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LA VERDADERA HISTORIA DE LOS ERRORES FUTUROS por Boaventura de Sousa Santos *

Con-Texto | 28 septiembre, 2019

Fuente: Other News

La verdad de un sistema equivocado es el error. Para ser políticamente eficaz, este error ha de repetirse de manera incesante, difundirse ampliamente y ser aceptado por la población como la única verdad posible o creíble. No se trata de una repetición cualquiera. Es necesario que cada vez que el error se ponga en práctica lo sea como un acto inaugural —la verdad finalmente encontrada para resolver los problemas de la sociedad. No se trata de una difusión cualquiera. Es necesario que lo que se difunde se perciba como algo con lo que naturalmente tenemos que estar de acuerdo. No se trata, finalmente, de cualquier aceptación. Es necesario que lo que se acepta sea aceptado para el bien de todos y que, si implica algún sacrificio, sea el precio a pagar por un bien mayor en el futuro.

El avance de las fuerzas políticas de derecha y de extrema derecha alrededor del mundo se basa en estos presupuestos. Es difícil imaginar la supervivencia de la democracia en una sociedad en la que estos presupuestos se concreten plenamente, pero las señales de que tal concreción puede estar más cerca de lo que se piensa son muchas y merecen una reflexión antes de que sea demasiado tarde. Abordaré las siguientes señales: la reiteración del error y la crisis permanente; la orgía de la opinión y la fabricación masiva de ignorancia; y el paso de la sociedad internética a la sociedad métrica.

La reiteración del error es hoy patente. Desde hace décadas, los países capitalistas centrales, más desarrollados, han asumido la obligación política de dedicar una parte de su presupuesto a la «ayuda al desarrollo». El objetivo es, como su nombre indica, ayudar a los países periféricos, subdesarrollados, a seguir el rastro de los más desarrollados e, idealmente, a converger con estos en niveles de bienestar en un futuro más o menos próximo. Es evidente que la brecha que separa a los países centrales de los países periféricos es cada vez mayor. La llamada «crisis de los refugiados» y el alarmante aumento del movimiento de poblaciones migrantes indeseadas son los signos más evidentes de que las condiciones de vida en los países periféricos son cada vez más intolerables. Lo mismo cabe decir de las políticas de reducción de la pobreza llevadas a cabo por el Banco Mundial desde hace décadas. El balance es negativo si por reducción de la pobreza entendemos la disminución de la brecha entre ricos y pobres dentro de cada país y entre países. La brecha no ha cesado de aumentar. Del mismo modo, las políticas de austeridad o de ajuste estructural que han sido impuestas a los países en dificultades financieras, de las que Portugal y Grecia son ejemplos cercanos, no han logrado sus objetivos, y el propio FMI ha reconocido esto de manera más o menos velada («exceso de austeridad», «deficiente calibración», etc.). A pesar de ello, las mismas políticas se imponen una y otra vez como si en aquel momento aquella fuera la mejor o incluso la única solución. Lo mismo puede decirse de la privatización de la seguridad social y, por tanto, del sistema público de pensiones. El objetivo más reciente es la seguridad social en Brasil. Según los estudios disponibles, en cerca del 70% de los casos en los que la privatización se realizó el sistema falló y el Estado tuvo que rescatar el sistema para evitar una profunda crisis social. No obstante, la receta sigue siendo impuesta y vendida como la salvación del país.

¿Por qué se insiste en el error de imponer medidas cuyo fracaso es de antemano reconocido? Son muchas las razones, pero todas convergen en la que considero más importante: el objetivo de crear una situación de crisis permanente que fuerce las decisiones políticas a concentrarse en medidas de emergencia y de corto plazo. Estas medidas, a pesar de implicar siempre la transferencia de riqueza de los más pobres a los más ricos e imponer sacrificios a los que menos pueden soportarlos, son aceptadas como necesarias e inviabilizan cualquier discusión sobre el futuro y alternativas a corto y medio plazo.

La orgía de la opinión. El error reiterado y su amplia aceptación no serían posibles sin un cambio tectónico en la opinión pública. Los últimos cien años fueron el siglo de la expansión del derecho a tener opinión. Lo que era antes un privilegio de las clases burguesas se transformó en un derecho que fue efectivamente ejercido por amplias capas de la población, sobre todo en los países más desarrollados. Esta expansión fue muy desigual, pero permitió enriquecer el debate democrático con la discusión de alternativas políticas significativamente divergentes. El concepto de razón comunicativa, propuesto por Jürgen Habermas, se basaba en la idea de que la libre formulación y la discusión de argumentos a favor y en contra en cualquier área de deliberación política, transformaba la democracia en el régimen político más legítimo porque garantizaba la participación efectiva de todos.

Ocurre que en los últimos treinta años la sociedad mediática, primero, y la sociedad internética, después, produjeron una escisión insidiosa entre tener opinión y ser propietario de la opinión que se tiene. Hemos sido expropiados de la propiedad de nuestra opinión y pasamos a ser arrendatarios o inquilinos de ella. Como no nos dimos cuenta de esta transformación, pudimos seguir pensando que teníamos opinión e imaginamos que era nuestra. Empresarios de opinión de todo tipo entraron en escena para simultáneamente reducir el abanico de opiniones posibles e intensificar la divulgación de las opiniones promovidas. Los principales agentes de esta transformación fueron los partidos políticos del arco de gobierno, los medios de comunicación oligopólicos y los sistemas de publicidad, inicialmente orientados al consumo masivo de mercancías, los cuales fueron gradualmente dirigidos hacia el consumo de masas del mercado de las ideas políticas. Así surgió la sociedad mediática y la política-espectáculo, donde las diferencias sustantivas entre las posiciones divergentes son mínimas, pero se presentan como si fueran máximas. Fue el primer paso.

El segundo paso se produjo cuando pasamos de la sociedad mediática a la sociedad internética. En este paso, el derecho a tener opinión se expandió sin precedentes y la expropiación de la opinión, de la que somos usuarios (más que titulares), alcanzó nuevos niveles. Surgieron los empresarios, tanto legales como ilegales, de la manipulación de la opinión pública, cuyo ejemplo paradigmático son las redes y las páginas de Facebook y de WhatsApp que producen “tácticas de desinformación” particularmente activas en períodos electorales, como sucedió recientemente en las elecciones para el Parlamento Europeo. La conocida organización Avaaz identificó 500 páginas sospechosas, seguidas por 32 millones de personas, que generaron 67 millones de interacciones (comentarios, likes, comparticiones). La empresa Facebook cerró 77 de esas páginas que eran responsables por el 20% de flujo de informaciones en las redes identificadas.

Esta extraordinaria manipulación de la opinión tuvo tres consecuencias que, aunque pasaron desapercibidas, constituyeron un cambio de paradigma en la comunicación social. La primera fue que esta vigilancia policial de las redes se legitimó a pesar de haber controlado apenas la punta del iceberg. El recurso cada vez más intenso a los big data y a los algoritmos para llegar a cada individuo en sus gustos y preferencias, y hacerlo simultáneamente para millones de personas, hizo posible mostrar que los verdaderos propietarios de nuestra opinión son Bill Gates y Mark Zuckerberg. Como todo es hecho para no darnos cuenta de eso, nos consideramos deudores gratos de El Dorado de información que nos proporcionan y no como acreedores de un desastre democrático de consecuencias imprevisibles por las cuales ellos debían ser personalmente responsabilizados.

La segunda consecuencia es que la información que comenzamos a usar, pese a ser tan superficial, no puede ser contestada con argumentos. O es aceptada o es rechazada, y los criterios para decidir son criterios de autoridad y no de verdad. Si sirve a los intereses del líder político de turno, el pueblo es exaltado como teniendo finalmente opinión propia, capaz de contradecir a la opinión de las élites tradicionales. Si no sirve, el pueblo es fácilmente considerado como “ignorante e incapaz de ser gobernado democráticamente”. En la medida en que el pueblo sigue la opinión del líder, es el líder quien sigue la opinión del pueblo. En la medida en que el pueblo diverge de la opinión del líder, debe, como pueblo ignorante, confiar en la opinión de líder. Según le convenga, el líder populista puede aparecer ora como seguidor del pueblo, ora como su tutor. Aquí reside la razón última de la reemergencia del populismo. Este capital de confianza se crea fácilmente en la medida en que todo sucede en la intimidad del individuo y de su familia. Mientras la sociedad mediática transformó la política en un espectáculo, la sociedad internética la convierte en un show íntimo, un auténtico peep-show en el que toda la interacción afectiva ocurre entre el líder y el ciudadano, sin argumentos ni mediaciones.

La tercera consecuencia de la sociedad internética es que las redes sociales crean dos o más flujos de opiniones unánimes que corren en paralelo y, por tanto, nunca se encuentran. Es decir, en ningún caso pueden ser contradichos o ser objeto de contraargumentación en un debate democrático. Así, la política errada puede ser aceptada ampliamente si cabalga sobre uno de los flujos de unanimidad. Este es el caldo comunicacional de la radicalización política, el ambiente ideal para el clima de polarización, de odio y de demonización del enemigo político, sin que sea necesario usar argumentos discutibles y únicamente recurriendo a frases apocalípticas.

De la sociedad internética a la sociedad métrica. Vivimos otra orgía, la orgía de la cuantificación de la vida individual y colectiva. Nunca nuestras vidas colectivas estuvieron tan dependientes del número de seguidores en Facebook, de los likes en las interacciones en las redes, de los scores en los concursos, de los rankings en las universidades, en la cuantificación de la producción científica. Sabemos que la lógica de la cuantificación es extremadamente selectiva y muy sesgada por los criterios que usa y por los campos que selecciona para cuantificar. Deja fuera todo lo que es más esencial a la existencia individual y colectiva. Deja fuera sectores sociales que, por su inserción social, no pueden ser adecuadamente contados. Las personas sin hogar son contadas por ser sin hogar, y no por lo que hacen durante el día; la agricultura familiar, informal, pese a que en la mayoría de los países continúa alimentando hoy a una gran parte de la población, así como el trabajo no pagado de la economía del cuidado en casa, no cuentan para el PBI. Lo que está predominantemente a cargo de las mujeres no entra en las estadísticas del trabajo, a pesar de ser crucial para reproducir la fuerza de trabajo. Si no estuviera avalada cuantitativamente, la calidad de la producción científica no contaría para la carrera de los investigadores. Y el gran problema de nuestro tiempo es que lo que no es contado, no cuenta.

Estas son algunas de las dinámicas subterráneas que van minando la democracia y creando una cultura pública y privada indefensa ante errores de los que la derecha y la extrema derecha se van alimentando.

Artículo enviado a Other News por el autor el 05. 06.19 . Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

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*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los principales dinamizadores del Foro Social Mundial.

 

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EL USO DE “LOS HUMILDES” COMO FÁBRICA DE PODER POR Loris Zanatta*

Con-Texto | 26 septiembre, 2019

Un dirigente peronista me acusó de “odiar a los humildes”. No sé de donde lo sacó, ni pienso responder a la calumnia: la milésima que me diríge. Pero quiero reflexionar sobre esa palabra: “humilde”. El lenguaje, se sabe, expresa estructuras profundas, a menudo inconcientes de nuestro universo ideal, tanto individual como colectivo; por eso ayuda a comprender el tipo de sociedad en que vivimos. “Humilde” viene del evangelio y es una palabra común en la política argentina. ¿Es saludable que el lenguaje político esté impregnado de expresiones evangélicas? No creo: aquellos que las usan, pretenden elevarse así a voz de Dios, poseer más autoridad moral que cualquier otro.

A mí, criado en una familia que ese caballero llamaría “humilde”, esa palabra nunca me cayó bien. Quiere ser cariñosa, pero es humillante; empática, pero es paternalista; me suena taimada, engañosa, hipócrita. Los “humildes” no son personas, con sus expectativas y talentos, sus derechos y su personalidad; son inocentes para proteger, menores para crecer y educar; no son individuos, sino una categoria, un grupo anónimo; son el “pueblo”, otra palabra mágica que a menudo llena las mismas bocas. Los “humildes” son una categoria humana, o sea nadie en particular.

Así escribían los jesuitas de los “humildes” de las misiones, los guaraníes: son como niños, deben ser educados, protegidos, moldeados. Sobre ellos, Eva Perón construyó su imperio político: era la “protectora de todos los humildes de la Patria”. Para ganar su gratitud, Montoneros y ERP distribuían el botín de sus atracos “en los barrios humildes”. Los sacerdotes revolucionarios anunciaron el momento de “armar el brazo de los humildes”. ¿Realmente les importaban las personas? ¿O actuaban como esos padres que te dicen qué comer, cómo vestirte, con quién salir, pero nunca te preguntan qué quieres, qué deseas? “No conocen el mundo que estamos preparando para ellos”, advirtió un militante: nosotros les damos, “los humildes” reciben; que sean agradecidos!

El problema no son “los humildes”, sino quienes los usan como fábrica de poder y pedestal moral; personas que de “humilde” no tienen nada, que usan la “humildad” como garrote ideológico y “los humildes” como ejército de maniobras. Para ellos, “el humilde” debe seguir siéndolo. ¡Ay si lograra alcanzar la autonomía personal, profesional y económica necesaria para convertirse en ciudadano independiente del puntero de barrio, del funcionario estatal, del sacerdote que cuida su alma! El Estado debe socorrerlos, mitigar sus penas, sin que por eso dejen de ser “los humildes” de por vida, de cargar la cruz; en su “humildad”, explicó Carlos Mugica, en su “sufrimiento y privación”, se encuentra el “hombre nuevo”, el Cristo resuscitado; su “humildad” no debe ser erradicada, sino “compartida”. Que el individuo no emerja nunca del grupo! Que el bienestar y el éxito no corrompan la pureza de espíritu de esos niños! Viva la “santa pobreza”, tan querida por los antiguos jesuitas. Pertenecer a los humildes “es un honor”, decía Fidel Castro, que nunca fue “humilde”. Cuántos “padre de los pobres” ha tenido América Latina! ¿Qué harían todos aquellos que en la “humildad” fundaron sus fortunas, si un día ya no hubiera “los humildes”?

Prestamos poca atención al significado de las palabras que usamos: las usamos y se acabó, como un cepillo de dientes o un teléfono móvil. Pero merecen atención: ¿no será que una sociedad que eleva los “humildes” a modelo moral, tenderá a reproducir las raíces culturales y materiales de la pobreza? ¿Y que, por el contrario, una sociedad que cultiva el valor del ascenso social y la realización personal esté mejor equipada para vencerla? En la primera, el “humilde” es una figura mítica, sin rostro, perdida entre otras miles indistintas; abandonar su estado traicionaría a su “pueblo”, subvertiría su destino. Pertenecer a los “humildes" no es un estigma, pero tampoco debería ser prueba de santidad; formar parte de una comunidad es importante, pero se convierte en lastre si hipoteca el futuro: el “escape de la pobreza”, como el “gran escape” de la famosa película, nunca tiene éxito para todos al mismo tiempo.

El punto es que los “humildes”, entendidos como los entiende quien me acusa de “odiarlos”, son entidades “holísticas”. No asuste la palabra: “holístico” es el modo de entender a los grupos sociales como organismos vivos; es el orden en que cada uno ocupa el papel que Dios, la Historia o la Naturaleza le han asignado: cada uno su función, cada uno subordinado al Todo; un orden sin individuos. Esta concepción es típica de los grandes sistemas religiosos: cuando la ciencia aún no había desvelado las leyes físicas del universo, servía para hacer intelegible el funcionamiento de la “creación”: a imágen de Dios, se pensaba; varias teorías políticas modernas la han hecho suya. Las sociedades más secularizadas se han liberado en gran medida de ella y no es casualidad que sean más dinámicas y abiertas, prósperas, permeables a la movilidad social y a la afirmación personal: no necesitan a los “humildes”. Pero aquellas más imbuidas de esta visión holística tienden a reproducir antiguas jaulas identitarias, a encerrar a las personas en el grupo en el que la historia o el plan de Dios los habría ubicado: los “humildes" son esto y cumplen la función de preservar la “pureza moral” que la modernidad ha corrompido; tales sociedades necesitan los “humildes”.

Y si los necesitan, los cultivarán, los reproducirán, siempre los tendrán en abundancia. ¿Cómo? Simple: desde que el mundo es mundo, la sociedad holística promueve la uniformidad y castiga la diferencia, premia la imitación y rehuye la creatividad, exige conformismo y no tolera la pluralidad. Tal “control holístico” implica la “nivelación de las mentes humanas”, dijo un famoso filósofo; y dado que el desarrollo surge de la “libertad de ser diferente de los demás”, de la libre competencia entre diferentes ideas, dicha sociedad seca las fuentes del progreso y riega la planta de la pobreza, que todo aplasta. La innovación, la prosperidad, la movilidad crecen en sociedades abiertas y seculares, mueren en sociedades cerradas y confesionales, donde la “santa pobreza” crece exuberante. Si este es el caso, mi odiador serial peronista puede dormir tranquilo: como están las cosas, en Argentina siempre habrá muchos “humildes” para proteger.

*Ensayista y profesor de Historia en la Universidad de Bolonia

 

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“NO SOY LIBRE. MI COMUNIDAD NO ES LIBRE. MI PAÍS NO ES LIBRE” por ACNUDH*

Con-Texto | 21 septiembre, 2019

GINEBRA,   – Wai Wai Nu no había cometido delito alguno, pero a la edad de 18 años le comunicaron que tendría que ir a la cárcel. La joven acababa de empezar la carrera de Derecho, cuando a su padre le notificaron la sentencia de prisión, en la que estaban incluidos la madre de Wai Wai, su hermana, su hermano y ella misma.

La familia creyó que al cabo de algunos meses los pondrían en libertad, pero no fue así. Durante siete años tuvieron que soportar las condiciones de miseria y hacinamiento que prevalecían en la tristemente célebre prisión de Insein, en Myanmar (Birmania). A su hermano lo trasladaron a otra penitenciaría.

Según las autoridades, el delito de Wai Wai fue haber sido hija de Kyaw Min, un maestro de escuela y activista político del estado de Rakhine, en el occidente de Myanmar.

En los últimos decenios, el estado septentrional de Rakhine ha sido el epicentro de una crisis. La familia de Wai Wai forma parte de la marginada comunidad rohinyá, un grupo étnico de Rakhine que aún en la actualidad sigue siendo objeto de persecuciones y desplazamientos masivos. Desde mediados de 2017, casi un millón de rohinyás ha huido al vecino Bangladesh.

En marzo, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, calificó la situación de “discriminación sistemática y restricciones generalizadas a la libertad de movimiento”, al presentar al Consejo de Derechos Humanos el informe elaborado por su Oficina.

“Cuando el juez dictó sentencia, no lloré, no quería mostrar tristeza ni debilidad. Tampoco quería que mis padres se sintieran culpables por lo que nos ocurría. Pero cuando llegué a la prisión con mi madre y mi hermana, estuvimos tres días llorando”, dijo Wai Wai.

“Cuando empezamos a cumplir la condena, me faltaban dos años para terminar la carrera de Derecho. Cada día, a la hora en que las clases deberían haber comenzado, sentía como si algo se muriese dentro de mí. Ningún joven debería ir a prisión si no ha cometido un delito. Su lugar no está en la cárcel sino en la universidad”, añadió.

Finalmente, tras salir de prisión, Wai Wai obtuvo el diploma de Derecho en la Universidad de Yangon Este. Al evocar aquella etapa de cárcel la llama “la universidad de la vida” y cree que fue una de las principales motivaciones para la labor que ahora realiza en defensa de los derechos humanos.

“Comprendí la profunda discriminación que las mujeres padecemos en todos los aspectos de la vida: el acceso a la educación, a la atención sanitaria, a la economía, a la política y a los procesos de toma de decisiones”, afirmó la activista.

En la actualidad, Wai Wai recorre el mundo y pronuncia discursos sobre la suerte de las mujeres y niñas rohinyás. En fecha reciente estuvo en Ginebra, donde leyó una ponencia ante el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw).

Uno de los últimos informes dados a conocer por el Comité muestra la situación devastadora en que se encuentran las niñas y mujeres rohinyás y pone de relieve las atrocidades generalizadas de las que son víctimas: violencia sexual, privación de nacionalidad, restricción de la libertad de movimiento y una grave carencia de acceso a los cuidados sanitarios, la educación y la vivienda.

En el informe se señala que, pese a las reiteradas peticiones de las Naciones Unidas y la comunidad internacional, “no hay pruebas de que se hayan adoptado medidas para prevenir y abordar eficazmente las vulneraciones de derechos humanos cometidas”.

El documento ofrece como ejemplo el hecho de que las autoridades de Myanmar siguen negando que se hayan perpetrado delitos de índole sexual y llega a la conclusión de que “no se han realizado esfuerzos genuinos para lograr que los responsables rindan cuentas de sus actos”.

El estado de Rakhine: dos mundos distintos

Wai Wai y su familia se mudaron a Yangon a principios de la década de los 90, cuando ella tenía ocho años. Sus recuerdos del estado de Rakhine son muy diferentes de la realidad actual. Entonces, sus condiscípulos en la escuela procedían de comunidades religiosas y culturales muy diversas y otro tanto ocurría con sus docentes.

“Cuando era niña, no me percataba mucho de que había un contexto de odio. Allí también vivíamos en una ciudad, de modo que estábamos lejos de lo que ocurría en las zonas más remotas”, recordó la joven.

“Pero, a principios del decenio de los 90, empezaron las expulsiones sistemáticas: los empleados rohinyás –funcionarios públicos, profesores, médicos, abogados y agentes de policía- fueron destituidos de sus cargos. En la actualidad, la situación es complemente distinta; el cambio es extraordinario y eso da miedo”, rememoró.

La joven comenzó a sentirse discriminada por su condición de rohinyá y de musulmana cuando ingresó en la escuela secundaria en Yangon.

Wai Wai era una atleta destacada, pero por ser musulmana le prohibieron participar en competiciones de ámbito nacional y estatal. E

n los planes oficiales de estudio solo figuraba el budismo de Myanmar y no se reconocía la existencia de otras religiones o culturas en el país. En la escuela también le denegaron la tarjeta nacional de identidad, aunque sí las tramitaban para los estudiantes budistas.

“El gobierno introdujo la discriminación por conducto del sistema educativo y ahora toda la sociedad la ha adoptado. En Myanmar, la discriminación es profunda y está integrada en la cultura, las mentalidades y la vida cotidiana”, afirmó.

Luchar por los derechos de las niñas y las mujeres

Wai Wai reside actualmente en Estados Unidos y el año pasado obtuvo una Maestría en Derecho en la Universidad de California en Berkeley. La joven activista asegura que el objetivo de su vida es defender los derechos de las niñas y las mujeres rohinyás que permanecen en su país de origen.

El hecho de vivir en la seguridad que le ofrece Estados Unidos no la ha llevado a desvincularse de los suyos. “No soy libre”, afirma. “Mi comunidad no es libre. Mi país no es libre. La situación de las niñas y mujeres rohinyás es indescriptible. Creo que tengo la responsabilidad de ayudarles a lograr la dignidad humana, el respeto y la libertad”.

La joven activista ha fundado dos organizaciones no gubernamentales, Women’s Peace Network-Arakan, que centra su labor en la consolidación de la paz en Myanmar, y Justice for Women, una red de abogadas que proporciona asistencia letrada a las mujeres que la necesitan.

Según Wai Wai, lo que padecen actualmente las niñas y las mujeres de Rakhine es un enorme trauma, “una discriminación muy selectiva, aplicada contra todo un grupo étnico”.

Su sueño, afirma, es que el estado de Rakhine llegue a ser un lugar donde se respete a las mujeres, donde estas vivan en seguridad y tengan los mismos derechos y las mismas libertades.

“Mientras eso no se logre, seguiré trabajando”, concluyó.

                                                                  Jun 5 2019

 

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*Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), con sede en Ginebra. IPS-Inter Press Service lo publicada por un acuerdo general con la Organización de las Naciones Unidas para la redifusión de sus contenidos.

 

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LULA ESTÁ PRESO; LA IDEA DE ESTUDIAR, NO. Por Andrés Ferrari Haines*

Con-Texto | 21 septiembre, 2019

Lula está preso; la idea de estudiar, no.

Esa es la conclusión fundamental que dejaron las dos multitudinarias marchas por la educación que se hicieron en mayo en todo Brasil. Y para que quede claro, mañana está anunciada la tercera. El tercer "tsunami educativo", como son llamadas.

Los cada vez menos seguidores de Bolsonaro ante cualquier cuestionamiento a actos o denuncias contra él o su gobierno, responden, como ‘argumento’ último, “pero Lula está preso, bobo”. Pero bien que Lula les avisó, hace más de un año, antes de entregarse y ser detenido: “Mis ideas ya están en el aire y no se puede encarcelar ideas”.

Es decir, Lula está preso…la idea de estudiar, no. La idea de estudiar está arraigada en la sociedad brasileña.

Las casi dos millones de personas que se movilizaron por la educación en cada marcha anterior, y se estima que también lo harán mañana, no lo hicieron por Lula o por el PT. Lo hicieron porque tienen impregnada la idea de estudiar. Eso queda claro al ver los carteles que los manifestantes portaron en las marchas anteriores: “Por el derecho a estudiar”; “Educación para todos”; “No toquen la educación”.

Sobre quienes lo condenaron, Lula afirmó que no soportan la idea que haya “pobres en la universidad, pobres comiendo carne, pobres comprando autos, pobres viajando en avión”. El 30 de mayo pasado, el mismo día de la última marcha estudiantil, Bolsonaro le dio la razón a Lula cuando justificó querer anular la obligación de equipaje gratuito en aviones, “no sólo porque (la medida) es del PT. Aunque es un indicativo. Los tipos son socialistas, comunistas, estatizadores. Les gustan los pobres”.

También, los carteles reflejaron, precisamente, que parte de esa idea es ser conscientes de que Bolsonaro ataca la educación porque no le gustan los pobres: “Pobre con diploma es peligro para el Estado”. Otra pancarta reflejaba cuál sería el proyecto de vida para muchos pobres si no es ingresar a la universidad: “el miedo que tienen es ver que ocupemos las universidades y no las cárceles”. El vínculo histórico de esta conciencia se observó en el cartel que expresaba: “la Casagrande enloquece cuando la Senzala aprende a leer". En la Casagrande vivían los esclavistas; en la Senzala, los esclavos.

Aunque Bolsonaro apunte a los pobres y al PT, los carteles en las manifestaciones también dejaron en evidencia que muchos comprenden que la política del gobierno es beneficiar a una minúscula elite a costa de la sociedad brasileña. Por eso, participaron, porque “Defender la educación es defender el futuro”. Esta percepción seguramente también explica por qué hubo tantos alumnos secundarios expresando “Bolsonaro exterminador del futuro de Brasil” y padres con hijos chicos declarando que “Sin educación no se forma una nación”. Educación no sólo es la expresión de una idea de nación; también es expresión para contraponerse a la nación que Bolsonaro quiere promover. Frente a su insistencia en liberar la portación de armas, un cartel afirmaba: “Me armo de libros; me libro de armas”.

Aunque en noviembre obtuvo casi 58 millones de votos, sólo 32% hoy considera ‘bueno’ su gobierno, efecto de una tendencia que se mantiene declinante, mientras que 38% (casi el doble que en enero) lo considera ‘malo o pésimo’. “Quiero estudiar, ser inteligente. Para burro basta el presidente”, permite a la educación expresar la pésima imagen que tienen de Bolsonaro. En las marchas, los estudiantes le explicaban al presidente: “Bolsonaro, lucho por lo que te faltó: Escuelas, libros, profesor”. Como respuesta a Bolsonaro por haberlos llamado “idiotas útiles”, los estudiantes afirmaron que lo son “para sacar al idiota inútil”.

El domingo 26 de mayo, hubo una marcha en favor de Bolsonaro, bastante poco concurrida, sólo con cierto público de consideración en las ciudades de San Pablo y Rio de Janeiro. Si se suman los presentes en todas las marchas en favor del gobierno de este año en todo Brasil se llegan a la concurrencia de una sola de las movilizaciones estudiantiles que en alguna de las grandes ciudades. Las dos marchas por la educación fueron masivas en todo Brasil, en cada estado, con actos tantos en grandes como en pequeñas ciudades.

Según una encuesta divulgada por Exame, en el acto en favor de Bolsonaro en San Pablo, 65% de los presentes eran de sexo masculino, 66% eran blancos y 54% tienen ingresos superiores a cinco salarios mínimos, 76% políticamente de derecha y 88% era muy "antipetista".

Quizás esto último dificulte comprender la diferencia entre partido político e idea política. Atacar al PT o a Lula, como hizo Bolsonaro, al día siguiente de la última manifestación de los estudiantes, no apagará la idea que tienen los estudiantes de estudiar.

Mantener a Lula preso o estigmatizar al PT, no parece que vaya a detener el movimiento estudiantil contra un proyecto visto como de destrucción de la sociedad nacional. Una visión que, esencialmente es generacional: en la marcha en favor de Bolsonaro sólo 13% tenía entre 25 y 34 años.

Entre los carteles de los estudiantes, uno dibujó a Bolsonaro en la bandera de Brasil, sustituyendo “Orden y Progreso” por “Desorden y Regreso”. Otro difundió por las redes una bandera de Brasil afirmando “Educación es progreso”. Mañana esa idea se moviliza, aunque Lula seguirá estando preso.

 

*Profesor UFRGS (Brasil)

@Argentreotros

 

 

 

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EL PERONISMO, UN PARTIDO QUE SE CREE IGLESIA por Loris Zanatta*

Con-Texto | 21 septiembre, 2019

Bolonia.  La CGT solicita la beatificación de Eva Perón. Ya lo había hecho cuando ella murió. El libro de Cristina Kirchner "podría enseñarse en las escuelas", explicó el jefe del sindicato de docentes: igual que La razón de mi vida en su momento. ¿La candidatura a la vicepresidencia? Parece el renunciamiento de Eva Perón en 1951, pero al revés. Han pasado casi setenta años y para el peronismo el pasado no pasa nunca: es objeto de culto, devoción, ritualidad, repetición. Las religiones, decía el viejo Fidel Castro, "siempre repiten los mismos temas"; nosotros "debemos hacer lo mismo: la verdad debe repetirse si queremos que se difunda". Lo habían criado los jesuitas: sabía de qué estaba hablando. Lo mismo Eva Perón: curas y católicos militantes escribían sus discursos, orientaban su gran olfato político. Cuando, mucho más tarde, Hugo Chávez invocó a "Cristo mi comandante", prometió "la salvación del reino de Cristo" y la redención del pueblo del pecado capitalista, caminaba sobre antiguas huellas: es una historia que viene de antaño, hablamos de una extensa familia.

Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente, y pocos recuerdan que aquella fue la fase en la que el régimen peronista se acercó más que nunca al ideal totalitario: uno es el pueblo; una, la fe. La fe justicialista. "Ni un ladrillo que no sea peronista", para decirlo con Eva Perón -aspirante a beata, modelo para la posteridad-, quedaba en pie. Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial estaban bajo su total control. La sociedad entera estaba ordenada en cuerpos: la comunidad organizada. Trabajadores peronistas, empresarios peronistas, profesionales peronistas, estudiantes peronistas. Peronistas eran incluso dentistas, arquitectos, ingenieros. Sobre ellos, rey y sacerdote, velaba omnipotente el líder. Eva era María, la virgen mediadora, consoladora de los afligidos. Escuela, radio, periódicos, arte, música, deportes eran lugares de catequesis, sacristías donde se "repetía la verdad". ¿La oposición? "Herejía"; rimaba con "oligarquía". Exageró solo al pretender que peronistas fueran también la Iglesia y el Ejército: si algo le recordaron derrocándolo era que el peronismo había nacido católico y militar.

Sé que la extravagante solicitud de la CGT se presta a lecturas más prosaicas. Hay elecciones: ¿traerá esto votos? Entiendo el razonamiento: si no es ahora, con Bergoglio en San Pedro, ¿entonces cuándo? También sospecho una sutil interna peronista: si el peronismo revolucionario ya tiene su beato, ¿por qué el peronismo sindical no puede tener a Eva en el santoral? Esta también es una vieja historia; vieja y truculenta. Sé, también, que el peronismo de hoy es diferente al de entonces: bien o mal -más mal que bien- se ha acostumbrado, o se ha resignado, a vivir en democracia, a respetar sus formas, si no siempre su espíritu. De su ideología original permanecen vagos fragmentos, confeti diseminado que el viento lleva aquí y allá. Pero la llamada de la selva, el espíritu de la tribu, la complicidad del clan siguen siendo fuerzas poderosas.

Bajo la superficie de este barroco revival evitista anida el problema real; un problema que apesta el aire, envenena el clima, inhibe los acuerdos, socava los compromisos: la hegemonía histórica de un partido que se cree iglesia, de una ideología que se cree religión, de un movimiento que antepone el dogma de la fe al principio de realidad; un partido que no aspira a representar ideas, valores, intereses específicos, sino a encarnar la verdad, el pueblo, la nación, entidades etéreas, eternas, metafísicas en cuyo nombre reivindica el monopolio del bien, de la identidad, de la moral. Por eso exige ser beatificado; por eso piensa que tiene una misión redentora; por eso quiere un santo en el panteón del cristianismo: el peronismo, como el comunismo de Fidel, se creyó el nuevo cristianismo y algunos se lo creen todavía. ¿Quién les explica que todo esto es incompatible con la democracia? Que en una democracia hay muchas opiniones, no una verdad; hay pluralidad, no monopolio; personas, no pueblos. Mientras la cultura peronista siga siendo esa, la democracia le quedará chica: más que el buen gobierno, le importará el poder, todo el poder, para convertir paganos, combatir enemigos, catequizar fieles.

¿Exagero? Apenas: para sacudir la conciencia de los muchos peronistas que, estoy seguro, de beatificaciones y dogmas de fe no quieren saber nada; que piensan en el suyo como un partido más o menos normal, cercano a los trabajadores. La Argentina necesita que el "peronismo republicano" deje de ser un oxímoron, un ave fénix. Para que así sea, tendrá un día que medirse con el pasado, dejar que aquella herencia mesiánica descanse de una vez en paz. Un ejemplo: todos los países han tenido partidos obreros, pero nunca se les habría ocurrido a los laboristas ingleses, a los socialistas chilenos, ni siquiera a los comunistas italianos, beatificar a sus fundadores, imponer sus textos en las escuelas, convertirse en religión de la patria. Son cosas ajenas a la esencia pluralista, secular y republicana de la democracia; son fotos que pertenecen a otro álbum familiar. "La nuestra es una dictadura propueblo", decía Hernán Benítez, el mentor jesuita de Eva Perón. La de Chávez, señaló un jesuita venezolano, es una utopía religiosa, una "nostalgia de absoluto", la eterna promesa del Reino de Dios invocando el cual el partido-Estado lo devora todo.

Así ha sido el peronismo y así me temo que siga siendo: detrás de la fachada de cartón del misticismo plebeyo, en el trastero del poder nacional y popular, resguardados por el conformismo hipócrita que prevalece entre devotos de la misma fe, florecen un clima de bajo imperio, la impunidad desenfrenada, la opaca complicidad entre cofrades: negocios sucios, dólares a quintales, muertes misteriosas, piruetas políticas, amistades impúdicas. El centenario de Eva Perón era una buena oportunidad para cuestionar ese morboso e insano vínculo entre política y religión, para reflexionar sobre el pasado sin inflamar el presente. Fue otra oportunidad perdida. El peronismo eterno siempre triunfa, el pasado nunca se convierte en historia. ¡Qué lástima!

*Ensayista y profesor de Historia en la Universidad de Bolonia

 

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CRISIS DE DESPLAZADOS EMPEORA POR FALTA DE FONDOS Y DE VOLUNTAD POLÍTICA por  Thalif Deen*

Con-Texto | 21 septiembre, 2019

Fuente Other News

Un nuevo informe del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) resalta que las 10 mayores crisis de desplazados que hay en el mundo y que dejaron sin hogar a millones de personas, han empeorado debido a la negligencia política, la escasez de fondos y la falta de atención de los medios.

El secretario general de la organización no gubernamental, Jan Egeland, aseguró a IPS que la asistencia humanitaria debe brindarse en función de las necesidades, y solo de las necesidades. Sin embargo, cada día millones de personas desplazadas son desatendidas porque han sido golpeadas por una de las llamadas crisis olvidadas o los dólares necesarios se han agotado.

El Informe Global sobre Desplazamiento Interno, publicado en mayo por el observatorio sobre el tema del NRC, destaca que los países que sufrieron crisis de desplazamiento en 2018 se ubican en su mayoría en África, con Camerún a la cabeza de la lista, seguido por la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Burundi, Malí, Libia y Etiopía.

Los tres restantes, según la lista de NRC, fueron Ucrania, Venezuela y Palestina.

“Esta lista deprimente debe servir como una llamada de atención para todos nosotros. Solo atrayendo la atención a estas crisis, aprendiendo sobre ellas y ubicándolas en un lugar importante en la agenda internacional, podemos lograr el cambio tan necesario”, dijo Egeland, quien fue subsecretario general para Asuntos Humanitarios y coordinador de Ayuda de Emergencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Martin Scott, profesor en la británica Universidad de East Anglia y autor principal de un informe sobre “El estado del periodismo humanitario”, dijo a IPS que estudios como el del NRC deberían ser un primer paso para elevar la atención sobre las crisis olvidadas, pero ello no sucede por la falta de la cobertura que merecen de los medios de comunicación.

“Lo que se necesita es una evaluación clara de por qué estas crisis de desplazamiento reciben tan poca cobertura. En parte, es un reflejo de modelos de negocios que están rotos en la mayoría del periodismo internacional, lo que significa que los medios de comunicación a menudo tienen dificultades para proporcionar una cobertura consistente con el valor público real (de esas crisis)”, argumentó.

Pero también es un reflejo de las prioridades políticas y las agendas de los países más poderosos, que reflejan y siguen a menudo los medios, agregó Scott.

De hecho, estos informes, señaló, también llaman la atención sobre lo que no funciona, en general, dentro del periodismo internacional.

“Pero hay medios de comunicación que regularmente informan sobre crisis de desplazados como estas, tal como Devex, News Deeply, The New Humanitarian e Inter Press Service (IPS)”, señaló. “Es importante destacar su trabajo, para que las audiencias sepan que hay una cobertura de estas crisis que pueden seguir”, declaró.

Egland, por su parte puso como ejemplo lo que está sucediendo en Camerún sobre la desatención de las crisis de desplazados, en que a su juicio la comunidad internacional actúa como un conductor que va dormido al volante y responde con “un silencio ensordecedor” a los asesinatos brutales, las aldeas quemadas y el desplazamiento masivo de personas.

Recordó que hasta ahora el conflicto ha desarraigado a medio millón de personas en el suroeste y el noroeste de Camerún. Cientos de pueblos han sido incendiados. Los hospitales han sido atacados. Los trabajadores de salud temen ser secuestrados o asesinados.

Más de 780.000 niños han visto cerrar sus escuelas y miles de personas sobreviven actualmente escondidas entre los arbustos, sin haber recibido ayuda humanitaria alguna.

Tampoco se han realizado hasta ahora grandes esfuerzos de mediación, no hay grandes programas de ayuda, un mínimo interés de los medios y muy poca presión sobre las partes para que dejen de atacar a los civiles.

“Esta cultura de parálisis de la comunidad internacional tiene que terminar. Todos los días se permite que el conflicto continúe, la amargura se está acumulando y la región se acerca más a la guerra”, dijo Egeland, quien visitó en abril el país de África central.

El Consejo Noruego para los Refugiados está pidiendo que se preste mayor atención a todas las crisis olvidadas para evitar el sufrimiento de millones de personas vulnerables.

“Esta lista deprimente debe servir como una llamada de atención para todos nosotros. Solo atrayendo la atención a estas crisis, aprendiendo sobre ellas y ubicándolas en un lugar importante en la agenda internacional, podemos lograr un muy necesario cambio”, dijo Egeland.

Al preguntarle si la ONU y la comunidad internacional se estaban quedando atrás en su apoyo, Tiril Skarstein, también de NRC, dijo a IPS: “Creemos que la comunidad internacional no está haciendo lo suficiente para resolver estas crisis. La falta de voluntad política para encontrar soluciones a estas crisis es frecuentemente resultado de la falta de intereses geopolíticos en el área”.

Sin embargo, señaló, también hay algunos países en la lista de los que tienen crisis de desplazados donde varias potencias mundiales tienen intereses en el conflicto. Eso coloca la situación de los desplazados en un punto muerto y una falta de soluciones políticas, como es el caso de Palestina o Ucrania.

Sobre si la falta de fondos obedece a la negligencia por parte de los donantes occidentales o más bien a limitaciones financieras internas dentro de los países donadores, Skarstein dijo que la clave es que la asistencia humanitaria se dé solo en función de las necesidades.

Sin embargo, es más fácil destinar los fondos humanitarios a algunas crisis y no a otras. A menudo, “vemos un vínculo estrecho entre la cantidad de atención de los medios que recibe una crisis y la cantidad de fondos humanitarios. Algunas de las crisis en la lista de crisis olvidadas recibieron menos de 40 por ciento del financiamiento (promedio) el año pasado”, dijo.

“Pero también hay un déficit general de financiación, admitió.

El año pasado, solo se financió alrededor de 60 por ciento del total de los llamamientos humanitarios de la ONU y las organizaciones asociadas.

“Esto significa que necesitamos que todos los donantes aumenten su apoyo humanitario para poder satisfacer las necesidades humanitarias reales, y también necesitamos nuevos donantes, incluidas varias economías emergentes, para intensificar esa ayuda”, planteó.

Sobre la razón de que las crisis olvidadas correspondan principalmente a naciones africanas, en comparación con las asiáticas y latinoamericanas, Skarstein dijo que “desafortunadamente, las crisis en el continente africano rara vez aparecen en los titulares de los medios o llegan a las agendas de política exterior antes de que sea demasiado tarde”.

La falta de financiación y atención política tiene consecuencias devastadoras para los pobladores civiles, que no reciben protección contra los ataques, ni el alivio necesario cuando han tenido que huir de sus hogares en busca de seguridad, argumentó.

La mayoría de los que huyen se dirigen a los países vecinos o son desplazados dentro de su propio país. “Sin embargo, el hecho de que la mayoría de estas personas no se presente en nuestras puertas aquí en Europa, por ejemplo, no elimina nuestra responsabilidad de actuar”, señaló.

Según el NRC, la crisis en Camerún tiene su raíz en la conflictiva historia colonial del país. Después de la Primera Guerra Mundial, la antigua colonia alemana pasó a un dividido mandato francés y británico.

El país tiene ahora tanto el inglés como el francés como idiomas oficiales, pero las personas de habla inglesa se han sentido cada vez más marginadas, dijo el NRC.

Y en 2016, los civiles tomaron las calles y una fuerte represión por parte de las fuerzas de seguridad llevó a la violencia generalizada y la formación de grupos armados opositores.

                                                                  Jun 7 2019

 

——————

*Director Regional para América del Norte y jefe de la delegación de las Naciones Unidas de IPS . Destacado en Nueva York desde finales de los años setenta. Ex editor adjunto del   Daily News -Sri Lanka y ex redactor principal del diario The Standard de Hong Kong.

 

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DETRÁS DE LAS CRISIS MIGRATORIAS, LA AMENAZA DE UN RACISMO QUE CRECE por Lelio Mármora*

Con-Texto | 21 septiembre, 2019

 "El desafío migratorio", "El drama de las migraciones", "La crisis migratoria", son algunos titulares que dan cuenta de la preocupación generalizada sobre esta cuestión. Una de las primeras observaciones a tener en cuenta es la del verdadero volumen de estos movimientos de población. Actualmente sólo el 3,5% de las personas viven en un país diferente al que nacieron, un 1% mayor al de hace 50 años, y la mitad del porcentaje que se registraba a principios del siglo XX. Asimismo, en dos de los lugares de mayor preocupación sobre el tema, Europa y los Estados Unidos, las migraciones han disminuido permanentemente en los últimos años. En los Estados Unidos se ha registrado una baja de inmigración irregular, pasando de 418.816 arrestos en 2016 a 287.637, en 2017. Sólo el 34% de la migración mundial es del sur al norte, la mayoría está en países de su región. El 86% de los refugiados está en países en desarrollo. El millón de refugiados que llegó a Europa en 2015 equivalía al 0,2% de la población europea, de 508 millones. Por otra parte, ya desde la década de 1990, Japón y algunos países desarrollados de Europa comenzaron a preocuparse por la declinación y el envejecimiento de su población que se pronosticaba para los siguientes 50 años. La migración como “población de reemplazo” comenzó a ser centro de preocupación. Según cálculos de las Naciones Unidas, en el caso de la Unión Europea, la población requerida para mantener el coeficiente entre la proporción de población en edad activa (15 a 64 años) y la población de tercera edad (65 años y más) alcanzaría un total de 13 millones anuales de migrantes. Aún teniendo en cuenta este panorama, las migraciones son vistas cada vez más como una crisis, cuando en realidad lo que se observa es una “crisis de humanitaria frente a las migraciones”. El indicador principal de dicha crisis es el del avance de la restricción del movimiento de las personas por sobre la cooperación para el desarrollo de los países de origen o la desactivación de los conflictos violentos, en muchos de los cuales han tenido injerencia directa países que ahora se niegan a recibir a las víctimas de los mismos. Esta perspectiva securitista se expresa en la multiplicación de los “centros de detención”, ”de retorno”, ”de tránsito” destinados a internar a los migrantes en los lugares de llegada; el incremento de muros y vallas fronterizas (que superan los 18.000 km en el mundo); la "externalización" del control migratorio, que se manifiesta en la transferencia de fondos destinados al reforzamiento de controles y equipamiento militar para frenar las migraciones en países de origen o de tránsito, llegando en casos como el de Libia al financiamiento de mafias costeras; la prohibición de circulación, desembarco y abastecimiento de las naves rescatistas de ONG en el Mediterráneo; o incluso propuestas imaginativas como las de Dinamarca, que para frenar la ola migratoria desde África, mandó anticonceptivos por valor de US$ 15 millones con el objetivo de controlar la natalidad. La amenaza del migrante se ha agitado tradicionalmente como la del desplazamiento de la mano de obra nativa, el incremento de la inseguridad, o la utilización desmedida de servicios públicos como la salud o la educación. Todos los estudios objetivos al respecto demuestran la falsedad de estos supuestos efectos negativos. El cambio producido en las últimas décadas es que la “amenaza migratoria” apunta a la identidad nacional, religiosa y racial. La afirmación del primer ministro de Hungría, Viktor Orban de querer “una Hungría cristiana y blanca” sintetiza el pensamiento de los cada vez más consolidados partidos de extrema derecha europea y también del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien reconoce que ganó las elecciones gracias a su posición anti migratoria. En una dialéctica perversa, la xenofobia, el fundamentalismo religioso y el racismo han aflorado en amplios sectores de las sociedades europeas y norteamericanas, fomentados y utilizados por el oportunismo político electoral. Los “caza votos” han encontrado una fuente impensable en la segunda mitad del siglo XX: la discriminación frente al diferente, la autoafirmación esencialista de los orígenes. El peligro no son las migraciones: el peligro es el racismo cada vez más institucionalizado en una parte del mundo supuestamente desarrollado. Los derechos humanos, en general, y los de los migrantes, en particular, así como el “Pacto para una migración segura, ordenada y regular” propuesto desde las Naciones Unidas parecerían estar quedando cada vez más reducidos al discurso, frente a la eclosión de la reivindicación diferencialista del origen nacional, de la pertenencia religiosa y del color de la piel. Hitler decía que “el mestizaje es una degeneración de la humanidad”. Quizás la selección francesa campeona del mundial de futbol, donde 18 de sus 23 jugadores nacieron en el extranjero o son hijos de migrantes pero se sienten franceses, sea una pequeña señal para entender el valor del mestizaje cultural. Sobre él se construyó la historia humana y –a pesar de los racistas- también será el sustento enriquecedor de su futuro.

* Lelio Mármora es director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo. Universidad Nacional de Tres de Febrero

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EL DESVANECIMIENTO DE LA IZQUIERDA EN ITALIA por Fernando Ayala*

Con-Texto | 14 septiembre, 2019

Publicado en el Wall Street International Magazine, Sep 5 2019

¿Cuándo se «jodió» la izquierda?

Es difícil saber si existe una izquierda italiana hoy en el país donde el partido comunista de Italia (PCI), fundado en 1921 por Antonio Gramsci, llegó a ser en la década de los 70 del siglo pasado el más grande del mundo occidental y un referente de la renovación del socialismo. Vivió el surgimiento y consolidación del fascismo de Mussolini al que combatió con las armas, al igual que resistió la ocupación nazi del país durante la Segunda Guerra Mundial.

Con la liberación en 1945 y las primeras elecciones en 1946, se incorporó plenamente a la vida democrática alcanzando el 18,6% de los votos mientras que la Democracia Cristiana italiana (DC) llegaba al 35,2%. En las elecciones de 1948 el PCI subió al 30% y la DC sumó al 48,5% de los votos. Luego la historia es posible seguirla a través de los personajes clásicos de don Camilo, el cura del pueblo y Pepón, el alcalde comunista, que refleja la tolerancia, respeto y complicidad que existió entre los dos principales partidos de la posguerra. Mientras tanto el Gobierno de Estados Unidos, a través del Plan Marshall, puso los dólares para impulsar y potenciar el desarrollo económico del norte y calmar con subsidios al sur. La fuerza creciente del PCI, de los sindicatos y la frontera con el mundo comunista, contribuyeron a este flujo de ayudas y préstamos. Trieste, en la frontera con la antigua Yugoslavia al término de la Segunda Guerra Mundial, fue donde se saldaron las últimas cuentas entre los partisanos de Tito y los derrotados fascistas, junto a dolorosas pérdidas territoriales para Italia: toda la Istria, las ciudades de Pola, Fiume, Zara y algunas islas. Fue parte del reordenamiento de las fronteras europeas y el precio de perder una guerra.

El sistema político parlamentario de base proporcional instaurado en Italia no ha contribuido a la estabilidad del país. Desde 1946 a 2019, es decir, en 73 años, ha tenido 66 Gobiernos1. En el mismo período Alemania ha tenido solo 9. El Parlamento bicameral está formado por 630 diputados y 315 senadores más 5 vitalicios. Sin embargo, el mismo sistema no ha sido obstáculo para que Italia sea hoy una de las 7 economías más grandes del mundo. Las cifras del Banco Mundial le otorgaban un ingreso per cápita (PPP) de 42.080 dólares en 2018. El mismo año sus exportaciones de bienes y servicios alcanzaron los 746.185.000 millones de dólares, mientras que el gasto público en educación y salud, en cifras del FMI para el 2015 y 2016, llegaron al 8,11% y 13,47% del PIB, respectivamente. El sistema de partidos políticos estalló en Italia en 1992, cuando se descubrió el financiamiento ilegal junto a la corrupción en la llamada operación Manos Limpias, que concluyó con más de 1.200 condenas y produjo alrededor de 30 suicidios de empresarios y políticos. Desapareció la DC, el partido socialista (PSI) y varios más. Por su parte, la caída del Muro de Berlín en 1989 abrió la discusión sobre la vigencia del PCI que concluyó con la decisión de poner fin a su existencia en 1991, luego de dos años de discusiones apasionadas muchas veces y que costaron incluso matrimonios, según me decía un viejo exmilitante. En palabras del último secretario general del PCI, Achille Occhetto:

El 70% de los comunistas se pronunciaron a favor, luego de 10 reuniones del comité central, dos congresos, se votó en todas las familias, en todas las secciones, en todas las fábricas, en todas las escuelas, fue el más grande ejercicio de democracia y se adoptó esa decisión2.

Surgió en su lugar el Partido Democrático de Izquierda (PDS, por su sigla italiana) y se creó Refundación Comunista, (RC) con quienes no aceptaban la disolución del histórico partido. El vacío provocado por los principales referentes políticos en la sociedad produjo una suerte de deriva social en segmentos importantes de la población identificados culturalmente con la DC y el PCI. Se originó la pérdida de referentes socioculturales que dejaron cierta nostalgia que aún se observa en los mayores y en jóvenes que han idealizado esa época. Hoy no existe en términos tradicionales una izquierda estructurada, con un liderazgo definido ya que paulatinamente se fue disolviendo con la creación del PDS el que posteriormente, en 2007, se transformó en el actual Partido Democrático (PD, socialdemócrata) incorporando a sectores comunistas, demócratas cristianos progresistas, socialistas y algunos de la vieja extrema izquierda. Todo este cambio se produjo en medio del proceso mundial de globalización, de liberalización de los flujos financieros, la profundización de la integración europea y el surgimiento de la llamada tercera vía, que vino a legitimar una parte del discurso neoliberal que se introdujo en los programas de los partidos y gobiernos.

Los caudillos izquierdistas de hoy, viejos y jóvenes, carecen de un proyecto político estructurado, están atomizados en minúsculos partidos que obtuvieron en las últimas elecciones nacionales de 2018 un pobre resultado: 5,2% del total de los votos repartidos en Libres e Iguales (escindido del PD) 3,4%; Poder al Pueblo (incluye a Refundación Comunista) 1,1%; Partido Comunista 0,3%; Por una Izquierda Revolucionaria 0,1%. Esta es la fuerza electoral de la llamada «verdadera» izquierda mientras que el PD (socialdemocracia) llegó al 18,7%; los populistas del Movimiento 5 Estrellas (M5E) alcanzaron un 32,7%, la derecha unida 19,6% y la extrema derecha de la Liga del Norte (LN) el 17,4%. Los últimos 14 meses gobernó Italia una de las más extrañas coaliciones compuestas por dos fuerzas populistas: la extrema derecha de la Liga (Matteo Salvini) con el Movimiento 5 Estrellas 3 (Luigi di Maio) habiéndose abstenido de integrarla dos partidos de derechas: Fuerza Italia (Silvio Berlusconi) y Hermanos de Italia (Giorgia Meloni). La crisis se produjo por la naturaleza contradictoria de la coalición y el error de Salvini de finalizarla esperando el llamado del Jefe de Estado a nuevas elecciones. Ello no ocurrió y dio paso a otra alianza antinatural que probablemente gobernará: el M5E y el PD, que han sido enemigos jurados pero que llegarían a un acuerdo imponiendo los primeros la mantención del premier Guiseppe Conte junto a un programa en negociación. Al cierre de este artículo se discutía la composición del nuevo gabinete para presentarlo al Presidente. Los votos de ambos partidos en el Parlamento le otorgan mayoría y con la venia del Jefe de Estado conformarían un nuevo gobierno. Lo que nadie sabe es cuánto durará esta coalición. El M5E ha creció con votos provenientes en buena parte de la centro izquierda tradicional, es decir del PD. Su lema ha sido ¡Honestidad! ¡Honestidad! denunciando las prácticas viciadas, la corrupción y componendas de los partidos tradicionales, mientras que la Liga creció apelando al miedo a la inmigración, a la criminalidad y a la Unión Europea, entre otros. 5 Estrellas descendió notablemente en las elecciones europeas de mayo pasado a 17,07% mientras que la Liga de Salvini se consolidó como el primer partido italiano alcanzando al 34,27% de los votos, seguido por el Partido Democrático con el 22,73%. Es decir, en un año, quedó demostrada la volatilidad de los electores.

Los años 70 del siglo XX fueron la década de gloria para el PCI y la izquierda italiana. La votación máxima alcanzada fue en 1976, cuando sumó 34,4% de los votos, es decir más de 12 millones y medio de electores y la DC el 38,7% equivalente a 14,2 millones de votos. Paralelamente la extrema izquierda, con grupos armados, asesinaba policías, secuestraba y terminó ejecutando al primer ministro demócrata cristiano, Aldo Moro, en 1978. Ello ocurrió cuando se había implementado parcialmente el llamado «compromiso histórico» o acuerdo de gobernabilidad entre el PCI y la DC que permitió a este último partido gobernar sin interferencias hasta 1980. Hasta hoy circulan diversas teorías de quiénes estuvieron detrás del crimen de Moro que terminó poniendo fin al acuerdo en 1980. Tanto Estados Unidos como la entonces Unión Soviética no veían con buenos ojos este compromiso cuyo autor intelectual fue Enrico Berlinguer, secretario general de los comunistas. Alarmado por el dramático golpe de Estado ocurrido en Chile en 1973, lo motivó a publicar 3 documentos con las lecciones de esa experiencia en Rinascita — revista ideológica del PCI — donde demostró que las fuerzas de izquierda, con una fuerte carga ideológica como el caso del PCI, no podían gobernar sin alianzas con el centro político, es decir con la DC. Rondaba en Italia en esos años, la posibilidad de interrupción democrática con grupos fascistas coludidos con militares.

Entonces, para utilizar la clásica frase de Vargas Llosa, ¿cuándo se «jodió» la izquierda italiana? ¿Era o no necesaria la disolución del PCI? El 70% de la militancia que se manifestó a favor de su disolución parece no dejar duda alguna. Su desaparición era inevitable pese a que sus fortalezas estaban en haber iniciado el proceso de transformaciones y democratización de la visión leninista del partido como vanguardia única. El eurocomunismo, del que fue pionero Berlinguer en 1976, y al que se sumarían los comunistas franceses y españoles, dio inicio a una profunda revisión del pensamiento marxista y en los hechos produjo la reivindicación de la socialdemocracia. De partida fue la negación del modelo soviético, del estalinismo, y el inicio de búsqueda de un camino poniendo en el centro el respeto a las personas y la aceptación del sistema político multipartidista, es decir a un modelo de sociedad abierta. Se podría decir que recogía el clamor de los jóvenes checos de 1968, que pedían «un socialismo con rostro humano», como lo planteara el secretario general del PC Alexander Dubcek, antes de que cerca de 200.000 soldados y 2.000 tanques del Pacto de Varsovia pusieran fin a la llamada primavera de Praga y al sueño de millones de izquierdistas en el mundo. Los partidos progresistas en Italia, como en todas partes, deben ajustar la sintonía con el sentir ciudadano que exige antes que nada transparencia en el uso de recursos públicos. En el caso italiano y europeo, no es la lucha de clases sino la mantención de las conquistas sociales que ha entregado la sociedad de bienestar con educación y salud gratuita, de calidad, junto a pensiones, viviendas y salarios decentes. Los millones de votos que tuvo la izquierda en el pasado fueron de mujeres y hombres que hoy se sienten decepcionados, inseguros en una sociedad cada vez más compleja y que perciben la carencia de un liderazgo que los comprometa, que los entusiasme, que los haga soñar. Ese es el espacio que no ha dejado de crecer y del que se ha apropiado el populismo de derecha especialmente.

Por tanto, los desafíos son muchos para levantar una propuesta de futuro que recoja el sentir popular y que debe considerar, entre otros, la ola inmigratoria que no se detendrá, la moneda común que no ha entregado iguales beneficios a los países, la integración de Europa que cada vez parece más complicada por la enorme diversidad cultural y asimetrías económicas que muchas veces se tiende a ignorar. Asimismo, están las relaciones con Rusia y los Estados Unidos en esta hora de Trump, Putin y Johnson; el papel de la OTAN, la lista de espera de países para integrarse a la UE, el envejecimiento de la población, junto a los temas globales como el debilitamiento del multilateralismo, el cambio climático, la robotización, la inteligencia artificial y tantos otros. Los progresistas deberán luchar con los fantasmas de su pasado y, sobre todo, asegurar la paz en un continente que ha originado dos guerras mundiales. Las divisiones endémicas de la izquierda, los personalismos, caudillismo, fraccionamiento y egos son factores presentes que permitieron en Italia que Silvio Berlusconi y la derecha llegara tres veces a gobernar y que hoy Salvini, pese a su actual derrota, mantenga altas posibilidades de llegar a ser Jefe de Gobierno en un futuro que puede ser no tan lejano.

Es probable que la socialdemocracia a nivel mundial esté también en vías de extinción junto al actual orden internacional por no dar respuestas a las urgentes demandas de la población respecto a las desigualdades, concentración de la riqueza y cambio climático entre otras. El PD italiano, al igual que la llamada centro izquierda a nivel mundial, fueron víctimas del discurso de la globalización y de la frase creada por los estrategas de campaña del expresidente Bill Clinton: Es la economía, estúpido. Faltó pensamiento crítico y visión de largo plazo para prever que la liberación de los circuitos financieros daría inicio a un proceso de concentración de riqueza, exclusión de mayorías y depredación del planeta, nunca visto. Resultó fácil a los partidos socialdemócratas acomodarse al discurso de la modernidad, de la llamada tercera vía y globalización en lo económico, sin medir las consecuencias sociales y culturales que arrastraron al sistema a un tobogán que desembocó en el actual neoliberalismo que nos gobierna y que ha generado un desorden internacional impredecible en sus consecuencias.

Es la economía, estúpido, fue transformada en un dogma con el apoyo entusiasta de los órganos financieros internacionales dejando desarmada a la izquierda antes el océano de cifras y la urgencia de establecer equilibrios macroeconómicos que se erigieron en un paradigma por donde debía transitar la humanidad, elevando el crecimiento económico a la categoría de divinidad. Nadie o pocos pusieron en perspectivas las consecuencias sociales, culturales y mucho menos medioambientales. La ola de privatizaciones, externalizaciones y de recortes a las prestaciones sociales derivan en parte de esa frase.

Si bien las personas votan teniendo en cuenta el bolsillo, es hora de señalar que hoy no es solo la economía: Es la desigualdad, idiota, es el cambio climático, los incendios en la Amazonía, son las ganancias excesivas, la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, la falta de trabajos decentes y una larga lista de demandas que nos tiene en este creciente desorden global y que será lo que movilizará a los jóvenes a votar. El progresismo puede frenar el populismo solo si logra levantar un discurso coherente, sin ambigüedades ni cálculos de corto plazo, para reclamar por un cambio radical de políticas poniendo a las personas y al planeta en el centro de las prioridades, antes que a las utilidades. 3 SEPTIEMBRE 2019

Notas 1 Ante el gobierno Conte-bisl . 2 Entrevista al último secretario general del PCI, Achille Occhetto. Padellaro A. y Truzzi S. (2019) «C’era una volta la sinistra». Roma: PaperFIRST, págs., 25 y 26. 3

El populista M5E fue fundado en 2009 por el actor y humorista Beppe Grillo. Está compuesto por un amplio abanico que va desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Nace como protesta a los partidos tradicionales, incorpora la democracia directa a través de las consultas on line a sus militantes por una plataforma digital conocida como Rousseau. Por este medio aprobarán o rechazarán el acuerdo para gobernar con el PD. 

 

*Economista de la Universidad de Zagreb, Croacia y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ex embajador de Chile en Vietnam, Portugal, Trinidad-Tobago e Italia, actualmente es consultor para FAO en Roma en temas de cooperación Sur-Sur, académicos y parlamentarios.

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  • Juan Anselmo Bullrich en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*
  • Enrique Bulit Goñi en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*
  • Luis Clementi en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*

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