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TURISMO, OTRA FICCIÓN DEL RELATO por Ariel Dulevich Uzal*

| 28 noviembre, 2015

Publicado en Clarín el 19 de noviembre de 2015

En el marco de la opacidad en materia de análisis y propuestas programáticas sectoriales que caracterizó la campaña, resulta oportuno abordar la temática del turismo, fuerza productiva vanguardista en el mundo que goza de reconocido potencial entre nosotros. Una mirada retrospectiva nos muestra que durante la década “ganada”, dominó el área la improvisación y la ineficiencia de erráticos e inconsultos cursos de acción generando la ralentización del sector, provocada por una conducción macroeconómica cuyos responsables ignoraron su existencia, mientras la pregonada Política de Estado Turística, fue solo otra ficción del relato. 
Agravada exponencialmente la brecha entre el turismo emisivo y el receptivo extranjero, este acusa los efectos de la licuación de la ventaja cambiaria que otrora nos brindó los beneficios de la salida de la convertibilidad, pero que desde entonces no logra recuperar el poder adquisitivo del visitante, enervado por la inflación endémica que padecemos y la pérdida de competitividad de nuestros productos en el mercado internacional. El “País Turístico” que anunciaba el Ministro, ha quedado reducido a un país con turismo emisivo crónico, en tanto el déficit de la balanza turística acusa un egreso rayano en los 6.000 millones de dólares. Claro está que el turismo no es el victimario sino la víctima. Los empresarios que integran el “cluster” comercial, afectados por la presión inflacionaria, están obligados a reformular sus tarifarios al límite de la rentabilidad, adecuándolos a una menguada demanda signada por la recesión. 
Es hora de diseñar una Política de Estado de Turismo, de real entidad, integral e idónea. La Ley Nacional de Turismo debe ser la primordial herramienta para viabilizar dicho estatus mediante su impostergable reforma, apuntando a consolidar un espíritu auténticamente republicano y federal. A la arbitrariedad en el manejo de los fondos provenientes del 5% que grava los pasajes al exterior, -logro precursor de la gestión del Presidente Raúl Alfonsín junto con la primera ley de corrimiento de feriados-, se suman hoy recursos inéditos del flujo emisivo que fueron administrados discrecionalmente, privilegiando a Gobernadores e Intendentes amigos. En tal contexto la coparticipación federal, deviene ficticia y nada aporta a la crisis de las economías regionales. Alarman las severas objeciones de la AGNación al Plan Federal Estratégico de Turismo Sustentable –la mediática “vedette” del MINTUR-, acusando falencias en la previsión y evaluación del impacto ambiental, resultando aún más deplorables las irregularidades administrativas que denuncian falta de transparencia en la ejecución de obras con créditos del BID. El virtuosismo de la “Industria sin Chimeneas”, –como en otras latitudes-, debe ser parte de la solución y no del problema, convirtiéndose en una palanca al servicio del desarrollo y el progreso del país. 
Ariel Dulevich Uzal
 

*Ex Subsecretario de Turismo de la Nación

 

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NI ANTI KIRCHNERISMO NI FEUDALISMO por José Armando Caro Figueroa*

| 18 noviembre, 2015

En setiembre de 1955 una coalición cívico militar (que incluía sectores de izquierda) derrocó al Gobierno Constitucional. En noviembre de ese mismo año, se consolidó el férreo antiperonismo y los coaligados se lanzaron a perseguir a los partidarios del “régimen depuesto” y sus símbolos. El capítulo salteño del “Libro Negro de la Segunda Tiranía” recoge parte de esta persecución.

Este empeño desperonizador fue inútil. Lo demuestran 60 años de inusitado vigor peronista. Una vitalidad que Perón atribuía a la ineptitud de sus sucesores (“detrás de mi vendrán los que bueno me harán”).

Pienso que la mayoría de los argentinos no deseamos otros 60 años donde todo -política, economía, sociedad- gire alrededor del “tercer peronismo”, es decir, del peronismo kirchnerista.

Para no recaer en esta trayectoria, el cambio político –que ha comenzado ya y habrá de consolidarse el próximo domingo- debe renunciar a la tentación anti kirchnerista.

La Argentina necesita un cambio que, desde el principio, deje atrás las expresiones más irritantes del régimen que extinguirán las urnas.

El sectarismo kirchneristas no puede ser reemplazado por un sectarismo de signo contrario. El culto a la personalidad de Mauricio no puede suceder a la megalomanía de Cristina. La manipulación de la Constitución y de los jueces debe dar paso al imperio de la ley y de los valores de la república.

Todas nuestras querellas del pasado (las que arrastramos desde los 70, y las que se originaron después y permanecen abiertas), han de ventilarse en tribunales independientes, por aplicación de leyes respetuosas de la Constitución. Vale decir, lejos de la sed de venganza y marginando los discursos del odio recíproco.

El abordaje democrático de esos conflictos demanda también un debate circunscrito a la historia y a las responsabilidades, pero libre de miedos, amenazas y presiones emanadas de quienes controlan el Estado.

Los relatos que dividen a los argentinos entre un sector invariablemente bueno y benéfico enfrentado a los pérfidos, sólo han servido para ocultar la verdad, fomentar impunidades y, como no, para alimentar la hidra maldita del odio que tan bien retrató Joaquín V. González.

Fue esta espiral de odios la que desencadenó la feroz guerra civil que padecimos los argentinos en el siglo XX, sin que hasta ahora nos hayamos siquiera puesto de acuerdo en identificar sus comienzos, en apreciar su desarrollo y depurar las responsabilidades históricas.

Feudalismo unitario, pobreza y adicciones

A excepción de Daniel Scioli, todos los candidatos presidenciales denunciaron a los regímenes feudales que imperan en el Norte Argentino.

El cambio que anhelamos reclama, ciertamente, que la “democracia constitucional” sea una realidad en nuestras provincias. Mauricio Macri lo ha dicho con rotundidad: “Vamos a hacer todo lo necesario para que se terminen los feudos, los reinados y las dinastías políticas en el norte argentino…” (Plan Belgrano).

Este compromiso demanda, naturalmente, la colaboración decidida de las fuerzas republicanas y federales que actúan en Salta y en la región.

El unitarismo de Scioli, reflejo de una de las tradiciones peronistas, no es positivo para Salta. Para nosotros, tan importante como decidir si YPF es empresa pública o privada, lo es saber si el futuro Gobierno Nacional respetará el artículo 124 de la Constitución Nacional que garantiza nuestra propiedad del subsuelo; saber si podremos fijar los precios y condiciones de explotación, inversión y venta de nuestros recursos naturales o si podremos negociar las regalías.

Cada vez que, desde 1810 hasta hoy, gobernó el “partido unitario” (al que adhirió el “tercer peronismo”) lo hizo perjudicando al Norte Argentino. Deberíamos a estas alturas coincidir en que los problemas colectivos de Salta sólo se solucionan en el marco de un federalismo cooperativo y promotor de nuestro desarrollo agroindustrial y minero.

Lamentablemente el Gobernador Urtubey milita en el unitarismo y sigue una estrategia personalista, contraria a los intereses de Salta. Su adscripción al “partido unitario” se añade a sus prácticas anti republicanas que lo llevan a cultivar las reelecciones, los sueños monárquicos (“la misma sangre”) y un régimen electoral que desfigura la voluntad ciudadana; a despreciar a los partidos políticos; a controlar el Consejo de la Magistratura, los poderes municipales, la Auditoria, el Tribunal Electoral y amplios espacios de la judicatura. Sus reticencias respecto del derecho a la información pública y la manipulación de las “pautas” publicitarias, van en la misma dirección.

En ocho años el Gobernador no pudo dotar a la Provincia de la infraestructura que las personas y la producción reclaman. Fracasó también en sus intentos de controlar la violencia, el tráfico de drogas y la difusión del “paco”. Pero más allá del debate sobre responsabilidades pasadas, lo que necesitamos ahora es que la Nación acuerde con la Provincia las condiciones de un Nuevo Trato, federal, que fomente el bienestar y la producción y que contribuya a reparar los daños que sufren nuestro tejido social y nuestras familias en situación marginal.    

*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)

 

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TUVIMOS DEBATE por Antonio Camou*

| 16 noviembre, 2015

Tuvimos debate porque Argentina Debate, como “iniciativa plural, multisectorial y no partidaria”, y porque todos quienes colaboraron de una manera u otra con este enorme esfuerzo, se cargaron al hombro un desafío que a lo largo de treinta años de democracia nadie había podido superar. La propuesta fue llevada adelante por “líderes sociales, referentes de la vida pública argentina, líderes del sector privado y organizaciones de la sociedad civil”, que son expresión de una ciudadanía cada vez más informada y exigente, comprometida con la calidad del espacio público. Nombrar a uno o a unos tal vez sea injusto con el conjunto del personal de apoyo que trabajó en aspectos técnicos, secretariales, informáticos, etc., pero al menos cabe destacar la labor de Hernán Charosky, como coordinador, y la de todos los miembros de su Comité Estratégico, quienes a nombre propio o de las organizaciones que representan, participaron activamente en esta histórica escuela de educación cívica irradiada a todo el país. Vale la pena recordarlos: Alberto Abad, León Carlos Arslanian, Juan Pablo Bagó, Diego A. Blasco, José Octavio Bordón, Federico Braun, Nicolás Braun, Gabriel Castelli, Gustavo D’Alessandro, Gerardo della Paolera, Graciela Fernández Meijide, Marcos Galperín, Santiago Lacase, Eduardo Levy Yeyati, Juan Llach, Carlos March, Agustín Otero Monsegur, Andrés Rodríguez, Adalberto Rodríguez Giavarini, Karina Román y   Fernando Straface.

Tuvimos debate porque los organizadores y los participantes lograron acordar un espacio físico e institucional, la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con el suficiente reconocimiento público y la autonomía institucional para ofrecer un ámbito no partidario. El asunto no es menor si cotejamos esta experiencia con las profusas declaraciones de órganos de gobierno y de autoridades universitarias nacionales –que por principio deberían mostrarse equidistantes de cualquier preferencia partidaria- en apoyo al candidato del Frente para la Victoria (FpV). Sin duda, en su calidad ciudadana, los docentes e investigadores que ejercen tareas de dirección institucional pueden pronunciarse y militar a título personal en el partido o movimiento que más les guste. Pero como autoridades de una institución pública deben de cuidarse de realizar manifestaciones partidarias o sectoriales que pongan en entredicho el carácter necesariamente plural de toda institución pública. Por si fuera poco, como lo han registrado en estos días organizaciones como Poder Ciudadano y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, hay numerosas denuncias de intimidación en diferentes sectores de la administración pública, que conminan a sus empleados a realizar actividades partidarias en apoyo del candidato oficialista. En todo caso, y como universitario, creemos que las autoridades de muchas universidades nacionales –al encolumnarse tras un candidato- han perdido una excelente oportunidad de establecer una sana distancia crítica con el debate político. No para encerrarse en ninguna “torre de marfil”, sino para enriquecer el espacio público interviniendo a partir de sus saberes acreditados en la resolución de los problemas nacionales, para mejorar una cultura de la mera opinión –ligada al ofuscado enfrentamiento- que debe ser renovada por una cultura de la argumentación, del dato certero y la razonada evidencia. Es necesario reconstruir muchos puentes de credibilidad entre las instituciones públicas y la sociedad argentina, pero las actitudes de muchas autoridades universitarias o de funcionarios de ciencia y técnica –lavando platos en la vía pública- no parecen ir en la dirección correcta.

Y finalmente tuvimos debate porque el líder de Cambiemos tomó la decisión política de debatir. Después de la catastrófica derrota del peronismo bonaerense en las recientes elecciones generales, el gobernador Scioli –quien no concurrió al encuentro del 4 de octubre escudado tras una serie de ofensivas y endebles excusas- pidió el diálogo que unos días antes había denostado. En ese momento Mauricio Macri podría haber eludido el bulto. Pudo señalar sencillamente –y estaba en todo su derecho- “Daniel, el debate ya fue y vos no viniste; primero dijiste que se necesitaba una ley, después señalaste que era puro chamuyo, y nos ninguneaste a todos y todas cuando te sonreían las encuestas”. Pero no lo hizo. Quebró una racha de un cuarto de siglo en el que los candidatos que se veían punteros en los sondeos previos no se animaban a debatir: no lo hizo Menem desde el lejano episodio de la “silla vacía”, no lo hicieron los Kirchner, que jamás discutieron con nadie, y no lo hizo el ex motonauta cuando ya se probaba el traje presidencial. Macri aceptó el desafío aún a costa de su propio riesgo electoral, y no sólo salió bien parado del áspero intercambio, sino que también puso una vara alta para cualquiera que llegue después. 

Venimos de un país sin reuniones de gabinete, sin conferencias de prensa y sin estadísticas nacionales confiables por la nefasta manipulación del INDEC; tenemos a la vista una experiencia política en la que los gobernantes de turno creen que poseen el derecho divino de usar patrimonialmente el Estado, de no dar a publicidad sus actos de gobierno o de mezclar en un mismo amasijo los deberes del funcionario público, las políticas de una gestión, los intereses del partido y el conchabo de la familia.  

El debate de anoche puede ser un punto de inflexión que modifique esta oscura tendencia. Los ciudadanos y las ciudadanas de a pie tenemos que agradecerles en voz bien alta a todas la personas y las instituciones que lo hicieron posible.

 

                                                                                                                           La Plata, 16 de noviembre de 2015.

* Sociólogo. Miembro del Club Político Argentino. 

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«PANE, AMORE E FANTASIA» PARA EL JOVEN PEDRO por Luis Alberto Romero*

| 16 noviembre, 2015

Publicado en el Diarios Loa Andes

En un ejercicio de imaginación, el profesor Romero refiere la vida de un joven argentino que comenzó su escolaridad en 2003 con la llegada al poder del kirchnerismo y de cómo fue interpretando la historia argentina en base al clima cultural reinante.

 

“En 1983 comenzó la dictadura”; luego “De la Rúa asumió en 2001 y puso la convertibilidad”. Tal es la versión del pasado reciente de un joven -llamémosle Pedro- que hoy está ingresando a la universidad y a la ciudadanía, y que comenzó su escolaridad en 2003. Desde 1983, la historia reciente es un tema importante en escuelas y colegios. Los profesores no le enseñaron a Pedro literalmente lo que escribió; pero algo había en el mensaje que recibió, en la escuela o fuera de ella, para recordar así los hechos de un pasado que no vivió. 

La anécdota da un indicio sobre cómo se ha formado el imaginario kirchnerista, o los imaginarios, pues se superponen varias capas geológicas. Se trata de una imagen del presente y el pasado poco crítica, en la que “fantasia” está sobredimensionada, aunque bien rodeada por el “pane” y el “amore”, como en la vieja película con Gina Lollobrigida y Vittorio de Sica.

Los historiadores serios no somos responsables de esto: nuestras conclusiones, matizadas y complejas, no pueden competir con narraciones del pasado capaces de alimentar la fantasía; esas leyendas míticas, con sus héroes y sus demonios, generadas por narradores con vena épica -como Homero-, y por otros profesionales conocedores del oficio de la mitología. 

Los mitos decantaron en configuraciones mentales sólidas, soterradas y difíciles de modificar, como la concepción unanimista de la sociedad y la política. Allí se asienta una forma de interpretar los datos; allí es donde cada enemigo circunstancial es colocado en el lugar genérico del enemigo del pueblo. Sacarlo a la luz es tarea de psicoanalistas. 

Más cercano a nuestra percepción está el proceso de construcción de la memoria del pasado aún vivo, que conocimos o del que nos hablaron, y que aún duele. Aquí, el mito del pueblo nacional unánime se desagrega en distintas versiones o memorias, parecidas pero diferentes.

Delante de nuestros ojos, las experiencias son moldeadas por ideas, discursos e imágenes que compiten para definir su sentido, en un combate que se desarrolla en la mente de cada uno. En este combate, los historiadores serios poco pueden frente a los fabricantes de mitos, la propaganda masiva o la cadena presidencial. 

El resultado es personal y variable. Entre otras cosas, en cada uno pesa mucho la experiencia inicial, la de su incorporación a la conciencia política, que suele dejar una marca profunda, como la que dejó el primer gobierno peronista. Nuestro pasado reciente abunda en experiencias fuertes: las de 1955, 1966, 1976, 1989 o 2001 han marcado a cada generación, tanto en la manera de vivir y entender las siguientes como a la hora de recibir las memorias míticas. 

La dictadura de 1976, profunda como pocas, tuvo distintos sentidos. La gente de mi edad ya había pasado por 1955, 1966 o los primeros años setenta. Suele pensar en los distintos procesos que llevaron a ella, en las variadas responsabilidades y en las diferentes formas de sobrevivir y sobrellevarla. Es una imagen con una amplia gama de grises.

Quienes cobraron conciencia de la dictadura en 1983, en simultáneo con la construcción de la democracia institucional, tuvieron una imagen en blanco y negro: de un lado, los torturadores, del otro las Madres. Posiblemente por entonces los padres de Pedro iban a la escuela.

De esta experiencia salió un contingente identificado con la democracia institucional, consciente de sus problemas y que hoy aspira a reconstruirla. Pero también surgió un grupo que mira todos los problemas políticos en los mismos términos dicotómicos y se consagra a buscar al demonio y exorcizarlo. La “corrección política”, con sus rituales de palabra y de hecho, formó ciudadanos sectarios e ingenuos, muy sensibles a propuestas que interpelaran adecuadamente su sensibilidad maniquea. 

La hiperinflación de 1989 no afectó las convicciones políticas sino la vida personal, sus marcos y supuestos, que se resquebrajaron como la moneda. Fue mucho más dramática para los jóvenes, carentes de entrenamiento, que para quienes ya estábamos curtidos. Comenzó a quebrar a la clase media y arrojó a muchos a una pobreza que crecía. Una parte se aferró a la salvación ofrecida por un mesiánico Menem que reclamó la delegación del poder para realizar una reforma económica, espléndida mientras duró. Todavía circula, aunque maltrecha, una versión mítica de esos años dorados. 

Otros fueron sensibles al costado negativo de estas políticas, que incluían el indulto a los militares y las “relaciones carnales”, y asociaron la crítica al “neoliberalismo” -un nuevo mito- con la reivindicación de los derechos humanos. Por entonces la corrección política de los ’80 se fue trasmutando en la reivindicación de los “heroicos militantes”, una figura que desplazó a las “víctimas inocentes” y abrió el camino a la recuperación del mítico setentismo. En esos años nació Pedro.

La experiencia de 2001 fue mezclada: al principio pareció el apocalipsis, el abismo, pero pronto vino una sorpresiva recuperación. Como en el Juicio Final, hubo lotes de hundidos en la miseria y otros que se salvaron un paso antes del precipicio. Los hundidos recurrieron a la auto organización y simultáneamente a la misericordia de un Estado con pocas capacidades.

Los sobrevivientes rodearon a un nuevo Moisés, quien generó una fantasía que incluía otras anteriores y agregaba elementos nuevos. Con unas tablas de la ley que denominó “proyecto”, habló como el implacable Jehová de los derechos humanos, prohibió adorar al becerro de oro de los poderes concentrados y ofreció una tierra prometida generosamente pródiga, con abundante “pane”, al menos para algunos. Por entonces, Pedro comenzó a ir a la escuela.

La última experiencia ocurrió entre 2008 y 2010, cuando confluyeron las primeras dificultades importantes del “proyecto”, las primeras oposiciones fuertes y la muerte de Néstor Kirchner. Desde entonces las memorias se polarizaron y las experiencias se percibieron de maneras incompatibles.

Con Néstor convertido en el Eternauta vagabundo y vigilante, rodeado por los satélites soberanos, Cristina desarrolló un estilo completamente diferente, mucho más fantasioso, que infundió algo de “amore” pero sobre todo mucha “fantasia” en una nueva generación de adherentes al proyecto, entre ellos Pedro.

Son muchas capas generacionales que concurren en un efecto común: una fantasía que puede subordinar a la experiencia. Es un dato importante para entender lo que pasó y encarar el largo trabajo de reconstrucción que nos espera. 

* Historiador. Club Político Argentino

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LOS QUE DERRIBARON AL KIRCHNERISMO por Esteban Lijalad*

| 12 noviembre, 2015

Publicado en El Telescopio

Hace dos meses había una certeza: Scioli sería el próximo presidente. Así lo creía más del 60% de la población. Las encuestas mostraban sin excepción la brecha de 8 a 12 puntos que separaba al candidato kirchnerista del líder de Cambiemos, indicativa de un pase a la presidencia directo, el 25 de octubre, o a un balotaje de mero trámite. Scioli Presidente era una certeza.

Pero, algo pasó. Cómo en una novela de suspenso, en el último minuto un insospechado actor secundario aparece y salva a la chica.  Se coincide  en llamar a este actor ignoto, “el 7° de Caballería”, una tropa inesperada que salva a la caravana en el último minuto.

Para el análisis

El 25 de octubre votaron 2.282.000 personas más que en las PASO, un 7% del padrón de electores. De ese volumen, el 70% votó a Macri y solo el 12% a Scioli.

En las encuestas habituales, de unos 1200 casos, esa población es de unas 100 personas. Las encuestas no pueden decir nada- por el enorme error estadístico- sobre esas 100 personas. Se hubieran necesitado muestras DIEZ veces mayores a las habituales para captar el verdadero comportamiento de esos electores, ausentes en las PASO, y presentes ayer, que le dieron el triunfo a Cambiemos. No es para exculpar a las encuestas, pero el hecho de que nadie captó este fenómeno es más debido al poco volumen de las muestras que a alguna trama conspirativa.

¿Cómo es posible que un sector de la población, marginal a la política, que no se interesa por ella y que no vota, haya sido el sujeto de una voluntad mayoritaria de cambiar la Historia?

Nadie previó semejante comportamiento y no solo los encuestadores: ningún periodista o analista político insinuó siquiera, este escenario.

La maravilla de la vida es la sorpresa.  Nadie previó la sorprendente y rápida caída del kirchnerismo. En Argentina acabamos de presenciar la caída de nuestro Muro, el populismo peronista. Vendrán ahora legiones de analistas a demostrarnos que ellos “ya lo sabían” y comenzaran con sus consejos, ex post facto. Pero todos sabemos que no es verdad y que están tan sorprendidos como todos.

Esta caída incluye a todo el kirchnerismo y buena parte de eso denominado “peronismo”. Se acabaron los clientelismos, al menos como forma predominante de dominación y solo supervive en el Norte- no todo – y en algunas islas suburbanas. Pero muere, indefectiblemente.

Las dos Argentinas

Electoralmente Argentina tiene dos comportamientos opuestos.

En la Región Centro (Capital, Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Mendoza) Macri le ganó a Scioli por un millón de votos (38% a 32%).

En el resto del país, Scioli le ganó a Macri por 1.600.000 votos (47% a 24%).

Aun en el norte, bastión peronista, hubo algunas sorpresas. En todo el Noroeste, con centro en Tucumán – protagonista de una elección fraudulenta en agosto- hubo bajas de 5 a 9% en los resultados de Scioli en las PASO y los registrados en Octubre. En Jujuy ganó el candidato a gobernador por Cambiemos. Algo está sucediendo en la Argentina de los feudos políticos.

La gesta de María Eugenia Vidal

La gran sorpresa es, sin dudas, el triunfo de María Eugenia Vidal  – la Heidi como despectivamente la denominaban los viejos barones peronistas-  por sobre el referente, ejemplo, líder y Jefe de la Banda, don Aníbal Fernández , alias “La morsa”.

Sin publicidad, sin aparato, sin chances, María Eugenia recorrió durante un año  todos los rincones de la Provincia y estableció un pacto secreto con sus habitantes más olvidados. Su gesta rompe en mil pedazos los manuales de campaña electoral que los expertos han escrito en el último medio siglo. En esos manuales se dice : “Si no estas en la TV, no existis, no sos nadie”. Los “media” son el secreto del éxito y, entonces, te entrenan para rendir un examen exitoso ante las cámaras. Muchos hasta se hacen cirugías plásticas para lucir mejor ante las cámaras. María Eugenia se rió de todo eso.

 De un mínimo 7% a un 34%, en un crecimiento sin prisa y sin pausas, en el Conurbano. En el Interior de la Provincia arrasó: 48% a 30%

Su triunfo fue acompañado en el Conurbano- un reducto peronista- por el de intendentes de Cambiemos en Quilmes, Lanús, Tres de febrero, Morón, Vicente López, San Isidro y Pilar.

El notable crecimiento del voto a Macri

El “fenómeno Vidal” no benefició particularmente a Macri debido, justamente, a que muchos de sus votantes eligieron a Scioli para Presidente.

El millón y medio de nuevos votantes que obtuvo el líder del PRO provino de los dos millones de ciudadanos que no votaron en las PASO o de los que votaron en blanco (el voto blanco bajó de 1.200.000 a 600.000).

Esta sorpresa se consumó a la vista de decenas de analistas y encuestadores que no pudieron detectarla (uno de ellos, a las dos de la mañana del lunes estaba en un bar tomando algo. Un amigo le preguntó “qué tomas?”. “Cianuro” contestó, lacónico y resignado.)

Lo que sucedió es que un importante sector usualmente poco interesado en las elecciones, un 7%, sintió que si no participaba, el kirchnerismo tenía para 4 años más de la mano de Scioli. Y decidió participar. El 70% votó a Macri y solo un 18% a Massa. No venían a reforzar el caudal de este sino el de Macri.

Esto demuestra que las campañas van mucho más allá de los electores habituales. En este caso el “voto útil” llegó fuertemente a los poco interesados en votar. Es un fenómeno nuevo, especial, que hay que analizar de aquí en adelante. No es culpa de las encuestas. De lo que sí son culpables los encuestadores es de su soberbia. Les falta el socrático “no se nada” y el popperiano: “Hay que intentar falsar nuestras hipótesis , no demostrarlas”.

Mitos derrumbados

Mito caído Número 1: “El peronismo es invencible en la Provincia de Buenos Aires”. Solo la ola Alfonsín arrastró a Armendáriz a La Plata. Pero cuatro años después, en 1987,  el peronismo retomó ese gobierno… y no lo soltó hasta octubre de 2015.

Mito caído Número 2: “La gente vota solo por los planes que recibe”. Las mujeres más pobres fueron una de las bases de sustentación del voto a ME Vidal. Habrán preferido poner en riesgo algún plan social, pero no votar a Aníbal, sospechado como jefe del narcotráfico que tanto afecta a sus hijos.

Mito caído Número 3: ”La gente no sabe cortar boleta, mete todo junto en el sobre”. Eso lo creíamos todos hasta el 25 de octubre. 400,000 personas votaron a Scioli y a María Eugenia Vidal. Más de un 10% de corte.

Mito caído Número 4: “Para ganar hay que aparecer en la televisión y/ o tener un buen aparato clientelístico”.

Un clima de alivio

El 58% de la población dice estar “esperanzada”. Solo un 8% dice estar “triste”. El país pasó de la resignación a la esperanza en solo día.

Es una de las grandes trasformaciones de la historia, similar a la de 1983 cuando un candidato a perdedor arrasó contra el candidato peronista.

La campaña para el Balotaje está atravesada de euforia del lado de Cambiemos y de temor, rabia y conflictos internos del lado del Frente para La victoria. No han podido tragarse la píldora de Aníbal perdedor y saben que Scioli la tiene difícil.

Se ha instalado una campaña sucia contra Macri que incluye el uso descarado del Estado para insultar al opositor. Desde centros de salud que ponen un cartel que dice: ”Si gana Macri, este centro de salud desaparecerá”, hasta la Facultad de Ciencias Sociales que oficialmente declaró su apoyo a Scioli, como si la Universidad pudiera enredarse en la lucha electoral. Todas las instalaciones del Estado tienen carteles sindicales alertando contra los despidos que vendrían de ganar Macri.

Pronósticos

Las encuestas se animan a pronosticar un triunfo de Macri, pero lo cierto es que el fiel de la balanza (los 5 millones de votantes a Massa) no terminan de decidirse. Un 43% votaría a Macri, un 33% a Scioli y el resto está indeciso. Si estos indecisos terminaran prefiriendo a Scioli, la cosa terminaría en un empate que pondría dramatismo al escrutinio.

Pero, aunque Macri no gane, hubo al fin, un Fin de Ciclo del kirchnerismo. No hay futuro para Cristina, quien ya puede dejar de soñar con un regreso con gloria en 2019.

El eje Capital-Provincia de Bs. As. – que suma el 46% del padrón- en manos de Cambiemos es un límite físico a cualquier intento cesarista de un Scioli presidente. Este  tendría que negociar, consensuar, incorporar al “otro” como un actor imprescindible. Todo lo opuesto al Kirchnerismo, y a su enfermedad aguda, el Cristinismo.

Hay que felicitarse de que la sorpresa, de ahora en más, reinará por sobre los mitos construidos por los dominadores. El poder se achica, vigilado desde las redes sociales, rodeado por millones de ciudadanos activos, con computadoras y celulares listos para disparar información, tan letal como las balas de plomo.

No hay aparato de poder que se resista a esto.

* Sociólogo (UBA 1972) Investigador de Opinión Pública, procesos de mercado y Comunicación Social. Experto en investigación mediante el uso de encuestas. Titular de las consultoras Aresco (1984-87) Equas (1987-91) Sofres Ibope (1991-1993) Consultora Tesis (1993-2003). Asesor del Ministerio de Educación de Argentina, Área de  Evaluación de Calidad Educativa (1996-1999)- Consultor PNUD ARG. 97/025 (2002-2004) Docente de la Universidad Nacional  Tres  de Febrero  en la Maestría en Generación y  Análisis de Información Estadística (2003-2004)Actualmente Director del GOP, Grupo de Opinión Pública de Comunicaciones Sudamericanas S.A ( htpp://consultoracs.com/cs/gop/ )

 

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ENFERMEDAD por Antonio Camou*

| 11 noviembre, 2015

 

Estoy vencido/a porque el mundo me hizo así
no puedo cambiar…

Andrés Calamaro

 

"¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires”, mientras Evita agonizaba en la residencia presidencial. El recuerdo de Eduardo Galeano en sus Memoria del Fuego parecía hasta hace poco anclado en un lejanísimo pasado, consumido en el encono, estancado en el odio, marcado por la persistente negación del otro. Sin embargo, la reciente amenaza del ignoto Ministro de Salud de la Nación, propalada por las redes sociales, nos retrotrajo sin aviso a una de las peores jornadas de ese tiempo remoto: "Los 12 nuevos centros de radioterapia para tratamiento del cáncer continuarán adelante si Scioli es presidente. Pensá bien tu voto".

Que el ministro de un gobierno que se dice peronista apele a ese chantaje nos habla de la profunda descomposición de ciertos sectores de la clase política argentina, y de su catadura moral e intelectual. También nos advierte que nada detendrá una desesperada campaña para aferrase al poder y a los privilegios de la impunidad. De hecho, es una de las pinzas de la tenaza maestra que el kirchnerismo ha pergeñado de aquí al 22 N: el viejo truco del “policía bueno y el policía malo”. Por un lado, Scioli tratará de mostrarse más receptivo y propositivo (“escucharé las propuestas de Massa”), pescando votos fuera de su redil. Por su parte, desde la Casa Rosada se blandirá el látigo, se meterá miedo y se intentará galvanizar la tropa golpeada por los resultados del 25 de octubre.

Ignoro los efectos concretos que esta doble maniobra termine ejerciendo sobre el resultado final. A unos los empujará  a un voto para mantener lo conseguido; a otros los orillará a la vereda de enfrente apostando por el cambio. Con el antecedente reciente de los últimos comicios mal haríamos en presumir certezas en un mar de incertidumbre. Pero más allá de su discutible eficacia, la estrategia del temor nos permite entrever cómo se perciben a sí mismos, y a la propia competencia democrática, quienes agitan el rebenque.   

Es claro que el ultimátum de un funcionario estatal -que utiliza los recursos públicos para exclusivo provecho de la fracción gobernante-  es un caso extremo e inaceptable de intimidación. Que ese discurso, además, sea avalado por el mensaje “destituyente” que destila la presidenta cada vez que se refiere a un eventual gobierno de la oposición, debería ser motivo de preocupación. Algo más sutil, en cambio, es la larga cadena de declaraciones de órganos de gobierno de instituciones públicas –que por principio deben permanecer equidistantes de cualquier preferencia partidaria- en apoyo al candidato del Frente para la Victoria (FpV). 

Estas manifestaciones tienen un formato común. De un lado se exaltan logros de la gestión K (reales algunos, supuestos otros, sesgados varios), luego se pasa a colorear –con tintes muy oscuros- a las figuras de la oposición, finalmente el silogismo concluye con un llamado a defender la continuidad de lo que hay. En algunos casos, además, los declarantes se deslizan peligrosamente a identificarse con la única opción capaz de encarnar los destinos de la Nación. De ahí a la negación de la pluralidad de la política, y de esa negación a la impugnación de la alternancia y al autoritarismo, nos separan pocos pasos.

Pero hay algo más. En esta inflamada retórica de balotaje llama la atención una ausencia, una fisura discursiva que se vuelve más estridente por la reiteración del esquema de inferencia: no se habla de las virtudes del candidato propio ni de sus propuestas.  La vindicación del “modelo” (o más bien, del pasado del modelo) se confronta directamente con los rasgos “terribles” de los opositores que podrían llegar al gobierno, y de rebote se aterriza en el voto a favor del postulante oficialista. Cuando se conjuga algún verbo en futuro se habla de Macri no de Scioli.

Creo que no debería extrañarnos que esa trama simbólica haya calado hondo en diversos sectores del “campo progresista”, que pasaron a abroquelarse en una especie de “sciolismo a ultranza”.  Tampoco debería asombrarnos encontrar entre sus defensores a grupos que hablaban pestes del ex motonauta  y político noventista un puñado de días antes, y que jamás lo identificaron con el modelo “nacional y popular”.

Tengo para mí que este sobreactuado sciolismo de retaguardia –a medio camino entre la lógica política y la disonancia cognitiva-, requiere como necesidad intrínseca que el líder de Cambiemos sea un ogro espeluznante que viene a comerse a los niños crudos. La orfandad de uno debe ser largamente compensada por el espanto –real o ficticio- que engendra el otro.

Aunque ya es tarde para llorar sobre leche derramada, vale la pena conjeturar un escenario contrafáctico: quizá de haber contado con un candidato más cercano a su ideario, los defensores del kirchnerismo no hubieran precisado rebajarse a la semántica de la mera repulsión, la diatriba y el julepe. “No queremos que este nuevo experimento neoliberal mastique la carne de nuevas generaciones de argentinos”, escribieron sus literatos por allí.

Sea como fuere, tal vez al final del día haya que agradecerle al impresentable Ministro de Salud que nos legara una metáfora útil para pensar estas exasperadas semanas por venir.  Más por la forma ideológica de su exabrupto, que por su contenido, les ha hecho un gran favor a muchos que no se atreven a ponerle palabras a lo indecible. Y siempre es bueno hablar de lo que duele.

Porque para descubrirle alguna virtud a un programa de gobierno que hace agua por los cuatro costados, y a un candidato que tiene tan poco para ofrecer, sus defensores de última hora no encuentran mejor consuelo que compararlos con la pérfida resonancia de una cruenta enfermedad. 

* Sociólogo. Miembro del Club Político Argentino. La Plata, 11 de noviembre de 2015.

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EL FUTURO DE SALTA SE JUEGA EL PRÓXIMO 22 DE NOVIEMBRE por José Armando Caro Figueroa*

| 9 noviembre, 2015

Los resultados electorales del 25-O sirvieron para que indignados y desencantados recuperaran su optimismo y las ganas de protagonizar cambios. Y, también, para que los sectores que postulaban la eternidad del kirchnerismo giraran hacia la perplejidad, el mal humor y la furia.

En cualquier caso, el pronunciamiento de la ciudadanía abrió un nuevo ciclo político cargado tanto de buenos augurios, como de dudas y desafíos.

Dentro de este panorama ¿qué debemos esperar los salteños? O, mejor dicho, ¿qué debemos hacer los salteños para enterrar la monarquía provinciana, superar las dificultades económicas e iniciar un camino hacia la prosperidad general?

Si nos sentamos a esperar que las reformas institucionales y económicas que adopte la Nación “derramen” sus mieles sobre Salta, tendremos nuevas décadas de subdesarrollo e inequidades.

Pudiera ser que el señor Gobernador, en un rapto de iluminación, abandonara su preferencia por el partido unitario, dejara atrás su pretendido elitismo, y se dedicara a gobernar priorizando el interés colectivo de los salteños.

Pero -como no hay indicios de que esto esté sucediendo en los reservados cenáculos de Las Costas-, parece aconsejable que los salteños, sin esperar iniciativas externas, nos demos a la tarea de construir un Programa cuyos objetivos sean la república, la producción, el empleo, la seguridad y la integración social.

Hagamos de Salta un espacio competitivo

Nuestra riqueza potencial está lastrada por la falta de la infraestructura imprescindible para unirnos con el mundo. También por las reglas económicas a través de las cuales el centralismo discierne premios y castigos mirando sólo el interés de la pampa pujante y de su inmediato entorno.

Sin buenos caminos, sin ferrocarril, sin nuevos diques, sin el aprovechamiento del Bermejo, sin energía barata, si buena educación básica y profesional, sin telecomunicaciones de alta calidad, nuestra producción seguirá siendo marginal y dependiente en exceso de condiciones exógenas.

Precisamos tomar el control de nuestros hidrocarburos; definir una política ambiental realista y respetuosa del orden jurídico cosmopolita. Urgen facilidades especiales para importar maquinarias e insumos para la agricultura y la agroindustria, así como para acceder a la electrónica y la informática de última generación.

Por supuesto Salta, como el resto de las economías regionales, reclama rebajar la presión impositiva, eliminar la corrupción, abandonar controles burocráticos y derogar reglas que nos marginan del comercio internacional.

Compromisos de los candidatos a Presidente

Las campañas electorales nacionales en curso están forzando a los candidatos a articular propuestas.

En mi opinión, la más sólida y atenta a los concretos intereses de los salteños, fue la presentada por Sergio Massa, en claro contraste con la paupérrima “Acta de Compromiso” que nuestro Gobernador suscribió con Daniel Scioli. Al rigor técnico y político de la primera, se oponen los enunciados del “Acta” más pendiente de la retórica que de propuestas operativas y acordes con nuestros problemas.

Pero, a estas alturas cuando el balotaje es inminente, las estrecheces del “Acta Scioli-Urtubey” surgen con nitidez al contrastarlas con el “Plan Belgrano” que acaba de enunciar Mauricio Macri.

Hay en este “Plan” ideas concretas que responden a un diagnóstico bastante acertado acerca de la situación del Norte Argentino. Tenemos, entonces, un buen punto de partida para que las organizaciones políticas y sociales salteñas discutan y negocien las imprescindibles medidas de fomento con la fuerza que, muy probablemente, asumirá el Poder Ejecutivo de la Nación.

Sería absurdo que los mismos que consintieron las retenciones exorbitantes, las regalías truchas, la preterición de Salta en los planes nacionales de obras públicas, o el fraude de la coparticipación se transformen ahora en portavoces y gestores de las nuevas esperanzas de los salteños.

Sería penoso que las banderas de cambio fueran arriadas –como sucedió en el pasado- por el nefasto “Si Mauricio”, o por las piruetas oportunistas de quienes hasta aquí fueron la dócil correa de transmisión del kirchnerismo unitario que expolió nuestra riqueza agropecuaria, minera e hidrocarburífera.

Habría que señalarle desde ya al frente electoral Cambiemos y a su líder, que el “Plan Belgrano” debe incorporar las medidas y los recursos que Salta precisa con urgencia.

Decirles, por ejemplo, que la salida al Pacífico, que el Bermejo, que la autonomía hidrocarburífera, que un programa masivo de apoyo a las familias instaladas en la pobreza o agredidas por las adicciones, son prioridad para Salta.

Decirles también que los 16.000 millones de dólares que el Plan Belgrano prevé para infraestructuras en todo el Norte y a lo largo de la próxima década, son insuficientes.

Más que este tipo de promesas y por encima del debate acerca de la coparticipación de impuestos, Salta debe reclamar un compromiso de coparticipación en los gastos de la Nación. Dicho en una línea: El 2,5% de todo el gasto público nacional debe ejecutarse en Salta y con el control de los salteños.

*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)

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EXPECTATIVAS MODERADAS por Alberto Medina Méndez*

| 8 noviembre, 2015

 

El populismo y la demagogia han dejado huellas que no se borran de la noche a la mañana. No se puede pretender que este colosal deterioro cicatrice espontáneamente. El punto de inflexión parece estar a la vuelta de la esquina y el eventual cambio va más allá de lo meramente electoral.

El hartazgo ha hecho su parte y, a estas alturas, es evidente que la mayoría espera que la dinámica actual se modifique pronto dándole lugar a un período diferente. Pero es indispensable eludir ese exitismo que antepone lo emocional por sobre lo racional, con todo lo que eso conlleva.

Ningún país salió de procesos funestos y prolongados a gran velocidad. La historia mal contada, a veces, simplifica en demasía haciendo creer a muchos que el odio, el resentimiento y el caos, pueden ser reemplazados mágicamente por el amor, la convivencia y el progreso. Nada de eso ha ocurrido en un breve lapso, en ninguna parte del planeta.

La transición, aun en la hipótesis de que se recorra el sendero correcto y con escasos tropiezos, no da sus frutos rápidamente. Es vital disponerse a superar cada etapa, sabiendo que cada una de ellas implica sobrepasar desafíos específicos, que se lograrán solo con grandes esfuerzos, pero también con importantes sacrificios en el presente.

El futuro se muestra de un modo atractivo y por eso entusiasma tanto. Pero es central no equivocarse y fantasear con la idea de que todo sucederá en un conveniente contexto de éxitos concluyentes y triunfos categóricos.

No se trata de suavizar la euforia. Todo es bastante más complejo y tiene que ver con establecer expectativas absolutamente razonables. Es saludable evitar frustraciones innecesarias y esquivar las grandes decepciones, pero también sirve esta postura para disfrutar, como corresponde, cada avance.

Es fascinante soñar con lo mejor, ser ambiciosos y aspirar al logro de extraordinarias metas. No es bueno ponerse límites y se deben intentar alcanzar elevados estándares. Pero esos enormes retos deben obtenerse, con impulsos sucesivos, con pequeñas victorias que propicien la siguiente.

La situación actual es preocupante. Muchos de los indicadores han sido deliberadamente alterados y la basura se ha escondido bajo la alfombra. Ahora vendrá la difícil tarea de transparentarlo todo. Se visualizará renovada información que algunos imaginaban pero que no estaban disponibles. Es imperioso construir ese diagnóstico para evaluar la gravedad de lo acaecido y empezar, desde allí, a diseñar ese camino que permita resolver uno a uno los desmadres de este tiempo perdido.

Suponer que ese procedimiento será simple sería de una gran ingenuidad. Que algunos ciudadanos estén exultantes porque entienden que el ciclo vigente ha llegado a su fin es esperable, pero la clase dirigente tiene la inmensa responsabilidad de advertir a todos acerca de lo que ha sucedido en el pasado y lo que ahora tienen en sus manos de cara al porvenir.

Los groseros despilfarros, los obscenos excesos, la dilapidación imprudente de los recursos de todos ha sido una de las características de esta era. No se sale de allí solo con emotivos discursos, excitantes festejos, ocultamientos piadosos y mentiras que intenten mitigar el malhumor social.

Desactivar el explosivo coctel que engendraron los gobernantes demandará no solo de varios años, sino de una singular inteligencia que permita desarticular cada torpeza cometida, dominar cada adversidad concreta, minimizando el seguro impacto negativo que recaerá sobre tantos.

Algunos asuntos llevarán mucho tiempo. Tal vez sea necesario esperar varias generaciones para olvidar estos infortunios. Un mandato de gobierno no bastará para resolverlo todo. El daño ha sido gigante y no debe ser subestimado. Aún resulta imposible dimensionar la magnitud del desorden.

La destrucción de la cultura del trabajo y una perversa mutación de los valores morales no se solucionan con cuantiosas inversiones, mayor seguridad jurídica, el sinceramiento de las variables, la apertura de los mercados y la integración con el mundo. Ni siquiera una alta dosis de sensatez y el regreso del sentido común alcanzan para restablecer parcialmente esas profundas heridas que el régimen deja como legado.

Pese a lo que muchos sostienen, lo económico no es lo más importante. Es solo una parte del problema que, claramente, debe ser abordado para evolucionar. Pero es trascendente entender que la batalla que asoma se dará en otros campos que precisarán de más esmero y dedicación.

Por astutas que sean las decisiones y empeño que se le asigne a la gestión, la recuperación será invariablemente lenta y gradual. Habrá que prepararse para esta dificultosa fase, acompañando apropiadamente su ritmo.

Después de todo, no se ha llegado hasta aquí de casualidad, sino con la imprescindible complicidad de esta sociedad que hoy parece dispuesta a darse una nueva oportunidad. La autocrítica tendrá que ser la protagonista excluyente si realmente se espera una transformación con mayúsculas.

Se necesitará entonces de mucha paciencia, de bastante prudencia y de una tenaz perseverancia, para no cometer los mismos errores del pasado. La actitud adecuada será la verdadera clave. Por eso resulta fundamental disponer de esa madurez cívica que admita expectativas moderadas.

*Periodista.Consultor Privado en Comunicación, Analista Político,Conferencista Internacional, Presidente de la FUNDACIÓN CLUB DE LA LIBERTAD, Miembro de la Comisión Directiva de la RED POR LA LIBERTAD,Columnista de INFOBAE en Argentina,Columnista de DIARIO, EXTERIOR de España, Columnista de EL CATO de EEUU,Conductor del los ciclos radial  y televisivo EXISTE OTRO CAMINO.Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana

Premio a la Libertad de la Fundación Atlas 2006

Premio Periodista del Año de Corrientes, por Fundación Convivencia en 2002 y 2011

Premio Corrientes por la labor periodística en 2013


 

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LA SEÑORA CADIDATA por Albino Gómez*

| 7 noviembre, 2015

Publicada en Noticias el 6 de noviembre de 2015 sobre la candidatura de Hillary Clinton

La ex secretaria de Estado es la principal apuesta de los demócratas para suceder a Obama. Los escándalos y la sombra de su marido.

En 1992, los historiadores norteamericanos buscaron en sus archivos precedentes de un caso similar al de Hillary, sin éxito. Ni siquiera el caso de Eleonor Roosevelt, una de las primeras damas más activas de la historia presidencial estadounidense, resultó ser apropiado. Nunca antes había ingresado en la Casa Blanca una mujer con un curriculum tan impresionante. Hillary Rodham Clinton era ya doctora en leyes, egresada de la Universidad de Yale, con todos los honores. The National Journal of Law, una prestigiosa publicación para los profesionales de la abogacía, consideraba que Hillary Rhodam Clinton estaba entre las cien mejores abogadas de los Estados Unidos. Hillary era socia de uno de los estudios de abogados más importantes de Little Rock, y  miembro del directorio de varias empresas, alguna de las cuales figuraban en al ranking de la revista Fortune.  Además, desde 1986 hasta comienzos de 1992, ella presidíó el "Fondo de la defensa de la Niñez", la institución fundada por la líder de los derechos civiles y amiga personal, Marian Wright Edelman.

Lógicamente, su curriculum no lo decía, pero Hillary era también la consejera política de más confianza que tenía  Bill Clinton durante su presidencia. Y muchos analistas norteamericanos, sin temor a equivocarse, estaban convencidos de que, sin Hillary, díficilmente Bill Clinton hubiese logrado ser el presidente de los Estados Unidos.

Además y de hecho, las posiciones políticas de Hillary eran, en algunos terrenos, más liberales que las de su marido. Su trayectoria de activismo político y su compromiso social, había sido muchísimo más clara que la de él. No sólo había múltiples testigos de su participación en la lucha por los derechos civiles y en las manifestaciones "anti-vietnam", sino que además, Hillary había escrito una tesis universitaria, artículos especializados, y un libro en el que había expresado abiertamente sus opiniones progresistas.  Todo eso podía producir resistencias en los sectores más conservadores del electorado demócrata. Y dada la prioridad que Clinton quería darle a los problemas de la clase media durante su campaña, la preocupación de Hillary por los pobres, podía llegar a constituir un problema. Pero finalmente Clinton triunfó y realizó durante ocho años, con ella a su lado, una extraordinaria gestión presidencial, realzada aún más si cabe, por el tremendo fracaso de su sucesor George W. Bush que llevó a los Estados Unidos al borde de un colapso total, económico y moral.

Sin embargo, la lucha de Hillary continuó durante los años presidenciales a causa de los problemas familiares vinculados a la inestabilidad emocional de su marido, cuyas infidelidades, al alcanzar algunas de ellas estado público, fueron grosera, baja e hipócritamente utilizadas por los republicanos que quisieron cobrarse el castigo político infligido por el escándalo de Watergate, tratando de llevar a Clinton a un juicio político que no prosperó. Pero como siempre, Hillary, más allá del dolor en su fuero interno, nunca aceptó las críticas de manera personal porque siempre consideró que la verdadera causa de los ataques era en todos los casos  política. 

INFANCIA. Como sea, el equilibrio emocional que demostró tener en aquellos momentos, seguramente provenía de la estabilidad afectiva y psicológica que, a diferencia de su marido, Hillary tuvo durante su infancia. Porque mientras Bill Clinton era  hijo de un padre que murió antes de su nacimiento e hijastro de un padrastro alcohólico, Hillary Rodham fue la hija de un matrimonio muy unido que la adoraba.  

Esta adorada hija, Hillary Diane Rodham, nació en Chicago, Illinois, el 26 de octubre de 1947.

Hillary iba a la Iglesia Metodista de su barrio, todos los domingos, y participaba de manera muy activa en los programas que regularmente organizaba el reverendo Don Jones, visitando regularmente a los barrios de hispanos y negros de Chicago.

En 1962, cuando tenía 15 años, Hillary conoció con sus compañeros a Martin Luther King, impactante recuerdo que siempre conservó. Y ya en 1968 apoyaba la candidatura del senador  Eugene McCarthy, uno de los candidatos más radicales del partido Demócrata.

   En Wellesley, Hillary estudió Ciencias Políticas, pero quizá, lo más importante, fue la experiencia que adquirió en el terreno de la militancia y del activismo.  En tanto que representante estudiantil, militó y organizó manifestaciones para que pudieran ingresar al College, más estudiantes negros e hispanos. Participó en la fundación de la primera Asociacion de mujeres negras, y paralelamente, trabajaba en Roxbury, un barrio de Boston donde enseñaba a leer a los niños pobres.

 Años después, en la Escuela de Derecho de Yale, Hillary utilizaría su experiencia en militancia adquirida en Wellesley, para participar en todo tipo de luchas: desde las que organizaban en contra de la guerra de Vietnam, hasta las que tenían lugar para lograr que colocaran máquinas distribuidoras de "Tampax" en los baños de la universidad. Su rebelión no era anárquica. Al mejor estilo Hillary, era metódica y racional: el de una liberal pragmática, practicante de un  liberalismo instrumental. Es decir, el uso del gobierno para satisfacer las necesidades de la sociedad  y  para ayudar a los marginados sociales

CONDUCCIÓN POLÍTICA.En 1978, a los 32 años, Bill Clinton se transformó en el gobernador más joven de los Estados Unidos, y Hillary comenzó allí a participar de la experiencia de conducción política, siguiendo vívidamente todos los avatares de esa gobernación, y luego la de los ocho años presidenciales, para continuar y enriquecer su capacidad de gestión política como senadora. 

Treinta años más tarde de aquel comienzo, dejaba el Senado de los Estados Unidos, después de una durísima campaña por obtener la nominación para la presidencia por su Partido Demócrata, convocada luego por su más importante contrincante y vencedor, perteneciente a una minoría por cuyos derechos ella tanto luchó, su colega negro el senador Barack Obama. Y Obama que luchó también duramente contra ella en la campaña, conocía todo su valor y toda su historia, como para no dudar en hacerla su secretaria de Estado, porque sabía también cómo era respetada Hillary en el continente europeo, respeto ganado no sólo durante los viajes que  realizara como primera dama, nunca insustanciales, y también por su trabajo en el Senado, en especial en el Comité de Servicios Armados. Y no ignoraba que Hillary tenía una enorme capacidad de negociación, un conocimiento global del mundo, y que su acción diplomática sería  presidida por una lógica realista, muy lejos de los disparates de aquellos últimos ocho años, años dramáticamente despiadados, “llenos de sonido y furia”.

Y hoy día, después de su gestión, Hillary Rodham Clinton conserva todavía a gran apoyo público por su actuación como secretaria de Estado, señal de que las luchas del presidente Obama en el extranjero y los ataques republicanos no lograron mermar a fondo su reputación. Ella dejó el cargo hace poco menos de dos años, y es la secretaria de Estado saliente más popular en los últimos tiempos, pues 59% del público aprueba su gestión,  pues los errores en el ámbito de la política exterior, no fueron un producto del Departamento de Estado sino de la propia Casa Blanca, Así como los aciertos posteriores fueron parte de la tenacidad que puso de manifiesto Hillary Clinton en tratar de sobrepasar con audacia las permanentes dudas de Obama, de las cuales parece estar últimamente desprendiéndose. En tal sentido podemos citar hoy el restablecimiento de las relaciones con Cuba, uno de tantos  temas de especial interés de Hillary mientras era secretaria de Estado. 

Así las cosas, el presidente Obama aseguró que la ex secretaria de Estado jugó un papel extraordinario en su administración. Agregando en extractos de su entrevista junto  a Hillary Clinton a una cadena nacional: “Lo principal es que yo simplemente quería tener la oportunidad de decirle gracias públicamente, porque muchos de los éxitos que tuvimos a nivel internacional fueron gracias a su ardua labor, como uno de los mejores secretarios de Estado que tuvo el país”.

En estos días acabamos de verla salir airosa del primer debate presidencial de los precandidatos demócratas, demostrando con solvencia que podrá calzarse el traje de presidente de los Estados Unidos. Durante dicho debate hubo un atril vacío, reservado hasta último momento al vicepresidente Joe Biden, que venía amagando con presentarse a la competencia, cosa que ocurrió poco tiempo atrás al cierre de esta nota, ya que anunció que no competiría por la presidencia de los Estados Unidos. Explicando que todavía estaba de duelo por la reciente muerte de su hijo Beau, que falleció en mayo a los 46 años, víctima de un tumor cerebral. No obstante, aseguró que no permanecería callado en la campaña, que culminará con la elección de sucesor de Obama en noviembre de 2016, ya que intentaría hablar claro y con fuerza para influir todo lo que pudiese para posicionar al partido donde necesitaran ir como nación, ya que su partido y el país cometerían un error trágico si se alejaran o trataran de abandonar el legado de Obama.  Y así desaparece del horizonte el rival más peligroso para la candidatura de Hillary Clinton, quien de inmediato lo calificó como un buen hombre y un gran vicepresidente. Agregando estar convencida de que a pesar de no presentarse a las primarias demócratas, seguiría en la primera línea luchando por ese legado común a todos los demócratas. 

Mostrando Estados Unidos su creciente capacidad progresista, es probable que en 2016 tenga, por primera vez, una presidente mujer. Así como tuvo si primer   presidente afroamericano.

 *El autor es periodista, escritor y diplomático

 

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EL «CLIENTELISMO POLÍTICO» COMO CATEGORÍA ANALÍTICA LA POBREZA EN LA ARGENTINA ACTUAL: SU UTILIDAD Y LOS RIESGOS DE SU USO ABUSIVO por Jorge Ossona*

| 6 noviembre, 2015

La Argentina carece de partidos en el sentido clásico de la palabra y ha sido  regida durante casi los últimos veinticinco años por  un sistema de “partido de gobierno” que la administra desde una burocracia estatal colonizada y apendicular respecto del estamento político. El fenómeno hunde sus raíces en transformaciones socioculturales profundas acaecidas en la sociedad durante las últimas tres décadas. La cuestión toca  otras zonas sensibles de nuestra actualidad como el clientelismo y el fraude.

Hacia los 80, y en los albores de la democracia, el empobrecimiento de los sectores populares era una realidad tangible bien expresada por las ocupaciones territoriales ilegales. En los nuevos “asentamientos”, la miseria produjo la emergencia de nuevos liderazgos de contingentes que se fueron ampliando con el curso de los años. En nombre de la teoria del clientelismo, sociólogos, antropólogos y politólogos los denominaron “mediadores” situados en una situación estratégica entre sus “clientes” y sus “patrones” dirigenciales. Este marco conceptual resulta útil en tanto se formulen algunas salvedades indispensables. La historia social del país en sus grandes centros urbanos durante los últimos treinta años aporta también muchos elementos de juicio para comprender estos fenómenos.

En primer lugar, la nueva relación, a diferencia del viejo “clientelismo duro” de los punteros partidarios, era de corte social y horizontal porque los “mediadores” eran también pobres y “clientes”; y emergían de las mismas comunidades barriales no como agentes de ningún partido. Construido “desde abajo”, la socióloga María Inés Peralta lo denomino “clientelismo social” de lealtades mucho más sólidas fundadas en estados de necesidad extrema compartidos.

Los “mediadores”, más comúnmente llamados “referentes”, progresivamente fueron definiendo estrategias de supervivencia negociando no solo con los partidos sino también con dependencias municipales, ongs, instituciones sanitarias y educativas, etc. Tales pericias les permitieron desplegar saberes y destrezas que reforzaban su prestigio comunitario y la extensión de sus servicios. Su difusión fue eclipsando a los antiguos punteros convirtiéndolos en “militantes sociales”. Muchos definieron filiaciones políticas; pero, a diferencia de los anteriores, su fidelidad estaba más soldada a sus subordinados que a sus dirigentes. Por último, la figura del jefe de hogar como proveedor entro en crisis motivando que, no fortuitamente, muchos fueran mujeres y jóvenes.

Estos se transformaron en los adalides no precisamente de masas mansas sino aguerridas sustituyendo  a los viejos  cuadros sindicales en retroceso por la desindustrialización y la creciente informalización económica. Pero a diferencia de estos últimos, no eran los garantes de derechos sociales universales sino de la administración focal de programas de emergencia. Su campo de acción fueron los barrios reconocidos en la nueva jerga electoral como “territorios”. Allí, agrupaciones, comités y unidades básicas fueron progresivamente reemplazadas por la gestión directa de los nuevos asuntos sociales entre burócratas politizados y “militantes sociales”.

Así comenzó, en este sector social crucial, la caducidad de las formaciones partidarias que exhibían una apariencia de gran vitalidad hacia principios de los 80. Se trató de la génesis de una nueva cultura política en la que la dirigencia debió aprender a interpelar a estos mediadores que abarcaban un espectro muy vasto: jefes de familias extensas, pastores evangélicos, organizadores de futbol de potrero, referentes de comunidades de inmigrantes, etc. La profundización de estas prácticas devino en hábitos;  y estos, en una cultura.

Todos aprendieron a jugar roles según comportamientos más o menos previsibles que incluían hasta la inevitable traición al momento de cambiar, pública o subrepticiamente, de patrón político o burocrático. En este repertorio, los valores de la nueva cultura política se fueron midiendo según el “desinterés”, la “generosidad” y la “gratitud” fraguando en una hipersensibilización emocional oscilante entre la veneración, el odio y la consiguiente violencia facciosa y fanática. Nuevas identidades “totales” sustituyeron a la antigua moral trabajadora como el futbol, los cultos religiosos o diversas estéticas musicales. Su común denominador fue la exigencia de la “entrega” a sus respectivos agregados y jefes aunque condicionados a reglas de reciprocidad estipuladas en nuevos “códigos” subculturales –u otros ancestrales soterrados por la modernidad- en sustitución de la ley.

Pero estos fríos compromiso no eran incondicionales sino todo lo contrario. La identidad peronista de los sectores populares persistió como una capa formal de contenidos muy diferentes a los de la sociedad industrial. “Peronismo”, independientemente de algunos contenidos nostálgicos y emocionales  de los militantes más antiguos, también significo “la estructura” de un poder político burocrático que renunciaba de antemano a erradicar la situación de fondo de la pobreza. Con los años, también se convirtió en una oligarquía cínica de dirigentes cada vez más alejados de los problemas cotidianos de aquellos a quienes apelaban discursivamente. También se aprendió que con “la estructura” había que pelear y mucho para hacerse de los recursos fragmentarios y focalizados con la menor cantidad de “descuentos” de los eslabones por donde descendían desde el Estado. En circunstancias dramáticas, la insatisfacción por la ruptura de lo pactado podía plasmarse en  rebeliones masivas como los saqueos. En otras, el pronunciamiento podía expresarse electoralmente como ocurrió en 2013 y 2015.

La metamorfosis social de la que emerge el país pobre explica en no poca medida muchos de los caracteres de nuestro sistema político citados al principio del artículo. El clientelismo teórico resulta sumamente valioso como instrumento analítico. Pero en el plano real, cada territorio configura un universo solo comprensible en su especificidad. Hemos ahí el desafío de seguir estudiando una realidad social que dista aun de ser comprendida en sus contornos últimos. Solo así se podrá empezar a pensar en cambiarla y regenerar nuestra devaluada democracia.

*El autor es historiador y docente,  integrante del Club Politico Argentimo-UBA

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