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24 DE MARZO por María Sáenz Quesada*

| 30 marzo, 2015

Publicada en Perfil el 22-03-2015

En Brasil, el pasado pesa poco, en la Argentina no permite ni respirar”, afirma Héctor Ricardo Leis en Memorias en fuga. En el 39 aniversario del golpe militar que derrocó a Isabel Perón, el texto citado remite a una  realidad dolorosa: el uso político falaz de la memoria histórica en beneficio del gobierno de turno y su consecuencia, un pasado reciente cada vez más oscuro e incomprensible que en nada ayuda a clarificar los problemas que enfrenta nuestra sociedad de cara al futuro.
Para comprobarlo no hace falta ir lejos, basta con mirar la página oficial del Ministerio de Desarrollo Social dedicada al “Día de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia”, denominación  oficial de la conmemoración, para advertir recortes y parcialidades. El texto se refiere brevemente al neoliberalismo económico y a las persecuciones de la última dictadura, pasa por alto el periodo 1983-2003, para aterrizar en el gobierno de Néstor Kirchner; destaca su acción en materia de derechos humanos y cita la frase pronunciada en la ESMA (2004)por el entonces presidente: “Vengo a pedir perdón por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia”.
Ese pedido de perdón se aplicaba bien a la probada indiferencia de Néstor y Cristina Kirchner en el  tema de los derechos humanos, tanto en los años de la dictadura como cuando los indultos del presidente Menem. Pero el discurso relegó injustamente al olvido al primer presidente de la transición, Raúl Alfonsín, quien llevó a la justicia a las Juntas, soportó tres rebeliones militares, y si bien dio un paso atrás con las leyes de punto final y de obediencia debida,  salvó el futuro de la democracia recién instalada, con un alto costo político.
Muchos esfuerzos en favor  de la justicia y la verdad histórica acompañaron esta transición, que no puede considerarse fuera de su contexto histórico;  sin embargo, instalada gracias a la imponente masa de recursos públicos a disposición del aparato estatal, prevalece la versión oficial. Con la arbitrariedad que lo caracteriza, el gobierno kirchnerista escribe la historia a su gusto y conveniencia, bendice a unos, condena a otros, ignora a otros más. Esa manipulación convierte a la historia en relato de ocasión, falto de contexto.
Quizás por esa razón, la propia presidente constitucional derrocada el 24 de marzo, Isabel Perón, ha sido borrada de la memoria oficial y todavía no cuenta con el busto que le corresponde por derecho en la galería de bustos de la Casa Rosada. Sin duda recordar en su totalidad al tercer gobierno peronista, la pugna entre la derecha y la izquierda peronista (Triple A y  Formaciones especiales),  el ajuste llamado Rodrigazo y  la dura descalificación de Perón a la guerrilla, entre otros temas,  son presencias incómodas que es mejor olvidar. Más simple es culpar sólo a los militares, a sus aliados civiles, y en algún caso a la ultraderecha sindical del Movimiento
Sin duda, la revisión del pasado contiene muchos  nudos difíciles de desatar, porque como dice Leis en su ya citado libro, muchos empollaron el “huevo de la serpiente”. ¿Cómo explicar, en efecto, que el término “aniquilar”, utilizado por el gobierno de Isabel para implementar la lucha antisubversiva (Decreto N° 2771, octubre de 1975), también fuera conjugado por la conducción de Montoneros? “Esta guerra, como toda guerra, se rige por un principio básico y elemental: proteger las propias fuerzas y aniquilar las del enemigo”, se lee en la Publicación Evita Montonera (septiembre de 1975).
Si bien es cierto que es difícil alcanzar consensos alrededor de hechos   que todavía sangran, es bueno adoptar una actitud modesta, revisar no solo lo actuado por el otro, sino también la propia actuación y no convertirse en fáciles jueces del pasado en busca de inocentes y culpables. En la  búsqueda honesta de las razones que desencadenaron el drama  de los años setenta, es útil reconocer que en la pugna de intereses encontrados, la violencia reemplazó el diálogo, y el otro fue visto por un enemigo despreciable. Admitirlo, puede contribuir a que la trágica experiencia de un ayer ya lejano no  se repita bajo una envoltura distinta. También  puede ser el firme punto de partida de una sociedad mejor, sin escisiones irrevocables, con capacidad de diálogo y respetuosa de la ley. Una República democrática, en la que convivan en paz todos los argentinos, mayoría y minorías.

*Historiadora.

 

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LOS NOMBRES DE LAS CALLES PORTEÑAS, UNA MIRADA SESGADA DE LA HISTORIA por Carlos Manus

| 28 marzo, 2015

La ciudad de Buenos Aires está en deuda en el homenaje debido a los soldados que participaron en acciones bélicas perdidosas.

En actitud difícil de justificar, se pretende borrar de la memoria colectiva combates como los de Sipe-Sipe, Ayohuma, Huaqui, Vilcapugio, Rancagua y Cancha Rayada.  No obstante su resultado adverso, esas acciones son parte de nuestra Guerra de la Independencia y en ellas dieron su vida soldados de nuestros ejércitos. "También es patria lo que no tiene estatua". 

En cambio, mediante la avenida que lleva su nombre, la calle 3 de Febrero y el parque de igual nombre se ha triplicado la recordación de la batalla de Caseros.

Independientemente de la valoración que individualmente nos merezca el período de la Confederación Argentina, corresponde recordar que el resultado de esa batalla fue opuesto al Ejército Nacional enfrentado contra una hueste sediciosa aliada al ejército del Imperio del Brasil, nuestro tradicional adversario en el ámbito continental.

Cabe también memorar que, concluida la lucha, el ejército brasileño desfiló triunfalmente por las calles de Buenos Aires no obstante  la frase de Sarmiento "La bandera celeste y blanca -!Dios sea loado!- no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra".

 

 

 

 

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UN NUEVO PROYECTO PARA SALTA por José Armando Caro Figueroa

| 23 marzo, 2015

Importantes sectores políticos salteños han dado un paso de gigante que permite augurar un futuro mejor. Tras elegir la vía del diálogo y del consenso, celebraron, en agosto de 2014, un Acuerdo de bases programáticas. Luego, en febrero pasado, el Frente “Salta Nos Une” aprobó su Plataforma Electoral.

Contamos desde entonces con dos Documentos que delinean un nuevo proyecto para nuestra Provincia. Con ambos, comienza a quedar atrás un tiempo donde la política fue sinónimo de improvisación, de promesas demagógicas, o de consignas vacías.

El compromiso de las fuerzas que aspiran a gobernar Salta se articula sobre tres ejes:

Una reforma institucional que pondrá fin a las reelecciones, restablecerá la justicia independiente y ágil, eliminará abusos, castigará la corrupción y creará las condiciones para vivir con seguridad y cordialidad dentro de la ley;

Una reforma económica que planificará el relanzamiento de la agroindustria, la minería y el turismo, motores de nuestro desarrollo, con el objetivo de generar empleo decente y derrotar la pobreza, cuidando el ambiente; y

Una reforma social que perfeccionará la acción del Estado para atender nuevas y acuciantes necesidades materiales y espirituales y lograr la efectiva integración de los salteños con dificultades, sin someterlos al escarnio del clientelismo.

Salta en el mundo y en la Nación

La Plataforma de “Salta Nos Une” contempla, además, un importante capítulo destinado a lograr la reinserción de nuestra Provincia en el mundo y, como no, su reposicionamiento en una Argentina federal.

Necesitamos, con urgencia, revertir el actual modelo unitario y centralista basado en el vasallaje de los gobernantes provinciales a los dictados del híper presidencialismo. Es el modelo de la Salta mendicante que cede autonomía a cambio de bolsones de alimentos.

La subordinación del actual Gobernador incluso a los caprichos de la Casa Rosada ha causado enormes daños a los salteños. Nuestros recursos hidrocarburíferos, mineros y energéticos, nuestra producción agropecuaria, nuestro producto bruto geográfico, y nuestro frenado desarrollo agroindustrial son teledirigidos desde Buenos Aires, con el desdén propio de las metrópolis.

Durante demasiados años Salta ha sido perjudicada por políticas de transportes, de energía, combustibles e infraestructuras pensadas para beneficiar al centro industrializado. Aunque suene paradójico, Salta con su pobreza, su desempleo y sus precariedades, financia a los grandes poderes económicos que mutilan nuestras libertades y potencialidades.

Desafíos pendientes

Si bien, como queda dicho, la Plataforma es, en el plano programático, un gran salto adelante, falta mucho por hacer.

En primer lugar, es preciso difundir las líneas maestras del nuevo modelo institucional, social y productivo. Y alentar un gran debate a su alrededor. Un debate que admita nuevas propuestas y precisiones que se sumen a lo ya escrito y firmado.

Si nuevas organizaciones no gubernamentales, si nuevas fuerzas políticas, si nuevos sectores sociales se suman a la Plataforma, aumentará el número de personas y grupos comprometidos con su efectivo cumplimiento. Lo que equivale a decir que estas estructuras y los votantes serán los encargados de velar por el desarrollo y vigencia de los compromisos electorales.

Queda también pendiente que los candidatos que sostienen la Plataforma generen la imprescindible confianza alrededor de su efectivo compromiso con las grandes novedades propuestas. Se trata, por tanto, de que asuman sin tapujos su condición de “héroes de la retirada” (H. M. ENZENSBERGER).

Y, en tercer lugar, será preciso avanzar aceleradamente en la conformación de los equipos que tomarán el relevo tras las próximas elecciones.Hace falta transformar esta Plataforma en un detallado Programa de Gobierno, que incluya la información económica y los textos normativos que trasladarán los cambios de los papeles a la realidad cotidiana. Habrán de crearse así las condiciones para que el próximo Gobierno, que será de transición y no reelegible, haga en cuatro años lo que normalmente haría en dos mandatos.

Pero, además de su compromiso y capacidad de gestión, el nuevo equipo de gobierno tendrá que desarrollar, de ahora en más (incluso sin esperar el traspaso de poderes), una estrategia que permita alcanzar unPacto Federal de la Nación con Salta (y, por extensión, con la región de la que formamos parte), suscripto por los candidatos a Presidente de la República.

Nuestra Provincia estuvo ausente de los grandes compromisos de reparación histórica que a lo largo de los años de democracia permitieron mejorar las condiciones de vida y de trabajo en muchas provincias y regiones argentinas.

El Frente Salta Nos Une está, pienso, en condiciones de inaugurar un nuevo ciclo de reivindicaciones federales que preserven para nuestra producción y nuestros recursos los amplios márgenes de autonomía que caben dentro de la Constitución Argentina.

Sólo una Salta efectivamente democrática dentro de una Argentina efectivamente federal, está en condiciones de ganar las batallas por la calidad educativa y contra la pobreza, la inseguridad, el subdesarrollo y los sesgos monárquicos y autoritarios que nos avergüenzan.UN 

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BUENA NOTICIA PARA UNA BUENA POLÍTICA: APARECIÓ UN LOBO… MANSO por Alberto Ferrari Atcheberry

| 22 marzo, 2015

Algunos amigos recordaron y me pidieron que reenviara este art. mío de junio de 2007 sobre Macri. Entienden, y me permito compartir esa opinión, que puede ser útil hoy, luego de la decisión de la reciente convención  radical. 
 

Los  fines y los medios

 1.         La política, sin duda, es forma y contenido; y su principal conflicto es, precisamente, la relación entre forma y contenido.

En realidad, para una política cuyo objetivo substancial es el mantenimiento del orden vigente, no hay tal conflicto: esa política es, por definición, mentirosa, como que no puede proclamar que su objetivo es que  los pobres sigan siendo pobres y que la injusticia siga siendo injusticia. Por eso, estrictamente, la forma de la política que defiende el statu quo es la demagogia: “la dominación tiránica de quienes carecen de privilegio con su propio consentimiento”, como define el diccionario de la lengua.

Por eso la relación forma-contenido aparece como problema entre quienes se proponen el cambio del statu quo. Para unos: “el fin  justifica los medios”, dicen que dijo Lenin;  esto es, el cambio social valida dejar de lado la opinión ajena,  como se reprochó a los bolcheviques rusos y a sus seguidores en otros países, los partidos comunistas. Para otros: el medio importa más que el fin: “el movimiento es todo y el fin es nada”, como habría dicho Bernstein, el teórico del reformismo socialista alemán; esto es,  el cambio social debe  supeditarse al respeto a los medios;  abreviando, el cretinismo parlamentario que se reprochó a la social democracia.

 La experiencia soviética se concretó en Stalin;  el gulag fue el único medio y concluyó muy lejos del fin: las bandas de oligarcas y el gobierno de la KGB. Los avances de la socialdemocracia alemana – y de sus émulos franceses, italianos y españoles- en buena medida  abrieron el camino a quienes supeditaban todo a un fin: Hitler, Mussolini, Franco.

¿La cuadratura del círculo? 

El fin condiciona al medio

 2.         Hay otra lectura del apotegma  corrientemente imputado a Lenin: la sustancia del fin determina los medios que pueden usarse para lograrlo. Esto es: “el fin justifica o no justifica los medios”.  La búsqueda de una sociedad de hombres libres no puede hacerse destruyendo su libertad, su autonomía, su derecho a pensar. Por eso también si “el fin  es nada” inevitablemente el “movimiento” queda sin rumbo y el “todo” se convierte  en defensa del statu quo, es decir, en demagogia.  

Claro que no se redujo al bolcheviquismo y sus herederos la legitimación del cambio por el fin buscado a despecho del medio usado.  Entre nosotros, sugestivamente  peronismo y antiperonismo coincidieron en el método, con la ventaja, para el peronismo del resultado, esto es, la transformación  en sujeto de los excluidos. En ese sentido es un  error calificar al peronismo de demagogia; quizás fue lo contrario: se propuso como conservador del orden y concluyó en cierto modo subvirtiéndolo al transformarse  los pobres en una clase social con conciencia de si misma. Tampoco fue demagógico el antiperonismo;  tal vez fue idiota, pero no demagógico: proclamó un  objetivo antihistórico : reducir la clase obrera a pobres con  un método explicitado: excluirla del sistema político.

De todos modos y más cerca del hoy: borradas de la agenda propuesta al estilo de la bolchevique y aun de la socialdemócrata bernstiana, y de las revoluciones “nacionales” estilo Perón, las tradiciones parecen confluir en "el  progresismo”, una versión aun más vaga y confusa que sus antecedentes por lo que su contenido demagógico es más visible. Sin  definir qué es ser progresista; sin precisar adonde se va; sin concretar la propuesta presente, el progresismo es nada más que una forma de la demagogia  que le niega a los no privilegiados  tanto el fin como el medio; esto es: el presente y el futuro.

La crisis de la política occidental

3.         Esta es la situación argentina actual que, además, se engarza en la crisis del sistema europeo u occidental de la acción política que, con marchas y contramarchas, en  definitiva es el surgido hace más de dos siglos con la revolución francesa y sus frutos: la soberanía popular y el nacionalismo que engendraron a la opinión pública  como el factor legitimante. Ese sistema confina la soberanía popular en la cadena que se inicia en el voto para hacerla sinónimo de representación y finalmente concluye depositándola en los partidos políticos, ya  en el marco del interés nacional, ya en el marco de la construcción de la nación, que devienen, de tal modo, contenidos programáticos  condicionantes de  la soberanía popular.

(Se dirá que nuestra crisis  es más profunda,  por lo que suena a exceso integrarla a ese marco general. Sin embargo, no es más profunda sino más evidente, como que corresponde a lo que se llama subdesarrollo. Esto es: el eslabón más débil  muestra antes el fenómeno, así como el niño siente antes que el adulto la falta de oxígeno. Basta poner sobre la  mesa a Bush y los fundamentalistas evangélicos, a Berlusconi, al hijo de inmigrantes Sarkozy convertido en adalid de la antiinmigración, para comprender que no hay diferencias cualitativa ni cuantitativa, salvando las distancias, esto es, la riqueza.)

 Esa crisis general del sistema político occidental no puede sorprender porque es la respuesta a la negación de su basamento histórico, la nación,  por parte de distintos y profundos fenómenos de globalización;  en primer lugar, la globalización  informativa  que ya ha destruido el concepto mismo de opinión pública, que fuera la brújula que, por afirmación o por negación,  guiaba la conducta  de la cadena partido político/representación/voto; en concreto, que facilitaba la demagogia civilizada , entendida, está dicho, como  la manipulación de los no privilegiados para hacerles aceptar acciones de gobierno contrarias a sus intereses, aunque justificadas por valores que eran o aparecían como comunes a todas las clases o sectores.

También se ha roto la dicotomía de la política; su contenido no puede ya ser un objetivo tan promisorio como abstracto que posponga la necesidad de precisar los medios concretos para lograrlo; ni los medios pueden reducirse a un procedimiento formal que carezca de justificación concreta y práctica.

 De tal modo los no privilegiados se encuentran hoy espontáneamente, sin mediaciones políticas, enfrentados a sus problemas e intereses concretos, aunque a menudo sea entendido lo concreto meramente como cotidiano, por lo que, en reemplazo de la opinión pública,  la brújula del mensaje político será ahora, en primer lugar, la aptitud para definir ese interés concreto. Esa aptitud  y esa definición no tienen un contenido apriorísticamente determinado. Así históricamente ocurrió con la opinión pública: los actores políticos buscaban definirla o influenciarla de acuerdo al contenido social que pretendían representar. También ahora será así, habrá definiciones progresistas y no progresistas del “interés concreto”, pero el mensaje político a los no privilegiados será valorado sólo en cuanto esté centrado en sus intereses concretos.

La política argentina actual

4.         Nada más alejado de la realidad política argentina actual: clientelismo desaforado,  partidos y partiditos que funcionan como agencias de empleo, incapacidad de gestión, la publicidad comercial como único medio de vinculación con  “la gente”, el conocimiento de la realidad reducido a la encuesta permanente, la ignorancia en primer lugar y la corrupción  luego como explicación suficiente para entender los actos de gobierno.

 Entre nosotros la crisis del sistema político ha adquirido caracteres tan caricaturescos  precisamente porque la etapa anterior y originaria, centrada en la opinión pública, tuvo escasa vida: a lo sumo, concluyó en 1930. Y con ella desapareció la posibilidad de formar partidos políticos que crearan y a la vez interpretaran a la opinión pública, que enlazaran la construcción de la nación con los intereses concretos de los no privilegiados; partidos que, en definitiva, fueran  capaces de esa forma civilizada de la demagogia que es el reformismo democrático. El canto del cisne fue  1983: bastó para destruir el militarismo pero no para resucitar a lo que nunca había existido. Y a ello se suma la fenomenal caricatura que es el peronismo como partido político – una contradicción en los términos –  para peor despojado de su basamento obrero, minado por la desindustrialización y por la corrupta descomposición de su “columna vertebral”, el sindicalismo.

¿Cómo subsiste, y se profundiza,  semejante situación?

En primer lugar porque ha desaparecido el actor político central desde 1930 a 1983: las Fuerzas Armadas ; y, a la vez, porque no existen, nacional ni internacionalmente, condiciones  para su retorno. De tal modo, la llamada clase política  se ha comportado en cierto modo como en el juego del baile por el lobo ausente. A comienzos de su  gobierno, los socios de Menem, aterrorizados por la hiperinflación y por sus promesas incumplidas o incumplibles,  justificaban sus premuras “económicas” personales  en que era inevitable el inminente golpe militar; mientras que entre los radicales se proponía posponer toda crítica en defensa de las instituciones amenazadas por el peligro del golpe. La historia impedía comprender el presente. La convertibilidad fue disipando ese temor, pero lo hizo trayendo una corrupción tan inédita como impune que se fue convirtiendo en la razón de ser de la acción política que, de tal modo, perdía toda posibilidad de su reforma desde adentro. En aquel presente el riesgo no era el golpe militar sino la descomposición (la ”democracia a la colombiana”, presagié entonces) a la que hemos llegado: el hoy permite comprender el pasado.

 Además,  porque recién ha surgido una generación cuya madurez no ha sido trabada por las sucesivas leyes de amnistía que hasta la amnistía de 1973 prohibían conocer la historia; y que es, también, ajena a ese juego de medio siglo de golpe militar y  restauraciones condicionadas, pero que ha crecido y crece en el escenario de esa acción política degradada. Conoce la historia; desapariciones, muertes y torturas han sido y son el marco de su aproximación a la política, pero cumplen la función de  ser los límites  de un  contenido abstracto, cuando no inexistente y siempre ajeno a su propia experiencia.

Por eso es difícil imaginar cómo, y hacia donde,  puede cambiar la actual situación política.

Es necesario conformarse con mostrar algunos signos.

Un signo: la primera vuelta de la elección  porteña

 5.         Un signo es la elección porteña que ha ganado Macri. ¿Por qué? Sin duda, en primer lugar,  porque ha sido entendido como la negación del modo de hacer política dominante.

 Sus dos rivales se abroquelaron en el lenguaje abstracto, como si compitieran en la reunión de la mayor cantidad de muestras de lo peor de la política actual, los que definen y sólo interesan a sus propios actores. Candidatos que no pueden mostrar su historia encabezaban rejuntados anacrónicos, ninguno de cuyos integrantes resisten pocos minutos de interrogatorio riguroso, dedicados a la confrontación soez del adversario que, frecuentemente, hasta ayer era socio.

Por el lado de Telerman, el radicalismo, un viejo exponente de la pretensión reformista democrática,   escondía  su senectud irreversible en un apoyo a ese saltimbaqui oportunista, que incluía como segundo a un reciente expulsado por traidor,  que en términos políticos se expresaba en un cargo menor con una candidata tan impresentable como de dudosa chance, situación que justificaba que se afirmara que ese apoyo se basaba en la promesa de nombramientos que asegurarían la continuidad del que fuera matriz democrática como agencia de empleos.    

 

No fue menor la desvinculación con la realidad de la campaña de Filmus,  aunque la prensa y aun sus rivales le perdonaran la exposición pública y frecuente de su currículo, de modo alguno más sólido que el de Telerman. Y en este caso se agrega la inédita participación con malas artes del gobierno nacional y del Presidente y, como siempre, la imputación de conductas pasadas de las que el propio Kirchner es un caracterizado ejemplo: indiferencia ante el proceso y la violación de los derechos humanos, el neoliberalismo de los años noventa, el apoyo a la convertibilidad,  Cavallo y las privatizaciones, el menemismo.

La confrontación Telerman-Filmus pareció una recíproca recriminación entre ladrones: “cuando dos ladrones se pelean siempre se aprende algo bueno”, dice un refrán alemán citado en una obra clásica. Mutatis mutandi, ahora ocurrió algo similar y el único beneficiario fue Macri, pero no pasivamente sino por el contexto dentro del cual encaró su campaña: el buscado alejamiento de  todo lo que pudiera vincularlo a la forma actual de la política.

 Único acompañado por una mujer, Macri  se mostró junto con ella y con su silla de ruedas toda vez que pudo, formando un equipo balanceado y no proclamado que se dirigía al “vecino” la forma más concreta posible del votante y, con ello, simbolizaba su alejamiento de toda definición abstracta –  pasada, presente o futura. El “vecino” (en inglés, también "el  prójimo" de resonancia bíblica) por definición tiene problemas e intereses concretos, que no siempre el equipo Macri-Micheti identificaba directamente pero sí a través del uso del dinero: el costo de un canal televisivo que nadie ve equivale a equis número de escuelas; los inútiles guardias de tránsito “que parecen boy scouts disfrazados” a tantos metros de subtes prometidos y no cumplidos. A la vez,  una repetición de la palabra  “propuesta”, el olvido permanente de los rivales  y una modesta publicidad.

Primera conclusión: frente a dos exponentes de la forma política dominante,  Macri consiguió:

1) diferenciarse absolutamente en forma y contenido;

2) llegar al interés concreto del votante, incluyendo el de los no privilegiados: propone “arreglar las plazas”, como se burló el Presidente Kirchner.

El "caso" Macri

 6.         Se le enrostra, sin embargo, que es “la derecha” camuflada. Hay un error de concepto.

 La derecha es, por definición, realista. El conservadorismo es la esencia de la derecha; esto es, la capacidad para entender su propio privilegio como tal y, por lo tanto, la necesidad de cuidar su fragilidad evitando la  confrontación abierta, que lleva a eliminar las capas de la cebolla  institucional e ideológica que esconden ese privilegio.  En tal sentido, la “buena” derecha es siempre “camuflada” y es, además, buena en cuanto no se escuda en la violencia. Claro que esta derecha  “lampedusiana” no tuvo existencia social  entre nosotros, por razones estructurales varias, todas unidas a un momento de la conformación nacional cuya perención ha sido acelerada precisamente por los fenómenos de globalización.

De tal modo no sirve descalificar a Macri como derecha, porque el problema central hoy es el de la relación de los no privilegiados con la política.

 En otros términos, hoy la política se ha reducido a la forma. O, con mayor precisión, hoy sólo a partir de la forma, de los medios que se usen para hacer política,  puede llegarse a un contenido de la política que sea a la vez concreto y en el interés de los no privilegiados.  

Es por eso que el fenómeno Macri va mucho más allá de esta elección.  

En la Argentina “la derecha” tradicionalmente ha optado por la violencia o la usurpación de los gobiernos camaleónicos surgidos del voto: Alsogaray, el “Rodrigazo”, Martínez de Hoz, la Ucedé, Cavallo, son ejemplos más o menos recientes.

 Si se definiera a Macri como “la derecha”, debería concluirse que hay un cambio inédito: en 1928 fue la última vez que “la derecha” pretendió el poder a través del voto. También sería inédito que “la derecha”  se ocupara del “vecino” y los problemas municipales, cuestiones que siempre despreció y que en la belle époque  electoralmente delegaba en el socialismo tradicional.

 Macri, sin duda, fue apoyado en todos los barrios aunque en ningún lugar obtuvo tantos votos como en los considerados económicamente como de “la derecha”. Esto agrega otra peculiaridad, porque los bolsillos de esos sectores son los principales beneficiarios  de la política económica del gobierno que jugaba su prestigio a la candidatura Filmus nacionalizando, con buenas y, sobre todo, malas artes, la campaña electoral para aprovechar sus logros  económicos.

 Por otra parte, Macri no ha hecho una campaña violenta ni confrontacional, por lo que no parece la expresión de un voto negativo o del llamado voto bronca.

Todo eso justifica intentar trasladar el análisis a otro plano.

La conducta del Presidente Kirchner

7.         El gobierno nacional muestra resultados inéditos en cuanto a las principales variantes económicas. La Argentina ha pasado de la crisis brutal del 2002 a una situación entonces impensable. Es cierto que las principales causas de esa transformación fueron anteriores a este gobierno, que ya heredó una curva ascendente. También lo es que el artífice principal (Lavagna)  también fue heredado, como dos de los ministros  (Tomada y González García) que se destacan mucho por sobre la mediocridad del resto. Pero más importante que todo eso  es que Kirchner ha sabido y  podido continuar y acrecentar lo recibido.     

 A esa gestión Kirchner le ha agregado una búsqueda permanente de bases sociales y políticas propias, desde la persecución a quien lo creó (Duhalde) a arrogarse méritos en materia de derechos humanos y en el repudio a “los noventa” que no resisten una mínima confrontación con su historia personal,  pasando por hechos objetivos  positivos, como la  configuración de la Corte Suprema,  y negativos, como la inexistente política exterior. Un saldo, empero, que no alcanza  a empalidecer los resultados macroeconómicos.

Hay algo más que lo distingue: la pretensión  de generar una base partidaria nueva, ajena a los tradicionales peronismo y radicalismo con un corte transversal que está destruyendo lo poco que les quedaba y que se apoya en un hecho real y objetivo: en el mejor de los casos, peronismo y radicalismo no son hoy sino una confederación de fuerzas provinciales de escasos vínculos entre sí y por lo tanto, preparadas para insertarse en toda combinación que les otorgue un espacio nacional sin alterar sus reductos locales.

Puede agregarse otra circunstancia,  quizás paradójica. Kirchner  se presenta como un “hacedor”, como un práctico: cuida la caja y le importa el superávit fiscal; mantiene alto al dólar cuando cae en todos lados, especialmente en Brasil, el principal socio; pretende contener los precios del consumo popular con un pedestre señor que usa pedestres métodos; ignora a sus ministros y jamás los convoca a reunión de gabinete;  desprecia los modales y le gusta mostrarse como un muchachote  groserón, como tal vez lo es, que necesita ayuda.  Y, sin embargo, su discurso  (además de un atentado a la gramática y a la sintaxis)  es profundamente ideologizado, aunque él crea que no porque lo transmite en tono de barricada: “ de acá” al FMI; neoliberalismo, los noventa, derechos humanos, las madres de Plaza de Mayo, los setenta , venimos del infierno. No puede negarse que este discurso ideologizado se sostiene en la tergiversación: la historia de Kirchner podría figurar como ejemplo de lo que critica, pero esta contradicción entre letra y hecho hoy es tan general que, por un lado, ya no sobresale y, por otro, lo que es peor, fortalece la habitual actitud discepoliana de “Cambalache”: “todo es igual, nada es mejor…”.

 

De todos modos lo que parece más importante es que el discurso de Kirchner junta lo viejo con lo nuevo, los vicios de la política dominante actual con lo concreto y, de tal modo, coloca, o pretende colocar, al votante ante una opción que se fenomenaliza de modos distintos: “billetera” o conducta/estilo de gobierno; vuelta al pasado  o aceptación  de un presente mediocre; madres de Plaza Mayo o soportar a Quebracho y los cortes de calles. Aquí, entiendo, radica  la potencia y la debilidad de Kirchner –  especialmente en una elección municipal – y precisamente en esta contradicción pegó la campaña de Macri.

Dos estilos de campaña electoral

8.         Macri se redujo a un único slogan: “propuesta” y para cada uno de los 47 barrios identificó los cuatro o cinco problemas principales y sus propuestas como respuesta a una misma afirmación: “usted compartirá que no se puede…”: Algunos problemas comunes a todos los barrios: por ejemplo: “…vivir con temor por un  robo o por su vida”; “…convivir con la basura en las calles”; tránsito y ruidos.  En otros agregó lo específico: construcción de torres, vías de ferrocarril, malos olores, iluminación, gente que vive en espacios públicos, ocupación ilegal de inmuebles, roedores. Así surge de la página de internet, que es una sola y coherente con el audaz mensaje que llega oral y con subtítulos: “revolución contra los conservadores”. Pero, además así fue la actividad proselitista: en los barrios y sin actos multitudinarios con público llevado en ómnibus, como el propio Macri lo subrayó señalando un hecho comprobable  por cualquier ”vecino”.  Sumó una modesta publicidad circunscripta básicamente al rostro y el nombre de los dos candidatos principales, otro contraste verificable fácilmente y anunció el fin de la copiosa e inútil publicidad callejera que ha caracterizado sospechosamente al gobierno porteño citando números comparativos: un canal de televisión que nadie ve equivale a equis escuelas, por ejemplo.

La característica principal de sus  principales rivales fue, o es, la heterogeneidad y hasta a veces la incoherencia, tal vez resultado de la suma de grupos políticos distintos; una cosa es la página de Filmus y otra la de Heller, por ejemplo. El resultado es el incremento tanto de los slogans como de la vaguedad de sus contenidos: una modesta selección:   “Una ciudad para todos”; “mejor salud y mejor educación”; “la transformación  de cambio”; “cambio social”; “ciudad más equitativa y más hermosa; “para todos la misma ciudad”; “establecer criterios”;  “implementar acciones concretas”; ”cada decisión de acuerdo a un modelo de país y de ciudad”; “por el cambio”. En algún caso el absoluto desborde: “Cromañón es igual a los desaparecidos”.  Y ya con Filmus enfrentando a Macri: “contra quienes hambrearon al pueblo”; “contra los 90”;  “modelo empresarial o estado activo”; “discutir los 70, los 90 y los 2000”; “contra un proyecto que deja a la gente sin trabajo, sin jubilación, que margina y excluye”, cuando no la imputación, gratuita por otra parte,  de futuros horrores vinculados a hechos o cosas del ámbito…nacional.

 Acentuar el contraste de forma y contenido me parece un pleonasmo innecesario, pero es útil señalar otro: la campaña de Macri no parece ser fruto de la espontaneidad  – ya ninguna lo es – ni del mecanismo al que recurre habitualmente la pedestre política dominante: los publicitarios – utilicen bien o mal, generalmente mal, las encuestas o los “focus  group”-  devenidos en los responsables finales de identificar el voto con la gaseosa y, en todo caso, al ciudadano con el consumidor.  En mi opinión, la sencillez y la concreción son en el caso Macri el resultado de un conocimiento y un análisis que es anterior y que va mucho más allá de una campaña electoral y que por su finura contrasta con la pobreza dominante, no sólo en la política, por cierto, y, en el caso, con la política en manos de agencias de publicidad.

 Y eso es lo que a mi juicio debe tenerse en cuenta, más allá del propio Macri: ha aparecido un protagonista nuevo:  un mensaje político centrado en el interés concreto. Ahora ya el “vecino” que vote a Macri podrá hacer lo que desde hace años es imposible: valorar y juzgar. Porque ¿qué puede reprocharse al candidato que propone   “la transformación  de cambio”;  "estado activo”; "implementar acciones concretas”; o aún “la condena de los noventa”?

 

Sin duda Macri ha mostrado “aptitud para definir el interés concreto”. Queda por verse, por cierto, en buena medida la sustancia: ¿quién puede negar que el temor por la inseguridad es hoy común a todos los sectores sociales?  Macri propone duplicar policías: más allá de si esto es bueno o no, es un  dato verificable y por lo tanto, exigible o reprochable. Recuperar el derecho al reproche no es poco; tal vez sea el comienzo de una preocupación ciudadana real por lo común.

  

Conclusión e interrogante

9.      Política sin programa, sin propuesta, es puro oportunismo, y oportunismo del peor.

La política tiene siempre, así sea de hecho, un contenido didáctico.  La lamentable acción política dominante lo prueba: ha enseñado a fortalecerse en los peores vicios de la cultura social tradicional argentina: el “no te metás” que generó el  “yo, argentino”; el acomodo y el curro, el clientelismo y los “contratos” convertidos en sistema de financiación de los partidos políticos, mejor dicho, de las internas de los partidos políticos. Y digo “fortalecerse” porque  ni por asomo creo que esta sea una sociedad virtuosa manipulada por una malvada partidocracia. Pero tampoco pienso que sea irrecuperable, particularmente hoy cuando la globalización  informativa ha destruido el encierro que anestesiaba mayores y mejores ambiciones.

 Macri, entonces, puede reemplazar al lobo que no existe más: tal vez a partir de esta situación habrá políticos que no jueguen en el bosque  con la tranquilidad de la ausencia de peligro: amén. Porque Macri, derecha  o no, es un lobo que no viene anunciado por el comunicado número uno…

 

¿Bienvenido Macri? No: bienvenido el fenómeno Macri. Si es derecha, bienvenida una derecha que baja al ruedo y favorece el análisis concreto de la concreta realidad porteña.

Bienvenido que sepulte al progresismo vacío y mentiroso. Bienvenido el desafío a hacer política y construir caminos futuros a partir del interés concreto

                                                                                        Junio 9, 2007.

 

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