Las casi doscientas delegaciones presentes en la antigua capital de la República Federal Alemana no lograron ni siquiera ponerse de acuerdo sobre los mecanismos técnicos que permitirán poner en marcha el acuerdo suscrito hace dos años en París en la COP21. Fue una cumbre decepcionante. Ahora, el peso recae sobre la próxima cumbre, que se celebrará, en diciembre de 2018, en la ciudad polaca de Katowice, situada en el epicentro de una gran cuenca carbonífera…

La cumbre de Bonn fue decepcionante también porque la mayoría de los asuntos han sido, sencillamente, aplazados. A pesar de que un número creciente de sucesos catastróficos nos recuerda cada día la gravedad del problema que, en el último año, se ha agravado al haber crecido un 2% las emisiones de CO2 a la atmósfera, tras dos años de esperanzador estancamiento. Las inundaciones en la India y Nigeria, las sequías en amplios territorios del planeta, los ciclones del Caribe y los incendios que se desataron en Estados Unidos y Europa en este 2017, sirvieron de telón de fondo. “El mar se traga aldeas, devora la costa y arruina los cultivos –declaró Timoci Naulusala, de 12 años, procedente de las islas Fiyi, en un apasionado discurso–. Las muertes por hambre y sed, el realojamiento de personas, los llantos por los seres queridos perdidos… Quizá crean que eso solo afectará a los países pequeños. Se equivocan”.

El gran objetivo de esta cumbre fallida era empezar a redactar el reglamento del Acuerdo de París (2015), pero los actores reconocieron que será preciso un empuje mucho mayor para que el documento esté concluido antes de finales de 2018. La ausencia de Washington en los debates decisivos de la cumbre, suplida en parte por numerosos representantes de la sociedad civil estadounidense, no se dejó sentir demasiado, pero muchos participantes acusaron el golpe, conscientes de que esa deserción hiere gravemente el acuerdo.

“La acción a nivel nacional está muy lejos de lo que se necesita –sintetizó Manuel Pulgar-Vidal, de la asociación WWF–. El abismo entre lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer es gigantesco”. En el mismo sentido se pronunció Wolfgang Jamann, de Care International: “Los acuerdos políticos no han abordado suficientemente la dura realidad climática a la que ya se enfrentan millones de personas”. “Nunca había visto una COP con una tasa de adrenalina tan baja”, expresó un diplomático europeo en declaraciones a la agencia France Presse. Y también muy sintomático fue el comunicado emitido por la delegación española: “En Bonn, se ha continuado trabajando para construir el Acuerdo de París y no habido retroceso en ninguno de los temas tratados…”.

Los principales escollos en las negociaciones, que se prolongarán el año que viene en Katowice (Polonia), atañían a dos asuntos clave. El primero, conocido como “Diálogo de Talanoa” (1), es la revisión de los compromisos de reducción de emisiones de CO2 que se anunciaron en París, es decir: qué criterios se aplicarán para que los países ofrezcan propuestas más ambiciosas con vistas al 2020, cuando se pondrá en marcha el nuevo tratado, puesto que las que se encuentran ahora sobre la mesa no garantizan la estabilización de las temperaturas globales, sino que las impulsan más de tres grados por encima de los valores preindustriales. En Katowice, con nuevos datos del IPCC (el grupo de expertos en clima de la ONU), se realizará una nueva evaluación colectiva de cómo están evolucionando el calentamiento global y las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero.

El segundo escollo fue nuevamente la financiación que los países industrializados destinarán para que los países en desarrollo puedan adaptarse al calentamiento global, ahora con el agravante de la ausencia de Estados Unidos, lo que podría obligar a las restantes potencias a aumentar su contribución (la Administración de Trump ya ha anunciado que no abonará su participación al llamado Fondo Verde de la ONU). En la COP15 de Copenhague (2009), se acordó que los países industrializados aportarían 100.000 millones de dólares anuales a partir del año 2020, pero los detalles de la implementación no se han precisado.

Y la urgencia es enorme: “Este año, tres ciclones excepcionalmente violentos devastaron el Caribe, las inundaciones destruyeron miles de hogares y escuelas en el sur de Asia y la sequía trajo devastación a millones de personas en el este de África –declaró Tracy Carty, jefa de la delegación de Oxfam–. Ya no estamos hablando del futuro. Los países y comunidades más pobres del mundo ya están luchando por sus vidas contra los desastres intensificados por el cambio climático”. Por su parte, Jens Mattias Clausen, jefe de la delegación de Greenpeace, añadió: “Hablar no es suficiente. Nos falta la acción. Llamamos a Francia, Alemania, China y otras grandes potencias a intensificar y mostrar el liderazgo que dicen tener. Aferrarse al carbón o a la energía nuclear y desfilar como campeones del clima mientras no se puede acelerar la transición hacia la energía limpia no es más que mala fe”.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), las centrales de carbón siguen produciendo casi el 40% de la electricidad mundial, y son uno de los principales factores causantes del cambio climático. Además, la contaminación del aire por la quema de carbón causa enfermedades respiratorias severas y otros muchos efectos nocivos para la salud.

La canciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa, destacó en su intervención, en nombre del Grupo negociador G77+China (que agrupa 134 países), que se necesita avanzar prioritariamente en el financiamiento del Fondo Verde para el Clima (FVC), que permite captar recursos financieros de los países desarrollados para que las naciones en desarrollo más vulnerables puedan afrontar las consecuencias del cambio climático. El FVC espera contar con unos 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Sin duda, uno de los grandes retos de los próximos años será avanzar en ese tema.

María Fernanda Espinosa recordó también que el planeta ya afronta las consecuencias desastrosas del cambio del clima, a través de graves inundaciones, derretimiento de glaciares, sequías, que además son amenazas para la seguridad alimentaria. Asimismo hizo un llamamiento para proteger a las mujeres, niños, niñas, migrantes y refugiados, quienes son los más afectados por el cambio climático, que calificó de “mayor amenaza global de este siglo”.

Aunque Donald Trump lo niegue, el calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono (CO2), producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema. Porque los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes, los ciclones y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán…

Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables del África Subsahariana, de Asia del Sur y del Sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de “refugiados climáticos” a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas… Las “guerras climáticas” proliferarán.

Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la comunidad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.

Por otra parte, debemos cambiar nuestro modelo económico despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente, la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y, demográficamente, estos no cesan de crecer. Somos ya 7.500 millones, y en 2050 seremos más de 9.000 millones… Lo cual complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas… Y no disponemos más que de una única Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.

A este respecto se recordó en Bonn, en reiteradas ocasiones, la “metáfora Pascua”, en alusión al desastre que conoció la isla de Pascua o Rapa Nui (Chile). A esa tierra, una de las más aisladas del planeta, llegó entre los años 800 y 1200 una expedición polinesia que quedó cortada del resto del mundo. Pequeña (unos 160km2), la isla estaba recubierta con una suntuosa vegetación, rodeada de aguas muy ricas en peces, con costas llenas de moluscos y millones de aves migratorias que allí anidaban. En unos cuantos decenios, los rapanuis se multiplicaron y desarrollaron una brillante civilización (la de los moai), que aún hoy asombra al mundo. Pero lo hicieron a base de explotar con exceso y sin precaución las riquezas de la isla. Resultado: en poco tiempo, no quedaba un árbol en la isla, ni un pez en sus mares, ni un molusco en sus costas, ni un ave en sus nidos… Cuando el escritor francés Pierre Loti visitó la isla en 1872, solo quedaban unos cientos de habitantes, “un pueblo de fantasmas, desnudos, esqueléticos y hambrientos; últimos escombros de una raza misteriosa” (2).

Con la excepción de Donald Trump, cada día quedan menos escépticos frente a las evidencias del cambio climático. Cada habitante de nuestro planeta puede constatar, en particular, estas siete realidades: 1) la temperatura global sigue aumentando (2017 ha sido uno de los tres años más cálidos de la historia desde que existen estadísticas); 2) la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos sigue en aumento; 3) la concentración de CO2 sigue acumulándose; 4) sigue subiendo el nivel de los mares; 5) la acidificación de los océanos no disminuye; 6) las capas de hielo de la Antártida siguen reduciéndose; 7) sigue disminuyendo el hielo marino en el Ártico.

En Bonn, los países más desfavorecidos exigían a los más industrializados que indicasen, con dos años de antelación, cuánto dinero iban a aportar y en qué plazos. Con el objetivo de que pudieran saber con qué fondos podrían contar. Fuentes de la delegación de la Unión Europea (UE) aseguraron que con los márgenes presupuestarios que manejan los países europeos no es factible decir, aquí y ahora –como les estaban exigiendo–, cuánto dinero van a aportar en un horizonte de diez años, si bien no ha sido la UE quien se ha opuesto a avanzar en este exhaustivo reporte, sino Estados Unidos, Australia y Japón. Por su parte, Angela Merkel se comprometió a duplicar los fondos para el clima y ayudar a los países en desarrollo para 2020, y explicitó su compromiso de ayudar a las naciones en desarrollo en iniciativas como sistemas de información climática y gestión de riesgo de desastre.

Pero los participantes se decepcionaron cuando Merkel anunció su plan para reducir la dependencia del carbón de Alemania. Alrededor del 40% del sector energético de ese país depende del carbón y, de seguir así, Alemania no cumplirá sus objetivos en materia de reducción de emisiones contaminantes para 2020. De hecho, la Unión Europea no podrá lograr su objetivo de reducir los gases de efecto invernadero en por lo menos un 40% para 2030, respecto de los niveles de 1990, a menos que cambien las políticas y redoblen sus compromisos. España, por su parte, es uno de los países de Europa Occidental –junto con Polonia y Alemania– que no ha firmado el compromiso gradual para poner fin a la producción de carbón con el año 2030 como horizonte…

En este sentido, desde el inicio, la cruzada de las negociaciones ha tenido como punto central definir cómo pueden los países más ricos ayudar a los menos desarrollados en la adaptación y en la compensación. Bajo el primer concepto entran las distintas formas de cambiar las economías para depender menos del petróleo, gas y carbón.

La tarea, ya de por sí titánica, se complicó este año cuando Donald Trump anunció que sacaba a su país del Acuerdo climático. Desde su campaña electoral en 2016, el republicano prometió esta medida. Y es que, entre otras razones, el presidente Trump considera que el cambio climático es una “mentira” fabricada por los chinos para minar la economía estadounidense…

Sin embargo, el proceso de renuncia lleva tres años, lo que convierte a Estados Unidos en un signatario hasta entonces. Por eso vino a Bonn una pequeña delegación oficial, con el secretario de Estado, Rex Tillerson, al frente. Y es que un grupo rival de gobernadores, alcaldes y líderes empresarios también estuvo presente en Bonn: la desafiante coalición norteamericana “We Are Still In”, liderada por el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en nombre del Centro de Acción Climática de Estados Unidos. Así pues, hubo dos delegaciones estadounidenses en la cumbre, lo que llevó a los expertos a preguntarse cuál era la que realmente hablaba en nombre del país y a los asistentes a preguntarse con cuál hablar…

En este contexto, los expertos coinciden en que Estados Unidos dejó un vacío en el liderazgo climático. Más allá del compromiso que muestra la Unión Europea, la lupa se puso en los dos mayores responsables junto a EEUU de las emisiones: la India y China. El primero ya asumió el desafío al hacer de la energía solar un proyecto a gran escala. Por su parte, Pekín también da indicios de no querer echarse para atrás. Con su plan para un nuevo mercado nacional de carbono, China propone poner un precio a las emisiones corporativas.

Visto el fracaso de la COP23 y la inacción gubernamental, y visto que no podemos “bajarnos del mundo” como decía Mafalda, nuestras principales esperanzas residen actualmente en las 7.500 ciudades y entidades de todo tipo, en particular centenares de asociaciones de ciudadanos, que se han propuesto avanzar por su cuenta hacia una sociedad baja o nula en carbono. Está en juego el destino de la humanidad.

———————————————-

(1) El “Diálogo de Talanoa” es importante para suplir el vacío entre el Protocolo de Kioto (vigente hasta el 31 de diciembre de 2012 y extendido por ocho años más hasta el 31 de diciembre de 2020) y el Acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020.

(2) Pierre Loti, L’île de Pâques. Journal d’un aspirant de “La Flore”, Éditions La Simarre, Joué-les-Tours, 2016.

———————————-

*Periodista español. Presidente del Consejo de Administración y director de la redacción de “Le Monde Diplomatique” en español.

 

 

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