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EL DEBER MORAL DE LA AUSTERIDAD Por Alberto Medina Méndez*

| 31 mayo, 2017

 

El debate sobre el gasto estatal sigue recorriendo vericuetos insólitos que pretenden eludir las cuestiones de fondo, desorientando a los más desprevenidos y tergiversando la discusión, al punto de anularla.

Ha sido tan hábil esta estrategia de confundir a todos que la inmensa mayoría de los ciudadanos sigue planteando la necesidad de revisar pormenorizadamente solo el modo en el que se asignan los recursos.

Para ellos no se trata de gastar menos, sino de gastar bien. Creen, sinceramente, que el problema pasa únicamente por optimizar cada centavo. Piensan que si se utilizan mejor todo cambiará positivamente.

Siempre es deseable ser más eficiente, pero cuando el volumen del gasto está tan desbordado como ahora eso no resulta suficiente para corregir casi nada. En esta emergencia lo importante es lograr un brusco descenso y no solo apelar, como tantas otras veces, a un maquillaje circunstancial.

Esa corriente de pensamiento, que tiene un enorme consenso, ha logrado instalar fuertemente la idea de que bajar el gasto es políticamente inviable. Entienden que la dirigencia en su conjunto jamás aprobará estas decisiones.

 El argumento central es que la gente no aceptará reducciones en ninguna de las áreas vitales del Estado y que los diferentes sectores reclamarán con vehemencia frente a cualquier proyecto que vaya en esa dirección.

Sostienen que aunque finalmente se pudiera avanzar en este tipo de iniciativas todo colapsaría. Apuestan a asustar con las eventuales consecuencias de una decisión de esa magnitud y vaya si lo consiguen.

Asumiendo la existencia de ese fantasma, los más moderados y prolijos solo se concentran en despejar las dos variables más benignas. Ponen todas sus energías en minimizar la potencia de la omnipresente corrupción y al mismo tiempo promueven que todo se haga de una manera más eficiente.

Ambas cuestiones son políticamente correctas. Ninguna persona, con un  poco de sentido común, podría estar en desacuerdo con semejantes consignas. Embestir contra los malversadores de fondos y los dilapidadores seriales es una simpática bandera que cuenta con muchos adeptos.

Es muy interesante observar este proceso en el que nadie parece tener la voluntad suficiente para poner la atención en lo moral, en las esenciales funciones del Estado y en las metas razonables de un gobierno justo.

El Estado no nació para gastar mucho, ni tampoco para gastar bien, sino para gastar muy poco, de hecho lo mínimo posible, entendiendo siempre que cada centavo que utiliza se lo ha quitado antes, coercitivamente, vía impuestos a quienes lo han conseguido con su propio esfuerzo.

Los gobiernos nunca generan riqueza. Tampoco ese  debería ser su objetivo. Están para garantizar que los ciudadanos resuelvan sus eventuales conflictos civilizadamente y por eso es vital que aseguren sus derechos.

Los que gobiernan deben concentrarse solo en respaldar a los ciudadanos para que puedan disfrutar plenamente de su vida, su libertad y su propiedad. Es esa y no otra la función básica del Estado en todas sus formas.

Se podrá discutir luego acerca de los alcances de esta mirada. Existen muchas visiones que muestran matices diferentes al respecto, pero en todos los casos la idea primordial consiste en ser austero, sobrio y frugal.

Los funcionarios deben comprender que cada moneda que utilizan en el gobierno se la quitaron previamente a un ciudadano que aportó compulsivamente una parte de su esfuerzo para que, como contraprestación, se le aseguren derechos, sin justificaciones, ni excusas.

Cuando un empleado estatal malgasta recursos le falta el respeto a la gente. Está usando lo ajeno con un fin específico y debe ser consciente de ello para utilizarlo con la corrección que cada ciudadano se merece.

Lo que está claro es que son muy pocos los que pueden afirmar con convicción que los actuales gobiernos brindan Seguridad y Justicia. Ese es el verdadero rol del gobierno y es evidente que no lo hace demasiado bien.

Cuando la ciudadanía propone bajar determinados gastos aparece inexorablemente un planteo totalmente banal que sostiene que ese rubro es irrelevante y entonces parece que no vale la pena ni siquiera intentarlo.

Son los mismos que dicen que los montos más abultados son absolutamente intocables. Para ellos los pequeños son despreciables y los grandes son imposibles. Definitivamente, ellos son los fanáticos del status quo.

Pero hay algo que no dicen y no es casualidad. Si bien los recortes deberían ser contundentes, de raíz y de gran impacto, los gobernantes no se animan a reducir aspectos decididamente menores pero simbólicos.

En cada uno de esos asuntos subyacen los privilegios de la casta política. Vehículos oficiales, viáticos obscenos, gastos de representación poco transparentes, comitivas desproporcionadas, remodelaciones innecesarias y la lista podría seguir casi hasta el infinito con enorme desparpajo.

Claro que la caja de la política nace allí. Detrás de vergonzosos artilugios esconden sus canalladas. Es tanta la indecencia de estas partidas que las ocultan detrás de tramposos nombres para luego justificar esos gastos dibujando conceptos y configurando un fraude de gigantesca jerarquía.

Nadie quiere ir hasta el hueso porque hacerlo implicaría tocar los intereses de la corporación política. En este punto, oficialismo y oposición están del mismo lado del mostrador. Ellos solo quieren aprovecharse de los privilegios de ese poder que, seguramente, administrarán alternativamente.

Los que gobiernan no solo no tienen que robar el dinero de la gente. Tendrían que dar el ejemplo, manejarlo con gran eficacia, pero por sobre todas las cosas deberían comprender que la austeridad no es una opción, sino solo un deber moral.

*Periodista.Consultor Privado en Comunicación, Analista Político,Conferencista Internacional, Presidente de la FUNDACIÓN CLUB DE LA LIBERTAD, Miembro de la Comisión Directiva de la RED POR LA LIBERTAD,Columnista de INFOBAE en Argentina,Columnista de DIARIO, EXTERIOR de España, Columnista de EL CATO de EEUU,Conductor del los ciclos radial  y televisivo EXISTE OTRO CAMINO.Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana

Premio a la Libertad de la Fundación Atlas 2006

Premio Periodista del Año de Corrientes, por Fundación Convivencia en 2002 y 2011

Premio Corrientes por la labor periodística en 2013

 

albertomedinamendez@gmail.com

skype: amedinamendez

+54 9 379 4602694

Facebook: www.facebook.com/albertoemilianomedinamendez

Twitter: @amedinamendez

www.existeotrocamino.com

 

 

 

 

 

 

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ASTOR PIAZZOLLA, UN GERSHWIN ARGENTINO por Albino Gómez*

| 28 mayo, 2017

 

El Celebrado bandoneonista, que vivió y trabajó en Nueva York, llevó la música a terrenos insospechados

Lo llamaron Astor en homenaje a Astor Bolognini, violonchelista amigo de su padre, Vicente. La historia de este pisciano -como él se reconocía- comenzó el martes 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata a las dos de la madrugada, y su vida, aunque no su historia, se cerró hace 25 años, el 4 de julio de 1992, en Buenos Aires, después de una penosa enfermedad, que puso fin a su prolífica producción cuando seguía desarrollándose con una enorme potencialidad creadora en París. En 1942, a los 22 años, se casó con Odette María Wolf ("Dedé"), bella argentina con sangre alemana y francesa, que le dio sus únicos hijos: Diana y Daniel. Pero hasta llegar a eso pasaron muchas cosas, entre otras vivir desde los 3 hasta los 16 años en Nueva York, con una interrupción de nueve meses, por una vuelta a Mar del Plata, en un intento de sus padres, Vicente y Asunta, de reinstalarse en esa ciudad, lo que lograron en 1937.
Esos años neoyorquinos le dieron al músico una base cultural-emocional que selló su vida, a través de las vivencias que significaron sus rebeldías escolares, la amistad con sus primos ítalo-americanos de Nueva Jersey, las pandillas de las que formó parte, sus rechazos al solfeo y sus primeros maestros musicales; más ese primer bandoneón de segunda mano, con 50 notas metálicas y estuche de madera, que aprendió a tocar solo, mientras recibía lecciones de piano de un maestro húngaro, discípulo de Rachmaninov, que le descubrió a Bach y a Mozart, enamorándolo de esos autores de tal manera que abandonó sus correrías por las calles de Manhattan donde tocaba la armónica o hacía zapateo americano por monedas. Y cómo obviar el hecho mágico de conocer a Carlos Gardel a los once años, hacer de extra como canillita en una de sus películas y acompañarlo a las tiendas para hacerle de intérprete idiomático en sus compras.

El destino estaba tramando algo especial para el joven Astor. Se ha escrito muchísimo acerca de su desarrollo musical, desde sus inicios a los 18 años como bandoneonista de Aníbal Troilo -y su arreglador después- en decenas de notas periodísticas. Todo ello me exime de endilgarles hoy a los lectores una extensísima relación cronológica de su producción, por demás ya muy conocida, incluyendo la obtención de una beca del gobierno de Francia para estudiar contrapunto y composición con Nadia Boulanger. Sin dejar de mencionar algo tan fundamental como fueron sus cinco años de estudio con el maestro Alberto Ginastera, que fue su primer maestro y de quien fue su primer discípulo. Y me detengo aquí porque sólo pretendo recordarlo con el modesto aporte de mi testimonio personal a través de algunos encuentros en nuestra larga amistad fundada en Nueva York a partir de 1958, cuando ya llevaba yo más de una década escuchando sus grabaciones en los discos de pasta de 78 revoluciones.

Astor vivía en la calle 92 y Broadway, del lado oeste de la ciudad, a una cuadra del Central Park. Lo acompañaban Dedé, Daniel y Dianita, que andarían por los diez o doce años. En ese departamento, por el cual pasaron decenas de artistas, recaló un sábado por la tarde Juan Carlos Copes con su compañera María Nieves, que venían de Puerto Rico y llegaban por primera vez a Nueva York. En ese tiempo, Astor estaba trabajando en la música de un ballet para Ana Itelman sobre el tema de "El hombre de la esquina rosada". Ya había creado su entrañable "Adiós Nonino" cuando se enteró de la muerte lejana de su padre, que lo sumió en una profunda tristeza. También apareció por entonces fugazmente en un par de importantes programas de la televisión local, y trabajaba por las noches casi de manera permanente en el Chateau Madrid, un excelente lugar nocturno de música y copas. Gracias a Victoria Ocampo conocí en Nueva York a Igor Stravinsky y a su mujer, Vera; ello me permitió presentárselo a Astor, y esa circunstancia fue muy reveladora de la poco conocida timidez de nuestro músico frente a sus ídolos, porque ante la sorpresa de que se había convertido en realidad mi promesa de presentarle al gran músico ruso, ya frente a él, no le salía ni una palabra de saludo, sus piernas, como él mismo contó en algún reportaje, temblaban y no podía articular una sola palabra en su fluido inglés. Sólo al día siguiente pude reunirlos y hacer provechoso para Astor el encuentro.

También supe por él de otra circunstancia demostrativa de su gran timidez frente a una persona que admiraba artísticamente con pasión: Greta Garbo. Me lo contó en Nueva York al día siguiente de ocurrido el hecho, que fue estar sentado al lado de la actriz en un vuelo en primera clase de Air France, de París a Nueva York, con motivo de su participación en un concierto en el Madison Square Garden. La gran capelina cubría el rostro de la actriz y la inmovilidad de su sueño, que la mantuvo sentada durante todo el viaje sin pedir siquiera un vaso de agua, le impidió a quien era normalmente muy audaz y capaz de cualquier picardía o estratagema inventar nada para intercambiar un par de palabras con ella. Eso le impidió pegar un ojo durante toda la noche del viaje, y lo hizo sentirse frustrado. Su amada actriz "pasó la noche con él", durmió a su lado, y nada, ni una palabra. Al día siguiente interpretaba con su bandoneón y los cincuenta músicos de la Filarmónica de Nueva York tres de sus propios temas orquestados por él para ese maravilloso conjunto.

Después de nuestra estadía en Nueva York coincidimos en Buenos Aires, donde reanudamos la vida nocturna. Con varios amigos seguíamos sus actuaciones en diversos boliches, como Jamaica, La Noche y 676, y sus conciertos en universidades. Astor tenía grandes admiradores y numerosos detractores que negaban que su música fuese tango. Pero Astor decía que había sido admirador, y seguía siéndolo, de las orquestas de Julio de Caro, Osvaldo Fresedo, Elvino Vardaro, Osvaldo Pugliese y Aníbal Troilo. Como también manifestaba su admiración, entre otros músicos, por Horacio Salgán, Atilio Stampone y Leopoldo Federico. Pero no podía escribir ni sentir como ellos por no poder ni querer imitarlos. Y en cuanto a lo que se decía acerca de que empleaba ritmos y armonías modernas en sus tangos, sencillamente aclaraba que se trataba del "nuevo tango" y que no sería un error vaticinar que eso que hacía en ese momento, en un futuro no muy lejano, habría de ser calificado de antiguo.

Después, la vida y los trabajos nos llevaron por distintos países, pero seguimos escribiéndonos y encontrándonos en distintas ciudades, también en Nueva York e incluso dos veces en Estocolmo. La primera, siendo yo entonces embajador en Suecia, lo acompañé en un deslumbrante concierto con su quinteto, en el mejor teatro de la ciudad, colmado en su capacidad para 1200 espectadores, que dejó más de trescientos fuera de la sala. La grabación de ese concierto, con las palabras previas de Piazzolla en su fluido inglés, se sigue pasando todavía hoy, después de más de treinta años, en la Radio Sueca. La segunda vez, lo acompañé cuando participó con el mismo quinteto meses después, en verano, en un festival de jazz a orillas del Báltico.

En los comienzos de los años cincuenta, con mis jóvenes amigos ya considerábamos a Astor Piazzolla un equivalente de George Gershwin porque, como él, estaba creando una gran música a partir de las raíces populares de la ciudad. Y a pesar de no haber sido un "típico tanguero", o quizá justamente por eso, llevó el tango a terrenos insospechados, donde acaso ya no hacía falta sentir "el temblor de las baldosas de un bailongo", sino más bien la kepleriana música que produce la Tierra al desplazarse en el Universo.
 

*Periodista y escritor

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¿ES POSIBLE PENSAR LA ARGENTINA SIN PENSAR EL PERONISMO? Por José Armando Caro Figueroa*

| 24 mayo, 2017

Publicado en El Tribuno de Salta

            “El futuro procederá de un largo dolor y un largo silencio” (C. Pavese)[1]

 

Aunque no todos lo adviertan, muchos de nuestros debates actuales tienen conexión directa con los aún irresueltos conflictos que giran alrededor de la sucesión política de Juan Domingo Perón.

Puntualizar estos vínculos entre el futuro de la Argentina y el futuro del peronismo, sirve para descartar las propuestas que imaginan un país definitivamente desperonizado. Dicho en otros términos: Resulta, a mi entender, erróneo imaginar hoy una “patria sin peronistas” (o una “patria antiperonista”) tanto como en los años 70 resultó equivocado el sueño absolutista de implantar una “patria peronista” o, si acaso, una “patria socialista” surgida violentamente y bajo el paraguas del legendario movimiento.

Las dos Argentinas enfrentadas

En nuestro horizonte inmediato, no existe –sin embargo- un debate abierto y sincero acerca del modo de articular los dos segmentos principales que dividen el espacio político, social y cultural de la Argentina. En realidad, cada uno de ambos segmentos continúa enfrascado en sus propias ideas y contradicciones; y unas veces no descarta el objetivo de expulsar al otro de la vida política nacional, y otras se regodea imaginando fórmulas para colonizar, doblegar, cooptar, infiltrar al tenaz adversario.

El extenuante ciclo kirchnerista pareció cerrar la sucesión de Perón con la entronización del “mundo montonero” como únicos, universales y legítimos herederos. Los ahora viejos imberbes habían encontrado las fórmulas y los caminos que no acertaron a diseñar en los años 70 y, esta vez sin las armas en la mano, se hicieron con el control del Estado, de la memoria colectiva y de casi todo el aparato peronista.

El triunfo de Mauricio Macri y la ignominia que cayó sobre el régimen anterior están provocando inesperadas consecuencias en el seno del peronismo. Si bien en un primer momento estas consecuencias priorizan los reacomodamientos de caudillos locales, jefes sindicales y mecenas empresariales, han comenzado a surgir debates e intercambios centrados en aspectos ideológicos y programáticos que hablan de una imprecisa y ambigua “renovación del peronismo”.

La “tercera renovación peronista”

Estos intercambios tienen una agenda tan abierta como intrincada: ¿Qué papel jugará el kirchnerismo y la memoria montonera? ¿Cuáles son las “esencias” a conservar y cuales las nuevas ideas a incorporar? ¿El unicato sindical, la patria contratista y el industrialismo prebendario integran estas esencias? ¿Es posible trabajar para un amplio consenso alrededor de la Constitución democrática, republicana, federal y cosmopolita de 1853/1994[2]? ¿Cuál es camino para cerrar definitiva y justamente las heridas abiertas por la violencia armada en los años de 1970? ¿El peronismo del siglo XXI está más cerca de los dogmas corporativos, excluyentes y tercermundistas de su primera experiencia, o de las ideas contenidas en el discurso de Perón ante la Asamblea Legislativa del 1° de mayo de 1974? ¿Qué relaciones entre la Argentina y el mundo y entre Estado, mercado y sociedad propugna la sedicente “tercera renovación peronista”[3]?

Una agenda que, en modo alguno, podrá obviar reflexiones y debates autocríticos referidos a los momentos culminantes que -bien en función de gobierno, bien como oposición-, protagonizó el peronismo a lo largo de los 70 años transcurridos desde su aparición en el horizonte político argentino. Ha pasado la hora de despachar los errores y fracasos achacándoselos a las herejías o impericias de “los otros”, y de pregonar que serán borradas por la ahora inminente aparición del “auténtico peronismo”.

Ensayos y propuestas

En mi caso, a través de la prensa y de algunas tertulias nostálgicas, creo identificar la emergencia de ciertas novedades aun en estado de elaboración y ensayo: Mientras algunos grupos de peronistas enfatizan su carácter republicano y federal, para despegarse de la anterior aventura totalitaria y centralista, otros bucean en las disímiles “ortodoxias” disponibles.

Si los primeros, con la mente abierta, se atreven a los esfuerzos intelectuales imprescindibles, los segundos son presas de una penosa pereza mental. Mientras los primeros admiten los avances producidos en el pensamiento político, económico y social, los segundos rumian los llevados y traídos textos de los próceres de la vieja ortodoxia.

El recién fundado Centro de Estudios para el Trasvasamiento Generacional Héctor Tristán[4], que inspira Roberto GRABOIS[5], aparece con el declarado propósito de encarar las tareas largo tiempo pendientes. De momento, sus esfuerzos los percibo orientados (siempre a juzgar por la información de prensa y lejos del teatro donde se desarrollan los acontecimientos) a enlazar -con alguna que otra concesión[6]– con la liturgia irreprochablemente peronista edificada por las organizaciones que en los años de 1970 no recayeron en la herejía montonera y enfatizaron su verticalismo hacia Juan Domingo Perón[7].

Quizá el primero y más expresivo paso que haya de dar el peronismo en trance de renovación, sea el abandono definitivo del verticalismo y su reemplazo por formas insospechadas de democracia interna. Pienso que sería absurdo saldar el debate entronizando una nueva Jefatura carismática y cuasi militar para conducir las estructuras partidarias y, si acaso, gobernar.

El segundo, también inexorable, es el definitivo compromiso con los valores, las instituciones y las reglas contenidas en el bloque constitucional, federal y cosmopolita vigente desde 1994. Es este el espacio que, muy probablemente, permitirá cerrar todas las grietas y superar las antinomias tan cuidadosa e irresponsablemente cultivadas por unos y por otros.

Sería muy oportuno y saludable reconocer que en la irrestricta vigencia del Estado Constitucional están las soluciones para los problemas de los terrorismos, de la corrupción y la anemia económica que generan inflación, desempleo y pobreza. También están en este Estado Constitucional las bases para el desarrollo de nuestras libertades, de un nuevo modelo de producción, y para el enriquecimiento de nuestro precario Estado de Bienestar.

                                                      Vaqueros (Salta), 22 de mayo de 2017.

*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)

 

 


[1] El Oficio de vivir, página 36.

[2] Un objetivo cuya procura no puede, desde el vamos, ignorar las dificultades existentes contemporáneamente cuando se trata de alcanzar grandes consensos entre fuerzas políticas antagónicas. Como apunta RIEFF al reflexionar sobre los problemas de la memoria colectiva y el olvido, “en nuestra nueva era del resentimiento, la mera noción de algo compartible parece cada vez más inalcanzable.” (David RIEFF, “Elogio del Olvido”, 2017, página 69).

[3] Si dejamos de lado los cambios programáticos impuestos por la crisis de 1952, hay que contabilizar la primera renovación ocurrida en 1974 (expulsión de montoneros y discurso de PERÓN sobre el Modelo Argentino), y la segunda liderada por Antonio CAFIERO en 1984.

[4] https://abelfer.wordpress.com/2016/11/25/el-trasvasamiento-y-hector-tristan/. En los años de 1970 tuve amistad y confraternidad política con Héctor que, por lo demás, había nacido en Salta o, al menos, jugado al futbol en el primer equipo de Gimnasia y Tiro.

[5] Cuyo reciente libro “Memorias de Roberto “Pajarito” Grabois” (2014) he leído con especial provecho.

[6] Por caso, la participación del ex ministro kirchnerista Jorge Enrique TAIANA, hijo del que fuera también ministro -en los años de 1970- y estuviera vinculado al equipo médico que atendió a PERÓN en su última enfermedad y cumpliera un papel político controvertido por algunos analistas.

[7] Por ejemplo, el “Movimiento XXI” en el que actúa Oscar LAMBERTO (actual Auditor General de la Nación), o el salteño “Centros de Estudios Juan D. Perón”, que dirigen Julio SANMILLAN y Antonio LOVAGLIO, son otros tantos intentos dentro del amplio, diverso y plural espacio renovador.

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MUIÑA – LA LEY por Daniel Sabsay*

| 23 mayo, 2017

1.- El fallo “Bignone” –conocido como “Muiña” que es uno de los condenados en la causa- define el modo de computar una condena por la comisión de un delito de lesa humanidad a la luz de los principios de legalidad, de igualdad y de la ley penal más benigna en relación con la aplicación de la ley 24.390, ya derogada. Esta norma establece el cómputo del plazo de duración de la condena conforme al 2×1, es decir que cuando un detenido con prisión preventiva supere dos años de prisión, sin que se le hubiere dictado sentencia, todo el tiempo que supere ese período y siempre que el detenido continúe en prisión, se verá duplicado, a los efectos del establecimiento del tiempo de la condena. Por lo tanto se trata de un claro beneficio que persigue que los tribunales dicten sus sentencias dentro de un plazo razonable.  

Este beneficio fue incorporado en la ley 24.390 sancionada en noviembre de 1994. Su artículo 7° establecía que, transcurrido el plazo de dos años previsto en la ley, se debía computar doble cada día de prisión preventiva.

Es decir, el beneficio era para las personas detenidas sin sentencia firme. La normativa respondía a ciertos requerimientos de los compromisos internacionales asumidos por la Argentina respecto del cumplimiento del plazo razonable de la prisión preventiva, o sea, del tiempo que una persona puede permanecer presa sin tener una condena firme.

El objetivo inicial de la ley era buscarle una solución a los dilatados procesos judiciales, que en el momento en que se sancionó la normativa generaban fuertes reclamos y revueltas en las cárceles. Sin embargo esto no se cumplió: Lo que pone de manifiesto que hoy la mitad de la población penitenciaria el país está procesada sin sentencia firme. Es de destacar que la ley fue derogada en 2001, por lo que el beneficio quedó sin efecto. Sin embargo, en el caso de las personas que estuvieran en la situación descripta por la norma antes de que ésta sea derogada puede aplicarse el 2×1, debido a que pueden solicitar la aplicación de la ley penal más benigna.

En el 94 dada la superpoblación en las cárceles, entre otros problemas, muchos de los cuales eran el resultado del retardo de la justicia, se consideró que la ley era necesaria. Sin embargo, durante su período de vigencia fueron liberados un número elevado de delincuentes. Cabe subrayar que por entonces no había sido creada la categoría de delito de lesa humanidad.

 

2.- Luis Muiña, fue condenado en 2013 a 13 años de prisión por ser "coautor del delito de privación ilegal de la libertad" e "imposición de tormentos" en cinco casos.

En un voto conjunto, los jueces Rosenkrantz y Highton consideraron que la resolución de la Cámara se había apartado de las normas convencionales y constitucionales, y sostuvieron asimismo que el artículo 2 del Código Penal[1] establece que el beneficio de la aplicación de la ley penal más benigna resulta extensivo a todos los delitos, sin realizar distinción alguna, concluyendo que los tribunales no podían negar a algunos lo que debe otorgarse a todos.

La discusión en la Corte pasó por interpretar si estaba vigente la ley del 2×1 para alguien detenido en 2007 y condenado en 2011. La mayoría del tribunal, compuesta por los dos nuevos ministros del cuerpo, Rosatti y Rosenkrantz, más la vicepresidenta del mismo, Highton, dieron su voto positivo.

El argumento de esos tres jueces fue que las desapariciones de personas son un delito permanente y que por ende a Muiña le correspondía el principio de la ley más benigna ya que debían considerarse todas las normas existentes entre la comisión del delito, marzo de 1976, y su sanción penal, es decir la condena de 2011 dictada respecto de él por el tribunal oral federal 2 .

3.- Es necesario tener en cuenta que la mencionada norma fue derogada en 2001 y fue sancionada en 1994. A efectos de hacer un breve análisis de la cuestión consideramos que el núcleo se halla en la determinación de si este beneficio debe serle aplicado a Muiña, quien fuera condenado por la comisión de delitos de lesa humanidad. Creemos que no y a continuación expondremos brevemente los motivos principales que nos llevan a esta apreciación. Partimos de la base de que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles, inamnistiables e inindultables. Características que el derecho internacional de los derechos humanos sólo les ha reservado a esta categoría de delitos. Ello así resulta claro que en tanto el 2×1 conlleva a una conmutación de la pena, produce el mismo efecto que la amnistía o el indulto, pero sólo en relación con una parte de la pena.

Consideramos por lo menos forzado que se reviva una ley que había sido derogada hacía 16 años a los efectos de la aplicación del 2×1, sobretodo si se tiene en cuenta que ni cuando el condenado cometió el delito, ni cuando fue procesado, ni durante su detención,  regia la ley 24.390.

A lo anterior se suma una decisión que no ha sido el fruto de un consenso dentro de la Corte, sino que dividió a sus miembros, y que sólo tres formaron la mayoría. Nos parece imprudente que un tema de tanta trascendencia institucional sea decidido por un número tan exiguo de ministros.

El resultado está a la vista, se ha generado una impresionante reacción adversa, tanto de los integrantes de los otros poderes como de la sociedad en general. Creemos que los jueces deben ser prudentes en relación con las consecuencias que pueden provocar sus sentencias, al modo como pueden repercutir en la sociedad, tratando lo máximo posible que ellas contribuyan a la paz de la comunidad. Los magistrados y sobretodo los que integran el Máximo Tribunal, en tanto son la cabeza del Poder Judicial, cumplen una función política en sentido lato.

Los integrantes de la mayoría en número exiguo de tres sobre cinco, dictaron una sentencia que más allá de su legalidad y de la interpretación literal de los textos en juego, pareciera no haber tenido en cuenta la finalidad y el contenido de los delitos de lesa humanidad.

Efectivamente, este tipo de crímenes tienen como características más salientes, repetimos, que son imprescriptibles, inamnistiables et inindultables. Puede entonces aplicarse a este tipo de delitos el beneficio del 2×1. Creemos que no, ello en razón de que la aplicación del beneficio opera disminuyendo la pena, y por lo tanto se trata de su conmutación parcial. Así las cosas, la igualación de los delitos de lesa humanidad a los efectos citados con los comunes resulta forzada ya que más allá de las apariencias no se compadece con los tratados internacionales que han creado y desarrollado estas figuras delictivas.

No podemos aplicar el principio de igualdad entre desiguales. Un cotejo de esta naturaleza puede llevarnos a la distorsión de una categoría tan trascedente de delitos cuya creación ha sido la resultante de conflictos y guerras que han sometido a los hombres a las situaciones más humillantes y aberrantes que han llevado inclusive a su exterminio por motivos de raza, religión, pertenencia política, etc. En sentido contrario, la mayoría en el voto de los Dres. Highton de Nolasco y Rosencrantz considera en relación con el principio de igualdad ente la ley “Más aun, la mejor respuesta que una sociedad respetuosa de la ley puede darle a la comisión de delitos de lesa humanidad y la única manera efectiva y principista de no parecerse a aquello que se combate y se reprueba es el estricto cumplimiento de las leyes y de los principios que caracterizan el Estado de Derecho, lo que en este caso requiere decidir con absoluto apego a lo que está claramente ordenado por el art. 2 ° del Código Penal, en razón de lo dispuesto por el arto 18 de la Constitución Nacional y por los arts. 9° de la CADH y 15.1 del PIDCP, convenciones internacionales que cuentan ambas con jerarquía constitucional por así disponerlo el arto 75 inc. 22 de la Constitución Nacional”[2].

4.- El juez Rosatti realiza un agudo análisis entre la valoración de los hechos por los que ha sido juzgado Muiña y sobre quien recaerá el beneficio, con las necesidades del Estado de Derecho que se encuentra enmarcado en principios fundamentales que menciona.

Así en el considerando 12 expresa que Que lo dicho no supone desconocer que los delitos de lesa  humanidad expresan el estadio más degradado en que ha caído la naturaleza humana, y tampoco conlleva ignorar que el régimen durante el cual se perpetraron los ilícitos probados en esta causa descendió a niveles de inhumanidad nunca vistos en nuestro país desde la sanción de la Constitución Nacional,(…). A continuación manifiesta con cita a Nino, que: (…) un Estado de Derecho no es aquel que combate a la barbarie apartándose del ordenamiento jurídico sino respetando los derechos y garantías que han sido establecidos para todos, aun para los condenados por delitos aberrantes. En referencia a este tema, se ha dicho con razón que "cuando los juicios tienen lugar ante tribunales imparciales, con una amplia oportunidad para que el acusado sea escuchado, con profunda consideración de sus defensas, y el estricto cumplimiento de los procedimientos gobierna la prueba y la imposición del castigo, los beneficios del Estado de Derecho se demuestran públicamente. En el marco de un juicio, el valor del Estado de Derecho es aún más contrastante cuando se contrapone a la conducta ilegal de los imputados" (Nino, Carlos S., "Juicio al mal absoluto", ed. Emecé, Buenos Aires, 1997, pág. 228).

Y, por último, para completar su análisis, recalca: “La humanidad contra la cual fueron cometidos estos crímenes exige del Estado de Derecho la necesaria imparcialidad en la aplicación de las leyes referidas a su juzgamiento, pues de lo contrario se correría el riesgo de recorrer el mismo camino de declive moral que se transitó en el pasado.[3]”

Previamente observa el análisis del juez que dictó la sentencia quien para no aplicar el beneficio de la ley penal más benigna consideró que “a partir de lo dicho puede afirmarse que el razonamiento del a quo, en tanto excluye a las cuestiones relacionadas con la prisión preventiva -y su cómputo- de los principios que rigen la aplicación de la ley penal más benigna, por aducir que este tipo de normas no reflejan "la valoración social de la conducta para una comunidad"[4] . Es decir que el magistrado ponderó la tensión que en la especie se presenta entre la aplicación de los principios de legalidad y de igualdad y una valoración de tipo social de conformidad con el criterio del sentenciante anterior. No dudó en inclinarse por la primera para lo cual subrayó sobretodo la defensa del principio de separación de poderes y el papel que deben cumplir los integrantes del poder judicial para no invadir la órbita del poder legislativo.

5.- Los votos de los ministros Lorenzetti y Maqueda ahondan en aspectos atinentes al tipo de delitos que se encuentran en juego como así también en los motivos por los cuales el art. 8° de la Ley 24.390 no sería aplicable al caso En tal sentido, Lorenzetti considera, “Que en virtud de la calificación de los delitos de lesa humanidad que efectuara esta Corte, no es admisible que una ley cuya finalidad fue limitar temporalmente la prisión preventiva, que es una medida procesal, pueda significar un cambio en la valoración típica de delitos que tienen una dimensión que claramente excede ese ámbito” Más adelante sostiene que “el arto 7° de la ley 24.390 no importó la expresión de un cambio en la valoración social de la clase de delitos que han sido atribuidos en este proceso sino, una decisión tendiente a reducir los plazos de los encarcelamientos preventivos en los procesos penales”[5].

Considera, “que no puede perderse de vista que la detención preventiva de Muiña no se materializó durante la vigencia del arto 7° de la ley 24.390 sino, antes bien, varios años después de su derogación por parte de la ley 25.430[6].”

Por ello entiende que “(…) el carácter permanente de un delito implica que si durante su lapso de consumación rigieron dos leyes, no se trata de un caso de sucesión de leyes penales (hipótesis del arto 2° del Código Penal, donde se debe aplicar siempre la más benigna), sino de coexistencia de leyes. Por lo tanto, siguiendo este enfoque, se debe aplicar una sola ley que es la vigente en el último tramo de la conducta punible.[7]”

Recuerda que es la regla aceptada por la Corte Interamericana “que ha establecido que "por tratarse de un delito de ejecución permanente, es decir, cuya consumación se prolonga en el tiempo (…) la nueva ley resulta aplicable, sin que ello represente su aplicación retroactiva. En este mismo sentido se han pronunciado tribunales de la más alta jerarquía de los Estados del continente americano al aplicar normas penales en casos relativos a hechos cuyo principio de ejecución comenzó antes de la entrada en vigor del tipo penal respectivo" ("Gelman vs. Uruguay", sentencia del 24 de febrero de 2011, apartado 236) En virtud de este otro argumento, es claro que respecto de Muiña resulta aplicable la ley 25.430 que derogó la mentada disposición de la ley 24.390[8].

Luego, subraya que “el carácter permanente de un delito implica que si durante su lapso de consumación rigieron dos leyes, no se trata de un caso de sucesión de leyes penales (hipótesis del art. 2 o del Código Penal, donde se debe aplicar siempre la más benigna), sino de un supuesto de coexistencia de leyes y siendo que solo una de ellas es la que se debe aplicar -porque es uno el delito cometido-, debe aplicarse la vigente en el último tramo de la conducta punible, aun cuando sea la más gravosa ("Jofré", Fallos:327: 3279; "Rei", Fallos: 330: 2434 y "Gómez", Fallos: 332: 1555)[9]

6.- El estrépito causado por la sentencia de la Corte Suprema llevó al Poder Legislativo a sancionar una ley, la N° 27.362 que tiene por objeto la interpretación del artículo  7° de la ley 24.390.  Los tres primeros artículos de la primera, dicen así:

Art. 1º — De conformidad con lo previsto en la ley 27.156, el artículo 7º de la ley 24.390 —derogada por ley 25.430— no es aplicable a conductas delictivas que encuadren en la categoría de delitos de lesa humanidad, genocidio o crímenes de guerra, según el derecho interno o internacional.

Art. 2° — El cómputo de las penas establecido en su oportunidad por el artículo 7° de la ley 24.390 —derogada por ley 25.430— será aplicable solamente a aquellos casos en los que el condenado hubiere estado privado de su libertad en forma preventiva durante el período comprendido entre la entrada en vigencia y la derogación de aquella ley.

Art. 3° — Lo dispuesto por los artículos anteriores es la interpretación auténtica del artículo 7° de la ley

Los dos primeros artículos completan el texto de la ley de modo que el beneficio que concede el artículo 7° no recaiga a favor de los condenados por delitos de lesa humanidad y otros que con muy buen criterio el legislador agrega. El artículo 2° expresa que la ley no tuvo que haber estado en vigencia para que se le aplique al condenado el beneficio del 2×1.

El artículo 2° aclara que el contenido de la ley constituye “la interpretación auténtica del art. 7° de la ley 24.390”. Entendemos que la sanción de la norma se vio empujada por la situación imperante por el rechazo que produjo la sentencia. Sin embargo, nos preguntamos si existe esta categoría de leyes interpretativas y si ellas no constituyen una modalidad que irrumpe en la órbita del Poder Legislativo, en oposición al principio de separación de poderes. Nos parecen interesantes las modalidades del denominado constitucionalismo “dialógico”, no obstante lo cual hay límites que no deberían ser superados. En el caso que nos ocupa la interpretación válida o “auténtica”, sería exclusivamente aquella que contempla el artículo 3 de la nueva ley. Pensamos que este tipo de “salidas” deberían reservarse a situaciones extremas como la presente. Resulta por demás curioso que una ley derogada deba ser interpretada. Decididamente los argentinos somos muy originales en el logro de “atajos” institucionales encaminados a la solución de conflictos.

Por último, la sentencia pone de manifiesto el denodado esfuerzo de sus redactores por ajustare a los principios de legalidad y de igualdad, creemos que más allá del cuidadoso apego a estos jalones básicos para la interpretación de las normas, el juez debe tener en cuenta las consecuencias sociales de sus pronunciamientos. También debe tenerse particularmente en cuenta el resultado de una determinada construcción. Antes de posibilitar el acortamiento de las condenas de los criminales de lesa humanidad, creemos que se imponía bucear para encontrar otras posibilidades. Esa fue la posición que tomaron los ministros que votaron en disidencia, a través de votos que tienen la misma contundencia jurídica de los que componen la mayoría. Claro que éstos consiguieron unir la solidez de los argumentos jurídicos con una solución acorde con los valores de la sociedad que demostró claramente que el “Nunca Más” encierra valores que ella no está dispuesta a renunciar.

 

*Profesor titular de Derecho Constitucional y Director de la Carrera de Posgrado en Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires.

 

 

[1] Artículo 2º.–Si la ley vigente al tiempo de cometerse el delito fuere distinta de la que exista al pronunciarse el fallo o en el tiempo intermedio, se aplicará siempre la más benigna. Si durante la condena se dictare una ley más benigna, la pena se limitará a la establecida por esa ley. En todos los casos del presente artículo, los efectos de la nueva ley se operarán de pleno derecho.

[2] Del considerando 15 de voto de los ministros Highton de Nolasco y Rosencrantz.

[3] Del considerando 12 del voto del ministro Rosatti

[4] Del considerando 9 del voto del ministro Rosatti

[5] Del considerando 12 del voto del ministro Lorenzetti.

[6]  Considerando 17 del voto del magistrado Lorenzetti

[7] Considerando 17 del voto del magistrado Lorenzetti

[8] Considerando 9 del voto del magistrado Maqueda

[9] Considerando 9 del voto del magistrado Maqueda

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LOS ROTHSCHILD Y LA POLITICA EN FRANCIA por Carlos Alberto Kreimer*

| 14 mayo, 2017

Como introducción al tema vale una anécdota. La gran banca de la familia Rothschild hasta fines del siglo XX estuvo dividida (por razones históricas que no vienen al caso), sin que hubiera conflicto parental, entre la inglesa y la francesa. Inmediatamente de terminar la ocupación nazi en el año 1944, un integrante del ejército inglés de apellido Rothschild arribó a Paris en tal condición y, obviamente, quiso interesarse por el destino de la mansión de sus parientes. Llegado al palacio fue recibido por el mayordomo que lo conocía –no había sido sustituido- y una vez adentro se asombró constatando que estaba igual que antes de la guerra. El moblaje, las alfombras, las obras de arte, la lujosa vajilla, la conservación del inmueble, etc., se mantenían impecables. Entonces el inglés interrogó al mayordomo sobre el milagro. El lacayo le hiso saber que durante la ocupación había sido habitada por un aristócrata General de la Wehrmacht que la usó no solo para su vivienda sino también para reuniones y recepciones y así la conservó, aclarándole: “Las guerras pasan, los Rothschild quedan” (Relatos de Antony Beevor en el delicioso libro “Paris después de la liberación: 1944/1949”). Cabe agregar que los Rothschild siempre destacaron con orgullo su condición de judíos. Cuando Isaih Berlin, fue designado profesor en Oxford, siendo al parecer el primer judío en esa calidad, fue invitado por los Rothschild ingleses a su mansión para agasajarlo enviándole su avión particular para el traslado (Biografía de Berlin de Ignatieff).

Estando ocupada Francia durante el conflicto armado y luego de su rendición ante los nazis, se destaca en Londres el General Charles De Gaulle. En rigor de verdad era, más allá de sus méritos personales, el general de un ejército no solo derrotado sino humillado y casi inexistente (solo pervivía en algunas colonias). La ocupación de Francia por los alemanes había sido un paseo y a la afamada línea Maginot la pasaron como alambre caído (primero por el norte y después por el medio). A ello debe agregarse el desastre de Dunkerque donde los franceses armados no se destacaron por la heroicidad. Durante la ocupación, con la payasesca y miserable República de Vichy independiente (¿?), los franceses, con relación a otros países ocupados por los nazis no la pasaron demasiado mal. Sartre (antes de su huida a Londres) al igual que otros autores, estrenaron obras de teatro en París, y el gran Marcel Carné (que había conmovido a los entonces poco fans del séptimo arte con El Muelle de las Brumas en 1938) filmó varias películas (“Los visitantes de la noche”, “Sombras en el paraíso”), en las cuales los cinéfilos intentaron ver, larvadamente, metamensajes rebeldes inexistentes. El historiador Pierre Vilar en su suerte de biografía titulada “Pensar históricamente”, nos relata que habiendo sido oficial del ejército francés fue tomado prisionero por los alemanes, se escapó del campo de detención y, recapturado, llevado al mismo lugar sin sanción alguna (tratándose de los nazis esto parece ciencia ficción, pero demuestra el trato de los nazis con los franceses arios).

Los partisanos o maquís franceses fueron generalmente los judíos y los comunistas, teniendo buena actividad sobre todo en los gremios ferroviarios que manejaba el PCF (esa epopeya fue rescatada en una película semidocumental de posguerra dirigida por René Clemént titulada “La batalla del riel”). Nadie sancionó a los artistas e intelectuales colaboracionistas después del conflicto, que no fueron pocos. El arquitecto Le Corbusier, claramente antisemita y colaborador de la ficción de Petain y Laval, sigue siendo reverenciado por su obra y talento. Nadie ignoraba (ni siquiera su marido) que la bella Arletty fue amante de un militar nazi durante la filmación de “Los visitantes de la noche”; pero parece que solo rapaban a las muchachas que en la entrega de su cuerpo, sin ninguna ideología previa, encontraron la forma de tener una vida más placentera para ellas y su familia. El histriónico cantante Mauricie Chevalier, que algún proceso sin condena soportó, llegó luego a la Argentina y la colectividad judía, no institucionalmente pero con los medios de la época –el boca a boca y el teléfono- lo boicoteó y no fue a sus funciones.

Estando en Londres no obstante De Gaulle, heroico general de un ejército inexistente y humillado, se manejó como un genial político. Creo el movimiento Francia Libre y terció entre los jefes de los aliados. Logró, luego de serios altercados con quienes consideraba sus pares que después del desembarco en 1944 (donde los franceses casi no participaron y su colaboración con los espías no fue significativa) que un nuevo y pequeño grupo de uniformados a mando del General Le Clerc (aristócrata) con la ayuda de partisanos parisinos, entrara a París para su liberación  (las disputas en Londres entre De Gaulle y el resto de los jefes militares y políticos aliados son precisadas por los historiadores del desembarco Beevor y Atkinson). De Gaulle se convierte en la máxima autoridad francesa hasta el llamado a elecciones. Gran político.

Años después, en 1958, estando complicada Francia por la revuelta de Argelia y la inestabilidad de las luchas políticas internas, el General Charles De Gaulle –por entonces jefe del Estado Mayor- da un golpe de estado, sorprendiendo por la discontinuidad de una pretendida tradición democrática que nunca existió, y se hace del gobierno. La Asamblea Nacional lo nombra Presidente otorgándoles plenos poderes. Luego se entierra la Cuarta República y mediante una asamblea constituyente nace la Quinta República a imagen y semejanza de los requerimientos de De Gaulle quién ejerce por siete años la primera presidencia, como cabeza de un partido político por él creado (“Alianza del Pueblo Francés”). No existía entonces la definición política de outsider ni sorprendía este ascenso al poder fuera de los partidos tradicionales como puede ocurrir ahora. La lectura desde la izquierda era clara y terminante: la burguesía gobernaba en un monolítico bloque hegemónico al que se sumaba entonces el ejército. Gramsci, Marx y Lenin se respetaban en este cuadro y, si fuera poco y para completar, tenía los mejores intelectuales orgánicos como Alexander Kojève (con sus famosos seminarios a los que también concurría Lacan), Raymon Aron y André Malraux. La opción de izquierda eran el Partido Comunista revolucionario, y los reformistas radicales y socialistas. Si algo faltaba para para no dudar, el primer ministro fue otro total outsider, el gerente de la banca Rosthschild Georges Pompidou, sin ningún antecedente en la política que solo tenía el título de licenciado en letras, aunque partícipe de la resistencia. Todo claro: el ejército, la burguesía, la banca y sus intelectuales orgánicos juntos en el bloque de poder. No importaba el distingo de los actores gobernantes ni de un nuevo partido. Bien alineada la realidad desde la lectura progresista maniquea. Se decía en este contexto que era mejor equivocarse con Sartre (la izquierda) que acertar con Aron (la derecha). Era entonces para aplaudir el gesto de Sarte que en 1964 rechazó un premio de la burguesía: el Nobel.

Producido el memorable mayo francés en 1968 hizo suponer, en cabeza de algunos pensadores lúcidos, que Francia sería sacudida por una revolución de izquierda (a punto tal que ni siquiera Aron pudo calmar a Kojève que murió de un síncope en Bruselas por el stress). Pompidou manejó la situación como un fino genio de la política logrando sobrellevar la situación sin represiones ni víctimas, cuando el mismo De Gaulle, retornado bruscamente de un viaje al exterior, no pudo conseguir un amplificador para hablar ante los adictos que, también asustados, lo vivaban en los Campos Elíseos en el corazón de Paris. De ese momento conocimos, casi un década después, la carta que Pompidou le mandó a Aron para tranquilizarlo, que es una clase magistral de alta política. Desde luego que en favor de Pompidou jugó que no existía un partido orgánico que encarara una revolución y el primer ministro supo leer la realidad. Se conmemoraba por entonces los 150 años del nacimiento de Carlos Marx y los 100 de la primera edición de El Capital y un grupo de intelectuales y políticos marxistas coincidían para la celebración en ese mayo de 1968 en un edificio de la Rive Gauche. Cuenta Hobsbawm (“Años interesantes”) que viendo los sucesos callejeros interrogó a un alto dirigente del PCF quién, más o menos, le respondió lo siguiente: “son los muchachos que están revoltosos”. No debe extrañar entonces que los revoltosos cambiaran su literatura y aparecieran otros autores favoritos como Hebert Marcuse, y que el sucesor de De Gaulle fuera Georges Pompidou.

Y así llegamos al 2017. Sorprende a Francia una segunda vuelta entre partidos que no tienen gran tradición. Marine Le Pen candidata de un partido aparecido en los setenta nominado Frente Nacional, (de no fácil calificación que se destaca por su xenofobia, nacionalismo y populismo) y Emmanuel Macron del partido En Marcha de su creación reciente para estas elecciones, con no demasiados antecedentes en la política (fue Ministro de Economía del socialista Hollande) y se constituirá en el presidente más joven de la historia francesa. Los partidos tradicionales de izquierda, comunistas y socialistas, insignificantes en la cantidad de votos. Las categorías clásicas de la lectura electoral, respondiendo a tradiciones, han sido olvidadas y poco sirven. Salvo el caso de Jean-Luc Mélenchon que aparece como candidato de la llamada izquierda más dura que, aún con procedencia de la guache (marroquí ex trotzquista y socialista), crea también su propio partido “Francia Insumisa” y es votado por parte del electorado obrero de París. Caben dos datos interesantes. En gran parte de las regiones del interior francés los comunistas, dirigentes y gobernantes, se han pasado a Marine Le Pen (como resulta directamente de declaraciones expresas y resultados electorales, y de textos como Regreso a Reims de Didier Eribon). Y para completar también Emmanuel Macron ha sido socio gerente de la Banca Rothschild. ¿Lo esperan los mismos éxitos que a Pompidou? La historia dirá, pero se puede adelantar remedando al aristócrata General alemán: “Las elecciones pasan y los Rothschild quedan”.

 

*Socio del Club Político Argentino

 

 

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CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA por Carlos Gabetta*

| 14 mayo, 2017

Fuente: Perfil

La socialdemocracia, el socialismo republicano, se desmorona. En las presidenciales francesas, el Partido Socialista (PS) obtuvo el porcentaje más bajo de su historia: 6,36%. Antes, François Hollande había renunciado a presentarse a la reelección, ya que su mandato tenía un índice de aceptación… del 8%.

Una semana después de la victoria del liberal-centrista Emmanuel Macron, Manuel Valls, ex primer ministro de Hollande, afirmó que “este Partido Socialista está muerto” (El País, Madrid, 10-5-17). Valls, un joven político que personifica la deriva liberal de la socialdemocracia europea de las últimas décadas, había sintetizado sus medidas de gobierno: “My government is pro-business”, tal cual, en inglés. Después de la debacle, Valls no vaciló en postularse como candidato de ¡En Marcha!, la coalición del victorioso Macron, para las elecciones legislativas del 11 y 17 de junio, pero fue rechazado: “En estos momentos no cumple los criterios de aceptación de su demanda de investidura”, afirmó Jean-Paul Delevoye, presidente de la comisión que coordina el nombramiento de 577 candidatos de ¡En Marcha! Macron tendrá la última palabra (El País, 11-5-17). El PS, por su parte, analiza la expulsión de Valls, mientras su candidato a las presidenciales, Benoît Hamon, anunció la creación de un movimiento “transpartidista”… de izquierdas.

Pero el fenómeno no se circunscribe a Francia. El domingo pasado, en Alemania, los conservadores de la canciller Angela Merkel obtuvieron una clara victoria (33% a 26%) en el estado de Schleswig-Holstein, un feudo del Partido Socialdemócrata (SPD), que retrocedió 4 puntos respecto de la elección anterior. En España, los socialistas se encaminan a una fractura. En Italia, el Partido Democrático ya sufrió una escisión, encabezada por el ex ministro Pier Luigi Bersani, quien fundo el Movimiento de los Democráticos y Progresistas. Más de lo mismo, con las variantes del caso, en Grecia y en otros países, incluso en los escandinavos: en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, la extrema derecha triunfó en Dinamarca, además de Francia y Gran Bretaña…

Los partidos socialdemócratas están tan desvalorizados que incluso algunos intentos actuales de “volver a las fuentes”, bastante difusos por cierto, tienen un pronóstico electoral devastador. Es el caso de Jeremy Corbin en Inglaterra.  Pero si lo de Corbin es por ahora un pronóstico, el resultado de Francia es una prueba: Hamon obtuvo su candidatura con un programa que insinuaba ese retorno programático, pero así le fue.

Las razones del fenómeno ya se han expuesto en este espacio:  “Hoy la crisis económica y financiera capitalista es global, estructural; está instalada en el corazón del sistema y su persistencia provoca remezones políticos (…) oficialmente desaparecida la propuesta redistribucionista socialdemócrata, las bases se agitan hacia el populismo con ‘relato’ de izquierdas, o el populismo puro y duro de derechas” (Perfil, 17-7-16 y 16-10-16).

Puesto que los mismos fracasos ante la crisis afectan de igual modo a liberales y conservadores, el republicanismo se orienta ahora hacia coaliciones liberalcentristas, con vagos tintes socialdemócratas. Es el caso de Macron y del resucitado Mateo Renzi en Italia. O sea, más de lo mismo, pero en una mezcolanza de propuestas que, por ahora, no es más que oportunismo electoral ante la debacle de los partidos tradicionales.

Entretanto, la cadena CNN acaba de ofrecer una cobertura del cierre de centenares de grandes comercios en Estados Unidos ante el auge de las ventas por internet, mientras en España las familias que se declaran insolventes ascienden al 42,9% (El País, 10-5-17).

“Es la crisis estructural de la economía capitalista, estúpidos”, diría Karl Marx, parafraseando a Bill Clinton, quien “olvidó” lo de “crisis estructural”… y allí está Donald Trump.

* Periodista y escritor. 

 

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DESDE HACE 204 AÑOS SE CONMEMORA EL “DÍA DE LA MINERÍA” EN EL “PAÍS DE LA PLATA” por Fernando Del Corro*

| 9 mayo, 2017

            El 7 de mayo de 1813, el Segundo Triunvirato, integrado entonces por Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Pérez, envió a la Asamblea Constituyente un proyecto de Ley de Fomento Minero que fue aprobado rápidamente por lo cual, con el correr del tiempo, se estableció esa fecha para la conmemoración del “Día de la Minería”.

            La Argentina es el único país del mundo cuyo nombre deviene de un metal, la plata, “argentum” en latín, como se lo conocía en Europa desde algunos siglos antes de la llegada del genovés Cristóbal Colón al Caribe, lo que quedó reflejado en el poema “Oda a Parsifal” del bardo alemán Wolfram von Eschenbach dado a conocer en el lejano 1215.

            Los caballeros de la “Orden del Templo” se sumaron, según su tradición, a ese conocimiento cuando en 1314, tras la ejecución del Gran Maestre de la misma, Jacques Bernard de Molay, por disposición del rey francés Felipe IV, “El Hermoso”, sus seguidores en diferentes direcciones, entre ellas la Argentina donde construyeron un fuerte en el Golfo San Matías.

            Esa tradición dice que luego siguieron camino por tierra hacia el norte, se mezclaron con los comechingones y llegaron algunos, incluso hasta las regiones mineras de la actual Bolivia, todo lo cual dio lugar, seguramente, a que un hombre culto como Martín del Barco Centenera, diera a conocer en 1602, en Lisboa, su “Oda a la Argentina”, que definió el nombre del país.

            Pero ya, 36 años antes de que el clérigo extremeño diese a conocer su poema, la plata fue el eje de la construcción de los actuales territorio y estado argentinos cuando el 2 de enero de 1566 el economista Juan de Matienzo, de Chuquisaca, recomendó al rey Español Felipe II la concreción de la creación de un puerto en el estuario del Plata, tras el fracaso de Pedro de Mendoza.

            Matienzo, el primer gran economista americano, explicó en su carta al monarca que el sistema del traslado de la plata potosina a España, mediante un complicado sistema de transbordos entre carretas y barcos arrancando hacia el Pacífico para luego tornar hacia el Atlántico era lento, costoso y muy peligroso su paso por el Caribe.

            Por lo tanto la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires nació como el centro vital para el transporte de metales desde el llamado Alto Perú a España y el envío de abastecimientos de bienes y esclavos enviados por la corona, sobre todo estos últimos, para ser destinados a la explotación argentífera, y algo aurífera, en el Potosí.

            Los potosinos, iniciado el proceso emancipador, con idas y venidas, formaron parte del territorio argentino, hasta que en 1825, tras la victoria final de Antonio José de Sucre sobre los españoles, se declaró la independencia de Bolivia, así nominado en homenaje al libertador Simón Bolívar quién solicitó con éxito a la Argentina la cesión de la salida al mar por Antofagasta.

            Desde entonces la minería fue clave en la economía de Bolivia, Chile, Perú y Brasil, país este último, cuyo oro encontrado en la zona de Minas Gerais, fue clave para el financiamiento de la Revolución Industrial desarrollada en Escocia e Inglaterra, tras el acuerdo de Methuen entre las coronas de Portugal y la misma Inglaterra.

            Dentro del territorio argentino la minería nunca constituyó un aporte importante dentro del Producto Interno Bruto (PIB) siendo el emprendimiento más importante durante mucho tiempo el Yacimiento Minero de Río Turbio, carbonífero, detectado por el teniente de navío Agustín del Castillo el 23 de febrero de 1887, 130 años atrás, en Santa Cruz.

            En 1945 se descubrió el yacimiento de hierro de Sierra Grande, en Río Negro, que tuvo importancia para el desarrollo de la industria siderúrgica durante varias décadas hasta quedar inactivo en 1992, luego de lo cual en 2006 el presidente Néstor Carlos Kirchner lo cedió mediante un canon único de 6,5 millones de dólares estadounidenses a la firma china Leng Cheng Mining.

            Ésta explotó la mina, enviando mineral de hierro en bruto a los Estados Unidos de América, hasta 2014 cuando las autoridades rionegrinas adoptaron sanciones al haberse detectado la inexistencia de servicio médico para los trabajadores y otras irregularidades, tras la cual hubo una quasi paralización de actividades por la caída del precio internacional de ese mineral.

            Durante las últimas décadas se avanzó en la explotación minera y así en 1997 comenzó la extracción de cobre y oro en Bajo la Alumbrera, en Catamarca, es uno de los yacimientos auríferos más importantes del mundo, ahora manejada por la empresa suiza Xstrata, con socios menores, incluida la estatal YMAD, donde se trabaja a cielo abierto.

            Posteriormente se implementaron nuevas iniciativas en la zonas cuyana y noroestina, algunos con serios reclamos con contaminación ambiental, entre los que están los de Agua Rica, Pascua Lama y Veladero, mientras en Chubut se trabaja sobre el proyecto  aurífero El Desquite, mientras en Santa Cruz el Manantial Espejo está a la espera de mejoras en el mercado.

            También en Santa Cruz se encuentra el yacimiento Cerro Vanguardia puesto en marcha en octubre de 1998 al tiempo que por una decisión del gobierno provincial la empresa estatal Fomicruz SE también avanzó en la minería no metalífera y su industrialización para la producción de materiales para la construcción.

            La minería, de la cual se conmemora este 7 de mayo su día en la Argentina, es la actividad productiva humana más antigua, ya que data de unos 2,5 millones de años cuando los primeros hombres comenzaron a tallar las piedras para la producción de herramientas que luego les permitieron avanzar en otras actividades como la agricultura.

*Periodista, historiador, especialista en economía.

 

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EL ANTROPOCENO, UN CONCEPTO QUE SINTETIZA LA CRISIS CIVILIZATORIA por Maristella Svampa*

| 9 mayo, 2017

Una reflexión que se está gestando en los últimos quince años a nivel global sobre el Antropoceno, un nuevo concepto-síntesis muy ligado a la crítica del extractivismo que hacemos desde América Latina.

El término Antropoceno reúne dos términos: del griego, ἄνθρωπος (anthropos), que significa hombre y καινός (kainos), que significa nuevo o reciente. El mismo fue propuesto por algunos científicos para sustituir el de Holoceno, que es la actual época del periodo Cuaternario en la historia terrestre y designa una nueva era geológica en la cual el hombre se convierte en una fuerza de transformación con un alcance global y geológico. Según diferentes especialistas y científicos habríamos ingresado hacia 1780 al Antropoceno, esto es, con el advenimiento del capitalismo.

Hablar de Antropoceno implica afirmar que el ser humano y su acción, su repercusión sobre el sistema Tierra, han traspuesto un umbral. Este término fue acuñado por Paul Krutzen, químico y premio Nobel por sus trabajos sobre la capa de ozono, que en el año 2000, durante un coloquio internacional en Cuernavaca, en el marco de una discusión sobre las edades del planeta, terminó casi a los gritos planteando que no estamos más en el Holoceno sino en el Antropoceno.

Dos años después, Krutzen desarrollaba el concepto y la historia del Antropoceno en un artículo muy célebre de la revista Nature, en donde hablaba sobre esta nueva edad para señalar que el hombre en tanto especie se había convertido en una fuerza de alcance telúrico.

El concepto de Antropoceno se expandió no solo en el campo de las llamadas ciencias “duras” sino también en el campo filosófico y en las ciencias sociales y humanas, y devino en un punto de convergencia entre geólogos, ecólogos, especialistas del clima y del sistema Tierra, historiadores, filósofos y movimientos ecologistas para pensar esta edad en la que la humanidad se convirtió en una fuerza geológica mayor.

¿Cuál es la especificidad del Antropoceno?

Retomando a diversos autores, y muy especialmente a Christophe Bonneuil y Jean Baptiste Fressoz (El acontecimiento antropoceno. La tierra, la historia y nosotros, publicado en 2013), podemos establecer cuatro elementos específicos de esta nueva era.

En primer lugar, refiere al aumento de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Por ejemplo, en relación a 1750, en cuanto a las emisiones humanas, la atmosfera contiene más de un 150 % de gas metano, más del 70 % de nitrógeno y más del 45 % de dióxido de carbono.

Sin embargo, no solo se trata de los gases de efecto invernadero. También están los gases que emiten las heladeras y los aires acondicionados. Recordemos que todos estos gases son de efecto invernadero ya que retienen el calor que la Tierra, calentada por el sol, emite hacia el espacio. Y la acumulación de ese gas en la atmosfera no ha tardado en aumentar el calor de la Tierra.

Consecuencia de ello es que desde mediados del siglo XX la temperatura aumentó 0,8° C, y los escenarios previstos por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) son de un aumento de la temperatura que iría entre un 1,2 y 6° C de acá a finales del siglo XXI. Los científicos consideran que la barrera de más de 2° C es considerada un umbral de peligro, y que bien podría ser mayor el aumento de temperatura si todo continúa como sigue siendo hasta ahora (business as usual). Los enfoques sistémicos y los avances científicos más recientes muestran que aún una débil variación en la temperatura media del globo terráqueo podría desencadenar cambios imprevisibles y desordenados.

Entonces un primer elemento ligado a este pasaje del Holoceno a lo que llamamos hoy Antropoceno es, sin duda, el cambio climático efecto del calentamiento global.

El segundo elemento se refiere a la degeneración general del tejido de la vida en la Tierra y sobre todo la pérdida de biodiversidad. Esta última está ligada a un movimiento de simplificación, fragmentación y destrucción de ecosistemas, que también es acelerado por el cambio climático. Basta subrayar que en los últimos decenios la tasa de extinción de las especies es mil veces superior que a la normal geológica.

El tercer elemento destaca el hecho de que ha habido cambios en los ciclos biogeoquímicos del agua, del nitrógeno y del fósforo, todos ellos muy esenciales, como aquel del carbono, que pasaron en los últimos dos siglos al control del hombre. En el mismo sentido, la modificación del ciclo continental del agua es masiva con el drenaje de las zonas húmedas del planeta y la construcción de más de 45 mil represas, que retienen el 15 % de los flujos de los ríos del globo. También hubo un cambio en los ciclos del nitrógeno, que está ligado a la utilización de fertilizantes, lo cual acentúa el efecto invernadero y el ciclo del fósforo.

El cuarto elemento fundamental que implica un cambio hacia una nueva edad geológica es el aumento de la población. Hemos pasado de 900 millones de habitantes en 1800 a siete mil millones de habitantes en 2012. La humanidad hoy consume una vez y media lo que el planeta puede proveer de manera sustentable. Para usar una metáfora, no solo nos comemos los frutos sino también las ramas del árbol sobre el cual estamos sentados.

Entonces, para sintetizar, el Antropoceno refleja un cambio en el sistema Tierra. Tal es así que los geólogos se han reunido en los últimos años para ver si efectivamente es posible hablar de un cambio en la era geológica, y para ellos, desde el punto de vista geológico, para que haya un cambio, esto tiene que registrarse. Esto es, la actividad humana tiene que haber dejado una huella significativa en los estratos geológicos recientes.

Efectivamente, en este año 2016, un grupo de científicos de la Universidad de Leicester, del Servicio Geológico Británico, está estudiando si la actividad humana está conduciendo al planeta a una nueva era geológica, el Antropoceno. Se preguntan si es visiblemente diferente al Holoceno, y las respuestas están indicando que efectivamente hay una gran diferencia, y que sobre todo hay señales que se pueden observar en las rocas, en los sedimentos y en el hielo. Y lo que enfatizan los geólogos es que el Holoceno, la etapa anterior que duró unos 10 mil años, hasta el año 1780, según algunos, fue una etapa durante la cual las sociedades humanas avanzaron en domesticar gradualmente la tierra y los animales para producir alimentos, para construir asentamientos urbanos y beneficiarse de los recursos del planeta. Pero esta nueva era, el Antropoceno, estaría marcada por el rápido cambio ambiental provocado por el impacto del aumento de la población humana y el incremento vertiginoso del consumo en las últimas cinco o seis décadas. Los geólogos insisten también que efectivamente hay un cambio de era geológica en la cual sin duda uno de los signos fundamentales es el aumento del dióxido de carbono en la atmosfera, que empezó a aumentar de manera gradual para hacerse más importante en los últimos tiempos. En suma, tal como reseña un artículo de El Mundo, publicado el 07 de enero de este año, “durante el 2016, el Anthropocene Working Group recabará más indicios del comienzo de esta era para informar sobre si se debería reconocer oficialmente y, de ser así, cómo se debería definir y calificar”.

Desde el punto de vista de las ciencias sociales, el ingreso al Antropoceno nos hace repensar la noción de crisis ambiental y de desarrollo sustentable. Para empezar, el termino crisis designa un estado temporario, mientras que en realidad el Antropoceno parece designar más bien un punto de no retorno. Una suerte de bifurcación geológica sin retorno previsible a la normalidad que significaba la era anterior, la del Holoceno. Por otro lado, el concepto de Antropoceno también es sumamente crítico porque anula el concepto de desarrollo sustentable. Es decir, no considera que la naturaleza sea un simple socio de la economía o una nueva columna en la contabilidad de las grandes empresas, sino que coloca un cuestionamiento general frente al avance de la destrucción de los ecosistemas y sobre todo señala que el discurso del desarrollo sustentable se asentaba sobre la base de una idea de la naturaleza lineal y reversible, con la cual podíamos retroceder y volver sobre un punto diferente de mayor conservación, esto es, un régimen estacionario óptimo.

La idea que instala el Antropoceno es que no hay retorno, pues la naturaleza no es lineal, y que inclusive vista como Gaia, como ecosistema, ésta puede reaccionar de una manera imprevisible e incontrolable a los impactos que han generado la acción humana global sobre la misma.

Es un concepto también profundamente filosófico porque pone en cuestión la visión antropocéntrica que desde la modernidad, ilustrada por la filosofía de René Descartes, se ha construido sobre la relación sociedad-naturaleza. En términos filosóficos, la modernidad se ha construido sobre la base de la separación entre el ser humano y naturaleza, entre sustancia pensante y sustancia extensa. Es lo que se denomina la ontología dualista.

Esta idea de exterioridad del ser humano sustenta además una práctica de control y dominación de la naturaleza y está en la base de la visión científica moderna. Hay una frase célebre de otro filósofo y científico de la época, Francis Bacon, que dice que a la naturaleza hay que torturarla para extraerle sus secretos… Esta idea de exterioridad que ha instalado esta división jerárquica, este hiato, entre el ser humano y la naturaleza está en la base de esta visión moderna que ha dado lugar a una práctica destructiva respecto de la naturaleza y los ecosistemas.

En este sentido también la idea de Antropoceno está cuestionando la relación binaria o de exterioridad que el ser humano ha tenido tradicionalmente para con la naturaleza, poniéndonos de cara al problema de los límites de la acción humana frente a una naturaleza que ahora reacciona de manera no lineal, de manera imprevisible. Esto también coloca otro cuestionamiento fundamental respecto de la filosofía contemporánea, que se construyó en base al dualismo ontológico, pues la idea misma de libertad humana se ha concebido como producto del desencastramiento del hombre en relación a la naturaleza (hay en la actualidad una extensa bibliografía filosófica sobre el tema, que subraya el fin de “la excepción humana”). En consecuencia, es necesario entonces repensar la idea de libertad, cuestionar la relación del hombre con la naturaleza desde otras ontologías, para poder sentar las bases de una nueva ética ambiental que nos asegure un orden sustentable en este mundo.

Por otro lado, hay una suerte de consenso que subraya que el ingreso al Antropoceno se habría dado con la Revolución industrial, es decir, con la invención de la máquina a vapor y con el ingreso a una era basada primero en el carbón y luego en los combustibles fósiles. A esta primera fase, le seguiría una segunda llamada la de “la Gran aceleración”, que se iniciaría luego de 1945 siendo ilustrada por una gran cantidad de indicadores de la actividad humana que van de la concentración atmosférica del carbono y del metano, hasta el número de represas, de restoranes Mcdonald, pasando por el ciclo del nitrógeno, del fosforo y la pérdida de biodiversidad. Todos estos indicadores dan cuenta de un impulso exponencial de impactos humanos desde 1950 a esta parte. Y habría una tercera fase del Antropoceno, la actual, que habría arrancado hacia el año 2000 marcado por ciertos giros o puntos de inflexión. Es todavía el carbono el que encabeza o marca la periodización, pero esta sería una etapa que revela la toma de conciencia del impacto del ser humano en o sobre el ambiente global. Así, el Antropoceno es sin duda un Capitaloceno, como insisten algunos autores ecomarxistas, entre ellos Jason Moore, en 2014.

Somos todos responsables, es cierto. Pero algunos son más responsables que otros. Algunos autores nos recuerdan que son 90 las empresas responsables del 60 % de las emisiones acumuladas de CO2 y de metano entre 1850 y hoy. Es decir, que algunos hablan no solo de un Capitaloceno, sino también de un Oligantropoceno, es decir, que la responsabilidad estaría concentrada en una pequeña fracción de la humanidad, en los países ricos, en los países desarrollados.

En esa misma línea, la historia del Antropoceno es también la historia del Angloceno, porque Gran Bretaña y Estados Unidos representan el 60 % de las emisiones acumuladas de CO2 en 1900, 55 % en 1950 y casi el 50 % en 1980. Por supuesto, a esto hay que agregarle el ingreso de otros países sobre todo a partir de la segunda década del siglo XX. Por ejemplo, Rusia llegará al 200 % de su capacidad hacia 1973. China alcanza este índice en 1970, y no deja de aumentar, llegando al 256 % en 2009, mientras que en Estados Unidos la huella ecológica llegaría al 176 % en 1973.

Hoy estamos consumiendo un planeta y medio por año. A esto nos referimos con la huella ecológica. Y el caso es que estamos a más del 150 % en la actualidad. Pero la responsabilidad no es la misma para todos. El Indicador de Huellas Ecológica Humana Global indica entonces que hay un intercambio desigual. Hay un intercambio desigual no solo económico sino también ecológico que es evidente cuando hablamos de las diferencias entre la geografía del consumo y la geografía de la extracción. La responsabilidad compete sobre todo a los países más ricos y también a los llamados países emergentes, mientras los países de América Latina están por debajo del 50 % del consumo. Estamos consumiendo el planeta. Poderío y ecocidio están muy vinculados al ingreso al Antropoceno, y por supuesto hay una huella geológica humana global que es necesario leer en términos de intercambio ecológico desigual y por ende de “deuda ecológica”.

El Antropoceno es así un indicador de la huella geológica. Este aumento de la huella ecológica ilustra un ecocidio que sin duda remite al rol de las guerras, sobre todo a partir de la Segunda guerra mundial, cuando podría decirse que las guerras, creando un estado de excepción, justificaron y alentaron una brutalización de la relación entre sociedad y el ambiente. Las nuevas guerras con sus tácticas de tierra arrasada, con sus uso de técnicas y armas que buscan modificar el ambiente, volverlo hostil a la población, implicaron un cambio notorio. Esto se vio potenciado por la petrolización de las sociedades occidentales en los decenios de 1950 y 1960, hecho que fue preparado sobre todo durante la Segunda guerra mundial. De modo que, el complejo bélico militar jugó un rol muy destacado en el despliegue de energías energívoras para quienes el poderío importaba más que el rendimiento.

Por supuesto, el ingreso al Antropoceno también aparece vinculado a la expansión de la sociedad de consumo con su lógica de la obsolescencia precoz. Esto se inscribe en un movimiento mucho más extenso que tiene que ver con el cambio en el método alimentario de las últimas décadas. En Argentina, como país sojero, lo sabemos muy bien. Hemos asistido a un cambio hacia un modelo más cárnico y más azucarado. Así que este modelo construido por las grandes firmas agroalimentarias se acompaña de una degradación de los ecosistemas del planeta: sobrepesca, especialización, monocultura minando la biodiversidad, contaminación por fertilizantes y pesticidas, bosques retrocediendo ante la ganadería, la soja o la hoja de palma. Son todos importantes en la emisión de gases de efecto invernadero. Y nos indica que el cuerpo del Antropoceno es también un cuerpo alterado por sustancias toxicas, que hemos ido internalizando, naturalizando, sin cuestionarnos sobre esta anormalidad.

Pero sin duda la noción de Antropoceno está muy ligada a la expansión del capitalismo a partir de 1740, y a la exigencia del capitalismo avanzado de mayor consumo de materia y energía. En esta línea, el de Antropoceno es un concepto crítico del capitalismo que permite establecer puentes con conceptos elaborados desde América Latina, como la crítica al neoextractivismo, pues ambos abren una indagación sobre la doble dinámica del capital, no solamente sobre la relación capital-trabajo, sino también sobre aquella de la capital-naturaleza. Aclaremos que la cuestión del intercambio metabólico entre el ser humano y la naturaleza atraviesa de modo marginal ciertos escritos de Marx, pero aparece desarrollado por representantes del marxismo crítico (y ecológico) en épocas más recientes (James O`Connor y J. Bellamy Foster). En suma, La noción de Antropoceno plantea un puente directo con la crítica al extractivismo, en la medida en que pone de relieve la correlación existente entre el aumento del metabolismo social y el incremento de acumulación del capital, lo cual se traduce en términos de desposesión, cercamiento de bienes comunes y mayor destrucción de bienes naturales y territorios. Por último, estas líneas críticas nos permiten salir de aquellas visiones reduccionistas y unidimensionales que todavía nos proveen ciertos análisis contemporáneos, centrados exclusivamente en los conflictos en torno al trabajo.

Por otro lado, ya dijimos que desde el punto de vista filosófico el Antropoceno pone un cuestionamiento a la relación de exterioridad del hombre con la naturaleza, la visión dualista que instala no solo un hiato, una separación entre el hombre y la naturaleza, sino que se estructura en pares binarios que indican una relación jerárquica, en donde el hombre aparece como superior y amo de la naturaleza. En esta línea, las reflexiones en torno a los conceptos de Buen vivir y de derechos de la naturaleza que, en el marco de una visión más holística, más relacional, mas conectada con la cosmovisión indígena, se están desarrollando en América Latina, sin duda colocan un cuestionamiento también a esta visión binaria, a esta visión externa, del hombre respecto a la naturaleza, para dar lugar a otras ontologías, basadas en sentidos culturales diferentes, a otros lenguajes de valorización, del territorio y de la naturaleza, asociados a la gramática política de nuevos movimientos socioambientales y territoriales en toda América Latina y también de determinadas comunidades indígenas.

Por último, el Antropoceno nos interroga sobre el lugar de América Latina. Para decirlo de otro modo, nos advierte sobre una realidad global que también es necesario leer en términos geopolíticos, de división internacional del trabajo, puesto que como de costumbre estamos ante un intercambio ecológico desigual en donde la geografía del consumo involucra principalmente a los países más desarrollados e incluso aquellos emergentes, mientras que la geografía de la extracción nos indica la persistencia del llamado Sur o Tercer mundo, América Latina, Asia y África, dentro de un patrón de acumulación asociado a la exportación de naturaleza, en el marco de una inserción subordinada. Reconocer las desigualdades socioambientales y la existencia de una deuda ecológica no nos habilita sin embargo a soslayar el hecho de que nuestra permanencia en el neoextractivismo y la expansión de sus fronteras, también apunta a ampliar el horizonte de la crisis civilizatoria.

• La autora es socióloga, escritora e investigadora, autora de Debates Latinoamericanos. Indianismo, Desarrollo, Dependencia y Populismo (2016) y co-autora del libro Maldesarrollo, la Argentina del extractivismo y el despojo (2014). Esta nota es una transcripción de una columna que la autora desarrolló en la radio comunitaria Kalewche. Estos aportes constituyen una síntesis de diferentes lecturas; entre ellas, cabe destacar los textos de de Ch. Bonneuil y JB Fressoz, L`événement anthopocène, La terre, l´histoire et nous; Sueil, Paris, 2013; Bruno Latour, Face à Gaia. Huit confèrence sur le nouveau régime climatique, París La Découvert, 2015; así como diferentes textos de E.Viveiros de Castro, Isabelle Stengers, Deborah Danowsky y Dipesh Chakrabarty, recogidos en E.Hache, De l´univers clos au monde infini, Editions Dehors, 2014.

 

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LAS OCULTADAS CAUSAS POLÍTICAS DEL CRECIMIENTO DE LAS DESIGUALDADES por Vicenç Navarro*

| 9 mayo, 2017

Una de las características del tiempo que vivimos es el crecimiento de las desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales, tanto entre como dentro de la mayoría de países capitalistas desarrollados. En este artículo me centraré en las causas del crecimiento de las desigualdades económicas, analizando las desigualdades salariales, las desigualdades en los ingresos familiares y las desigualdades en la propiedad del capital (productos que generan renta), analizando tales desigualdades en Estados Unidos, por dos razones: una, por ser representativo del capitalismo más avanzado y desarrollado del mundo capitalista occidental (punto de referencia para el pensamiento liberal); y otra, porque lo que estamos viendo desde los años ochenta, a partir de la revolución neoliberal iniciada por el presidente Reagan, es la “americanización de Europa”, expresión que refleja el dominio del pensamiento liberal a los dos lados del Atlántico Norte.

En realidad, tal crecimiento de las desigualdades económicas se debe primordialmente a la aplicación (e imposición) de las políticas neoliberales en la gran mayoría de tales países, siguiendo el modelo neoliberal estadounidense.

Las desigualdades salariales

Si analizamos la evolución de los salarios, ya sea considerando el salario por hora, ya sea el salario anual, podemos ver que los salarios del decil superior han crecido de una manera muy marcada, casi exponencial a partir de la década de los años ochenta (cuando se inició la revolución o, mejor dicho, contrarrevolución neoliberal), mientras que los salarios de los cuatro deciles inferiores han ido creciendo muy lentamente desde entonces (e incluso han descendido durante la Gran Recesión 2007-2015, lo cual nunca ocurrió en el decil superior, cuyos salarios continuaron aumentando durante la Gran Recesión). Y lo que sí que disminuyó en la gran mayoría de la población asalariada fueron los beneficios sociales, relacionados con los sueldos. Así, por ejemplo, el porcentaje de la población laboral que tenía alguna cobertura de beneficios sanitarios, financiados conjuntamente por los empresarios y por los trabajadores y empleados (la mayoría de la financiación del aseguramiento sanitario privado en EEUU proviene del lugar de trabajo a través de aportaciones de empleadores y empleados) descendió durante el mismo periodo de tiempo considerablemente, descenso mucho más marcado entre los deciles salariales inferiores, pasando de un 42% en 1980 a un 25% en 2010, que en el decil superior (de un 92% a un 78%). Una situación semejante ocurrió con las pensiones privadas financiadas a través de puestos de trabajo (la mayoría de los datos presentados en este artículo proceden del documento Three Key Economic Distributions, del profesor John Schmitt, del Washington Center for Equitable Growth).

Ingresos familiares

En los ingresos familiares vemos también, durante el mismo periodo 1980-2015, un crecimiento muy acentuado de los ingresos de las familias del decil superior de ingresos familiares. En cambio, en los deciles inferiores hemos visto un crecimiento muy lento de los ingresos familiares desde 1980, crecimiento interrumpido, sin embargo, durante la Gran Recesión. La causa de que los ingresos familiares no hayan descendido (como descendieron los salarios) en los deciles inferiores se debe al incremento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo, más acentuado en los deciles inferiores que en los deciles superiores, en los que el crecimiento de los ingresos familiares se debe al crecimiento tan marcado de los ingresos salariales de las mujeres pertenecientes a las clases de ingresos superiores.

De estos datos de deriva que los deciles superiores, y muy en particular el decil más alto, han visto crecer sus ingresos de una manera muy acentuada durante la contrarrevolución neoliberal, crecimiento muy marcado a medida que el nivel de renta subía. Así, el 1% de mayor renta salarial pasó de tener el 10% de toda la renta del país en 1980 a un 23% en 2015.

El crecimiento de las desigualdades en la distribución de la propiedad

Si en lugar de la distribución de las rentas analizamos la distribución de la propiedad, vemos que esta última se ha ido concentrando mucho más. En realidad, el 1% de propietarios ha pasado de tener el 34% de toda la propiedad en 1980 a un 37% en 2013 (y pasó de tener el 10% de toda la renta al 20%). En realidad, el 20% de propietarios tiene el 88% de toda la propiedad (y el 61% de toda la renta), mientras que el 40% no solo no tiene propiedades, sino que debe dinero para pagarlas. Es decir, están endeudados, primordialmente pagando su vivienda. Es la población hipotecada. Este porcentaje de endeudamiento y la profundidad del mismo crecieron espectacularmente durante la Gran Recesión. Este 40% tiene solo el 9% de toda la renta del país.

El crecimiento de los ingresos del decil superior se debe al crecimiento de los sueldos de los grandes propietarios y gestores de las empresas, que ha sido casi exponencial en las rentas superiores, y al crecimiento de las rentas derivadas de la propiedad que poseen. El ligero crecimiento, estancamiento o descenso de las rentas inferiores (del 40% de la población laboral en EEUU) se debe al ligero crecimiento, estancamiento o descenso de los salarios, y al crecimiento del endeudamiento de dichas rentas inferiores.

La disminución de la movilidad vertical 

A raíz de estos datos, se puede concluir que las desigualdades inherentes al sistema capitalista han crecido notablemente en el periodo 1980-2015. Pero un fenómeno igualmente importante y que apenas ha tenido visibilidad mediática ha sido el descenso de la movilidad vertical. Uno de los argumentos que han sido utilizados con mayor frecuencia por parte de los economistas neoliberales ha sido que la estabilidad política del capitalismo avanzado está basada en la movilidad social, es decir, que una persona de origen “humilde” (expresión que se utiliza para definir a las familias de rentas inferiores) pueda alcanzar los niveles superiores de poder económico y/o político. Y se señala como prueba de ello que EEUU ha tenido dos presidentes, Clinton y Obama, de origen “humilde”. En realidad, se considera a EEUU como uno de los países con mayor movilidad vertical, y ello como resultado de las grandes oportunidades que ofrece el modelo económico liberal.

Esta supuesta movilidad vertical también se expresa en que, aparentemente, los hijos e hijas tienen mayor nivel de rentas que sus padres. La movilidad intergeneracional se presenta como una muestra del “sueño americano”, causa mayor de la estabilidad política del país y del atractivo del modelo liberal estadounidense. El único problema con tal supuesto es que no es verdad. Los datos no avalan esta percepción, promovida por el establishment político-mediático del país. Los datos muestran que la movilidad vertical, incluida la intergeneracional, es mucho más limitada de lo que se ha supuesto.

En realidad, EEUU es uno de los países con menos movilidad social. Como bien ha señalado Paul Krugman, EEUU (y el Reino Unido) son los países con menor movilidad social vertical de entre los que se ha estudiado la extensión de tal movilidad (Francia, Japón, Alemania, Nueva Zelanda, Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca). En estos países se analizaba el nivel de renta de los hijos comparándolo con el de sus padres (a la misma edad y con la misma capacidad de compra de la moneda utilizada), viéndose que EEUU era en el que menos se daba el supuesto de que los hijos vivían mejor que los padres, siendo en los países escandinavos donde la movilidad intergeneracional era mayor.

Y lo que es importante señalar es que durante el periodo neoliberal ha descendido la movilidad vertical, a la vez que han crecido las desigualdades de ingresos, de renta y de propiedad.

Las ocultadas causas políticas del crecimiento de las desigualdades

Mucho se ha escrito sobre las causas de tal crecimiento de las desigualdades, desde la revolución digital a la globalización, entre muchos otros factores. En esta discusión se oculta o ignora el elemento político, que es el determinante de dicho crecimiento y que configura todas las otras causas a la que se atribuye tal crecimiento. Qué forma tienen la revolución tecnológica o la globalización depende del contexto político que configura cada una de ellas. Los datos muestran que el crecimiento de las desigualdades adquiere una dimensión mayor a partir de la década de los años ochenta, que es cuando se aplican las políticas neoliberales, que son las políticas que el mundo de las grandes empresas (lo que en EEUU se llama la corporate class) aplica a través de las instituciones políticas, frente y en contra del mundo del trabajo.

Las políticas públicas de corte neoliberal como responsables del crecimiento de las desigualdades

Como consecuencia de ello han tenido lugar los siguientes hechos, todos ellos indicadores del poder de clase del mundo empresarial:

  • La disminución, desde 1980, del poder adquisitivo del salario mínimo, establecido por ley por el Estado.
  • Descenso de la población laboral sindicalizada, que ha pasado de ser el 30% de la población laboral en 1980 a un 12% en 2014, como resultado del enorme descenso de la sindicalización en el sector privado, que hoy no llega ni al 9% (en el sector público se mantiene en el 38%), y ello a pesar de que la mayoría de los trabajadores señalan, a través de las encuestas, que les agradaría tener sindicatos que defendieran sus intereses. Este descenso, pues, no se debe a la falta de interés, sino a las crecientes dificultades que el mundo empresarial, con ayuda del Estado, impone para que los trabajadores puedan sindicalizarse, siendo EEUU uno de los países donde la sindicalización es más difícil de llevar a cabo.

Esta realidad -la creciente dificultad en poder sindicalizarse- produce el crecimiento de la capacidad de decisión, así como de la  influencia política y mediática, del mundo empresarial, lo que ha determinado un enorme debilitamiento de las clases populares, y muy en particular de la clase trabajadora. En realidad, hay una relación inversa entre el nivel de sindicalización en el sector privado y el crecimiento de las desigualdades de renta -tanto individuales como familiares-, tal como ha documentado el respetado y conocido Economic Policy Institute de Washington. Y también está documentado el crecimiento de la brecha salarial dentro de una misma empresa cuanto menor sea la sindicalización y la fuerza de la clase trabajadora dentro de la misma. En realidad, desde 1980 la diferencia salarial entre los ejecutivos de las grandes empresas y los salarios (mediana) de los empleados y trabajadores ha crecido, pasando de ser en 1980 de 29 veces, a 303 en 2015.

La desregulación de los mercados de trabajo

Otra medida neoliberal que tenía como objetivo debilitar al mundo del trabajo han sido las reformas laborales orientadas a desregular el mercado de trabajo, lo cual ha conseguido disminuir los salarios y la protección social de los trabajadores.

La privatización de los servicios públicos

La privatización de los servicios tiene como objetivo el cambio de las relaciones laborales, dificultando la sindicalización y protección de los empleados y trabajadores, menor en el sector privado que en el público. La subcontratación y externalización de actividades y servicios de las empresas (tanto públicas como privadas) tienen como objetivo el debilitamiento de la población empleada, pues en las empresas subcontratadas hay menor protección social y salarios más bajos que en las empresas que subcontratan.

La globalización en el contexto político actual

La movilidad de capitales busca la apertura de los mercados y el abaratamiento de los costes de producción, entre los cuales los costes salariales juegan un papel determinante. De ahí que los tratados mal llamados de libre comercio que regulan la movilidad de capitales tengan como principal objetivo el garantizar las inversiones en países con menores costes laborales, movilidad que se hace a costa de destruir puestos de trabajo con salarios altos en EEUU. La evidencia de ello es abrumadora, habiendo sido tal movilidad una de las mayores causas del descenso de la cantidad de puestos de trabajo en la manufactura en EEUU. La popularidad de tales tratados en el mundo empresarial contrasta con su gran impopularidad entre la clase trabajadora.

La inmigración apoyada por el mundo empresarial 

La inmigración ha contribuido a la bajada de los salarios, pues el precio del trabajo depende, en cierta manera, de la demanda de puestos de trabajo y de la oferta de tales puestos. A mayor número de demandantes -de personas que buscan trabajo- menor es el salario ofrecido por los empresarios. De ahí que el mundo empresarial favorezca la entrada de inmigrantes, no solo para aumentar el número de personas que quieren trabajar, sino también por su disponibilidad para aceptar salarios más bajos y en peores condiciones que los nativos.

¿Qué tiene que hacerse?

A la luz de estos datos es lógico que la solución sea precisamente el desarrollo de políticas opuestas a las neoliberales, empoderando a las clases populares a través de los instrumentos disponibles, para revertir el deterioro de su bienestar. Tales medidas pasan por: aumentar el salario mínimo; aumentar la ocupación y la creación de buen empleo; dificultar la creación de mal empleo orientando la revolución tecnológica a la supresión de tal tipo de trabajos; facilitar la sindicalización, alcanzando los niveles del norte de Europa; regular el mercado de trabajo para reforzar al mundo del trabajo en su negociación con el mundo empresarial; desprivatizar los servicios, y extender la responsabilidad pública a los sectores de la energía, las finanzas y sociales (desde sanidad a educación, pasando por servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, vivienda, seguridad y protección social); desanimar y desfavorecer la subcontratación prohibiendo este fenómeno en los servicios públicos, a no ser que los contratantes se comprometan a respetar los derechos laborales (salarios y protección social) existentes en el sector público; desarrollar medidas proteccionistas en la movilidad de capitales y de personas; sindicalizar a la población inmigrante; facilitar la integración de la mujer en el mercado del trabajo, en lugar de enfatizar la inmigración; y eliminar las desigualdades sociales entre géneros y entre razas en el país. Y, naturalmente, políticas fiscales auténticamente progresivas que tengan como objetivo aumentar las rentas del trabajo a costa de reducir las rentas del capital, incluyendo medidas de control público de la propiedad y de la gestión en sectores clave de la economía. Estas son las líneas generales de lo que debe hacerse para reducir las desigualdades, empoderando a las clases populares para que vayan aumentando su nivel de exigencias, de manera que puedan transcender las coordenadas de poder existentes hoy en los países capitalistas de elevado nivel económico. Estas medidas son tan aplicables en EEUU como en España, así como en cualquier otro país a los dos lados del Atlántico Norte que han estado sufriendo las políticas neoliberales implementadas por las clases dominantes. Así de claro.

 

*Vicenç Navarro ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España). Ha sido también profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU).

 

 

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LA RELIGIÓN EN LAS ESCUELAS por  Francisco M. Goyogana*

| 9 mayo, 2017

 Los medios de información pública han transmitido la posibilidad de la incorporación de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas en vez de reivindicar la vigencia de la ley 1420 de educación común, obligatoria, gratuita y laica en las escuelas públicas del Estado, hito histórico e insoslayable producto de la inteligencia de un prócer máximo como Domingo Faustino Sarmiento. Nada menos que Sarmiento, fundador de la trascendente y monumental Escuela Pública Argentina, que desde su inspirada ley 1420  ha sido modelo para la República, América y el mundo.

Si algo deberá ser reconocido ampliamente alguna vez, ello será sin dudas,  el espíritu crítico de Domingo F. Sarmiento.

En 1826, Sarmiento que confiesa haber sido educado por el presbítero Oro, repasaba los conocimientos elementales adquiridos sobre los pueblos, historia, geografía, moral, política, religión, al tiempo que sentía la ausencia de libros que proyectasen su inteligencia más allá con el propósito de profundizar el conocimiento. Por las noches de aquel tiempo, luego de cerrar la tienda de la que era dependiente, venían las discusiones con su tío, el presbítero Juan Pascual Albarracín, sobre las lecturas de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Al respecto, comenta Sarmiento en Recuerdos de provincia:

      ¡Con cuánta paciencia escuchaba mis objeciones, para comunicarme  

       enseguida la doctrina de la Iglesia, la interpretación canónica, y el 

       sentido legítimo y recibido de las sentencias, donde decía blanco, no

       obstante que yo leía negro, y las opiniones divergentes de los santos

       padres!

       La Teología Natural de Paley, y Evidencia del Cristianismo, por el

       mismo. Verdadera idea de la Santa Sede y de Feijóo, que cayó por

       entonces en mis manos, completaron aquella educación razonada y

       eminentemente religiosa, pero liberal, que venía desde la cuna

       transmitiéndose desde mi madre al maestro de escuela, desde mi

       mentor Oro hasta el comentador de la Biblia, Albarracín.

Por entonces, con Sarmiento de dieciséis años, pasó por San Juan el canónigo Ignacio Castro Barros, precedido de fama de gran predicador. Revela Sarmiento que Castro Barros había logrado despertar en su alma el fanatismo rencoroso contra los impíos y herejes, a los que ultrajaba en los términos más innobles. Andaba Castro Barros de pueblo en pueblo encendiendo las pasiones populares contra Rivadavia y la reforma del clero. Relata Sarmiento que:

      Hice confesión general con él, para consultarme en mis dudas, para

      acercarme más y más a aquella fuente de luz, que con mi razón de 

      dieciséis años, hallé vacía, oscura, ignorante y engañosa.

Radicado en Santiago de Chile en 1840, comenzó su carrera de escritor. Tuvo éxito. Pudo expresar entonces:

      Cuántas vocaciones erradas había ensayado antes de encontrar aquella

      que tenía afinidad química, diré así, con mi esencia.

Enrique Anderson Imbert menciona en Genio y figura de Domingo F. Sarmiento, que la vieja concepción liberal alienta al prócer para contrarrestar el aluvión inmigratorio y la escuela sectaria, sobre los grandes pivotes sobre los que giraba la acción reformista sarmientina: la inmigración europea y la educación popular. Pero había llegado el momento de corregir abusos. Entre las correcciones, Sarmiento quiere salvar la escuela de los tentáculos de la Iglesia que monopolizaba la enseñanza. Por razones políticas, legales y hasta pragmáticas, dice Anderson Imbert, Sarmiento no rompió oficialmente con la Iglesia, pero la Iglesia de su tiempo no se engañó jamás: Sarmiento no era católico, no disimulaba ni su anticlericalismo ni su simpatía por los protestantes, atacó el Syllabus y su moral cristiana fue tan vaga y ambigua, ensanchada con tantos contenidos semánticos, con una noción de Dios tan elusiva, inmanente, a veces humorística y en todo caso tan poco ortodoxa, que no podía satisfacer a los religiosos.   Sus polémicas en pro de la enseñanza laica quedarán recopiladas en parte en la Escuela Ultra-pampeana como contrapeso de la Escuela Ultra-montana.  Ciencia, no superstición; libertad, no autoritarismo, en una Argentina abierta a futuros progresos y no una Argentina cristalizada en el pasado colonial. Por todo eso fue el inspirador de la gran ley 1420 de 1884, que continuaba la letra y el espíritu de la Constitución Nacional corregida en su artículo 2º luego de la batalla de Cepeda, en 1860.                                                                                                                     La Convención Constituyente de 1853 tuvo que abordarla cuestión religiosa desde el mismo comienzo, ya que el tema importante correspondía al artículo 2º, que se refería a la situación de la religión católica en el nuevo sistema político de la Constitución Nacional. La comisión que debía redactar el proyecto preliminar estuvo integrada originariamente por Martín Leiva, Juan María Gutiérrez, José Benjamín Gorostiaga, Pedro Díaz Colodrero y Pedro Ferré. Poco después se agregaron Santiago Derqui y Martín Zapata. Salustiano Zavalía ocupó posteriormente el lugar de Ferré, y luego Juan del Campillo reemplazó a Derqui.  La Constitución de 1853 tuvo como modelos a las constituciones de Estados Unidos (1787), de la monarquía española (1812), de Suiza (1832), de Chile (1833) y las de Francia (1783 y 1848). Se tuvo en cuenta, además, la obra Bases de Juan Bautista Alberdi, que residía en Chile, al igual que Sarmiento.

Alberdi defendió enfáticamente la libertad de cultos en Bases, a fin de crear condiciones de respeto a las ideas y creencias de los inmigrantes, posición que prevaleció en la convención constituyente de Santa Fe. El proyecto de Constitución contemplaba que el gobierno federal adopta y sostiene la religión católica.                                                                                                                           Durante la discusión del artículo 2º del proyecto de Constitución se planteó la cuestión religiosa en términos lesivos para quienes no profesaban el culto católico apostólico romano. En la sesión del 21 de abril de 1853, el diputado Centeno propuso la modificación sustancial del artículo, que establece el apoyo del gobierno federal al culto católico romano por el siguiente texto:

      La Religión Católica Apostólica Romana, como única y sola verdadera,

      es exclusivamente del Estado. El  gobierno federal la acata, sostiene y

      protege, particularmente para el libre ejercicio de su Culto público. Y

     todos los habitantes de la Confederación le tributan respeto, sumisión y

     obediencia.

 

Por su parte, los diputados Leiva, Díaz  Colodrero, Centeno, Ferré, Lavaysse y Zubiría propusieron otras redacciones  pero del mismo tenor. Los diputados liberales Seguí, Gorostiaga, Juan María Gutiérrez y Lavaysse en cuanto a la libertad religiosa a pesar  de sus hábitos investidos, defendieron tanto la libertad de culto como la libertad de conciencia.

Hasta 1853, la Confederación Argentina no había sido un Estado unificado, y en el tramo entre 1853 y 1860  con la secesión de Buenos Aires, se había constituido un Estado diferente.   La Argentina dotada magníficamente por la naturaleza aguardaba su expansión hacia la modernidad y el futuro, a son de los países adelantados.        La influencia de las ideas representadas por el liberalismo rivalizarían con la escolástica medieval, alejada del Renacimiento, de la Reforma y de las ideas filosóficas evolucionadas como el Positivismo, línea de pensamiento que después de la escolástica ninguna otra corriente filosófica ha podido alcanzar en magnitud. Mientras Sarmiento se entendía con Herbert Spencer y con Charles Robert Darwin, la Iglesia católica apostólica romana, en plena marcha sostenida de  la Argentina en la organización nacional con gobiernos liberales, propulsaba desde Roma la  escolástica a partir de 1879 por medio de  la encíclica Aeternis Patris, mediante la cual León XIII, de hecho, había elevado la doctrina de Tomás de Aquino  ( 1225 – 1274 ) a filosofía oficial de la Iglesia vaticana, retrocediendo  más de seis siglos contra la evolución del pensamiento filosófico operado en ese lapso.                    

Con anterioridad, el papado ya estuvo inmiscuido en una política atentatoria de la voluntad de independencia de las colonias americanas de América a través de un par de bulas específicas que condenaron la causa de la independencia hispanoamericana.                                                                                   El papa Pío VII puso claramente de manifiesto la opinión vaticana sobre la ilegitimidad de la opción independentista en la América española con su documento del 30 de enero de 1816, en vísperas del Congreso de Tucumán, titulado Epsi  longissimo  terrarum .   A ese compromiso monárquico anti independentista le siguió  luego, a cuatro años y fracción, otro documento vaticano denominado Etsi  iam  diu  del 24 de septiembre de 1824, suscripto por  el papa León XII, en el  que exige la obediencia al rey de España, tres meses antes de la batalla de Ayacucho.  Ambos papas veían en  Fernando VII  a un defensor de la fe católica contra la impía Francia, invasora y revolucionaria.   León XII, no satisfecho  todavía, asegura a Fernando VII  el 21 de mayo de 1827, que no reconocía a los nuevos Estados, ignorados por España, época en la que por entonces, la Argentina embrionaria ya contaba con el reconocimiento de otras potencias extranjeras como los Estados Unidos a partir de la doctrina Monroe en 1823 y Gran Bretaña en 1824 con la comunicación a sus representantes europeos que había reconocido la independencia de Buenos Aires, Méjico y Colombia.

Con la consecuencia de la batalla de Cepeda y la aparición de una entidad política nueva sucesora  del virreinato rioplatense se realizaron elecciones para diputados constituyentes para dar solución a la división argentina. En Buenos Aires triunfaron Sarmiento, Mitre, Alsina (hijo), Paunero, Vélez Sarsfield, José Mármol, Rufino de Elizalde, Félix Frías y Eduardo Costa. Antes de finalizar la convención, Frías propuso en la sesión del 11 de mayo, la modificación del artículo 2º de la Constitución nacional, para declarar que la religión del Estado era la católica apostólica romana, que debía ser defendida y costeada por las autoridades. Sarmiento se opuso. Alegó que la humanidad marchaba hacia una sociedad en la que debía imperar el respeto por todas las creencias y las ideas. Agregó que: (…) Modernamente la Constitución de los Estados Unidos ha dicho: la religión no estará armada. Y si progresa el catolicismo en los Estados Unidos, es por eso, porque el catolicismo no está armado y no puede perseguir a nadie ni condenar a la conciencia.

Para la época del regreso del viaje que le encomendó el ministro chileno Montt, Sarmiento ya tenía una clara visión de la importancia de la instrucción como elemento político, manejada a través de las ideas, pero prescindiendo de creencias, especialmente religiosas. Entendía que una cosa es instruir y otra inducir, de manera que el sentido laico de la instrucción, neutral en materia religiosa, era sí inductivo, propio de la instrucción religiosa como materia curricular obligatoria. Sarmiento sabía que inducir tenía el sentido, aplicado a la institución, de llevar a los educandos hacia donde quiere quien lo  induce, y que en sentido inverso, educar significaba que el alumno era llevado y comprimido hacia dentro de sí mismo, de manera que ese individuo pudiera realizarse como un ser libre, diferente y original.

La convergencia  conceptual  de contribuir a la educación de manera libre, liberal, junto con la noción de inducir, en el sentido de convertir al inducido en víctima del inductor, alumbra la idea del laicismo. Educar liberalmente, sin inducción dogmática, equivale a conformar un individuo que habrá de explorar por él mismo más allá de los límites que le imponga la sociedad del medio en que se encuentra, de manera tal que cuando deje de ser sujeto pasivo para asumirse como sujeto activo de su educación y ser su propio educador. Luego, la educación será la tarea que realizará sobre sí mismo con la ayuda pero sin la imposición de sus maestros, hasta llegar a ser el conductor de su propia vida, sin imposiciones traumáticas, prejuicios, etc., que le permitirán alcanzar  un mayor grado de libertad. Grado de libertad laico, sin contrapesos dogmáticos. Por eso educar tiene que ver íntimamente con el laicismo, prescindencia de dogmas ajenos a la razón, y no con la inducción, o sea instrucción dogmática, concepto divergente de educación, pues la inducción conduce a un nivel de esclavitud intelectual y psicológica, que el sujeto de la instrucción dogmática deberá arrastrar como un lastre en su existencia si no pudiera liberarse de esa carga.

El educado laico estará dotado entonces,  de una naturaleza innovadora, original y hasta herética en alguna circunstancia, frente a un individuo inducido dogmáticamente.

La educación y la inducción apelan a facultades diferentes del ser humano, ya que la educación espera todo del ejercicio libre de la razón, con todas las dificultades que se le presentarán por afrontar lo más íntimo e irrenunciable de cada cual, sin encontrar dos razonamientos idénticos.

La educación laica, no dogmática en el sentido de adherir a principios fundados de la razón, libera al individuo en dirección a horizontes cuyo descubrimiento serán su aporte al progreso general. La instrucción dogmática conducirá por su parte, a un individuo que deberá someterse al ejercicio repetitivo de la memoria correspondiente a los axiomas incorporados, que lo limitarán en la exploración de lo desconocido, sometido a la supuesta sabiduría de pretendidos maestros.

Sarmiento, con su genio educador, entendía que la educación forma una pléyade de herejes, aún a riesgo de que muchos yerren y se extravíen en la aventura de la razón, pero que eso era inobjetablemente mejor que los sometidos a una instrucción dogmática religiosa, formando parte de una masa de conformistas que sólo han aprendido de memoria el catecismo obligatorio.

La expansión del liberalismo y la voluntad para concretar una república cabal, en la cual el laicismo es una condición para ésta, alcanzaron una cantidad de objetivos que perdurarían en el tiempo, pero el hecho de no haber alcanzado la separación jurídica de la Iglesia y el Estado, traería consecuencias para el  gobierno de determinados componentes del Estado como la educación y algunas proyecciones sobre el terreno de la justicia, de la salud con sus discusiones bioéticas, y hasta en el campo de la seguridad ligado al mito de la nación católica.

Con la promulgación de la ley 1420 culminó un proceso histórico complejo, fructificación de las ideas democráticas, liberales y modernas, que se abrió paso dentro del conjunto evolutivo de las ideas, merced al tesón y esfuerzo de la prédica sarmientina. En el debate de la ley 1420, el artículo 8º fue el más debatido, casi con exclusividad, y el que provocó las más apasionadas discusiones, hasta quedar redactado en el proyecto de ley presentado por los diputados Puebla, Onésimo Leguizamón, Lagos García, Gallo, Olmedo, Rojas, Ocampo, Benítez, Bouquet y Luis L. Leguizamón:  La enseñanza religiosa sólo podrá ser dada en las escuelas públicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos, a los niños de su respectiva comunión, y antes o después de las horas de clase. Estaba visto, que el problema residía en la inclusión de la instrucción religiosa, dominante en aquel momento, dentro de la currícula escolar, como factor de poder clerical.

Por su lado, el laicismo es una forma de pensamiento que se encuentra por encima de las creencias y de las ideas, incluso, abarcando armónicamente a todas ellas para constituirse, simplemente, en un código de convivencia humana, que sostenga la libertad de las creencias y de las ideas, distintas y aún contrapuestas, en ejercicio de la universalmente ya admitida libertad de conciencia, con todas sus libertades consecuentes, básicas para la paz y convivencia humana. Concepto válido para todas las naciones, independientemente de las mayores proporciones  de cualquier credo.

En ¡La Escuela sin la Religión de mi Mujer!, de Domingo F. Sarmiento, como réplica al folleto de Nicolás Avellaneda La Escuela sin Religión, Sarmiento intenta poner la cuestión en su verdadero terreno y pide quitar toda cuestión de educación de las intrigas y maniobras de los manejos políticos. La discordancia de Sarmiento con el panfleto de Avellaneda se encuentra en el punto de la calificación de escuelas sin religión, como las llamó el mismo Avellaneda, con respecto a las escuelas sin religión dogmática. Sarmiento considera el epíteto sin religión como una hoja desprendida del árbol de la oratoria, refiriéndose a la ley de educación común en Francia y Bélgica, de raíz católica pero alejada de la ecuación poder/religión.    Sarmiento recopila sus polémicas en pro de la enseñanza laica y bien se pueden considerar resumidas en La Escuela Ultrapampeana, donde utiliza el término ultrapampeana como antítesis de ultramontana. Ni el laicismo como ideal de tolerancia, ni el liberalismo como teoría política subyacente tenían problemas con la religión y la enseñanza en sí, sino en colocar cada ente en el lugar que les corresponde, y no asentar la religión en el sitio de la escuela pública estatal. Durante toda su vida Sarmiento presentó al laicismo como carente de oposición a ninguna religión, sino todo lo contrario, con lo que garantizaba a todas las religiones por igual. En el artículo de El Nacional del 30 de septiembre de 1882, menciona que Francia, en pleno siglo XIX, a pesar de su tradición histórica, como pensamiento humano, como pueblo culto, cristiano y libre, pesa en los destinos de la humanidad, y como Estado de treinta y ocho millones de cristianos, adhirió en 1880 al sistema que ya practicaban desde un siglo atrás los Estados Unidos, de no enseñar cosas relativas a la religión en las escuelas públicas.

Más tarde, el 26 de junio de 1884, se libra el último combate en el Senado, para la aprobación de la ley 1420, y el 8 de julio de ese mismo año, con las firmas del presidente de la República, general Julio A. Roca, y de su ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, doctor Eduardo Wilde, queda promulgada la ley de Educación Común.   En el seno del proceso de secularización de la cultura occidental, que progresaba desde tiempos remotos, le llega a la Iglesia Católica Apostólica Romana el tiempo de perder  el monopolio de la educación común, como ocurriría del mismo modo con el registro de las personas que pasó a Registro Civil, el matrimonio civil y la secularización de los cementerios selectivos.     El artículo 8º de la ley 1420 se refiere a la neutralidad religiosa en las escuelas públicas oficiales, y es su índole la que ha enfrentado con la que se ha dado en llamar libre o voluntaria, o confesional. Cabe destacar que, más allá de las características del modelo de enseñanza sancionado por la ley 1420, su centro de gravedad se encuentra todavía en el artículo 2º de la Constitución de la Nación Argentina que sostiene el culto apostólico romano con exclusión de cualquier otro culto, y no ya en otros modificados por la Reforma Constitucional de 1994, relacionados con la confesionalidad del Estado que exigía que el presidente de la República debía profesar la religión católica apostólica romana.    Era evidente que la ley 1420, laicista, pero conceptualmente capaz de integrar  en su laicismo a creyentes, agnósticos o ateos, formaba parte de un Estado que no entiende  que la laicidad es el principio de la separación de la sociedad civil y de la sociedad religiosa, y que ambos conceptos se complementan y pueden convivir en la práctica sin ningún conflicto. Pretender plantearlos como alternativas antagónicas es caer en lo que Vaz Ferreira llamaba un silogismo de falsa oposición.   La opinión filosófica y la creencia religiosa eran, para Sarmiento, propias de la conciencia individual. El  poder civil y político giraban en su propia esfera y las Iglesias nada tenían que hacer con y en esa esfera. Si clericalismo, substantivo masculino, en su primera acepción, DRAL 23ª ed. (2014), acepta el significado de influencia excesiva del clero en los asuntos políticos, Sarmiento no llegaría a ser en rigor un auténtico anticlerical, ya que para algunos esa condición sería semejante a un totalitarismo, a un integrismo o a un fundamentalismo. Pero si se entiende que el Estado democrático no tiene religión ni impone alguna en particular, Sarmiento era cabalmente un laico, independiente de cualquier organización o confesión religiosa, sin excesos de ninguna extensión, abierto al género humano de buena voluntad, creyente o no creyente, que viviera armónicamente en un estado de verdadera espiritualidad.    Referir a Sarmiento como anticlerical en términos absolutos puede significar adjudicarle una categoría mediante la aplicación de un vocablo demasiado abarcador, que induce a confusiones tales como mixturar aspectos  correspondientes al terreno de la fe, con la invasión del dogma religioso en el campo propio del terreno secular político, en cuyos casos es conveniente definir los alcances de cada uno de ellos. Del examen de los textos de Sarmiento, es posible convenir en que clericalismo le significaba influencia excesiva del clero, sin especificar  magnitudes, o sea la clase sacerdotal de la Iglesia católica apostólica romana, sin entrometerse en asuntos políticos. Como extensión de una libre aplicación del término anticlerical a Sarmiento, el mismo quedaría restringido al ámbito de la sustracción de las instituciones públicas de la directa influencia eclesiástica. Que dicho de otro modo, explica que el Estado no tiene religión ni debe imponer ninguna.

Sin embargo, los totalitarismos se han ocupado de trasponer las jerarquías de las leyes mediante decretos. En 1943, con vigencia plena de la ley 1420, el gobierno de facto a través de su ministro Gustavo Martínez Zuviría, procedió por decreto a restaurar un régimen nacional católico anterior a la promulgación de la ley 1420. El giro confesional había hallado al intérprete adecuado para eliminar al laicismo por medio de una cristianización de la educación. Y el 31 de diciembre de 1943, mientras un decreto disolvía los partidos políticos, Martínez Zuviría abolía también por decreto la ley 1420 para el regreso triunfal de la enseñanza religiosa  en las escuelas públicas.

En la actualidad, pareciera que la vieja ley laica 1420, según la interpretación de quienes elaboraron el Digesto  Jurídico Argentino, ley 24967 , de alrededor de 33.000  leyes, decretos-leyes, decretos de necesidad y urgencia, resoluciones, etc., quedaron aproximadamente 3.300, luego que las analizara una Comisión de Notables de diferentes ramas del derecho positivo argentino. Ese texto, que se envió posteriormente al Poder Ejecutivo Nacional , carecía del texto de la ley 1420. Posteriormente se sancionó la ley 26939 (21/5/2014), que entre otras cuestiones, deroga la ley 24967, que fue la que consideró trabajar en la elaboración del Digesto Jurídico Argentino; asimismo, esta ley  26939 mantuvo la postura inicial del Poder Ejecutivo, y la Comisión Bicameral del Digesto Jurídico mantuvo la posición del PEN, de derogar la ley 1420. Pero lo cierto es que a esa fecha, la ley 26639 volvió a ser modificada en la Comisión Bicameral mencionada, y fue aprobada en Diputados a fines del año 2015, y en el Senado de la Nación estaba previsto que esa gran modificación a la ley 26939 se tratara en la sesión “Ómnibus” del 9 de diciembre de 2015, la que no pudo concretarse por sesionar en minoría.   Hasta fines de abril de 2016 esta norma modificada en numerosos artículos, contaba solamente con la sanción de la Cámara de Diputados (Expte. 5782-D-2015), Orden del Día Nº 2765. Y Orden del Día Nº 824 en el Senado (no se trató), y al haber  recambio institucional de la composición de ambas Cámaras legislativas a partir del 10 de diciembre de 2015, se deberá constituir nuevamente la Comisión Bicameral del Digesto Jurídico, en caso de no haberse hecho.

La opinión del titular de la Comisión Bicameral (hasta el 09 de diciembre de 2015, diputado nacional Héctor David Tomas (FRPV-PJ), era la siguiente: En suma, se entendió que la ley 1420 fue derogada implícitamente por las leyes de educación federal y nacional y por transferencia de las escuelas, sin que ello implique un cambio de paradigma, sino tan solo que se mantendría y reguardaría la educación laica como una aplicación directa del principio de la libertad de cultos de la Constitución Nacional. En definitiva, la Constitución ni otras normas consagran la laicidad en escuelas públicas, pero esa condición se interpreta necesaria a partir de una interpretación armónica del ordenamiento, sin que ello implique mantener vigente el artículo 8º de la ley 1420. Por ende, cabe concluir que, según la normativa vigente a nivel constitucional y legal, deben respetarse varios principios educativos, como la no discriminación, la libertad de conciencia, equidad, igualdad y gratuidad  (http://www.parlamentario.com/noticia-84667.html). 

En tanto, con la sanción de la ley 26206, las provincias tuvieron que modificar su legislación jurisdiccional. La provincia de Salta inició en 2008 la modificación del marco normativo con la sanción de la ley provincial 7546, en la que uno de los aspectos más controvertidos implicaba la ratificación de la enseñanza religiosa en las escuelas salteñas.

Ya con un gobierno surgido de elecciones válidas, aparece un tema de renovada aplicación general. La mentalidad jurásica ultramontana sigue empeñada en la vuelta al Medioevo sin advertir que el futuro de la humanidad se encuentra hacia adelante,  con la recuperación del espíritu de la ley 1420, de Educación Común, Obligatoria, Gratuita y Laica.    Después de ciento treinta y tres años de haberse sancionado la laicidad a través de la incierta existencia del principio vital de la ley 1420, las creencias  y prácticas religiosas están amparadas por la libertad ideológica reconocida por la Constitución Nacional, pero siempre que no vayan contra las leyes del país, que configuran nuestra cultura democrática por encima de cualquier otra consideración eclesiástica o fideísta.     La historia de la ley 1420 da testimonio de las violaciones sufridas.  El problema se encuentra en los dogmas eclesiásticos que vulneran la legalidad e incitan a conductas dañinas o enfrentamientos con los derechos fundamentales que rigen nuestras democracias esencialmente libres  no meramente declamadas. Cada cual  puede tener  las creencias que prefiera o que le hayan inculcado y pueden exteriorizarlas como consideren conveniente, pero sabiendo que no por ello deja de estar sometido a normas comunes cuyo  fundamento no es religioso sino laico y que se sostienen con argumentos basados en la razón humana y no en la fe divina. La tolerancia pluralista es incompatible con las concesiones a la teocracia, sea del culto que sea. La religión es un derecho de cada cual, pero no un deber para nadie, ni mucho menos que convierta en aceptable y encomiable lo que transgrede la legalidad quebrantada.   

                                                                                                                                                        Abril de 2007                         

  *El Dr. Francisco M. Goyogana  es Académico de Número de la Academia Argentina de la Historia y autor, entre otras, de Sarmiento y el laicismo. Religión y política, distinguida con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores ( S.A.D.E.)  2012.             

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