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ALGUNOS ESCORZOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR DEL GOBIERNO DEL PRESIDENTE ARTURO FRONDIZI Por Albino Gómez*

Ernestina Gamas | 28 septiembre, 2012

 

La política externa ejecutada por la República Argen­tina desde el 1 de mayo de 1958 hasta el día 29 de marzo de 1962, en que el doctor Arturo Frondizi fue separado del gobierno por decisión subversiva de un grupo de jefes de las tres armas, se había definido al servicio de una estrategia nacional de desarrollo económico e inte­gración. Y desde luego también, la política de desarrollo había hecho explícitas sus intenciones de sustituir la estructura económica tradi­cional que se consideraba superada, por otra que había sido adecuadamente enunciada en la campaña elec­toral que consagró a Frondizi presidente por una amplia mayoría en los comicios del 23 de febrero de 1958.

Ahora bien, el cambio de una economía que exhibía una fuerte dependencia en los rubros esenciales para el desarrollo industrial (hie­rro y otros minerales, combustibles y materias primas industriales), por una estrategia dirigida a obtener un de­sarrollo industrial sostenido a partir del logro de la autosuficiencia petrolera y petroquímica, abriendo el país a las inversiones directas, de riesgo, con aplicaciones tec­nológicas modernas, afectaría la política exterior del país hasta ese momento, con el fin de adecuarnos a la coyuntura que, según se apreciaba en el gobierno, exigía nuestro desarro­llo nacional. Así las cosas, el eje de nuestra política exterior ejecutó un giro tendiente a mejorar nuestra posición dentro del con­tinente americano, aunque procurando no alterar su tesitura formal tradicional tanto en relación con los países europeos y particularmente con Gran Bretaña, como con los países del bloque sovié­tico, estimando que su mantenimiento, a la vez que afirma­ba la personalidad del país mejoraba su capacidad de ne­gociación. Porque es sabido que a los satélites no se los consulta, se les ordena.

Al sostener que la necesidad de desarrollo era un objetivo fundamental para un país de nuestras caracterís­ticas, nos colocábamos en una instancia realista que nos permitía soslayar los pronun­ciamientos ideológicos abstractos y mantener una necesaria capacidad de decisión. Todo ello sin recurrir a presiones internacionales forzadas, como las que solían ejercitar algunos países afroasiáticos, a veces con éxito, frente a las metrópolis de los bloques, por cierto que a partir de posiciones estratégicas especiales y, en todo caso, diferentes de la nuestra.

Lo dicho puso de relieve la intención de ejecutar una política exterior que sirviera a un programa de desarrollo económico. Pero esta deliberada intención debía llevarse a cabo, ejecutarse, en un mundo determinado y preciso con el cual estábamos interrelacionados. Cabría entonces preguntarse cómo veíamos a nuestro país en relación con el contexto mundial entonces vigente.

Contestar a este interrogante requirió formular un diagnóstico del país y de la coyuntura mundial y aventu­rar un plausible pronóstico de la evolución histórica global.

En primer lugar considerábamos a la Argentina un país occidental. No sólo por nuestra ubicación geográfica en el hemisferio occidental -hecho de una gran importancia política- sino también por la considera­ción de todos los otros elementos estructurales de nuestra realidad histórico-social.

A esto se sumaba una definición geográfica que nos mostraba en el sud de Sudamérica, junto al océano Atlántico y con una extensa costa de rica y dilatada plataforma submari­na, compartiendo además con Chile la Península Austral que, ba­ñada por tres océanos, se encuentra en las puertas de la Antártida. Y este auspicioso retrato nacional que habíamos trazado se completaba positivamente por nuestra cuantiosa inmigración de origen mayoritariamente europeo, por la inexistencia de conflictos raciales importantes y por el cultivo de creencias que a través de los tiempos nos depararon una eticidad tolerante y laica de raigambre judeocristiana.

En términos latos, constituíamos un país de estructura económica agroexportadora cuyo módulo fundamental de intercambio internacional (carnes y granos por combusti­bles y manufacturas) que en otras épocas, con mejores mercados externos, con menor población y por tanto con mayores excedentes llevó a la Argentina del Centenario a ocupar un puesto destacado en el ranking mundial de comercio externo y a exhibir un crecimiento importante en un radio de 300 km. del puerto de Buenos Aires y en algunas otras zonas del país. Pero ya en 1958, Argentina no podía en razón del agravado deterioro de los términos de ese intercambio, ni financiar la necesidad de crecimiento del país, triplicado en su población, ni proveer los ingresos fiscales suficientes para mantener los gastos de un estado que se había agigantado por influjo de importantes movimientos sociales y políticos internos.

Según el análisis expuesto se hacía indispen­sable no sólo una reforma y raciona­lización del aparato estatal que se encarara de inmediato, no sólo un cambio en las prioridades de la política económica con la privatización siquiera parcial de la explotación petro­lera, de los transportes , de las grandes centrales termo­eléctricas, generación de la petroquímica y de la química pesada, fomento de las industrias siderúrgica y automo­triz, sino, además, en cuanto al tema que nos atañe particularmen­te, la búsqueda de una modificación en nuestra inserción inter­nacional que permitiera corregir las distorsiones de un intercambio crecientemente negativo.

La apoyatura diplomática y consular a la política de liberación del subsuelo petrolero, la liquidación de los acuerdos pendientes con CADE y ANSEC, el respaldo a las gestiones de promoción de inversión y desarrollo en petroquímica y química pesada e industria automotriz, el fin de las negociaciones para la devolución de los bienes de propiedad enemiga, la refinanciación de la deu­da privada con los bancos agrupados en el Club de París y los acuerdos internacionales de crédito e intercambio y con la tesorería de los Estados Unidos, constituyeron la primera etapa a ejecutar en materia de política exterior que se encaró inmediatamente luego de asumido el gobierno . Y se ejecutó con toda la rapidez posible, en la certeza de que en los procesos de cambio el ritmo en la ejecución de las medidas tenía una importancia determinante.

Pero también era necesario tener en cuenta en qué mundo había que desarrollar tales acciones.

La década del cincuenta, cuyos últimos años estába­mos viviendo, había mostrado la consolidación interna de dos bloques en que se habían dividido los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial. La separación se había efectuado siguiendo las pautas de sus respectivos siste­mas, tanto en el orden interno como en el orden interna­cional de cada uno, respetando en general los lineamientos de Crimea confirmados en Potsdam. En cuanto a los de­rrotados en la guerra, se notaba que iban recobrándose firmemente, con mucho esfuerzo interno pero con fuerte ayuda externa.

Los demás países, cuya mayoría se encontraba en vías de desarrollo, según la optimista calificación de las encí­clicas papales de la época, experimentaban el proceso de descolonización generando un movimiento internacional que, a partir de la reunión de Bandung (1954), había tomado las peculiares modalidades que le imprimían sus líderes asiá­ticos y africanos y que reflejaban con exótico dramatismo, las condiciones económico-sociales (y también las posicio­nes estratégicas y geográficas) de esos países, que según la "Mater et Magistra" era "el premio mayor en la lucha entre Oriente y Occidente". Bautizado como Movimiento del Tercer Mundo para diferenciarse de los dos primeros -ca­pitalista y socialista-, comenzó a desempeñar un papel im­portante en los foros multilaterales y especialmente en las Naciones Unidas, aprovechando una coyuntura operativa que no habíamos podido aprovechar nosotros por nuestras características nacionales específicas y por nuestra posición en la guerra mundial.

Dentro de ese panorama general, las superpotencias adoptaron un sistema de convivencia internacional al que denominaron coexistencia pacífica y cuyo objetivo más señalado era el de sustituir la confrontación bélica directa por la serie ininterrumpida de conflictos menores y de operaciones encubiertas que se dio en denominar “ guerra fría”.

En términos muy generales, así era el mundo que nosotros observábamos. Dentro de él teníamos que hacer plausible una política exterior cuyos objetivos bási­cos eran satisfacer las necesidades de financiamiento externo con inversiones privadas y de riesgo que, como ya dijimos, requería nues­tro desarrollo económico, y replantear nuestro esquema general de comercialización externa.

Dentro de las pautas generales que hemos ido seña­lando, una de ellas tuvo preponderancia sobre las demás durante la presidencia de Arturo Frondizi. Queremos alu­dir a la inclinación por enfrentar y tratar de resolver los temas concretos, los problemas que se planteaban, sosla­yando siempre las disquisiciones ideológicas o abstractas, que habían sido motivo previo de análisis y elaboración.

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El primero de estos temas se refiere al sistema de los países limítrofes y el Perú que, desde los inicios de nuestra nacionalidad se había constituido por la mera fuerza de los hechos en un entorno natural de seguridad y proyec­ción externa, tal como lo demostraban inequívocamente las campañas libertadoras y las primeras misiones diplomáti­cas posteriores a la Revolución de Mayo. Consecuente con el reconocimiento de ese hecho, la primera expresión de la política externa del gobierno de Frondizi fue el viaje a esos países que encaró como presidente electo en el mes de marzo de 1958. Los discur­sos pronunciados en esa gira, y sobre todo los de las uni­versidades de Río de Janeiro, Santiago de Chile y Lima, constituyeron un anticipo del programa de política exterior que debería ejecutar la Argentina en los años venideros.

Los conceptos principales se referían a la legalidad interna e internacional y al derecho a la autodeterminación política y al desarrollo económico, de manera tal de facilitar la lucha contra el subdesarrollo económico y la dependencia sin alterar las condiciones de conviven­cia internacional sumamente sensibilizadas por las tensio­nes generadas por la guerra fría. El desarrollo de los países de América Latina, dentro de la profunda y reconocida diversidad exis­tente entre ellos, era considerado pren­da del desarrollo de los demás.

Así se decía precisamente en el discurso de Río de Janeiro que fue inmediatamente asimilado por el gobier­no brasileño, inaugurando simbólicamente un acercamien­to con sus dirigentes. Este acercamiento habría de manifestarse luego tanto en la relación bilateral como en los foros multinacio­nales regionales y mundiales de manera muy significativa.

Se inicia entonces la relación con Juscelino Kubitschek, el presidente desarrollista del Partido Social Demócrata y su grupo de asesores encabezado por el célebre poeta, dirigente católico, industrial y embajador Augusto Frederico Schmidt. Fruto de esas conversaciones será la Operación Panamericana propuesta al Presidente Eisenhower como una suerte de programa de desarrollo de base para toda América Latina. Enseguida, se genera el Comité de los 21 dentro de la Organización de Estados Americanos, integrado por delegados de nivel ministerial para dar prioridad a los temas de desarrollo económico por sobre los temas ideológicos y jurídicos acerca de los que abundaba la retórica tradicional de la Unión Panamericana.

En cuanto hace a la relación bilateral, que debía ac­tuar como pivote de ordenamiento capaz de proyectarse y articular con coherencia a todo el Cono Sud, esta peculiar relación se plasma en el Tratado de Uruguayana que aun­que fuera en definitiva suscripto por Frondizi y Janio Quadros, había sido negociado durante el gobierno de Juscelino Kubitschek. Como se recordará, en Uruguayana se había pactado un régimen de consulta previa obligato­ria de especial aplicación para las cuestiones concernien­tes a la Cuenca del Plata y tendía a la elaboración de una política concertada en materia de política interamericana y en materia de cooperación económica y financiera inter­nacional. Se creó un comité binacional permanente de nivel presidencial, para el análisis y tratamiento de los temas a considerar, cuyas más importantes manifestaciones opera­tivas y prácticas pudieron apreciarse en la Reunión Eco­nómica Interamericana de Punta del Este, establecida a nivel de ministros de economía. Allí, gracias a la acción conjunta del canciller brasileño Santiago Dantas y del embajador Carlos Muñiz, las delegaciones de los países más importantes de América del Sud actuaron como una sola. Pero, para ilustrar con claridad el funcionamiento y las posibilidades de ese tipo de entendimiento recordaremos que el gobierno de Janio Quadros había invitado a la Ar­gentina a integrar el comité consultor de la represa de Uburupungá, en el estado de San Pablo, y a colaborar en el estudio de prefactibilidad de la represa de "Sete Que­das".

En cuanto a Chile, se debió encarar prontamente el cambio implícito en la sustitución del general Ibáñez por el dirigente del Partido Nacional don Jorge Alessandri. Nos había ido bien en el viaje de Frondizi como presidente electo y la conferencia sobre las relaciones interamericanas y el desarrollo económico y social pronunciado en la Universidad de Santiago había sido muy bien recibida por una amplia audien­cia que incluía tanto al general Ibáñez del Campo como al gran poeta Pablo Neruda. Sin embargo, las cuestiones de límites trataron una vez más de enmarañar las relaciones argentino-chilenas dificultando nuestro camino hacia la in­tegración sudhemisférica y preantártica.

Donde las cosas se pusieron serias fue en el Canal de Beagle, por haber heredado el gobierno de Frondizi un con­flicto provocado por la Marina chilena en enero de 1958 -es decir durante los gobiernos de Aramburu e Ibáñez- que sustitu­yó violentamente una baliza argentina por otra chilena en el Islote Snipe, ubicado aproximadamente en la parte media de la boca oriental del canal.

En términos generales nuestro enfoque táctico acerca de este problema era tratar de lograr una solución concer­tada de la totalidad de los conflictos pendientes, preferen­temente por la vía de la negociación bilateral mediante mutuas concesiones, como corresponde a toda transacción, y recurriendo eventualmente al tratado general de arbitraje. Pero frente a la acción violenta de la Marina chilena se debió elegir una alternativa que finalmente funcionó. En conjunto con el ministro de Marina almirante Adolfo Estévez, se resolvió la ocupación del islote por una pequeña fuerza de Infantería de Marina, la inmediata remoción de la baliza chilena y la manifestación simultáneamente pública y diplomática de la decisión argentina de mantener esa ocupación hasta obtener el reconocimiento por parte de Chile del carácter litigioso del islote y tratar de resolver la correspondiente atribución de soberanía utilizando los medios pacíficos de solución de los conflictos. Pero además, considerábamos de la mayor importancia mantener en esto una posición firme para poder encarar luego la cuestión de las islas Picton, Nueva y Lennox desde una posición sólida y sin depender de la aplicabilidad del principio bioceánico en la zona archipelágica, muy cuestionable, entre otras cosas, por la atribución de Navarino a Chile en el Tratado de 1881. De todos modos primó la cordura en los medios diplomáticos y terminamos suscribiendo una decla­ración conjunta que reconocía el carácter litigioso del área por la coexistencia de reivindicaciones por parte de los dos países y la decisión de recurrir a los medios de solu­ción pacífica. Esta declaración desautorizaba automá­ticamente cualquier acción unilateral lo cual permitió el desmantelamiento de las balizas, que en el futuro no se­rían ni chilenas ni argentinas, y se dispuso el inmediato retiro de los Infantes de Marina.

Aunque nosotros sospechamos que la navegación no debe haber resultado demasiado beneficiada con el acuerdo, es un hecho que nos permitió salir de una situación difícil ratificando la tendencia a la solución pacífica de los conflictos, tendencia que se consagraría en la Declaración de Los Cerrillos suscripta poco después por los presidentes Frondizi y Alessandri y, desde luego, en el Tratado de Límites suscripto en 1960.

Conviene reconocer aquí que las relaciones argentino-­chilenas nunca han sido fáciles. Ello se debe no sólo a las dificultades técnicas y materiales que genera la demar­cación de una frontera tan larga y tan compleja, sino al desarrollo histórico, como siempre crítico, de un futuro de integración con sus fases (fisica, económica y política) que, a pesar de todo, se observan cada vez con mayor claridad.

Con respecto a Perú, presidido entonces por el doctor Manuel Prado, lo más importante fue la suscripción de un tratado de comercio considerado como el primer paso hacia el establecimiento de una zona de libre comercio en el área que se consagraría dos años después con el Tratado de Montevideo al establecer la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).

En este Tratado, el criterio que mantuvo la Argentina,­ compartido por Brasil, fue que los intercambios de los países del área debían tender a facilitar los desarrollos nacionales para que, fundado en una integración económi­ca nacional previa, se abriera el camino hacia la integra­ción económica regional o mercado común. Uno de los objetivos que se buscaban era un intercambio de los productos del desarrollo industrial que sustituyera, siquiera parcialmente, el intercambio tradicional, con Brasil, bananas y café por carne y trigo.

En lo concerniente a la relación con los Estados Unidos y la política interamericana, podemos recordar que en septiembre de 1958 tuvo lugar en Washington una reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del continente que tenía por objeto pasar revista con agenda abierta a las cuestiones interna­cionales mundiales y analizar el funcionamiento de los organismos interamericanos agrupados en la Organización de Estados Americanos.

En la Conferencia de Cancilleres, Estados Unidos reclamó de todo el mundo occidental una actitud solidaria en su carácter de aliado (entonces) de Formosa, en un diferendo que, a su criterio, hacía peligrar la paz mundial. La próxima reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas debería servir para hacer manifiesto ese apoyo. Este es un ejemplo del tipo de conducción ejercitado por los Estados Unidos dentro del sistema interamericano durante los años de la guerra fría.

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Nuestro enfoque del asunto era distinto. Sin perjuicio de expresar nuestra solidaridad con el resguardo de esos intereses, estimábamos que la oportunidad se prestaba para multilateralizar realmente el funcionamiento de la organización y sobre todo, dar prioridad al problema del desarrollo en América Latina. Acerca de este tema, la delegación argentina ante el Comité Interamericano Económico y Social (CIES), había preparado un trabajo sobre los problemas económicos básicos interamericanos que, presentado ante la conferencia de cancilleres, mereció su aprobación. Este hecho de trascendental importancia permitió la creación de la Institución Financiera Interamericana, vale decir, el actual Banco Interamericano de Desarrollo.

La Argentina, al dar prioridad a los problemas de desarrollo económico por sobre los de seguridad, preanunciaba lo que años más adelante iba a ser el lema del secretario de Defensa de los Estados Unidos y presi­dente del Banco Mundial, Robert Mac Namara: sin desa­rrollo económico no hay seguridad.

Esta postura fue la que presidió la posición argentina en la Conferencia de Cancilleres y en la XIII Asamblea General de las Naciones Unidas, durante la cual resultamos honrados con una banca en el Consejo de Seguridad que sería ocupada por Mario Amadeo en su carácter de delegado permanente.

Al año siguiente –en 1960-, se realizó la visita del presidente Frondizi a Estados Unidos, de importante repercusión política porque, además de ser la primera visita oficial de un presidente argentino a ese país, la Argentina aparecía internacionalmente conducida por un joven aunque veterano dirigente de un partido tradicional de centro izquierda, elegido democráticamente luego de haber encabezado un movimiento que enarbolaba el lema de integración nacional y desarrollo económico.

Fue una gira con característi­cas infrecuentes para los parámetros habituales de las visitas de los dirigentes del sur. Tuvieron lugar dos entrevistas con Eisenhower y el discurso de Frondizi en el Capitolio en su carácter de veterano parlamentario y actual presidente, en el que asumió una suerte de tácita representación de América Latina en momentos en que se lanzaba la Operación Pana­mericana con Juscelino Kubitschek.

El general Eisenhower retribuyó la visita viajando a Buenos Aires y a Bariloche a fines de 1960, hacia el final de su última presidencia.

Al año siguiente, es decir, en septiembre de 1961, se produjo la primera reunión de Frondizi con John F. Kennedy, aprovechando la asistencia de Frondizi a la XVI Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.

Ambos presidentes mantuvieron una relación muy cordial y positiva. Teniendo en cuenta su formación política, Frondizi sentía simpatía hacia el joven político de Boston, quien aparecía retomando el lugar de dirigente con tendencias universalistas.

El realismo político de Frondizi, su manera directa de enfocar los problemas soslayando, en lo posible, las referencias políticas o ideológicas e instalándose en la posición poco discutible de la necesidad del desarrollo económico, resultaba atractiva para dos dirigentes sólidos pero muy distintos entre sí.

Es preciso recordar que se vivía una época muy difícil y desasosegada por influencia de la competencia entre las su­perpotencias y que ese clima enrarecido influía tanto en la política internacional como en las políticas internas de los países rectores, generando en muchos casos expresiones gro­seramente contradictorias de sus máximos dirigentes.

Por ejemplo, en su mensaje de despedida al pueblo norteamericano ("Farewell Adress", diciembre de 1961), el general Eisenhower advertía "Beware the Military" y de­nunciaba con absoluta claridad la malsana influencia que, para el ejercicio de las libertades públicas y para la paz en el mundo, causaban muchas acciones del complejo militar- industrial.

Se vivía la guerra fría pero, yendo un poco atrás, tenemos que recordar que inme­diatamente después de la debacle del nazismo, con el Ejér­cito Rojo instalado en toda Europa Oriental, las potencias occidentales debieron elaborar rápi­damente una estrategia de contención articulada del Tra­tado de la Organización del Atlántico Norte (1949), cuyo principal objetivo era disuadir a la Unión Soviética y a sus satélites del Pacto de Varsovia, incluyendo las posibilidades de una represalia masiva o, aun, de una guerra preventiva.

Desde luego la respuesta Argentina a los requerimien­tos de la guerra fría era distinta de las de las grandes potencias. Nosotros considerábamos que con una guerra de emancipación librada más de un siglo y medio atrás y con una comunidad bastante homo­génea y sin contradicciones profundas de raza, religión o nacionalidad, podíamos y debíamos atender a nuestro de­sarrollo y modernización como objetivo principal, sin per­juicio de reconocer nuestra natural pertenencia al "mundo occidental y cristiano".

La guerra fría penetró de alguna manera en la Argentina, a través de la influen­cia de algunos medios y de algunos sectores minoritarios de accionar encubierto. Sin embargo, la geografía y las condiciones socioeconómicas del país nos mantuvieron relativamente alejados de esa guerra.

La posición argentina en relación con el problema de Cuba fue muy clara. Sin perjuicio de denunciar lo desacer­tado de su accionar político internacional, que la llevaba a depender de la Unión Soviética afectando su autodetermi­nación de un modo intolerable, insistía en la necesidad de mantenerla dentro del sistema para evitar precisamente la profundización de su dependencia. Tal fue el sentido político del voto argentino en la Conferencia de Punta del Este, acompañado por los de México, Brasil y Chile, entre otros, y éste era el objetivo que perseguían esos mismos países. .

Como es sabido, esa política no prosperó. Cuba terminó siendo una base estratégico-po­lítica de gran valor simbólico para el comunismo interna­cional, que llevaría a las superpotencias en octubre de 1962 a una peligrosísima confrontación, se­mejante, aunque con los papeles invertidos, a la que había tenido lugar en Berlín el año anterior. En apariencia, ambas confrontaciones fueron resueltas a favor de los Es­tados Unidos.

Sin embargo, en el caso de los cohetes de Cuba, se pensaba que el resultado de la crisis con el traslado de la cohetería ofensiva, entrañaba una ventaja occidental más simulada que real, dado que de hecho la negociación incluía la garantía norteame­ricana de no intervenir militarmente en Cuba, ni siquiera de manera indirecta como en Bahía de los Cochinos.

Seguramente hubiera sido más útil para la paz en el mundo, para los Estados Unidos y natu­ralmente para Cuba, que en Punta del Este o durante las tratativas de mediación encaradas por los grandes países del continente, se hubiera impedido la utilización de la isla como un portaaviones soviético.

Argentina, al alinearse como lo hizo en octubre de 1962, sin distinciones sutiles y a la vista de la fotografía de los cohetes, hizo lo único que podía hacer, frente a una audaz jugada de Kruschov que ponía insensa­tamente en peligro la paz mundial. Recordemos que otro tanto hizo el general De Gaulle a pesar de los enfren­tamientos franco-americanos.

Durante los años 1957/1958 tuvo lugar el Año Geofísico Internacional, promovido y organizado por las Naciones Unidas y apoyado decisivamente por las superpotencias. En el marco de esta estructura, dentro de la cual funcio­naba el Comité Especial para las Investigaciones Antárticas, se iría negociando el Tratado Antártico. Y dentro de esas negociaciones , la Argentina tuvo un papel muy decoroso, más importante que el que se hubiera deriva­do de la evaluación de nuestra importancia internacional relativa.

La razón de ese tratamiento preferencial tenía en cuenta varias circunstancias. En primer lugar, nuestra posición geográfica verdaderamente pre-antártica, al com­partir con Chile la península austral. Luego, el reco­nocimiento de nuestra tradición antártica, con base per­manente en el continente desde 1904, cuando nos hicimos cargo del observatorio meteorológico y magnético del doc­tor W. S. Bruce en la Isla Laurie del grupo de las Orcadas del Sud, lo que fue marcando una presencia continua en el continente.

La Conferencia de Washington que se deriva del Año Geofísico Internacional nos encontró entre los doce prota­gonistas que suscribieron el 1 de diciembre de 1959 el Tratado Antártico, formalizando un sistema que nos vinculó con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y con la totalidad de las potencias atómicas reconocidas.

La posición argentina, al suscribir el Tratado, se sus­tentó sobre las siguientes bases: respeto de nuestras reivin­dicaciones soberanas (acordado con Chile según declaración conjunta del 4 de marzo de 1948); utilización del área con fines pacíficos y de colaboración científica; prohibición de operaciones militares de cualquier tipo, salvo las que tuvieren fines pacíficos y sujetas al derecho irrestricto de inspección; prohibición del ensayo de cualquier tipo de armas y de cualquier explosión nuclear; prohibición de la eliminación de desechos radioactivos; congelación de las pretensiones territoriales sobre la zona al 1 de enero de 1957.

La propuesta de desnucleari­zación llevada por la delegación argentina no sólo consa­gró la primera área desnuclearizada del planeta, sino que corrigió una maligna tendencia detectable en las políticas nucleares a entreverar peligrosamente las aplicaciones pacíficas con las militares en materia de aprovechamiento nuclear.

En segundo lugar, nues­tra condición de país geográficamente pre-antártico, enfati­zada al año siguiente al depositar juntamente con Chi­le los instrumentos de la ratificación parlamentaria del Tratado, nos obligaba cada vez más a mantener su siste­ma, amenazado algunas veces por las aspiraciones de algu­nos países tropicales que pretendían la internaciona­lización del continente o la administración de su patrimonio por una burocracia internacional. La visita presidencial de Frondizi a la Antártida en 1961 subrayó un mensaje muy claro.

Como miembros fundadores del sistema, se nos reconocieron la posición territorial y el trabajo antártico, con la posibilidad de acceder a la tecnología, tres elementos básicos del quehacer antártico para la política internacional.

Dentro del marco conceptual de la política atlántica y antártica (Sector Antártico Argentino, Islas Malvinas, Georgias del Sud y Sandwich del Sud), el gobierno de Frondizi tuvo que ocuparse del tema de las Islas Malvinas. Como ha venido sucediendo desde la época de esa injusta usurpación, se hizo el correspondiente reclamo, repitiendo los términos del alegato dirigido al Foreign Office por parte del minis­tro Manuel Moreno.

La Argentina, a lo largo de los cuatro años a los que hemos pasado ligera revista, tomó decidida posición en el exterior, tanto en los foros multi­nacionales, en especial desde su banca en el Consejo de Seguridad, como también en otros, y en negociaciones bilaterales, con actitudes y cursos de acción claros y posi­tivos, ampliamente reconocidos y por lo general acepta­dos, que marcaron con convicción y cohe­rencia, el perfil internacional argentino en un mundo en cambio.

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*El autor, como funcionario del Servicio Exterior, fue el nexo entre la Cancillería y el Presidente Frondizi, durante los dos últimos años de su gobierno.

 

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TESTIGOS DEL PERONISMO REAL por Esteban Lijalad (cuarta entrevista)

Ernestina Gamas | 24 septiembre, 2012

 

Néstor Grancelli Cha

Esteban Lijalad:  Yo lo conocí a Rodolfo Pandolfi en una  de las charlas que el Profesor Rubén Zorrilla organizaba semanalmente. Nos hicimos amigos y hablábamos todas las semanas por teléfono. Me parecía muy interesante todo lo que contaba de sus inicios, en el primer gobierno de Perón y le dije que me gustaría grabar esas charlas. El accedió y me dijo que conocía mucha gente que podría participar. Así me conectó con Emilio Gibaja y otras personas. Y así llegué a usted en la cena de la Fundación 5 de Octubre.

Néstor Grancelli Chá: Pandolfi  ha sido testigo de muchos episodios políticos y gestiones de gobiernos, fue  un periodista de primera línea. y funcionario público además.

El:.   Bueno, yo le hice una entrevista a y a la semana siguiente falleció…

NGC:  Si, yo me enteré por el diario al día siguiente, por el aviso en La Nación.

EL:   Los diarios ni lo comentaron

NGC :No, eso me llamó la atención porque se trata de un periodista enorme. Yo creo que no se enteraron. Porque solo salió el aviso  de Milo Gibaja. Y lo leí porque me avisaron, yo no suelo leer las necrológicas porque aparecen muchos conocidos o  amigos  y  prefiero ignorar esas noticias penosas. Lo cierto es que yo estoy vinculado desde hace muchos años a la actividad política y ello ha venido creando muchos vínculos. No olvidemos que tengo 91 años, eh. Cuando llegó el primer Perónismo yo era estudiante universitario.

EL:   Quisiera una breve referencia autobiográfica: cuando nació, donde estudió, cuál fue su trayectoria pública, etc.

NGC:  Nací en Diamante, Entre Ríos, en 1920. En aquella época solo contábamos con escuela primaria en  pueblos de poca población, de manera que terminada la primaria, estudié en el Colegio Nacional de Paraná. Allí empecé a militar un poquito en política, como adolescente,  si bien mi infancia estuvo bastante influenciada por la política porque mi padre y mis tíos eran activos radicales.  Estuvieron involucrados en los movimientos revolucionarios de la década del 30,  contra  los gobiernos dictatoriales de Uriburu y fraudulentos que le sucedieron. . Hubo un levantamiento en Entre Ríos encabezado por  los hermanos Kennedy, y otro similar en Corrientes dirigido por el Coronel Pomar.  Mi padre y  los tíos Cha estuvieron vinculados a esos movimientos.

EL:   Usted ya lo mamaba de chico…

NGC  : Sí, tengo un recuerdo muy nítido de mi padre angustiado, frente a una radio a galena, que eran una especie monstruos largos sobre una mesa,  que  perdía la onda a cada rato. . Un recuerdo penoso del día 6 de septiembre de 1930. Yo tenía diez años y vi a mi padre desesperado por conocer noticias del golpe militar. Lo notaba muy dolido,  y amargado porque era un fervoroso yrigoyenista . 

Además  en mi casa vivía una señora, Sara Gallo, asistente de mi madre que no gozaba de buena salud  Era una muchacha  trabajadora y muy  alegre. Ya adolescente, supe que  en una oportunidad, creo que en 1927, Yrigoyen pasó por Diamante y Sara me alzó en  brazos e hizo que tamaño personaje me tocara la cabeza como expresión de afecto. Estaba convencida de que por ese hecho de apoyar Yrigoyen su mano en mi cabeza , se operaba un milagro: “este chico va a ser Intendente del pueblo” repitió durante años …. Son esas cosas un poco absurdas que ocurren y se difunden en los pueblos . Sara fue como una segunda madre para mí.

Bueno, sigamos; en el Colegio Nacional ya tomé cierta conciencia política. Lo conocí a Perette, que estaba en quinto año cuando ingresé y que fue vicepresidente de la Nación cuando integró la formula radical con Arturo Illia. Carlos Perette  pertenecía a un grupo y yo formé parte de otro sector.  No estábamos muy de acuerdo, ya en esa época. Además la “ interna radical,” …… ¿Puedo hacer un paréntesis? ¿Usted conoce ese chiste de las características de los radicales? Es bastante irónico y algunos radicales no lo aceptan ni como en broma afectuosa….

Dice  que los radicales se caracterizan, primero, por la atemporalidad, es decir, que la noción del tiempo para ellos es relativa, porque citan a una Convención para  las seis de la tarde de un sábado y se inicia la sesión recién a las seis pero de la mañana del día siguiente. Y tienen la gran paciencia de esperar porque  las cosas son así, las horas no cuentan en los largos conciliábulos  y negociaciones de “la interna”.

Otra característica radical es la no-prioridad  en la selección para ciertos cargos: un radical auténtico prefiere ser presidente de un comité de parroquia que ser, por ejemplo, Subsecretario de Relaciones Exteriores.

Y una tercera característica esencial  es la concepción de la Doctrina Radical: para un auténtico hombre del partido, la Doctrina no es otra que “ la interpretación razonada de los silencios de Yrigoyen”….

EL :   Alguien algún día me va a tener que explicar el misterio del radicalismo, que como el Peronismo, son misteriosos y escapan a la interpretación desde los textos de teoría política clásica.

NGC : Es que, después de la “implosión del 2001”,ni siquiera  son partidos políticos,  son movimientos,  muy maleables y, según quien sea su  ocasional líder, toman una línea o su antítesis y hasta de un extremo a otro. Son un sentimiento casi y hasta conviven en sus espacios  muchas líneas. Con todo, ambos movimientos parecen necesarios para un equilibrio democrático en el país, si entendemos por democracia un juego político de alternancias que todavía tiene que madurar. Hace muchos años que seguimos sin avances significativos para consolidar una república democrática.

EL:   El  hecho es que usted ya a los diez años recuerda el golpe contra Yrigoyen y eso le queda grabado

NGC:  Sí, son cosas muy fuertes. Quedan registradas en la memoria. Pero volviendo a su pregunta inicial.  Después del Colegio Nacional ingresé a la Universidad Nacional del Litoral, en la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, en Rosario. La rama política incluía el Doctorado en Ciencias Políticas y la Licenciatura para el Servicio Exterior. Yo terminé la primera etapa, con título de Licenciado en 1942 y después continué los estudios de Ciencias Políticas,  aunque no presenté la Tesis. En  la Facultad, el Decano era Rafael Bielsa, abuelo de quien fue Canciller en 2003. El decano era un jurista muy conocido como especialista en derecho administrativo. Hacía trabajar a los alumnos en los cursos y seminarios y él publicaba libros notables reconocidos internacionalmente. También tuve profesores de mucho prestigio, como  Mario Antelo, profesor de derecho internacional y  dirigente del partido demócrata progresista, al igual que Horacio Tedhy, profesor de derecho constitucional…  En el Colegio Nacional también había tenido como profesor a González Calderón, que nos hacía estudiar en un resumen del  tratado de otro famoso Calderón, el constitucionalista siempre citado por los abogados.

Como mi hermano mayor estudiaba medicina y ya estaba viviendo en Rosario, me instalé en la casa que él compartía  con varios estudiantes de ciencias médicas,   muy cerca de su Facultad… yo era un sapo de otro pozo, pero adopté las costumbres y la manera de vivir de ellos, incluso en una ocasión llegué a sustituir a  mi hermano, para dar el presente en una clase práctica.

Lo cierto es que así me vinculé desde el punto de vista político con el Movimiento Reformista de Medicina, que era muy fuerte. Además, la Universidad del Litoral tenía estas características: era la Universidad más nueva, fue creada después de la Reforma Universitaria del 18 y reconocía los Centros de Estudiantes institucionalmente. Existía la agremiación obligatoria: todo estudiante debía ser socio del Centro para poder rendir examen. Pagábamos muy poco pero había que pagar al Centro para su mantenimiento.

Los fondos recaudados por los Centros, eran controlados por dos  auditorias.

Teníamos Delegados al  Consejo Directivo de la Facultad, cosa que era un triunfo reformista, pero era la única Universidad que tenía además  Delegados estudiantiles al Consejo Superior de la Universidad.

Nosotros  fundamos el Movimiento Reformista en mi Facultad, con Eduardo de la Fuente que después fue Presidente de la Unión Industrial Argentina y Subsecretario de Economía en el Gobierno de Frondizi cuando Alemann ocupó el Ministerio de Economía. Yo lo había llevado al Gobierno de Frondizi como asesor de la comisión de inversiones externas donde pudo demostrar su capacidad y eficiencia.

EL:  El Movimiento Reformista con quien tenía relación política , con el radicalismo?

NGC:     No, los movimientos estudiantiles reformistas no metían a los partidos políticos en el medio universitario. Cada dirigente estudiantil podía  ser afiliado del partido político que quisiera. Había demócratas progresistas, partido que era muy importante en la provincia, había radicales, socialistas,  y muy activos militantes de Insurrexit, del Partido Comunista. Yo no me afilié a ningún partido mientras actué en el reformismo y aunque mantenía vínculos con jóvenes radicales, nunca una  actuación política partidaria. Políticamente, en la Facultad peleábamos por lograr la conducción del Centro,  lo que no conseguimos en el primer intento.. Los  adversarios eran más bien nacionalistas y estaban apoyados por el Decano. Eran  anticomunistas y algunos partidarios del eje Berlín- Roma.

Poco a poco fuimos ganando posiciones y así como perdí unas elecciones para Delegado ante el Consejo Directivo de la facultad, al año siguiente,  conseguí un gran cargo ya que si bien, no conseguimos ganar  el Centro,  pude relacionarme con la Federación,  organismo representativo de todos los  Centros instituidos en cada una de las Facultades.

En  1941  fui electo Secretario de la Federación del Litoral; en 1942,   Vicepresidente del Congreso Nacional Universitario realizado en Córdoba, y a fines de ese mismo año Presidente de la Federación Universitaria Argentino, organismo máximo del movimiento reformista, integrado por Delegados de todas las Federaciones regionales.

Meses después  se produjo el golpe del 43 y el nuevo gobierno del Gral. Ramírez disolvió la FUA por Decreto de PEN .

En respuesta a esa arbitrariedad redacté un documento  manifestando que al disolver la FUA, y todos los centros universitarios del país que la integraban, el gobierno militar se había convertido en un régimen policial..

Fue una gran batalla para mantener en la clandestinidad y activos los centros de estudiantes y la misma FUA .

Ese documento   fue  transcripto en un libro que acaba de publicar la Editorial Claridad y que titulé Eslabones de Militancia. Incluyo además varios documentos de las luchas reformistas que debieran leer los jóvenes que hoy militan en la vida universitaria.

EL : Me había comentado el otro día que usted ya tuvo problemas con Castillo, antes del golpe militar

NCG:   Sí, antes de ser presidente de FUA, siendo Secretario de la Federación del Litoral, las autoridades eclesiásticas habían resuelto realizar  una ceremonia importantísima en Rosario, todo con mucho bombo y platillo. Se trataba de celebrar  la Coronación de la Virgen del Rosario . Invitado el presidente Castillo llegó a Rosario con todo su Gabinete ministerial por vía fluvial en una cañonera de la Marina.  Ante tal manifestación a  nosotros se nos ocurrió  publicar una Declaración en contra de la ostentación de riqueza que demostraba la corona y el gasto estatal de la presencia del PEN,  “mientras el pueblo sufre miseria y hambre”.  Como la Declaración de la FUL  llevaba mi firma, se ordenó mi detención. Terminé en una comisaría; no me mandaron a una penitenciaría, ni sufrí torturas; era otra época. Por suerte la presión estudiantil y su movilización hizo que el Ministro del Interior dispusiera mi libertad sin procesamiento.

EL: Fuera del tema universitario, la situación del mundo, la Guerra, como los influía

NGC:   Fíjese que yo llego a la Universidad en el 39. Meses después estalla la Guerra. Ahí  sí empecé a militar, no en un partido político, sino en Acción Argentina, que era un movimiento de apoyo a los Aliados. Ahí los universitarios reformistas nos jugamos por las naciones Aliadas, mientras los comunistas apoyaban el Pacto de no agresión Stalin- Ribbentropp. En el Congreso Nacional Universitario, celebrado en  Córdoba en 1942 sancionamos un pronunciamiento reclamando la ruptura con el Eje y la liberación de los presos políticos de España.

En 1943, ya con el Gobierno militar instalado en Buenos Aires, se celebró en Chile,  el Congreso Americano de estudiantes. Me tocó presidir la Delegación argentina pero nos retiramos por problemas con delegados comunistas. Pretendían  incorporar una pequeña delegación de estudiantes norteamericanos que estaban becados Chile, como si fueran la representación de EEUU. Nosotros nos opusimos, porque no tenían  representación real y abandonamos el Congreso junto con los uruguayos. Nos retiramos ratificando la  solidaridad con los Aliados .

En nuestro país esa solidaridad se manifestaba de muy diversas formas. En lo personal, puedo referirme a un movimiento  que organizó el ingeniero Julio Noble, hermano de fundador del diario Clarín. Esta iniciativa tendía a la  “Formación de 5000 pilotos”, para ir a combatir como voluntarios en Europa.

Yo, con el entusiasmo veinteañero, me presenté  y resulté elegido entre los primeros para hacer el curso, dispuesto a incorporarme después, como los restantes postulantes, a la RAF en Gran Bretaña. . No se si me jugaba la vida pero yo estaba embalado y quería ir a combatir a los fascistas.  Finalmente  mi intención se esfumó: necesitaba, por ser menor de edad, la autorización expresa de mis padres, que no la otorgaron.

EL: En el radicalismo era tan unánime la posición pro aliada

NGC:   No, no. El radicalismo tenía divisiones. Había un gran movimiento, el de  los unionistas, que estaban a favor de los aliados. Yo, casualmente, estaba relacionado con ese grupo porque cuando me radiqué en  Buenos Aires,  empecé a trabajar en el Estudio del presidente del Comité de la Capital, el Doctor Eduardo Araujo y así pude conocer a la plana mayor del unionismo.

En discrepancia con los unionistas, se venía gestando otra agrupación que terminó titulándose intransigentes. Yo mantuve buenas relaciones con algunos participantes de esa tendencia que se reunían en El Ateneo,  como Luis Dellepiane,  varios militantes de Forja, algunos artistas famosos como Petrone  y Muiño.  Yo también frecuentaba  la confitería Jockey Club,  en mesas  nocturnas para comentarios, con participación de políticos y  periodistas sobre la marcha de la guerra y temas locales.

EL:   Como caracterizaron el Golpe del 43

NGC   El grupo militar que comandó el golpe de junio del 43 respondía a un movimiento  muy confuso. La Marina no tenía la misma posición del Ejército. Hubo una rápida sucesión de generales en el sillón presidencial.

Al poco tiempo comenzó a sobresalir el nombre de Perón, a partir de su acción desde el Departamento de Trabajo que  ocupaba, y desde el cual empezó su campaña personal.

En ese entonces como se había disuelto la FUA  yo estuve un tiempo en la clandestinidad. El presidente de la Universidad de la Plata, Alfredo Palacios, que como opositor estaba controlado por una consigna policial permanente en su domicilio, optó por el exilio en Uruguay . Cuando la policía suspendió ese control, pensé que el lugar más seguro era su casa, y me instalé en ella. Desde ahí yo manejaba los hilos de las huelgas universitarias y varias tareas más.  Pude superar así las persecuciones de esa época, aunque lo único que podía pasar fuese  una temporada de cárcel. No había tanto riesgo de vida,  como ocurrió en los años del Proceso.

Con el tiempo  la ofensiva contra la democracia en  las universidades fue perdiendo el impulso inicial y llegaron a cambiar los interventores menos repudiados . En el 43 fue la del Litoral la primera intervenida, pero años después la de Buenos Aires también tuvo problemas. Nosotros tuvimos esos problemas nueve años antes. Por eso algunos nos identifican como “la generación del medio siglo” a los militantes de dos décadas, la del 40 y la de los 50.

EL: Como empiezan a enterarse del nombre de Perón

NGC:  Empieza cada vez más a sobresalir como el personaje que reunía a dirigentes gremiales de todo tipo, como al líder del sindicato de la carne que después  metieron preso, Cipriano Reyes, como Gay, de los telefónicos, Diskin, de los empleados de comercio, y cuanto dirigente importante del mundo gremial podía atraer como fue el caso de  Borlenghi , que después fue su primer Ministro del Interior.

Perón actuaba con una gran habilidad y constancia para manejar políticamente el Gobierno y a las fuerzas armadas.

Se sucedieron ministros y planes. Pero siempre hubo muy fuertes enfrentamientos entre el gobierno y los estudiantes En cierta etapas, nosotros tuvimos muchos detenidos e incluso muertos. Bravo fue uno de los casos mas detonantes  por el empleo de tormentos y torturas, quizá el de mayor repercusión pública.

Otro caso que conmovió fue el asesinato de  Salmún Feijoo en diciembre de 1945.

También se sigue recordando  un acto de gran repercusión pública en el que me tocó  hablar en representación de la juventud. Se realizó desde un palco levantado  en las escalinatas de acceso al Congreso y fue considerado  el primer acto de la Unión Democrática , sin que todavía estuviera constituida , pero que ya se gestaba. Oradores: Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo, por el Socialismo; Díaz Arana, Demócrata Progresista; Lanus, Círculo de la Prensa; Tamborini y Mosca,, por la UCR, los dos integrantes de la fórmula de la Unión Democrática.

Ese acto se realizó contra el Gobierno, con pedido de llamado a elecciones , apoyo a las potencias aliadas, y otras consignas de la época.

Se vivía un clima muy politizado y de acciones diarias en la calle. La policía  montada reprimía brutalmente pero los estudiantes les tirábamos balines y los caballos patinaban perdiendo toda eficacia. Ya los choques  se hicieron más duros , hubo sangre.

En ese acto de Plaza  Congreso – acá puede  verme en esta la foto ocupando la tribuna –  hubo cuatro muertos: dos radicales, un comunista y un socialista. Fueron atacados por una patota que salió de unas oficinas de la calle Cevallos, una repartición del Departamento de Trabajo; fue un provocación sin sentido; portaban armas y las usaron. Fue una batalla campal con  el lamentable saldo de cuatro muertos y numerosos heridos.

EL::    Usted pronunció el discurso fúnebre en el entierro de un estudiante?

NGC : Si;  fue con motivo de la muerte de Feijoo, que ocurrió en la Facultad de Ciencias Exactas. La Facultad había sido tomada por los estudiantes . El hecho ocurrió en la calle Perú, frente a la facultad.,  Algunos compañeros les llevaban víveres a quienes  llevaban tres o cuatro días adentro. Se cumplía una huelga  y Salmún Feijoo, acompañado por su hermano fue a llevarles comida ,  pero un grupo al grito de “viva Perón” se lo impidió con un mortal  balazo en la cabeza.

Si;  hablé en el cementerio. Cuando terminé de hablar varios estudiantes me sacaron por una  puerta secundaria porque la policía estaba enardecida. Horas antes había intentado arrancar el féretro durante cortejo fúnebre para impedir esa manifestación en las calles, porque era todo una multitud  protestando  a los gritos por el crimen. Fue un episodio muy fuerte; ya se estaba creando odio entre los opositores, porque la policía era extremadamente brava:  machetazos sin discriminación, tiraban los caballos sobre  los manifestantes… Eran  verdaderos combates abiertos, no se trataba de secuestros nocturnos como fue  después  con los Falcon  del Proceso.  Era otra metodología, otro tipo de lucha. Pero fueron años muy encarnizados porque la Segunda Guerra incentivaba la división de los argentinos, como en todos los países, neutrales o partícipes de la conflagración. Nosotros estuvimos con los Aliados desde el comienzo; entendíamos que el fascismo, al  aliarse con el comunismo-en 1939-  dominaría toda Europa. Ese era el proceso inicial. Si la Unión Soviética no hubiese sido invadida por Hitler, yo creo que todavía  reinarían los dos totalitarismos …

Además empezábamos a conocer los campos de concentración, el furor del antisemitismo. No fueron pocos los muchachos judíos que  empezaron a definirse y optaban por las izquierdas.

En fin, fueron años de lucha.  Cuando terminó la Guerra, fui invitado  a conocer Gran Bretaña, pero decliné el convite. Las Embajadas, sobre todo la  del Reino Unido  y la de EEUU sabían lo que pasaba en la Argentina. El Embajador Braden, que se metió demasiado en temas políticos locales fue quien le brindó el mejor regalo a Perón:  el ingenioso eslogan electoral: “Braden o Perón”.

Sin dudas  hubo relaciones del mundo político argentino con las embajadas, eso era notorio, no se puede negar. No porque fuesen “vendepatrias” como se los calificó, sino porque querían que Argentina se definiese en el conflicto bélico  por la causa de los Aliados.

Fue muy fuerte el movimiento: los diarios estaban muy definidos, La Nación, La Prensa, diario, este último,  que después fue confiscado por  el gobierno Peronista..

Probablemente Perón , con los años, se habrá arrepentido cuando dijo “con  los diarios en contra ganamos las elecciones y con los diarios a favor las  perdimos” Al parecer hoy algunos se olvidan de esa experiencia….

EL:   Usted ya había terminado los estudios

NGC:   Yo me recibí de Licenciado el 21 de julio de 1942, a los 22 años. No  presenté la tesis del doctorado.

EL:   El 17 de octubre, el apoyo popular a Perón, ustedes lo tomaron como algo sorpresivo

NGC:  El apoyo a Perón nosotros no lo supimos evaluar . Creíamos que era un golpe militar, que tenía la fuerza de los nacionalistas que  lo apoyaban, como Queraltó y otros nada democráticos por cierto, pero nunca tuvimos noción de la fuerza y la intensidad con que se iba a comprometer políticamente la clase obrera desde los sindicatos y organizaciones populares.

El 17 de octubre fue realmente un golpe de agua fría para la oposición. No se pensó que se iban a movilizar esas masas, como lo hicieron, en defensa y apoyo a Perón. La dirigencia de los partidos políticos al igual que empresarios, intelectuales y estudiantes, estábamos un poco enceguecidos por consignas inconsistentes como “el Gobierno a la Corte”. Se gestionaba una salida con la asunción del PE por el general Ávalos. En fin, todos esos movimientos no fueron exitosos … no supimos manejar la situación. En cambio Perón la manejó con habilidad extrema, como buen estratega militar controló todos sus movimientos.

En la campaña electoral yo hice una parte del viaje en lo que llamaban el “Tren de la Libertad” con Tamborini como candidato a Presidente y no me daba cuenta, no comprendí que iba a perder las elecciones en casi todo el país.

Después, con el tiempo, advertí que ese candidato era muy resistido, era una fórmula muy resistida por el pueblo. Tamborini- Mosca.

Los pocos jóvenes que viajábamos en ese tren con los candidatos,  tomábamos en broma  el observar que, cuando se reducía la velocidad al acercarnos a las estaciones , aparecían algunos parroquianos con gestos de librarse de las moscas, bombeando  los clásicos aparatitos de Flit, como espantando al Doctor Mosca y a sus acompañantes. Una cosa que tomábamos en broma, pero era un sentimiento popular muy visible..

Tamborini había sido ministro de Alvear, un hombre del Jockey Club, tendiendo a conservador. Integraba el sector  unionista de la UCR…

A  la vez el radicalismo se había fracturado. El grupo Junta Reorganizadora apoyó a Perón, por eso Quijano fue su candidato a Vice. Pero de todas maneras la política era distinta a la de hoy. Por ejemplo, la bancada opositora, que se constituyó en esas elecciones también de legisladores, estaba integrada por los más capacitados hombres del radicalismo. Eran de notable  nivel intelectual. La oratoria era algo muy importante. Y en el bloque había oradores extraordinarios, como Ernesto Sammartino,  gran expositor, pero que se malquistó la opinión pública al calificar el movimiento Peronista  como “aluvión zoológico”. Otros diputados, en cambio, brillaron por sus aportes en los debates y sanción de importantes leyes.

EL:   Nosotros, los jóvenes de los setenta esta historia la conocíamos contada desde el Peronismo y siempre se hablaba de Sammartino como el ejemplo de lo más granado del gorilismo.

NGC  Eso fue una frase, nada más. Sammartino era un abogado entrerriano, buen orador, entusiasmaba. Balbín era también un consagrado orador. Pero eran palabras…mientras Perón  hablaba por sus resoluciones: el Estatuto del Peón, el Aguinaldo, etc.  Todas  cosas concretas, de un hábil político. Pero  esos “44”, no sé si solo 30, como dice Gibaja, eran de primera: sobresalían Alfredo Vítolo, Nerio Rojas, Arturo Frondizi, Ricardo Balbín, Santander, Rodríguez Araya, Sobral., Uranga por citar algunos.

A Balbín lo desaforan y lo meten preso en una cárcel de  Rosario, y el que hace su defensa, como abogado, fue Frondizi, una gran defensa. En mi último libro incorporo un escrito que presentó Frondizi ante los magistrados judiciales pertinentes.

La Cámara de Diputados desaforó a Balbín y permitió así que lo procesen. Al Congreso  el Peronismo llevó muchos improvisados.  El colmo, un señor Astorgano que tenía instrucciones: si a los pocos minutos de iniciada la exposición de un opositor no daba término a su intervención, lo interrumpía pidiendo cierre del  debate. Era una mordaza, no podían hablar más de lo que permitía Astorgano. Tenían mayoría y la imponían…era una democracia muy renga la que se estableció. Perón cubrió algunos cargos con militares, como Mercante en la Provincia de Buenos Aires,  que constituían toda una logia. Realmente actuaban disciplinadamente y en no pocos casos con notoria obsecuencia..

EL:   Y a Evita cómo la veían ustedes

NGC:  Creíamos que era una aventura, nada más, una “partiquina” que  lo había seducido . No se la respetaba como política y menos como líder. Pero después ella fue ganando posiciones por méritos propios y hubo que reconocer  que se estaba frente a una mujer con condiciones poco comunes en el ámbito de  la farándula.. Se discutía si la había traído Magaldi de Junín. Pero no se la consideraba digna de ser  Primera Dama en un país lleno de  prejuicios sociales.. La “gente de bien”  como se decía, no la quería. En mi caso, que procedo de inmigrantes, los muchachos de “bien” me aceptaban, aunque me consideraban medio comunista porque hablábamos de la distribución de la renta  y denunciábamos la pobreza .  Yo hablaba de la “emancipación americana”,  y comentaban  que eran ardores juveniles… consignas…Nosotros éramos la izquierda de una democracia muy incipiente.

EL    Volvamos a los años de Perón. Usted ya se había recibido, así que no estaba más en la actividad universitaria…

NGC   Al radicarme en Buenos Aires, empecé  a defenderme económicamente;  tenía que vivir sin ayuda paterna, quería una vida independiente.

En  esos años  llegaron muchos inmigrantes italianos, algunos empresarios que querían radicarse en el país. Entre otros, recuerdo que  conocí  a Agostino Rocca, el fundador de Techint, que representaba a Dalmine de Italia, a Salustro  y Miniatti, de Fiat , al Ing. Orsi de SADE y muy especialmente a Salvatore Manchinu, de Ormas S.A. de Milan, empresa italiana dedicada a la construcción de usinas eléctricas, de la que fui apoderado desde 1949  hasta que renuncié en 1958  para  ocupar un cargo en el Gobierno de Frondizi.

Después que dejé la presidencia de FUA me pareció que debía dejar abierto el camino para nuevas generaciones; mantuve siempre algunos contactos pero no era por cierto el militante que había sido hasta el 45.

En 1955,  con motivo del primer intento de junio para derrocar  a Perón,  tuve que “desaparecer” momentáneamente porque figuraba en las listas de presuntos “golpistas”. No actué en nada, pero mis antecedentes seguían registrados en la Sección Especial de la Policía,  dirigida  por los torturadores Lombilla y Amoresano. Yo estaba casado y con un hijo, de un año. No tenía teléfono y esa noche de junio de 1955 pasó a buscarme un amigo que me dijo “vos estás loco; no podés  quedarte aquí esta noche. O querés que te llevan preso. Vamos a casa”.  Nos llevó a dormir a su departamento y, a la mañana siguiente, cuando me acerco al mío tratando de  tomar ropa para algunos días,  media cuadra antes de llegar, me encuentro con una señora polaca que vivía en el mismo edificio.  Muy nerviosa  me advierte :“No suba que hay un policía adentro, se  obligó al portero a abrir el departamento y ahora hay un  policía”. Así que volví rápido por los míos y, como no podía vivir en el departamento de mi amigo, con mujer e hijo a cuestas, nos fuimos a una casita de fin de semana  que tenía en Parque Leloir, cerca de Castelar. Tres días después,  mi hijo padeció una toxicosis, y dos médicos amigos que convoqué resolvieron internarlo en un sanatorio de la Capital. Por la urgencia del caso, terminamos internándolo en Morón, con nombre ficticio. Tras una larga una semana,   pudimos considerarlo en recuperación.

Después de septiembre, ya triunfante la Revolución que derrocó al gobierno, pude volver a la Capital . Me mudé  a otro departamento y reinicié de vida, declinando todo ofrecimiento de cargo en el flamante gobierno.

Yo fui un antiperonista muy definido, pero nadie  podrá  decir que fui un “gorila”. No conspiré nunca contra el gobierno peronista electo por el voto popular, aunque me manifesté siempre opositor.

Escribí muchas páginas críticas y, en determinado momento, ya colaborando con Frondizi, tuve una participación secundaria en el acuerdo conocido como el “ Pacto  Perón-Frondizi”. No tuve una participación directa, como protagonista  o gestor, pero yo fui quien vinculé a Frondizi con el hombre que fue el verdadero gestor del pacto, Ramón Prieto, un personaje,  al que poco se le conoce no obstante ser el autor del  libro que tituló “El pacto” .

Prieto,  un hombre que para el Peronismo fue muy importante,  escribía cada tanto unos  artículos que el presidente Perón firmaba  como “Descartes” en una columna del diario Democracia.  Trabajó con Apold en la Secretaría de Prensa .  Ignoro  cómo llegó ahí,  no lo sé… sus antecedentes eran de otro tipo. Fue un  militante de la izquierda marxista, estuvo con Prestes en la gran marcha, en Brasil, participó en la Guerra Civil española como miembro de las Brigadas Internacionales, terminó en la batalla del Ebro con una esquirla en la cabeza, pero sobrevivió – cuando lo iban a llevar por muerto, empezó a parpadear para avisar que aún vivía – para terminar en un campo de refugiados en Francia. En suma,  la historia de un  militante internacional de las buenas causas, para quienes mas lo conocieron.  Un  fabuloso aventurero para otros. Pero nadie puso en dudas su honestidad.

Vivió en Paraguay y en España hasta que se radicó en Uruguay, donde daba clases de marxismo. Clases a las que asistió, cuando era estudiante,  quien luego fue mi mujer.  Años después, alumna y profesor, se reencontraron en  Buenos Aires.  Por ella y en esa circunstancia, conocí y me vinculé a Prieto. Mantuvimos durante años una  calida amistad.

Triunfante la revolución  en mayo del 55,  Prieto pasó a ser el perseguido- yo lo había sido en junio- y ¿dónde encontró refugio? : en mi casa…

Cuando el país entró en el proceso electoral, en 1957,  creí oportuno presentar a Prieto al Dr. Frondizi.  La primera reunión fue suficiente para acordar que colaboraría en la campaña electoral. Frondizi lo vinculó  a Frigerio. Ese paso fue el inicio de gestiones que meses después culminaron con el voto Peronista en favor del  candidato de la UCRI

EL:    Bueno! Esa es la historia desconocida…Pero hay cosas que no me cierran, ¿Qué hace un marxista republicano español trabajando para Perón?

NGC¸  Bueno, recuerde a Juan José  Real, que del comunismo se acercó al Peronismo. Lo mismo Abelardo Ramos, trotskista, que termina apoyando a Perón  Hay gente que siendo marxista creyó aprovechar el movimiento de masas que era el Peronismo creyendo, quizá, acercarlo después a sus posiciones. Otros, en cambio,  se mantuvieron en la oposición y soportaron  persecuciones. En otros niveles, en el orden internacional, no olvide que Stalin , en determinado momento, apoyó al Peronismo y alentó relaciones comerciales de conveniencia para la Unión Soviética. No siempre todo es lineal en los trazos de la política.

Recuerdo que cuando  vinculé a Prieto con Frondizi , le dije “Frondizi, este hombre tiene una gran experiencia en campañas políticas  y quiere darnos una mano aquí”.  Cuando Frondizi dispuso vincularlo a Frigerio sabía muy bien que  se encontraría con  varios excomunistas  trabajando en las oficinas de Luis María Ocampo – la usina – donde operaba Frigerio.

Nunca apareció en nada; nunca ocupó un cargo público. Además, olvidaba comentar que  Prieto estuvo preso con Cooke en el Sur- yo le envié varios libros durante el cautiverio – y que las negociaciones del pacto las iniciaron en Chile estos dos personajes…

EL  Pero, a ver: usted había sido perseguido o por lo menos, muy opositor del gobierno de Perón, y él colaboró con ese gobierno. ¿Eso lo hablaron, dijeron, “al pasado, pisado”?

NGC   No, no. Se daba por sentado que había que terminar con el Gobierno de  la Libertadora y el único candidato que ofrecía garantías de que no se iba a perseguir a los Peronistas y pacificaría al país, era Frondizi.  Era el único candidato que pregonaba la consigna “legalidad para todos”,  mucho antes de haber llegado a un acuerdo  con Perón. Nosotros durante la campaña teníamos instrucciones  de tener contacto con los peronistas. Yo los tuve con  varios, sobre todo con  dirigentes gremiales . Elaboramos incluso planes para la recuperación de los bienes que les había  confiscado el gobierno de la Libertadora..

Volviendo a Prieto, omití mencionar que Prieto había sido  director del  un semanario “De Frente”  atribuido a  Cooke  y el órgano que expresaba la izquierda mas revolucionaria  del Peronismo

Por último, debo aclarar que, a mi juicio, Frondizi  no firmó ni intervino en el Pacto; solo dejó hacer.

Negociaron el acuerdo, en la parte inicial en Chile,  William Cooke y Ramón Prieto.  En los tramos finales  en Caracas, Rogelio Frigerio y Juan Domingo Perón.

En el libro  “El Pacto”,  Prieto cuenta que la propuesta de Perón, el primer avance, lo iba a traer su mujer,  Margarita, en la creencia de que yo la esperaría en el aeropuerto para contactarla de inmediato con Frigerio. Seguramente hubo algún mal entendido porque yo no conocí a tiempo el vuelo y hora de llegada ese día 31 de diciembre de 1957. Por suerte, la mujer de Prieto me localizó por teléfono desde Ezeiza y combinamos el encuentro en un Hotel  céntrico donde nos reuniríamos con Frigerio a quien informé de inmediato la novedad.  A las 22  horas estábamos en el hotel y luego de comentarios iniciales sobre el viaje, me retiré con la excusa de compromisos familiares. Retorné a casa justo para el brindis de fin de año. Quedaba atrás el 57.

EL   Es cierto que hubo una valija de dólares que llevó Frigerio?

NGC:    No tengo la más mínima información sobre este interrogante.  Unos meses atrás, leí que ex funcionario de Cancillería que estuvo trabajando con Frondizi , Albino Gómez,  escribió su versión al respecto. Afirma  que  Frigerio le encomendó llevar un sobre con dinero, pero no se si sólo lo dice por darse corte  con la actuación de  mensajero de  confianza en una  misión que se supone de extrema confiabilidad.

Mi impresión es que Perón, para firmar, exigió el cumplimiento de varias condiciones. Entre sus demandas se habló de la devolución de la CGT, entonces intervenida, el reconocimiento de su grado de militar, el  pago de los sueldos de General durante su exilio. No descarto que haya pretendido  “fondos políticos”… Pero no me consta, si los hubo, y cómo se negoció ese tema en caso de haberse planteado.

Perón lograba ventajas objetivas de ese pacto.  Frondizi también: sin los votos del Peronismo, probablemente no  hubiera llegado a la presidencia en 1958.  Este interrogante queda como especulación.

Esto  es, en síntesis y por lo que yo conozco,  la historia del pacto, que fue un hecho histórico muy importante, porque sin ese pacto, quizá no hubiese habido un gobierno desarrollista. Y también es cierto, a mi entender, que si no hubiese caído el gobierno desarrollista, otro hubiera sido hoy el país. Pero esa especulación que se llama “rumonía”;  es una ficción de la historia, la historia ficta , es decir, lo que podría haber ocurrido si no sucedía algún episodio que acaeció .

Por mi parte, soy un convencido  que el país hubiera sido otro muy distinto hoy, porque lo que se pudo lograr en sólo cuatro años fue extraordinario.

  

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BARTHES Y LO FEMENINO: ESCRITURA DEL GESTO ALIMENTICIO por Laura Arias*

Ernestina Gamas | 24 septiembre, 2012

 

La escritura es poiesis, se trata de una visión del mundo que no precede al mundo haciendo de este un mero reflejo, sino que se proyecta sobre él.  Por eso, la escritura es una cuestión de lectura. Como nos enseña Roland Barthes, la escritura cuestiona el mundo, nunca ofrece respuestas; libera la significación, pero no fija sentidos. En ella, el sujeto que habla no es preexistente, se produce en el propio texto, en instancias siempre provisorias. En El imperio de los signos, Barthes se pregunta por la representación que nos hacemos de los orientales que comen valiéndose de palitos. Y, en este contexto, observa:

“El palito divide, separa, aleja, mordisquea en lugar de cortar y agarrar, como nuestros cubiertos. Él nunca violenta el alimento, se opone a nuestro cuchillo, es un instrumento que se rehúsa a cortar, a aferrar, a mutilar, a agujerear (…), por el palito el alimento no es más una presa que se violenta (carnes sobre las cuales nos afincamos), sino una sustancia armoniosamente transferida, dejando a nuestros hábitos alimenticios armados de lanzas y cuchillos de la predación.”

Hábitos alimenticios y escritura de un gesto. Un gesto, la comida, tal como apunta Barthes en Por una psicosociología de la alimentación. Escritura de un gesto: se puede decir –aclara Barthes- que es «el mundo» el que se coloca en la comida a título de cosa significada”. Teoría de los conjuntos, pues: la teoría cerrada del conjunto finito (el goce fálico) y la estructura abierta del gesto infinito (el goce femenino). ¿Acaso lo femenino no es lo que se lee en los bordes de las palabras y se desprende de ellas? Libera la significación: divide, aleja, separa. Porque al leer el gesto alimenticio, la escritura remite  “a un modo de vida que dice más de lo que directamente expresa…".
————————————————————————————————–
* Laura Arias es 
psicoanalista, posdoctorado Filosofía. CSIC. Madrid 
  lauriarias@hotmail.com

 

 

 

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EL ANTISEMITISMO VIENÉS por Arnoldo Siperman*

Ernestina Gamas | 22 septiembre, 2012

La judeofobia tradicional europea era, hasta mediados del siglo XIX, una cuestión religiosa con fuertes ecos culturales, relacionada con el resentimiento frente a un pueblo desperdigado por toda la cristiandad europea que se negaba tozudamente a aceptar la divinidad de Jesús. Aunque tuvo momentos de agresión muy intensa, como las masacres en Renania a fines del siglo XI o las de Ucrania a mediados del XVII, la tradición antijudía cristiana reconocía límites en su propio origen (Jesús fue judío) y en insoslayables necesidades de su aparato teológico (el imperativo paulino de tratar de convertirlos).

Hacia esa época se produce un primer cambio, consistente en que la cuestión fue ubicada en clave biológica: el judío no debería ser percibido como un diferente religioso, susceptible de segregación, de expulsión, de confinamiento en guetos y también de conversión, sino como un ser biológicamente inferior. Se invocaba la autoridad de la ciencia para afirmar que sus caracteres, al estar condicionados por la naturaleza, serían inmodificables y debería ser considerado como potencial agente contaminante de la sangre de las razas superiores. Los grandes precursores de ese cambio de actitud fueron el francés Arthur Joseph de Gobineau, que publicó entre 1852 y 1855 un Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas con la pretensión de fundar científicamente las diferencias y jerarquías raciales, y el gran músico alemán Richard Wagner, quien dotó a la doctrina la seducción de la música y la aspiración de un Arte Total Alemán. El antijudaísmo pasa ahora a denominarse “antisemitismo” (una Liga Antisemita fue fundada en Alemania en 1879) para destacar su aspecto racial.

Un segundo cambio, superpuesto al que lo precediera, ocurre en el último tercio del siglo XIX, cuando los antisemitas condujeron su elitismo racista al terreno político. Hacer eje en la cuestión racial tenía la utilidad política de desplazar el debate del terreno de las controversias institucionales, de los enfrentamientos nacionales y, más que nada, de los conflictos sociales que dominaban el escenario europeo. Esa intrusión del racismo como actitud política sintonizaba con el retroceso de la afirmación de una cultura fuerte del liberalismo y de la democracia, ocurrido en los años finales del siglo XIX. El antisemitismo se convierte en propuesta para las masas, en argumento populista y en plataforma electoral, obteniendo éxitos significativos. Su irrupción dio un nuevo tono a la política europea de fin de siglo y dejó una profunda marca en su historia posterior. Ni los aristócratas ni sectores populares fueron insensibles a esa prédica.

 

Este antisemitismo racial y político tuvo sus principales focos en tres grandes capitales. En Berlín se constituyó en capítulo importante de la política antibismarckiana, anudándose luego las diatribas antisemitas con las consignas de la izquierda contra el capitalismo y las finanzas, a los que se presentaba inseparables del espíritu judío. En París el punto culminante fue un proceso fraguado en un tribunal militar contra un oficial judío, Alfred Dreyfuss, primeramente condenado y finalmente rehabilitado, que dio lugar a fuertes debates públicos y a la famosa requisitoria de Émile Zola Yo acuso (1898), en la que denunció las arbitrariedades que se estaban cometiendo y la agresión racial que las inspiraba.

El tercer gran centro de difusión del antisemitismo racista y político fue Viena. Se convirtió allí en un factor de gran importancia porque esa ciudad era la capital de un vasto imperio plurinacional en el cual el judío era el único pueblo carente de localización territorial, estando sus comunidades diseminadas en su territorio. Las reformas liberales posteriores a 1848 le permitieron a muchos abandonar sus encierros en guetos y aldeas y migrar a las ciudades, donde se incorporaron a las diversas actividades urbanas. Asimilaron con facilidad la cultura de lengua alemana, de manera que en ciudades como Budapest, Praga, Zagreb o Lvov fueron percibidos por sus poblaciones de húngaros, checos, croatas y polacos, respectivamente, como agentes culturales del germanismo imperial. Un ejemplo típico del judío portador de la cultura germana entre pueblos que se sentían sojuzgados por el Imperio es, ya en el siglo XX, el de Franz Kafka quien, profundamente ligado a Praga, escribe toda su obra en alemán y no en checo como la ubicación geográfica y la historia de esa ciudad hubieran podido indicarlo.

La circunstancia de sentírselos portadores de la cultura germana generó hacia los judíos, por parte de esos pueblos, que formaban parte del imperio habsburguiano pero tenían fuertes vocaciones separatistas y nacionalistas, un fuerte resentimiento, que sintonizaba con la persistente prédica de las iglesias cristianas y con el ejemplo de la intolerancia de la vecina Rusia zarista.

En Viena, la migración de judíos pobres provenientes de las aldeas se superpone –sin mezclarse demasiado- con los judíos cultos que ya vivían en la ciudad. En ese contexto y en función de la conversión del antijudaísmo tradicional en racismo, las luchas políticas derivan hacia una puja antisemita. En las elecciones municipales de 1895 participan un partido católico populista, el socialcristiano encabezado por Karl Lueger; otro pangermanista de aires aristocratizantes cuyo jefe era Georg Ritter von Schönerer; la socialdemocracia y los liberales. Las elecciones las ganó Lueger y esa victoria fue considerada como un éxito de su prédica antisemita. Como consecuencia y pese al desagrado del propio emperador Francisco José, quien trató de impedirlo, Lueger se instaló como alcalde de la ciudad, cargo que ejerció hasta su muerte (1910).

La falacia del biologismo oportunista queda al descubierto cuando se la examina sobre el trasfondo del caudillismo autoritario, como lo demuestra la sentencia de Lueger: “Judío es quien yo digo que es judío”. Este personaje, un demagogo ambiguo y de pocos principios, era un antisemita entusiasta. Hitler, que vivió en Viena en tiempos de su gestión como alcalde, lo reconoció como uno de sus grandes maestros, juntamente con Houston Stewart Chamberlain (autor de un panfleto arianista y antisemita, Fundamentos del siglo XIX, 1899); aunque a ninguno puso el dictador en un plano tan eximio como a Richard Wagner, cuya creación musical y teatral resonaba ya como manifiesto integral del nazismo.

Un tema muy vinculado al del antisemitismo es el de la mujer. Ya Gobineau había considerado que la superioridad racial se asociaba al predominio de caracteres que se consideraban propios de la masculinidad. Sostenía que la raza superior los ostenta, que los arios son fuertes, valerosos y racionales y que el espacio de su realización plena es el de la actividad guerrera. La mujer es esencialmente débil, pasional, pérfida y, para colmo, contaminante, rasgos que son los que prevalecen en las razas inferiores. Quien mejor logró expresar este paralelismo entre el factor femenino y la judeidad, factores que reunían lo más despreciable de la condición humana, fue el escritor vienés Otto Weininger -muerto por su propia mano en 1903- autor de un libro que tuvo gran difusión, Sexo y Carácter.

Este ambiente de antisemitismo intenso, biologista, político, a la vez elitista y populachero, está presente también en una burguesía en la que no faltaban descendientes conversos de judíos. Paradigma de una idea de la condición humana fundada en la victimización del diferente, del débil, del indefenso, del que se encuentra en una situación de la cual no le es dado apartarse, acompaña al proceso de decadencia y desintegración del imperio austrohúngaro que culmina con su derrota bélica en 1918.

El antisemitismo y su asociación con la depreciación de lo femenino, expresan la profunda crisis de identidad que se vivía en la capital de un imperio plurinacional que marchaba hacia su disolución. Ese racismo constituyó un elemento de vital importancia en el ambiente intelectual y en el estado de ánimo popular de Viena desde la última década del siglo XIX. Son tiempos de efervescencia intelectual, que corresponden a un período muy importante en la producción de Sigmund Freud, tan ligado a Viena, y en la constitución del saber psicoanalítico.

Es también la época de las frenéticas campañas de agitación pública de Jörg Lanz von Liebenfels.

Viena es profundamente contradictoria. La de esos años, la de Adolf Loos, Otto Wagner y la Secesión en la arquitectura, la de pintores de la talla de Gustav Klimt y Egon Schielle, de escritores como los hermanos Zweig, Arthur Schnitzler, Hugo von Hoffmannstahl y Robert Musil y músicos como Gustav Mahler, Arnold Schönberg y Bruno Walter, fue también la capital de la hipocresía que suele rodear a la decadencia. Le cabe el triste privilegio de haber sido el más fuerte centro de irradiación antisemita, mucho antes de que las formas más duras del racismo devinieran doctrina oficial en Alemania. Mereció que Karl Kraus ubicara en ella Los últimos días de la humanidad y que Joachim Riedl la definiera como, a la vez, genial e infame. No importó de Alemania su vocación antisemita; fue más bien la locura vienesa la que influyó en el Tercer Reich. Viena irradió antijudaismo, no solamente hacia Alemania, mientras exportaba el regalo empalagoso de sus viejos valses.

Hubo una especie de intervalo lúcido, contemporáno de la república de Weimar en Alemania, en el cual se desarrolló el “Círculo de Viena”, dedicado especialmente a la filosofía de la ciencia. Rigió entonces una Constitución republicana, con la impronta de Hans Kelsen, jefe de fila de una escuela neokantiana de iusfilosofía, a la que se adscribió también el internacionalista Alfred Verdross.

Pero duró poco. La década de 1930 presenció la reinstalación de la vieja competencia entre bandos antisemitas: el de vertiente católica y mussoliniana y el germanista. Una competencia en ganarse el favor popular excitando antisemitismo. El canciller socialcristiano Engelbert Dolfuss, creador del “austrofascismo”, que gobernaba dictatorialmente, fue asesinado en 1934 por los nazis. De allí en más, Austria esperaba con ansiedad una anexión a la Alemania nacionalsocialista, concretada en 1938 y recibida con el mayor entusiasmo.

En la segunda posguerra simuló haber sido la primer víctima del nazismo, del que había sido precursor y cómplice. Hizo de un oficial nazi, involucrado en crímenes nefandos, el presidente de su república, previo su paso al servicio de otra decadencia, la de un nuevo multinacionalismo, esta vez con pretensiones planetarias. Se trata de Kurt Waldheim (1918-2007), secretario general de la ONU primero y presidente de Austria luego.

Los valses siguen sonando, ya en el siglo XXI; pero desafinan cada vez más, en esta Viena de un imaginario y supuesto trasnochado esplendor.

———————————–

ARNOLDO SIPERMAN, Abogado, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (1958), Profesor en las Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor, Jefe de Departamento y Vicerrector del Colegio Nacional de Buenos Aires (Universidad de Buenos Aires). Director de publicaciones universitarias, jurado de concursos, miembro del Consejo Superior Universitario (1960/61). Autor de numerosos artículos, monografías y varios libros. Los más recientes:  Una apuesta por la libertad. Isaiah Berlin y el pensamiento trágico, Ed. De la Flor (2000) El imperio de la ley. Política y legalidad en la crisis contemporánea (2002) Ideología. Una introducción (2003) Pensamiento trágico y democracia (2003), El drama y la nostalgia. Racismo político, Wagner y la memoria reaccionaria, Buenos Aires, Ed. Leviatán, 2005 y La ley romana y el mundo moderno. Juristas, científicos y una historia de la verdad, Ed. Biblos (2009).

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ALEJANDRA PIZARNIK (1936 – 1972) por Cristina Piña*

Ernestina Gamas | 19 septiembre, 2012

 

            El 25 de septiembre harán cuarenta años de la muerte de Alejandra Pizarnik y resulta difícil –sino imposible- pensar que hoy tendría 76 años. Para siempre detenida en los 36 años, las generaciones sucesivas la siguen reconociendo no sólo como una de las mejores poetas argentinas contemporáneas, sino como nuestra “poeta maldita” en la estela de sus tan admirados Lautréamont, Rimbaud y Artaud.

            Porque al igual que ellos, entendía la labor poética como un absoluto, una vía de acceso al conocimiento total, en la que se asimilaban vida y poesía, en tanto esta última se alcanza al costo de emprender una “ascesis invertida” que pone en juego las experiencias límites del yo -locura, suicidio, muerte- y en la cual el recurso a las drogas y el alcohol, así como la transgresión de los códigos sexuales, sociales y productivos cumple un papel fundamental de protesta ante el mundo burgués. Quizás esa idea de lo poético esté expresada de manera privilegiada en la siguiente estrofa:

 

Ojala pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del
poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con
mis días y con mis semanas infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada
letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del
vivir.

                                   (“El deseo de la palabra” de El infierno musical)

 

Sin embargo, el simple “mito personal” no explica su importancia, mientras que su obra sí. Digo “obra “y no sólo poesía, porque como lo demostraron las sucesivas publicaciones de inéditos y de textos aparecidos en revistas, Alejandra también fue una estupenda prosista, crítica literaria, humorista, diarista y corresponsal.

Gracias a su trabajo encarnizado sobre el lenguaje, el castellano en sus manos alcanzó una coloración única –oscura, sugerente, llena de matices- que no le es propia, así como renovó y transformó los diversos géneros literarios que abordó.

Si bien es difícil elegir sólo uno de sus bellos poemas, he seleccionado el número 35 de Árbol de Diana (1962) –libro que junto con Los trabajos y las noches (1965) es uno de sus “libros encantados”, como los llamó la crítica- donde se percibe la condensación, musicalidad, densidad semántica y tonalidad que la caracterizan

 

       35
                      a Ester Singer

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de
fuego,
de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.

 

            Además de los dos libros de poemas citados, es autora de La tierra más ajena (1955), La última inocencia  (1956), Las aventuras perdidas (1958), Extracción de la piedra de locura (1968), El infierno musical (1971) y Textos de sombra y últimos poemas, 

(publicación póstuma 1982). Entre su prosa merecen destacarse La condesa sangrienta y sus Diarios (2003)

———————————————–

* Cristina Piña es escritora y poeta

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MIEDO Y PODER por Ernestina Gamas*

Ernestina Gamas | 18 septiembre, 2012

 

      

El miedo es nuestro y lo llevamos siempre escondido en el revés de nuestra piel. Miedo al dolor, a las privaciones, al castigo, a las persecuciones, a lo que nos impida  decir lo que creemos o lo que sentimos. Miedo a la exclusión,  a la soledad, a la pérdida del trabajo, a la violencia. Basta poner en escena algunos símbolos que lo activen y  aquello que está alojado en la trastienda de nuestro inconsciente aparece  de manera impiadosa y nos avasalla. Despertarnos  ese miedo es  una forma de disciplinamiento cuando se lo hace desde el poder, porque el miedo social es el arma más poderosa  con que cuenta.

En las sociedades arcaicas con  modos arcaicos de pensamiento, lo poderoso y lo peligroso estaban asociados y a lo largo de la historia esto  fue usado por gobernantes despóticos y autoritarios para mantener sojuzgados a sus pueblos.  Thomas Hobbes, habló del miedo como condición necesaria para salir del estado de naturaleza y entrar a la civilidad, deviene como creación disuasiva para la convivencia social. Se teme a la  ley, que además de ser un conjunto de reglas imprescindible para regular la coexistencia, es la causa  fundamental de coacción entre seres humanos.

Nicolás Macchiavelo  cuyos escritos sacados del contexto de su época han sido usados para los más diversos fines, dijo “La mejor fortaleza que existe consiste en no ser odiado por el pueblo”. Aunque también: “El príncipe, sin embargo, debe hacerse temer de modo que, si no consigue que lo amen, también pueda evitar el odio, porque el ser temido y el no ser odiado bien pueden estar juntos. Y lo conseguirá siempre si se abstiene de tocar los bienes de sus ciudadanos y de sus súbditos, y también de robar sus mujeres. Y cuando sin embargo necesitara derramar la sangre de alguien, debe hacerlo sólo en caso de justificación conveniente y causa manifiesta pero, ante todo, absteniéndose de los bienes ajenos” El Principe” año 1513.
Montesquieu  en  “ El espíritu de las leyes” manifiesta admiración por las instituciones y considera a la ley y  a la división de poderes, lo más importante del Estado.

Tantos años después de las crueles tiranías de caudillos americanos, de haber pasado por las consecuencias del  accionar de grupos  guerrilleros que atemorizaban a toda la población y de su contracara, el terrorismo de estado, creíamos haber entrado en sistemas democráticos duraderos con más respeto por la legalidad. Varios estados vecinos han logrado seguir el camino institucional, pero lamentablemente en nuestro país vuelve a asomar esa amenaza. Hoy los métodos de opresión han cambiado significativamente en la región y en los países donde se ha enquistado  el caudillismo político, y a pesar de  utilizarse  procedimientos menos traumáticos para perpetuarse en el poder, se advierte que el miedo sigue siendo el instrumento preferido de muchos gobiernos para manipular, dominar o paralizar a la opinión pública.

En nuestro país esa reiteración del padecimiento viene de la mano de un  gobierno  populista, que quiere hacer callar nuestro  desacuerdo e imponernos  un discurso único que marca una línea divisoria entre los que están con ellos y los que disienten, entre lo nacional y lo cipayo. Entre los amigos del poder  y el resto, los enemigos.  Por eso es conveniente recordar:

 “… ningún argentino de bien puede negar su coincidencia con los principios básicos de nuestra doctrina sin renegar primero de la dignidad de ser argentino”  Perón, 1º de mayo de 1950. No querer lo que Perón quería era ser un renegado.

“…… el justicialismo, que no ha sido nunca ni sectario ni excluyente, llama hoy a todos los argentinos, sin distinción de banderías”. Discurso de Perón el 21de junio de 1973. Hay un juego ambiguo entre “peronistas” y “argentinos” entre dos entidades claramente diferenciadas: nosotros y los otros.

El discurso, como acción social, tiene una estructura simbólica e imaginaria que lo sostiene.  En el contexto de una comunidad  produce un campo de efectos posibles.  A veces no hace falta echar mano a políticas violentas o represivas.  Se atemoriza, se arrincona, se neutraliza a la sociedad de muchas maneras diferentes.

La discrecionalidad, la manipulación de  fondos públicos sin dar explicaciones es usada  para subordinar a sectores populares  extorsionando  sus necesidades. El otorgamiento de cualquier beneficio que los acerque a un bienestar siempre prometido pero nunca alcanzado los  hace  sentir tocados por una varita mágica. De  la misma manera que se recibe, se teme perderlo.  No llega como derecho sino como dádiva y esa diferencia trae  aparejada una fragmentación que va  debilitando la acción colectiva y solidaria. Al no cumplirse la ley que otorga derechos, se cuela la oscilante amenaza del miedo.

El miedo al recaudador repite la misma matriz de amedrentamiento. Al no cumplirse la ley que fija las obligaciones, lo que debería ser norma, así como su correcta fiscalización, se  utiliza como amenaza y castigo para  quienes osen hacer conocer públicamente  su malestar y sus  discrepancias con la conducción de los asuntos del Estado.   Esos premios y castigos  necesitan del anuncio, de la puesta en escena y de un discurso siempre fundante, épico. De buenos y malos. Se invoca a Nuestra Señora de la Cadena Nacional, con la imagen de nuestra Madre-Reina-Ella en el nombre del Padre-Mártir-El,  que dio la vida por nosotros iniciando el camino de la historia. De una nueva-nuestra historia, que llega junto al repicar  de  tediosas e incomprobables cifras.   Entre las bondades de su relato las  amenazas de sanciones y represalias se deslizan entre los intersticios de  recompensas y gratificaciones.

"…….yo soy fanática de la Realpolitik y sé dónde se deciden las cosas y dónde se adoptan las decisiones", Cristina Fernández, 3 de noviembre de 2011.

"…. me siento un poco Napoleón", Cristina Fernández, 1° de marzo de 2012, al anunciar un nuevo Código Civil.

"….sólo hay que tenerle miedo a Dios. y a mí un poquito", Cristina Fernández,  6 de setiembre de 2012.

“…. La informática es maravillosa y los software que vienen últimamente son fantásticos” 11 de septiembre de 2012

Las decisiones se toman sin consulta, y todos podemos ser observados mediante los últimos adelantos de la técnica. Temamos.

 Para eso ya se han despojado de poder a todos los mecanismos de control y se ha  desactivado gran parte de la justicia, sobre todo la  que se  encarga de juzgar los actos de corrupción. Con el mismo  sistema de premios y castigos se ha neutralizado la independencia de los  jueces. Es el  miedo también,  a ser sancionado, a ser relevado, a perder toda una carrera judicial o también a perder el beneficio de recompensa que compra voluntades.

El miedo político tiene, de esa manera, un claro efecto inhibitorio: anula toda actitud de rebeldía o
de disconformidad. La paradoja es la  desactivación de la política que es  la que sirve para enfrentar el miedo y no para crearlo.  Nos recuerda que al no haber instituciones que nos defiendan, al no haber partidos políticos de clara vocación opositora, todo resulta confuso. Se descree.

Es por eso que ante este atisbo de poner el pecho al miedo, sólo una consigna debería unificar la diversidad de intereses.” Porque queremos educación, salud, seguridad, y equidad, queremos, pedimos y exigimos ampararnos bajo el paraguas de la ley, queremos vivir en un estado  de derecho”

                                                                                                                                                                                  Septiembre 2012

 

* Ernestina Gamas es escritora y ensayista 

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CHILE 1973: “…COMENZABA UNA SANGRIENTA DICTADURA” por Albino Gómez*

Ernestina Gamas | 17 septiembre, 2012

 

El diplomático y escritor Albino Gómez, quien era Consejero de la Embajada Argentina en Chile, nos ha autorizado a publicar  su testimonio acerca de las últimas semanas presenciadas por él antes de la caída de Salvador Allende.

 

Durante mi desempeño diplomático en Chile bajo la presidencia de Salvador Allende, registré en mi diario que ya en agosto del 73 la situación se había hecho imposible, y que no daba para más. El golpe tenía la cancha abierta después de la renuncia del comandante en Jefe del Ejército, general Carlos Prats González, columna de la legalidad, pero al parecer, y seguramente de buena fe, más preocupado por impedir el quiebre de la institución Ejército que el del propio país, si se tiene en cuenta que no accedió al pedido de dos de sus camaradas de alta graduación, también legalistas, para que descabezara a los conspiradores,  bien identificados dentro del Ejército. Pero Prats, seguramente no se sentía en fuerza para hacerlo, sin que tal medida provocara el estallido que se quería evitar.  El día 21 de agosto ocurrió un hecho realmente insólito, hasta para mí, que había vivido bien de cerca situaciones prácticamente surrealistas en cuanto a conductas militares golpistas durante la presidencia de Arturo Frondizi. Ese día, a las cinco de la tarde, unas 300 mujeres realizaron una manifestación frente a la casa del general Prats, todavía comandante en Jefe del Ejército. Lo peculiar era la presencia entre ellas de esposas de militares en actividad, que incluía a generales. Dichas señoras le entregaron al portero del edificio una carta para la esposa del general Prats, pidiéndole que intercediera ante su marido para que tomara en cuenta la desesperación de los soldados al ver que el gobierno los utilizaba (¿?). Realmente increíble. La manifestación fue disuelta por los carabineros. Se suponía que los generales que no podían controlar a sus esposas tenían que irse de baja, aunque siempre se había  dicho en Chile que –en toda ocasión y para lo que fuere- no eran los generales los que mandan sino sus esposas. El hecho cierto es que a los dos días, Prats, ya sin autoridad, tuvo que renunciar y depositó toda su confianza en su subrogante, el general Augusto Pinochet, a quien creía tan legalista como él, pero fue como sabemos,  quien terminó encabezando el golpe que habría sido imposible sin su anuencia. 

El general Augusto Pinochet, vicecomandante en Jefe del Ejército, sucedió entonces a  Prats. La institución misma se conservó monolítica, vertical y en ese momento,  enigmática en cuanto a su pensamiento y propósitos. Parecido era el panorama de la Fuerza Aérea (FACH). Carabineros no había cambiado de mandos. Allende los sentía seguros, porque eran de su confianza el General-Director y los tres o cuatro que le seguían en antigüedad. Los oficiales más dudosos como los generales Yovanne y Mendoza no tenían mando directo de tropa.  Era la Armada el lugar, hasta entonces tal vez, el menos definido -a uno u otro  lado- en su jefatura. El almirante Montero terminó por presentar también su renuncia el 31 de agosto. Allende la rechazó, pues el sucesor lógico y querido como tal por la institución, el almirante José Toribio Merino, jefe de la primera zona naval, no ocultaba su distancia con el Gobierno y la UP. Él y el Almirante Huidobro, comandante de la Infantería de Marina, sostuvieron una agria entrevista con Allende. Durante ella, éste los acusó de querer derribarlo, y se jactó -según se dijo- de poseer un formidable aparato defensivo en la residencia de Tomás Moro. Sus visitantes le insinuaron la facilidad con que un par de infantes reducirían a polvo esas defensas. La entrevista bordeó la violencia cuando un gesto casual de Merino, al derribar un vaso, hizo creer a Allende en una agresión. 

Para más colmo, el almirante Merino era el juez naval del proceso por subversión ultraizquierdista en la Armada. Los implicados envolvieron en la causa, a su turno, al senador Altamirano (PS), al diputado Garretón (MAPU, facción filomiristas) y a Miguel Enríquez, secretario general del MIR. Todos ellos habrían asistido a las reuniones conspirativas. Altamirano, Garretón y Enríquez, se aseguró, les recomendaban a los suboficiales apoderarse de sus unidades, matar a los oficiales que se resistieran y bombardear lugares claves de Valparaíso.

El 29 de agosto, un comando extremista de la empresa INDUGAS, intervenida, dirigido por el mexicano Jorge Albino Sosa, dio muerte, sin motivo alguno, a balazos, alevemente y en plena calle, al subteniente Héctor Lacrampette. Tal hecho robusteció la idea -que la frenética propaganda del MIR hacía muy plausible- de que los ultras estaban dispuestos al enfrentamiento final con los militares. El 30, la Armada solicitó el desafuero de Altamirano y Garretón, para procesarlos. Fue por ello que renunció Montero a la jefatura naval, y que el Presidente, imposibilitado de entenderse con el almirante Merino y no atreviéndose a pasarlo por alto tuvo que rechazarle la dimisión. 
El domingo 9 de septiembre, en un discurso público en el Estadio de Chile, Altamirano reconoció sus contactos con los “subversivos” de la Armada. Según él, sólo habría concurrido para oír denuncias de conspiración contra el Gobierno. Y, para ese fin, dijo que volvería “todas las veces que me inviten”. Los dados estaban echados. 

Elaboración de planes

A las 6,20 de la mañana el general Jorge Urrutia, de Carabineros, le informaba al Presidente que por el teléfono de ese Cuerpo en Valparaíso llegaba una noticia tremenda: ¡la flota había vuelto! Porque estaba supuesto que había partido para un previsto operativo conjunto en las aguas del Pacífico, lo cual descartaba en esos días el eventual golpe de Estado.

Pero en realidad, ese  era el día y hora señalados para el pronunciamiento militar por los supremos comandantes de las Fuerzas Armadas y de Orden (en el caso de Marina y Carabineros, los titulares nominales -almirante Montero y general Sepúlveda- ya sustituidos de hecho por el almirante Merino y el general Mendoza, respectivamente). Entre el viernes y sábado anteriores,  el día y  hora decisivos habían sido fijados de la manera siguiente: el almirante Merino los propuso firmando al efecto  un “papelito” que fue traído a Santiago por el almirante Huidobro, y suscrito, a su vez -en refrendación- por el general Leigh y, en último término, por el general Pinochet. Carabineros recibió su aviso el domingo, con el santo y seña preconvenido: “La reunión de la Cooperativa Los Ositos será el…a las….horas”.  Vale decir que la inexistente Cooperativa se reunía ese día y a esa hora. 

La situación de Carabineros era la más delicada porque -al revés de los otros institutos- no existía unanimidad entre los generales para proceder. Al menos cinco de ellos no habían sido informados de lo que se planeaba, por estimarse que no lo secundarían. Los hilos, pues, fueron movidos con mucho mayor discreción, todavía, que en el resto de los institutos castrenses. Había actuado especialmente, el general Arturo Yovane, para no “quemar” al general Mendoza, destinado a asumir la dirección del Cuerpo. 

El día D era por supuesto el 11 de septiembre; la Hora H, las 6 de la mañana en puerto (Valparaíso) y las 7 de la mañana en Santiago.  Pero todo esto significaba sólo la culminación de un proceso largo y complejo que había durado varios meses, y que comprendía: en cada institución -Ejército, FACH, Armada y Carabineros- aisladamente, la “toma de conciencia” en cuanto a la necesidad del pronunciamiento militar, y la elaboración de dos tipos de planes: cómo controlar la institución misma, internamente, llegado el Día D, y cómo realizar el pronunciamiento una vez asegurado el manejo de la institución. Y el concertamiento de todos los institutos armados y de sus planes respectivos. 
Cada uno de aquéllos tenía problemas previos a resolver. Menos  complicada era la FACH, monolítica, cuyos jefes sucesivos, Ruiz y Leigh, compartían iguales ideas, ideas que por otro lado, eran las mismas del cuerpo de generales. La Armada se presentaba igualmente monolítica, y con un jefe natural, Merino, pero también con un tapón, Montero, que  debió saltar. El Ejército se parecía en esto a la Marina, pero su “tapón”, Prats, supo contar además con algunos generales que adherían a sus puntos de vista. Y el panorama de Carabineros, como ya dijimos, era el de mayor complejidad.  Hay que agregar que por gravitación lógica, el Ejército (finalmente Pinochet) tendría que llevar  la batuta, si la operación había de ser exitosa. 

Sin ruido, sin apuro pero sin demora

Esta primera fase, interna de cada entidad castrense, empezó a desarrollarse comenzando 1973, sobre todo en marzo, una vez comprobado que las elecciones de ese mes no romperían el impasse político, pues ni gobierno ni oposición habían salido de ellas con fuerza bastante para imponerse decisivamente sobre el otro bando. 
Fue entonces, por ejemplo, que Mendoza y Yovanne empezaron a moverse en Carabineros, con infinita delicadeza. Fue también entonces que el vicecomandante en jefe del Ejército, general Pinochet, se concertó con otros colegas para planear una operación de toma de control del país. Sería una toma de múltiples usos, desde contrarrestar una intentona revolucionaria de izquierda o de derecha, hasta derribar un gobierno inviable, pasando por impedir un trastorno social. La justificación -si el proyecto llegaba a filtrarse- no podía ser más obvio y razonable: la Ley de Seguridad Interior contemplaba, en varios casos, un papel para las Fuerzas Armadas.  Esto contenía un modelo de comunicaciones para manejarlas desde un comienzo, cuando fuera menester, tanto las públicas como las privadas; para cortar su uso por parte del eventual “enemigo”, y para asegurar una red paralela cuya base serían los radioaficionados, previendo sabotajes. La red paralela estuvo lista ya para el día 11 y conectó entre si a Pinochet, Leigh y Carvajal.

Todo esto se fue haciendo sin ruido, sin apuro pero sin demora, y las instrucciones respectivas -de inocente explicación, en caso de ser descubiertas por error, denuncia o simple mala suerte- quedaron en sobre cerrado en las distintas unidades del Ejército. Bastaría la orden de mando -transmitida verticalmente por las sucesivas jerarquías castrenses- para que el operativo funcionara, de Arica a Magallanes y de la cordillera al mar. Planes semejantes, pero menos vastos y completos, elaboraron las otras ramas de los uniformados. 

Mientras tanto, el tiempo rodaba inexorablemente. Y con él, se presenciaba la multiplicación de los preparativos militares del marxismo. UP y MIR se armaban; se entrenaban; aumentaban sus efectivos paramilitares; tomaban, fortificaban, organizaban y coordinaban diversos “puntos fuertes”, comúnmente campamentos poblacionales o fábricas que rodeaban estratégicamente ciudades, servicios básicos, instalaciones militares.  Los uniformados sabían que todo ello no resistiría a soldados de profesión, pero comprendían también que -cada día adicional que se tolerase- mayor sería el precio de sangre a pagar, cuando sonase definitivamente la hora. 
Cuando se produjeron finalmente los enfrentamientos, muchos murieron con las armas en la mano. Numerosos activistas (muchos extranjeros)  se batieron como francotiradores hasta el amargo fin. También hubo resistencias notables de ciertos “cordones” y campamentos. Pero, en general, la organización “antigolpista” falló la partida, y los grandes capitostes  y consejeros de la violencia desaparecieron de inmediato, sin dejar rastro. Si se exceptúan los ministros y ciertos jerarcas radicales, casi nadie apareció por La Moneda. Allende cayó perfectamente  en los planes militares, lo cual era previsible. Estos lo querían en La Moneda. Temían que, si se refugiaba en algún “cordón” o simplemente si se escondía, la resistencia al pronunciamiento se intensificara. Para que el Presidente marchara al palacio era indispensable que, por una parte, conociera el regreso de la Armada, y por la otra, creyera contar aún con Carabineros, y tuviese al menos la esperanza de ser apoyado por algunos jefes de Ejército. Concurriendo todos estos factores, su reacción natural sería elegir La Moneda como centro de operaciones. La acción de la Armada la conoció, como vimos, por la llamada de Valparaíso que le transmitió el general Urrutia de Carabineros. Este cuerpo  le mantuvo en aparente normalidad sus guardias y escoltas de Tomás Moro y del palacio presidencial. Los generales de Ejército a los que el Presidente llamaba telefónica y frenéticamente, “no eran habidos”; por último, el almirante Carvajal hizo cortar la línea directa del Presidente en Tomás Moro. Entonces, Allende decidió -como querían los uniformados- dirigirse a La Moneda; allí tenía un verdadero arsenal, un generador de electricidad propio, y numerosos líneas de comunicación de diversa índole. Las tanquetas de Carabineros escoltaron hasta el palacio mismo a la flotilla de Fiat-125 en la que viajaban el Presidente, su fiel jefe de prensa, Augusto “el perro” Olivares, Joan Garcés y una veintena de integrantes del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) bien armados. 
Mientras tanto, llegaba en un bus el relevo de la guardia de Carabineros de Tomás Moro. Bajó del vehículo el relevo; subió la guardia nocturna; subió nuevamente el relevo y el bus se fue, ante los ojos atónitos de los GAP restantes, quienes quedaban así como única custodia de la residencia. 

En La Moneda, Allende organizaba la defensa, telefoneaba a diestra y siniestra, grababa tres mensajes radiales y aguardaba los hechos. Se asomó una vez al balcón, e hizo un saludo optimista a los escasos mirones. Llevaba casco, un suéter vistoso (se había sacado la chaqueta) y el fusil ametralladora obsequio de Fidel. Pero ya habían desaparecido las tanquetas y la escolta que lo había acompañado desde Tomás Moro.  Finalmente se retiró la Guardia de Palacio cambiando disparos con los GAP que quedan adentro. El Cuerpo de Orden estaba con el pronunciamiento y no obedecía ya a su director. La Moneda se fue vaciando. Por orden del Presidente salieron ministros, políticos, funcionarios, los edecanes, las mujeres…Sólo permaneció Allende, algunos fieles como Augusto Olivares, quien se suicidaría poco después en un baño, de un pistoletazo, tal como lo había dicho hacía mucho si se presentaba una situación así. También quedaban los GAP. El Presidente parlamentó con el almirante Carvajal, ya que Pinochet no aceptaba parlamentar y sólo exigía la rendición incondicional. Allende habló por teléfono con Carvajal y le mandó enviados especiales que fueron detenidos. Se le ofreció un avión para que se exiliara con su familia, y aun con algunos acompañantes; el aparato estaba listo; sólo necesita rendirse y abordarlo. Pero se negó.  
Fue entonces cuando sobrevino el ataque aéreo a La Moneda y también a Tomás Moro.  La Moneda ardió. El general Palacios, con infantería y el mismo blindado de Souper avanzaron hacia el palacio. El fuego de los francotiradores desde la Torre ENTEL, el Ministerio de Obras Públicas y el Banco del Estado, fue nutrido. Hubo 17 bajas militares. Pero ya las fuerzas militares lograron ocupar el piso bajo de la casa de Toesca. 
Allende ordenó entonces a la rendición y organizó la hilera, el lento y angustioso desfile de quienes debían entregarse. También se preocupó el Presidente de que “la Payita” (su secretaria y amante) corriera  el menor riesgo posible. El quedó atrás, haciéndole creer que saldría también, pero lo que hizo luego fue  darse muerte con la ametralladora de Fidel, hecho del cual el doctor Gijón sería el único testigo.  Afuera seguiría la lucha desorganizada y sangrienta, hasta  la caída de la penumbra, una penumbra iluminada de llamas, cruzada de disparos sobre el último día gobierno del presidente Allende, el día número 1043.

En cuanto a los últimos momentos del presidente Allende, contó su médico personal, el doctor Patricio Gijón, en declaraciones a El Mercurio lo siguiente: “Estábamos en un pasillo paralelo a la calle Morandé, en el segundo piso del palacio, cuando el Presidente nos ordenó abandonar el edificio y rendirnos. Éramos ocho los médicos presidenciales que estábamos allí, y como se había cortado la luz, la oscuridad me impidió reconocer a todos los que acompañábamos al presidente Allende. Alguien trajo un palo de escoba y yo me saqué el delantal y lo presté para hacer una bandera blanca de rendición. Entonces empezamos a salir. Recuerdo perfectamente que el Presidente nos dijo: ¡Vayan bajando ustedes. Yo iré detrás; que “la Payita” encabece la fila! Todos obedecimos. Apenas llegué abajo, debí volver a buscar mi máscara antigases, que me había sacado cuando facilité el delantal. Fue entonces cuando al llegar al mismo pasillo, me asomé por la puerta que daba al salón Independencia y vi al presidente Allende sentado en el sofá con su metralleta entre las piernas, apuntándose a la barbilla. Fue algo que ocurrió en fracción de segundos. No puedo determinar claramente si fueron uno o dos los disparos que se hizo, ya que había mucho ruido de balazos que se escuchaban desde afuera. Pero vi como el cuerpo se sacudía y la bóveda craneana estallaba, despedazándole la cabeza. De inmediato me acerqué, por instinto incontrolado, ya que me daba perfecta cuenta de que nada se podía hacer…La muerte fue instantánea. Sin embargo, me quedé allí, inmóvil, sentado junto al cadáver
y presa de una angustia indescriptible”.

Así, hace 39 años comenzaba la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. 

*El autor, periodista y escritor, era entonces consejero en la Embajada de Argentina en Santiago de Chile.

 

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ORÍGEN DE LOS ANTEOJOS DE TABARE GOMEZ por Albino Gomez

Ernestina Gamas | 17 septiembre, 2012

 

Ciertos antiguos anteojos que a veces uso para leer filosofía o para hablar de cosas sagradas, suelen provocar la envidia de mis amigos y la curiosidad de "mis" extraños. La verdad es que nunca hasta ahora conté nada acerca de su origen o procedencia, pero creo que ha llegado el momento preciso de hacerlo, aunque sólo sea para rendir homenaje a mi antecesor en la propiedad de los mismos, mi ilustre y montevideano bisabuelo Tabaré, cuya vida fue menos insólita que su propia muerte.

Si bien es cierto que las esquinas que forman las calles Río Branco y Canelones (ciudad de Montevideo) no presentan hoy ninguna particularidad, ya que ni una modesta placa de bronce perpetúa la memoria de Tabaré, la verdad es que el día 25 de noviembre de 1912, en horas de la mañana -cuando un cielo celeste y despejado iluminaba la vida, y desde el río una brisa fresca invadía la ciudad, invitando a respirar largo o pensar ajeno- Tabaré se agachó en la esquina sudeste de las mencionadas calles para recoger un vintén (moneda uruguaya de veinte centavos), y murió de una patada en el culo, que nunca se supo quién le dio…

Sí señor, no hubo paro cardíaco ni fractura de la base del cráneo. La partida de defunción, ológrafa y única en el mundo por su texto -que como sabemos, siempre es un pretexto para el contexto- estableció que don Tabaré había muerto de "patada en el culo" (sic), sin más.

Los anteojos de Tabaré, aquéllos que usaba en ese histórico instante, y con ayuda de los cuales visualizó el fatídico vintén, fueron encontrados a pocos metros del lugar con otros efectos personales del finado, y son los que ahora uso como amuleto, con la referida envidia de mis amigos y la curiosidad de "mis" extraños. Permítaseme agregar después de las tensas líneas que preceden, a modo de relajamiento corporal y espiritual, que 1912 fue un año que desde el comienzo se ensañó con mis ilustres ascendientes uruguayos, porque ya en el mes de marzo, la esposa de Tabaré, o sea mi bisabuela, doña Emeteria Cazadora Curbelo, uruguaya de Salto, asistió a la inauguración de la primera puerta giratoria de Montevideo, instalada en la tienda London-París, y al entrar, sin poder salir de inmediato, se mareó y vomitó sobre las autoridades civiles, militares y religiosas más cercanas.

Después de ese penoso hecho social, Emeteria no salió más de su casa de la Avenida Agraciada hasta 1944, cuando entre 10 parientes la sacaron sin otra resistencia que esa última y pasiva que oponen los difuntos cuando el zaguán es más angosto que el cajón.

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TESTIGOS DEL PERONISMO REAL por Esteban Lijalad (tercera entrevista)

Ernestina Gamas | 15 septiembre, 2012

 

Hugo Gambini

 Esteban Lijalad:  Como sabrá, estoy interesado en escuchar a los testigos, a los que conocieron y sufrieron el primer peronismo, ese que en la leyenda construida aparecía como una Edad Dorada que había que recuperar. Le voy a pedir una autobiografía básica suya

 

Hugo Gambini:  Bueno, yo terminé el Nacional en el año 51. Cuando yo termine estaba el peronismo: entre los estudiantes no había peronistas, en general la gran mayoría eran antiperonistas, porque las familias eran antiperonistas y ellos también. Casi todos, porque no había de qué agarrarse. El Ministro de Educación era , primero, Ivanissevich que se mandaba discursos que en el colegio lo pasaban por parlantes, era muy alcahuete, muy chupamedias. Se refería a Evita como “Señora Presidenta”…Y después vino Armando Méndez San Martín, que fue el que  cambió los libros del colegio primario , el que puso los libros esos donde había una ilustración de San Martín y abajo decía “Viva Perón”. ¿Y que tiene que ver San Martín con Perón?

Las familias de clase media no eran peronistas, sobre todo en la Capital donde siempre le costó ganar al Peronismo. Tanto es así que Subiza que era uno de los ministros de Perón, cambia todas las circunscripciones, junta Recoleta con Mataderos, para sacar votos por acá y por allá. Para una elección que la ganó por unos cien mil votos, el peronismo metió a todos los diputados, y entró solo un diputado por la minoría. Digamos , como colado, en una elección que era más pareja, digamos un 60 a 40.

 

EL: A pesar que era muy chico, tiene algún recuerdo del 17 de octubre del 45?

 

HG: El 17 de octubre tengo recuerdos muy vagos, pero lo que tengo son muchos testimonios de amigos míos, incluso de la familia, por que se comentaba en mi casa eso. Yo vivía en Floresta, para mi la vida era ir a jugar a la pelota en el potrero de enfrente, pero la política me llamaba la atención, me gustaba. Mi hermano tenía seis años más que yo y a él le atraía la política. En relación al 17 de octubre se hablaba que había gente que había venido de afuera, de Berisso, de Ensenada y que iba a Plaza de Mayo y que todos estábamos esperando que pasaba con Perón y de pronto aparece de nuevo- el hasta ese momento estaba preso,- hablando por radio a las doce de la noche, una cosa muy rara, nadie entendía muy bien, ¿Qué pasó en la Plaza? Había ido gente a ver que sucedía. Pero en realidad no pasó nada, en comparación con todo lo que se inventó después. Debe haber habido a lo sumo diez mil personas, no más, que es mucho para la época. Yo tiempo después encontré un texto de él, una explicación que se publicó en alguna imprenta del Estado. Y ahí Perón lo describe como un problema interno entre militares. Perón tenia mucha oposición en el Ejército, pero sus partidarios van desplazando a los que se oponía. Por el lado de los sindicatos Perón tenía el apoyo de Cipriano Reyes, que era el que manejaba todo Berisso, con el sindicato de la carne, era un dirigente muy importante. En la parte política, había políticos que venían del nacionalismo y del conservadorismo de la Provincia de Buenos Aires. Cámpora era uno de ellos, esos los maneja el que después fue Canciller, Bramuglia, que organizó el apoyo de los políticos a Perón. Volviendo al 17 de octubre: en el momento no fue un hecho tan importante como después se lo caracterizó después, poco menos que la Revolución Francesa. No fue eso. Un amigo bastante mayor, que estaba haciendo la conscripción contó después que todo fue tranquilo, que no había tanta gente. La policía era properonista, así que no hubo represión. No hubo destrozos, la gente se comportó muy bien.

En el año 51 termine el secundario y al año siguiente, cuando cumplí 18 años, me afilié al Partido Socialista, porque yo tenía una vocación política. Me afilié en el local de Flores y tenía una militancia muy precaria. Recuerdo cuando incendiaron la Casa del Pueblo, todos fueron pero yo no. Lo que había en esa época era una propaganda oficialista que era asfixiante, no se podía zafar de eso. Ponías la radio, y hablaban de Perón. Los diarios o estaban clausurados, los de la “contra”, o eran diarios peronistas. Las radios  eran todas peronistas, estaba la Cadena de emisoras. Después apareció la televisión, también peronista. Ibas al cine, pasaban noticieros, eran  peronistas, Sucesos Argentinos. Era insoportable. Carteles ni hablemos, los sindicatos colgaban sus carteles de apoyo a Perón. Había propaganda en los colegios, propaganda en todos lados. Las calles: las calles se llamaban Perón, 17 de octubre, Eva Perón, los pueblos, las provincias, había una propaganda peronista asfixiante. Todo eso nos tenía bastante podridos a todos, a los estudiantes ni hablemos, sobre todos los universitarios que fueron los que hicieron la gran batalla. Ahí Gibaja tuvo una gran actividad porque era el presidente de la FUBA. En cambio los obreros eran peronistas, porque les habían dado lo que ellos querían. Pero había algunos pequeños focos antiperonistas, sobre todo los ferroviarios estaban en contra, los telefónicos habían hecho una huelga, las chicas telefonistas, las torturaron. Porque se había generado , además de la propaganda, una represión que la manejaba un señor llamado Solveira Casares que era un militar  que se pasó a la Gendarmería y lo habían mandado al norte donde había estado manejando los institutos penales y era un cabrón, un tipo que tenía  gente para darles la “biaba” a los políticos. Porque los delitos comunes se pagaban en la cárcel,  iban presos, nada más. Pero los delitos políticos ni figuraban. Cosa que si alguien le aplicaban la picana, nadie se enteraba. Pasó con el estudiante Bravo que casi se les fue, lo tuvieron que soltar, porque los universitarios hicieron una gran alharaca con eso “Donde está Bravo?”. Y aparece por ahí, lo curaron, lo vistieron, lo bañaron, le dieron la ropa de él planchadita…y lo soltaron por el Gran Buenos Aires, Todo eso fue incubando obviamente la revolución, porque había un problema en el Ejército. Las mujeres de los militares le decían “Viejo, como es esto? ¿estamos en contra de la Iglesia? “ Lo que pasa que Perón entró en conflicto con la Iglesia, que hasta ese momento lo acompañaba. Hubo un episodio en Córdoba el día de la Primavera, que se hacían tradicionalmente unos actos , unos festivales de bailes estudiantiles y la UES , que era el organismo juvenil de propaganda que tenía el Gobierno en los colegios, le había aparecido una oposición en Córdoba. La Iglesia había movido para el 21 de septiembre un gran desfile de carrozas y lo hizo con más gente que el peronismo. Era más importante el desfile que hizo la Iglesia que el que hizo la UES en Córdoba..A raíz de eso se le piden explicaciones al Obispo y este dijo “nosotros no hicimos nada especial, la Acción Católica busca atraer a la juventud…” Eso fue mal visto y comenzó a haber un enfrentamiento, que no existía antes. El gobierno quería que hubiera una Iglesia Peronista – ahí se le fue la mano-. Eso pasa a Buenos Aires y la cosa se va caldeando, porque la UES va tomando cada vez más fuerza. Lo que pasa es que cuando muere Evita, Méndez San Martín dijo que había que hacer algo para alegrar al General, entonces le inventó la UES con la base de los clubes colegiales que había en los colegios. La UES se divide en la rama femenina y la rama masculina, la rama femenina , le da una sede , en la Quinta de Olivos, donde vivía Perón. Y la sede masculina estaba en la calle Suipacha. El hecho es que a partir de estos problemas, las mujeres de los militares empezaron a cuestionar cosas del gobierno. En los púlpitos se empezó a hablar mal del Gobierno, cosa que no habían hecho hasta ese momento. Empiezan a hablar mal de la UES, diciendo que era todo una especie de “farándula”, que no era tanto, pero se vivía así, y todo eso va empujando al Ejercito a juntarse con la Marina. La Marina estaba en contra, nunca fue peronista. En el Ejército comienza haber una oposición al Gobierno. Está Lonardi por un lado, y Aramburu por el otro. Aramburu era el jefe de la Revolución , pero no se animaba a salir . En cambio, Lonardi dice, “si no salimos tal día, no salimos nunca”. Y se arma la conspiración y va Lonardi a Córdoba y levanta la Escuela de Artillería si mal no recuerdo.

EL: Volviendo a su historia

HG: Cuando termino el secundario entro a Arquitectura, pero estuve un año nada más. Estaba en el Partido, participé en la creación del Centro de Estudiantes , pero tenía una actividad muy simple, muy de barrio: pegaba carteles, pero durante el Peronismo no podíamos hacer nada, nos juntábamos nada más. Me gustaba el periodismo. Cuando se produjo el levantamiento nos reunimos para comentar las noticias, aunque la radio no informaba nada. La única radio que hablaba era la voz de la libertad, de la base de Puerto Belgrano que era la que hablaba de la revolución. La gente de la calle quería saber qué pasaba. En la radio había un programa que hacía Camarota y Delfor que había tomado una película norteamericana que transcurría en medio de la selva., y siempre que había un ruido o algo sorpresivo un tipo preguntaba “qué pasa” y otro le contestaba “deben ser los gorilas, deben ser”. Y eso se hizo popular y hasta se armó un cantito con eso “deben ser los gorilas, deben ser” y la gente como no sabía que pasaba con la revolución y lo repetía como respuesta a “que pasa?” “Deben ser los gorilas” y ahí salio la palabra gorila, porque durante el peronismo esa palabra no existió. El que estaba en contra era un “contrera”.

No sufrí nada en carne propia.  Con el peronismo se había producido una especie de “destape” sexual, Entonces , a los 18 años ya pude ir a ver un espectáculo prohibido para menores, donde aparecían señoritas…Era el “Florida”. Y recuerdo que a las ocho y veinticinco (hora que en la radio se repetía todos los días que Evita “había entrado en la inmortalidad”). en ese teatro se cierra el telón y sale una de las chicas, vestida con un traje sastre, tapadita, y dice “vamos a hacer un minuto de silencio en homenaje a la Señora Eva Perón”. Nos paramos todos, un silencio absoluto. Cuando terminó, volvió el show, con chicas en corpiño, etc. Había una mezcla. El Peronismo empezaba a promover cosas que “atentaban contra las costumbres”: una ley que equiparaba los hijos naturales con los reconocidos, pero  ejemplo. Todas las leyes que son progresistas, como la del Divorcio ocurren cuando Perón se pelea con la Iglesia, como parte del conflicto, antes no, estaba todo igual. El Peronismo hace un vuelco en ese momento, hay un ablandamiento de las costumbres.

Empieza a haber una cierta oposición a algunas medidas del gobierno por parte sus mismos aliados, como los sectores nacionalistas, a raíz del acuerdo con la Standard Oil, que fue muy resistido. Jauretche, por ejemplo, renuncia al Banco Provincia porque querían que el deniegue unos créditos a La Prensa.

Hubo gente que con los años pasó del antiperonismo a acercarse al peronismo. Yo eso nunca lo entendí. A mi no me pasó eso. Yo lo que viví, lo viví. Yo puedo aceptar muchas cosas del peronismo. Más que las leyes sociales, que muchas ya estaban, lo que hizo Perón fue crear los Tribunales laborales, que hacían cumplir las leyes. Le dio una dignidad al trabajador que hasta entonces no la tenía, eso fue importante.

Lo que hubo fue una pérdida de valores, que hasta hoy se ve. No hay respeto a los valores. El Peronismo fue culpable de eso. Además se creó una especie de alcahuetería que yo describo en mi libro, se inventaban cosas increíbles. Se modificaron las circunscripciones para que el peronismo gane en la capital, en la Provincia va Aloé que era impresentable, Mercante era un genio al lado de Aloé, un tipo sensato. En la segunda etapa, en segundo gobierno, el Peronismo hizo todos los desastres que puede hacer un gobierno. Que no tenía porqué, por que los votos los tenía, la gente lo votaba ¿para que carajo hace todo eso?. No tenía sentido: cambiaba el nombre de las calles, de las provincias, una alcahuetería. Se rajaba a los empleados públicos que no eran peronistas. Dividió el país, porque hubo enfrentamientos entre gente amiga, que no se podían ver, se peleaban. Todo eso muy fue muy nocivo. Era como una sobre actuación.

La desaparición de Evita lo único generó fue que Perón se sintió libre para hacer lo que se le ocurría, sin la critica que le podía hacer Evita. Aparecen personajes siniestros como Méndez San Martín, Subiza era un tipo siniestro. Era un abogado que en octubre del 45 lo esconde a Perón en una quinta que él tenía por el Tigre. Subiza es un tipo muy intrigante.

La muerte de Evita genera toda una alcahuetería, un exceso en el cumplimiento del luto, se para el país 15 días. Evita era distinta a Perón, era muy fanática, de tomar las cosas con muchas vehemencia. O te quería o te odiaba y te hacía sentir las dos cosas. Es lo que le paso a algunas actrices, como Libertad Lamarque, a Niní Marshal.

Una anécdota previa a esto, fue como Perón insistió que la mujer de Guardo- el Presidente de la Cámara de Diputados- acompañara a Evita en su viaje a Europa. A pesar de ser madre reciente, la Sra. De Guardo no pudo negarse a la presión de Perón. La acompaña en su gira, pero al volver Guardo había caído en desgracia, Perón no lo recibe, hasta lo borran de las fotos…

 EL: Se puede hacer un balance del Peronismo, por qué sigue vigente

 HG:. El Peronismo sacó a la luz a lo más negativo que tiene el argentino como ser humano, lo puso a relucir. Es una opinión personal. Sacó la cosa jodida, todo lo que antes se respetaba, ahora no se respeta. El Peronismo fue rompiendo  barreras, límites para hacer determinadas cosas.

Hubo un día en que Frondizi iba a hablar por radio, después de 10 años, un opositor podía hablar por la radio. El hecho de que Frondizi pudiera hablar por radio hizo que el país pareciera a un partido entre Argentina y Brasil, hay que estar  en casa y poner la televisión. La gente quiso estar en su casa a las 9 de la noche para escucharlo a Frondizi, que no dijo nada del otro mundo, pero era una voz diferente. Eso fue fundamental. El país entero se paró para escuchar a alguien en contra del gobierno. La gente estaba en contra del Gobierno, era una manifestación muy importante. El Peronismo, con la idea de Comunidad Organizada nunca le había dado lugar a la oposición. Después esta la Orden secreta Nro. 1, que era algo así como el cinco por uno. Cualquiera podía delatar a una persona sospechosa de opositora. La Orden es una orden interna que se la da a los subordinados. 

 Para terminar, el libro La Historia del Peronismo yo lo hice en base a las notas que había escrito en Primera Plana , en una sección que se llamaba así: Historia del Peronismo. Sobre todo centrado en el periodo de 1946, cuando sube Perón a la presidencia hasta el 55 cuando cae. También algo hay de la revolución del 43, pero no es mucho. Lo que yo hice fue corregir esas notas porque había muchos errores, había muchas rectificaciones de cartas de lectores, gente que agregaba datos…Bueno, yo tomé todo eso , lo actualicé, lo depuré, lo puse bien “pipí cucú” y cuando estuvo hecho salio el tomo 1 y el tomo 2. El tomo 1 es la primera presidencia y el segundo la etapa 52-55, que es más divertido…porque ahí están todos los desastres que se pueden hacer desde un gobierno, ahí los hizo todos. Es la segunda parte. Y después me preguntaban ¿y el tercero cuando sale? Ese lo tuve que empezar de cero, porque va desde la caída de Perón  hasta la llegada de Alfonsín. Tuve que entrevistar a mucha gente…Yo lo que hice en la primera parte fue entrevistar a gente que habían sido funcionarios del gobierno de Perón y gente que había estado en contra: diputados, políticos. Y no hubo ninguno que me desmintiera todo lo que yo puse en el libro. Yo, por eso, lo doy todo por bueno, nadie me discutió nada.

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POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS por Francisco M. Goyogana

Ernestina Gamas | 10 septiembre, 2012

En todas las épocas los seres humanos han sentido parecidos grados de temor y esperanza, de plenitud y de decadencia, de amenaza y de ilusión. Parecidos, porque  los padecimientos de la libertad han sido similares, con episodios que se hicieron sentir entre 1946  y 1955, como ahora, especialmente después del 2007.

Este período se ha caracterizado por la tendencia a monopolizar los medios de comunicación social en general, sean prensa escrita, oral o televisiva, en el que se ha sumado la televisión, que supera al esquema de 1946-1955  cuando las emisiones televisivas no existían o se encontraban todavía en estado embrionario.

Estos padecimientos de la libertad de pensamiento, expresión  y palabra han atentado y atentan contra la sociedad democrática, entendida como una manifestación en la que el pueblo tiene  a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus propios asuntos, sean generales o particulares, en los cuales los medios de información son libres e imparciales.                                                                                 

La suposición de la existencia de una idea alternativa de democracia en que el pueblo no puede permitirse hacerse cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar rígidamente controlados, reniega del significado de la palabra democracia, tanto en su primera acepción del DRAE, doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, como en su segunda acepción, predominio del pueblo en el gobierno político del Estado, definiciones que comprometen a la libertad de manifestación de los ciudadanos por los medios disponibles, a la luz de la Constitución Nacional.

Muy probablemente, a nadie le gustaría despertarse una mañana y descubrir que todos los diarios, incluyendo las publicaciones semanales y mensuales, todas las radios en la totalidad de sus frecuencias, y las estaciones televisivas, pertenecen a un mismo propietario. Que necesariamente puede no ser el Estado, sino quien se ha apropiado del Estado, confundiendo precisamente Estado con gobierno, para que reflejen inevitablemente sus opiniones. Este proceso nos hace sentir una pérdida de libertad, pero cada vez más con cada incremento intervencionista. Con el mismo propietario de los medios de comunicación, en caso de haber alguno que no haya sido todavía cooptado, estos se alinearían con el gobierno, ya sea por tradición monopólica partidista,  o porque sus todavía propietarios ambiguamente libres considerarían útil para sus intereses pasarse a la nueva mayoría. En resumen, esa situación enmarca un régimen totalitario de hecho.

En esta situación, el control de hecho de todas las fuentes de información del país serían administradas según la lógica que les imponga el sistema, sin posibilidad de revertir la situación por parte de los medios cautivos, pues en la historia de ningún país se ha visto nunca que un diario, periódico, revista, radio o estación televisiva se hubiera levantado contra quien ostenta la propiedad, aunque sea de hecho, y con más razón por esto mismo.                                   

Con ese estado de cosas, ya conocido en el mundo contemporáneo como la anomalía venezolana, aunque también hay otras, la instauración de un régimen totalitario de hecho, impuesto más allá de las voluntades individuales, no forma parte de ninguna dialéctica democrática.

La anomalía argentina que ya ha dejado muy atrás haberse insinuado para manifestarse crudamente contra los medios de comunicación masiva, muestra peligrosamente a un sector que se adjudica la exclusividad de la posesión de la verdad en su totalidad, y a la otra parte, la democrática y diversa, cuya razón superior se encuentra en los derechos y garantías, y en las instituciones constitucionales.

El delirio partidario que persigue la independencia de opinión, que es sustentado solamente por el gobierno, que no es el Estado, se encuentra en camino de transformarse lisa y llanamente en un régimen totalitario, con todos los resortes regulatorios de todas las actividades en poder de los servidores  circunstanciales del sistema impuesto al margen de las leyes que lo limitan.

Lamentablemente, una parte sustancial del electorado, que de acuerdo a las estadísticas ajenas a los intereses del partido posesor, no lee o en todo caso lee pocos diarios y poquísimos o ningún libro, escucha la radiofonía monotemática gubernamental exceptuadas escasas emisoras aún  independientes y se atosiga de una televisión que no resiste la crítica, con la salvedad de las excepciones que afortunadamente siempre existen, parecen embarcarse en una modificación de la Constitución Nacional para adecuar algún artículo a favor del continuismo y profundización del modelo totalitario.

A ese electorado no se le puede reclamar  que el actual “modelo” amordaza a los magistrados, porque la idea de justicia va asociada a la amenaza e intrusión en sus asuntos privados. Hasta se ha afirmado que una presidente rica al menos no robaría, porque concibe la corrupción en término de miles de millones y no de un par de centenares. Y también porque la ingenuidad lo lleva a sentir que por falta de necesidades crematísticas, la seguridad se encuentra garantizada con una atrevida apelación a la ética.

La idea de un Congreso bicameral controlado por una mayoría servil no condice no la tradición argentina de éxito a través del trabajo fructífero y el ahorro como fuente de un patrimonio privado sólido. Por el contrario, la declamación de una riqueza fácil, también será ahora producto de los medios de comunicación de un partido  que se ha posesionado de la administración, que ha convertido a lo sagrado en espectáculo, a una ideología basada en que basta golpear para vencer, del atractivo mediático de las bondades de la falsificación de estadísticas, que la criminalidad en ascenso es meramente una sensación, cuando es visiblemente más morboso el caso de la criminalidad feroz, que induce a pensar que lo que sucede cada día, tal vez podría sucedernos a todos en cualquier momento.

Este electorado fascinado, víctima creciente de la acción mediática oficial manejada por el partido oportunista, será el que abra las puertas a un futuro a contramano del progreso que ya muestran  países vecinos, del entorno regional y de más allá también, con el agravante de otra parte del electorado desmotivado por falta de liderazgos confiables.

La responsabilidad del gobierno monopolizador de los medios que deforman las mentes plásticas de los carenciados de capacidad crítica, no debe ignorar que su concepción de democracia se restringe al episodio de ganar una elección. Pero también existe una seria responsabilidad en aquellos que no querrán ser conscientes de ello, porque se consideran destinados al círculo dantesco de los indolentes.

Ha llegado la hora de defender la libertad de expresión de los medios independientes de opinión, que ilustran a la ciudadanía sobre la ideología del espectáculo, para salvaguardar en el país la pluralidad de la información.

Este desafío debe ser una invitación a ponerse una mano sobre la conciencia y a asumir la propia responsabilidad. Porque ningún hombre es una isla… No preguntéis nunca por quién doblan las campanas, doblan por ti.  

                                                                                                                                                                    Agosto 2012

* Francisco M. Goyogana cursó estudios de Farmacia y Bioquímica; oficial de la Armada Argentina, retirado como Teniente de Navío Bioquímico; tuvo una prolongada trayectoria en la industria farmacéutica, miembro de la Farmacopea Argentina y redactor asociado del nuevo Capítulo "Biotecnología"en su última edición. Simultáneamente, ha publicado una cantidad de artículos científicos y en el tema histórico, diversos trabajos aparecidos en publicaciones como el Boletín del Centro Naval, Todo es Historia, etc. Ocupó el cargo de vicepresidente del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia y Rector de la Cátedra Argentina Sarmiento. Autor de "Sarmiento y la Patagonia" Lumière (2006), "El Paradigma de la crisis" Lumière (2007), "Sarmiento y el Laicismo. Religión y política" Claridad (2011) y otros. Premios "Domingo F. Sarmiento" y "José B. Collo" otorgados por el Centro Naval.  

                 

    

 

 

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