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Editorial de www.con-texto.com.ar

Con-Texto | 25 diciembre, 2019

Amigos  colaboradores y lectores.

Este 2019 que  termina -año  de elecciones y de cambio de gobierno-. ha dejado solamente confusión y bronca. Y una vez más queda la población  desamparada  en el torbellino de la  imprevisibilidad.

Entre las palabras y las cosas ha faltado el enlace que les de sentido porque los hechos  contradicen  los discursos.  Es flagrante el apuro del ejecutivo para hacerse  de herramientas útiles que sirvan para avasallar las instituciones. Proyectos  de ley  enviados al Congreso sin  el  tiempo  necesario  para que los legisladores los estudien, dada su importancia,  han sido tratados  en sesiones maratónicas sin demasiado análisis. Con la pretensión de  conformar a unos y a otros,  sin duda perjudicarán a muchos.   

Lo que debería ser excepcional  se ha convertido en norma y lo que está a la vista es una repetición del  “parchismo” al que nos tienen acostumbrados.   Nueva improvisación con que nos sorprende lo que debería ser consistente con algún plan, si es que ese plan existe.

Acá estamos, despidiendo el año con demasiados interrogantes como para festejar en paz. Saliendo de una crisis más que debería ser potencia para acercarnos a una anhelada normalidad, pero con la sensación de estar siendo arrojados una vez más a la angustia y al caos.  En realidad para defendernos de la tormenta nos están vendiendo paraguas de papel.

Los saludo a todos ustedes, los seguidores de este espacio, deseándoles templanza y el mejor ánimo para encontrar en la familia y los amigos el remanso  donde guarecernos. Este espacio estará como siempre a disposición de todos.

Felices Fiestas!!!!

Ernestina Gamas

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DE LA GRIETA OFICIALISTA por Calos Gabetta*

Con-Texto | 24 diciembre, 2019

Fuente Diario Perfil

Los Fernández ya están en funciones; al mando en la grieta política y social. Los dichos y los hechos de su primera semana ratifican que hay también una grieta en el Gobierno, tanto de estilo como de proyectos. Alberto contemporiza; da muestras discursivas de templanza republicana y conciencia social. Cristina sigue en segundo plano, pero sus discursos y actitudes  son los de siempre: agresividad, narcisismo, demagogia y, donde puede, exigencias concretas, como en la provincia de Buenos Aires, a cargo de su delfín Kicillof. El reparto de cargos e influencias acordado por los F es globalmente equitativo, lo que augura conflictos serios en caso de que la grieta oficialista se profundice. Hay una excepción, nada menor: los asuntos de Justicia. En este punto, los F coinciden en el discurso del lawfare, que no es solo sanata autoexculpatoria, porque nadie negaría que también al tercer poder le caben las generales de la ley del desmadre y la corrupción. Pero ¿a quién podría caberle en la sesera que todos los graves cargos y evidencias que afectan al kirchnerismo y en particular a su primera dama se incluyen en esa definición? Una absolución global, incluso si fuese acompañada de una aceptable reforma de la Justicia, generaría gran repudio, si no desencanto. Tal como están hoy las cosas en la región, ni el neoliberalismo ni el populismo se libran del activo repudio social de al menos un sector importante y policlasista de la población, ansioso por conjugar republicanismo y mayor igualdad. Esta columna lo ha detallado: (https://bit.ly/2rglYXc). Y Argentina no es la excepción: ese “sector social importante” determinó la derrota de Cristina en 2015 y la de Macri en 2019. Ahora, luego de una ejemplar elección y traspaso del poder, se presenta la oportunidad de al menos comenzar a responder a esas expectativas, lo que sin dudas generaría una confortable mayoría, en un marco global de progreso y equilibrio republicano. Ocurre que el diálogo político es sobre todo una necesidad, sea cual fuera el lado de la grieta que gobierne: “La República Argentina es hoy un país cuasi mafioso. Con excepciones y matices, lo son la política, el sindicalismo, las corporaciones, el Estado y casi todos sus servicios, en particular los de inteligencia y seguridad. También la Justicia está afectada. El todo es un tejido de intereses y complicidades; un paquete mafioso que desvirtúa la democracia representativa, devenida puramente formal. La ética y la moral vigentes pueden resumirse en los cambios de partido, el ‘borocotismo’; en la impune exhibición de riquezas de imposible origen legal; en el nivel del debate político y en el triste ‘roban, pero hacen’”.

Entretanto, la crisis económica local, regional, mundial, continúa. “El problema, tanto para los nuevos autócratas populistas como para los defensores del republicanismo, sean éstos conservadores, liberales o socialdemócratas, es que el sistema de producción, intercambio y reparto en que las modernas repúblicas asientan sus acuerdos sociales y políticos hoy requiere cambios estructurales. Se trata de un fin de época; por tanto también de un albor, aunque por ahora no reluzca”

Y volviendo al país: “…oficialistas y opositores, ¿se sentarán a la mesa a discutir? Esta vez soñar es posible, porque tanto la situación política como la gravedad y urgencia de la crisis lo posibilitan y exigen. (…) ¿Podrá Alberto controlar al kirchnerismo y los pujos de su Reina en ejercicio?  

Por ahora, la realidad argentina sigue generando muchos interrogantes y ninguna conclusión.  

 

*Periodista y escritor.

 

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POSLIBERALISMO POLÍTICO por Albino Gómez*

Con-Texto | 8 diciembre, 2019

Como pasamos la mayor parte del tiempo en  campaña política, muy difícilmente pudimos escuchar un debate de ideas, que pusieran  algo de altura al debate político, que siempre termina en diversas formas de la llamada y negativa grieta. Por eso recordé una nota en la que ya hace bastantes años decía el historiador español Javier Tussell, sobre un amigo suyo, que  parecía  haber encontrado la piedra filosofal para solucionar todos los problemas del presente y del futuro en la culpabilización, de entrada, al gobierno en abstracto, sea quien fuera, de todos los males inimaginables. Irrefrenable propensión que le recordaba a dos políticos españoles muy distintos por el tiempo en que les tocó ejercer su papel y muy distantes en su ideología. Uno se llamaba Joaquín Garrigues, un liberal que ironizó en un artículo famoso ('Piove. Porco governo!') no sólo sobre quienes esperaban demasiado del Estado sino a los que estaban encantados en encontrar en él una diana para todos sus odios. El otro se llamaba Indalecio Prieto, famoso diputado del PSOE que en 1933, debatiendo con las juventudes de su propio partido, les reprochó la tendencia a sujetar al estrecho molde de sus concepciones ideológicas extremistas la realidad política cotidiana.

Porque para Tussell, elegir al Gobierno como causante de todos los males podría ser tan sólo una anécdota si la opción no ocultara tras de sí un pensamiento. Y que en efecto ése era el caso, para quienes autodesignados  como liberales,  sostenían que es siempre el mínimo de intervención estatal o gubernamental el alcaloide medicinal para todas las enfermedades, y esta actitud no se debía a ligereza o a deseo de simplificación sino a una posición de fondo. Y como siempre, lo peligroso no es su manifestación con frases más o menos felices,  sino que los mismos conceptos fundamentales alimentados en la reflexión abstracta, más aparentemente alejada de cualquier circunstancia política concreta, pueden tener graves consecuencias.  En suma, que por tratarse  de una cuestión de principios de filosofía política, sus presupuestos deben ser analizados a fondo.

En primer lugar, desde el propio pensamiento liberal la idea de que es posible llegar a la piedra filosofal, es decir a esta solución omnicomprensiva y omniresolutoria es una peligrosa ilusión. Isaiah Berlin, una de las cumbres del pensamiento liberal del siglo XX,  decía que esa utopía no sólo era inalcanzable sino incluso ininteligible. Pero señalaba a la vez que, sin embargo, siempre existiría como tentación porque hay en el ser humano la pretensión de descubrir de forma completa y total la naturaleza fija e inalterable del Hombre y, una vez captada, proporcionarle soluciones que la dejen satisfecha por completo. Porque quien basa, de entrada, cualquier respuesta a un problema concreto en un genérico repudio del intervencionismo gubernamental o estatal, está demostrando en la práctica partir de una solución de fondo que se basa en que todo problema sólo puede tener una correcta solución, en todo tiempo y lugar, y que las demás, por definición, no lo son de ninguna manera. Pero eso nos remite a una actitud demasiado abstracta que, por eso mismo, puede resultar muy peligrosa. A Berlin le gustaba citar una frase de Constant que ha sido de aplicación habitual en contra de los totalitarismos. A menudo, decía el escritor francés, recordando los tiempos revolucionarios, que en ellos se había inmolado al Ser abstracto los seres reales y se había ofrecido al Pueblo en masa el sacrificio del pueblo en detalle.  Lo que importa es que en todo aquel que cree haber encontrado la piedra filosofal, la pócima o el ungüento mágico, ronda la amenaza señalada hace tanto tiempo por Constant. Al menos de esta forma de pensar puede derivarse la aparición de una manifiesta irresponsabilidad a la hora de aplicar aquello que se ha defendido en términos teóricos.

Frente a la idea autodestructiva de que se puede alcanzar la perfección mediante la aplicación de una fórmula, Berlin sugirió otra visión del liberalismo que bien podría denominarse 'agonística'. Este calificativo querría decir que hay respuestas plurales e históricas a los interrogantes que crean los grandes problemas morales o políticos. Lo conveniente sería, por tanto, practicar la tolerancia entre ellas y dejarlas que choquen entre sí dando, luego, a los problemas concretos las soluciones pragmáticas que correspondan. Estas soluciones podrán ser cambiantes según las circunstancias de tiempo y lugar pero también de grado. Así, los principios de libertad y de igualdad, ambos positivos, podrían ser compatibles. Sabemos, en cambio, que quienes han pretendido la igualdad absoluta han suprimido la libertad y ni siquiera han conquistado nada parecido a la primera. Hoy en día, sólo los más extremistas de los autodefinidos como liberales se siguen encabritando en contra del principio de igualdad. Pero tratar de hacerlos compatibles es posible y deseable, por más que ellos lo nieguen.

Se equivocan de nuevo porque no ven la cuestión en los términos históricos que corresponde. Hubo, en efecto, una derecha liberal que en un determinado momento consiguió una cierta hegemonía, nunca total ni universal, en la política democrática, principalmente en la anglosajona pero esos tiempos ya han pasado, y no implica su regreso las tendencias de incertidumbre con asomos de derechización  que han mostrado en Europa. Vivimos tiempos posliberales, que no niegan los valores verdaderamente trascendentales del liberalismo, que ni siquiera ya se discuten, como los derechos de la persona, la propiedad privada o la economía de mercado, la igualdad ante la ley… Pero el liberalismo extremo que pretendió hacer de sus valores una suerte de libro rojo de Mao redactado por Adam Smith, ese liberalismo,  ha muerto.

La actitud posliberal supone entonces creer en la sabiduría de la Historia y en el sofisticamiento, no en piedras filosofales o pócimas milagrosas. En un determinado momento del pasado pudo, sin duda, ser obligada una rectificación de un rumbo equivocado. Pero piedras filosofales no las tienen los políticos nunca y los filósofos de la política sólo en muy pocas ocasiones. En este último caso, si se trata de elegir, de entre la propia opción de clásicos, conviene volver a leer a Raymond  Aron, a Berlin o a Dahrendorff en vez de a Adam Smith. Porque además, el posliberalismo consiste también en reconocer los caminos complicados por los que transita la naturaleza humana en materias como la política. Por eso Berlin citaba con fruición una frase de Kant que le sirvió para titular uno de sus libros: 'Con un leño tan torcido como aquel del que ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea totalmente recto'. No hay frase más mortal para los amantes de simplificaciones.

Una derivación de los tiempos posliberales en los que vivimos es darse cuenta de que, si no existen pociones mágicas, hay al menos senderos confortables que son el producto de la experiencia largamente acumulada. Lo que llamamos 'sociedad civil' es una creación cultural nacida de doloroso parto tras muchos siglos; vale mucho más que los principios filosóficos de cualquier pensador liberal más o menos remoto. Los cambios beneficiosos que la Humanidad engendrará en el futuro de su convivencia política partirán, sin duda, de ella. Pero la 'sociedad civil' tiene también sus peligros: pueden nacer de un exceso de intervencionismo que coarte su espontaneidad y su capacidad creadora. Pero también es posible que surjan de la aplicación de una fórmula mágica que, supuestamente identificada con la esencia de la naturaleza humana, ponga en peligro su estabilidad y su capacidad para el progreso económico, cuestionando de ese modo, por los efectos de una política errada, la solidaridad en que se cimenta, deslegitimándola o fragmentándola, dando por resultado una concentración de poder que esté en la antítesis de lo que ella representa. ¿Sabemos qué es Cambiemos?

 

*Escritor, diplomático, ensayista

 

 

 

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LA ECONOMIA MACRISTA: HERENCIA, MALA SUERTE E IMPROVISACION por Jorge Ossona*

Con-Texto | 8 diciembre, 2019

Como un destino atávico, el macrismo termina sus días en el gobierno espejándose económicamente en su contrincante kirchnerista. Luego de las PASO, pocos hubieran aventurado un final tan digno y distendido solo comparable al de Menem en 1999. No lo es sólo como consecuencia de las rectificaciones de emergencia implementadas desde agosto impuestas menos por la convicción que por la necesidad sino por el temor que produce en el  estratégico sector agropecuario la posibilidad cierta de que el gobierno de Fernández incremente la presión fiscal sobre sus exportaciones. 

El gobierno del Presidente Macri devuelve al socio de su predecesora un legado con claroscuros: una superficie recesiva e inflacionaria; aunque también correcciones de fondo. Le caben en ello  tantas responsabilidades a los unos como a los otros; o en todo caso las suyas son el producto  menos de un continuum entre este último año que del desbarranco comenzado en abril de 2018. En la primera mitad del mandato, sin dejar de estar exento  de ingenuidades y errores de diagnóstico, disto de este final infeliz. Incluso llego a la elección legislativa de 2017 ostentando casi un año y medio de crecimiento discreto pero sostenido. Toda una proeza con solo pensar en el lastre de un déficit fiscal próximo al 8 % del PBI, el atraso cambiario de un dólar blue que doblaba al oficial, una inflación con estancamiento próxima al 30 % anual y el default residual con los hold outs.

Una herencia lo suficientemente frondosa como para tornar verosímil la promesa naif de un rápido aniquilamiento de la inflación. Hemos ahí la primera crisis de expectativas suscitada por el gobierno de Cambiemos. El sinceramiento cambiario y los ajustes tarifarios, fiscal, monetario y cambiario conspiraban en contra del big push prometido aunque compensados por una  capacidad de volver sobre sus errores bien contrastante respecto de la soberbia  anterior de redoblar la apuesta. E incluso ostentar ese lento despertar acompañando de una no menos módica reducción de la pobreza.

Tampoco “llovieron las inversiones” –que de haber llegado se hubieran topado con el brutal  retroceso  en materia energética y de infraestructura- pero se suavizó el ajuste  financiándolo con deuda pública al compás de la progresiva reducción gradual del déficit para acotar su inevitable sufrimiento social. La gran herejía reprochada por los liberistas de paladar negro de no haber practicado un shock inicial; como si el balance de fuerzas del partido del ballotage lo hubiera hecho factible. Un reproche cuya radicalidad los hizo confluir con la deslegitimación de origen de quienes se suponen los depositarios naturales de la representación del pueblo que no dejaron de desplegar su implacable gimnasia destituyente por las más diversas vías.

Luego de la victoria electoral de medio término que tiño de amarillo al mapa político argentino sobrevino la previsible tragedia de la soberbia y el voluntarismo plasmado en la intervención fáctica del BCRA modificando administrativamente las metas de inflación según un cálculo econométrico como pócima segura para garantizar una holgada victoria en la primera vuelta de 2019 previa succión de recursos del régimen provisional para transferirlos al postergado GBA. De la conciencia de caminar en la cornisa se transitó a un síndrome parecido al del alfonsinismo tras los primeros éxitos del Austral en 1986, al del menemismo superados los rigores del Tequila en 1997 y al del kirchnerismo una vez faenado electoralmente en 2005 su patrocinante duhaldista.

Y como un sino maldito, el impensado triunfo de Donald Trump, la guerra comercial larvada entre EE.UU y China, el alza de la tasa de interés por la FED y el vértigo de la devaluación turca conjugados con una de las peores cosechas de las últimas décadas y un BCRA que subestimó la tempestad sin reaccionar a tiempo. Luego, el costoso salvataje del FMI,  el efecto domino clásico que forzó a los ajustes pendientes de la peor manera siguiendo la secuencia conocida desde mediados del siglo pasado: aceleración de la inflación, retracción salarial, recesión y aumento de la pobreza. Hacia el fin de una volatilidad cambiaria de seis meses parecía que lo peor había pasado; y que el 2019 amanecería con un discreto rebote. Pero la ansiedad de erradicar las bases de la inflación mediante un ajuste tarifario final aborto el pronóstico.

Herencia envenenada, mala praxis y mala suerte; aunque con un saldo más decoroso que el recibido y algunos resultados de calidad que el dramatismo del naufragio impide percibir. Por citar solo algunos, la recuperación parcial  pero ostensible de la catástrofe energética e infraestructural de los 2000, la recuperación de agencias estatales nobles como el INDEC, un volumen de reservas más decentes que las dejadas por el kirchnerismo y un déficit primario próximo a cero junto con un balance comercial positivo, la recuperación de varios mercados y la posibilidad de un acuerdo de integración entre el Mercosur y la UE que en dos décadas podrían dejar atrás nuestra decadencia secular.

Como contrapartida, una abultada deuda, una inflación indomable y una recesión pertinaz que explican más el éxito de la coalición opositora que sus propios méritos. Así lo evoca el recorte de la distancia de quince puntos de la PASO a menos de ocho en el que un cambio cultural todavía difuso hizo su silencioso trabajo de zapa anunciando futuros escenarios tan sorprendentes como novedosos.

*Historiados miembro del Club Politico Argentino

 

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GUATEMALA, ENIGMÁTICA Y DESCONOCIDA por Manuel de la Iglesia-Caruncho*

Con-Texto | 8 diciembre, 2019

Fuente Other News

Un impenetrable país donde las élites más intransigentes campan por sus respetos

Vargas Llosa, en «Tiempos Recios», arroja un poco de luz sobre lo sucedido en aquella nación en 1954, un año crucial para entender lo que acontece en la actualidad.

Si Centroamérica es poco conocida en Europa o EEUU por el común de las gentes, aún menos lo es Guatemala. Es cierto que Nicaragua es una excepción — ¿quién no escuchó hablar del sandinismo en los ochenta y ahora del cruel Ortega? — y tal vez lo sea Costa Rica, esa democracia sin ejército que apuesta por la conservación de la naturaleza. Si acaso, El Salvador es tristemente recordado por los asesinatos de Monseñor Romero, cuando oficiaba misa, e Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas, por un pelotón del ejército salvadoreño. Pero Guatemala es aún más opaca. Los más aficionados/as a la literatura habrán leído El señor Presidente, del nobel Miguel Ángel Asturias; los familiarizados con los derechos humanos reconocerán el nombre de Rigoberta Menchú, indígena maya y Nobel de la Paz; y quizá un ínfimo porcentaje de personas se acuerde de la quema de la Embajada de España en 1980. Poco más.

Y sin embargo, la nación más norteña de Centroamérica, lindante con México, es un país digno de conocer y sin duda el más fascinante del subcontinente, al menos en relación a su tamaño.

Aunque su extensión es sólo un poco mayor que Andalucía, en sus apenas 100.000 kilómetros cuadrados se agolpan montañas y selvas, lagos y volcanes, tesoros arqueológicos y ciudades coloniales y, sobre todo, una diversidad de pueblos y culturas -se hablan más de veinte idiomas, la mayoría de origen maya- muy difícil de igualar. Lugares como Chichicastenango y su mercado de infinitos puestos callejeros; «La Antigua», una de las poblaciones coloniales mejor conservadas del Continente; el majestuoso lago de Atitlán de azuladas aguas -aunque cada vez más contaminadas-; los cráteres activos, como el Santiaguito o el Fuego, entre otros cientos de volcanes «dormidos», o la selva del Petén y las ruinas mayas de Tikal que esconde, son imposibles de olvidar.

A la vez, ese asombroso país cobija a una de las élites más rapaces e intransigentes de toda Latinoamérica, lo que es mucho decir. ¿Hasta dónde tendríamos que remontarnos para conocer las razones de su poder e inmunidad? Los historiadores, sin duda, tienen que bucear en los tres siglos de dominio español, pero aquí nos tenemos que conformar con lo ocurrido en la década larga de 1931 a 1944, cuando el dictador Jorge Ubico Castañeda gobernaba con mano de hierro aquel inigualable país. Ubico sería un digno protagonista de cualquier novela del realismo mágico, aunque desgraciadamente era un sujeto de carne y hueso. Fue quien decretó el trabajo forzado de los indígenas, aunque mejor llamarlo esclavo, en las obras públicas que promovió -del que sólo se salvaban quienes trabajasen para los hacendados-; y también fue quien obligó al Parlamento a votar una ley por la cual el Estado le entregó 200.000 dólares de la época. Algunos dictadores corruptos han tenido tanto poder que ni siquiera necesitaron robar a escondidas.

En aquella década, otros tiranos bien conocidos, siempre apoyados o impuestos por los Estados Unidos, proliferaban en la región: Anastasio Somoza en Nicaragua, Trujillo en Dominicana, Fulgencio Batista en Cuba, Carías en Honduras… Aunque las presidencias demócratas, como la de F.D. Roosevelt, les obligaban a cuidar un poco las formas, siempre eran considerados como firmes aliados y fieles guardianes de los intereses yankees.

Así iban las cosas en Guatemala hasta que en 1944 se produjo un levantamiento popular que consiguió la renuncia de Ubico y, después de distintas vicisitudes, la conformación de un triunvirato apoyado por una parte progresista del ejército. Se convocó entonces una Asamblea Nacional Constituyente, se aprobó una nueva Constitución y llega el momento en que el país, por primera vez, contó con un presidente elegido democráticamente: Juan José Arévalo, a quien sucederá en las elecciones de 1950 Juan Jacobo Árbenz.

Y en ese punto comienza la más reciente novela de Vargas Llosa, Tiempos recios, donde se narra magistralmente lo ocurrido allí hace algo más de seis décadas. Los propietarios de la todopoderosa United Fruit Company — un nombre a retener —, la empresa dueña y comercializadora de todo el banano de la región, sabían que Arévalo y Árbenz sólo pretendían conducir a su país desde el régimen semifeudal en que se encontraba hasta un sistema democrático y capitalista homologable al de los EEUU de entonces. Pero esto no era de su agrado. Vargas Llosa pone en boca de uno de los personajes: «Arévalo ha aprobado una ley de trabajo que permite constituir sindicatos… y ha dictado una ley antimonopolio calcada a la que existe en EEUU… Ya imaginan lo que significaría para la compañía la aplicación de estas medidas… La United tendría que enfrentarse a sindicatos, a la competencia, pagar impuestos, seguros médicos, jubilaciones…». Y después: «El problema no es sólo Guatemala, es el contagio a los demás países centroamericanos y a Colombia». «El peligro, señores, es el mal ejemplo».

La United, como queda claro en las primeras páginas del libro -así no estropeo su lectura-, se lanzó a un plan de comunicación sin precedentes para convencer al Gobierno de EEUU y a la opinión pública norteamericana de que en Guatemala, en realidad, se había instalado un Gobierno comunista. Y consigue que el cerco a Árbenz, quien impulsó una reforma agraria que repartió entre el campesinado las tierras ociosas de los sagrados latifundios de la United -previa indemnización- fuese tan brutal, con bombardeos a la capital incluidos, que éste, para evitar males mayores, renuncia y marcha al exilio. El sustituto, coronel y enseguida general Carlos Castillo Armas -sí, con ese nombre predestinado- derogó inmediatamente la ley de reforma agraria y se encargó de fusilar, encarcelar o mandar al exilio a todo opositor.

Para Vargas Llosa, y no olvidemos sus posiciones políticas nada sospechosas de izquierdismo, otra hubiera sido la historia de América Latina si EEUU hubiera aceptado la modernización y democratización de Guatemala que intentaron Arévalo y Árbenz. Vean esta tremenda afirmación: «Los efectos de la intervención (de EEUU en Guatemala) fueron la proliferación de las guerrillas y el terrorismo y los gobiernos dictatoriales militares (en América Latina)». Viniendo de quien viene, no es una acusación menor sobre el origen de los conflictos que todavía colean en aquellas naciones hermanas.

Desde luego merece la pena la lectura de Tiempos recios, tanto por la trama que aborda como por la maestría que Vargas Llosa ejerce siempre en su oficio. Don Mario es uno de los grandes de la literatura en castellano, de la talla de los gigantes Alejo Carpentier o García Márquez; y, aunque muchas son las obras «grandes» del autor de La ciudad y los perros, debo consignar aquí al menos La fiesta del chivo, centrada en la figura del dictador Trujillo, pues mantiene significativas líneas de unión y comparte algún personaje con Tiempos recios.

¿Hasta qué punto se ajustan las palabras de Vargas Llosa a la propia Guatemala después de la década de los cincuenta, período en el que centra su novela? Pues se ajustan como anillo al dedo. A Castillo Armas le sucedió otro general, Miguel Idígoras Fuentes, quién permitió que Guatemala sirviera como base de apoyo a la invasión de Bahía Cochinos contra la revolución cubana. Durante el gobierno de Idígoras, como era previsible ante la falta de opciones democráticas, comenzó a actuar la guerrilla: el Ejército guerrillero de los pobres (EGP). Más tarde aparecería la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), comandada por Rodrigo Asturias, hijo del nobel Miguel Ángel Asturias.

Los Gobiernos militares o controlados por militares se fueron sucediendo, cada vez más sanguinarios, cada vez más criminales. Algunos pensarán que esto era inevitable ante la aparición de la guerrilla, pero esperen un poco hasta conocer la imputación del grueso de los crímenes. Uno de los generales más infames y desalmados fue Romeo Lucas García, quien gobernó el país entre 1978 y 1982. Durante su mandato, además de las frecuentes desapariciones de sindicalistas y estudiantes, se produjeron terribles masacres en el Quiché: más de cuatrocientos pueblos y aldeas fueron arrasados, según el “Informe de la “Comisión por el Esclarecimiento histórico”. Y también fue durante su gobierno cuando se atacó y quemó la Embajada de España el 30 de enero de 1980 . Un numeroso grupo de indígenas del Quiché, incluyendo el padre de Rigoberta Menchú, se había refugiado en el recinto diplomático y las fuerzas de seguridad guatemaltecas no dudaron en asaltarlo al coste que fuera. Fallecieron 37 personas, entre indígenas y empleados y funcionarios de la Embajada.

Al general Lucas lo depuso un golpe de Estado y se estableció una junta de Gobierno de la que formaba parte el general Ríos Montt, otro de triste recuerdo y a quién, después de otro golpe de Estado, sucedió otro general, Mejía Víctores, quien gobernará el país entre 1983 y 1986. Mejía continuará con el hostigamiento y el asesinato de dirigentes populares, pero el suyo fue el último gobierno militar de Guatemala: convocó a una Asamblea constituyente y a elecciones generales en noviembre de 1985, con lo que se restauró formalmente la democracia -aunque siguió tutelada por los militares-. En enero de 1986, un civil, Vinicio Cerezo, ganó las elecciones y se hizo cargo de la presidencia.

Debo contar que aquel mismo año viajé a Guatemala y atravesé buena parte del país en autobús. Parte de mis impresiones sobre aquel viaje quedaron recogidas en la novela “Los dioses de la sombra juegan pelota”. Lo que mejor recuerdo: las nada menos que seis o siete veces en las que el ejército nos hizo bajar a todos los ocupantes del bus que cubría el trayecto desde la ciudad de Guatemala hasta Flores, en el Petén. Nos colocaban con las piernas abiertas, brazos en alto y manos apoyadas en la carrocería de aquel armatoste y nos chequeaban a conciencia. ¿En busca de armas o simplemente para amedrentar a la población? Y lo otro que más recuerdo era el silencio de los indígenas, su desconfianza ante el hombre blanco o mestizo. Y, desde luego, no era para menos.

La guerrilla continuó actuando hasta 1996, cuando se firmaron los «Acuerdos de paz» que pusieron fin a un conflicto que había durado 36 años. El informe: Guatemala, nunca más, presentado por el obispo Girardi, cabeza de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, denunció al ejército y a los paramilitares como responsables del 93 por ciento de las 250 mil muertes que se registraron durante aquel período. El 3% correspondió a la guerrilla y el resto quedó sin esclarecer. A los dos días de la presentación del informe, el obispo Girardi fue asesinado. ¿Quién ordenó su ejecución?

Las razones que llevaron a la firma de los mencionados acuerdos de paz, el doble asesinato del obispo Girardi, lo sucedido en las últimas décadas en este impenetrable país y su situación actual, herencia de todo lo narrado, bien merecen un nuevo artículo.

                                                                                                                                                            Dic 2 2019

*Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, trabajó en Madrid con la cooperación española y, durante casi quince años, en Nicaragua, Honduras, Cuba y Uruguay. Fue «Visiting Fellow» en el Instituto de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Sussex. Ha publicado ensayos, como «The Politics and Policy of Aid in Spain» (Institute of Development Studies, 2011) y obras de ficción, como «A pocas leguas del Cabo Trafalgar».

 

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EL FUTURO DE EE.UU.: ENTRE IMPEACHMENT O REELECCIÓN DE TRUMP Y ALGO MÁS por Andrés Ferrari Haines*

Con-Texto | 8 diciembre, 2019

El miércoles 30 de octubre en New York Times Thomas L. Friedman expresó: “Nunca; ni en la Guerra Fría, ni en Vietnam, ni en Watergate, temí más por mi país” que en el momento actual, apuntando contra el comportamiento de su Presidente Donald Trump, Mark Zuckerberg y sus amigos que estaban quebrando el país con más capacidad que lo podrían lograr sus “los peores enemigos”.  Friedman denuncia comportamientos afirmados en intereses personales y mezquinos, basados en argumentos arbitrarios y conductas amorales e, incluso, ilegales que violan reglas y leyes que “dan legitimidad al gobierno y lo hacen la envidia del mundo”. En particular, critica a los que no cumplen los procedimientos correctos para llevar adelante el proceso de impeachment al Presidente, como el senador Lindsey Graham que estaba totalmente dispuesto en “acusar a Bill Clinton por mentir sobre haber tenido sexo con una secretaria y no levantará un dedo para juzgar a Trump por usar el dinero de los contribuyentes para obligar a un líder extranjero a intervenir en nuestras elecciones en nombre de Trump.”

En los últimos años, y en forma creciente, la sociedad estadounidense viene tomando conciencia de estar sumergida en una profunda crisis. Encontrar análisis como el de Friedman, no sólo periodísticos sino también de importantes académicos como Jill Lepore, Kurt Andersen, John Mearshimer, Greg Grandin, David Horowitz, Nwet Gingrich o Peter Beinart, expresan que la elección de Trump constituyó un momento crítico para la sociedad. Lo que tienen en común muchos trabajos académicos como los citados – algunos a favor y otros críticos de Trump -, es que, a diferencia de muchas expresiones más frecuentemente escuchadas, no sitúan el origen de esta crisis en la persona del actual mandatario estadounidense. Trump no es la razón de la crisis, si no su expresión.

Aun así, esto puede ser todavía demasiado. Porque las críticas al comportamiento de Trump y de la elite política y empresarial estadounidense hacen parecer que ahí se encuentra la diferencia con el pasado de EE.UU. Como si el país hubiese entrado crisis porque actualmente existiera una forma de ser distinta a la de antes. En verdad, los comportamientos criticados no son excepciones en la historia de EE.UU. – en todo caso, en muchos aspectos, están más cerca de ser la regla. Por ejemplo, Trump es acusado de exacerbar el racismo y la supremacía blanca, cuando eso ha sido una marca de nacimiento desde que lo que llaman Founding Fathers, como George Washington o Thomas Jefferson, pese a que su Declaración de Independencia afirmara “Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales, que su creador les otorga ciertos derechos inalienables” eran dueños de esclavos, a los que les negaron esos derechos, como también a los pueblos originarios.

Mientras Trump es tomado como una intromisión en la cultura liberal y tradicional estadounidense, porque, por ejemplo, le demandó a Obama que demuestre su origen ancestral para probar que tiene derecho de ser electo, Lepore ve esa actitud como expresando, en parte al menos, la trayectoria histórica del país: “Trump estaba afirmando su derecho a cuestionar la ciudadanía por derecho de nacimiento y la ascendencia racial de sus oponentes políticos, y al proporcionar ese certificado de nacimiento y esa prueba de ADN, parecían reconocer su derecho a pedirlos”. No es casual que al llegar a la Casa Blanca, Trump haya colgado un cuadro de Andrew Jackson, presidente entre 1829–1837, cuya época –“La Era Jackson” según algunos—es considerada como la expresión de un consenso democrático de los blancos en que, según Lerone Bennett, Jr. “el racismo en Estados Unidos alcanzó niveles nunca antes conocidos por el hombre”. Alabado junto a Jefferson en la cena anual para recaudar fondos por el Partido Demócrata, el historiador Hal Brands afirma que en su época Jackson fue aclamado como el “segundo George Washington”. Responsable por remover los pueblos originarios por la fuerza de sus territorios, su fama de “exterminador de indios” que llevó desde entonces en forma positiva, actualmente comenzó a incomodar a parte de la población estadounidense, que inició una campaña para que el billete de $20 ya no contenga su imagen.

Largas batallas y considerable violencia, en muchos aspectos, se observan en forma constante en la historia del país. Como convivir con un Klu Klux Klan renacido en 1915, más de medio siglo después de la Guerra Civil y que en menos de una década tendría dos millones de miembros y sería conocido como “El imperio invisible”. Más tarde, similares tratos irían a recibir mexicanos y latinos en general y, hasta, europeos orientales. Externamente, distintos países que fueron objeto de invasiones, intervenciones y guerras por parte de Estados Unidos. Nada más sintomático que la observación señalada por el periodista Michael Herren su libro sobre la Guerra de Vietnam que soldados estadounidenses flameaban la bandera de la Confederación en Vietnam, incluso para conmemorar el asesinato de Martin L. King, y decían que matar vietnamitas era como “jugar a indios y vaqueros”.

También la política externa de Trump es acusada de este corte histórico por su postura belicosa y de confrontación con otros países. Y nuevamente no condice con la historia. En un artículo en marzo en The New Republic, John Glaser cuestionó “La amnesia del establishment de política exterior de EE.UU.” porque “ningún otro estado en el sistema internacional usa la fuerza más que los Estados Unidos” por lo que afirma “Trump es distinto de sus predecesores no porque su política exterior sea una desviación radical, sino porque está llevando a cabo políticas similares sin la justicia moralista de sus predecesores”. Robert Leckie denuncia el mito tradicional estadounidense de que es ‘la nación más amante de la paz del mundo’. Según el Servicio de Investigación del Congreso EE.UU. hizo más de 200 intervenciones militares individuales de 1989 hasta 2018.

En este aspecto, Trump también es una expresión de desorientación. Como explica Greg Grandin:“ Estados Unidos se encuentra ahora en el decimoctavo año de una guerra que nunca ganará. Los soldados que lucharon en Afganistán e Irak a principios de la década de 2000 ahora ven a sus hijos alistarse. Un general retirado de la Marina dijo recientemente que Estados Unidos estará en Afganistán, al menos, durante otros dieciséis años. Para ese momento, los nietos de la primera generación de veteranos se alistarán”.

Ni los conflictos internos ni los externos de la sociedad estadounidense son nuevos. Si Trump no es su solución, tampoco es su origen. Brian Culkin en su libro El significado de Trump sostiene que el presidente de EE.UU. es “una señal” de un conflicto que significa “una crisis de la humanidad, una crisis que se desarrolla y se intensifica exponencialmente acerca de nuestro futuro compartido en el planeta Tierra”. Visto el poderío económico y militar de Estados Unidos, las consecuencias para el mundo de una no-resolución de sus conflictos internos, en efecto, pueden ser globalmente dramáticas. Y esto es más profundo que el comportamiento de Trump; es resolver por qué un comportamiento como el de Trump, mucho menos fuera de patrón histórico de lo que se cree, actualmente para Estados Unidos le es desgarrador.

Mientras tanto, Nancy Pelosi, la más importante representante del partido demócrata afirmó estar en contra del impeachment porque “divide al país” y Trump “no vale la pena”. Algunos medios señalan que ella ocuparía el lugar de Trump si el impeachment lo destituye…

 

*ProfesorUFRGS (Brasil)

afhaines1@gmail.com

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MASSERA Y CRISTINA FERNÁNDEZ por Guillermo Ledesma*

Con-Texto | 8 diciembre, 2019

 

Esta carta, en una versión más atenuada, fue publicada en la sección Cartas de Lectores del diario La Nación el día 8-12-2019

 

Palabra más, palabra menos, nos dijo Massera a los jueces del Juicio a las Juntas: “ustedes cuentan con la crónica y yo cuento con la historia”. Cristina  Fernández le dijo a los jueces del Tribunal Oral Federal  que la juzgan en la causa ‘Vialidad’: “La historia ya me absolvió”. Ambos, en su necedad perversa ignoraron que la historia a la que se referían es la del título del maestro: “La Historia Universal de la Infamia”.  

Guillermo A. C. Ledesma

*Ex juez de la Cámara Federal de la Capital (13/2/1984-31/12/1986)

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¿POR DÓNDE COMENZAR EN SALTA LA LUCHA CONTRA LA POBREZA, LA DESIGUALDAD Y EL DESEMPLEO?[1] por  José Armando Caro Figueroa*

Con-Texto | 3 diciembre, 2019

Nos aprestamos a vivir cambios relevantes en el ámbito político-institucional provincial. Cambios que, de varias maneras, incidirán en nuestras vidas y en nuestros horizontes de futuro.

La campaña electoral se cerró -lamentablemente- sin que los candidatos mostraran propuestas, y sin que los ciudadanos pudiésemos exigir definiciones y compromisos.

No obstante, consumado el fin del largo ciclo anterior, parece llegado el momento para que las inminentes nuevas autoridades nos expliquen cómo ven el duro presente y nos ilustren con sus ideas y proyectos.

A la espera de que esto comience a suceder, me parece útil mostrar aquí datos -algunos poco conocidos- circunscriptos a la situación en Salta del empleo y de las condiciones de trabajo.

Queda para otra oportunidad el análisis de factores con alto impacto sobre el empleo y el bienestar: Inserción de Salta en el mundo; Federalismo y Regionalización; Productividad, Logística e Infraestructuras; y Lucha contra la pobreza.

 

DATOS PARA UN DIAGNÓSTICO

En el terreno del que nos ocupa, el nuevo Gobernador de Salta se encontrará con un panorama ciertamente desolador:

  1. Alto desempleo: mayúsculo cuando se suman desempleo encuestado (12,7% en el 2° Trimestre de 2019, que aumenta entre jóvenes y mujeres), subocupación demandante (8,7%) y desempleo oculto. En Salta, según datos oficiales hay -sólo en las zonas encuestadas por el INDEC, que cubren a menos de la mitad de nuestra población- más de 150.000 personas sin un empleo remunerado suficiente, y 27.000 jóvenes que ni estudian ni trabajan. Cifras descomunales.
  2. Récord de Trabajo no registrado: que alcanza -en el sector privado- al 51,4% y al 85% en casas particulares.
  3. Relación empleo privado/empleo público: Con datos SIPA de agosto de 2019, Salta tiene sólo 115.000 asalariados registrados en el sector privado, y 100.600 empleados públicos, cifras que caricaturizan nuestro subdesarrollo.
  4. Desigualdades abrumadoras: La desigualdad social y entre trabajadores es enorme, sin que se agote en la diferencia de ingresos (que trepa a niveles extravagantes en algunos sectores del Estado, como es el caso del Poder Judicial) o de prestaciones sociales, ni en la condición laboral de registrado o no registrado.

Comprende, por ejemplo, la desigualdad de derechos entre trabajadores de empresas privadas y trabajadores públicos, sobre todo los municipales condenados a la jurisdicción contencioso administrativa. 

Según la Secretaria de Trabajo de la Nación (“Informe de diagnóstico laboral – Provincia de Salta, Agosto de 2019”), la brecha salarial entre hombres y mujeres en Salta es del 18,3% (hay fuentes que constatan diferencias aún mayores). A su vez, la remuneración real promedio de los asalariados privados de Salta fue, durante 2017, de $19.863, un 24% por debajo del promedio nacional ($26.233).

Quisiera añadir -luego de recordar que el sector agropecuario es el principal empleador salteño, con 25.000 puesto de trabajo-, que la desigualdad se verifica también en este ámbito en donde es de lamentar la irrelevancia de Salta y sus actores sociales en el seno de la Comisión Nacional de Trabajo Agrario.  

En nuestra provincia la desigualdad es también territorial, como lo muestra el citado Informe de la Secretaria de Trabajo que, tras identificar cuatro áreas económicas locales (AEL), enuncia su evolución en términos de empleo en el período 2016 y 2017. La fuente constata leves mejoras (que han quedado atrás en los dos años subsiguientes) en el área Oran y Capital, y señala que “las AEL de Metán y Tartagal-Mosconi presentaron caídas del empleo registrado. En el caso de Metán, la caída (-8,3%) se asoció al sector agropecuario, mientras que Tartagal-Mosconi (-11,3%) a una caída en sectores de servicios”.

  1. Asalariados pobres: A medida que avanzan la inflación y la ineficacia de la negociación colectiva centralizada, aumenta la cantidad de trabajadores cuyas remuneraciones no alcanzan a sacarlos de la pobreza. En paralelo, se deterioran las condiciones de seguridad y salud laborales, con la tolerancia de la oficina provincial que debe controlar, asesorar y sancionar, y ante la negligencia de las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo.  
  2. Insoportable morosidad en la justicia del trabajo: Más allá de la precariedad estadística, es notoria la mora judicial en el despacho diario, en la fijación de audiencias y en el dictado de sentencias.
  3. Ineficacia de la Administración del trabajo: que se pone de manifiesto con sólo apuntar que el Gobierno local fue incapaz de aprovechar los programas nacionales de empleo y capacitación. En efecto, de los 27 programas vigentes, solo 3 se aplicaron en nuestra provincia.
  4. Estadísticas rudimentarias: Los servicios administrativos tanto del Poder Judicial como de la Secretaria de Trabajo recogen muy poco datos relevantes para conocer aspectos de la litigiosidad y de los reclamos administrativos y su suerte. En algún caso, puede decirse que las estadísticas eran mejores en tiempos del Gobernador Avelino Aráoz (1933).    
  5. Sindicatos débiles: El escaso peso de los sindicatos locales agrava la situación del empleo y las condiciones de trabajo. Esta debilidad puede ejemplificarse señalando que, según datos oficiales de 2017, en el ámbito privado se registraron sólo tres huelgas con mil huelguistas, o recordando la ínfima cantidad de convenios colectivos firmados por sindicatos salteños, fruto -a su vez- del modelo sindical y patronal unitario.

ALGUNAS CAUSAS

Este escenario es, a mi modo de ver, el resultado de decisiones y omisiones políticas adoptadas por el Gobernador felizmente saliente.

La apuesta del señor Urtubey por un modelo económico basado en la extracción primaria de riquezas naturales, en una visión vallelermista, en el trabajo indecente, en el abandono a cualquier incentivo estatal a la productividad, en impuestos depredadores, en la negligencia administrativa, y en el acatamiento reverente a las decisiones de los vértices (gubernamental, parlamentarios, sindicales, patronales) que mandan desde Buenos Aires, no podía producir otro resultado.

CAMBIOS IMPRESCINDIBLES

Los datos anteriores certifican la magnitud de los problemas que ocuparán la atención del  nuevo equipo gobernante que, en sus primeros 100 días, ha de mostrar que conoce tales problemas y cuenta con las ideas y equipos necesarios. En breves días el señor Sáenz tendría que explicar cómo logrará que la Salta de 2023 sea más justa y productiva que la de 2019.

Pronto sabremos si el flamante Gobernador tiene las ideas, la voluntad y la capacidad para dejar atrás el pastiche económico que pergeñó su antecesor, o si sucumbe a las rutinas y cede a los embates de la coalición de intereses del statu quo.

Amargos han sido los frutos del anterior esquema económico basado en el trabajo indecente, baja productividad, impuestos depredadores, y en el sometimiento a los vértices de Buenos Aires. Señalo tres de estos frutos: En la década anterior nuestra producción de petróleo y gas cayó un 70% (BCRA); la de biocombustibles sufrió las consecuencias de malas políticas y de la irrelevancia de Salta en la escena nacional; la crisis del Ingenio San Isidro, del tabaco, la leche o del cuero han sido y son mal atendidas.   

Existe consenso en el sentido de que la creación de empleo decente, la lucha contra la pobreza y las desigualdades dependen, en buena medida, de la evolución del contexto económico (que es local pero también global), así como de determinadas intervenciones del Estado tanto en la economía como en las relaciones laborales y ambientales y en la asistencia social.

Para contribuir al debate, esbozo algunas acciones sociolaborales prioritarias:

a) Bajar la presión tributaria: Aprovechando las previsiones de la Ley 27.430/17 para restaurar las escalas regionalmente diferenciadas en materia de cargas sociales.

En esta misma línea, se impone rebajar el Impuesto a las Actividades Económicas (IAE) en función de la creación de empleo registrado y de las dimensiones de la empresa.

b) Enlace con la Nación: Falta una Unidad de enlace con el Ministerio de Trabajo de la Nación que abogue por nuestras necesidades en materia de empleo y capacitación. Una Unidad que, dejando atrás un tiempo de negligencias, logre que Salta aproveche los programas que define y financia la Nación.

c) Reformar normas provinciales: En el ámbito institucional, una de las prioridades es, a mi modo de ver, la adecuación de las normas provinciales a los Tratados Internacionales y a la reforma constitucional de 1994. Hay demasiadas reglas predemocráticas y vetustas.

El Código Procesal Laboral, por ejemplo, ignora los avances registrados en las provincias más desarrolladas. Necesitamos cambiarlo en procura de una justicia justa, rápida y ceñida a los principios del derecho del trabajo, que abandone la deriva civilista que enamora a jueces y daña a los trabajadores. Esta reforma tendría que ser acompañado por nuevos programas de formación de magistrados y abogados.

Sin ánimo de agotar la agenda legislativa para una Salta más equitativa y moderna, señalo la necesidad de revisar la pomposa y tardía Ley 8.086/18 de “promoción y estabilidad fiscal para la generación de empleo”, incluida su extravagante adhesión a la Ley de Riesgos del Trabajo, así como la de reformar el régimen del empleo púbico municipal.

d) Trabajo agrario: Sería prudente asegurar el protagonismo de los actores sociales salteños en las Comisiones tripartitas de trabajo rural, teniendo en cuenta que el sector es nuestro principal empleador con cerca de 25.000 trabajadores.

e) Consejo Asesor de Empleo y Condiciones de Trabajo. Para terminar con la improvisación, Salta precisa abrir un ámbito de participación ad honorem de actores sociales, expertos y universidades. Que mire al mundo, a la región y hacia nuestro interior a la hora de estudiar y aconsejar políticas de empleo y registración.

f) Reponer el Ministerio de Trabajo de la Provincia: La Autoridad Administrativa, rencontrándose con su mejor pasado, debería dejar de ser la garante del trabajo indecente. Para lo cual hace falta reestructurar sus agencias de relaciones colectivas y de inspección; reconstruir la demolida Oficina de Medicina Legal, Higiene, Seguridad y Sanidad del Trabajo; y transformar la Oficina de Estadísticas para que asuma la materia informática, facilite la digitalización de documentos y tramites, y apoye la liquidación de sueldos y salarios en las pequeñas y microempresas.

g) Reducir la mora judicial: A través de un plan de choque que obligue a los jueces a cumplir los plazos procesales, trace un calendario y provea los recursos para poner al día a los juzgados del trabajo de la provincia. 

POR LA REGISTRACIÓN DEL EMPLEO

Actuar contra el trabajo en negro es una prioridad. Que bien podría atenderse creando una Agencia para apoyar a las pequeñas y microempresas que, como se sabe, suman el 85% de nuestras unidades productivas. Sería éste el proyecto de mayor envergadura para incentivar el empleo y la registración de relaciones de trabajo.

La idea es que los trabajadores no registrados y los desocupados que encuentren empleo tengan cobertura de salud y de riesgos del trabajo financiada por la provincia, a través de una Obra Social y de una ART a seleccionar.  

De esta manera los trabajadores quedarían automáticamente registrados, con sólo depositar copia del contrato en la oficina correspondiente. En este marco, la provincia brindaría salud y seguro de accidentes a los beneficiarios, y se haría cargo de los aportes y contribuciones sólo de los desocupados con especiales dificultades para encontrar un trabajo.

OTRAS REFORMAS ESTRUCTURALES Y MENTALES

Por supuesto, siempre desde mi punto de vista, él éxito de estas iniciativas en borrador reclama una estrategia federalista y regional que cambie los modos como Salta se relaciona con la Nación en lo económico, impositivo y sociolaboral.

Es bueno recordar aquí que no habrá una Salta razonablemente equitativa sin instituciones republicanas, eficaces y transparentes; sin gobernantes con mentes abiertas.

Tampoco la habrá si las nuevas autoridades conservan el pastiche económico que heredan y no se atreven a fijar las reglas y los incentivos para que las riquezas salteñas (los vectores de desarrollo de los que habla Fernando de San Román) se aprovechen de modo social y ambientalmente sustentable. Con trabajo indecente o con depredación ambiental no hay ingreso al comercio internacional ni a las inversiones productivas de fuente extranjera.

Salta, 23 de noviembre de 2019.

* Abogado laboralista

 

 


[1] Para más datos: PAZ, Jorge (IELDE)  “Los caminos hacia la justicia social en el mundo del trabajo y en el caso de Salta”. CARO FIGUEROA, J. Armando “Democracia, relaciones laborales y justicia social. El Trabajo en Salta”, Editorial COSMOSALTA, octubre 2019.

 

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