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EL MUNDO NECESITA CON URGENCIA UNA NUEVA CLASE DIRIGENTE por Loris Zanatta*

Con-Texto | 26 agosto, 2020

Primero fueron las filminas, ahora la vacuna. ¿Mañana? Durante meses, armado con su varita, el Presidente sermoneó que la Argentina era la mejor, que los chilenos eran un desastre, que los suecos, peor; que todos fueran a la escuela. "¡No pasará!", pareció gritarle al virus. Tenía el viento a favor: gracias a la experiencia asiática, dada la tragedia europea, había cerrado las fronteras y decretado una cuarentena preventiva. Aplausos. Contener la pandemia, aislar el virus, parecía menos imposible que en otros lugares. Aunque muy concentrada alrededor de la capital, la densidad de la población argentina es muy baja, la distancia entre las principales ciudades, enorme; el flujo humano y comercial, limitado en comparación con China, o Europa, la costa este de Estados Unidos o las metrópolis indias. ¿Un éxito anunciado? Así lo esperamos muchos.

Pero algo ha salido mal, es evidente: la cuarentena ha resultado ser un escudo de hojalata y la Argentina sube en el ranking de víctimas, contagios, recesión. Las provincias han sido alcanzadas, a su vez. Es difícil no deducir que no se aprovechó el tiempo ganado con el cierre anticipado, que se falló en el objetivo de frenar la pandemia, que la Argentina está como muchos otros: algunos lo han hecho peor, otros mejor. ¿Tendrá sentido hacer cuentas y asignar notas de calificación? Mejor no dar cátedra, ¿verdad?

Ahora le toca a la vacuna: la Argentina la producirá pronto, anunció el Presidente. Tiene científicos de primera clase, esto es notorio, así que en "seis meses", tal vez "un año", estará disponible. Ojalá. Más aplausos. Falta mucho, sin embargo, y lo mismo prometen en todos lados. Un poco de prudencia no estaría de más. Pero prometer no cuesta nada, y cuanto más oscura es la noche, más anhelado el amanecer

¡Qué va! Ahora le toca a la vacuna: la Argentina la producirá pronto, anunció el Presidente. Tiene científicos de primera clase, esto es notorio, así que en "seis meses", tal vez "un año", estará disponible. Ojalá. Más aplausos. Falta mucho, sin embargo, y lo mismo prometen en todos lados. Un poco de prudencia no estaría de más. Pero prometer no cuesta nada, y cuanto más oscura es la noche, más anhelado el amanecer: de "el virus no pasará" a "el virus se irá".

En cambio, uno esperaría explicaciones sobre lo que no funcionó, sobre errores y deficiencias, propuestas y plazos, diagnósticos y planes. Pero no: se viene la "solución final", un nuevo capítulo en la eterna batalla contra el dragón, otra promesa de salvación, el espejismo de un nuevo primado argentino, de la tierra prometida para el "pueblo elegido". Espero que no sea el espectro de Ronald Richter, que, medalla peronista al cuello, revolotea sobre la isla de Huemul; o del presidente Perón, que anuncia al mundo que la Argentina "produce energía atómica".

No hay nada de qué reírse, dadas las circunstancias, pero la tentación es fuerte. ¿Por qué esta ansiedad para primar? ¿Por qué tanta viril exhibición? ¿Qué falencia debe compensar? ¿No será un reflejo cultural? Porque el caso argentino es uno entre muchos, un caso ordinario: medio mundo presume de éxitos contra el Covid, decenas de gobiernos anuncian milagros inminentes. ¡Trump y Bolsonaro incluso creen en las virtudes taumatúrgicas de la cloroquina! ¡López Obrador e Iván Duarte, en el de los amuletos y los íconos religiosos! Hasta el gobierno italiano está convencido de haber hecho maravillas, y se infla el pecho si The New York Times se lo reconoce. ¿Y Putin? Llueven alabanzas sobre su Sputnik: la Santa Madre Rusia nos salvará. La historia es siempre la misma: ¿acaso Fidel Castro no prometió la vacuna contra el sida? Bueno, un poco de paciencia.

Así funciona el populismo, no me cansaré de repetirlo, tal es la esencia de la mentalidad populista: a la prosa del buen gobierno prefiere la lírica de la redención, a la imperfección de la historia la ilusión de la providencia, a la competencia la fe, a la crítica la lealtad, a la realidad el relato. ¿Tendrá esta "cultura" algo que ver con sus fracasos? El régimen cubano nunca derrotó al sida, pero acaba de crear "brigadas" contra los "coleros" y un nuevo sistema de apartheid económico; prometía el cielo, creó un orden primitivo. Es lo que pasó con el primer Sputnik, el de 1957: todos aplaudieron la superioridad tecnológica soviética; luego se descubrió que ocultaba un sistema opresivo y estancado, que había sido la flor de un día. Sospecho que volverá a suceder lo mismo, aunque Putin se burle de los protocolos científicos acatados por los demás. Por otro lado, no me parece que la cloroquina haya beneficiado a Estados Unidos y Brasil, que la Virgen haya protegido a México y Colombia, que el eslogan "cuarentena o muerte" haya impermeabilizado a la Argentina.

Ante este panorama desalentador, resuena más que nunca la respuesta del embajador sueco a Alberto Fernández cuando este, en mayo pasado, comparó con desdén los "éxitos" argentinos con los "fracasos" suecos. Es un pequeño pero precioso manual de cultura antipopulista. No tanto por el contenido: la vía sueca contra el coronavirus no es ningún triunfo, ha sido objeto de críticas y autocríticas. Sino por el método, el espíritu, el tono. Por el método porque el diplomático no pretendió dar lecciones a nadie. En Suecia, escribió, "estamos aprendiendo"; en lugar del dogma populista, el criterio científico: experimentación, error, aprendizaje, corrección. Por el espíritu porque no invocó la abstracta "salud del pueblo", sino la concreta "responsabilidad" de los ciudadanos, su "confianza" en las instituciones, fruto de una larga historia de relaciones horizontales y transparentes, no verticales y clientelistas. ¡Qué gran diferencia! La diferencia entre una sociedad jerárquica y paternalista y otra abierta y democrática. Por el tono, finalmente: "Siempre estamos abiertos a dialogar con otros países para que podamos aprender unos de otros"; un pinchazo de elegancia e ironía que desinfló la pedantería del presidente argentino: no es "forma", sino "estilo", una manera de concebir la vida y de vivir la historia.

¿Entonces? Tarde o temprano el tiempo pasa factura. Al pretender sobresalir, no se ganan amistades, estima ni respeto. Más bien se siembran rencores de los que otros pagarán un día la cuenta. La lucha contra el Covid no es un concurso de premios, nadie será el ganador y todos necesitaremos a todos. Ojalá se convierta para algunos en escuela de civismo, realismo, sobriedad, humildad, virtudes a las que el populismo es inmune. El mundo necesita con urgencia una nueva clase dirigente.

 

                                                                                                                                                                                               20 de agosto de 2020

* Historiador, profesor de la Universidad de Bolonia

 

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DE LO NUEVO O POR NACER por Carlos Gabetta*

Con-Texto | 23 agosto, 2020

Fuente: Perfil

La manifestación opositora del 17 de agosto pasado en Argentina es un ejemplo del estado en que se encuentra el republicanismo en casi todos los países, tanto en lo que expresa de positivo como en la ausencia de líderes y programas para enfrentar una crisis capitalista devenida estructural.
Desoyendo la cuarentena, miles de personas salieron a la calle, esencialmente para protestar contra la impunidad que esconde la reforma judicial impulsada por el gobierno. La protesta se organizó en las redes sociales y no fue convocada oficialmente por ningún partido opositor. Esta espontaneidad cívica es la cara positiva del asunto, ya que expresa una creciente toma de conciencia ciudadana sobre los problemas del país, en particular la corrupción, que entre nosotros lo abarca casi todo: desde el Estado, pasando por la política, el sector empresario y el sindicalismo, hasta el deporte profesional.
Así, la corrupción empieza a asociarse con los problemas económicos y sociales que han llevado al país a la quiebra, tanto durante gobiernos populistas como liberales. Los dos últimos, de Cristina Fernández y Mauricio Macri, constituyen el paradigma. Uno, descaradamente corrupto e ineficaz, en la onda del populismo “de izquierdas” en boga, que ha llevado a la quiebra a un país como Venezuela, tanto o más rico que Argentina. Otro, también corrupto aunque con antifaz, aplicando las recetas neoliberales que vienen fracasando aquí y en todas partes.
Esto viene de muy lejos, al menos desde 1930, pero va saliendo a la luz desde la última dictadura militar y al cabo de casi treinta años de gobiernos civiles, con excepción del de Raúl Alfonsín, a quien puede excusarse de sus errores y agachadas por la herencia recibida y la forma en que la corrupción e incultura democrática llevaron a su gobierno al caos y la confusión.
El emblema de esta situación es la figura de Cristina Fernández, un personaje despreciable, si los hay, en una sociedad que los genera y tolera por centenares. Esta señora, cuyo narcisismo le impidió entregar el mandato presidencial cuando el peronismo perdió las elecciones y está implicada ante la justicia en numerosos y gravísimos actos de corrupción, es hoy una vicepresidente que ejerce de presidente, al parecer sin otro objetivo que zafar de sus problemas legales. Los del país y la sociedad; la marginalidad, la pobreza, la inseguridad, la crisis económica y todo lo demás, que esperen. El mascarón presidente Fernández declaró incluso que no es necesario disponer de un plan económico…
De modo que la pregunta es qué ocurrirá si el descontento y esta incipiente toma de conciencia ciudadana no acaban cuajando en un proyecto unitario y detallado de cambios estructurales, con nuevos y honestos líderes que lo lleven a cabo; por ahora invisibles. De no conformarse esta alternativa, la opción será un populismo abiertamente dictatorial, a la venezolana, que el peronismo ya ha ensayado reiteradamente, o de nuevo un neoliberalismo “democrático” que ya ha dado todo de sí, aquí y en todo el mundo. En cualquier caso, la extrema pobreza y marginalidad, devenidas desesperación, acabarán en el caos y la inseguridad absolutos, como ya está ocurriendo. “Papita pal’ loro”, como se dice, para las mafias del narcotráfico, políticas, empresariales, sindicales y de organismos de inteligencia y seguridad.
El caos absoluto, que podría desembocar en alguna nueva forma de autoritarismo de extrema derecha, tal como está ocurriendo o despuntando en medio mundo, incluso en los ejemplares países escandinavos. Allí están los Trump, Johnson, Bolsonaro… Si hoy viviesen líderes populistas o liberales como Juan Perón o Ricardo Balbín, estarían mirándose en ese espejo, como supieron hacerlo alguna vez, cada uno a su modo.
En cuanto a la izquierda democrática; si te he visto, no me acuerdo, a pesar de que sus viejas propuestas, hoy olvidadas, están ante una oportunidad histórica.

 

*Escritor y periodista

 

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«LA PANDEMIA, SU COSTO Y LA RESPONSABILIDAD DEL ‘GANGSTER’ DE LA CASA BLANCA» por Michael Brooks*

Con-Texto | 22 agosto, 2020

El escritor científico inglés Michael Brooks entrevista a Noam Chomsky.

 

Ningún intelectual público ha tenido más influencia en el último medio siglo en los Estados Unidos que el Dr. Noam Chomsky, el legendario lingüista, analista político, activista y autor de docenas de libros. A los noventa y uno, todavía mantiene un horario incansable de escritura y entrevistas.

El politólogo y lingüista volvió así sobre Trump, quien había sido blanco de duras críticas de su parte en los últimos meses. En mayo, en una entrevista con The Guardian responsabilizó al presidente de Estados Unidos por la muerte de “miles de personas” por los recortes en la financiación de la atención médica y la descarga de sus responsabilidades de liderazgo en los gobernadores estatales durante la pandemia de coronavirus.

“Es una gran estrategia para matar a mucha gente y mejorar su chance electoral”, ironizó Chomsky, quien también se muestra crítico de la respuesta global al coronavirus y condena la reacción de Estados Unidos y el “muy triste incumplimiento del deber” de los líderes europeos.

Para Chomsky el mundo se recuperará de la pandemia a un costo terrible. “El costo se amplifica enormemente por el gángster de la Casa Blanca, que ha matado a decenas de miles de estadounidenses, lo que lo convierte a Estados Unidos en el peor lugar del mundo (para el coronavirus)”, dijo.

Alertó también que se saldrá de la pandemia, pero no “del otro crimen que Trump ha cometido, el calentamiento global. Lo peor está por venir: no vamos a salir de eso”.

Chomsky apuntó también contra los republicanos. Sobre ellos dijo que han desaparecido como partido y criticó su silencio ante algunas de las acciones de Trump, como el despido de los inspectores generales para monitorear la corrupción. “Inacción de Trump sobre el cambio climático lo convierte en “el peor criminal de la historia, sin lugar a dudas”

****

¿Qué piensa al mirar el movimiento que ha estallado después de la muerte de George Floyd y Breonna Taylor a manos de la policía?

Lo primero que viene a la mente es el alcance y la escala de participación, compromiso y apoyo público sin precedentes. Si miras las encuestas, es sorprendente. El apoyo público tanto a Black Lives Matter como a las protestas va mucho más allá de lo que fue, por ejemplo, para Martin Luther King en la cima de su popularidad, en el momento del discurso “Tengo un sueño”. También está mucho más allá del nivel de reacción pública a los asesinatos policiales anteriores.

Puede ser el más similar a la reacción a la golpiza de Rodney King en Los Ángeles. Lo golpearon casi hasta la muerte. La mayoría de los atacantes fueron liberados en los tribunales sin cargos. Hubo una semana de protesta; sesenta personas murieron y tuvieron que llamar a las tropas federales para sofocar las protestas. Pero eso fue en Los Ángeles. Ahora está en todas partes.

Y no se trata solo del asesinato policial, sino de los problemas de fondo. Está comenzando a pasar a preocupaciones, consultas y protestas sobre los hechos que conducen a eventos como este. Este aumento de conciencia se ve favorecido por el aumento de conciencia de cuatrocientos años de represión viciosa.

¿Qué cree que explica la naturaleza sin precedentes de esto?

Creo que es el resultado de muchos años de activismo intensivo. Por ejemplo, hace años, el New York Times destacó una serie importante, ” 1619, “Sobre la historia del racismo en los Estados Unidos -” 1619 “porque ese fue el año en que los esclavos negros comenzaron a llegar en grandes cantidades. No podrías haberlo imaginado hace unos años. Esa es una de las muchas señales de lo que espero sean cambios realmente significativos, y parece ser un tributo a grupos como Black Lives Matter y otros que han estado trayendo estos temas a la atención pública y haciendo que la gente piense en ellos. Y la reacción en este momento es bastante importante. [Es diferente de] cuando vuelves a Ronald Reagan, abriendo su campaña en Filadelfia, Mississippi, el sitio del asesinato de tres trabajadores de derechos civiles: el mensaje fue bastante claro, pero hubo poca reacción.

Hay mucha más reacción ahora, y los paralelos son bastante duros allí. Es muy difícil comprender algo como esto, en términos de varios tipos de informes, información errónea, etc. Necesitamos abordarlo con cautela, pero como alguien que tiene un arraigo (en algunos aspectos) en la tradición anarquista, tal vez en muchos aspectos, ¿cuál es su opinión sobre esta zona autónoma que surgió en Seattle?

Es uno de una serie de desarrollos muy interesantes, en parte reacciones a la pandemia, en parte reacciones al [asesinato de George Floyd]. Crear las estructuras de apoyo y cooperación mutuos que separan a las personas de las estructuras gubernamentales, que han demostrado ser completamente inadecuadas para tratar problemas particulares, como llevar agua a las personas, problemas más fundamentales de por qué no estábamos tan desesperadamente preparados para la crisis. La zona autónoma es un caso interesante de esto.

También es sorprendente ver el apoyo [de personas como] el alcalde de Seattle, y mucho apoyo popular, lo que está volviendo locos a Trump y Fox News. Esa es una señal positiva, algo importante. Creo que es una manifestación importante de la sensación de que tenemos que tomar nuestras vidas bajo control, y que no podemos dejarlos en manos de las autoridades que se declararon nuestros amos. Tenemos que hacernos cargo.

Es importante replantearlo un poco: que algo puede surgir e incluso resultar en un “fracaso”, pero si hay información en él y si expresa un cierto impulso hacia la justicia, no es necesario medirlo linealmente como ¿un éxito o un fracaso?

El éxito y el fracaso son cosas complicadas. Cualquier lucha seria va a tener momentos de regresión. Las cosas no funcionan de la manera esperada, por lo que retomas y continúas desde allí. Cualquiera que se te ocurra (derechos civiles, derechos de las mujeres, abolición, todos ellos) es un proceso.

Tomemos, digamos, la campaña de Bernie Sanders . Recibo cartas todo el tiempo o veo cosas publicadas que dicen: “Lo intentamos, perdimos, se acabó, así que me voy”. Eso no fue lo que pasó. Lo que sucedió fue un tremendo éxito., un éxito sin igual. Nada como esto ha sucedido en la historia política de los Estados Unidos; en realidad, casi siempre, desde que el verdadero movimiento populista, el movimiento radical de agricultores, fue aplastado por la fuerza. El espectro de discusión ha cambiado sustancialmente. Las cosas que no estaban en la agenda no hace mucho tiempo están al frente y al centro: la atención médica universal, solicitada y ampliada por el desastre pandémico; un New Deal verde, resultado del activismo serio de un pequeño grupo de jóvenes que ocuparon cargos en el Congreso; y el trasfondo fue el éxito de Sanders y de jóvenes miembros del Congreso que llegaron al poder para apoyarlos.

Sanders ha tomado la decisión táctica, que algunos critican pero creo que es correcta, unirse a la campaña de Joe Biden y empujarla hacia la izquierda. Sus asociados están trabajando en la planificación de comisiones y, de hecho, si observa el programa que surgió, está más a la izquierda que cualquier otra cosa desde FDR. Ofrece muchas oportunidades.

Ahora, esto no sucedió por arte de magia. Sucedió como el New Deal verde. Sucedió por constante presión y activismo. Así es como la izquierda debe concebir las elecciones. Presionar el botón [para un candidato] no es el problema. Es el activismo constante el que está remodelando la variedad de opciones, problemas y políticas. No ganas chasqueando los dedos. Algunas cosas funcionan, algunas fallan, y usted retoma y continúa desde allí.

Quiero preguntar sobre la libertad de expresión . Me parece que ha caído en desgracia entre algunos de la izquierda. ¿Cómo se relaciona con la cuestión de la libertad de expresión?

En primer lugar, deberíamos pensar un poco en la historia. ¿Por qué surge este problema ahora? ¿Es nuevo? No. Ha sido la norma durante décadas, pero siempre se dirigió a la izquierda, por lo que nadie le prestó atención. Mucho más allá de lo que está sucediendo ahora: reuniones interrumpidas, interrumpidas violentamente; conversaciones canceladas; libros destruidos. Entonces, por ejemplo, el primer libro que mencionó, Consentimiento de fabricación, el primer libro en el que Ed Herman y yo trabajamos juntos fue a principios de los años 70. El libro fue publicado por un editor muy exitoso; se imprimieron veinte mil copias. El editor era propiedad de una gran corporación, y uno de los ejecutivos de la corporación vio el libro, se horrorizó y exigió que el editor lo retirara de la publicación. Cuando se negaron, destruyó a todo el editor. Todo su stock fue destruido, para evitar que distribuyera el libro de errores.

¿A alguien le importó? Por curiosidad, lo llamé a la atención de los principales libertarios civiles, como Nat Hentoff y la ACLU, pero no vieron ningún problema. No es censura estatal si una corporación decide destruir a un editor y destruir todas sus acciones para evitar que aparezca algún libro. De hecho, fue difícil encontrar [inaudible] sobre la persona que encontró algo malo en ello.

Pero esa no es la única vez. Podría darle otros casos míos en los que los libros fueron retirados de la publicación, y me pidieron que devolviera el anticipo, porque tenía algún contenido político que al editor no le gustó. Se ha despedido a otras personas y se han eliminado los puestos docentes, y así sucesivamente. No les importó. No era censura: estaba dirigida contra la izquierda, mucho más allá de lo que está sucediendo hoy.

Ahora, eso no justifica lo que está sucediendo hoy. En primer lugar, realmente no lo llamaría Izquierda: cuando el New York Times retira un artículo de opinión, lo que no creo que deberían haber hecho, es bastante difícil llamarlo Izquierda.

Cuando muchos jóvenes deciden quitar la plataforma de algún orador, creo que están cometiendo un grave error, incluso desde un punto de vista táctico. Hay formas mucho mejores de lidiar con eso: puede ejecutar una contra sesión, donde exponga lo que está sucediendo y lo use como una oportunidad educativa. Creo que está mal en principio y está tácticamente mal. Es un regalo para la extrema derecha; ellos lo aman.

Una de las muchas piezas de activismo que he apreciado inmensamente en las que ha estado involucrado fue su defensa del presidente Lula da Silva de Brasil cuando era un preso político . Lo visitó cuando estaba en prisión en Curitiba. ¿Puede decirnos por qué cree que el presidente Lula es un líder tan importante?

El presidente Lula provenía de una clase trabajadora, era activista: en los días de la dictadura, logró organizar una oposición significativa y se postuló para presidente. Su victoria fue robada un par de veces, pero finalmente ganó la presidencia e inició una nueva era en la historia de Brasil.

No confíes en mi palabra; tomar el Banco Mundial, no una institución radical. En 2016, un par de años después del final de su mandato, publicaron un largo estudio sobre la historia económica brasileña reciente. Llamaron al mandato de Lula como la “década dorada” de la historia económica brasileña. Enorme reducción de la pobreza, tremendo aumento de la inclusión, gran parte de la población, negros y personas totalmente marginadas y oprimidas, incorporaron políticas para darles a las personas cierto control sobre sus vidas. Enorme éxito.

Brasil se convirtió en uno de los países más respetados del mundo, si no el más respetado. Echa un vistazo ahora. Es un paria absoluto, uno de los países más ridiculizados y condenados en todo el mundo.

Hubo muchos problemas con los términos de Lula. Uno de ellos fue que toleró la corrupción, no le prestó atención. Había mucho en el Partido de los Trabajadores (PT): es endémico en Brasil, en toda la región. Lo que su administración realmente no pudo hacer fue hacer que la gente entendiera que eran parte del sistema que se estaba desarrollando. Así que ahora es bastante extraño que cuando se pregunta a las personas que se beneficiaron enormemente de los programas de Lula, cuando se les pregunta: “¿Cómo sucedió esto?” dicen: “Vino de Dios”, como si fuera un accidente. No saben que era parte de los programas del PT. Ese fue un verdadero fracaso del compromiso, que simplemente “se les ocurrió” de alguna manera y que no formaban parte de él. Eso fue un gran fracaso.

Hay otras cosas que puedes criticar. El juicio sobre la “década dorada”, creo, es bastante correcto, y el ascenso a una posición de gran respeto internacional, como voz del Sur Global, fue extremadamente significativo, y parte de la razón de su caída. A los sistemas políticos no les gustan los advenedizos. No se supone que hagan eso.

Las élites en Brasil son extremadamente racistas y con conciencia de clase. Aquí está este tipo que proviene de un entorno de clase trabajadora, que ni siquiera habla portugués “correcto”; no fue a las escuelas “correctas”. Se supone que es humilde, agradecido por lo que hacemos por él, no por establecer políticas. Hablas con la gente y puedes sentir la amargura y la ira, solo por estas razones, incluso más que las políticas.

Un par de años después de que Lula dejara el cargo, se inició un golpe suave [contra la sucesora de Lula, Dilma Rousseff]. Esto finalmente condujo a las elecciones de octubre de 2018. Lula fue encarcelado; Era el candidato más popular, muy probable que ganara. Fue encarcelado por cargos muy dudosos, pero también fue silenciado. A diferencia de un asesino en masa en el corredor de la muerte, no se le permitió hacer una declaración. Eso fue muy importante. Se mantuvo en silencio durante la campaña electoral. Ahora está en libertad parcial mientras se llevaban a cabo las apelaciones. Pero antes de las elecciones, lo mantuvieron fuera. Lo que entró fue un fanático ultraderecho [Jair Bolsonaro] que está destruyendo el país. Brasil en este momento está al borde de un golpe militar.

No sé si vio los clips de hace un par de días, donde las pandillas de Bolsonaro estaban atacando los edificios parlamentarios, la Corte Suprema y diciendo: “Deshágase de ellos”. Bolsonaro despidió a los jefes de las divisiones ejecutivas, que estaban investigando a su familia. Su declaración ejecutiva fue que “Nadie va a joder con mi familia”, que es bastante similar a lo que acaba de pasar aquí. Bolsonaro se ve a sí mismo como una especie de clon de [Donald] Trump. Tragedia y farsa.

Trump es muy similar. Acaba de despedir a todos los inspectores generales que se pusieron en marcha para controlar la corrupción y la malversación en las oficinas ejecutivas. Comenzaban a investigar sobre este pantano fétido que él había creado en Washington, así que los despidió a todos. Y como cualquier dictador de hojalata, hizo todo lo posible para humillar al senador republicano de alto rango, Charles Grassley, que había pasado su carrera poniendo en práctica este sistema. Ni un pío del Partido Republicano. Han desaparecido como una fiesta. Es peor que el viejo partido comunista. El líder da una orden; nosotros [caemos] de rodillas.

¿Podría explicar por qué lo que Donald Trump está haciendo institucionalmente en realidad es único y importa en sus propios términos?

Esto suena fuerte, pero es cierto: Trump es el peor criminal de la historia, sin lugar a dudas. Nunca ha habido una figura en la historia política que se haya dedicado tan apasionadamente a destruir los proyectos para la vida humana organizada en la tierra en el futuro cercano.

Eso no es una exageración. La gente se centra ahora en las protestas; La pandemia es lo suficientemente grave como para salir de ella a un costo terrible. El costo se amplifica enormemente por el gángster de la Casa Blanca, que ha matado a decenas de miles de estadounidenses, lo que lo convierte en el peor lugar del mundo [para el coronavirus]. Saldremos [de la pandemia, pero] no vamos a salir de otro crimen que Trump haya cometido, el calentamiento del globo. Lo peor está por venir: no vamos a salir de eso.

Las capas de hielo se están derritiendo; No se van a recuperar. Eso lleva a un aumento exponencial en el calentamiento global. Los glaciares árticos, por ejemplo, podrían inundar el mundo. Estudios recientes indican que en el curso actual, dentro de unos cincuenta años, gran parte de la parte habitable del mundo no será habitable. No podrá vivir en partes del sur de Asia, partes del Medio Oriente, partes de los Estados Unidos. Nos estamos acercando al punto de hace 125,000 años, cuando los niveles del mar eran aproximadamente veinticinco pies más altos de lo que son ahora. Y es peor que eso. El Instituto Oceanográfico Scripps acaba de salir con un estudio que estima que estamos acercándonos ominosamente a un punto [similar a] hace 3 millones de años, cuando los niveles del mar eran de cincuenta a ochenta pies más altos de lo que son hoy.

En todo el mundo, los países están tratando de hacer algo al respecto. Pero hay un país liderado por un presidente que quiere intensificar la crisis, correr hacia el abismo, maximizar el uso de combustibles fósiles, incluidos los más peligrosos, y desmantelar el aparato regulador que limita su impacto. No hay crimen como este en la historia humana. Nada. Este es un individuo único. Y no es como si no supiera lo que está haciendo. Por su puesto que lo hace. Es como si no le importara. Si puede invertir más beneficios en sus bolsillos y en los bolsillos de su rico distrito electoral mañana, ¿a quién le importa si el mundo desaparece en un par de generaciones?

En lo que respecta al gobierno, estamos viendo algo bastante interesante. La democracia parlamentaria ha existido durante 350 años, comenzando en Inglaterra en 1689 con la llamada Revolución Gloriosa, cuando la soberanía fue transferida de la realeza al parlamento. Los comienzos de la democracia parlamentaria en los Estados Unidos [llegaron] aproximadamente un siglo después. La democracia parlamentaria no se basa solo en leyes y constituciones. De hecho, la constitución británica es quizás una docena de palabras. Se basa en la confianza y la buena fe, la suposición de que las personas actuarán como seres humanos.

Toma a Richard Nixon. Chico bastante podrido, pero cuando llegó el momento en que tuvo que dejar el cargo, dejó el cargo en silencio. Nadie espera eso con Trump. Él no actúa como un ser humano. Él está en otro lugar. Él [ni siquiera] hace citas que puedan ser confirmadas por el Senado. ¿Por qué molestarse? No me gusta alguien, los echaré. Una republicana, Lisa Murkowski, se atreve a plantear una pequeña pregunta sobre su nobleza, [y él] la atacó con un montón de ladrillos: voy a destruirte.

No es fascismo. Es lo que dije antes: dictador de hojalata de algún pequeño país donde tienen golpes de estado cada dos años. Esa es la mentalidad.

El Congreso, el Senado, está en manos de un alma gemela suya, Mitch McConnell, en muchos sentidos, el verdadero genio malvado de esta administración, dedicada a destruir la democracia mucho antes de Trump. Cuando [Barack] Obama fue elegido, McConnell dijo abiertamente al público: “Mi objetivo principal es asegurar que Obama no pueda lograr nada”. Bueno. Es decir, “Quiero destruir la democracia parlamentaria”, que se basa, como dije, de buena fe y confianza en el intercambio.

El Senado. el llamado cuerpo deliberativo más grande del mundo, se reduce a aprobar leyes que enriquecerán a los muy ricos, empoderarán al sector corporativo y harán nombramientos judiciales para apilar al poder judicial con jueces jóvenes, ultraderechos, en su mayoría incompetentes, que pueden garantizar una generación que no importa lo que quiera el público, podrán bloquearlo.

Es un profundo odio a la democracia y miedo a la democracia. Eso no es inusual entre las élites; No les gusta la democracia por razones obvias. Pero esto es algo especial.

Eso se suma a la pandemia, a la crisis del calentamiento global, la crisis de las armas nucleares, que es igualmente grave. Trump está desmantelando todo el régimen de control de armas, aumentando considerablemente el riesgo de destrucción, prácticamente invitando a los enemigos a desarrollar armas para destruirnos que [no podremos] detener.

Trump está tomando los peores aspectos del capitalismo, particularmente la versión neoliberal del capitalismo, y amplificándolos. Tomemos la pandemia . ¿Por qué hay una pandemia? En 2003, después de la epidemia de SARS, que era un coronavirus, los científicos lo entendieron bien y decían: “Es muy probable que exista otro coronavirus, mucho más grave que este”. Ahora, aquí están los pasos que debemos seguir para prepararnos para ello ”. Alguien tiene que dar los pasos. Bueno, hay una industria farmacéutica, pero extraordinariamente ricos, los grandes laboratorios no pueden hacerlo. No gasta dinero en algo que podría ser importante dentro de diez años; detener una catástrofe futura no es rentable. Esa es una crisis capitalista.

El gobierno tiene los recursos; Tienen excelentes laboratorios. Pero luego viene algo llamado Ronald Reagan, al comienzo del asalto neoliberal contra la población, argumentando que el gobierno es el problema, no la solución, lo que significa que tenemos que tomar decisiones lejos del gobierno. El gobierno está influenciado por la gente. Ahora tenemos que poner [las decisiones] en manos de instituciones privadas inexplicables que no tienen influencia del público. En los Estados Unidos, eso a veces se llama libertarismo. Ese es el comienzo del asalto neoliberal.

George HW Bush estableció una junta presidencial de asesoramiento científico. Obama lo llamó al cargo, correctamente, el primer día de su administración y les pidió que prepararan un sistema de reacción de advertencia de pandemia. Un par de semanas después, volvieron con un sistema que se implementó. Enero de 2017, el camión de auxilio llega a la oficina. Primeros días de su administración, [Trump] desmantela todo el sistema para responder a una pandemia; comenzó a desembolsar los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y todos los aspectos del gobierno relacionados con la salud, año tras año. Se eliminaron los programas de científicos estadounidenses en China que trabajan con científicos chinos para identificar posibles amenazas de coronavirus y descartarlo. Entonces, cuando [el coronavirus] golpeó, los Estados Unidos no estaban preparados, gracias al destructor.

Y luego se puso peor. Se negó a reaccionar a eso. Otros países respondieron, algunos de ellos muy bien y muy rápidamente. Casi se ha ido, principalmente bajo control. No en los Estados Unidos. No le importaba. Durante meses, la inteligencia estadounidense no pudo hacer que la Casa Blanca dijera: “Hay una crisis grave”. Finalmente, según los informes, notó que el mercado de valores estaba disminuyendo y luego dijo: “Tenemos que hacer algo”. Lo que ha hecho es solo caos.

Pero una gran parte del problema es anterior a Trump. ¿Por qué no están listos los hospitales? Bueno, se ejecutan en un modelo de negocio . Eso es neoliberalismo. Tiene que ser una entrega justo a tiempo. No quieren perder un centavo. Entonces no tenemos una cama extra de hospital; tenemos que asegurarnos de que los CEO de los hospitales privados reciban millones de dólares al año en compensación. No se puede tener una cama extra, corta eso. Entonces todo está loro arriba. Los hogares de ancianos , que son de propiedad privada, se reducen a un funcionamiento mínimo, porque podemos ganar más dinero de esa manera, si somos una corporación de capital privado que los posee. Ahora podemos contribuir a la campaña de Trump para que pueda tener una sesión de fotos con nosotros, diciéndonos lo maravillosos que somos por destruir los hogares de ancianos y matar a todas las personas mayores.

Se profundiza en los problemas mucho antes de Trump, pero es un fenómeno único: nuevamente, el peor criminal de la historia humana, por lo que sus delitos menores son destruir la democracia estadounidense y amplificar una pandemia de asesinatos de más de cien mil personas. Pero esos son crímenes menores según sus estándares.

 

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PERSPECTIVAS E INSTITUCIONES DEL TRABAJO Y DE LA SEGURIDAD SOCIAL EN LA ARGENTINA POST CRISIS SANITARIA Y ECONÓMICA por José Armando Caro Figueroa*

Con-Texto | 22 agosto, 2020

 

 “P. ¿Y cómo se combate a los que representan la oscuridad del presente? R. Exigiendo más democracia, pasos en pro de más democracia: caminando adelante, no hacia atrás. Con nuevas conquistas de libertad. Y eso se hace a base de presión en la calle. Las grandes reformas se consiguen porque la calle las demanda: no se regalan y nunca vienen desde el hemiciclo, jamás ha ocurrido eso”. (ÉRIC VUILLARD – Reportaje El País de 7 de agosto de 2020”.

 

I.- ¿QUÉ ESTA SUCEDIENDO EN MATERIA DE EMPLEO Y SALARIOS?

Según datos oficiales de mayo de 2020, la crisis destruyó 409.000 empleos registrados (o sea, empleos con garantías de estabilidad y seguros sociales).

Además, los trabajadores perdieron cerca del 10% del poder de compra de sus salarios.

La Mega Crisis se afrontó con instituciones creadas en los 90 (seguro de desempleo, suspensiones remuneradas -LCT 223, bis- , seguro de riesgos del trabajo, contratación eventual, rebaja de cargas sociales).

Tambien con medidas de emergencia (ATP, IFE, prohibición de despedir o suspender sin justa causa).

II.- EL MARCO GLOBAL Y REGIONAL

La recuperación del empleo y de la producción dependerá -es casi obvio- de la marcha de la economía.

En realidad, y antes que nada, dependerá del modo cómo se resuelva la reconfiguración económica que está en marcha a escala planetaria, y también fronteras adentro.

III.- LA TENTACION DE REGRESAR AL PASADO

En la Argentina los grandes actores que definen las reglas de la Producción y del Empleo (factores que marchan íntimamente vinculados) podrían plantearse la reconstrucción gradual de la ecuación existente antes de la Mega Crisis.

Y existe una alta probabilidad de que sea esto lo que suceda, dadas las tendencias ancestrales que mueven a aquellos grandes actores y a vastos sectores de la opinión pública argentina.

Dentro de esta hipótesis de futuro, volveríamos todos (trabajadores, productores, expertos, beneficiarios de prestaciones sociales, habitantes de la zona núcleo y del Interior profundo y empobrecido) a vivir experiencias muy conocidas.

Vale decir: regresaríamos a las innumerables y desordenadas pujas distributivas que nos son tan familiares. Luchas que bajo el epígrafe más técnico de conflicto distributivo estructural tan certeramente analiza Pablo GERCHUNOFF (“La paradoja Populista” – mayo de 2020).

Se trataría, una vez más, del regreso a un “pasado” diseñado previa selección de los componentes que sirvan a los intereses en juego[1].

IV.- EL SISTEMA ARGENTINO DE TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL

Pero antes de avanzar en una especulación de futuro, creo imprescindible identificar las características de nuestro Sistema de Relaciones del Trabajo.

Tenemos en primer lugar, la contradicción entre la constitucionalmente proclamada Libertad Sindical (que incluye la democracia interna de las organizaciones obreras), y la realidad de un sistema con aristas corporativas y no democráticas.

Aparece en segundo lugar, una regulación estatal de las condiciones mínimas de trabajo forjada sobre modos de producir propios de la segunda revolución industrial.

El tercer pilar, es la negociación colectiva laboral, anclada (salvo excepciones) en 1975. Una actividad marcada por el centralismo unitario, excluyente y montada sobre solidaridades corporativas y no de clase[2].   

Uno podría preguntarse ¿cuáles son las virtudes o los trucos que explican la permanencia de estas reglas tan antiguas y, además, tan poco exitosas en el largo ciclo histórico casi centenario?

Una primera hipótesis (muy utilizada entre nuestros expertos pese a colindar con la mitología) es que los trabajadores argentinos disfrutan de condiciones de trabajo, salario y de seguridad social óptimas.

Pero, a estas alturas, está muy claro que esta hipótesis es, por sobre todas las cosas, un elemento de propaganda.

A mi modo de ver, la persistencia de nuestro Sistema de Relaciones Sindicales y del Trabajo tiene mucho que ver con el Pacto No Escrito que vigilan y hacen cumplir la gran patronal argentina y los grandes sindicatos. Y la habilidad con que estos dos grandes actores se mueven en los diversos escenarios políticos[3].

El intercambio central de este Pacto puede enunciarse así: El patronato defiende el orden sindical (que incluye el manejo de los cuantiosos recursos que recaudan las obras sociales), y la cúpula sindical defiende el modelo de capitalismo autárquico y prebendario. Y ambos resisten a la “marea roja”,

Por extraño que pudiera parecer, la inflación contribuye a consolidar este Pacto y hace reverdecer a la negociación colectiva laboral centrada en la puja contra la inflación.

El vigente sistema sociolaboral tiene dos variables de ajuste: a) La masa de trabajo no registrado; y, b) Los programas asistenciales que alimentan a los regímenes clientelares del Norte y del Conurbano (Acerca del el impacto de las políticas asistenciales sobre la perpetuación en el poder de los señores feudales del Norte, puede leerse a Carlos GERVASONI[4]).  

V.- REFORMAR EL ESTADO Y EL MERCADO

La profundidad de la Mega Crisis -que es sanitaria, económica, social y de propuestas-, pudiera abrir caminos, otorgar peso y protagonismo, a las demandas de reformas estructurales que apunten a modificar las bases del modelo económico y laboral esbozado en los años de 1930, consolidado en la década siguiente, y culminado en tiempos de Onganía[5].

Como sabemos, las demandas de reformas estructurales están cargada de ideologismos, de intereses abiertos y ocultos. Integran un espacio casi infinito, que alienta el protagonismo de los “ingenieros institucionales”.

Mi punto de vista es el siguiente:

Las reformas estructurales que se promuevan o lleven a cabo han de enmarcarse, en primer lugar, dentro de nuestro bloque constitucional, federal y cosmopolita. Y, en segundo término, dentro de exigentes criterios de equidad y eficacia.

O sea, no creo en la legitimidad de las reformas hechas para ampliar las ganancias de los empleadores o reforzar su poder de dirección. Reformas que, además y muy probablemente, habrían de resultar ineficaces.

Una reforma pensada para reducir salarios o incrementar jornadas, o diseñada a la medida de los jerarcas que pelean por espacios dentro del anacrónico “mapa sindical” (lo que los laboralistas llamamos encuadramiento), tampoco parece encajar con las exigencias de una sociedad democrática y cuya Constitución proclama la necesidad de condiciones dignas y equitativas de labor. O, lo que es lo mismo, de trabajo decente.

Una de las grandes preguntas operativas es la siguiente: ¿Quiénes deberían ser los actores de las reformas estructurales? Dando por sentada la necesidad de debates abiertos y de convalidación parlamentaria, pienso que son las fuerzas políticas (y no los actores sociales tradicionales) las encargadas de abordar este desafío.

Pero, inmediatamente después añado  que este protagonismo de la Política está muy lejos del horizonte contemporáneo donde los actores políticos están divorciados o, en su caso, prefieren ceder el protagonismo a sus aliados sindical y patronal.

Tres breves apuntes antes de finalizar este capítulo.

El primero tiene que ver con el teletrabajo, recientemente mal regulado (a mi entender) por el Congreso de la Nación. Pienso que no es adecuado reproducir reglas del derecho de trabajo tradicional buscando consolidar el “estatuto único” (que pudo resultar beneficioso en la antigua sociedad industrial, pero que hoy es impracticable). Deberíamos pensar en la realidad del teletrabajo y garantizar los Derechos Fundamentales del trabajo y de la persona del trabajador. Un límite infranqueable debería ser la compatibilidad del teletrabajo con la vida familiar y privad del trabajador.

El segundo es fruto de mi experiencia contemporánea como abogado laboralista en Salta. En mi provincia suena a sarcasmo hablar de “industria del juicio”. En realidad, Salta (y muchas áreas del Norte Grande argentino) es una verdadera zona franca laboral. Una zona sin derechos, sin inspección del trabajo, con una justicia laboral morosa y guiada por los principios del derecho civil, que sigue pensando que los Derechos Fundamentales son meramente programáticos.

El tercero (referido al impacto de la llamada economía colaborativa sobre el mundo del trabajo) queda para otra oportunidad.  

VI.- DIEZ REFORMAS ESTRUCTURALES EN EL ÁMBITO DE LAS RELACIONES LABORALES Y SINDICALES

Señalo, como preámbulo, la necesidad de hablar, simultáneamente y en paralelo, de todas las reformas estructurales que la Argentina necesita (tributaria, aduanera, federal, sanitaria, educativa, monetaria, crediticia, de conectividad).

Dicho esto, me centraré en el área de mi conocimiento. Para enunciar algunas de las reformas estructurales sociolaborales que estimo necesarias:

1.- Garantizar la Libertad Sindical y promover la democratización y federalización de la representación de los trabajadores.

2.- Garantizar los Derechos Fundamentales de la persona en el trabajo (Véase GOLDIN, “Configuración Teórica del Derecho del Trabajo”, 2017[6]).

3.- Garantizar el derecho de los trabajadores a acceder a la información necesaria para la negociación colectiva y los controles de legalidad.

4.- Reformular el sistema de fuentes normativas laborales (vale decir, redefinir los modos de articular las normas del bloque constitucional, federal y cosmopolita con las leyes y decretos ordinarios y con los frutos de la autonomía colectiva[7]).

5.- Dejar librado el ejercicio del Derecho de Huelga a las pautas que marca el Comité de Libertad Sindical de la OIT.

6.- Separar la propiedad y gestión de las Obras Sociales  de la estructura sindical, democratizando su funcionamiento e insertándolas dentro de un Sistema Nacional Integrado de Salud.

7.- Reformar el régimen de despido, sin perjuicio de la garantía constitucional contra el despido arbitrario.

8.- Reducir la duración de la jornada máxima de trabajo y habilitar la negociación colectiva de nuevas formas de distribución del tiempo de trabajo.

9.- Aprobar un régimen integral de Contrato de Trabajo para las micro y pequeñas empresas.

10.- Reformar la Ley de Higiene y Seguridad en el trabajo[8]

VII.- MEDIDAS DE TRANSICIÓN PARA HACER FRENTE A LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS DE LA MEGA CRISIS

Mientras ponemos en marcha el Programa de Reformas Estructurales, hará falta reordenar y completar las instituciones previstas para situaciones de crisis (fondo de empleo y desempleo, fondo de garantía salarial, procedimiento preventivo de crisis), así como los programas aprobados en lo que va del año para la emergencia (ATP, IFE, rebaja de cargas sociales).

El Gobierno y los actores sociales deberían celebrar un Acuerdo Tripartito que contemple (junto a medidas de índole económica y social) una suerte de Protocolo quinquenal para la Negociación Colectiva que contemple el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios y la mejora de las remuneraciones en función del empleo, la productividad y de las ganancias. Este Acuerdo debería contemplar, además, formas de “desenganche” pactadas en las unidades menores de la negociación colectiva. Sobre este punto, estimo imprescindible leer el reciente trabajo de Pablo GERCHUNOFF “La Paradoja Populista” (mayo de 2020).

Hace falta también adoptar medidas internacionales contra el dumping social, y medidas nacionales y regionales contra el trabajo no registrado, que refuercen la responsabilidad de las empresas que contratan o subcontratan con terceros empleadores.

Salta, 7 de agosto de 2020 

*Socio del Club Político Argentino

 


[1] Este diseño excluye, por ejemplo, los acuerdos y conclusiones del Congreso Nacional de la Productividad y del Bienestar, de 1954, o las propuestas de un Sistema Nacional Integrado de Salud).

[2] Que en los tiempos modernos se ve dinamizada por las aspiraciones (cíclicamente) alejadas de lo que la economía puede ofrecer (GERCHUNOFF). Estas aspiraciones colectivas son encauzadas y potenciadas por los sindicatos a través de los canales institucionales de la Ley 14.250. Los acuerdos salariales de camioneros y aceiteros, ejemplifican la solidaridad corporativa a la que me refiero en el texto.

[3] La historia de las relaciones de cúpula entre la CGT y la UIA (y sus adherentes) muestra varios acuerdos (escritos y no escritos) para presionar a gobiernos o tejer alternativas puramente políticas. Recuerdo de memoria coincidencias contra las políticas del presidente Alfonsín, por ejemplo.

[4] “Democracia y autoritarismo en las provincias argentinas” (Revista APORTES).

[5] La Ley de Obras Sociales de Onganía 18.610 (1970)

[6] En 2017 Adrián afirmaba, con autoridad, que el Derecho del Trabajo en encaminaba rumbo a un “destino incierto”. La Mega Crisis que vivimos no ha hecho sino acentuar esta incertidumbre tendencial.

[7] Fomentar, por ejemplo, la articulación y renovación de la Negociación Colectiva Laboral, admitiendo la disponibilidad colectiva de ciertas normas que no afecten a los derechos fundamentales, garantizando a los trabajadores el derecho a la información, reintroduciendo el concepto de masa salarial, y facilitando los convenios de eficacia limitada.

[8] Estableciendo, entre otras mejoras, la responsabilidad civil y penal de los empleadores en caso de dolo o culpa que provoquen accidentes de trabajo o enfermedades profesionales .

 

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CÓMO CONVIVIR CON LA INCERTIDUMBRE: ASUMAMOS EL MIEDO, EVITEMOS EL PÁNICO por  Roberto R. Aramayo y Txetxu Ausín(*)

Con-Texto | 22 agosto, 2020

Fuente Other News

Cómo convivir con la incertidumbre: asumamos el miedo, evitemos el pánico

El miedo cumple una función adaptativa, pero al exacerbarse puede instrumentalizarse para la dominación política y el control social, como ha evidenciado el modelo chino. La seguridad se cifra en reducir los riesgos del daño, pero debemos aprender a convivir con la incertidumbre, sin pretender eliminarla del todo.

La seguridad, sentirse protegido, ocupa el segundo nivel de las necesidades primordiales del psicólogo estadounidense Abraham Maslow, solo por encima de las necesidades fisiológicas, y es una de las siete necesidades básicas del ser humano según el antropólogo Malinowski. Estar seguro equivale a no sentir miedo, esa perturbación angustiosa del ánimo ante un daño real o imaginario.

La pandemia nos hace sentir en peligro y nos angustia no sólo en su vertiente sanitaria, sino también por sus consecuencias laborales y educativas, entre otras.

El miedo cumple una función adaptativa, pero al exacerbarse puede instrumentalizarse para la dominación política y el control social, como ha evidenciado el modelo chino. La seguridad se cifra en reducir los riesgos del daño, pero debemos aprender a convivir con la incertidumbre, sin pretender eliminarla del todo.

Las múltiples facetas de la seguridad

Tendemos a identificar la seguridad con el conjunto de medios y medidas destinados a velar por el orden público, como hacen las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Pero no se puede reducir la seguridad a la policía, el servicio de bomberos o las emergencias. Como nos ha hecho ver la pandemia, hay muchas otras cosas que adscribir a la seguridad, como es el caso de una salud pública que requiere acceso a medicamentos y tratamientos esenciales, una seguridad social que gestiona las bajas laborales y las jubilaciones, la protección del trabajador y el consumidor, el acceso a la vivienda o el cuidado del medio ambiente. La buena gobernanza, la transparencia, la rendición de cuentas o la participación también son elementos esenciales que amparan al ciudadano de posibles abusos por parte del poder político.

En 1944 Franklin D. Roosevelt formuló su Segunda declaración de los derechos, cimentando un nuevo concepto de seguridad asociado a una vida con condiciones dignas. Para zafarse del miedo es imprescindible no ser presa de la penuria y la precariedad. El trabajo, la vivienda, el alimento, la asistencia sanitaria, la educación y la protección ante el desempleo, los accidentes o la vejez son los derechos que sustentan esa nueva seguridad.

El primado de la libertad

Sin embargo, no ha de supeditarse todo a la seguridad, convirtiéndola en el valor supremo de nuestra vida social. No cabe renunciar a la libertad, la solidaridad o la justicia en aras de una presunta seguridad que suele reducirse a reforzar los mecanismos de vigilancia y control social, sin atender a la recién mencionada complejidad y riqueza del concepto.

Hay deseos que no deben cumplirse y el de la seguridad radical es un anhelo que nunca puede ni debe satisfacerse. Controlarlo todo nos haría inhumanos, porque nos definen precisamente nuestras limitaciones, y nuestra fragilidad es nuestro fecundo toque de distinción, al que le debemos nuestros mayores logros gracias a la interdependencia.

La búsqueda de una seguridad absoluta tan sólo puede acarrear consecuencias completamente indeseables. En circunstancias tan delicadas como las actuales, ante una grave amenaza para nuestra salud, podemos caer en la tentación de someternos voluntariamente s un control cada vez más exhaustivo de nuestras libertades, asumiendo con ello una vez más esa servidumbre voluntaria de la que nos habla de La Boétie en su famoso ensayo del mismo nombre.

Los límites éticos del control

En un momento dado, puede ser útil rastrear nuestros movimientos para seguir la pista de posibles contagios y evitarlos. Pero hay que poner unos límites a ese tipo de controles y diseñar estas aplicaciones con transparencia, control social, limitación de uso y respeto a la privacidad; esto es, con una supervisión ética que oriente su diseño y sobre todo sus aplicaciones. En el binomio compuesto por libertad y seguridad siempre debe primar la primera, tal como entre la bolsa y la vida ha de hacerlo esta segunda.

Pasear por las calles bajo unas cámaras de reconocimiento facial que nos identifiquen a cada paso no aporta seguridad, sino un mundo en el que no merece la pena vivir. No podemos desconfiar de todos en todo momento y convertirnos en presuntos malhechores, como cuando pasamos un control aeroportuario.

Así las cosas, alguien podría idear una pulsera digital con ciertos datos relevantes para limitar nuestro radio de acción, si la pandemia retornase con extrema virulencia y todavía no dispusiéramos de los fármacos adecuados para neutralizar sus efectos letales. La edad, el género y hasta el grupo sanguíneo podrían determinar nuestro margen de maniobra, generando una concatenación de discriminaciones como la denunciada por el célebre poema sobre la indiferencia que suele atribuirse a Bertold Brecht.

Una pedagogía de la responsabilidad

Lo que realmente cuenta es nuestra responsabilidad, y no podemos dejarla en manos de nuestros representantes políticos, ni tampoco delegar su ejecución a los algoritmos gestionados por la inteligencia artificial. Hemos de hacer nuestra esa vigilancia autónoma. Cada cuál debe vigilarse responsablemente a sí mismo, para no dañar al otro, como reclaman Kant y Rousseau. Esa labor necesita de una ingente pedagogía social en la que se involucren los medios de comunicación, el mundo de la enseñanza y cada uno de nosotros.

Hemos de asumir que debemos convivir con la incertidumbre, sin demandar a la ciencia o a quienes gestionan los asuntos públicos que nos liberen de nuestra zozobra en tiempos difíciles renunciando a la libertad, es decir, a la responsabilidad que nos caracteriza como ciudadanos y como personas con una identidad moral, como solía enfatiza en sus escritos Javier Muguerza.

Sin esa identidad moral que nos confiere la responsabilidad, lo único seguro es que abdicaremos de nuestra condición humana, convirtiéndonos en unos vasallos del pánico, controlados por controladores a los que nadie controla. Basta recordar la sala de control filmada por Stanley Kubrick en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. 23 julio, 2020

                                                                  Jul 23 2020

 

—————–

(*) Roberto R. Aramayo, Profesor de Investigación IFS-CSIC (GI TcP). Historiador de las ideas morales y políticas. y Txetxu Ausín, Científico Titular, Instituto de Filosofía, Grupo de Ética Aplicada, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CS

 

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ORIENTE SUPO MUCHO ANTES QUE CCIDENTE QUE LA CONCIENCIA DE UNIDAD NO TIENE FRONTERAS (primera parte) por  Albino Gómez *

Con-Texto | 16 agosto, 2020

La inevitabilidad de los “opuestos”

Siguiendo desde hace unos cuantos años, el pensamiento de Ken Wilber, una  de las mayores  autoridades mundiales en el estudio de la conciencia y sus derivaciones, nos preguntamos por qué la vida se presentaba como una serie de opuestos.  Y todo lo que valorábamos eran elementos  de un par de opuestos, y en ello se basaban todos los deseos. 

En tal sentido, creí necesario transcribir casi literalmente sus reflexiones para no desvirtuarlo, porque para él, todas las dimensiones espaciales y direccionales eran, y  siguen siendo  opuestas, por ejemplo: arriba y abajo se oponen; como dentro y fuera; alto y bajo; corto y largo; norte y sur; grande y pequeño;  aquí y allá; cima y fondo; derecha e izquierda. Y también todas las cosas que consideramos serias e importantes constituyen pares de opuestos: bien y mal; vida y muerte; placer y dolor; Dios y Satán; libertad y servidumbre. Pero también nuestros valores sociales y estéticos son siempre algo que se da en función de opuestos, como el éxito y fracaso; bello y feo; riqueza y pobreza; guerra y  paz; fuerte y débil; inteligente y estúpido. Incluso, nuestras abstracciones supremas se fundan en oposiciones. Así las cosas, la lógica se ocupa de lo verdadero  y lo falso; la epistemología, de la apariencia y de la realidad ; la ontología, del ser y el no ser. Lo que le hacía parecer al pensador que seguimos, que nuestro mundo es una impresionante colección  de opuestos. Antes de continuar, me sirvió de entrada porqué yo no podía entender como un gobierno realmente democrático, era incapaz de aceptar de buen grado la existencia de una oposición que considerara  muchas de sus justas disidencias  republicanas, defendiendo el orden constitucional y la división de los poderes del Estado, como una suerte de subversión antipatriótica, cuando cualquier poder que no sea oportunamente contrapesado sufriría una disolución interna mucho más dramática que la exposición a la negatividad externa. Sin advertir que el error de todo poder y de toda parte de un sistema, fuese  concebirse solo a sí mismo como necesario. Porque en todo sistema metafísico, vital o político, los contrarios configuran en forma secreta una unidad y comparten un rol,que es la preservacion y fortificación del sistema mismo .Por eso todas las dictaduras terminan por caer.

Volviendo a Wilber, consideraba que la peculiaridad inevitable de los opuestos, tan válidos para el hombre, no existían en la naturaleza. En ella no había ranas verdaderas y ranas falsas, árboles morales e inmorales, océanos justos e injustos, Ni montañas políticas o apolíticas, tampoco las pandemias, aunque el hombre a través de un gobierno pudiese utilizarlas políticamente. Porque la naturaleza jamás se disculpaba por ignorar la oposición entre el error y el acierto. Lo cual no  nos impedía reconocer que hubiese ranas grandes y pequeñas, árboles bajos y altos, fruta verde y madura. También es posible que hubiese osos listos y osos tontos, pero no parecía  que ello les preocupase mucho, aunque  entre ellos pudiesen sacarse provecho de tal circunstancia. Y  aunque es verdad que en el mundo de la naturaleza se da la vida como la muerte o la extinción por cualquier razón, ello no parece tener las dimensiones aterradoras que se le asigna en el mundo de los humanos, Y aunque se de en el mundo animal el placer y el dolor, no le angustia el dolor futuro, ni se queja del dolor pasado. Todo es muy simple y natural. Pero esto hace a la naturaleza más despierta de lo que creemos. Porque el mundo de los opuestos es un mundo de conflictos. Cuanto más voy buscando el bien, tanto más me obsesiona el mal. Cuanto más éxitos busco, mayor será mi temor al fracaso. Cuanto más sea el afán con que me aferre a la vida, más aterradora me parecerá la muerte- Cuanto mayor sea el valor que  le asigne a una cosa, más me obsesionará su pérdida. En otras palabras, la mayoría de nuestros problemas se dan por la demarcación de límites o fronteras y de los opuestos que estos crean. Hasta las guerras en lugar de su opuesto, la paz.

Entonces suponemos con Wilber que la vida sería perfectamente placentera con solo si pudiéramos anular los polos negativos e indeseables de todos los pares de opuestos. Si pudiéramos conquistar el dolor, el mal, la muerte, el sufrimiento, la enfermedad, la pobreza, para que solo hubiera bondad, vida, alegría,  salud, y riqueza:  eso sería realmente vivir bien. Y, en efecto, tal es precisamente la idea que de la felicidad tienen muchas sociedades. Idea que ha llegado a significar en vez de la trascendencia de todos los  opuestos, el lugar donde se acumulan todas las mitades positivas de las parejas de opuestos, una suerte de cielo, en tanto que el infierno sería el lugar donde amontonamos todas las mitades negativas: el dolor, el sufrimiento, el tormento, la angustia, la pobreza, la enfermedad.

Pero esta meta de separar los opuestos y después aferrarse a las mitades positivas o correr en pos de ellas, parece ser una característica  distintiva de la civilización occidental progresista; de su religión como de su ciencia y tecnología, de su medicina o su industria. De modo tal que el progreso, en última instancia, es simplemente avanzar hacia lo positivo y alejarse de lo negativo. Y sin embargo, pese a las obvias ventajas globalizadas de la medicina, la ciencia, la tecnología, la industria y la agricultura, no hay ni la más leve prueba de que, después de siglos de acentuar  lo positivo y tratar de eliminar lo negativo, la humanidad sea más feliz o esté más contenta o más en paz consigo misma. De hecho, las prueba de que se dispone hacen pensara precisamente lo contrario: que vivimos en la era globalizada de la angustia, de la incertidumbre, de una frustración y una alienación que alcanzan proporciones de epidemia o pandemia, de aburrimiento en medio de la riqueza. Del hambre, de las migraciones desesperadas y de desorientación la mayoría de la población mundial.

Entonces pareciera ser como si el progreso y la infelicidad bien pudieran  ser el anverso y el reverso de una misma e inestimable moneda. Dado que la misma urgencia por progresar implica un descontento con el estado actual de las cosas, de modo  que cuanto más intenta uno progresar, tanto más agudizado el descontento se siente.Al perseguir ciegamente el progreso, nuestra civilización ha institucionalizado la frustración. Porque es nuestro intento de acentuar lo positivo y eliminar lo negativo, hemos olvidado por completo que lo positivo solo se define en función de lo negativo. Aunque es posible que los opuestos sean tan diferentes como el día y la noche, pero lo esencial es que sin la noche, ni siquiera seríamos capaces de reconocer algo que pudiéramos llamar día. Porque destruir lo negativo es, al mismo tiempo, destruir toda posibilidad de disfrutar de lo positivo.Así, cuanto mayor es nuestro éxito en esta aventura del progreso, tanto más fracasamos en realidad y, por consiguiente, más se agudiza nuestra sensación de frustración total.

La raíz de toda la dificultad se encuentra en nuestra tendencia a considerar los opuestos como irreconciliables. Como totalmente separados y divorciados el uno del otro. Incluso las oposiciones más simples, como puede serlo la de comprar y vender, son consideradas como dos acontecimientos diferentes y separados. Cuando podríamos llamarlos complementarios e inseparables.Dos aspectos de un mismo hecho.

Se puede decir que de alguna manera , todos los opuestos comparten una identidad implícita, y recíprocamente dependientes porque ninguno de ellos podría existir sin el otro.Así las cosas es obvio que no hay dentro sin fuera, arriba sin abajo,, ganancia sin pérdida, placer sin dolor ni vida sin muerte. Digamos nuevamente que resultan aspectos complementarios de una y la misma realidad.

A todas estas razones atribuye Wilber el que Alfred North Whitehead, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, haya elaborado su filosofía del “organismo” y de la “existencia vibratoria”, en virtud de la cual podemos pensar que todos los “elementos fundamentales son, en esencia, “vibratorios”. Es decir que todas las cosas y sucesos que habitualmente consideramos irreconciliables, como la causa y el efecto, el pasado y el futuro, el sujeto y el objeto, en realidad son exactamente como la cresta de la ola  y su rompiente, vale decir, de una única vibración. Porque una ola, aunque sea un hecho único, sólo se expresa mediante los opuestos: el punto alto y el punto bajo. Y por esa misma razón, la realidad no se encuentra únicamente en la cresta sin rompiente. Sino en la unidad de ambas modalidades. Como aspectos inseparables de una única actividad subyacente. Así, tal como lo expresa Whitehead, cada elemento del universo es “un vaivén vibratorio de una energía o actividad subyacente”.

Y luego afirma Wilber que en ninguna parte se ve esta unidad interior de los opuestos con mayor claridad que en la teoría guestáltica de la percepción. Ya  que según ella, jamás aprehendemos ningún objeto, acontecimiento o figura, a no ser en relación con un fondo que le sirve de contraste. Por ejemplo, algo que llamamos “claro”  es, en realidad, una figura clara  que se destaca contra un fondo oscuro. Cuando en una noche oscura levanto mi vista y percibo el brillo de una estrella, lo que en realidad estoy viendo  -lo que registran mis ojos- no es la estrella por separado, sino la totalidad del campo visual, la estructura “la estrella brillante y su fondo de oscuridad”. Por más drástico que sea el contraste entre el brillo  de la estrella y su fondo de oscuridad, lo importante es que sin cada uno de ellos jamás se podría percibir el otro. “Luz” y “oscuridad” son pues, dos aspectos correlativos de una única estructura sensorial. De la misma manera, no puedo percibir el movimiento a no ser en relación con el reposo, ni el esfuerzo sin descanso, la complejidad sin la simplicidad o la atracción sin el rechazo-

Igualmente, jamás se da una sensación de placer que no esté en relación con el dolor. Sería posible, por cierto, que en este momento estuviera sintiéndome comodísimo y muy complacido, pero jamás sería capaz de darme cuenta de ello, si no fuera por la existencia de un fondo de incomodidad y dolor. Por eso siempre parece como si el placer y el dolor se alternen, porque únicamente en su alternancia y contrastes recíprocos se puede reconocer la existencia de cada uno.Así, por más que me complazca el uno y que abomine del otro, el intento de aislarlos es fútil. Como diría Whithead, el placer y el dolor no son más que la cresta y la rompiente, inseparables, de una ola percibida, e intentar acentuar lo positivo –la cresta- y eliminar lo negativo –la rompiente- es un intento de eliminar en su totalidad la propia ola percibida.

Quizá  ahora podamos empezar a entender por qué la vida, cuando se la considera como un mundo de opuestos separados, es hasta tal punto frustrante, y por qué el progreso ha llegado en la actualidad, a no ser  un verdadero crecimiento, e incluso hasta lo contrario. Ya que al separar los opuestos para aferrarnos a aquellos que consideramos positivos, tal como el placer sin dolor, la vida sin la muerte, el bien sin el mal, en realidad nos empeñamos en atrapar fantasmas sin existencia alguna. Lo mismo daría que quisiéramos concretar un mundo de crestas sin rompientes,  de compradores sin vendedores, de izquierdas sin derechas, de dentros sin fueras. Por eso señaló Wittgenstein que cuando nuestros objetivos son ilusorios, nuestros problemas no son difíciles, sino absurdos. 

Que todos opuestos -por ejemplo, masa y energía, sujeto y objeto, vida y muerte- sean cada uno el otro en una medida tal que son perfectamente inseparables, es cosa que a la mayoría de nosotros sigue pareciéndonos difícil de creer.Pero esto se debe únicamente a que aceptamos  como real la demarcación entre los opuestos. Pero debe recordarse que son las marcaciones como tales las que crean la existencia aparente de los opuestos separados. En una palabra, decir que “la realidad fundamental  es una unidad de opuestos”, es tanto como decir que en la realidad fundamental no hay fronteras, en ninguna parte. Porque el hecho es que las fronteras nos tienen tan fascinados, hasta el punto que hemos olvidado por completo la verdadera naturaleza de las demarcaciones. Porque éstas, del tipo que sean, no se encuentran nunca en el mundo real, sino tan solo en la imaginación de los cartógrafos. Por cierto, hay muchas clases de líneas en el mundo natural, como la línea de la costa, situada entre los continentes  y los océanos que las rodean. De hecho, en la naturaleza hay toda clase de líneas y superficies: los contornos de las hojas y la piel de los organismos, horizontes,  líneas de árboles y de lagos, superficie de luz y de sombra, últimas que delimitan los objetos y el medio en que están. Sí resulta obvio que todas esas superficies y líneas están efectivamente ahí, son líneas que –como la línea de la costa  entre la tierra y el agua.- no representan  como generalmente se supone, una mera separación entre tierra y agua, como tan a menudo  ha señalado Alan Watts, las llamadas “líneas divisorias” también representan, precisamente, los lugares en que la tierra y el agua se tocan.Es decir, son líneas que unen y aproximan tanto como dividen y distinguen. Dicho de otra manera ¡esas líneas no son fronteras! Porque hay una gran diferencia entre una línea y una frontera.

Lo importante es, pues, que las líneas unen los opuestos en la misma medida en que los distinguen, y tal es por cierto, la esencia y la función de todas las líneas y superficies reales en la naturaleza. Delimitan explícitamente los opuestos, al mismo tiempo que implícitamente los unifican. Dibujemos por ejemplo, la línea que representa una figura cóncava, de la siguiente manera:

Cóncava )  convexa

Se observa de inmediato, que con la misma línea henos creado también una figura convexa. A eso se refirió el sabio taoísta Lao Tsé al decir que todos los opuestos se originan simultánea y recíprocamente. Como lo cóncavo y lo convexo en este ejemplo , llegan juntos a la existencia.

Además, no podemos decir que la línea separa lo cóncavo de lo convexo, porque no hay más que una línea, compartida entre ambos. Lejos de separar lo cóncavo y  lo convexo, la línea hace la existencia del uno sin el otro, absolutamente imposible. Debido a esa única línea, de cualquier manera que dibujemos algo cóncavo, hemos dibujado también algo convexo, porque la línea exterior de lo cóncavo es la línea interior de lo convexo.Así, jamás se encontrará algo cóncavo sin algo convexo, porque –como todos los opuesto- ambos están predestinados a estar siempre en íntimo y recíproco contacto

*Diplomático, escritor y periodista

 

 

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  • Juan Anselmo Bullrich en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*
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