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EL FLAUTISTA DE HAMELIN por Ernestina Gamas*

| 29 noviembre, 2016

 

“Y entonces entró… el más extraño personaje que se puedan imaginar……. El pelo le caía lacio y era de un amarillo claro, en contraste con la piel del rostro que aparecía tostada….. es que he venido a ayudarlos….
 

No nos dimos cuenta o la mayoría no se detuvo a contemplar el rumbo que tomaba el  comportamiento individual y colectivo de las últimas décadas. Antes de los años 90 no había Internet para consumo masivo. Al poco tiempo ya nos manejábamos con el correo electrónico… Es difícil darse cuenta cuando se está en medio de  la vorágine: globalización, avances tecnológicos, acontecimientos  que   se empujan unos a otros  con niveles de aceleración nunca antes imaginados. Durante esa década el pensamiento filosófico estaba embriagado de “post-modernidad”, crítico del racionalismo, detractor de ideologías y  de compromiso social.

Cinco siglos antes de nuestra era, el filósofo presocrático Heráclito de Éfeso, después de largas observaciones dijo: “Nada es permanente, sólo el cambio”.  Pudo detenerse y tuvo tiempo de cavilar frente a la naturaleza para desarrollar su teoría de los contrarios “No comprenden cómo lo divergente converge consigo mismo: armonía de tensiones opuestas, como el arco y la lira”.

Hoy el mundo ha roto su armonía y  muestra un aspecto sin noción de conjunto y tan provisorio que ni Heráclito podría haber sido ser capaz de imaginar. Resulta una paradoja que en el tiempo de la globalización, de la híper conectividad, lo que más  ha crecido es el individualismo, la aislación y la incertidumbre. En el tiempo de la  comunicación vertiginosa hasta la forma de  relacionarse ha cambiado. Amigos virtuales diseminados en la red, con una proximidad engañosa, distante. Relación pobre en alteridad, donde el yo se encuentra comunicado pero  aislado, fundamentalmente solo consigo mismo.  Las noticias de distintas partes del mundo llegan en tiempo real y  apabullan  impidiendo  la perspectiva  para la observación, para  una evaluación más crítica de los acontecimientos.  Las relativas certidumbres que se habían alcanzado en un mundo que parecía próspero, han estallado dejándonos desamparados. El proyecto de trabajo y de familia  tiene que ser rearmado constantemente a lo largo del tiempo de vida, produciendo un desarraigo constante. Sólo lo resisten  personas de “identidad flexible” que se adaptan o enloquecen.

El capitalismo, generador de riquezas, pudo después de la segunda guerra distribuir  bienestar, asistencia social, capacitación,  derechos laborales y posibilidad de que cada generación estuviera mejor que la de sus antecesores. Fue como un espejismo. Porque un fenómeno presagiado por  Marx empezó a cumplirse: La inexorable  capitalización del capital y con ello la desigualdad en su distribución  ha venido  tendiendo   a incrementarse cada vez más rápido, sin piedad.  La mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico. Prevaleció “la lógica del capitalismo financiero en general y de la banca de inversiones en particular con una mirada  miope y orientada al corto plazo. Su objetivo es acelerar las tasas de circulación de capital a cualquier precio de tal manera que erosionan las condiciones para las inversiones estratégicas a largo plazo “reales” y productivas”. (Hartmut Rosa- Alienación y Aceleración –Katz 2016) 

Desde hace décadas, las fábricas se  deslocalizan y se reubican en pos del máximo rendimiento y de los salarios más bajos. Se mudan sin mirar atrás. No sea cosa que les alcance la maldición bíblica que alcanzó a la mujer de Lot.  Esta mayor “eficiencia”, resultado de  la automatización y  digitalización, condiciona la cantidad y calidad del empleo porque la robotización  reemplaza los brazos,  en otro momento imprescindibles. Además las máquinas no se sindicalizan. Van dejando en el camino mano de obra con retribución  depreciada u ociosa,  necesidades insatisfechas, en muchos casos las más elementales.

En algún lugar virtual se acumulan y se concentran los medios que antes estaban disponibles de manera tangible para calmar el deseo. Porque  el individuo de la modernidad  tardía, se lanzó a un consumismo exacerbado y ya no tolera la frustración. Poseer da poder y aleja el miedo.  Alguien vino a arrebatarle el paliativo para la ansiedad. 

Es entonces cuando  aparece el vendedor de ilusiones, líder inescrupuloso que acusa al “otro”, “el diferente”, “el extranjero”, de haberse instalado adentro y afuera para  frenar la rueda y para desalojarlo de su fantasía de progreso.

Faltaba el  salvoconducto  para que eclosionaran sentimientos potenciales, dormidos o acallados por los resabios del imperativo kantiano: «Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”. Da lo mismo. Hace falta un enemigo culpable para neutralizar al súper yo dejando al yo a merced de sus pulsiones,  para justificar   expresiones misóginas, discriminatorias, xenófobas, bestiales. Violentas.  Moral kantiana y súper yo neutralizados. Total: es en defensa propia.  El enemigo es imprescindible para cohesionar  cualquier  organización  fascistoide.

El miedo, el resentimiento por la desigualdad, por la pérdida de bienestar encolumna a la gente detrás del líder salvífico, como siguieron los niños al  Flautista en Hamelín.  La historia no es nueva pero hay que conocerla. El siglo XX tuvo algunos ejemplos, algunos atroces.  Pero ninguno escapó  de escenarios violentos.

Trump, es un emergente más y asoma con todo su peligro. Supo cómo canalizar detrás de  sus slogans la frustración de grupos humanos de identidades rígidas, postergados por la nueva lógica distributiva. Así como  Berlusconi, ambos personajes soberbios que supieron amasar  cantidades obscenas de dinero, compran voluntades y mujeres que consideran  como  objetos de uso. Eso en vez de rechazo, produce fascinación.   

Sus seguidores, seducidos por el encantamiento de sus promesas, sin demasiada educación, desencantados, se fanatizan y van detrás del embrujo. No tienen capacidad de análisis al recibir  mensajes sin complejidad que repite un líder que se les parece. Trump es un patán inculto y grosero aunque rodeado por un halo de magnificencia y que  conoce el negocio  del marketing  del reality show. Además peligrosamente narcisista.

En su loca mentira, promete un mundo del pasado imposible de recuperar. Para quienes vienen  de frustraciones, sin saberlo irán hacia otras. El odio que pregona no puede traer más que violencia. Trump  sabe que el mundo está gobernado por especuladores financieros y trasnacionales que no permiten el retroceso. Él es uno de ellos. El peligro que se nos presenta ahora es que a los estados los gobiernen los “locos”  

No es un fenómeno aislado. En Europa florecen los mismos discursos  exacerbando  pasiones  violentas contra cualquier intruso.  Replegarse sobre nacionalismos superados es una idea romántica para grupos humanos alienados por una profunda distorsión de la relación del sí mismo con el mundo. Como si poner rejas en una casa protegiera de las goteras.

 “Postverdad” llaman ahora a esta “modalidad en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”: Relato maniqueo sobre globalistas y nacionalistas.  

En este  estado  de cosas, la única manera en que puede sostenerse la mentira es a través de la violencia, uno  de los tantos efectos colaterales que se ciernen sobre la humanidad desconcertada.  Un  sendero de sentido único que no muestra la mano de retorno. Asoman en las expresiones más diversas, sostenidas por fundamentalismos y megalomanías que en su ceguera no explican su in-humanidad.

Un mundo demasiado veloz para los que quedaron rezagados, sin ideología pero apegados a fuertes creencias y formatos religiosos, para quienes no existe el compromiso social sino la seguridad que da integrar la masa.

…..yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres ….. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo…. De pronto se paró. Tomó la flauta y se puso a soplarla……”  (Fábula alemana documentada por los hermanos Grimm

Los hechos están sólo parcialmente planteados. Tenemos al flautista y encolumnada una masa  que lo sigue. No sabemos hacia dónde van ni en qué punto cesará el embrujo

*escritora y directora de con-texto

 

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SOBRE LA MARCHA DEL 18 DE NOVIEMBRE   por Paula Frondizi*

| 20 noviembre, 2016

Lo que viví hoy en la desconcentración de la marcha multisectorial por la emergencia social…Al salir de mi trabajo tuve que caminar desde Plaza Lavalle hasta Lima y Chile para tomar la combi que me llevaría a Luján que, justamente como consecuencia de la marcha, no podía partir de su parada habitual. Caminé muchas cuadras  por la ancha avenida entre los manifestantes que se desconcentraban. Íbamos en la misma dirección. Yo hacia mi parada, ellos en busca del micro que los llevaría de vuelta a su casa. Donde serán sus hogares? Cómo serán? Cómo vivirán?  Vi muchas mujeres jóvenes con niños pequeños e incluso muy pequeños en sus cochecitos. Habían tenido que seguir a sus madres que habían acudido a esa marcha por dinero como si  se tratara de un trabajo. Vi mujeres de mayor edad, y se que, a pesar de  no ser tan mayores, eso parecen. Su aspecto deteriorado, sus cuerpos deformados por la gordura… De qué se alimentarán? Vi hombres delgados, enjutos, envueltos en una fealdad…existencial. Todos ellos son una parte de nuestra sociedad. Quizá la más sufriente, la más abandonada, ignorante y marginada. La que ha sido doblegada con el fin de ser manipulada como títeres por poderosos que los han comprado por migajas para usarlos a su conveniencia. No he visto violencia en sus rostros ni en sus gestos salvo algunas excepciones. Como es mi costumbre he sonreído y saludado a los niños que seguían de prisa a sus padres. Me miraban con sus ojitos serios y me seguían con la mirada porque a pesar de todo se producía entre nosotros un contacto humano…de corazones. Esta tarde he estado entre personas cuyos rostros están marcados por la desesperanza, por una  existencia mísera en todo sentido, seres que sobreviven día a día en condiciones que no me animo siquiera a imaginar. Esta tarde he sonreído por no llorar. A veces, enfrentada a situaciones tan desopilantes es así como reacciono. Sin embargo, al llegar a casa y recordar lo vivido siento una profundísima tristeza que me ha llenado de lágrimas. Porque vi encarnada en esa pobre gente mucho del mal que se ha hecho durante años en un país como el nuestro: rico, abundante, generoso, tierra pródiga y prometida de tantos de nuestros ancestros. Me siento avergonzada y triste. Esta noche lloro por ti Argentina.

                                                                                          Luján, 18-11-2016.

*La autora es antropóloga y cantante.

 

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TRUMP, EL HUEVO DE LA SERPIENTE por Fernando López Agudín*

| 14 noviembre, 2016


 Fuente:Publico.es

Si nos atenemos a la definición clásica de fascismo– una dictadura abierta, descarada, asesina y terrorista del capital financiero– no parece muy riguroso hablar de la entrada de un fascista en la Casa Blanca, pero sí es indiscutible que acaba de anidar en el despacho oval el huevo de la serpiente. No es la voluntad política de los sectores populares y clases medias estadounidenses, pero sin la candidatura de Sanders, que ha sido retirado con las malas artes habituales de los Clinton, no han tenido otra opción que votar a quien denuncia el status quo desde la derecha extrema. Dependerá ahora de la movilización social el que sea posible aplastar el embrión antes de que la cabeza de la víbora rompa el cascarón del huevo que la cubre, siempre y cuando Donald Trump no logre sortear las contradicciones de la insurrección electoral que lo ha llevado a Washington.

Donald Trump simboliza el hundimiento del estalinismo de mercado en el principal estado del capitalismo. Ese intento de borrar el estado, la patria, la soberanía, la regulación y la democracia– protagonizado por una élite cosmopolita seducida por la utopía del ultraimperialismo de las multinacionales– se resquebraja ya tanto en los Estados Unidos como en toda Europa. La crisis de 2007, como ocurrió con la de 1929, ya no puede seguir siendo cargada solo sobre las únicas espaldas de la inmensa mayoría de ciudadanos. O la izquierda da una respuesta progresista o la derecha da una respuesta reaccionaria. En la historia no existen callejones sin salida. Allí donde las fuerzas populares no pueden ofrecer una salida, la acaban ofreciendo los poderosos. La utopía del mercado termina hoy como terminó ayer la utopía contra el mercado.

El dominó del estalinismo de mercado se derrumba ficha a ficha en los principales estados del más allá y del más acá del oceáno Atlántico. Pieza a pieza, elecciones tras elecciones, estos estalinistas van cayendo una tras otra. Los pueblos votan en su contra, los estados rechazan los acuerdos o uniones que los subordinan al poder financiero y los ciudadanos exigen volver a la regulación de los mercados. Ante los ojos de una izquierda oficial, desconectada de los intereses populares, partidos y líderes de la derecha extrema dirigen esta rebelión social. Toda esa Europa alemana– nunca ha sido una Alemania europea– respira prefascismo en el este como en el oeste. Salvo en Grecia y España, donde Syriza y Unidos Podemos la encabezan, un amplio abanico de partidos de la derecha extrema avanzan sin encontrar resistencia alguna.

La derrota de Clinton, con un historial delictivo muy difícilmente superable, es un torpedo en la línea de flotación de los poderosos. Ni los republicanos, que no han podido impedir la candidatura de Trump, ni los demócratas, que no han podido impedir la victoria de Trump, salen indemnes de este estrepitoso fracaso. El bipartidismo, como en otros tantos países, sale herido de muerte. Los medios de comunicación, una mera caja de resonancia de los intereses de los más poderosos, más desprestigiados e inútiles que nunca. En ese grave pecado de obstaculizar la candidatura de Bernie Sanders, que hubiera podido derrotar a Trump, llevan la penitencia que hoy solo empiezan a pagar. Antes de sumarse a esta respuesta democrática, han optado por facilitar el camino a la respuesta reaccionaria con la vana esperanza de reconducirla.

Los dóberman ya no son más que perros de papel. No solo no muerden sino que ni siquiera asustan. Ese intento de enganchar a todo el electorado popular con el espantapájaros de Trump se ha revelado ineficaz al romperse el consenso social que lo sostenía desde la II Guerra Mundial. Esa lucha de clases que los ricos dicen desarrollar contra los ciudadanos, según la expresión utilizada por uno de los más poderosos estadounidenses, cortocircuita toda tentativa de imponer un candidato ad hoc que evite que se vea la pezuña a la mano invisible del mercado. Ya no cuela desviar la atención de los humillados y ofendidos de la tierra. Si hace ocho años coló un hombre de color, hoy no ha colado una mujer. El escenario político es ya un ring, donde al sonar el gong electoral, los segundos son expulsados del cuadrilátero.

Que Clinton se haya llevado todas las bofetadas destinadas al payaso Trump abre el camino a la recuperación de una alternativa progresista en los Estados Unidos. Bernie Sanders no responde a una mera máquina electoral que solo emerge cada cuatro años. El amplio movimiento juvenil, sobre el que se ha sustentado, va a ser el esqueleto de esta potente nueva izquierda nacida al calor de la candidatura vetada por los jerifaltes del Partido Demócrata. Tanto si Trump cumple con sus compromisos racistas– con los inmigrantes– como si incumple los mercantiles o bélicos– el final del TTIP o la reconversión de la OTAN por no hablar de Siria– va a verse enfrentado a una potente oposición popular. Así quienes hoy lloran lágrimas de cocodrilo por Clinton, lloran realmente por que se está gestando una izquierda en los mismos Estados Unidos baluarte de los estalinistas de mercado.

 

*Fernando López Agudín, periodista, nació en Melilla en 1943. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.

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EN ESTADOS UNIDOS LA  GUERRA CIVIL AÚN NO TERMINÓ. Entrevista exclusiva a Noam Chomsky en el MIT por  Federico Kukso*

| 14 noviembre, 2016

Fuente Other News

 En su doble faceta de lingüista y crítico del poder, Noam Chomsky analiza a fondo el ascenso de Donald Trump, las características de la sociedad y el sistema político estadounidenses y las amenazas que asoman detrás de la creciente conectividad.

Noam Chomsky está solo. Sin guardaespaldas, asistentes, secretarias o una estela de estudiantes y admiradores que lo acompañen, el lingüista de 87 años abre la puerta con timidez y mira a ambos lados en busca de una cara conocida. Uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y de lo que va del XXI ingresa en la oficina E19-623 del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) en Cambridge. Con un jean gastado y un sweater gris oscuro, luce cansado. Se sienta, cruza las manos y, flanqueado por un té, aguarda con calma.

No sonríe. Chomsky está preocupado. Sabe que el sorprendente ascenso de Donald Trump abrió heridas en un país tan complejo y contradictorio como Estados Unidos.

—¿Cómo explica lo sucedido en los últimos meses en el campo político norteamericano?

—Trump es muy hábil a la hora de incitar el miedo. Si uno observa a los que apoyan a Trump, son en su mayoría blancos de medios o bajos ingresos, poco educados. Curiosamente, entre estos grupos las tasas de mortalidad son altas. Muchos sienten que no hay nada para ellos. Hasta la irrupción de Trump en la escena política habían perdido toda esperanza. Son personas que piensan que se les ha quitado todo. Creen que les han arrebatado su país y que pronto los blancos serán minoría. No hay nada como el movimiento de supremacía blanca en otros países. Creen que el movimiento feminista les ha quitado su rol en las familias patriarcales. De ahí creo que viene tanto fanatismo por las armas. Tienen que tener armas para mostrar que son hombres reales. Además, el aumento de la atomización de la sociedad que deja a las personas solas y aisladas hace que se sientan impotentes frente a fuerzas que los aplastan. En ese clima no es difícil estimular miedos e incitar la bronca y el odio hacia los inmigrantes, hacia otras minorías y hacia el gobierno, como lo ha hecho el candidato republicano.

—¿A qué se debe esta actitud de muchos de los seguidores de Trump?

—Hay una diferencia entre lo que los ciudadanos reciben del gobierno y lo que creen que reciben. Gran parte de lo que reciben no lo ven. En estados como Mississippi hay actitudes anti-gobierno, pero viven en su mayoría con subsidios. Estados como Nueva York y Massachusetts están subsidiando a personas que viven en estados como Arkansas. Allí el gobierno es presentado como un ente que les roba. Se ha instalado muy fuerte la idea del “hard working american” (el trabajador estadounidense), víctima de un gobierno que no tiene clemencia. Candidatos como Ted Cruz y Donald Trump han construido sus campañas alrededor de esta figura. La gente termina cayendo en esas trampas.

—¿Qué le llamó la atención en las campañas presidenciales en términos de retórica o de lingüística?

—No tanto en retórica. Me sorprendió la irrelevancia de los hechos. Ya no importan cuáles son ciertos y cuáles son falsos. La verdad es irrelevante. Trump es un maestro en eso. Fue sorprendente ver cómo no importaba cuán locas eran las cosas que decía. Repitió una y otra vez que los musulmanes festejaron los atentados contra las Torres Gemelas. O que el gobierno mexicano organizaba criminales y violadores para mandarlos a través de la frontera. Decía lo que se le antojaba y no importaba. Las cosas que la gente cree son muy extrañas. Los evangelistas creen que Trump es uno de ellos. Hace unos años, una buena parte de la comunidad afroamericana creía que Bill Clinton fue el primer presidente negro. Y fue devastador para esa comunidad.

El problema más urgente

Hay muchos Noam Chomsky. Está el Chomsky científico que revolucionó la lingüística moderna con el desarrollo del concepto de gramática transformacional y generativa según la cual el lenguaje se adquiere porque los seres humanos estamos biológicamente programados para ello. Y está el Chomsky activista político, el crítico del poder, uno de los referentes de la intelectualidad de la izquierda mundial que no deja pasar una oportunidad para denunciar las deficiencias democráticas de la sociedad estadounidense o de su política exterior o la manipulación de los medios de comunicación por parte de las corporaciones. Esas dos caras confluyen en este hombre nacido en 1928 en Filadelfia, profesor emérito del MIT, y al que se lo puede ver a diario recorriendo con tranquilidad los pasillos de una de las universidades más influyentes del planeta.

—¿Qué temas le sorprendió que no se hayan tocado en los debates presidenciales o en la campaña en general?

—Durante las elecciones primarias me llamó la atención que no se discutieran temas económicos. Sólo se hablaba de levantar muros o de bombardear Medio Oriente. El que se destacaba era Bernie Sanders que sí hablaba de temas serios. Eso forzó a Hillary Clinton a moverse hacia esa dirección. Tampoco se discutió sobre el cambio climático.

—¿Por qué pasó eso?

—En las grandes democracias las decisiones están siendo tomadas por una pequeña elite económica. Su interés no es salvar a la especie. Su interés es la maximización de sus beneficios. Por eso los candidatos del Partido Republicano, que es esencialmente el partido de los ricos y privilegiados, negaron y niegan sistemáticamente el calentamiento global. El Acuerdo de París fue un paso muy importante para la reducción de los gases que provocan el cambio climático. Pero en Estados Unidos no fue reconocido por el Partido Republicano que controla el Congreso. En febrero de este año, la Corte Suprema suspendió el programa Clean Power Plan (Proyecto para una Energía Limpia) con el que Barack Obama buscaba limitar las emisiones contaminantes de las centrales térmicas. Fue un mensaje para el mundo.

—Pero en septiembre finalmente Obama ratificó junto a China el Acuerdo de París por decreto sin pasar por el Senado. ¿Qué cree que se puede hacer contra esta permanente negación por parte del Partido Republicano?

—Nadie lo quiere poner en palabras, pero de hecho el Partido Republicano es la organización más peligrosa que ha existido en toda la historia humana. Literalmente. Sus políticas conducirán a la destrucción de la especie. La población quiere que se haga algo contra el cambio climático pero su voluntad no influye en las decisiones. Una iniciativa llamada Yale Project on Climate Change Communication mostró que sólo uno de cada cuatro estadounidenses no cree en el cambio climático a pesar del consenso científico internacional.

—Donald Trump y Marco Rubio llegaron a cuestionar la idea de que la acción humana sea la responsable del cambio climático. Ted Cruz declaró que todo lo relacionado con el calentamiento global es un engaño. ¿Cuán peligrosas pueden llegar a ser estas actitudes?

—El cambio climático es un problema urgente. Es el problema más importante que ha enfrentado la especie humana. Si no lo resolvemos, no habrá futuro para la humanidad.

Nuevas caras, viejos fantasmas

El 9 de julio de 1955, Albert Einstein y el filósofo Bertrand Russell redactaron un manifiesto en el que alertaban sobre los peligros de la proliferación del armamento nuclear y exigían a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. “Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto”, escribían estos dos intelectuales en el momento más crudo de la Guerra Fría.

Este año Chomsky, el italiano Toni Negri y el fundador de la New Left Review, Tariq Ali, continuaron aquella tradición precautoria y encabezaron un manifiesto por los derechos y libertades civiles en el Viejo Continente. “Europa marcha hacia su decadencia
–afirmaron–. El continente que pretendió emerger de la posguerra como garante de las libertades y derechos civiles se está hundiendo en la naturalización de la barbarie y en el vacío de una forma de gobierno crecientemente autoritaria. Enfrentada a la crisis más severa de su historia reciente ha elegido el peor de los caminos emprendiendo políticas que creíamos erradicadas”.

—¿Cuáles cree que serán las consecuencias de esta crisis en Europa?

—Desgraciadamente lo que ocurre ahora es una reminiscencia de lo que sucedió en 1930. El ascenso de Trump recuerda al ascenso del fascismo en Alemania. En Europa el centro colapsó. Los principales partidos decayeron, y la izquierda y la derecha se hicieron más extremas. Todos saben lo que pasó después.

—¿Y en el resto del mundo?

—Las desigualdades han aumentado en todos lados. Es uno de los efectos del neoliberalismo. Pero han aumentado más en los países anglosajones y en especial en Estados Unidos. En 2014, la organización internacional Oxfam calculó, en su reporte anual, que 90 individuos tenían la mitad de la riqueza del mundo. En 2015, eran 62 individuos en China, Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos. Bernie Sanders fue el único que lo hizo visible en su campaña.

—¿Cómo llegó el Partido Republicano a su situación actual?

—Hasta hace unas décadas era el partido del progreso y también el partido anti-esclavitud. Todo cambió con el tiempo, pero en especial en la década de 1960. El Movimiento por los Derechos Civiles tuvo un efecto polarizador. Los presidentes racistas –Nixon, Reagan, entre otros– se dieron cuenta de que podían usar el antagonismo y el racismo en el Sur a su favor. A muchos no les gusta hablar del tema, pero basta con mirar la campaña de Reagan. Fue el último líder mundial que apoyó el apartheid en Sudáfrica. Se negaba siquiera a admitir que existía tal cosa. Decía que era sólo un conflicto tribal. Reagan vetó sanciones contra el país africano aprobadas por el Congreso. Su guerra contra la droga fue organizada a partir de argumentos racistas. Aumentó la encarcelación de hombres negros. El Partido Republicano continuó la tradición racista del Sur. Si uno mira las elecciones presidenciales de 2012 y ve los estados rojos y los estados azules, o sea republicanos y demócratas, observa un mapa de la Guerra Civil.

—En los estados del Sur muchas personas no hablan de Guerra Civil sino de la “Guerra de la Independencia sureña”. ¿Está diciendo que en términos políticos aún se sigue peleando la Guerra Civil?

—Estados Unidos nunca desarrolló un sistema político basado en clases. Es un sistema político geográfico y se remite a los tiempos de la Guerra Civil. Nunca terminó. Nixon explotó estos viejos rencores y miedos. Los grupos racistas y extremistas se alienaron en el Sur. En los últimos años, tanto el Partido Demócrata como el Republicano han girado hacia la derecha. Y el Partido Republicano salió del espectro. Sus políticas están orientadas a los más ricos y al poder corporativo. Si tuviéramos una sociedad democrática los impuestos a los ricos serían mucho más altos. En Estados Unidos los impuestos son bajos si se los compara con otros países, por eso muchas infraestructuras están colapsando y ciertos servicios son malos.

—¿Qué rol juega la religión en la política estadounidense?

—La gran base del Partido Republicano son evangelistas y fundamentalistas cristianos. Ese es un aspecto muy llamativo y curioso de Estados Unidos: es una sociedad extremadamente religiosa. No hay nada parecido entre otros países desarrollados. No se encuentran otras sociedades en las que un tercio de la población piense que el mundo fue creado hace algunos miles de años. Dos tercios de la población están esperando la “Segunda Venida” del Mesías. Es un fenómeno único de Estados Unidos y ha sido movilizado por el Partido Republicano porque necesita una base. En las elecciones primarias cada candidato se peleaba por mostrarse más religioso que el resto de sus contrincantes. No es algo nuevo. Esto se profundizó en los 80 cuando los tres candidatos –Carter, Reagan y Anderson– comenzaron la tradición de destacar su religiosidad para captar el voto creyente. Desde entonces, todos los candidatos a presidente se muestran religiosos. Y los que no lo son, como Bill Clinton o incluso Donald Trump, aparentan.

—Usted siempre ha sido muy crítico con el financiamiento de las campañas políticas. ¿Por qué?

—En Estados Unidos, los políticos siempre están en campaña y buscando recaudar fondos. Esto ha sido siempre un factor importante que socava la democracia representativa. El politólogo Thomas Ferguson estudió el tema en su libro Golden Rule: The Investment Theory of Party Competition en el que muestra que la financiación es un factor fundamental a tener en cuenta para predecir futuras políticas. Restringir esto sería importante.

Más conectados y más espiados

—Su libro Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media fue escrito en 1988. Desde entonces el ecosistema mediático ha cambiado. ¿Tiene nuevas hipótesis acerca de cómo afectan las redes sociales en la conformación de la opinión pública?

—Hay gente que usa internet para tener acceso a más información. Pero creo que ese es un porcentaje muy bajo. Los estudios muestran que la gente va hacia aquello que ya cree, a sitios con los que uno ya está de acuerdo. Las redes sociales son una cámara de eco. Uno de los efectos más sorprendentes es la dispersión de teorías conspirativas. Es como si los hechos ya no importaran. Las redes sociales en lugar de conectar, aíslan. Cada joven tiene un celular y habla con alguien que cree que es un amigo. Pero lo que tiene son contactos muy superficiales. Lo veo en mis nietos. Ellos creen que tienen muchos amigos. Pero no son amigos. El efecto que esto tiene es que los aísla mucho más de lo que ya estaban. Es un ambiente muy superficial. Recibo muchas cartas y mails de personas que me dicen que cada vez les cuesta más leer. No leen. Ojean. Rastrillan algo con la mirada durante tres segundos y saltan a otra cosa. No veo que tengamos una población cada vez más educada. Al contrario. Y eso tiene consecuencias políticas.

—En 2015, usted dijo que Estados Unidos debería recibir como un héroe a Edward Snowden, refugiado en Rusia tras revelar secretos de Estado, y juzgar a quienes autorizaron la vigilancia de la población que Snowden denunció. ¿Considera que sus revelaciones tuvieron algún efecto en la defensa de la privacidad?

—Me hubiera gustado que así fuera. Pero la vigilancia de los ciudadanos sigue en alza. Y cuando al fin llegue la llamada “internet de las cosas”, la interconexión de todos los objetos, creo que será monstruoso. Cualquier cosa que mires va a estar mandando información privada a la Agencia de Seguridad Nacional.

—Junto a figuras como Elon Musk y Stephen Hawking, usted también alertó recientemente sobre los peligros de usar la inteligencia artificial para el desarrollo de armas. ¿Cree que a largo plazo estos avances pueden tener consecuencias sociales?

—Hay que tener cuidado. Pero al mismo tiempo hay que señalar que hay un gran despliegue publicitario o hype (bombo) alrededor de la inteligencia artificial. Está muy lejos de los logros que se le atribuyen. Hay que ser cautelosos. Sí, se han hecho grandes avances, los automóviles autónomos son muy lindos, pero no hay nada remotamente cercano a la inteligencia humana. Los sistemas artificiales de reconocimiento visual son muy primitivos. Los automóviles autónomos no distinguen bien entre peatones y objetos. Nos habremos extinguido a causa del cambio climático o tras una guerra nuclear mucho antes de cualquier rebelión de las máquinas. Otro tema a tener en cuenta es todo lo que refiere a investigaciones de ingeniería genética. Aún hay mucho que no sabemos sobre el genoma. Por eso las consecuencias de modificar un solo gen podrían ser impredecibles.

—A comienzos de 2016, el FBI llevó a Apple a los juzgados por negarse a desbloquear el iPhone de uno de los terroristas del atentado en San Bernardino. ¿Cómo ve los choques entre gobierno y corporaciones por el tema de la privacidad?

—Es un conflicto interesante. Personalmente espero que Apple gane a largo plazo. Básicamente hay un conflicto entre dos centros de poder en este asunto. No se trata de la primera batalla. El gobierno está dominado por el poder corporativo, pero aún así hay conflictos. Otro caso sucede en Irán. Las corporaciones estadounidenses se mueren por entrar al mercado iraní pero el gobierno no las deja. Lo mismo en Cuba. Durante décadas distintas empresas estuvieron a favor de la normalización de las relaciones: farmacéuticas y corporaciones de energía quieren entrar al mercado cubano. Pero el gobierno las bloquea.

Los orígenes del lenguaje

A diferencia de otros investigadores que no salen de su campo de estudio y deslizan bajo la alfombra de la privacidad sus opiniones políticas, Chomsky no traza límites. Sabe que su especialidad –la lingüística– y aquella facultad que lo desvela –el lenguaje– no están aisladas de la sociedad y de los conflictos de poder que la atraviesan, moldean y definen. Por eso, no le cuesta saltar de un tema a otro como si prendiera y apagara un interruptor.

—Junto al especialista en ciencias de la computación Robert C. Berwick escribió el reciente libro Why Only Us: Language and Evolution en el que exploran los grandes enigmas del lenguaje humano, cómo los seres humanos adquirimos esta capacidad distintiva. ¿Qué es lo que la hace única?

—El lenguaje humano es totalmente distinto a cualquier otro fenómeno del mundo animal. No hay análogo alguno. Ninguna otra forma de comunicación en la naturaleza está al nivel del lenguaje humano. Lo que descubrimos en las últimas décadas es que el lenguaje es como cualquier otro sistema biológico. Todos tenemos básicamente el mismo sistema visual, pero las primeras experiencias a las pocas semanas de vida son cruciales para su desarrollo. En el caso del lenguaje, hablamos distintos idiomas y hay evidencia que demuestra que las diferencias se limitan a la exteriorización, aquella que permitió la interacción social y llevó a la emergencia de estructuras sociales más complejas. La internalización, en cambio, parece ser uniforme. Las capacidades cognitivas y lingüísticas son las mismas en todos los humanos. Las diferencias son superficiales. Existen muy pocas evidencias de la llamada hipótesis de Sapir-Whorf, según la cual el lenguaje determina la manera en que pensamos.

—O sea, el lenguaje nos cambió por fuera y por dentro.

—Ese rasgo es único en el lenguaje: es un sistema internalizado. La visión sólo responde al ambiente. Nada es creado por la visión per se. No hay una generación de “oraciones visuales” ni representaciones. El lenguaje es único porque es un sistema interno y generativo. Por eso, que sepamos, los humanos tenemos un tipo de pensamientos que el resto de los animales no tienen. Eso es llamativo. Los humanos somos radicalmente diferentes de cualquier otra cosa en el mundo biológico. Los Homo sapiens somos recientes: tenemos 200 mil años. Eso es nada en términos evolutivos. Y parece que el lenguaje emergió casi inmediatamente.

—¿Cómo lo saben?

—Todos venimos de África. Pero hay evidencias genéticas de que un grupo, los San, se habría aislado del resto hace aproximadamente 120 mil años. Y esta tribu también tiene lenguaje. Eso da a pensar que el lenguaje se originó entre 200 y 120 mil años atrás. El lenguaje es genético y hay fuertes evidencias de que no evolucionó desde que el humano salió de África.

La imposibilidad de debatir en el ring

En 1971, Noam Chomsky tuvo un recordado debate con el francés Michel Foucault sobre la naturaleza humana. Fue en la Universidad de Amsterdam dentro del International Philosophers Project. Las pocas grabaciones que quedaron de aquel encuentro muestran a estos dos gigantes del pensamiento del siglo XX serios, serenos, como dos boxeadores midiéndose sobre un ring.

—¿Por qué cree que esos debates entre intelectuales ya no tienen el peso que tenían en otra época?

—Ese debate fue en Holanda. No están dadas las condiciones para que se pueda repetir algo así en Estados Unidos. En muchos países europeos, e incluso en América Latina –como en Argentina–, se dan discusiones en los medios de comunicación que no existen en Estados Unidos. Una vez me invitaron a La Habana para discutir la situación de los negocios en Cuba y hablamos con total normalidad. Cada vez que estoy en la televisión iraní o rusa puedo hacer duras críticas al gobierno norteamericano. Pero no puedo hacerlo en la propia televisión de Estados Unidos. Además, si estás en la televisión de Estados Unidos sólo te dan 30 segundos… Se perdió el pensamiento crítico.

—Más allá de eso, ¿en qué sí es optimista?

—No se puede negar que hubo cambios significativos en las últimas generaciones. En ciertos aspectos, Estados Unidos es un país más libre. Cuando llegué al MIT en 1955 estaba dominado por hombres blancos, obedientes, que hacían sus tareas. Ahora es totalmente diferente. Y ocurre en todo el país. Lamentablemente no hay activismo. La campaña de Bernie Sanders fue interesante por esa razón: despertó ese activismo dormido en cierto sector de la sociedad estadounidense. Estaba ahí. Sólo había que espabilarlo.

* Es periodista científico. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Entre 2002 y 2007, fue editor del suplemento Futuro de Página/12 y editor de ciencia y tecnología del diario Crítica de la Argentina de 2008 a 2010. Es autor del libro El baño no fue siempre así (2009). En la actualidad, escribe en Revista Ñ, Le Monde Diplomatique, Muy Interesante, Brando y La Mano, entre otras publicaciones. Su amplio campo de investigación periodística abarca desde las ciencias hasta el diseño gráfico y las nuevas narrativas transmediáticas.

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LA COMPLICIDAD DE LOS ENCUBRIDORES por Alberto Medina Méndez*

| 14 noviembre, 2016

Mucho se ha dicho sobre la corrupción. A estas alturas no quedan demasiadas dudas acerca de la enorme responsabilidad que le cabe a los que comenten esos delitos cuando se apropian indebidamente del dinero que la gente aporta permanentemente al Estado vía impuestos.

Esa vil canallada, que se replica a diario en casi todo el mundo, tiene culpables directos que deben asumir las consecuencias de sus decisiones, pero también existen alrededor de ellos, otros ruines personajes cuya participación resulta imprescindible para que aquellas andanzas sean tan cotidianas.

El bandido siempre está rodeado de personas que juegan un rol preponderante y que normalmente se prefiere pasar por alto, a veces por excesiva ingenuidad, otras tantas por subestimar la relevancia de esas actitudes adicionales y en otras ocasiones simplemente por compasión, evitando involucrar demasiado a quienes se considera sujetos secundarios de estas trasgresiones tan patéticamente habituales.

En primer lugar habría que observar detenidamente el accionar de los colaboradores directos, esos que conocen con precisión los movimientos de ese funcionario que transita el camino indebido. Ellos saben perfectamente que hace, con quienes habla y cuáles son sus rutinas específicas. No son necesariamente personas de gran jerarquía. A veces un ayudante de escalafón inferior se convierte en conocedor pleno de la realidad, cuando no en coparticipe, de cada una de las correrías de ese crápula.

Es trascendente también no desligar a los propios superiores de los corruptos que también tienen contundentes incumbencias respecto de lo sucedido. Es que se puede delegar tareas en subalternos, pero jamás se transfiere la responsabilidad final. Quienes deben supervisar no pueden jamás aducir desconocimiento absoluto. Por acción u omisión, ese error tiene un costo, y desentenderse como sin más, no parece ser aceptable. No existe excusa que justifique dejar pasar semejantes despropósitos.

Pero tampoco es saludable hacerse los despistados frente a tanto descaro y habrá que decir entonces que la sociedad en su conjunto también debe asumir con hidalguía su significativa cuota de responsabilidad frente a lo sucedido en cada circunstancia sombría que se termina descubriendo.

La ciudadanía en general, con su indisimulable apatía, su indiferencia evidente, su inocultable desinterés, construye paso a paso los pilares vitales que se terminan convirtiendo en los aliados estratégicos centrales de los que cometen fechorías adueñándose de las arcas del Estado. Nada de eso podría ocurrir, de ese modo tan burdo, si la sociedad tuviera menos tolerancia frente a estos inaceptables delitos.

El funcionario corrupto no toma la decisión explícita de delinquir graciosamente para enriquecerse, sino que lo hace porque tiene un contexto enormemente favorable y tiene entonces en cuenta que contará con la valiosa colaboración de algunos que expresamente contribuyen con la consumación del ilícito, con otros que se harán sistemáticamente los distraídos y obviamente también supone que la abúlica comunidad en la que reside hará su parte renovando su eterno silencio.

Se sabe que la corrupción no es un fenómeno coyuntural, sino que obedece a causas mucho más profundas que explican su complejo entramado estructural. Es por eso que su ocurrencia no depende solo de la voluntad del delincuente, sino de otras circunstancias que lo posibilitan y facilitan.

La red de corrupción que gira en torno al Estado y los gobiernos no será desmantelada gracias a la optimización en la selección de funcionarios más honestos e íntegros. Pretender que así sea no solo demuestra un infantil voluntarismo sino que se constituye en una demostración de ingenuidad intelectual e incomprensión de la evidencia empírica que se verifica a diario.

Si realmente se quiere destruir la matriz  de la corrupción se debe ir a fondo y hacer reformas con mayúsculas, para que robar no sea posible, para asegurarse que todo no dependa de la moral media del funcionario de turno, sino de la efectiva inviabilidad para concretar delitos contra los contribuyentes.

Hasta tanto se comprenda acabadamente la dinámica de la corrupción y se encare con inteligencia la batalla final que logre destruir su núcleo duro, se debe empezar a trabajar concomitantemente en otros aspectos, que no resolverán el problema pero ayudarán a mitigar su gravedad durante algún tiempo.

Nadie puede esperar que seres esencialmente corruptos cambien su concepción moral de la noche a la mañana. Evidentemente estos cínicos criminales creen que saquear al resto de los ciudadanos es algo correcto, por eso lo hacen, apelando al recurso de "salvarse para siempre" con esos dineros que intentarán acumular durante sus acotados mandatos.

Pero si se puede apelar a una severa y genuina autocrítica de los ciudadanos que periféricamente colaboran, tácita o explícitamente, con ese temible delincuente de "guantes blancos"  que parapetado en un escritorio, vistiendo ropa elegante, se atribuye la potestad de quedarse con lo ajeno.

Ellos pueden revertir parcialmente la historia. Lo pueden hacer mañana mismo, denunciando a esos corruptos sin pudor, exponiéndolos descaradamente, quitándoles la protección que a diario le suministran, a veces sin querer y otras veces por temores infundados.

Combatir la corrupción requiere de coraje, de valor y de determinación. Los refinados forajidos que pululan en la administración estatal cuentan con que nadie tiene la valentía suficiente para confrontarlos. Tal vez sea este el momento de elegir entre seguir dándoles la razón y esconderse nuevamente, como tantas otras veces, o definitivamente dar vuelta la página abandonando para siempre la complicidad de los encubridores.

*Periodista.Consultor Privado en Comunicación, Analista Político,Conferencista Internacional, Presidente de la FUNDACIÓN CLUB DE LA LIBERTAD, Miembro de la Comisión Directiva de la RED POR LA LIBERTAD,Columnista de INFOBAE en Argentina,Columnista de DIARIO, EXTERIOR de España, Columnista de EL CATO de EEUU,Conductor del los ciclos radial  y televisivo EXISTE OTRO CAMINO.Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana

Premio a la Libertad de la Fundación Atlas 2006

Premio Periodista del Año de Corrientes, por Fundación Convivencia en 2002 y 2011

Premio Corrientes por la labor periodística en 2013

 

 

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ESCRIBIR SOBRE NUESTROS HÉROES por Fabiana Mastrangelo*

| 14 noviembre, 2016

“La memoria histórica de cada pueblo almacena figuras que cumplen el rol de ser arquetipos sociales. Éstos tienen un fuerte impacto en la transformación social y pueden constituirse en el norte orientador que el ciudadano común observa como valores humanos a imitar.”

Los mitos unificadores ocupan un lugar importante en la memoria colectiva. A la hora de escribir sobre nuestros llamados “héroes” o personalidades destacadas de la historia es recomendable enfocar el análisis en su aporte a la comunidad. Su vida privada, si no está vinculada con su actuar por el bien común o con su obra pública, sería bueno que la respetáramos para los hombres del pasado como lo debemos hacer para el presente, tal cual lo afirma el artículo 19 de la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan el orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe”.

La memoria histórica de cada pueblo almacena figuras que cumplen el rol de ser arquetipos sociales. Éstos tienen un fuerte impacto en la transformación social y pueden constituirse en el norte orientador que el ciudadano común observa como valores humanos a imitar. Un ejemplo es la figura de José de San Martín para los argentinos. Frente a los desafíos contemporáneos, la recuperación histórica es uno de los caminos para construir alternativas viables y genuinas desde las raíces de cada pueblo.

En el mundo globalizado, la conciencia histórica de los pueblos se pierde en medio de un frenesí por poseer sin medida. Es la época de lo inmediato, del consumo rápido, de los resultados al instante y eficientes; no existe tiempo para mirar atrás. Se desentiende radicalmente al hombre de su pasado, de su historia y de su idiosincrasia. Esta situación provoca el surgimiento de fuertes fundamentalismos, que si bien hacen frente a esta situación, no la resuelven porque pierden la dimensión universal de la problemática y ya cada sector de la sociedad no puede resolver radicalmente sus problemas si no se integra a las soluciones conjuntas.

Por otro lado, sectores comprometidos hacen frente a los desafíos contemporáneos con respuestas genuinas, sin olvidar la trascendencia universal de la problemática y rescatando lo particular, donde la historia juega el papel rector. La conciencia histórica permite construir el puente entre el pasado y el presente como médula orientadora de un destino consciente y común. 

A veces, el estudio de la historia, en general, y de personalidades reconocidas, en particular, ha sido tratado de diversa manera para sustentar proyectos políticos. Por ejemplo, en la Argentina, el discurso de los héroes ha estado ligado a generar la unidad nacional en medio de una gama de nacionalidades, producto de una fuerte corriente inmigratoria, y a fundamentar las medidas liberales de fines del siglo XIX y principios del XX. Este enfoque fue reconsiderado a partir de la década del ’30.

Tomando distancia de la función ideológica-política que los gobiernos han dado al discurso histórico, es importante observar que la conciencia de un pasado común ha permitido al hombre mirar hacia atrás y generar una cierta base de consenso para las transformaciones. Éstas son acompañadas por las utopías surgidas de los deseos genuinos de los pueblos. La pregunta necesaria es: ¿cuáles son las utopías y los deseos genuinos de cada pueblo en medio de las exigencias de un mundo en permanente cambio y con un futuro sin certezas? Un filósofo latinoamericano se pregunta al respecto: “¿Qué sería de nuestra historia sin las utopías? La creencia de un destino elegido para América Latina, la idealización del futuro, ha desempeñado como ideal un papel práctico muy importante en nuestro movimiento histórico. La utopía de Bolívar formaba parte de la concepción que guió las gestas independentistas. La utopía de Martí fue fuente inspiradora de la guerra de 1895. La utopía de Vasconcelos acompañó a la Revolución Mexicana”.

El estudio de figuras representativas en la historia de nuestros pueblos permite volver a creer en la posibilidad de la construcción consciente del destino de la humanidad, del compromiso asumido en la concreción de ideales, en los surcos abiertos para la siembra de futuras generaciones y, finalmente, permite creer en las utopías y en la posibilidad de concretarlas.

A la hora de escribir, publicar y desmitificar una figura histórica dando a conocer aspectos inquietantes de su vida privada sería conveniente realizar una última lectura preguntándonos si nuestro escrito está ceñido a la verdad histórica y con fundamentos -prioritario y elemental-; si los datos expuestos permiten avanzar en renovadas miradas; si el escrito es un aporte significativo al bien común y a la memoria colectiva; y, finalmente, si somos conscientes de la responsabilidad social y educativa en la acción de escribir y publicar.

* Mgter. Fabiana Mastrangelo – Secretaria de Relaciones Institucionales /Soc. Arg. de Escritores – Sede central

 

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“LA CÓLERA DEL PUEBLO” por Alexis Brézet*

| 10 noviembre, 2016

Traducción de Román Frondizi.

   Es un huracán que se lleva todo. Los cálculos de los encuestadores y las previsiones de los expertos. El confort de las élites intelectuales y las certidumbres del mundo de los negocios. La suficiencia de los políticos y la arrogancia de los medios. La hoja de una espada  cuya brutalidad corta el aliento. El ras de una  marea inconcebible  cuya onda de choque golpea  nuestras riberas. En todo Occidente los pueblos han montado en cólera. Elegimos no quererlo ver. Tras la victoria de Donald Trump no podremos seguir haciéndolo.

   Sabe Dios que nos hemos tapado los oídos y los ojos. Los americanos, nos decíamos, no confiarían  su destino a ese clown, a ese histrión… La primera potencia económica y militar del planeta no se dejaría llevar por las pulsiones populistas de un puñado de electores considerados racistas e incultos…

   A esos “pequeños Blancos”, quien se había tomado el trabajo de verlos sin anteojeras y de escucharlos sin prejuicios?  Bien pocos…habían advertido esta América sufriente y rebelde, otrora rica por sus actividades industriales pero devastada  ahora por la desocupación, el alcohol, el fracaso escolar y la ruptura de los lazos familiares. Esta América de “ghettos blancos”, satisfecha en otros tiempos de su modesta prosperidad, hoy día ulcerada por los “privilegios” concedidos a las minorías, las intrusiones moralizantes del “establishment” de Washington y la condescendencia de la mayoría de los grandes medios. Para comprender lo que se viene  es necesario entender a esta América.

   Cólera “blanca” en el sentido literal de la palabra?  Sin duda alguna es la alianza de la midde class y de los poor white trash la que produjo el triunfo de Donald Trump. Pero cuidado con la caricatura! Más del 40% de las mujeres han votado por Trump, más de un tercio de los Latinos y un 12% de los Afro-Americanos. Los electores que votaron por Trump no obedecen a ningún determinismo “identificatorio”, simplemente quisieron expresar su cólera por habitar  -cada vez peor- un país que se deshace.

    La América oficial no ha querido ver esta realidad, tal como nosotros, en Europa,  no hemos aprendido la lección que vino de los signos  anticipatorios de esta gran  sacudida. El “no” de los franceses al referéndum de 2005 sobre la Constitución europea?  Un desagradable golpe de suerte!  El Brexit, en el Reino Unido? (la rebelión de los griegos, la crisis social y política española, la frágil situación política italiana, etc., nota del traductor). Un desdichado accidente! Cómo, por ende, no entender esas palabras que hoy resuenan al otro lado del Atlántico? Proteccionismo, fronteras, identidad cultural, conservadorismo… Son las mismas armas que se alzan en todas partes contra las élites de las grandes ciudades por parte del pueblo “pequeño” de este “Occidente periférico”…

   En verdad, mientras las Bolsas se enloquecen, se caen todos los valores de una cierta “postmodernidad”.  Ante todo, la “globalización feliz”, esa idea de que el “dulce comercio”  traería naturalmente la prosperidad, que el comercio aboliría la política, y que el consumo borraría las diferencias entre los hombres. Las fábricas que cierran, las desigualdades que explotan, los antiguos modos de vida que se disuelven le han inferido un golpe fatal. Con la elección de  Donald Trump suenan las campanas para la inquieta globalización.

   Es, asimismo, la derrota  de lo políticamente correcto, “esta nueva religión política” (Mathieu Bock-Coté) que revierte el deber de integración (pues es el que recibe, el que hospeda, quien tiene que acomodarse a las diversidades). Trump juega sobre terciopelo: las admoniciones morales, profesadas por una clase política incapaz de resolver los problemas de los pueblos, no son más una receta útil. Sobre el fondo de la desocupación galopante y del Islam conquistador el mandamiento multiculturalista, en América como en Europa –paralelo vertiginoso- es vivida como una provocación.

   Porque no es de serie, porque no es prisionero de ningún tabú, Donald Trump ha sabido introducir sus palabras entre y sobre  los sentimientos que los otros no querían nombrar.  Porque la provocación está en su naturaleza Trump ha hecho explotar todos los códigos –políticos, morales y culturales- de un sistema constitucional masivamente rechazado: ha cabalgado la cólera. Ahora debe apaciguar las pasiones, canalizar esa cólera a fin de que las energías que él ha desatado concurran, como él se ha comprometido, a enderezar a la nación americana.

   Será capaz?  Como Hillary Clinton y Barack Obama han sabido con un fair play ejemplar  superar su común derrota, sabrá Trump elevarse por encima de las circunstancias de su victoria? Llevado por la rebelión del viejo mundo americano  sabrá reconciliar y guiar a América por nuevas rutas?

   La cuestión es decisiva para el porvenir de América.  No lo es menos para nuestra  vieja Europa confrontada a la misma rebelión popular que América, y que debe encontrar urgentemente  los medios para apaciguarla si no quiere ver romper, de norte a sur y de este a oeste, una gigantesca ola de “trumpismo.

   Raramente el destino del mundo ha dependido como ahora de un solo hombre. Donald Trump sabrá cambiar su traje de payaso   por el de un hombre de Estado? El tono de su campaña, violento y caricaturesco, no incita al optimismo. Pero su primer discurso, digno y conciliador, es de mejor augurio. No tiene porqué darse obligatoriamente lo peor. “Es imposible conocer el alma,  los sentimientos y el pensamiento de un hombre, ha escrito  Sófocles, si no se lo ha visto manos a la obra en el poder y en la aplicación de las leyes”.

                                                                                   9 de noviembre de 2016.

 *Jefe de Redacción de Le Figaro

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LAS PATAS EN LA FUENTE – ECOLOGÍA – CAUSAS NACIONALES por Carlos A. Kreimer*

| 8 noviembre, 2016

1.-  El 17 de octubre de 1945 un grupo de concurrentes al hecho histórico, llegó a la Plaza de Mayo caminando, como casi todos los reunidos ya que no había transporte por cuanto los trabajadores se habían adherido espontáneamente a un paro general, y para mitigar el dolor de sus piernas (según contó uno de los actores) metieron los pies en la fuente frente a la Casa Rosada, y una foto (como las muy pocas de esa jornada) los registró como un icono: “Las patas en la fuente”. El documento sirve para ahondar en el policlasismo de los convocados. Se ve a algunos en musculosa y a otros con los pantalones arremangados y el saco puesto. Habrá que explicarle a las nuevas generaciones que el uso de traje era de rigor entre los empleados estatales, incluyendo los judiciales (nacionales, provinciales y municipales); los de todos los comercios; los del sistema financiero (bancos, seguros, bolsas, despachantes de aduana, etc.); todos los estudiantes y profesores (niveles secundarios, terciarios y universitarios) y análogos. Quién escribe estas líneas entre los años 1946 y 1955 cursó la escuela secundaria y la universidad, trabajando además en una compañía de seguros (desde cadete a puestos semi jerárquicos) y los hizo siempre, como todos, con traje y corbata. Cuando un traje ya estaba raído decíamos “tiene categoría de cancha” de donde no sorprende ver en el fútbol y en el hipódromo de la época la gente con traje (la llamada ropa “sport” era solo para las clases acomodadas y la moda no tenía la universalidad o masividad del presente, donde las chicas de los barrios cerrados y las obreras de los marginados, compran pantalones rotos).

El 4 de octubre de 2016 dos centrales de trabajadores estatales convocaron a una movilización con destino a la Plaza de Mayo. Es bueno recordar que durante el gobierno del primer Perón al que me vengo refiriendo en el lapso citado, no estaba permitido la sindicalización de los empleados públicos (¿lo sabrán quienes desfilaron con sus fotos?). Un grupo de conocidos dirigentes “K” con el atuendo que ya homologa a todos se descalzó, se arremango los jeans y se sentó en el borde de la fuente con los pies en el agua queriendo, seguramente, remedar la épica. Estaban allí el multiprocesado Amado Boudou, que proviene de la UCD y del CEMA, que fue Ministro de Economía y Vicepresidente de la Nación, a quien se lo acusa de varios delitos incluso, seguramente el más miserable, truchar un documento (el llamado formulario 08) para robarle medio auto a su ex esposa en el divorcio. De las concurrentes a “ni una menos” no recuerdo que nadie haya dicho nada, como o si esto no fuera “violencia de género”. A su lado Luis D´Elía quién asaltó por su cuenta una comisaría, cometió otros delitos, tuvo expresiones claramente antisemitas y colocó a todos sus hijos (alguno tramposamente) en el presupuesto nacional (en el barrio a esos personajes le decíamos “tarjeta de velorio” porque “la familia muy agradecida”). Cabe agregar que uno de los hijos que trabajaba para ANSES, ya que le despidieron por no tener completo el ciclo secundario como exige el convenio colectivo, era delegado gremial, cuya tarea es, entre otras, la vigilancia en el cumplimiento de normas laborales. Otro de los sentados en la fuente es Gabriel Mariotto, quién fuera vicegobernador de la provincia y encargado de medios públicos, y está procesado por los fondos de Fútbol para Todos, y es amigo del Papa Francisco o al menos eso dice. Y completaba ese cuadro de honor Fernando Luis Esteche jefe de la agrupación indisimuladamente fascista Quebracho quién estuviera procesado, condenado y encarcelado por violencia pública y es mencionado por el Fiscal Nisman (junto con D´Elía con grabaciones de escuchas que acreditan “traición a la patria”). ¡Qué cuarteto! No creo que estuvieran cansados por la caminata. ¿Se lamentará el stalinista Martín Sabbatella por habérselo perdido? Como dijera “El moro” en su clásico texto: “…la segunda vez como farsa…”

2.-El país súbitamente entró en preocupaciones ecologistas en el año 2003. ¿Qué ocurrió? Uruguay ratificó la construcción de fábricas de pasta de celulosa sobre el río de igual nombre. Las plantas eran visibles desde Gualeguaychú y a las fuerzas vivas de esos lares los asaltó una hasta entonces desconocida militancia ecologista, porque pensaban que la visión desde sus playas de la pasteras ahuyentaría el turismo y perjudicaría el negocio. Lo primero que sostuvieron es que habría “contaminación visual” la que no figura como tal en ningún protocolo ecológico, pero muchos destacados periodistas repitieron. Pongamos un burdo ejemplo: si una persona compra una lujoso y caro departamento, digamos en la Avenida Quintana, y los vecinos de la otra vereda cuelgan a secar en el balcón la ropa interior de la familia, no pueden denunciarlos a ningún organismo que cuida la ecología, y solo les cabe pedirle al resto de los copropietarios del otro inmueble que modifiquen el reglamento y prohíban esa práctica que desmerece al barrio (ocurrió con un negocio de chinos). El conflicto fue escalando y los militantes ecologistas (¿¿??) lugareños cortaron durante varios años los puentes para impedir que vayan turistas al país hermano (¿¿??). El ex presidente Néstor Kirchner convocó una multitud en un recordado mitin donde se refirió a la “causa nacional” (¿¿??). Frente a ello el gobierno uruguayo que, dicho sea de paso llevaba décadas impulsando la formación de bosques con esa finalidad sin ninguna protesta, solo siguió adelante con una plata, la finlandesa que pertenece al país líder del mundo en mejora ambiental. Pero nada paró la decisión vecinalista. Se consultó a todos los técnicos internacionales, incluso a la Academia Nacional de Ingeniería, que concluyeron unánimemente que la contaminación estaba “dentro de los límites estrictos de las normas ambientales” Pero el conflicto siguió escalando hasta que, vale la pena recordarlo a una sociedad que olvida, medió el Rey de España en noviembre del 2006 (pero las rutas y los puentes seguían cortados porque exigían que se tire abajo lo construido y se recoloque la fábrica en otro lado o sea, se joda a otro) En el 2008 la pastera finlandesa Botnia comienza a funcionar y los primeros informes de los organismo técnicos corroboran que “los niveles de contaminación están por debajo de los parámetros pertinentes”, pero los gualeguaychuénses no se quieren comer el papelón (a pesar que el turismo aumentaba) y sostienen que la planta no funciona a pleno. El conflicto no para de escalar, a pesar que el gobierno curtido de papelones sostiene en el año 2009 que “los cortes no contribuyen al objetivo”. Con la mediación española se espera que el diferendo sea laudado por el Tribunal de La Haya y su fallo (por catorce votos contra uno del juez patrio) no es, como no podía ser de otra manera, favorable para nuestro país aunque aconseja el permanente monitoreo del río (conforme normas ambientalistas); no obstante los militantes del paro exigen, nada más y nada menos, que se cierre la fábrica. Finalmente, para hacerla corta, en sendas reuniones de Presidentes y Cancilleres de las orillas en 2010, se decidió constituir por ambos países una comisión mixta de técnicos para medir e informar permanentemente los grados de contaminación. En el 2013 el informe estuvo listo, pero con falta absoluta de seriedad y caradurismo, el gobierno de Cristina y Timerman chicaneó para que no se haga público. Hoy lo conocemos y, ¡que sorpresa!, quién más contamina es el río Gualeguaychú. A nadie se le mueve un músculo ni a los ex funcionarios ni la militancia K ni a Carta Abierta que se dice integrada por intelectuales. ¡Que papelón internacional! Los argentinos deberíamos ir caminando al Uruguay y pedir perdón. Cuanto menos lo debería hacer el gobierno.

Sigamos con la ecología. El gobierno porteño proyecta, como atractivo turístico, una gigantesca rueda lumínica como la London Eye (nominada “Coca Cola London Eye” para disminuir costos con el patrocino) La proyecta en Puerto Madero en terrenos fiscales vecinos a la Pontificia Universidad Católica Argentina, pero este instituto de enseñanza se opone y por medio de una cara y destacada solicitada alega: a) la contaminación visual (otra vez! ¿los habrán consulado a los docentes de ecología?) y b) que el movimiento de gente y autos distrae y perjudica la actividad académica. La London Eye está junto al Southbank Centre, frente al palacio de Buckimgham y cercano al Big Ben y ni banqueros ni aristócratas ni legisladores se vieron perturbados, pero parece que los de la UCA sí.  El tercer argumento, al igual que los vecinos paquetes del Barrio Parque que se opusieron al MALBA y los de Gualeguychú, es “que la pongan en otro lado” o sea “jode pero que se jodan otros” Debemos entender el motivo por el cual vecinos nos quieren poco.

 

3.- Finalmente que ha quedado de las grandes causas nacionales de los K. La movilización de varios años contra las pasteras; contra Papel Prensa que tuvo como protagonista al Jefe de Prensa de López Rega; en favor del inexplicable Memorándum con Irán; de la reforma de la justicia; contra el embargo de la Fragata Libertad cuando estábamos advertidos del mismo pero la ignorancia de los funcionarios desoyó, mandando luego al buque insignia por otros derroteros; contra los acreedores que hicieron uso de las cláusulas de los bonos que emitió el país con jurisdicción Nueva York; de la opción para que cobren los acreedores citados en el país y no optó ninguno; de……otras igualmente inútiles y absurdas. Como en la recordada fábula de la Ardilla y el Caballo:

“Tantas idas y venidas/tantas vueltas y revueltas/quiero amiga que me diga/¿tendrán alguna razón/son de alguna utilidad?”

*Socio del Club Político Argentino

 

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DONALD TRUMP Y EL AUMENTO DEL ODIO RACIAL EN ESTADOS UNIDOS Por Andrés Oppenheimer*

| 3 noviembre, 2016

Fuente: ABC Paraguay

He visto muchas elecciones desde que llegué a Estados Unidos, hace cuatro décadas, pero esta es la primera que ha polarizado a este país al punto de estar separando a amigos de muchos años y creando tensiones en las mesas familiares. Es algo que estábamos acostumbrados a ver en algunos países latinoamericanos, pero no en Estados Unidos.

Por primera vez, al igual de lo que ha ocurrido en Venezuela, Ecuador y otros países de la región, un demagogo narcisista –Donald J. Trump– está hechizando a las masas con una retórica llena de odio, culpando a los extranjeros de los problemas de su país.

Hasta ahora, la civilidad política era una característica distintiva de los estadounidenses. Era una de las primeras cosas que los extranjeros admiraban cuando llegaban a este país. Los políticos se peleaban en el Congreso, pero era raro ver que amigos o familiares se distanciaran por motivos políticos.

Pero ahora, todo eso ha cambiado. Hay incidentes de violencia en actos políticos, y los partidarios de Trump y Hillary Clinton se culpan mutuamente de haberlos provocado. Muchas personas que conozco han decidido no hablar de política con sus amigos y familiares, para no pelearse.

Por primera vez, no veo por las calles de Miami autos con calcomanías en apoyo de los candidatos presidenciales. ¿Es que la gente tiene miedo de ser insultada, o de que alguien les raye el automóvil? ¿O será que sienten tan poco entusiasmo por los candidatos, que no quieren mostrar su apoyo en público a ninguno de ellos?

El hecho es que, desde que Trump comenzó su campaña presidencial, el 16 de junio del 2015, diciendo que la mayoría de los inmigrantes mexicanos “están trayendo el crimen” y son “violadores”, el racismo y la xenofobia han dividido este país como nunca antes en la historia reciente.

Trump diariamente azuza a su audiencia con comentarios veladamente racistas contra los hispanos, los afroamericanos, los musulmanes y otros grupos étnicos. Y lo más triste del caso es que su público lo celebra a rabiar.

El público de Trump celebró cuando su candidato dijo que el juez Gonzalo Curiel, nacido en Indiana, no era apto para juzgar en el caso contra la Universidad Trump porque “él es mexicano”. Los actos de Trump llegan a su clímax cuando el público corea “¡Construye ese muro! ¡Construye ese muro!”.

Y los seguidores de Trump aplaudieron durante varios años, hasta que el candidato se retractó recientemente, cuando Trump decía que el presidente Obama había nacido en Kenia –un esfuerzo no muy velado de quitarle legitimidad al primer presidente negro de Estados Unidos–.

No es de extrañar que grupos neonazis estén apoyando a Trump, como reportó recientemente una investigación de la revista Mother Jones. Los grupos de supremacistas blancos se sienten envalentonados por la retórica de Trump, aun cuando el candidato haya dicho que no apoya a algunos de ellos.

Gracias a Trump, el ideal de los grupos neonazis de un país ario, antes relegado a los rincones más oscuros de la internet, está ahora más cerca del discurso político socialmente aceptable.

Un nuevo informe de la Comisión de Relaciones Humanas del Condado de Los Ángeles afirma que los crímenes de odio contra los latinos en esa ciudad se incrementaron el año pasado en un impresionante 69 por ciento.

Y otro estudio del Centro Sureño de Estudios Legales de Pobreza (SPLC), basado en una encuesta de 2.000 maestros, afirma que la campaña presidencial “está produciendo un nivel alarmante de temor y ansiedad entre los niños de color y aumentando las tensiones raciales y étnicas en el salón de clase”.

El informe agrega que “los maestros han notado un aumento en el abuso, el ‘bullying’ y la intimidación de estudiantes cuya raza, religión o nacionalidad haya sido blanco de ataques de candidatos”.

Mi opinión: Yo no puedo votar por un demagogo que incita al odio, que es apoyado por grupos neonazis, que está dividiendo a los estadounidenses y que habla como si estuviera por encima de la Constitución. He visto a demasiados de estos “salvadores de la patria” en América Latina, y siempre terminan destruyendo a sus países. Mi voto será para evitar que Estados Unidos siga ese camino.

*Andrés Oppenheimer es un periodista y escritor argentino que reside en Estados Unidos, que ha sido incluido por la revista Foreign Policy en Español como uno de los "50 intelectuales latinoamericanos más influyentes"

 

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