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DICTADORES CALVOS por Luis Alberto Romero*

Ernestina Gamas | 22 febrero, 2013

 

Cuándo se dice que una persona es calva? Al golpe de vista es fácil: lo es o no lo es; o algo intermedio, como semicalva. Lo difícil es cuando la vemos cotidianamente y va perdiendo cuatro o cinco pelos por día. ¿Cuando hablamos de calvicie? ¿Al cabo de un mes? Seguramente no. ¿Luego de un año, de cuatro, de diez?

Puede pensarse, por analogía, en el caso de las dictaduras. Hay algunas que nacen como tales: un día los militares deponen a las autoridades constituidas y suspenden la vigencia de la Constitución. Todo claro. Es más difícil en el caso de gobiernos que han sido elegidos bajo un régimen institucional y que día a día van alterando las leyes o violándolas gradualmente. Como con la calvicie, para los gobernados es difícil decir cuándo su gobernante se ha convertido en un dictador.

No es exactamente una cuestión de democracia. En este campo existen distintas variantes que legítimamente se inscriben en el mínimo común denominador democrático: un gobierno que se legitima en la expresión de la voluntad, preferentemente expresada en el sufragio. Por eso la democracia exige un adjetivo que, dentro del género, precise la especie.

Están las democracias de líder, conductor, duce, führer o compañero presidente. Lo que Max Weber llamó el liderazgo carismático de masas. El pueblo, homogéneo y unánime, les entrega a estos jefes, a través del sufragio, toda la autoridad, más allá incluso de la ley; quienes disienten sólo muestran que no pertenecen auténticamente al pueblo. Por otro lado están las democracias institucionales, encuadradas en la ley, que limita a los gobernantes, y basadas en una ciudadanía plural que resuelve sus diferencias en el debate. Ambas son democracias. Cada uno elige una u otra de acuerdo con sus valores.

El problema de la dictadura es un poco distinto. El término no alude a regímenes y a legitimidades sino a los derechos del individuo y de la sociedad frente a cualquier tipo de gobierno, surgido del sufragio o de un golpe militar. Estos derechos son el fruto de una elaboración histórica que remonta a las monarquías. En la época de la Carta Magna preocupaban sobre todo los impuestos y las variadas libertades sectoriales, que no se distinguían bien de los privilegios. Luego, una idea más general de libertad se asoció con el Estado de derecho y la igualdad ante la ley. Cualquier Constitución de inspiración liberal contiene una lista de esas libertades. Hoy solemos llamarlas "derechos humanos", resumiendo la aspiración a una garantía amplia frente a la creciente presencia del Estado y, sobre todo, a su arbitrario manejo por los gobiernos.

La dictadura es lo contrario de un sistema de libertades garantizado por las instituciones. Las dictaduras militares comienzan habitualmente suspendiéndolas. ¿En que momento un gobierno surgido democráticamente, dentro de un sistema institucional, se convierte en dictatorial? Tenemos un caso extremo: el fascismo italiano. En 1922 llegó al poder por las vías institucionales correspondientes y desde allí comenzó a desmontar las instituciones y a instaurar lo que Mussolini llamaba con orgullo "el totalitarismo". En 1924, luego del impune "delito Matteotti", nadie dudó de que el Rubicón dictatorial había sido cruzado.

Nuestro país nos desafía hoy con un proceso que, aunque afortunadamente muy lejano de la forma final del fascismo, tiene alguna similitud con sus comienzos. El régimen democrático institucional, restablecido en 1983, experimentó desde 1989 un proceso de concentración del poder en el presidente. No hubo ruptura institucional, pues los avances fueron avalados por los otros poderes del Estado o resultaron de una interpretación de la ley, quizás excesiva y selectiva, que no fue refutada por ellos.

Desde el 2003 la concentración se acentuó y, además, se la ha formulado en términos doctrinarios: la mayoría electoral entrega todo el poder al presidente, que a la vez es el conductor del proyecto. Desde el 2011 el discurso contra las instituciones se ha hecho más rotundo. Muchas leyes, de propósitos diversos, han colocado en manos del gobierno nuevos instrumentos de poder, que usa para controlar a las personas y para reprimir las voces disidentes.

No son los instrumentos de entreguerras –policías políticas o grupos partidarios intimidantes o punitivos–, aunque algo de eso se esboza. Pero los servicios de inteligencia del Estado tienen un aire de familia con aquéllos. Y una institución por definición virtuosa, la agencia recaudadora fiscal, ha sido convertida en instrumento de intimidación. Son ejemplos de una lista que cada uno sabrá ampliar.

El gobierno aplica sus instrumentos de intimidación sobre dos categorías extensas: quienes pueden perder su puesto en la administración pública y quienes pueden perder un negocio en el que interviene el Estado. Y también con cualquiera que se le cruce, sea un agente inmobiliario o un prestigioso actor. Los avances sobre los medios de comunicación y la Justicia son muy conocidos y combinan la presión y la extorsión con un discurso que hace de la democracia un instrumento para la unanimidad.

En suma, un régimen cuyo fundamento democrático no puede discutirse avanza más allá de lo que podría denominarse autoritarismo democrático. ¿Se cruzó el umbral que lo separa de la dictadura? ¿Cuándo? No tengo respuestas a esas preguntas, como no la tiene quien ve, a lo largo de diez años, cómo una persona pierde día a día una pequeña porción de su pelo.

Algunos creen que este gobierno todavía está contenido por las instituciones y que éstas, en definitiva, marcarán los límites. No confían en el Parlamento pero sí en la Corte Suprema. Otros lo ven lanzado al futuro, sin nada que perder, sin frenos ni límites ni contrapesos, decidido a arrasar con quien quiera limitar la autoridad del conductor.

No es fácil definir por dónde pasa exactamente el Rubicón: la línea tras la cual es ya  imposible hablar de "democracia autoritaria" y hay que empezar a hablar simplemente de dictadura, o de "cesarismo democrático", como se decía a comienzos del siglo XX. Son procesos, y las palabras y los conceptos están hechos para hablar de cosas estables. Así como los hombres se van quedando calvos, los gobiernos se van poniendo dictatoriales. No sabemos en qué estación de su camino está el nuestro hoy pero presumimos hacia dónde va, a menos que alguien lo detenga.

(*) Profesor de Historia. Investigador. Miembro del Club Político Argentino

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DEMOCRACIA, DESARROLLO Y SISTEMA DE DEFENSA por Dr. Ing. Luis Clementi *

Ernestina Gamas | 22 febrero, 2013

 

 

Recientemente, un importante medio nacional señaló que “Inglaterra teme un ataque en Malvinas y una acción hostil argentina” y, debido a ello, el Ministerio de Defensa del Reino Unido, preparó un “plan de contingencia” para reforzar el patrullaje en las Islas Malvinas y muy especialmente, a la luz del Referéndum que realizarán los isleños entre el 10 y 11 de marzo próximo, entre los 1500 habitantes en condiciones de votar en las islas (votarán sobre si desean o no (?) mantener su estatus político como territorio de ultramar del Reino Unido). En realidad es triste, pero “el plan de contingencia” suena como un halago para la Argentina, aunque  evidentemente, es fuego de artificios porque ellos saben que nuestro país está indefenso, a pesar del capital humano y compromiso de las Furzas Armadas, pero sin una política de Estado “positiva” y recursos materiales que sustenten una mínima capacidad disuasiva. En contraste, Brasil y Chile por ejemplo, mantienen una permanente actualización de sus capacidades y una férrea política de apoyo y desarrollo de sus sistemas de defensa.

 

Desde el advenimiento de la democracia en 1983, el sistema de defensa argentino atraviesa una lenta agonía. No les fue mejor a los sistemas de justicia, de educación, de salud, de seguridad, de generación de riqueza y de progreso social. En realidad todavía no sabemos qué es la democracia ni hemos vivido en ella, porque pareciera que se apoderó de la Argentina una asociación ilícita que convirtió en cenizas el sueño de millones de argentinos.

 

Nuestra democracia está muy enferma, pero la democracia se cura con más y mejor democracia, y entiendo que ello será posible si cada uno de nosotros asume su rol de ciudadano y toma un verdadero compromiso con nuestro futuro. Los argentinos ansiamos superar el “tiempo de las promesas” y comenzar a ver la concreción de los principios enunciados en el preámbulo de la Constitución Nacional. No se puede continuar agrediendo y marginando a ningún sector y se debe reestablecer la paz y la concordia nacional.

La dirigencia nacional debería actuar con sabiduría con el propósito de alcanzar, por fin, la “unión nacional” y la “integración y el desarrollo” de la República Argentina, y de profundizar los lazos de cooperación estratégica y política con América del Sur y el resto del mundo, para lograr el bienestar material y espiritual de cada pueblo, permitiéndole a cada individuo disfrutar de una vida digna y de un futuro próspero para él y su descendencia, sin caer en el infantilismo de desconocer los peligros y amenazas que perturban a todas las sociedades y a la seguridad internacional. Para ello, es indispensable consensuar a nivel político un conjunto de políticas de Estado y respetarlas, dándole continuidad en el tiempo a la gestión de políticas públicas.

 

La paz y la seguridad mundial dependen de la cordura y sensatez de su dirigencia, aunque a lo largo de la historia humana la paz nunca dejó de ser una utopía inalcanzable. El grave cuadro estratégico internacional, caracterizado por una alta inestabilidad, desigualdades estructurales y la aparición de nuevas amenazas a la seguridad, requiere claridad en el pensamiento estratégico, herramienta indispensable para diseñar una concepción global de la seguridad, que vele por la defensa de los objetivos nacionales e intereses vitales y estratégicos de nuestro país.

 

Para reestablecer un eficiente sistema de defensa, es imperioso adoptar decisiones políticas en forma urgente. Para ello, especialmente los partidos políticos y la dirigencia nacional en general, deberían tomar conocimiento de la situación actual del sector y del pronóstico, y generar las respuestas que debe ofrecer la democracia a los ciudadanos que confiamos en las instituciones.

 

Está en juego nuestra supervivencia, y la Argentina no puede continuar anclada en el pasado. Debe superarse la chatura, la mediocridad, la corrupción y la impunidad que se viene imponiendo en nuestro país desde hace varias décadas. La ausencia de ejemplos y de grandeza está a la vista de quien la quiera ver. Se debe humanizar, institucionalizar correctamente, profesionalizar la gestión política y la administración de la cosa pública, y para ello se requieren líderes de calidad. La calidad implica poseer una escala de valores trascendentes, que esté asentada sobre los principios de un hombre de bien, para poder ejercer con autoridad moral una actividad pública que solo debe perseguir el bienestar general de la sociedad. Calidad implica también respeto al mérito, es decir, estudiar, prepararse o rodearse de los mejores en cada disciplina. Esta es una de las principales virtudes de un líder: saber impulsar y motivar a profesionales de excelencia para realizar cada tarea, aprovechando de cada uno el máximo potencial. El término profesional no implica poseer títulos ni pergaminos especiales, implica idoneidad, calidad humana, preparación y experiencia. Lo ideal sería contar con líderes, dirigentes y cuadros técnicos que transitaran con alternancia el circuito virtuoso que relaciona a la universidad, la actividad privada y la función pública, tal como ocurre en muchos países desarrollados. La buena política implica rodearse de buena gente. Decía José Ingenieros: “De seres sin ideales ninguna grandeza esperan los pueblos”. Lograr esta transformación es el gran desafío que tienen los partidos políticos, si verdaderamente aspiran a servir a la comunidad y desenvolverla en una democracia republicana, representativa y federal. Por ello en la renovación de los cuadros hay que estimular la presencia de argentinos cultos, idealistas y comprometidos con el destino común y de grandeza que alguna vez soñaron las pasadas generaciones.

 

Los cambios se avecinan y la dinámica global viaja a velocidades fantásticas. Debemos generar en los partidos políticos líderes de calidad, porque peligrosamente en nuestra región se viene imponiendo la idea del “cesarismo democrático”, que en 1919 postulara el venezolano Laureano Ballenilla Lanz, y ya existen, en varios países del área, ejemplos de intentos de reelecciones indefinidas que solo lograrán profundizar, aún más, las debilidades de nuestras democracias y la postergación del desarrollo de todo su potencial como naciones soberanas.

 

En nuestro país, enfermo de mala política, subdesarrollado, donde se asignan prioridades presupuestarias a partir del clientelismo político, resulta “casi lógica” la destrucción de la educación, de la salud, de la justicia y de cualquier otro sistema, como lo es también el ensañamiento especial con la agonía prolongada y muerte del sistema de defensa y el ataque constante y permanente a los miembros de las Fuerzas Armadas, sin medir las consecuencias que tienen en el presente y que sin duda tendrán para las generaciones futuras.

Existe demasiada hipocresía. El terrorismo de Estado y el terrorismo subversivo tuvieron como primera víctima a un gobierno constitucional, y la destrucción del sistema de valores no comenzó con el Proceso de Reorganización Nacional. De ninguna manera justifico o acepto la forma de actuar de la dictadura militar, pero no se puede construir la verdad sobre un pilar de mentiras.

 

En 1992, el Dr. Arturo Frondizi presentó un libro titulado La Nación Argentina y sus Fuerzas Armadas. Allí planteó una serie de consideraciones que aún hoy conservan plena vigencia, algo que es propio solo de un gran estadista. Pero hay que reconocer que el escenario actual es muy distinto y más negativo. Resulta increíble que Argentina, dotada de recursos naturales y humanos y con riquezas tangibles e intangibles capaces de convertirnos en grandes productores de todo lo que el mundo necesita, sufra el deterioro constante y permanente de su situación, por la ausencia de un compromiso superador de los intereses personales de algunos “vivos” y por el poco compromiso social, de responsabilidad individual y colectiva, para generar un proyecto común.

 

Deseo señalar la importancia política que tiene para una sociedad moderna el sistema de defensa, y lo grave de desarmar unilateralmente a nuestro país, continuar con nuestras fronteras permeables a todo tipo de agresiones y dejar librada a su suerte a nuestra sociedad. Además, destacar la profunda necesidad de contar con un proyecto nacional superador que apunte a la concreción del fantástico potencial nacional, consensuar las aspiraciones y necesidades de todos los sectores sociales y generar un modelo de producción y distribución de riqueza. No se puede distribuir lo que no existe y no se pueden implementar políticas sin contar con los recursos necesarios para ellas. El espíritu militar y el compromiso de mujeres y hombres que están dispuestos hasta a ofrecer sus vidas y dan a la sociedad mucho más de lo que reciben, por lo que constituye un mensaje de esperanza, las palabras que en su momento expresara el Dr. Arturo Frondizi al personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, en actividad y en retiro[2]:

 

[…] a pesar de todas las contrariedades deben tener:

·         Conciencia plena del papel fundamental que están obligados a desempeñar en la defensa de la Nación Argentina, no solo como brazo armado, sino interesándose en los problemas espirituales y materiales del país.

·         Subordinación a las normas constitucionales, pero exigiendo el respeto debido a la Institución.

·         Unidad y disciplina férrea en cada fuerza y unidad monolítica entre ellas.

·         Como fuerza, en conjunto e individualmente, cada uno de sus integrantes, cualquiera [que] sea su grado, debe superar la guerra sicológica que se lleva a cabo para desprestigiarlas y debe sentirse orgulloso de su condición militar.

 

Existe abundante y excelente material publicado sobre el sistema de defensa argentino y su relación en el contexto regional. Mi deseo, es solo brindar una mirada política y contribuir a que se entienda la gravedad de la situación que atraviesa.

 

  

* Director del Centro de Estudios Nacionales – Fundado por el Dr. A. Frondizi en 1956

* Miembro de Número del Consejo Argentino de Estudios Jurídicos, Económicos y  

  Sociales.

* Ex Director de la Maestría en Transporte – Universidad del Ejército Argentino

 

 

 

 

 

 

 


[1] Tomado de La Nación Argentina y su Sistema de Defensa- Luis Clementi – Proventus- 2009

[2] Frondizi, La Nación Argentina y sus Fuerzas Armadas.  

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AUSCHWITZ: MOTIVOS PARA LA MEMORIA por Esteban Lijalad *

Ernestina Gamas | 19 febrero, 2013

 

AUSCHWITZ: MOTIVOS PARA LA MEMORIA por Esteban Lijalad*

 

Esteban
gracias por tu mail. el texto que me enviaste me conmovió y te felicito por tu sinceridad, y la forma en que lo escribiste.Fue un gusto conocerte y sigamos en contacto
saludos
Jack

(Jack Fucks, sobreviviente del Holocausto)

 

 

Una recorrida por los foros de la web y los textos de diversos sites, me ha hecho reflexionar seriamente sobre el error en que viví hasta ahora.

Yo creía, ingenuamente, que se había cometido una tremenda injusticia contra los judíos durante la segunda guerra. Y creía que dicha injusticia la había cometido el régimen nazi y, debo confesarlo, creía también que dicha injusticia fue…comprendida, ¿avalada? por alguna parte del pueblo alemán. Esto último siempre revulsionó mi conciencia democrática, porque hasta cierto punto esto suponía una agresión, una acusación a una comunidad, un pueblo, exactamente lo mismo que yo condenaba en el caso de la matanza al pueblo judío. ¿No estaba yo matando al pueblo alemán al acusarlo de complicidad con el exterminio a los judíos? ¿No era yo, no en acto aunque si en potencia un exterminador, un antigermánico, un propiciador de la “solución final al problema…alemán”?

Es por eso que, cautamente, guardaba esos sentimientos.

Lo innegable para mi era que un régimen político, el nacional-socialismo, había imaginado, planeado, ejecutado y ocultado la más cruel, masiva y discriminada matanza de la Historia. Un plan siniestro que condenaba a la muerte por gas, fuego, hambre, frío o fusilamiento y por el solo hecho de pertenecer a una etnia, a todos sus miembros: hombres, mujeres, ancianos, niños, enfermos o sanos, locos o cuerdos, buenos o malos.

Una afrenta que la Humanidad no perdonaría jamás.

 

Qué equivocado estaba, por Dios!

En realidad las cosas no fueron así, las cosas nunca son fáciles ni claras, ni evidentes, nos insinúan ahora los bienpensantes.

 

Primero. ¿Existió tal masacre? Me dicen que es casi un invento, un imposible técnico: dilapidar tantos recursos en un plan tan inútil para la marcha de la guerra de Alemania contra los aliados. Exageraciones creíbles porque, en efecto, los judíos habían sido objeto real de persecución en la Alemania de la preguerra y no gozaban de la simpatía del régimen. Pero de ahí a pensar en un plan de exterminio, hombre!…

Lindo argumento. Casi lo compro. Me imagino así a todos los primos de mis padres y sus hijos y nietos vivos, felices, en algún lugar de Ucrania o de Moldavia, algunos llamándose quizás como yo, Stefan Lijalad o Carl Mordcovsky. Decenas de familiares desconocidos pululan en Europa del Este ingenuamente, sin saber lo preocupados que estamos los primos americanos por su suerte. Algo tontos los tipos ¿no? Pudieron habernos avisado ( “Estamos bien, vivos, todas mentiras aliadas…”), pero seguramente perdieron la agenda con los teléfonos.

 

 

Segundo. Si realmente ocurrió ¿ por qué exactamente debe ser condenado el régimen nazi? Muchos ven la cuestión desde un punto de vista diferente. Veamos.

Todo crimen es condenable, incluyendo el que cometieron los judíos asesinando a Cristo, o los que cometen a diario contra los palestinos.

Toda muerte, todo asesinato es condenable, sigue el argumento, independientemente de la cantidad de víctimas. En ese sentido, los asesinatos nazis son tan condenables como cualquier matanza (los asesinatos de los norteamericanos contra los indios, de los holandeses contra los indonesios o , nuevamente, la de judíos a árabes).

Toda muerte violenta es igualmente condenable: por ejemplo la que cometen millones de mujeres abortando.

En fin, no hay nada especial en el exterminio a los judíos que organizaron los nazis; forma parte del aciago patrimonio de la humanidad.

Por otra parte, los judíos asesinando a palestinos no se diferencian en nada de sus victimarios de ayer, así que TODOS ESTAMOS A MANO. Lamentable lo de Auschwitz, pero no muy distinto a Sabra y Chatila .

 

Ni la cantidad de víctimas ni los motivos son, entonces, argumentos válidos para condenar a los nazis.

¿Será posible, interrogo yo tímidamente entonces, condenar el método?: ¿No parece especialmente cruel tomar a un grupo de familias, por ejemplo, de la comunidad judía romana, en 1944, separar a hombres de mujeres y niños, meterlos en vagones de carga sin ventilación; hacer que sus excrementos se acumulen los cinco días de viaje; bajarlos en una estación gritándoles órdenes en un idioma incomprensible; separar a los que bajan en viejos y enfermos, y hombres sanos; llevar a estos últimos a hangares de desinfección, marcarlos, raparlos y mandarlos a unas barracas, mientras sus mujeres y niños no sufren ninguna de esas vejaciones sino que son introducidos sin mayores explicaciones en unos baños públicos para darles una ducha de desinfección, que termina con sus gritos bajo la lluvia de gas que sale de los grifos? ¿No hay algo DISTINTO, esencialmente prehumano o extrahumano en el sistema, en su planificación meticulosa? (Imaginemos al ingeniero encargado del diseño de las duchas, al químico buscando la fórmula del gas que más rápido acabe la escena de las duchas, a los constructores pensando en el modo más veloz de deshacerse de cientos de cadáveres, en fin). ¿No hay algo parecido al mal absoluto en el reciclaje de los muertos: pelos para hacer colchones, grasa humana para jabones, dientes de oro para el Tesoro del Reichbank?

 

 

Son estas, claro, solo preguntas de un ignorante de los vientos que corren.

Cada pueblo- nos insinúan- tiene modos de expresión y defensa de sus valores. El liderazgo nazi interpretó que el sentir de su pueblo era la limpieza étnica de Europa y ejecutó ese deseo oculto de generaciones germánicas. En un contexto como ese: ¿podemos juzgar a Hitler con nuestros valores de occidentales actuales?

“¿Y por qué vamos a hacerle (nos grita Izquierda Unida de España) el juego a los sionistas imperialistas masacradores de los palestinos? Que conmemoren “ellos” los sesenta años de la liberación de Auschwitz.”

 

Guau. Confieso que estos argumentos me dejan casi sin palabras para contrarrestarlos. Suenan casi ciertos. El problema es que son tan inmorales como sus autores, divulgadores, exégetas o promotores. Condenan al ser humano a un destino letal, amargo, seco como las órdenes de un Kapo del Lander, un destino que no vale la pena ni imaginar. Ocultan un cocodrilo enorme y cruel detrás de decenas de pequeños cerdos y nos dicen: “¿ven? Somos todos iguales! Que vamos a hacer, quizás algún día el Hombre mejore…Mientras tanto no les quitemos a los neonazis el derecho a la libre expresión. Y que los judíos dejen de rascarse la herida, porque, como dice Saramago, “YA no les tenemos más simpatía por lo que les pasó”

 

Qué tonto, yo.

Sigo creyendo que Auschwitz no es una anécdota cruel, un exceso, el caso extremo de una conducta común y habitual. Creo que fue un resultado de dos mil años de prédica antijudía.

desde el púlpito, de cientos de años de consolidación de una cultura xenófoba en la Alemania “antiliberal”, nacionalista y conservadora; de cien años de búsquedas de “soluciones finales al problema judío”, de cincuenta de los siempre populares “Protocolos de los sabios de Sión”; y por último creo que Auschwitz fue producto de una decisión implementada por el movimiento “ nacional y popular ” germánico, con apoyo del pueblo en su conjunto, en un delirante ejercicio de crueldad masiva, eficiencia e hipocresía.

Recordar sin pausa, siempre, como una letanía, el horror nazi no es hacer el juego a ningún otro horror: es prevenirse permanente y constantemente, saber señalar que donde no hay límites, la conciencia civilizada debe ponerlos; saber que un pueblo puede asesinar a otro, que un niño puede ser convertido en jabón en nombre del interés de una nación, religión, raza o ideología.

Auschwitz nos obliga a repensar los límites de lo humano, ni más ni menos. Auschwitz no "le pasó a los judíos" como pretende Saramago: le pasó a la Humanidad entera, poniendo en cuestión el concepto mismo de “lo humano”.

Creo, para terminar, que hay valores universales y que estos valores no pueden ser suspendidos por causas ideológicas, por razones de estado o “para defender la Revolución”.

Creo en la vieja -¡ oh ingenuo!- Declaración de Derechos del Hombre de 1789 porque creo en el Hombre, como proyecto. No creo que sea un ser absurdo que vino a matar o morir en Auschwitz, o en un Gulag, en un autobus de Tel Aviv, o en un campo de muerte de Pol Pot, en Bagdad , en las hogueras de la Inquisición o en las Torres gemelas. Vino a ser un pequeño dios, un creador de vida – hijos, ideas, bienes-, un constructor de cada instante de su paso por la vida, angustiado siempre por la muerte que le espera al final del camino, pero aun así con fuerzas para el optimismo.

 

Addenda

 

Esto fue escrito hace unos años. Debería ahora actualizarlo, tomando en cuenta algunas novedades. Primero, la explícita campaña antisemita en Venezuela. Segundo, el vergonzoso acuerdo entre  Argentina e Irán.  

 

Sabemos que el antisemitismo es multiforme. Puede acusar a los judíos de ser subhumanos, o de ser demasiado inteligentes, de inventar el capitalismo, o de inventar el comunismo. De ser como nazis con los palestinos, de ser fundamentalistas religiosos, de querer atacar a Iran , de dominar los medios, las finanzas, el espectáculo, la literatura, la música, la ciencia. De tener demasiados premios Nobel, de inventar armas secretas, de manipular a los gobiernos a su favor. Detrás de cada exceso o injusticia, el antisemita siempre encuentra a un judío.

Lo que no explican los antisemitas es como los judíos , teniendo tanto poder, hayan sufrido tantos exterminios, desde las Cruzadas, que ensayaban matando judíos antes de llegar a Jerusalén en manos islámicas; la Peste Negra de 1348 – la mitad de los judíos europeos asesinados- ; las masacres españolas de 1391 -50 mil asesinados- ; las expulsiones de Inglaterra, Francia y España; los pogroms zaristas; los 150,000 judíos asesinados por el Ejercito Blanco en Rusia; el holocausto nazi; las campañas antisemitas de Stalin; el acoso árabe desde 1947; la bomba en la Embajada de Israel en Argentina; la bomba en la AMIA, etc.

La derecha  siempre fue muy clara respecto de los judíos: eran el pueblo que desconoció a Jesús, el que lleno al mundo del vicio capitalista, el que inventó la democracia para corroer el orden medieval, el enemigo a vencer.

La izquierda nunca tuvo demasiada simpatía por los judíos, desde la “Cuestión Judía”, libelo en el que Marx afirma que “el único Dios de los judíos es el dinero”, hasta la popular identificación de judío= capitalista. Sin embargo los principales cuadros de la izquierda fueron judíos, esperanzados en que la liberación de la humanidad de las cadenas implicaría la liberación de los judíos de sus propias cadenas. Participaron activamente en la Revolución Rusa, al punto que surgió una nueva identificación: Bolchevique= judío, idea especialmente utilizada por Hitler.

Israel significó la ruptura definitiva entre izquierda y judaísmo: la URSS, Cuba, China siempre condenaron a Israel y apoyaron activamente a los palestinos. De allí surgió la ultima identificación: Israel=Nazis.

El populismo latinoamericano- tributario tanto del fascismo como del socialismo- siempre ha hecho activa campaña contra Israel. Pero nunca se animó a atacar “a los judíos”. Por el contrario, hasta se declara opositor al antisemitismo.

Pero ahora ha surgido una novedad.  En Venezuela, el que fuera candidato opositor a Hugo Chávez, Henrique Capriles Radonski es un judío.

Esta condición personal suya se convirtió en eje de la campaña sucia del chavismo contra el oponente.

Como se podía leer en los editoriales de la prensa chapista (Como aporrea.com) , “Nuestro enemigo es el sionismo, representado por Capriles”. “El sionismo maneja el 80% de la economía mundial”, etc.

La vieja calumnia del Poder Judío- tan excelentemente divulgada por los “Protocolos de los Sabios de Sión”, una creación de la policía zarista-  revivió en Venezuela.

“Venezuela o Judíos”,  es la consigna; “Socialismo o Sionismo”; “Patria o Cosmopolitismo”; “Haga patria, no vote a un judío.”

Se apeló a la extensa literatura panfletaria antisemita para intentar destruir a Capriles. Se tocaron todas las cuerdas: capitalistas, dueños de la economía, explotadores del Tercer Mundo, asesinos de árabes, nazis, racistas, antipatriotas, conspirativos.

El Socialismo del siglo XXI se enfrenta al fin con el Enemigo Judío. Será una batalla épica. Por fin las cosas estarán claras. Se caen todas las caretas: antisionismo es antisemitismo.

 ¿Qué dirán los tantos judíos simpatizantes del chavismo: los Feinmann, Verbitsky, tantos progresistas que reprueban el Holocausto, pero se niegan a creer que el antisionismo es antisemitismo?

Esto empalma ahora perfectamente con lo que sucede en nuestro país.

La cuestión de la AMIA apartaba a Argentina del redil chavista, era la única mancha que afectaba o diferenciaba a chavismo de kirchnerismo. Cristina dio el paso: con el Acuerdo con Irán,  Argentina se integra, feliz, al Eje Antioccidental que componen Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y el resto de los gobiernos bolivarianos de la región. Ya Timerman acusó a la DAIA de hacerle el juego “a un país que quiere luchar contra Irán, no negociar”, en obvia referencia a Israel. Es Irán el que amenaza con destruir a Israel, no al revés.

Es cierto que así pierde el apoyo de la comunidad judía argentina, pero esto en términos electorales es poca cosa, unos doscientos mil votos.

También es cierto que muchos judíos apoyan a este gobierno o lo integran, pero ahí no hay problemas. Verbitsky, Spolzky, Alperovich y su mujer, Timerman, Filmus, y otros ya han optado por la identidad kirchnerista y han tirado su identidad judía a la basura.

D`Elía, al fin, respira tranquilo: su larga militancia pro- Irán será seguramente recompensada.

* Sociólogo e investigador cultural 

 

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PAPABILE por Albino Gomez *

Ernestina Gamas | 12 febrero, 2013

 

Tal vez fue por una de esas locuras místico-religiosas que tenía una vieja tía mía muy beata, pero el hecho es que siendo yo chico, me metió la idea en la cabeza. Ella me decía, en secreto: “Cuando seas grande, vas a ser Papa”. No papá, sino Papa. Además, me hacía jurar que guardaría ese secreto aun dentro de la familia. Al morir, dada su reconocida bondad y generosidad, hubo general consenso de que se había ido al Cielo, y no pude volver a hablar del tema con nadie más, guardando la debida fidelidad a mi sagrado juramento. Sin embargo, hice algunas averiguaciones, enterándome por ejemplo, que el eventual cumplimiento de aquel vaticinio, no requeriría que fuese sacerdote –para lo cual no tenía vocación- ya que un laico podía ser elegido Papa. Como tampoco había recibido instrucciones de parte de mi tía en ningún sentido, y no estaba previsto que yo hiciese o dejase de hacer cosa alguna, entre otras -de las que pueden mencionarse- me casé y tuve hijos, sin dejar de pensar por cierto, en cómo se las arreglarían oportunamente los cardenales del caso, cuando decidieran hacerme Papa, a mí, laico, casado, con hijos, no teólogo, un tanto escéptico, heterodoxo en materia religiosa y con algunos defectos más que no es del caso ahora señalar, toda vez que la Constitución dice que nadie está obligado a declarar contra sí mismo. Pero el problema sería de ellos y no mío. No obstante, el transcurso del tiempo y mi inserción en la vida profesional y social, me crearon obligaciones, hábitos y goces que yo no estaba dispuesto a abandonar. Incluso, si me eligieran Papa, se presentarían problemas de índole práctica, como el qué hacer con mi familia en pleno Vaticano… ¿Tenerla allí en calidad de qué? ¿Y mis amigos, y mis cosas cotidianas y corrientes…? ¿Debía llegado el caso abandonarlo todo: carrera, profesión, familia, amigos, habitat, las callecitas de Buenos Aires que tienen ese no sé qué…viste?

Para colmo de males, lo digo en este solo sentido, volví a casarme y a tener más hijos, esta vez mujeres. Es decir que mis circunstancias eran cada vez más complicadas. Así las cosas, y dicho con todo respeto, si bien no me afectó mucho la muerte de Pío XII, me puso en cambio al borde del colapso la del queridísimo Juan XXIII, no sólo por su personalidad, sabiduría y bondad, sino porque en ese momento yo ya estaba lo suficientemente crecidito, y temí que no obstante mi todavía subsistente juventud, aquella sucesión recayera en mi modesta persona. Fue así que durante días no pude pegar un ojo hasta que la fumata develó el misterio y apareció Paulo VI, a quien consideré, fuera de toda duda, como mi salvador personal…¡Qué alivio! Sólo deseaba que Dios le diera una muy larga vida y un provechoso Papado. Pero por si algún lector duda sobre la seriedad de mis temores o la solidez de su fundamento, permítaseme recordarle que Paulo VI, por ejemplo, había nacido un 26 de septiembre, como yo, vale decir que la cosa había andado muy cerca. Luego, cuando murió Paulo VI, nuevamente volví a sufrir lo indecible, y mucho más que la primera vez, porque sentí que el mero transcurso del tiempo me hacía más difícil aceptar tal eventual responsabilidad, no sólo por las razones personales de mera comodidad y no querer cambiar de vida y hábitos, sino también por el encomiable temor de que la decisión de elegirme a mí, Papa, pudiese implicar la pérdida de la fe por parte de millones de fieles.

Que no fuera a ocurrir que muchos pretendieran ver en mi elección los primeros signos de la cercanía del Apocalipsis, con la posible confirmación de esa historia de los falsos profetas, etc. etc.

El hecho fue que cuando se produjo la muerte de Paulo VI, yo vivía en Washington D.C. donde me desempeñaba como corresponsal de un importante matutino de nuestra Capital. Me pasaba las horas frente al televisor esperando las noticias vinculadas a la famosa fumata, que parecía no llegar más. Estaba solo en mi departamento, las manos transpiradas, sin fuerza, extenuado, habiendo perdido ya tres kilos de peso, cuando de pronto, se produjo la fumata y el tradicional ¡ Habemus Papa!. Muy conmocionado escuché su nombre: ¡ALBINO! … ¿ No recuerdan ustedes que Juan Pablo I se llamaba Albino? (Albino Luciani). Yo no supe nada más, claro está, porque escuché ALBINO y me desvanecí. Cuando me recobré, no sé si después de horas o de minutos- seguramente minutos – , gracias a Dios vi la imagen de un ALBINO sonriente, que no era yo, y que saludaba desde el famoso balcón Vaticano al Pueblo de Dios. Lloré de emoción, de agradecimiento y de felicidad. Pero me duró tan poco esa paz, apenas unos días … Después, por veinte años viví –con muchos sobresaltos- pendiente de la salud y de la seguridad de Juan Pablo II. Y después de las de Benedicto XVI, que después de siete años se le ha ocurrido renunciar el 28 de febrero…

Es decir: no tengo paz ni descanso. 

* Albino Gomez,: Escritor, periodista y diplomático

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MIGUEL DE UNAMUNO, MENTE PROTESTANTE Y CORAZÓN CATÓLICO, por Albino Gómez*

Ernestina Gamas | 12 febrero, 2013

 

Semblanza del filósofo vasco, autor de Del sentimiento trágico de la vida, al que Borges considraba el mejor “escritor de nuestro idioma”

 Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, obteniendo la calificación de Sobresaliente a sus diecinueve años. Al año siguiente, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, en la que anticipa sus posturas contrarias a las pretensiones y afirmaciones extravagantes del nacionalismo vasco de la época.

El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño, y quien le dio ocho hijos. Pasa los meses invernales dedicado a la preparación de unas oposiciones para una cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, que obtiene. Y en 1901 es nombrado rector de dicha Universidad.

En 1914 el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones políticas, convirtiéndose Unamuno en mártir de la oposición liberal. En 1920 es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras.

Condenado a dieciséis años de prisión por injurias al Rey, la sentencia no llegó a cumplirse. Y en 1921 es nombrado vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera hacen que éste lo destituya nuevamente y lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924.

El 9 de julio es indultado, pero él se destierra voluntariamente a Francia; primero a París y, al poco tiempo, a Hendaya, en el País Vasco francés, hasta el año 1930, año en el que cae el régimen de Primo de Rivera.

A su vuelta a Salamanca, entró en la ciudad con un recibimiento apoteósico y la República lo repone en el cargo de Rector de la Universidad salmantina. Sin embargo, el escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su exilio…— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse.

No obstante, en 1935 es nombrado ciudadano de honor de la República. Pero fruto de su desencanto, expresa públicamente sus críticas a la reforma agraria, a la política religiosa,a la clase política, al gobierno, a Azaña…

 

Vivencias

 

Al iniciarse la guerra civil, apoya inicialmente a los rebeldes, pero sin embargo el entusiasmo por la sublevación muy pronto se torna en desengaño, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca.

Y ya entonces se arrepiente públicamente de su apoyo y en los actos de celebración en Salamanca del "Día de la Raza" el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad, tras una serie de discursos Unamuno criticó duramente la rebelión, sentenciando al final: "Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir.

Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta para firmar el decreto de destitución de Unamuno como rector.

Ahora hagamos una breve aproximación personal e intelectual al autor de “Del Sentimiento Trágico de la Vida” y de “Vida de Quijote y Sancho”, entre tantos otros estupendos ensayos, novelas (nivolas), obras de teatro y poemarios que produjo durante su riquísima vida intelectual.

Pero menciono esos dos títulos porque fueron los que tuve la suerte de leer cuando tenía 17 años, es decir cuando, tal vez por la edad, uno adhiere a algo o a alguien de una manera total, o lo rechaza del todo.

Obviamente, yo adherí de manera absoluta a ese extraordinario pensador y mi admiración intelectual por él no menguó a pesar del paso de las décadas, de todo lo vivido y leído desde entonces. Y creo que dichos textos deberían ser de lectura, si no obligatoria, al menos muy recomendada a los jóvenes en el último año de la enseñanza secundaria, como una escuela de autenticidad de vida, de integridad ética y de pensamiento.

Mucho se ha escrito sobre Unamuno, y no puedo dejar de mencionar el valioso ensayo de José Ferrater Mora, el de Ezequiel de Olaso (“Los nombres de Unamuno”), y el excepcional trabajo “El drama religioso de Unamuno” del padre Hernán Benitez, quién decía de don Miguel que tenía un corazón católico y una cabeza protestante.

 

Influencias

 

Así también me llamó mucho la atención su admiración por Kant y por Kierkegard, que lo llevó a estudiar nada menos que el danés, más su respeto y compasión por Spinoza, de quien decía: “Como a otros les duele una mano o un pie o el corazón, o la cabeza, a Spinoza le dolía Dios. ¡Pobre hombre!”

Pero a él también le dolía Dios.

Vestía con un ascetismo tal que le bastaba un traje color azul de corte clerical, que nunca se supo si fue el único, y unos zapatos bajos. No fumaba ni bebía. Se bañaba de madrugada, con agua helada. A las ocho de la mañana, invariablemente, daba su clase de griego, sin seguir ningún programa, apegado al fervor por el texto, y al terminar, contestaba su correspondencia, que no debió ser poca si se considera su anhelo de saber y decirlo todo.

Dice Hernán Benítez que cuando comenzó el estudio de Unamuno creyó que se las iba a ver con un sofista de peligro, con un nihilista solapado, con un calamburero tal y como lo pintan tantos libros y articulos escritos en los últimos años (década del 40 al 50). Pero a medida que avanzaba en el estudio, se fue persuadiendo de que la verdad era todo lo contrario. Y agregaba Benítez, que hombre de una pieza y honrado como el que más, por amor a la verdad, don Miguel había peregrinado por todos los caminos de la sabiduría, tragándose montañas de papeles, llamando a todas las puertas del saber, mendigando luz, más luz, como Goethe moribundo.

Por las noches, leía y escribía sus artículos y relatos. Aprendió idiomas para leer los textos sin mediar traducciones, y eso lo llevó a estudiar latín, griego, inglés, alemán, italiano y, como antes dijimos, hasta el danés para leer a Kierkegaard. Fue asimismo lector asiduo de Ibsen, Melville, Leopardi, y se dueñó de Cervantes. Pero también conocía muy bien la literatura latinoamericana, sobre la que quiso preparar un volumen dedicado a sus fervores principales: Bolívar y Sarmiento, entre otros.

Borges, que siempre dijo que Ortega era un hombre que pensaba bien pero que escribía mal, en un artículo publicado en El Hogar en 1937 afirmó de Unamuno , que era el primer escritor de nuestro idioma, calificando a “El sentimiento trágico de la vida”, como punto capital de las letras hispanas.

Como Ortega y como Nietzsche, Unamuno fue también un filósofo asistemático. Para él la filosofía estaba en el orden de las preguntas y no de las respuestas, que suelen cambiar con los siglos, de acuerdo a gustos o hallazgos.

 

Final del camino

 

Por eso supo desde su juventud que su filosofía no sería escéptica ni dogmática y que respondería, ante todo, a un método de cuestionamiento que pondría en la vida el valor supremo.

En lugar de avalar la razón, Unamuno legitimó el dolor existencial de la duda.

Epistemológicamente atribuía a la verdad una condición pragmática: "Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello…". Verdad no es aquello en sí sino lo que en cada hombre está siendo de modo transformador. Dentro de este orden, la inmortalidad sería la recompensa por el encuentro personal con la verdad.

Los últimos días de su vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó Unamuno bajo arresto domiciliario en su casa de Salamanca, y ya viudo, en un estado de resignada desolación, desesperación y soledad. Para morir el 31 de diciembre de 1936, a los 72 años. Como pocos había amado hasta el delirio su tierra, su lengua, su historia, su Dios…En su lápida alguien se atrevió a plasmar estas líneas: "Méteme Padre Eterno en tu pecho / misterioso hogar / dormiré allí pues vengo deshecho del duro bregar"

 *Albino Gómez: periodista, escritor y diplomático

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ACUERDO CON IRÁN – NO SEÑORA, ES UN ERROR por Dante Caputo para Perfil

Ernestina Gamas | 11 febrero, 2013

Las dudas de AMIA y DAIA. Los peligros de votar en el Congreso un memorándum que plantea muchos interrogantes. La versión que circula en la prensa de Teherán. Los pasos en falso del canciller Timerman.

Por Dante Caputo 9/02/13º- 10:51

 

09/02/13 – 10:51

El memorando de entendimiento con Irán sigue en el centro de la discusión política. Luego de algunos cambios de posición, tanto DAIA como AMIA expresaron su oposición al texto acordado, pidiendo que se ampliaran y aclararan algunas de sus partes. Una reciente encuesta hecha entre los miembros de la comunidad judía –la séptima más importante del mundo– muestra un fuerte rechazo a la creación de la comisión de la verdad con Irán. Curiosamente, los representantes de los partidos políticos estuvieron, casi todos, durante esta semana, en el silencio. Con la excepción de algunas personalidades de la oposición como la diputada del GEN Margarita Stolbizer o la señora Elisa Carrió, entre otros pocos, el resto no pareció enterarse del tema. Quizá la triste táctica de hacer silencio para no pagar costos electorales fue la que se impuso a la obligación de opinar. También pudo haber sido por desconocimiento o por las múltiples tareas que exige la preparación de la campaña electoral. Este no fue el caso de la Presidenta, quien presentó extensamente sus argumentos y anunció el envío al Congreso del texto firmado en Etiopía para su aprobación.

De esta forma, se transformará en ley el acuerdo con Irán. Como mencioné el domingo pasado, así se cambiará la naturaleza del compromiso asumido por el Gobierno: dejará de ser una obligación del actual Poder Ejecutivo para pasar a ser una obligación de la nación argentina. Volver atrás será difícil e internacionalmente costoso. En cambio, Irán, hasta hace poco el malo de la película, podrá mostrar su acatamiento a la palabra dada y a sus obligaciones internacionales. Sería un lamentable final para una dolorosa historia.

Ninguna de las sugerencias o pedidos que se trasmitieron al ministro Timerman fueron recogidos. Tal como sucede con los tratados, no se tocó ni una coma. Creo que hay pocas posibilidades de que el proyecto de ley sea rechazado. Por un lado, el oficialismo cuenta con el número de legisladores necesario para la aprobación, y, por otro, el silencio de la oposición no parece complicar el objetivo del Gobierno. Esta evolución dibuja un panorama preocupante sobre el estado del sistema institucional de la Argentina. El Gobierno ignora el reclamo de los principales interesados y la oposición no los representa.

Habría sido natural, en una democracia sana, que un asunto controvertido como éste fuera materia de discusión y esclarecimiento. Tenemos los mecanismos para hacerlo como la interpelación a los ministros. Habría sido un excelente síntoma de la salud republicana que el señor Timerman compareciera en el recinto de la Cámara de Diputados y del Senado para aclarar, responder, en fin, debatir, ante la audiencia de todos los argentinos. Más aún, habría sido mucho mejor que su presentación se debiera a su propia iniciativa y no a una citación del legislativo. Si Héctor Timerman está convencido que su política es la adecuada, ¿qué razón hay para no defenderla? Incluso si la defendiera con éxito, no debería menospreciar el rédito político que le daría su decisión de explicar y debatir públicamente.

Debo decirle, lector, que imaginé que podríamos ver en estos días dos hechos políticos. Una oposición reunida en torno a una cuestión que no negaría ninguna de las naturales diferencias de los grupos que la componen, explicando a la sociedad de qué se trata. Esa oposición se habría expresado diciendo “vamos paso a paso; primero conozcamos bien qué implica este acuerdo, discutámoslo. Nos negamos a aprobar un acuerdo que no precisa ser ley”. Esa misma oposición, sin prejuzgar sobre el fondo de la cuestión, habría sido útil para sus representados si hubiese promovido la interpelación del ministro.

No se está discutiendo un tema marginal. Nuestro debate es sobre la agresión de un país extranjero al nuestro, ¿qué otra cosa es, si no, lo que sucedió con Irán, Hezbollah y la AMIA?; sobre la necesidad de asegurar que se haga justicia por el asesinato de 85 personas; sobre la sospecha de que el acuerdo con Irán responda a intereses comerciales; es, en fin, sobre el acto arbitrario de un Poder Ejecutivo que no explica a sus ciudadanos qué hace y por qué lo hace. Además, a medida que pasan los días, hay razón para que nuestras inquietudes aumenten.

En casos como éste es necesario prestar una especial atención a las distintas versiones del texto. El documento en inglés, que es el que se usaría en caso de controversia, puede aclarar algunos temas centrales que en la versión en castellano generan dudas. Por lo tanto, es conveniente que los miembros del Congreso estén seguros de que cuentan con todas las versiones. Votar sin la versión inglesa es una irresponsabilidad.

Otra práctica útil es leer los diarios de Teherán. Allí, quien se interese se podrá enterar de detalles que en la Argentina no se mencionan o, en todo caso, apenas se sugieren. Fíjese en este párrafo de la edición del 4 de febrero del Tehran Times: “El memorando también da la posibilidad de hacer preguntas a la persona acusada en la reunión que tendrá lugar en Teherán […] Algunos comentadores expresaron su preocupación en el sentido de que el Poder Ejecutivo ha excedido sus límites e interferido en cuestiones judiciales […] y pudo haber violado los derechos individuales”.

“Como la reunión tendrá lugar en territorio iraní, la ley de Irán prevalecerá y un juez iraní presidirá la reunión. Pero desde el momento en que las personas no han sido acusadas por un juez iraní, (el presidente) no tendrá permiso para hacerles preguntas. Finalmente, resulta claro que nuestra diplomacia ha sido cuidadosa en la preservación de los derechos individuales durante las negociaciones del memorando de entendimiento”.

“Esta es la razón por la cual el texto dice ‘nada en este acuerdo afectará los derechos de los individuos otorgados por ley’. De acuerdo con la ley iraní y a la constitución iraní, los ciudadanos iraníes sólo pueden ser llamados a comparecer y a ser interrogados por una corte competente iraní sobre la base de una evidencia firme”.

Además de la fina discusión sobre la preservación y respeto por los derechos individuales, que en Irán se asemeja a un relato fantasioso, los argumentos jurídicos y las citas del artículo parecen ciertos. En todo caso, merecerían ser considerados con cuidado antes de que la guillotina caiga sobre la Justicia.

¿Cómo se torna compatible la afirmación de la Presidenta diciendo que ahora se destraba el funcionamiento de la causa con la frase citada: “los ciudadanos iraníes sólo pueden ser llamados a comparecer y a ser interrogados por una corte competente iraní”?

Ayer se conoció la decisión de un grupo de legisladores de realizar un encuentro para expresar su oposición al acuerdo. También se supo que el ministro visitaría la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado para informar, no para ser interpelado en el recinto. Sin duda, ésta no es una movilización ni la apertura de un debate, pero son señales que pueden anticipar un cambio de rumbo. Suficiente para volver a soñar un poco.

Mientras tanto, sigue inhallable la versión inglesa del memorándum. Ni en Buenos Aires ni en Washington se puede encontrar. Este es el texto que vale y que dará mayor precisión a una redacción equívoca y ambigua, que da la posibilidad que las partes “aclaren” en el sentido que les conviene.

 

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HIPOCRESÍA DE ESTADO – LA TRAICIÓN DEL PACTO CON IRÁN por Alfredo Leuco para Perfil

Ernestina Gamas | 11 febrero, 2013

Aprovechó las fisuras internas entre religiosos y laicos, la inexperiencia política de algunos y la complicidad de otros y logró que un fragmento de la colectividad le diera su bendición al acuerdo que Héctor Timerman firmó en Etiopía. Un canciller no judío tal vez no se hubiera atrevido a tanto. 


Suele pasar. Carlos Menem no hubiera podido desguazar al Estado y dejar a miles de trabajadores en la calle sin la complicidad e incluso el empuje de jerarcas sindicales traidores que se pusieron el neoliberalismo al hombro y que hoy todavía merodean a CFK y aplauden en sus actos.
No es mi intención comparar la magnitud de los acontecimientos, pero el ADN conceptual de Ahmadinejad y el de Hitler es idéntico en cuanto a su objetivo de exterminar al pueblo judío. De hecho el líder iraní es repudiado mundialmente por negar la Shoa. La ignora porque no puede celebrarla como le gustaría. 

Vale recordar que en los campos de concentración se apeló a colaboracionistas, luego llamados “judenrat” (en la fonética alemana), para que facilitaran aún más la ejecución del genocidio.

La verdad dicha con toda crudeza es que el gobierno argentino abandonó el objetivo de buscar la verdad, el juicio y el castigo a los culpables del mayor atentado terrorista de la historia argentina que borró de la faz de la tierra a 85 personas. Tiene la necesidad política de realinear ideológica y comercialmente a su modelo. 

Hacer borrón y cuenta nueva. Para no gastar este año la friolera de 12 mil millones de dólares, necesita la energía que ofrecen Venezuela e Irán, de su rol en la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo) y de sus inversiones, incluso para que Pdvsa participe del proyecto de YPF en Vaca Muerta. Eso se llama fomentar negocios y no luchar contra la impunidad. En el volantazo argentino hay más conveniencia que convicciones.

Irán, aislado del planeta democrático por sus violaciones a los derechos humanos, su humillación a las mujeres y por su plan nuclear con fines militares, hace mucho que eligió América latina como cabecera de playa. Por eso, Cristina le ordenó a Timerman que les tirara este salvavidas llamado “Comisión de la Verdad”, una forma de disfrazar lo insultante del hecho para los muertos en la calle Pasteur que, como todo el mundo sabe, queda en nuestra patria, en el barrio del Once y no en Teherán.

Vertical y funcional con la conducción estratégica del bloque bolivariano a cargo de Hugo Chávez, Rafael Correa y los hermanos Fidel y Raúl Castro, el gobierno argentino tuvo que olvidar lo antes posible los reclamos que con valentía tanto Néstor como Cristina habían hecho en la ONU. Y recurrieron a la misma medicina de la hipocresía de estado que tan buen resultado les dio hasta ahora. 

Proclamar un objetivo retórico al que nadie puede oponerse (descongelar la causa AMIA, democratizar la comunicación, combatir la burocracia sindical, hacer un país más equitativo y tantos otros) para, en la práctica, hacer todo lo contrario. En cada caso y también en el del acuerdo con Irán, muchos sectores ingenuos apoyaron lo que el Gobierno “dijo” y luego se sintieron burlados en su buena fe por lo que el Gobierno “hizo”. Algunos colocan la trampa y otros la denuncian. Es verdad que con el actual estado de cosas, Irán jamás iba a entregar a los sospechosos y mucho menos a quien hoy es el jefe de la defensa y la seguridad del estado teocrático. 

Pero en poco tiempo vamos a comprender que por el camino del Pacto de Etiopía, la verdad y la Justicia estarán mucho más lejos todavía. ¿Creen algunos argentinos judíos o no, ingenuos o cómplices, que “el mejor regalo que recibí en mi vida”, como lo calificó Luis D’Elía el día de su cumpleaños, es bueno para combatir el terrorismo y el antisemitismo más repugnante resucitado por ciertos populismos que se dicen de izquierda con la excusa de combatir al imperialismo yanqui y al gendarme sionista de Israel?

¿Desde cuándo D’Elía, vocero fáctico iraní, celebra con euforia lo mismo que la DAIA? ¿Cristina y Timerman son estrategas tan brillantes que lograron semejante milagro? Es verdad que en el crimen masivo de la AMIA no murió ningún ciudadano israelí, pero sólo un ignorante o un malintencionado puede simular que no tienen nada que ver la institución judía víctima de la bomba (o la propia embajada) con Israel, el estado que dio cobijo en su exilio a Jacobo Timerman.

Los impunes que perpetraron la matanza caracterizan a la AMIA y a otras entidades judías de la diáspora como grupos de apoyo cultural y económico de Israel. ¿Qué quiso decir Cristina con su tuit: “Histórico, porque jamás permitiremos que la tragedia de la AMIA sea utilizada como pieza de ajedrez en el tablero de intereses geopolíticos ajenos”? ¿Ella también piensa –como Chávez, Fidel o D’Elía– que Israel y los EE.UU. ejercen el terrorismo de Estado contra los países árabes? Sería bueno que se expresaran al respecto. Porque no solamente compartimos el podio de la mayor inflación mundial con Venezuela.

La Presidenta varias veces manifestó su hermandad con Chávez y fue una de las primeras en festejar su recontra-reelección: “Tu victoria también es la nuestra.” Ayer se reveló que el 14% de los seguidores de Cristina en Twitter son venezolanos y que comparte más de 523 mil followers con el comandante del que nada se sabe respecto de su salud. Ni la propia CFK que fue a Cuba pudo verlo.

Hasta en eso, cada día se parecen más los modelos de ambos países. Son construcciones unipersonales y caudillescas, con poco respeto por las instituciones republicanas y que necesitan reformar las Constituciones porque su talón de Aquiles es la ausencia de herederos políticos. “Danger” podría tuitear. Porque nadie es eterno. Ni siquiera Cristina. Always

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YA TIENE PRESUPUESTO EL PUEBLO por Luis Alberto Romero*

Ernestina Gamas | 4 febrero, 2013

 

Quienes estaban preocupados por la salud moral de nuestro pueblo y por la debilidad de su identidad histórica pueden quedarse tranquilos: el Instituto Nacional del Revisionismo Histórico "Manuel Dorrego" ha sido incluido en el presupuesto nacional, con una dotación de siete millones de pesos para este año.

No creo que hasta ahora estuvieran desprotegidos. Seguramente la lapicera del jefe de Gabinete, siempre generosa en estos casos, los venía dotando de la ayuda necesaria. Sin duda lo hacía Aníbal Fernández, puesto que él mismo integraba el Instituto. En cuanto a Abal Medina, pocas dudas caben, si se tiene en cuenta la prontitud con que acude en ayuda de universidades amigas –con pocos alumnos pero muchos gastos–, necesitadas de refuerzos de urgencia. Una migaja de lo que reciben haría las delicias de la Universidad de Buenos Aires.

Pero ahora el Instituto ha dejado de depender de esas medidas circunstanciales. En esta patria dadivosa –hasta los verdaderos historiadores profesionales participan de su generosidad–, ya tienen su ventanilla propia –su teta, podría decirse– en el presupuesto nacional. Ya están en la "patria subsidiada".

¿Quiénes integran el Instituto? Una heterogénea armada de autodenominados historiadores (mi amigo y maestro, Leandro Gutiérrez, utilizaba para estos casos la palabra "runfla"). Que no han debido pasar por ninguna prueba de aptitud profesional rigurosa. Que en el mejor de los casos, aprendieron a los ponchazos algo del oficio. Que no distinguen la investigación de la militancia o de la literatura. Que suponen que hacer historia es escribir una mala biografía, con pocos datos, mucha imaginación y generalmente poca gracia. Confieso mi pecado: una vez acepté presentar en público uno de esos productos.

Sobre todo, un grupo de gentes que –si la historia fuera como la medicina– serían acusados de ejercicio ilegal de la profesión. No lo es, y es muy bueno que así sea, porque el pasado es de todos y todos tenemos derecho a contarnos y a contar nuestra historia. El problema no está en ellos sino en el Estado, que es consciente de la especificidad de la práctica científica. El Estado sostiene y legitima las instituciones académicas: un Ministerio de Ciencia y Técnica, un conjunto de universidades, donde mal o bien hay concursos, y sobre todo un Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas donde los filtros de idoneidad y calidad están cuidadosamente establecidos.

En el Conicet, quien aspira a ingresar como becario, recién concluidos sus estudios universitarios, ya debe haber dado a la comunidad académica pruebas de su capacidad: artículos en revistas con sistemas de arbitraje o presentaciones en jornadas científicas. El Conicet no sólo evalúa la producción, algo eventualmente subjetivo, sino que estudia las revistas científicas y asigna a cada una un peso, de acuerdo con su calidad y rigurosidad.

Al cabo de cinco años, los becarios habitualmente concluyen su doctorado y su tesis es evaluada por un tribunal calificado. También han publicado varios artículos y desarrollado otras actividades académicas. En ese punto, los mejores de ellos ingresan a la Carrera del Investigador Científico, cuidadosamente escalafonada, donde año a año (cada dos, cuando son mayores) pasarán por evaluaciones, más rigurosas cuando se trata de promociones. Esto no garantiza la genialidad, pero sí una profesionalidad básica y una dedicación efectiva. Así se construye un sistema científico.

En los últimos años, los ajustes presupuestarios tuvieron como consecuencia una reducción en el número de ingresos a la Carrera. Jóvenes doctores de impecables antecedentes, con varias publicaciones, desempeño docente y todo lo demás, escrutados y juzgados ya una docena de veces, no han logrado ingresar en ella. Candidatos inobjetables, aprobados en todas las instancias de evaluación, fueron descartados por razones presupuestarias. Algo muy injusto desde lo personal, pero sobre todo absurdo desde el punto de vista de un Estado que invierte en la formación de investigadores que luego no puede ocupar.

Reconozco que esto es inevitable. Cualquier presupuesto tiene sus límites. Pero esos siete millones de pesos bastaban –a ojo de buen cubero– para incorporar a algo más de treinta investigadores: bioquímicos, ingenieros, médicos y, por qué no, algunos historiadores. Treinta vocaciones frustradas. Treinta cuadros científicos desperdiciados.

¿Por qué? Porque el gobierno ha resuelto subvencionar a un grupo de seudohistoriadores, que pretenden practicar "otra historia", cuya función será, simplemente, adornar el "relato" oficial. Un relato al que cabe la vieja frase sobre la religión: "Es el opio de los pueblos". Por eso comencé tranquilizando a quienes se preocupan por el pueblo: habrá más mistificación y menos pensamiento crítico. Plata bien gastada para el gobierno. Pésimo negocio para el país y para el pueblo.

(*) Historiador. Investigador principal del Conicet

 

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