• INICIO
  • EDITORIALES
  • PLURIMIRADAS
  • ESPACIO CULTURAL
  • ESPACIO DE HUMOR
  • CARTAS DE LECTORES
  • ARCHIVOS
  • ENVIAR TEXTOS

LA REGLA DE LA MAYORIA por Esteban Lijalad*

| 31 agosto, 2014

La democracia es, al mismo tiempo, un método y unos “resultados”. El método es el mecanismo de toma de decisiones que se basa en la premisa “un hombre, un voto”. Todos valen lo mismo en democracia. Somos, las personas, seres iguales en derechos independientemente de fortuna, credo, raza o cultura. Ese es, sin dudas, el gran avance de la democracia. Como la soberanía ya no reside en el Rey-Soberano, sino en el Pueblo-Soberano cualquier miembro del pueblo tiene el mismo valor que otro.

Pero esto no garantiza “resultados”. Porque en realidad, no se sabe qué son “buenos o malos resultados”. Aumentar la renta de los más pobres parece un buen resultado. Pero imponer tasas confiscatorias a los menos pobres para obtener ese incremento de la renta no parece un buen resultado. 
Lo que sucede es que se ha transformado a lo que es un método en un objetivo en sí mismo. Es la puesta en práctica de la vieja consigna utilitarista: “el gobierno debe tender a producir la máxima felicidad para el mayor número de ciudadanos”. Se confunde, insisto, el método (la regla de la mayoría) con “favorecer a una mayoría”. Favorecerla ¿a costa de qué? Esa es la pregunta que un “demócrata” no se hace. El método se ha sacralizado en unos objetivos que solo son buenos si favorecen a la mayoría y son malos si benefician a una minoría. Y “mayorías y minorías” solo se distancian por un voto: A obtiene el 50%+1 y le gana a B que obtuvo el 50%-1. A es la “mayoría” al cual el sistema político debe servir, aunque esto implique perjudicar a B, la “minoría” del 50%-1.
Como bien destaca Bruno Leoni a diferencia del mercado, en el cual el comprador distribuye sus pesos-votos entre muchos productos, en la democracia electoral el votante tiene solo un peso-voto, puede elegir solo a un candidato, A, aunque quizás no querría perjudicar a B.
La libertad de intercambios del mercado – donde todos se benefician- se transforma en un juego de suma cero en el mercado político electoral, en donde unos se benefician a expensas de otros.
Este juego se transforma en guerra declarada, ya que tu vida es mi muerte, piensa un candidato del otro. En el mercado casi no existen las “campañas negativas”: los productos no le dicen al comprador “cómpreme, no se le ocurra comprar la marca W, porque ya sabemos a dónde nos ha conducido”. Le hablan de otro modo: exhiben un precio, una calidad, los mensajes tienden a destacar sus características (confiabilidad, innovación, prestigio o lo que sea) y todo termina en el acto de compra libre.
En cambio las campañas electorales son pequeñas guerras en las cuales nadie concede nada al “enemigo”. Todo lo mío es excelente y todo lo del otro candidato es basura. A eso se limita el famoso marketing de campaña. No hay puntos de encuentro, de consenso, de acuerdo. Se exageran las diferencias, se ocultan los errores, se destacan las virtudes en un juego de espejos en el que mis virtudes son tus defectos, y viceversa.
O sea, la regla de la mayoría genera unos resultados arbitrarios que afectan a las minorías. Cuando estas ganen un solo voto más, en la próxima elección, ejercerán su poder contra la nueva minoría- la antigua “mayoría”- con lo cual el caldo para el conflicto social se espesa cada vez más.
Para colmo, los que ganan, aunque sea por un voto, proclaman que a ellos los votó el “pueblo”, mientras los perdedores solo merecen lástima o desprecio. Como bien dice Jasay, los ganadores necesitan desesperadamente crear una mayoría permanente, es decir ahondar las diferencias sociales, económicas, culturales entre mayorías y minorías. Crear pobreza, en este contexto no es tan absurdo como suena. Cuantos más pobres dependientes del Presupuesto haya, más votos sacaré en la próxima elección.
Por todo esto, y por muchas cosas más, las elecciones democráticas se transforman en un juego peligroso que ahonda el conflicto, enfrenta a candidatos y, lo que es peor, enfrenta a unos ciudadanos con otros.
Es hora de modificar el sistema de toma de decisiones en una república. Ni la decisión autocrática ni la decisión del juego de la mayoría contra la minoría.

*Es sociólogo e investigador cultural

 

 

 

 

 

 

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

TRASLADO DE LA CAPITAL FEDERAL por Elva Roulet*

| 31 agosto, 2014

PROYECTO DE LA PRESIDENCIA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN

Reflexiones sobre su análisis y argumentación

Agradezco la presentación que se me hiciera del proyecto y el intercambio de ideas sobre el mismo mantenido en la reunión realizada con los representantes de la Dirección de Relaciones Internacionales de la Presidencia de la Cámara de Diputados.

Antecedentes

La ubicación de la Capital Federal de la República Argentina ha sido un tema permanente de análisis y confrontación en la historia del país desde su conformación. La disputa por su ubicación en la ciudad de Buenos Aires quedó reflejada en la Constitución de 1853que, en su artículo 3º, adoptaba a la ciudad de Buenos Aires como capital, en la secesión de la provincia de Buenos Aires, en la reforma constitucional de 1860 que modifica el artículo 3º para dejar librada su designación a una ley especial del Congreso, lo que se tradujo en el ingreso de dicha provincia a la Confederación Argentina.

La capitalización de Buenos Aires en 1880 luego de múltiples confrontaciones, incluso armadas, se encontró con una fuerte oposición expresada en la Legislatura de Buenos Aires por el Diputado Leandro Alem cuyo extenso y fundamentado alegato ha sido considerado una PROFECÍA, que la realidad del desarrollo posterior del país no hizo sino confirmar.

A partir de entonces, ya en 1898 el político y ensayista José Bianco en su obra “Ensayo sociológico” proclamando la unión nacional, el equilibrio político y social, el progreso y  los intereses permanentes de la República afirma que ello determina la necesidad de la traslación de la Capital Federal a otro punto. Ensayistas y estudiosos se ocupan del tema durante todo el siglo XX y desde 1890 la cuestión de los desequilibrios regionales y de la macrocefalia de Buenos Aires transitan por el Congreso de la Nación en múltiples proyectos. En ellos se proponen el traslado de la capital o la realización de estudios con éste propósito, buscando una cierta “centralidad geográfica” en el territorio de la Argentina históricamente poblada.

En 1986, el presidente Raúl Alfonsín anuncia su propuesta de traslado de la Capital Federal a ubicarse sobre el Río Negro (cuya importante cuenca se desarrolla íntegramente sobre territorio argentino vinculando la cordillera andina con el océano Atlántico) en el sitio de Viedma – Carmen de Patagones, en el límite de las provincias de Río Negro y Buenos Aires.  Su ubicación vincula el espacio geográfico de  poblamiento histórico del país – la Argentina pampeana y continental- con ese “quasi” continente de la Patagonia, escasamente habitado, con recursos naturales y posibilidades no valoradas, y abierto al océano Atlántico, un mar con enormes riquezas, que nos conecta con el Pacífico, la Antártida y el océano Índico. Este sitio, con más de dos siglos de existencia, constituyó la “puerta histórica” de la Patagonia, un lugar protagonista de una gesta valiente en su defensa, de pioneros y navegantes que plantaron hitos en la difícil ocupación de ese amplísimo territorio.

El Congreso de la Nación por Ley 23.512 del 27 de mayo de 1987 declaró el área definida en su proyecto de desarrollo urbanístico como Capital de la República. La misma continúa vigente.

 

Propuesta de la Presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación

La actual propuesta en estudio en la Presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación trasladaría la Capital Federal a la ciudad de Santiago del Estero, en la provincia del mismo nombre, en el centro norte del país.

La fundamentación de la propuesta se basa en consideraciones de tres tipos y me referiré a cada una de ellas a partir de  los elementos de análisis que se plantean en ella.

1 – El simbolismo político.

 Con un enfoque histórico se rescata el hecho de haber sido Santiago del Estero la primera ciudad fundada en territorio argentino aún existente: la “madre de ciudades”, según una ley del Congreso de la Nación. Correspondió a la corriente fundadora del Alto Perú como avanzada del poblamiento de esa región incorporada al Virreynato del Perú.  La ciudad del Barco, del nombre del lugar de origen de su fundador Juan Núñez de Prado, se levantó en 1550, fue trasladada a Barco II en 1551y nuevamente en 1552, para ser finalmente localizada en su emplazamiento actual, el cuarto, por Francisco de Aguirre, proveniente de Chile, con el nombre de Santiago del Estero (por el Apóstol y por hallarse junto a una laguna -estero- cercana al río Dulce) el 23 de diciembre de 1553. Al crearse el Virreynato del Río de La Plata, en 1776, pasó a formar parte de la Intendencia de Salta del Tucumán. El 27 de abril de 1820 se proclamó la autonomía de la provincia de Santiago del Estero transformándose en su capital.

Este devenir histórico muestra a la ciudad con un muy bajo potencial de desarrollo frente a ciudades como Tucumán, cuna del Congreso de 1816 en el que se declaró nuestra independencia, y de otras ciudades de su “hinterland” como Salta o Córdoba, ésta última asiento importante del universo jesuítico instalado en esta parte de América y centro desde entonces de irradiación cultural y educativa, además de política y económica.

El sincretismo cultural de Santiago del Estero, argumento señalado como un aporte importante a nuestro acerbo cultural nacional puede extenderse no sólo a las provincias del norte del país, como se señala en el informe, sino que lo considero abarcando a la totalidad del país en el que se encuentran presentes diferentes etnias de nuestros pueblos originarios, que nos acompañan desde el primer momento de la ocupación europea de nuestro territorio en las más diversas situaciones y a través de acontecimientos históricos que fueron modelando nuestra patria. La influencia cultural de todos ellos forma parte de nuestro patrimonio, así como la diversidad aportada por todos los hombres del mundo que eligieron habitar en el suelo argentino.

Respecto al “fortalecimiento institucional” que representaría el traslado de la capital a un nuevo emplazamiento no me cabe sino coincidir y enfatizar su importancia, así como la de “acompañar y profundizar la federalización de la Argentina”. La cita de Juan Bautista Alberdi “gobernar es poblar” me parece que debemos tenerla muy en cuenta en la búsqueda del lugar adecuado para la nueva capital. La ubicación que se propone no satisface este objetivo.

Los ejemplos que se mencionan de fundación de nuevas capitales en otros países nos dejan enseñanzas. El de Brasilia, en particular, tiene como meta llegar a los espacios vacíos de un inmenso territorio con una muy desigual ocupación poblacional. San Petesburgo, en su momento, cumplió la misma función de integración y, en este último caso, de defensa exterior. Ambas fundaciones tienen propósitos de articulación física, política, económica, social y cultural de universos separados de una misma entidad nacional. Estas mismas condiciones se cumplen en una localización como la de Viedma-Carmen de Patagones, no así en Santiago del Estero ubicada, aunque excéntricamente, en el territorio de antigua ocupación de nuestro país.

2 – Reconfiguración demográfico-espacial: la planificación territorial.

Trata del “problema endémico de desequilibrio demográfico” y considera indispensable “fomentar el equilibrio poblacional, luchando contra los vacíos demográficos de nuestro país”, concepto al que adhiero fuertemente.

En este punto se desarrolla un diagnóstico de la congestión urbana bonaerense, la necesidad de una planificación a nivel general y la dinámica de cambio y transformación propios del proceso del traslado.

Se presentan datos cuantitativos comparando la población de la Capital Federal y Santiago del Estero concluyendo que “la cuestión del traslado de la Capital Federal hacia el centro territorial se vincula con la propuesta de crear una Nueva Ciudad Capital en una región que esté menos poblada y desarrollada”.

Este argumento cabría a la mayor parte de las ciudades del país, exceptuando Córdoba y las ubicadas en el litoral del río Paraná y costa bonaerense.

3 – Integración geopolítica

El traslado de la Capital Federal al norte del país se ve como “beneficioso para propulsar los intercambios de la Argentina con sus socios políticos y comerciales del MERCOSUR”…lo que “implicará un acercamiento fundamental al corazón económico y político del MERCOSUR y de la UNASUR”.

Con este propósito, se enfatiza la importancia del corredor bioceánico Atlántico-Pacífico como eje comercial de integración regional y de acceso a oriente y se concluye: “Por lo tanto,  que  la capital argentina forme parte del Corredor que integran ambos Océanos podría contribuir al desarrollo del área en cuestión”.

El Corredor Bioceánico es necesario y estratégico y su realización está, sin duda, demorada. Sin embargo, en el caso de un traslado de la capital al lugar que se propone, el corredor debiera pasar a suficiente distancia como para no perturbar la salud urbana de la ciudad, consideración válida en cualquier circunstancia y ubicación.

El corredor es un proyecto independiente que potenciará las energías de la región, nacional e internacional y, por lo tanto, del país todo. Debe ser considerado con prioridad en la planificación territorial y avanzar rápidamente en su ejecución, así como tiene que suceder con las otras dos conexiones Atlántico- Pacífico en el centro y sur del país.

 

Algunas consideraciones sobre la propuesta en análisis

 La localización en Santiago del Estero presenta algunos inconvenientes adicionales respecto a su aspecto físico. Está ubicada en un entorno árido y sin atractivos naturales. Posee un clima de prolongados extremos de calor y lluvias estivales, siendo el resto de los meses sin ninguna clase de lluvias igualmente extremos en sequía. Como dato adicional, es una zona sísmica en la que el terremoto de 1817, por encima de 7 puntos en la escala Richter, destruyó gran parte de la ciudad. Por lo tanto considero que como sitio natural   carece de atractivos y su elección suscitaría una adhesión dudosa.

Por otra parte, Santiago del Estero no cumple con la condición admitida por los autores, de “fomentar el equilibrio poblacional, luchando contra los vacíos demográficos de nuestro país”. Está ubicada en la parte norte del corazón del poblamiento histórico del país, que tiene desde La Quiaca a Ushuaia 5.000 km. de  extensión norte-sur. Esta localización alejaría aún más a la mayor parte del territorio del país de su capital. Dejaría los verdaderos vacíos demográficos sin ninguna respuesta a esta condición. La extensa Patagonia, las regiones en disputa de soberanía, los reclamados territorios antárticos quedarían cada vez más lejos geográficamente de la cabeza del poder.

La idea de cimentar “un núcleo de poder” en América Latina con la mayor proximidad física a las capitales de nuestro continente sur no dependen de una distancia en kilómetros sino de una política de integración a construir.

Coincidiendo en un todo con los fundamentos de la necesidad del traslado de la Capital, propósito al que siempre he adherido[i], es digna de festejar esta iniciativa que pone el tema en consideración y abre la discusión  sobre una cuestión fundamental.

Los terribles desequilibrios poblacionales, de implantación de actividades productivas, de irradiación cultural, de decisión política, se siguen acentuando toda vez que no se toman las disposiciones pertinentes. La primera medida debiera corresponder a la descentralización del poder político y administrativo, acompañada de un plan integral de desarrollo nacional y fortalecimiento del federalismo.

Este proyecto constituye una iniciativa seria y responsable para la apertura de un debate necesario, que será creativo y enriquecedor.

                                                                                                         Buenos Aires, mayo de 2014.

[i] Elva Roulet, “Federalimo y Centralización en el discurso de Leandro Alem” – La capitalización de Buenos Aires, La Plata, 1986, Edición de la Presidencia del Senado de la Provincia de Buenos Aires.

Elva Roulet, “La Nueva Capital”, 1987, Buenos Aires, 2ª. Edición: Fundación Jorge E. Roulet, Centro de Participación Política.

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

EL TERRORISMO OCCIDENTAL QUE ALUMBRA EL TERRORISMO YIHADISTA por David Bollero*

| 31 agosto, 2014

Fuente Other News

Desde el asesinato del periodista James Foley no he dejado de leer análisis parciales del incremento del yihadismo en Occidente y, más concretamente, en Europa. En buena parte de estas lecturas se describe el proceso de manipulación de las mentes de jóvenes musulmanes de familias desestructuradas que viven en suburbios y encuentran en el yihadismo una suerte de integración, de pertenencia a un grupo, equiparando el proceso al que siguen las redes de captación de sectas.

Algo de verdad hay en esta teoría, pero no podemos olvidar que en la raíz del problema se encuentra Occidente y la impunidad con que éste actúa en el contexto internacional. EEUU, por supuesto, se encuentra en punta de lanza, pero sus palmeros europeos siempre están al quite para respaldar sus acciones. Ese ente al que solemos llamar “Comunidad Internacional” y que, por lo general, únicamente se nutre de EEUU y sus acólitos. Con demasiada frecuencia se toma la justicia por su mano, pisoteando a conveniencia los Derechos Humanos más esenciales y, lo que es peor, sin castigo alguno.

El yihadismo es como un fuego y estas acciones impunes, pura gasolina, que no sólo avivan las llamas, sino que producen deflagración. Hace tiempo, durante la realización de un reportaje sobre drones, tuve oportunidad de entrevistar a víctimas de estos bombardeos ilegales. ¿Qué efectos creen que tienen estos asesinatos de mujeres y niños inocentes en la población islámica? ¿De veras alguien puede creer que el odio y desprecio que generan esta matanza por control remoto no alimentan a la bestia del yihadismo? Por supuesto, pero en los análisis del terrorismo islámico se olvida eso, del mismo modo que tendemos a pensar que detrás de la inmigración no están las prácticas neocolonizadoras de los países desarrollados.

Nuestro ministro del Interior, incluso, planea arrancar un Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización implicando a profesores y asistentes sociales para combatir los argumentos sobre los que crece el islamismo radical. En ese plan, ¿se explicará que una de las fuentes del argumentario yihadista está escrita “en cristiano”? ¿Se contará que EEUU y Europa han cometido “terrorismo occidental” justificando guerras inventando para ello armas de destrucción masiva y no juzgando después a quienes promovieron el conflicto aun sabedores de la mentira?

Este texto no es una defensa del terrorismo yihadista; nada más lejos de la realidad. Es una condena a otro terrorismo, el occidental, que solemos justificar con pasmosa desfachatez por el único hecho de que no nos agrede. Por unos segundos, imagine que usted es hijo de inmigrantes libios en España. Piense que buena parte de su familia aún viven al otro lado del Mediterráneo y que, un mal día, con el pretexto de llevar la democracia —aún cuando las libertades de los países acostumbran a ser menores tras el paso occidental— se bombardea con aviones no tripulados dejando una larga lista de víctimas civiles, entre ellas, sus primos pequeños. Imagine que la democracia nada tenía que ver con ese bombardeo, que lo que realmente importaba era la posición geoestratégica y las reservas de petróleo. ¿Hablaría o no de terrorismo occidental?

Es hora de cambiar ese odioso discurso tras el cual ocultamos nuestra responsabilidad, bajo el que enterramos nuestra culpa por cometer actos terribles que engendran violencia, muerte y destrucción. Es hora de atajar el terrorismo en todas sus dimensiones.

*periodista, fue colaborador del diario Público desde Londres, ciudad en la que reside en la actualidad..

 

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

LA ARGENTINA POSIBLE, el desafío. Por José María De Lorenzis*

| 29 agosto, 2014

LA CULTURA

En el proyecto de lo posible para nuestro país, en el contexto de una sociedad inmersa en la dinámica de los valores cambiantes, se trata aquí de exponer ideas claras sobre los valores que no cambian, sobre los valores que hacen a la identidad de una sociedad.
Aunque, en nuestros días, estos temas parecería que están destinados recurrentemente a divagaciones voluntaristas, propias de idealismos inalcanzables, o, lo que es peor aún, a preocupaciones propias de habitantes de otro planeta.
Por eso, al hablar de cultura, no pienso caer en el uso común de referirme a un programa referente a la escuela pictórica renacentista, ni mucho menos a analizar un ciclo de conciertos de Vivaldi, ni a temas que se refieran a las artesanías o a las bellas artes como expresiones excluyentes de quienes intenten definir su ámbito.
Porque Cultura es todo lo que el hombre cree, todo lo que el hombre crea, todo lo que el hombre piensa, todo lo que el hombre aprende, y todo lo que el hombre realiza, por su calidad de ser inteligente, y por estar rodeado, condicionado y acuciado por una sociedad que cada vez le demanda más y más, no la declamación, sino la demostración de su inteligencia y de su coraje para ocupar campos de acción, antes de quejarse porque esos terrenos están ocupados por otros.
Juan Pablo II, en su famosa alocución en la Organización de la Naciones Unidas, dijo a los representantes del mundo entero: "Quiero gritarles, desde el fondo de mi alma, que el hombre de nuestros días solamente va a encontrar la solución de sus problemas a través de la Cultura".
La Cultura, es hija y madre de la libertad, y no tiene límites temáticos, porque su único límite es precisamente el de la inteligencia del hombre, la que, desafiada, no puede ni tiene por qué reconocer fronteras. Por eso, aquí nos vamos a referir a la importancia que tiene la actitud y el pensamiento de la sociedad, sus condicionamientos, sus reacciones y manifestaciones, y la urgente necesidad de sus iniciativas en el ámbito cultural.
Y a la necesaria reacción que debemos tener, como argentinos, y dejar de lado el monumento a la queja y el planteo de los objetivos queribles, para pensar un poco, con responsabilidad, sensatez, y sentido común en los cómo de los emprendimientos posibles.
Queremos un país más sano, más culto, más honrado, con una más justa distribución de la riqueza y de las fuentes de trabajo, todo ello con logros concretos, medibles y rentables.
Esto es claro, saludable y elogiable como objetivo de un sociedad seria.
¿Cómo? Este es el gran tema cultural objeto de nuestro desafío.

LAS ACADEMIAS

Los pilares de las sociedades que han trascendido en la historia de los pueblos, son los de la inteligencia de sus hombres y mujeres.
Esa inteligencia, manifestada en esos momentos en que salió a la luz, fue la que demostró concretamente valores, modos de pensamiento e instituciones que hoy recordamos como los modelos que nos inculcaron en aquella, nuestra escuela primaria y secundaria, donde nos mostraron a Grecia, a Roma, a Egipto, como ejemplos de civilizaciones que trascendieron lo circunstancial de sus crisis, para entrar en la historia de la humanidad.
Podemos enunciar los pilares de la Cultura de aquellos tiempos y tomarlos hoy como los de cualquier sociedad que pretenda ser respetada como seria, comenzando por la Academia.
La Academia es la reunión de los hombres y mujeres consagrados no por su fama, que la puede tener cualquiera, sino por su prestigio, que, por cierto, no es fácil de alcanzar.
Porque el prestigio hace a una trayectoria, a un reconocimiento de excelencia, a una búsqueda cada vez mayor de penetración en el conocimiento, que, a la luz de años de investigación, de práctica y de realización de ideas y de obras, consagra a esos valores indiscutibles de la sociedad, reconocidos como ejemplo y modelo a emular.
Debemos considerar entonces a las Academias Nacionales como ese senado de prestigio, natural asesor de la sociedad, la que, a su vez, en vez de considerar a la Academia como un depósito de museos vivos, debe constituirse en la natural dinamizadora de la misma, proponiéndole temas puntuales y solicitándole su opinión orientadora, respetándola y reconociendo a las Academias como el conjunto de excelencia de los hombres y mujeres de nuestra sociedad, cuya opinión debe ser valorada.
Ese prestigio, esa apoyatura en la experiencia y sabiduría de los valores consagrados, podríamos definirla como la primera columna de sostén en nuestra búsqueda de los cómo en la Cultura.
Al mismo tiempo, este reconocimiento conllevará el desafío de la sociedad para que las Academias se den a conocer públicamente en sus actividades y en su presencia dinámica que, antes de aparecer como entes mendicantes de subsidios para actividades internas de investigación y publicaciones restringidas a quienes integran los cenáculos de la alta cátedra, proyecten a la sociedad la imagen confiable de sus talentos dedicados a encontrar soluciones concretas a las distintas preocupaciones que se les sometan.
Así, la puesta mutua en valor de la sociedad sobre las Academias y de las Academias sobre las inquietudes de la sociedad dará solidez a la posibilidad de integración seria al sensato objetivo del rescate del sentido común.

LA UNIVERSIDAD

EL SISTEMA EDUCATIVO IGUALDAD DE OPORTUNIDADES 
Y MEDICION DE RESULTADOS

En toda sociedad seria, el proceso educativo, que comienza en la familia como natural y primera educadora, si bien es lógicamente accesible a todos en la igualdad de oportunidades, separa, en la paulatina medición de los resultados, al hombre y a la mujer de talento, de quienes no tienen ni la capacidad, ni la iniciativa, ni el espíritu de trabajo y sacrificio que implica el desafío de crecer en el saber y el acceso a niveles de excelencia que conllevan una exigencia de seriedad y respuesta lúcida para el logro de un conocimiento superior.
Ello no implica de ninguna manera la segregación de quienes no posean esos requerimientos de sacrificio y demostración en resultados de su inteligencia.
La exhortación para ellos del reconocimiento de sus limitaciones en el saber y, al mismo tiempo, la iniciativa y el emprendimiento para señalarles nuevos y quizá impensados campos de acción y desarrollo educativos que les posibiliten, en su justa medida, formas de realización cultural y económica, se constituyen en planes concretos que, lejos de constituir frustraciones en sus proyectos de vida, los integren a una sociedad sólida en sus objetivos e identidad.
Así, desde la base educativa, la sociedad de los países que conocemos como desarrollados va decantando al "vago" del que no lo es, en la conformación de una pirámide de calidad cuyo estrato superior, la Universidad, configura un objetivo al cual no llegan ni los más ricos ni los más pobres, sino los más capaces.Los estratos inferiores, la escuela primaria, la secundaria, y, en algunos casos la preuniversitaria, configuran sucesivos terrenos de medición de calidad, en los que los resultados y la experiencia determinan, cuando llega el tiempo para ellos, las condiciones y posibilidades de acceso a una Universidad.
Esta recibe a los mejores, de acuerdo al perfil de alumnos que cada Universidad pretende incorporar a sus claustros, para ofrecerles una plena garantía de seria capacitación teórica y práctica que les posibilite un determinado nivel de éxito en la vida.
Y para ello basa su selección en la medición de la calidad de los resultados de la historia educativa que presenta el postulante, los que son evaluados por un calificado claustro profesoral, al que solo acceden hombres y mujeres de consagrado y reconocido prestigio, el cual, a su vez, está en permanente reválida.En todo país desarrollado y serio en su sistema educativo, cuando el estudiante debe decidir su postulación para el acceso a una Universidad, éste resulta impensable sin la acreditación de una trayectoria de marcas académicas, experiencia de trabajo y hasta de participación en actividades de la comunidad que merezcan ser consideradas como válidas para su admisión al claustro superior.
Es que las universidades de mayor prestigio restringen la aceptación de los postulantes y la condicionan, no a lo económico, sino a aquellos antecedentes de trayectoria educativa que distingue a los mejores, generando una lógica competencia por el logro de esas plazas; que, precisamente por la garantía de éxito en la vida que ofrecen, son muy pocas y se reservan a quienes demuestran el esfuerzo por merecerlas.
El logro de la incorporación no implica sino el comienzo de un control permanente de resultados, que no permite a quien no cumple con las exigencias académicas deambular como "estudiante crónico".
En nuestro país, la respetable e indiscutible política de la igualdad de oportunidades, ejercida sin el lógico complemento de la consiguiente exigencia de la medición de resultados, generó la masividad de una Universidad que privilegió la cantidad por sobre la calidad del estudiantado, así como la cantidad matemática de profesores necesaria para atender a tal masa de estudiantes por sobre la estrictez en la evaluación de los antecedentes necesarios para el otorgamiento de una cátedra.
Quien aprueba una materia en la Universidad, teóricamente no vuelve más a ser examinado en la misma.Se "doctora" en ésa materia, de forma tal que, también teóricamente, quedaría habilitado para dar vuelta a la mesa examinadora y comenzar a tomar examen.
La tremenda responsabilidad que implica el decidir quien aprueba y quien no una materia en el claustro superior debe estar confiada a quienes son conscientes de la importancia de esa decisión, tanto para el examinando en su futuro profesional como para la sociedad, que confía al profesor universitario una suerte de título de "Gerente de Producto", pues espera que la Universidad le devuelva en cada estudiante un profesional confiable y seguro de dar respuestas lúcidas a sus exigencias.
Desgraciadamente, la matemática masividad que abruma en nuestros días a la instancia educativa superior, confía muchas veces aquella responsabilidad al trabajo, voluntarismo, sacrificio y presencia, pero también a la dudosa idoneidad de un ayudante de cátedra.
Así se frustra el lógico control de calidad de resultados que haga de la Universidad una auténtica y segura fuente de multiplicación idónea de las ideas y soluciones a que la desafía una sociedad en crisis. Porque crisis no implica sino el desconcierto, quizá instrumentado, para que no encontremos la lucidez que nos muestre las vías para salir de la misma.
Es a la inteligencia del hombre a la que le corresponde, antes del conformismo de la admisión de estar inmerso en una sociedad en crisis, la iniciativa, el entusiasmo y la sensatez para convertirse en protagonista y copartícipe de ideas claras, concretas, medibles y rentables que enfrenten situaciones adversas y las superen con éxito.
Una sociedad seria pone para ello sus ojos en sus universidades como seguras usinas donde se generen emprendimientos concretos de lo posible, a partir de una calidad académica acorde con las exigencias de nuestros días.
En el Japón existe el axioma que dice: "A la Universidad es muy difícil entrar y muy fácil salir".Y esto es porque entrar en la Universidad implica aquella selección de calidad intelectual lógica y necesaria, y su logro no significa garantía para ellos de que van a egresar, sino que es muy fácil salir de ella ante un fracaso.
Pensemos un poco en cual es la situación de esos países que tienen Universidades "de primera". Porque no solamente las tienen de primera sino que, además, tienen las de escalones inferiores, pero todas ellas con una clara concepción de la responsabilidad que les corresponde ante la comunidad.
Esas casas de estudios superiores reciben las demandas de la sociedad que a su vez, busca de acuerdo a sus niveles y necesidades de calidad a sus profesionales, y los contrata en el mismo seno de la Universidad, en una puja de oferta previa a la graduación, en el conocimiento de la garantía que implican esos claustros exigentes para las necesidades de iniciativas y soluciones a los problemas de la vida competitiva de nuestros días.
Observemos esa búsqueda de resultados, en ese desafío permanente que implica conceptualmente la Universidad; y, comparativamente, pensemos en nuestro "proletariado profesional" que sí, egresa de la Universidad con un título, pero sin entender muy bien para qué le va a servir ese mismo título a la hora de buscar trabajo.

La habilidad para ejercer una profesión

Tema que merece consideración especial es la diferenciación entre el título académico y el título habilitante para ejercer una profesión liberal.
Creo con la opinión generalizada y la práctica llevada a ejecución en todo país que se precia de los controles de calidad y resultados de su sistema educativo, que debe estar a cargo de la Universidad la responsabilidad del otorgamiento del título académico, en cuanto éste se constituye en el testimonio de la acreditación del conocimiento, por parte de quién lo obtiene, de las materias teóricas que hacen al cumplimiento del programa de estudios superiores.
Distinto es el caso de La habilitación para ejercer una profesión, a partir precisamente de la acreditación del título académico, instancia que, al medir La adecuación de la calidad académica con las necesidades prácticas de la sociedad en medio de la cual se va a desempeñar el postulante, debe quedar en manos del Consejo Profesional de cada disciplina, el cual, constituido en tribunal de calificación, es el que otorga el título habilitante.
Cito como ejemplo el caso de los Estados Unidos, en el que la habilitación profesional para ejercer en un determinado Estado debe revalidarse ante el Consejo Profesional correspondiente, en caso de pretender ejercer en otra jurisdicción.
Motivo de debate en nuestros días, paradójicamente, ha sido una propuesta, publicada en estos días, de legisladores argentinos que solicitaban una reformulación del programa de la Facultad de Medicina por considerarlo demasiado riguroso.
O la participación del personal no docente en el gobierno de la Universidad.
Porque, aunque las circunstancias puntuales de la necesidad de sumar plafón de votos a una realidad de descreimiento parezcan obligar a la reedición de una política de facilismos y de "sobadas de lomos" que pretenden adhesiones cuantitativas, reconozcamos sensatamente que quienes con eso predican la defensa de la Universidad pública, con estas ideas la terminan de destruir.
El Rector de una conocida Universidad Argentina dijo hace poco tiempo: "Cuando dentro de unos años, al entrar al quirófano, un paciente quede sometido al criterio y decisión de un cirujano que jamás tuvo un bisturí en la mano, será tarde para discutir sobre la igualdad de oportunidades".
Después… no nos quejemos.

LA ESCUELA PRIMARIA Y EL COLEGIO SECUNDARIO

Mientras tanto, las etapas inferiores del sistema educativo de nuestro país están regidas por pautas kafkianas, administradas por un Ministerio inoperable, preso de un Estatuto del Docente que convirtió la legitimidad del talento, la vocación y la iniciativa, en el imperio facilista, tanto del escalafón de la antigüedad y la buena conducta como de un reglamento de licencias muy manejable aritméticamente por quienes, en su mayoría, prefirieron quedarse encerrados en la seguridad de un cargo de titularidad inamovible.
Este puesto público, obtenido por la equivalencia de un titulo secundario que entonces los habilitaba para estar "presupuestados para el resto de sus vidas", fue su gran "conquista social", y desde allí resistieron y resisten gremialmente toda posibilidad de elevar la calidad de los contenidos temáticos del sistema educativo.
El Ministerio de Educación, en nuestro país, es prisionero de un aparato burocrático y gatopardista que dedica su tiempo y esfuerzos a sueldos y no a los temas educativos.Y cuando desde el mismo se convoca a aportar ideas concretas sobre los temas de fondo, o sea sobre los contenidos educativos, recurrentemente la sociedad contempla discusiones interminables sobre la duración de los períodos escolares o, ridículamente, sobre la nomenclatura de las clasificaciones en cada estrato escolar.
El Ministro de Educación debe ser, conceptualmente, nada más y nada menos que eso, y no el "Ministro de Trabajo" del gremio docente, ni mucho menos el permanente árbitro de una interminable paritaria laboral.
Y sus temas de competencia y decisión deber ser los de la educación en sus contenidos, objetivos y resultados. Porque los temas laborales de los empleados del Estado los trata la cartera laboral, y allí es donde deben ser derivados y resueltos.
Es por ello que creo fundamental para el oxigenamiento de la cartera educativa, tanto la central como las respectivas de las provincias y municipalidades, que los temas salariales docentes sean excluidos de los presupuestos educativos y sean derivados a las áreas específicas contables y laborales del Estado que son las que los deben entender, tratar y resolver.
El Primer Congreso Pedagógico, conformado por quienes eran los máximos interlocutores y especialistas en el tema, trató, hace ya más de cien años, la temática educativa en su fondo, dentro de una Argentina no facilista, que exportaba libros e ideas, y que era rica y culta, y no, como ahora, "pobre y culturosa", y lo que es peor, estancada en su queja tanguera por el dolor de haber sido y la realidad de ya no ser.
Ese Congreso de talentos produjo la Ley 1420 de Educación, la que, con sus aciertos y errores, orientó todo el sistema que enorgulleció a una Argentina que trascendió por la calidad de sus maestros y su presencia indiscutible en la formación de una generación de hombres y mujeres que fueron ejemplo de talento e iniciativa.
Hace unos años el sector docente se retiró públicamente de un Congreso Pedagógico multitudinario, porque en la organización del mismo no figuraba ningún tema salarial docente.
Y así una iniciativa loable fracasó por el desconocimiento del famoso axioma: "Zapatero a tus zapatos", lo cual, instrumentado políticamente sólo desalentó aún más a una población harta de ser utilizada folklóricamente para actos circunstanciales, y mellada en su fe en la dirigencia, que le predicó objetivos y no supo cumplirlos.
Porque lo que debió ser convocado en la posibilidad de un análisis de contenido de calidad de todo el sistema educativo del país por parte de los hombres y mujeres de prestigio consagrados en los temas y la problemática de la educación, finalizó en la realidad de la reactualización de un debate masivo de las estériles discusiones sobre el prefabricado enfrentamiento político, disfrazado de ideológico, entre los sostenedores de la escuela pública y los de la escuela privada.
Y otra vez asistimos a la inoperante dicotomía libre laica, que tanto pasto sirvió a las manifestaciones grandilocuentes de los personajes que tanto daño hicieron a una juventud rica en idealismo y objetivos de lograr un futuro mejor.
Tendamos también al respecto un "piadoso manto de olvido" para las acostumbradas apelaciones declamativas, generalistas y voluntaristas de absolutamente todos los partidos políticos, para los que pareciera que si enfrentan estos temas con seriedad quedarían desnudos ante sus votantes, por la inocuidad de sus propuestas.
En 1994 se realizó por primera vez una evaluación de resultados de la educación, y tal vez como era de esperar, los resultados fueron como una trompada a nuestras conciencias de padres y de ciudadanos, puesto que, la calidad y el nivel de la educación en la República Argentina no por presentidos se sabía tan desastrosos en su realidad.Esto, como argentinos, nos debe convocar, de una buena vez por todas, a una tarea seria y responsable, y, por sobre todo, sin presiones circunstanciales ni exigencias de tiempos.Porque en educación no se puede trabajar con tiempos ni para los votos de una coyuntura electoral.
Todo lo que se haga en lo educativo dará sus resultados recién a los quince años de su aplicación, o sea, cuando los primeros egresados, productos de lo que se proponga y realice, demuestren la eficacia del emprendimiento.
Por eso es necesario que no perdamos más tiempo en discusiones sobre lo formal, si lo que está fallando es el fondo conceptual, o, como decía Gancedo: "No perdamos tiempo en discutir sobre cuantos pisos tiene la torta, decidamos si la torta es de naranja o de dulce de leche".
Si sostenemos que la familia es la primera educadora, debemos hacer que la misma toma conciencia no solo de sus derechos sino de sus deberes en este tema.
Porque el derecho de la libertad de enseñanza no se enfrenta con la educación pública, sino que también la defiende, precisamente dentro del derecho de esa libertad.
Pero el padre que realmente puede, si asume el rol que le corresponde como tal, debe también pagar proporcionalmente a sus verdaderas posibilidades la educación pública que desea para sus hijos, y, consecuentemente, asumir el control temático de lo que, en las horas académicas, se le imparte como sistema educacional.
Esto a través de su lógica participación en las organizaciones de padres que, por derecho indiscutible, conforman cada comunidad educativa.
Nosotros, al regresar de la escuela, dialogábamos con nuestros padres, en un mismo idioma, sobre las distintas materias tratadas en la jornada, en un loable y recordado aporte de experiencia que nos ayudó a entender y a sortear escollos.
Esto siempre fue interpretado como una efectiva colaboración entre la escuela y la familia, que robustecía, a la vez, lo educativo de ambas instituciones.
La acostumbrada fabricación disparatada de términos cada vez más difíciles e incomprensibles, para, a la postre, decir lo mismo, en el tradicional gatopardismo de cambiar todo para que todo siga igual, significa para los padres de nuestros días que el diálogo con sus hijos sobre las materias educativas parezca desarrollarse entre quienes hablan distintos idiomas.
Así, la pretendida desactualización de aquellos, fundada en la aceleración de los tiempos y la presencia de la informática en la educación, crea un verdadero divorcio entre la escuela y la familia que debe urgentemente tratar de ser solucionado, sobre la base del incentivo de la presencia de ésta en los temas y objetivos del sistema educativo.
Todo lo demás son slogans oportunistas de quienes teorizan folklóricamente sobre lo querible sin asumir que el facilismo de sus argumentos se estrella contra una sociedad que comprende que la tilinguería de hoy es producto de ese camino de despreocupación y de línea del menor esfuerzo, que nuestra generación ha creado, recibido y alegremente consumido.
Nuestros hijos saben, y a los que no, nos corresponde a nosotros como padres hacérselo saber, que el mundo que los rodeará no es por cierto éste, sino uno real y seriamente competitivo, en el cual, quien no esté capacitado, no podrá pretender acceder a ningún nivel laboral.
Y que los títulos universitarios sin contenido les servirán solamente de decoración para alguna pared donde se los exhiba, pero de ninguna manera para merecer consideraciones especiales a la hora de la búsqueda de trabajo.
Porque es claro que lo que para las generaciones anteriores que acuñaron el famoso "Mi hijo el Doctor", o sea la apetencia del título universitario que, por sí, abría todas las puertas para el éxito en la vida la realidad de hoy es que éste ya no existe más como valor autosuficiente.
Porque el grado superior del futuro exigirá estar acompañado por acreditación de uno o varios posgrados.
Y, en escalones inferiores, si observamos que una conocida cadena de supermercados ya en nuestros días exige idiomas y computación para pretender el simple cargo de cajero, el deseable éxito en la búsqueda de ubicación laboral para las generaciones futuras evidentemente no estará regido por el alegre desenfado y la tradicional picardía que nos distingue para obtener lo querible por el camino del logro sin esfuerzo.
No es ésta la prédica de quienes saben que la salida de una nueva calidad de educandos marcará el fin de una era de mediocridad, festejo de la chismografía y chatura abúlica.
Por eso es la exaltación pública de los caminos del desenfado y la alegre despreocupación que predica el desprecio por todo enfoque sensato, tildándolo de pacato y perimido.
Por eso la triste imagen, francamente grosera, de quienes muestran grupos juveniles manipulados hacia el desinterés, la burla y, en definitiva, la mala educación.
Porque la juventud, la verdadera juventud que no deja de ser alegre y gozar de su lozanía, sabe que su talento hará que la tilinguería de hoy será la que, concretamente, se quede sin libreto y, aunque suene como insensible y falto de "solidaridad social", literalmente se muera de hambre.No cabe aquí ninguna posibilidad se seguir pregonando lastimeramente la falsa interpretación de la frase evangélica: "Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz", pues ésta parece seguir siendo la excusa para seguir en nuestra queja mendicante y en el estancamiento en nuestras vidas e inquietudes.
No nos extrañemos más hoy si tienen éxitos y logros económicos, filosóficos y políticos quienes, simplemente, son más inteligentes que nosotros, porque esa capacidad fue producida, sin lugar a dudas, por sistemas educativos que no regalaron nada, no mezclaron conceptos como en botica, y siempre respetaron la igualdad de oportunidades, pero también, consecuentemente con la misma, exigieron resultados.
Esos sistemas amparan a quienes no tienen los recursos económicos suficientes para costear sus estudios, a través de eficientes sistemas de becas, que posibilitan sus accesos en igualdad de oportunidades a todas las áreas de la educación, haciéndoles saber también que la beca obtenida implica al derecho del otorgante a un seguimiento de su desempeño, y que los resultados del mismo serán medidos con la lógica exigencia de la rendición de cuentas por la inversión realizada.
Si queremos democracia y derechos, asumamos responsabilidades y obligaciones.
El respeto por el futuro de nuestros hijos nos exige que los temas de la educación sean tratados seria y conceptualmente.
La prisa por los votos pasa por otros temas.

*El Dr. De Lorenzis es Escribano y fue Sub Secretario de Cultura durante la gestión del Dr. Julio César Gancedo (1980-1983)

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

LA BOCA por Carlos Manus*

| 29 agosto, 2014

La Boca es un barrio situado en el límite sudeste de la ciudad de Buenos Aires ubicado en la desembocadura del Riachuelo, de ahí la razón de su nombre. Está comprendido por las avenidas Martín García y Paseo Colón y las calles Regimiento de Patricios y Brasil, la Dársena Sud y el Riachuelo.  Limita con los barrios de Barracas, San Telmo y Puerto Madero, y con las localidades de Dock Sud y Avellaneda.

Hasta principios del siglo XIX el barrio estuvo deshabitado y recién a partir de 1830 comenzaron a instalarse las primeras familias, en su mayoría inmigrantes genoveses. Por ese motivo a los residentes se los conocía como “xeneises” deformación de zeneizi, o sea genovese en su dialecto. Los marineros pintaron los conventillos y sus modestas casas con los sobrantes de la pintura de sus barcos y, si ésta no alcanzaba para cubrir toda una vivienda de un mismo color se utilizaban diversos colores para pintarlas.

En 1882, a raíz de un conflicto laboral que terminó en una huelga, un grupo de inmigrantes genoveses decidieron independizar a La Boca de la Argentina. Firmaron un acta en la que informaron a Víctor Manuel,  rey de Italia, que habían constituido la “República Independiente de La Boca” e izaron la bandera genovesa. El general Julio A. Roca, Presidente de la Nación, acudió personalmente al lugar con el ejército, quitó la bandera y solucionó el conflicto.

La Boca fue también popular por haber logrado el triunfo de Alfredo L. Palacios, reconocido como  el primer diputado socialista de América[1]. Desde la crisis de 1890 el país había vivido continuas protestas obreras y rebeliones radicales reclamando una mayor apertura política.  Por ese motivo, en 1902 el gobierno de Julio A. Roca sancionó la Ley 4161 dividiendo el país en circunscripciones electorales a fin de asegurar la representación de las minorías electorales.  Cada territorio se subdividió en circunscripciones, siendo el barrio de La Boca la 4ª. circunscripción electoral de la Capital.

El Partido Socialista designó allí como su candidato al doctor Palacios, quien entusiasmó al barrio con el cartel “Se atiende gratos a los pobres” colocado en la puerta de su estudio y con sus fogosos discursos, y así fue que en 1904  ganó como candidato a Diputado Nacional para el Congreso gracias a la 4ª circunscripción que, desde entonces, fue conocida como “la cuarta de fierro”[2]. Palacios fue el autor de diversas iniciativas como  el descanso dominical, la ley de la silla, la prohibición de la instalación de medidores de agua en los conventillos, la exoneración de la patente para las cooperativas obreras, la reglamentación y protección del trabajo de las mujeres y los niños, y contra la trata de blancas.

Desde el aspecto artístico, el mayor exponente del barrio fue Benito Quinquela Martín que, en estilo neoimpresionista, reflejó las actividades portuarias y la vida de su gente. De forma autodidacta se convirtió en uno de los más populares pintores del país. Sus obras fueron exhibidas en el país y en el extranjero, y gran parte del dinero recaudado lo donó para obras en el barrio.

En la década de 1950, Quinquela Martín conjuntamente con un grupo de vecinos recuperaron el viejo callejón de aproximadamente 150 metros y trecho sinuoso conocido como “Caminito”. Por ese sendero había corrido originariamente la vía del ferrocarril Ensenada entre las estaciones General Brown y La Boca, que por entonces ya se encontraba desactivado. “Caminito” es uno de los tangos más populares,  lleva letra de Gabino Coria Peñaloza y música de Juan de Dios Filiberto, otro distinguido vecino de La Boca.

En 1959 el gobierno municipal inauguró en Caminito un museo al aire libre con obras donadas por los mismos autores. Quinquela Martín asesoró a los vecinos para que utilizasen colores más vivos y brillantes que los originariamente utilizados por los primeros inmigrantes, lo que brindó una nueva imagen a todo el entorno. Esos mismos colores fueron empleados para los edificios que Quinquela Martín donó al barrio: la Escuela-Museo, la Escuela de Artes Gráficas, el Lactario Municipal, el Jardín de Infantes y el Instituto Odontológico Infantil.

Cecilio Madanes fue un director teatral, escenógrafo, productor y director teatral, una de las figuras señeras del quehacer teatral argentino de la década 1950-60 que había estudiado en el Conservatorio de Arte Dramático de París con Louis Jouvet. Fue el creador y director del Teatro Caminito, una experiencia de teatro callejero en La Boca que se extendió entre 1957 y 1973. Se presentaron obras de Shakespeare, Moliere, García Lorca y muchas otras que contaron con la participación de importantes actores argentinos.

Algunos tangos se inspiraron en La Boca:

… Dónde andarás Pancho Alsina?

Dónde andarás Balmaceda?

Yo aún los espero en la esquina

de Suárez y Necochea…

            Tres amigos.  Enrique Cadícamo, 1944

 

Viejo café cincuentón

que por La Boca existía

allá por Olavarría

esquina Almirante Brown.

Se estremeció de emoción

tu despacho de bebidas

con las milongas sentidas

de Gabino y de Cazón.

Histórico bodegón

del Priorato y del Trincheri…[3]

            El morocho y el oriental. Enrique Cadícamo, 1946

 

                                               Yo nací en un conventillo

                                               de la calle Olavarría

y me acunó la armonía

de un concierto de cuchillos.

Viejos patios de ladrillos

donde quedaron grabadas

sensacionales payadas

y al final del contrapunto

amasijaban a un punto

pa’ amenizar la velada…

            El conventillo. Arturo De La Torre/ Fernando Rolón, 1965

 

La Boca… Callejón… Vuelta de Rocha…[4]

Bodegón… Genaro y su acordeón…

(…)

Soñé a Tarento[5] en mil regresos,

pero sigo aquí, en La Boca,         

donde lloro mis congojas

con el alma triste, rota, sin perdón…

            Canzoneta. Enrique Lary

 

                                                                                                            Agosto, 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[1]  Enrique del Valle Iberlucea fue el primer senador socialista en América (1913). Una calle en La Boca lleva su nombre.

[2]  Palacios contó con el apoyo del Partido Republicano de Emilio Mitre.

[3]  El Priorato es un vino dulce proveniente de Tarragona, España, y el Trincheri es una marca de vermouth de     Torino, Italia. Información gentilmente proporcionada por Ricardo García Blaya, del sitio todotango.com.   

[4]  El nombre de Vuelta se debe a una amplia curva que hace el Riachuelo antes de desembocar en forma de estuario en el Río de la Plata.

[5]  Tarento es una ciudad del sud de Italia, en la zona costera de Apulia a orillas del Mediterráneo, en el istmo de la península salentina.

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
ESPACIO CULTURAL
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

LA DEVOCIÓN POR SAN CAYETANO por Albino Gómez*

| 29 agosto, 2014

Publicado en el Diario La Nación

 Como cada 7 de agosto, una verdadera multitud avanzará lentamente para entrar al templo, ya instalada en las inmediaciones desde noches anteriores, y seguramente en mayor número dada la situación económica reinante. A mí me resultaba extraño en mi juventud, que siendo San Cayetano un santo italiano, su personalidad produjera tanta fascinación y potencial espiritualidad en nuestro pueblo. Así las cosas, mi curiosidad y afán periodístico hicieron que me dirigiera a un querido amigo, Simón Imperiale, músico, filósofo, teólogo y organista en el templo del Santo, para que me ilustrara en primer lugar sobre la vida del Santo, y sobre este fenómeno espiritual religioso.

Comenzó diciéndome que había desarrollado su actividad en Venecia, donde nació, y luego en Roma y Nápoles, en la época del Renacimiento. Que era hijo de una ilustre familia; muy bien dotado intelectualmente, doctorado en derecho civil y canónico, en filosofía y teología; actuó en la cancillería de los Estados Pontificios en asuntos políticos y eclesiásticos. Ordenado sacerdote, su dinamismo y fervor se tradujeron en la predicación y en múltiples obras de asistencia espiritual y social para los pobres, marginados, enfermos y necesitados. Su lema fue "Nada para sí, todo para el prójimo". Y según sus biógrafos, "pasó su vida haciendo el bien". Distribuyó sus riquezas y combatió la corrupción. Vivió santamente, en pobreza absoluta y en entrega a los pobres. Construyó hospitales para infecciosos, fundó un banco para solventar el problema económico de los más necesitados. Por todo esto, el pueblo lo llamó en vida "Beato Cayetano", y la Iglesia, al llevarlo a los altares, lo hizo patrono de la "Providencia".

 Después, los signos de los tiempos modernos lo nombraron patrono del pan y del trabajo

Después, los signos de los tiempos modernos lo nombraron patrono del pan y del trabajo. Mi amigo carecía de certidumbre sobre el origen de la devoción a San Cayetano, pero ciertas tradiciones e historias, testimonian que la cosa comenzó en Santiago del Estero, allá por 1730, a propósito de la actividad de una mujer muy cristiana, de estirpe santiagueña y de acomodada familia: María Antonia de la Paz y Figueroa. Esa notable mujer repartió sus riquezas entre los pobres y se entregó a la vida espiritual, poniéndose bajo la dirección de los padres jesuitas. A partir de entonces, se propuso evangelizar al pueblo mediante la predicación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la práctica caritativa de las obras de misericordia, a la manera de San Cayetano. Así recorrió el norte argentino, y luego vino a Buenos Aires para fundar poco después "La Santa Casa de Ejercicios Espirituales", en la calle Independencia, cumpliendo desde entonces su apostolado específico.

Su biografía y su testamento testimonian su gran admiración por la Compañía de Jesús y sus devociones predilectas: San Ignacio, San Francisco Javier, San Francisco de Borja y San Cayetano, a quien llamó abogado de la Providencia porque siempre le proporcionó, a ella y a sus fundaciones, socorros inesperados. Así mandó que en sus casas religiosas fueran venerados los santos mencionados y se considerase a San Cayetano segundo patrono de su fundación. Las hermanas del Divino Salvador -nombre de la congregación religiosa de Sor María Antonia de la Paz- recibieron en 1875 una gran donación de terrenos baldíos y quintas en Liniers y adyacencias, aún más allá del cinturón de circunvalación, lo que actualmente es la avenida General Paz; y allí levantaron una casa de descanso, un colegio y una capilla u oratorio, bajo el patrocinio de San Cayetano. Más tarde se levantó un templo de una sola nave, en cuyo retablo estaba ubicada una imagen del santo, transformándose finalmente en parroquia, y alrededor de ella se formó el barrio de Liniers, un barrio de trabajadores y comerciantes. Poco después se armonizó su arquitectura con dos naves laterales, rematándose su bóveda con vitrales que ilustran la biografía del santo.

San Cayetano era desconocido en la Argentina. El prestigio de su santidad, su popular acción política eclesiástica y religiosa, su reforma de la Iglesia, del clero, y su preocupación por el pueblo cristiano abandonado fueron conocidos en Italia y en la Europa cristiana. Pero una vez cumplida su misión histórica, se perdió en el olvido, llegándose casi a ignorarlo en su propia tierra natal. Sin embargo, en Buenos Aires, en Liniers, se lo redescubre, iniciándose su culto en una capilla.

Poco a poco se va conociendo su extraordinaria personalidad, su santidad y su carisma excepcional

Poco a poco se va conociendo su extraordinaria personalidad, su santidad y su carisma excepcional; todo ello a través de la prédica, de dar a conocer su vida y obra, del rezo de su novena y, sobre todo, de la intercomunicación entre sus devotos, gratificados por las gracias del santo.

Así las cosas, desde hace cien años la devoción se viene acrecentando y organizando progresivamente, mediante la acción pastoral de los sacerdotes que se sucedieron en la parroquia y por la presencia siempre vigente y eficaz del santo. Simón Imperiale me dijo que la espontánea formación de la famosa cola, ya tradicional desde los orígenes del culto, no constituía para él una manifestación de masificación humana, sino un orden procesional que revestía un significado de profunda expresión religiosa, psicológica y social, producto de una verdadera y acuciante problemática de esa misma índole, y también de carácter político económico. Era así, entonces, cómo desde el alba, los devotos se reunían en comunidad con una misma idea, un mismo sentido, una misma emoción, avanzando paso a paso para llegar hasta el santo, con fe, esperanza y paciencia, llevándole sus problemas, sus dádivas, un paquete de comestibles o un atado de ropa, la flor, la vela, la espiga, la estampa: evidenciando su presencia y activando virtud, gracia y milagro.

Según mi amigo, la clave del origen de la devoción de San Cayetano residía en la crisis mundial de 1929 que, en nuestro país, desembocó en la revolución del 30. Según las crónicas de esa década, el país había dado políticamente un salto al vacío. Tiempo de crisis económica, negociados, crímenes políticos, suicidios significativos. Hombres vencidos, sin trabajo y hambrientos, deambulaban en busca de ocupación. "¿Trabajar a dónde?", preguntaba el poeta popular Celedonio Flores, testigo de aquel Buenos Aires. Nadie ofrecía trabajo, las fábricas y talleres cerraban sus puertas. Los precios subían "hasta punzar el dolor". Se propagaban las ollas populares para los más necesitados. El Cambalache de Discépolo, su yira yira…verán que todo es mentira…verán que nada es amor…que al mundo nada le importa…¡Qué sapa Señor! exclamaba el poeta del tango, interpretando la angustia de un pueblo que, con los restos de la fe de un cristianismo agónico esperaba, más de Dios que del gobierno, la solución de sus problemas. Fue entonces cuando la Pastoral Popular de la Iglesia no halló otra figura más acorde con la realidad, ni un signo más eficaz para acercar al pueblo a Dios, y obtener mediante su intercesión, soluciones humanas, que proponer como figura religiosa la personalidad y la acción caritativa de San Cayetano. Así entonces, la devoción popular al santo fue expresión de una realidad anterior a toda reflexión y elaboración intelectual religioso teológica.

Para el hombre naturalmente religioso, siempre existe una realidad absoluta de lo sagrado y actúa de conformidad. Pero el contenido religioso del mito surge de la realidad numinosa del misterio: de allí viene su término, que significa relato, tradición, doctrina, sacralidad. Y el mito expresa con palabras o con objetos, ideas razonables, grandes verdades latentes, para asumir finalmente un sentido de revelación. Por eso se da la correspondencia entre misterio, mito, logos, religión, magia, culto y rito, pues subyace una realidad religiosa que manifiesta acercamiento, dependencia, admisión de un orden sobrenatural. Y un correlativo comportamiento creyente que expresa fe, caridad, esperanza en Dios y en el santo, testigo revelador de la virtud divina. De alguna forma, el mito, en su estado vivencial, participa del sentido racional del logos. El hombre piensa, vive, siente, obra con todo el ser, su cuerpo y su alma…sobre todo en las realidades religiosas.

* Periodista, escritor y diplomático

 

 

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
ESPACIO CULTURAL
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

SARMIENTO Y LA REPÚBLICA por Francisco M. Goyogana

| 29 agosto, 2014

En lo que parece un juego de palabras que conjugan al prócer con  el sitio en que nos encontramos, quizá deberíamos referirnos a Sarmiento en la República.

La dimensión de este conjugado se presta para ser revisada desde diferentes posiciones del observador.

Sarmiento, en origen, representaba un producto de la peculiar cultura española, con profundas raíces inmersas en una cosmovisión colonial.

Tanto Cuyo como Chile, fueron los espacios donde nació y se hizo hombre. Cuando inició su primer periplo por el mundo, afín con la cultura que había adquirido a través de la lectura, tomó contacto con las ideas modernas, pero su naturaleza intrínseca estaba impregnada entonces, de la atmósfera provinciana propia de una remota aldea de la colonia española, con sus particulares características de una cristiandad primitiva.

Muchas de esas características eran las propias de una cultura en crisis, producto del derrumbe del sistema español del virreinato. La pérdida de las instituciones españolas, mostraron un pueblo en proceso de fragmentación.

Mientras tanto, algunas muestras de las crisis de las monarquías europeas llegaban a América y despertaban las inteligencias de muchos de sus hombres.

Las incesantes lecturas de Sarmiento lo aproximaban  a las nuevas ideas que habían brillado sobre la Francia del siglo XVIII y estaban minando las viejas tradiciones, entibiando las creencias, y aún suscitando odio y desprecio por las cosas que hasta entonces eran veneradas.

Las novedosas teorías políticas trastornaban a los nuevos gobiernos, desligados de la Metrópoli, y abrieron las ex colonias a nuevos hábitos de vida, y a nuevas costumbres. El mismo Sarmiento ha expresado que las ideas de regeneración y de mejora personal, aquella impiedad del siglo XVIII, habían entrado en su propia casa por las cabezas de sus dos hermanas mayores.

Cuando Sarmiento se refiere a su educación, de acuerdo a sus propias palabras, alcanza un momento en que termina lo que llama la historia colonial de su familia.

Y lo que sigue, es la lenta transición , también penosa, de un modo se ser a otro. Sobrevienen entonces la vida de la República naciente, la lucha de los partidos, la guerra civil, la proscripción y el destierro.

El mundo comenzaba a entreverse por las puertas que se le abrían en la diáspora.

 Por 1833, decía Sarmiento que pudo comprobar en Valparaíso que tenía leídas  todas las obras que no eran profesionales, de las que componían un catálogo de libros publicados por el Mercurio. Esas lecturas, enriquecidas por la adquisición de los idiomas, le habían expuesto las ideas filosóficas, morales y religiosas. Educado por el presbítero Oro y por el cura Albarracín, procuró siempre la sociedad de los hombres instruidos, entonces y después sus amigos, y tantos otros que contribuyeron a desenvolver su espíritu.

se era el Sarmiento cabal en el segundo exilio de 1841.

Sarmiento era de extracción europea, y europea era su cultura, y aunque fue relativamente primitiva la que tuvo su primer desarrollo, evolucionaría luego a través de la influencia de la Reforma, la Ilustración y tantos otros movimientos que ocuparon su cerebro.

En 1845 el ministro Montt lo comisiona para que estudie los sistemas más avanzados de educación en los países adelantados.

En su viaje de alrededor de dos años, Sarmiento sufre el resquebrajamiento del espejo idealizado, en el que había imaginado se pudiesen mirar los rasgos futuros de la América del Sur. Lo inundan las decepciones cosechadas en el Viejo Mundo.

Pero lo aguarda la sorpresa.

De manera casi casual, toma una tardía decisión para alargar su peregrinaje en los Estados Unidos, en una corta estancia de unas seis semanas.

Después de casi dos años en Europa, Sarmiento ya había cumplido con la mayor parte de sus objetivos originales: había visitado los sistemas de educación pública en Francia, Holanda, Prusia e Inglaterra. Posiblemente Sarmiento no tendría en mente un recorrido por Estados Unidos, dado el tiempo transcurrido desde su salida de Chile y el agotamiento de los fondos disponibles.

Y fue precisamente en Londres, donde leyó Informe de un viaje educacional en Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña, escrito por Horace Mann, un norteamericano de Boston.

Desde ese momento Sarmiento tuvo la idea fija de conocer personalmente a Mann y observar por sí mismo los logros de la educación en los Estados Unidos.

La dificultad para visitar a Mann consistía básicamente en la escasez de fondos. Pero tuvo suerte de encontrarse en Birmingham con un chileno amigo, Santiago Arcos, que llegó a aliviarle la necesidad económica con su ayuda. No obstante, Sarmiento tuvo que aplicarse a practicar severos medios de economía para hacer un viaje rápido y a la vez extenso. Visitó todas las grandes ciudades del noreste, Boston, Filadelfia, Nueva York, Pittsburg, Buffalo y Washington,  y pasó por veintiún Estados.

En carta a Valentín Alsina, del 12 de noviembre de 1847, Sarmiento escribe:

   (…) Los Estados Unidos son una cosa sin modelo anterior (…) No es    aquel cuerpo social un ser deforme, monstruo de las especies conocidas,    sino como un animal nuevo producido por la creación política (…) De

manera que para aprender a contemplarlo, es preciso antes educar el    juicio propio, disimulando sus aparentes faltas orgánicas, a fin de    apreciarlo  en su propia índole, no sin riesgo de vencida la primera    extrañeza, apasionarse por él, hallarlo bello, y proclamar un nuevo criterio    de las cosas humanas, como lo hizo el romanticismo para hacerse    perdonar sus monstruosidades al derrocar al viejo ídolo de la poética    romano-francesa.

Educados usted y yo, mi buen amigo, bajo la vara de hierro del más   sublime de los tiranos, combatiéndolo sin cesar en nombre del derecho,    de la justicia, en nombre de la República, en fin, como realización de las    conclusiones a que la conciencia y la inteligencia humana han llegado,    usted y yo, como tantos otros nos hemos envanecido y alentado al divisar    en medio de la noche de plomo que pesa sobre la América del Sur, la    aureola de luz con que se alumbra el norte. Por fin, nos hemos dicho para    endurecernos contra los males presentes: la República existe, fuerte,    invencible; la luz se hace; un día llegará para la justicia, la igualdad, el    derecho; la luz se irradiará hasta nosotros cuando el sud refleje al norte.

¡Y cierto, la República es! Sólo que al contemplarla de cerca, se halla que    bajo muchos aspectos no corresponde a la idea abstracta de que ella    teníamos. (…) Así, pues, nuestra República, libertad y  fuerza, inteligencia y  belleza, aquella  República de nuestros sueños para cuando el mal aconsejado tirano cayera, y sobre cuya organización discutíamos candorosamente entre nosotros en el destierro, y bajo el duro  aguijón de las necesidades del momento; aquella República, mi querido    amigo, es un desiderátum todavía, posible en la tierra si hay un Dios que  para bien dirige los lentos destinos humanos, si la justicia es un    sentimiento inherente a nuestra naturaleza, su ley orgánica y el fin de su    larga preparación.

Si no temiera, pues, que la citación diese lugar a un concepto equivocado,    diria al darle cuenta de mis mpresiones en los Estados Unidos, lo que    Voltaire hace decir a Bruto: 

                         Et je cherche ici Rome, et ne la trouve plus

 Como en Roma o en Venecia existió el patriciado, aquí existe la    democracia; la República, la cosa pública vendrá más tarde. Consuélanos,    empero, la idea de que estos demócratas son hoy en la tierra lo que más    en camino van de hallar la incógnita que dará la solución política que    buscan a oscuras los pueblos cristianos, tropezando en la monarquía   como en Europa, o atajados por el despotismo brutal como en nuestra    pobre patria.

(Domingo F. Sarmiento, O.C. V, Universidad Nacional de la Matanza, San

Justo-La Matanza, 2001, pp. 255-256)

 Más adelante, Sarmiento expresa:

 En Norte América, el yanqui será fatalmente republicano, por la perfección    que adquiere su sentimiento político, que es ya tan claro y fijo como la   conciencia moral; porque es de dogma que la moral es adquirida, sin lo     cual la revelación era inútil, y no se ha hecho revelación alguna a los  hombres para guiarse en sus relaciones con la masa.

    (Ibid., pp. 291)

Sarmiento, fiel discípulo de las más adelantadas tendencias del pensamiento europeo de su tiempo, absorbe una perspectiva que aceptaba a la cultura europea o anglosajona como norma privilegiada.

Esto es especialmente evidente en relación a sus ideas en cuanto a la libertad.

En sus comentarios sobre los Estados Unidos, Sarmiento ofrece un himno a la libertad que gozaba la población en su comportamiento individual.

Para él, la hazaña máxima de la sociedad norteamericana era que el hombre había alcanzado por fin la estatura de ser completo, dueño de sí mismo en todas las esferas de la vida. Esto era evidente, en razón de que allí todos los ciudadanos vivían sin restricción alguna sobre su  modo de expresión, asociación, movimiento o  creencias religiosas.

El tema de la libertad universalmente compartida, llega a ser el motivo vivo de todo el relato de la experiencia en Estados Unidos, que registró en su libro Viajes por Europa, Africa y América (1845-1847).

Es posible inferir, aún, que el propósito central de Sarmiento era “mostrar como obra la libertad para producir prodigios de prosperidad que los Estados Unidos ostentan.”

En Sarmiento y los Estados Unidos, Ezequiel Martínez Estrada (Cuadernos Americanos 63, Nº 3, 1952, pp. 186-204) ha dado una explicación de la importancia que tuvo esta primera visita a los Estados Unidos en el pensamiento de Sarmiento.

Sarmiento, como él mismo escribe, descubrió un mundo que anteriormente sólo había soñado.

Antes de esta visita, había ideado teorías acerca del tipo de civilización que ambicionaba para su país y Sudamérica toda. Pero lo que vio y aprendió en Norte América, le proveyó de un modelo concreto para reemplazar lo que antes eran ideas dispersas en sus sueños.

Su obra de 1849, Viajes por Europa, África y América, como lo expresa su título, es una crónica viajera con impresiones personales, y referencias a los temas que más le interesaban:

1.    Instituciones relacionadas con la educación pública.

2.    Organización y funcionamiento de los gobiernos municipales.

3.    Relación entre las tradiciones sociales.

4.    Principios constitucionalistas.

Muchos otros temas se encontraban en proceso de incubación, y fueron omitidos en Viajes. A medida que fue consolidando esas nuevas ideas, resolvió desarrollarlas con mayor detalle en otros escritos.

Fiel a su intención, los trabajos posteriores atestiguarían la importancia que tenían los ejemplos de los Estados Unidos; así aparecieron De la educación popular en 1849, Argirópolis en 1850, y Comentarios de la Constitución en 1853.

En el segundo destierro chileno, Sarmiento, de treinta años, se encontró en Chile con una república fuerte dotada de un  gobierno conservador y un clima de liberalismo progresista;  y hacia 1842, comenzó a advertir una actividad intelectual relacionada con la captación de las nuevas ideas nacidas con los movimientos revolucionarios, que sacudían a las monarquías del Viejo Mundo.

Más tarde, las experiencias chilenas, el primer viaje a los Estados Unidos y su segunda oportunidad norteamericana como ministro argentino en la nación que terminaba de dejar atrás la guerra de secesión, completaron el inventario necesario de su propia concepción de una República fuerte, de cuyos beneficios fue un defensor entusiasta, especialmente desde la prensa y el Senado, antes y después de su presidencia ejemplar, y obviamente durante su ejercicio de la primera magistratura.

Sin embargo, se mantenía en un punto de equilibrio que le impedía caer hacia algún extremo; y seguramente no le resultaba lejana la interrogación sobre cual era el mejor régimen, que en el decir de Alberdi, le significaba a Sarmiento no perder de vista las cosas concretas de aquel relativismo:

   (…)entre la república de Estados Unidos y la monarquía española, sería

   estúpido ser monarquista; entre la república de Bolivia y la monarquía

   inglesa sería estúpido ser republicano.

Sarmiento, con su obsesión por el orden, no se enceguecía con el paradigma de una república que estuviera fuera del rango de una polaridad entre virtud e interés, entre una república de habitantes y una república de ciudadanos.

En el medio se encontraba el contraste entre el bien que persigue un ciudadano virtuoso y las consecuencias imprevisibles de la actividad humana; la disputa que contrapone formas puras y formas mixtas de gobierno; los conceptos novedosos que caracterizan dos tipos de participación política, sean de naturaleza directa o indirecta; el rol del pluralismo opuesto a la centralización estatal; la dificultad para resolver la paz entre concepciones de guerra; la capacidad, en fin, para el ejercicio de una política capaz de conjugar igualdad y libertad, virtud e interés.

Sarmiento, que se había definido como unitario en Recuerdos de Provincia al referirse a su familia de los Oro, que reitera más adelante, en el capítulo La vida pública del mismo libro, cuando confiesa “Al día siguiente era yo unitario”, da paso al Sarmiento que le escribe a Mitre que era “federal de convicción.”

El unitario Sarmiento, partidario de una Nación grande en vez de un país fragmentado por el caudillaje que se llamaba a sí mismo federal pero no lo era, había superado el término federal en ese momento, que contenía el concepto y alcance de lo que se entendía por federal en los Estados Unidos.

En Estados Unidos,  federal era y es sinónimo de nacional y hace referencia a una federación en la que, aunque manteniendo un alto grado de autonomía, cada Estado de la Unión norteamericana ha cedido la parte más sustantiva de su soberanía al gobierno central, que adquiere de ese modo jurisdicción directa sobre los ciudadanos de los diferentes Estados.

En las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Confederación no dejó de ser una asociación de Estados federados, donde no había un gobierno central que tuviera jurisdicción directa sobre los habitantes de las provincias.

Era precisamente Sarmiento el que proponía en Argirópolis, publicada en marzo de 1850, la creación de la Capital de la Confederación Argentina en la isla Martín García, como proyecto de solución frente a las dificultades que impiden la pacificación permanente en el Plata.

Desde esta perspectiva, se puede abordar la idea de la Nación adjetivada civilizada y cívica en el discurso político de Domingo Faustino Sarmiento. En tanto, miembro destacado de las élites ilustradas del siglo XIX argentino, su discurso es representativo del filosofema republicano (afirmación de una nacionalidad) que era sostenido por esas mismas élites frente a otras formas políticas que, en un momento de confrontaciones violentas y luchas inacabables, eran consideradas como una continuidad del orden colonial o, peor aún, como límites naturales al proceso de civilización.

Sarmiento es un adelantado en el siglo XIX que ha dejado atrás las disputas onto-teológicas de la política y se encuentra de lleno en un momento de legitimación de los sistemas políticos que tienen como base el derecho natural, que concibe a los individuos libres e iguales, y al contrato como nueva representación del lazo social. Allí aparece la República.

El establecimiento de la República parte de la necesidad de recomponer el orden político luego de la independencia de España, que comprometía no solo el reemplazo de un régimen político que había caducado, sino también la de formar una Nación en el antiguo territorio del virreinato.

La construcción de la República no sería cosa fácil. Todavía en el siglo XX, precisamente en 1918, José Ingenieros sostenía, comentando los postulados sociológicos de Alberdi:

La República no era de verdad de hecho en la América del Sur porque el   pueblo no estaba preparado para regirse por este sistema, superior a su    capacidad.

   (José Ingenieros, La Evolución de las Ideas Argentinas, O.C. T. V, Elmer,

    Buenos Aires, 1957, p. 71)

La comparación entre los ideales republicanos y las prácticas efectivas que los gobiernos republicanos han llevado adelante, han tenido siempre como resultado expresiones pesimistas, ya que en pocas ocasiones la república ha encarnado aquellos principios de libertad e igualdad sobre los que pretendía basarse. Por el contrario, muchos proyectos que inicialmente se quisieron republicanos, fueron acercándose en la práctica a propuestas de carácter contrario.

Si en los inicios de la República moderna en Estados Unidos se recurre al modelo antiguo de Grecia y Roma, o de las repúblicas del renacimiento italiano, para encontrar matrices de pensamiento y lenguaje que pudieran dar sentido a las nuevas experiencias, la República en la Argentina se introduce primero por la vía de los libros, o sea por la influencia directa de las reflexiones de los filósofos.

La construcción de la Nación Republicana y la consecuente búsqueda de una identidad colectiva que le sirviera de base, ha sido la tarea explícita de una generación intelectual, la autodenominada nueva generación, de la cual Sarmiento y Alberdi son figuras paradigmáticas.

Ubicados entre un pasado colonial que no debía volver pero de cuyo legado se sentían portadores, abiertos a las nuevas ideas pero críticos de la frustrada experiencia del ensayo rivadaviano, que involuntariamente había sido la puerta de entrada para la anarquía y la tiranía, proscriptos bajo ese régimen, la realidad se les presenta como un enigma, que al decir de Sarmiento, requiere los recursos del entendimiento y la imaginación, para comprender y actuar sobre ese desvío, que contravenía el desenvolvimiento político de los principios de la razón.

El discurso de la generación de 1837 surgía de la revolución, y como toda revolución era un nuevo inicio que rompía radicalmente con lo anterior.

Los republicanos del 37, confiados en los principios racionales, no podían, sin embargo, negar la historia, los fracasos, las inconsecuencias, las oposiciones.

La República a instaurar debía ser, en consecuencia, producto de las luchas y de los compromisos. Partidario de una filosofía y de un régimen de libertad, oponiéndose a la violencia de su adversario el despotismo, será con las armas de la libertad que Sarmiento podrá defenderse o atacar. Por eso sus escritos, los artículos que escribe en el Mercurio o El Progreso en Chile o sus libros, redactados siempre al calor del debate, son parte de la acción política sarmientina.

La obra Argirópolis, escrita en Chile, al igual que el Facundo, fue concebida como una intervención en los conflictos del momento.

En el comentario de éste libro aparecido en la revista de los republicanos franceses La liberté de penser,  Ange Champgobert  previene sobre una mala interpretación del nombre. No se trata, dice, de una República de Utopía, como la Atlántida de Platón, o la Ciudad del Sol de Campanella.

Argirópolis “es el nombre expresivo de la futura capital de los Estados Unidos del Río de la Plata”. El comentario de Champgobert, dirigido a sus compatriotas franceses, elogia el proyecto de Sarmiento, que destacaba los dos puntales del interés de Europa en América: la inmigración, ya que las tierras de los márgenes del Plata  pueden representar “un lugar para los miles de pobres obreros que mueren de hambre en la vieja Europa”, y en segundo lugar el comercio, “que puede aportar millones” para  Francia.

Debe recordarse aquí que Sarmiento fue, junto con Alberdi, responsable del proyecto de poblar estas tierras con inmigración europea, para incorporar por ese medio hábitos laboriosos y actitudes cívicas de los que carecían los habitantes de la región.

En Argirópolis, Sarmiento imagina la reorganización del territorio colonial según el modelo de la República federal norteamericana.

Con la idea de que los territorios segmentados y enfrentados pudieran algún día conformar los Estados Unidos de América del Sur, Argirópolis sería su Capital.

Desde el exilio, Sarmiento propone la tarea de fundar la República e intervenir en el conflicto de influencias entre Buenos Aires y las provincias de la Confederación, para desplegar el modelo de la República como reordenamiento del territorio colonial.

En Argirópolis, Sarmiento repasa las instituciones políticas, porque la construcción de la Nación se confunde con la organización del Estado en  el Congreso, porque la forma de gobierno es la República representativa, y la división de poderes la que establece los mecanismos de control horizontal de los gobernantes y garantiza la existencia de una justicia autónoma.

Refiriéndose a su idea de un orden político republicano en América del Sur, dirá:

   Son sueños, (…) pero sueños que ennoblecen al hombre, y para los

   pueblos basta que los tengan y hagan de su realización el objeto se sus

   aspiraciones para verlos realizados.

   (Domingo F. Sarmiento, Argirópolis o la Capital de los Estados

   Confederados del Río de la Plata, Claridad, Buenos Aires, 1916, p. 102)

Es más bien la conjunción de utopía y voluntad propia de un individualismo moderno, la que aparece en los argumentos nutridos del espíritu de la época con lo que apoya su propuesta de fusión del territorio colonial. Así, adjudica la tendencia moderna de los pueblos a reunirse en naciones a la ley de la marcha de la especie humana que determina la reunión en grandes grupos, por razas por lenguas, por civilizaciones idénticas y análogas, y asimismo recurre a la ciencia económica para mostrar cómo desde el mecanismo de las fábricas hasta la administración de los Estados, grandes masas de capitales y brazos soportan con menos gasto el personal que reclaman.

Oponiendo lo universal de la historia al particularismo que derivaba de la fragmentación colonial, Sarmiento se mostraba como un hombre moderno.

Estos valores orientan para Sarmiento, el pasaje de la barbarie a la civilización en la América del Sur.

La República moderna que se estaba gestando en América del Norte es un momento en el orden temporal de la República, que la América del Sur intentará continuar a su tiempo.

En el discurso que pronunciara en la Sociedad Histórica de Rhode Island el 27 de octubre de 1865, La Doctrina Monroe, pone a la historia como base del desenvolvimiento de la República:

   No os pedimos indulgencia sino justicia para la América del Sud. Sólo el   tiempo necesario para que cada causa produzca su efecto (…) Los    Estados Unidos pusieron diez años en hacer la guerra de la    Independencia y cuatro en la de la esclavitud. Como nosotros hicimos las    causas a un tiempo, pusimos quince. Estamos a mano (…) vosotros no    habéis hecho la guerra para establecer la libertad de conciencias que la    Inglaterra hizo por vosotros en un siglo de horrores, de persecuciones y de    destierros por millares. Vosotros sois el resultado de esa guerra.

   (Domingo F. Sarmiento, O.C. XXI, Luz del Día, Buenos Aires, 1947, p. 13)

Esta referencia a la historia puede ser de utilidad para hacer una reflexión final.

La República estaba a la vez dentro de la historia y fuera de ella.

Los obstáculos en la construcción de la República, como así también en la formación de la ciudadanía, dependen de la condición temporal.

Las ideas de libertad e igualdad que daban sustento racional a la forma política republicana, representaban, por el contrario, el más alto logro de la humanidad.

Confrontado a la realidad de Sud América, se trata para Sarmiento de construir una sociedad posrevolucionaria, próxima a los modelos franceses que había estudiado en los textos de Cousin y de Guizot, en primer término, y luego siguiendo la experiencia de la República norteamericana.

Esto supone traer a la realidad ideas y principios: el Estado-nación, como principio de centralización en el orden temporal, y la libertad y la igualdad, como principios del despliegue del espíritu humano en el campo inmaterial.

Principios que responden a naturalezas distintas pero que se conjugan en el gobierno representativo, medio en el que se realiza históricamente la esencia de la civilización.

Sarmiento deseaba ardientemente instalar en su República la combinación de la democracia, con la defensa de la libertad para cada ciudadano.

Y Sarmiento sabía que la historia tiene ese sentido, una dirección ineluctable, porque era la realización de una idea de grandeza.  

Francisco M. Goyogana es miembro de Número del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia

 

 

 

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

A 20 AÑOS DE LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL* por Elva Roulet*

| 19 agosto, 2014

NUEVA CONSTITUCIÓN, UN PASO A LA MODERNIDAD

Se están cumpliendo veinte años de la reforma de la Constitución Nacional, realizada en 1994. La rememoración de esa importante iniciativa, que constituyó un paso a la modernidad de nuestro contrato social, debe comenzar con rereconocimiento y un merecido homenaje al ex Presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín,  por el importante protagonismo que le cupo en  dicha reforma, de la cual fue su inspirador original y quien le dio la legalidad de origen que la legitimaría.

Los antecedentes

Voy a comenzar por referirme a ese proceso  que se inició el 13 de marzo de 1986 con el envío de una solicitud del Presidente Alfonsín al Consejo para la Consolidación de la Democracia para que se avocara al estudio de la posibilidad de reformar la Constitución Nacional orientada ¨al perfeccionamiento de la parte orgánica [con el objeto de] hacer más ágil y eficaz el funcionamiento de los diversos poderes del Estado y para profundizar la participación democrática, la descentralización institucional, el control de la gestión de las autoridades y el mejoramiento de la gestión pública¨,  en busca de consolidar nuestro régimen republicano y democrático.

En ese documento el presidente adelantaba que esa iniciativa no debería incluir modificación alguna a la extensión y condiciones del mandato que el pueblo argentino le había otorgado.

El Consejo para la Consolidación de la Democracia había sido creado por decreto del 24 de diciembre de 1985 con el objeto de contribuir a la elaboración de un proyecto transformador fundado en la ética de la solidaridad y en la democracia participativa, en orden a la modernización de las estructuras culturales, científicas, educativas, productivas y estatales de la sociedad argentina.

En ese contexto, la modernización de la Constitución Nacional constituía una cuestión de la mayor importancia. En efecto, la Constitución sancionada en Santa Fe, en 1853, había permitido la organización de un país pastoril, con una escasa población, que salía de medio siglo de anarquía y luchas fratricidas, pese a la situación inestable en que fue sancionada y contra los augurios del Convencional Zavalía. El entonces presidente de la Convención Constituyente consideraba que las condiciones no estaban dadas para  dictar una constitución, a lo que respondió el Convencional Huergo que las constituciones son, a veces, el resultado, y muchas otras la causa del orden moral de las naciones. En efecto, Buenos Aires se había escindido de la Confederación y estuvo ausente de Santa Fe en desacuerdo por la cuestión de la capital,  la posesión de la aduana y la defensa de privilegios obtenidos a costa de las otras provincias. La Constitución fue, en efecto, el marco de la organización de la Nación Argentina, a partir de la incorporación de la Provincia de Buenos Aires en 1860 mediante la reforma acordada y su adhesión a la Constitución. El país, receptor de una importantísima inmigración que constituye la base mayoritaria de su población actual se transformó en una sociedad compleja, insertada en un mundo de cambios acelerados (industriales, tecnológicos, culturales) y de avances sociales, económicos, políticos y jurídicos constantemente renovados.

La Constitución permaneció sin modificaciones sustantivas durante  ciento cuarenta años. Las reformas de 1866 y de 1898 correspondieron a artículos operativos previamente acordados. La reforma de 1957 consistió en el restablecimiento de la Constitución de 1853 que había sido remplazada por la sancionada en 1949, considerada ilegítima en su origen ya que no respetó para su convocatoria las mayorías exigidas por el artículo 30. En ella se incluyeron los derechos sociales en el Art. 14 bis a propuesta de la Unión Cívica Radical, antes de que se clausurara la Convención por considerar que no estando representado el peronismo, que había sido proscripto, estaba incapacitada para construir los consensos de un nuevo pacto de convivencia social.

Posteriormente la reforma quedó estancada, pese a los múltiples proyectos parciales -65 entre 1898 y 1955 presentados  en el Parlamento Argentino- que trataron de adaptar muchos de sus contenidos a las nuevas exigencias de esa sociedad que había cambiado, a las experiencias históricas que dificultaron la aplicación de la Constitución o que no hallaron en ella los mecanismos de respuesta a las reiteradas crisis políticas que vivimos, a la evolución y avances del derecho internacional, a la aparición del llamado constitucionalismo social incorporado a todas las constituciones del mundo democrático dictadas o modificadas durante el siglo XX, lo que ponía en evidencia  las insuficiencias y los anacronismos del texto en vigencia en nuestro país. 

Quiero hacer una breve referencia a una actitud frecuente doctrinariamente opuesta a la reforma constitucional y que explica una parte de la oposición a la reforma planteada en 1994, y a los otros proyectos anteriores, por ciertos sectores de la sociedad. Ella partía de otorgar un carácter pétreo a la Constitución, transformando esta concepción en un principio metafísico que se extendía a todo su contenido. A diferencia de ello, la Constitución de Filadelfia, en la que Juan Bautista Alberdi en su obra Las Bases y los Constituyentes de 1853 recogieron inspiración, había ratificado las diez primeras enmiendas en 1791, a cuatro años solamente de la sanción de la Constitución. De las muchas enmiendas incorporadas después quiero destacar dos de ellas que se vinculan directamente con algunas de las modificaciones introducidas en nuestra Constitución. Se trata de la Enmienda XVII, ratificada en abril de 1913, que establece la elección directa de los senadores, trasladando ese derecho a los ciudadanos mediante su voto y sacándolo del ámbito de las asambleas legislativas de los Estados, en las que  a través de sospechosas negociaciones y de concesiones diversas se resolvían las designaciones de los Senadores. La Enmienda XXII, ratificada en febrero de 1951, que limitó la elección de Presidente a sólo dos períodos de gobierno de cuatro años, siendo que la Constitución original no tenía límites al ejercicio de este cargo, por considerar que la permanencia en el mismo desvirtúa la democracia e instala la presunción del hombre providencial en detrimento de los demás ciudadanos.

La Constitución de 1853 preveía ser  reformada en su artículo 30, en correspondencia con el pensamiento  emitido por Alberdi: No se ha de esperar que las constituciones expresen las necesidades de todos los tiempos. Como los andamios de que se vale el arquitecto para construir los edificios, ellas deben servirnos en la obra interminable de nuestro edificio político.

Un paso hacia la modernidad

El Consejo para la Consolidación de la Democracia estuvo integrado por personalidades de diversas extracciones políticas y por miembros independientes de destacada actuación en distintos ámbitos de la actividad nacional. Tuvieron rango de Secretarios de Estado y se desenvolvieron con carácter ¨ad honoren¨. Fue presidido por el constitucionalista Carlos Santiago Nino, a quien quiero rendir aquí un homenaje por la calidad de su intelecto y por su aporte invalorable a la tarea pre constituyente.

El método de trabajo adoptado consistió en la realización de visitas de consulta a gobiernos provinciales, a instituciones y a personalidades; en la obtención de las opiniones y los aportes de constitucionalistas, sociólogos, filósofos, historiadores y politólogos del más amplio espectro ideológico y de diversos centros de estudios y asociaciones profesionales.  Se crearon cinco comisiones técnicas para analizar los distintos aspectos del proyecto, con participación de asesores.

Visitaron el Consejo diez prominentes especialistas internacionales de Europa y Estados Unidos, la Mesa Directiva de la Federación Argentina del Colegio de Abogados, la Comisión Justicia y Paz del Episcopado Argentino y la Convención Evangélica Bautista Argentina. Se recibieron las conclusiones del Congreso Internacional sobre la Reforma de la Constitución convocado por el Consejo realizado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Asistieron  expositores de quince universidades de Europa, Estados Unidos y América latina, representantes del Consejo Económico y Social de Francia, del Tribunal Constitucional de Portugal, del Tribunal Constitucional de España, del Centro de Estudios Constitucionales de Madrid, además de catedráticos de las más importantes universidades de nuestro país.  

El Congreso fue inaugurado, con la presencia de destacados políticos extranjeros, por el Presidente Alfonsín quien expresó su alegría por ver sintetizado en el mismo un símbolo de los nuevos aires que la democracia había traído al país y agregó que sólo en un clima de libertad puede debatirse acerca de la Constitución y sólo para la libertad puede reformarse la constitución.

Todas las tareas realizadas y los estudios presentados durante los tres años de intensa labor del Consejo se encuentran publicados en un Dictamen preliminar, de 1986, en el Segundo Dictamen, de 1987, en las deliberaciones del Congreso Internacional mencionado, además de una recopilación de trabajos de expertos internacionales sobre Presidencialismo Vs. Parlamentarismo, editados  los dos últimos en  1988.

Contenidos y modalidades de la reforma

Hubo consenso sobre la necesidad de una reforma parcial de la Constitución que no debía alterar su parte doctrinaria. Se dejaba constancia expresa de que no se incluía la posibilidad de extender las modificaciones a la institución presidencial  contenidas en la propuesta al período en ejercicio, dado el pedido expreso del Sr. Presidente, que valoramos, se puntualizaba en el documento.  Sólo algunos difirieron respecto a la oportunidad, por considerar que el país aún no había salido de la grave crisis heredada y que la sociedad no estaba  restablecida de un largo período de desencuentros e inestabilidad. Se repetían, de alguna manera, los argumentos de 1853.

El Consejo determinó que la ley declarativa de la necesidad de la reforma debía establecer los puntos que serían objeto de modificación y el sentido de ella: la Convencíón Constituyente no está legitimada para desviarse de esos límites.

Fue categórico respecto a las declaraciones, los derechos y las garantías contenidos en la primera parte de la CN que forman las bases y objetos del pacto de asociación política de nuestra Nación estimando conveniente no introducirles modificaciones sustanciales. La dirección de la reforma en materia de derechos y garantías debe ser siempre hacia su ampliación y profundización, siguiendo la progresión en las normas para acoger las nuevas concepciones de derechos actualmente reconocidos a la humanidad.

El eje más importante de su análisis estuvo dirigido a la atenuación del sistema hiper-presidencialista de nuestro sistema republicano de gobierno. 

En el siglo XVIII, a través de las teorías de Locke y de Montesquieu que imaginaron la división de poderes, se trató  de equilibrar el poder político distribuyéndolo en distintos órganos, de manera de poder introducir en él la voluntad del pueblo y de poder instalar un control interno de su ejercicio. La filosofía constitucional y el carácter y la historia de cada país le dieron a esta distribución valores diferentes.

En Argentina, nuestra Constitución de 1853 creó un sistema presidencialista puro, con un parlamentarismo cada vez más reducido a la simple sanción de las leyes, con poca o nula participación en el gobierno y con débil poder de control. La concentración en la figura presidencial de la suma del poder generó rigideces de consecuencias nefastas que estuvieron en la base de los sucesivos golpes de estado. A partir de 1930, en que se interrumpe por primera vez el orden constitucional, sólo  dos períodos de gobierno pudieron ser completados, el del General Agustín P. Justo, en la llamada “década infame”, y la primera presidencia del Gral. Domingo Perón: dos militares.

El Consejo analizó varios instrumentos y experiencias comparadas de otros países para disminuir la concentración de funciones en la cabeza del Poder Ejecutivo, incrementar las funciones y el control del Parlamento, y darle flexibilidad al gobierno en tiempos de crisis.

La alternativa del acortamiento del mandato a cuatro años, con posibilidad de reelección por un período, creaba la oportunidad de un recambio o de una ratificación por el voto de la ciudadanía. Esta propuesta tenía el antecedente de las recomendaciones de la Comisión de Reforma Institucional, de 1972, integrada por Natalio Botana, Julio Oyhanarte, Roberto Peña, Pablo Ramela y Jorge Vanossi, entre otros. El sistema había sido aplicado en el llamado a elecciones de 1973, lo que no había despertado oposición ni de los partidos políticos ni de la ciudadanía.

Se proponía la creación del cargo de Primer Ministro o Jefe de Gabinete de Ministros, designado por el Presidente con responsabilidad política ante el Congreso de la Nación y removible por un voto de censura de la mayoría absoluta de cada una de las Cámaras. A él le correspondería el ejercicio de la administración general del país, descargando al Presidente de esas funciones, y pudiendo servir de respuesta política frente al cambio de las mayorías parlamentarias o de fuertes confrontaciones con la política gubernamental. Se trata de una figura tendiente a atenuar el presidencialismo y a dar injerencia al Parlamento en el quehacer político del Ejecutivo, que tiene una tradición positiva en varios países. El control del Congreso se haría, además, por dos figuras a incluir en el texto constitucional: la Auditoría General de la Nación, presidida por un candidato designado por el principal partido de la oposición, y el Defensor del Pueblo, ambos organismos autónomos, instituidos en el ámbito del Congreso Nacional.

Con el mismo sentido de fortalecer al Poder Legislativo, se analizaron la composición y duración del Senado y su designación por las legislaturas de las provincias, que dejaba siempre sin representación en ese cuerpo a las minorías provinciales y era el resultado de componendas ¨feudalizadas¨ que desconocían la voluntad de la población. Se propuso el acortamiento de mandato a seis años, la elección directa por la ciudadanía -coincidiendo con lo decidido ochenta y un años antes por la enmienda norteamericana- y se recomendó la creación de un tercer senador por la primera minoría de cada provincia.

En relación con el Poder Judicial se eliminaba la discrecionalidad del Presidente para la designación de los jueces de los tribunales federales, mediante la creación de un Consejo de la Magistratura responsable de la selección de los candidatos y el envío al Presidente de una terna vinculante al efecto.

Los demás temas en debate abarcaron: la defensa de los derechos humanos y el derecho humanitario;  el rol de los partidos políticos como asiento de la democracia; los mecanismos de participación ciudadana, tales como el referéndum o consulta popular y la iniciativa popular; la libertad de expresión; el fortalecimiento de las garantías individuales mediante el amparo, el hábeas corpus y el hábeas data; la defensa del medio ambiente; el reconocimiento de la identidad étnica y cultural de los pueblos indígenas y sus derechos; los derechos del consumidor y del usuario; el régimen federal de gobierno, sus facultades originarias y las delegadas, la propiedad de los recursos naturales, el régimen financiero de la Constitución y la coparticipación de impuestos; el régimen municipal; la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires; la defensa y vigencia de la Constitución.

Todo ello produjo un riquísimo debate político, filosófico y jurídico, con un análisis comparativo de sistemas aplicados y de experiencias históricas propias y de otros países.

La metodología de consultas establecida condujo a visitas a todas las provincias, con entrevistas amplias y fructíferas con los gobernadores en ejercicio. Las provincias de Salta, Jujuy, San Juan, La Rioja y Córdoba habían producido o estaban en proceso de hacer la reforma de sus constituciones. Recalcaron la necesidad de descentralización y de reforzamiento del federalismo. En todos los casos se señaló la  importancia de preservar los principios de libertad y los derechos individuales reconocidos en  nuestra constitución de 1853.

El gobernador riojano, Carlos Menem, mostró su absoluto acuerdo con la importancia, necesidad y oportunidad de la reforma constitucional. Señaló en tal sentido que la constitución riojana había sido objeto de una reciente reforma por lo que era evidente su conformidad con la necesidad de adecuar el ordenamiento jurídico de la Nación a los más modernos principios constitucionales.

Formando parte de este proceso el Partido Peronista produjo varios encuentros, encabezados por la Comisión de Reforma Constitucional creada al efecto, en La Falda (mayo de 1987), Bariloche (junio del mismo año), Parque Norte (noviembre de 1987). En esta reunión se ratificó la conveniencia de dotar al país de una Nueva Constitución para los tiempos nuevos de la Argentina.

El Dr. Antonio Cafiero en el discurso de asunción del cargo de Gobernador de la Provincia de Buenos Aires adelantó su intención de reunirse con el Presidente de la Nación como paso inicial para una reforma integral y consensuada.

En su doble carácter de Gobernador y Presidente del Partido Justicialista suscribió con el Presidente de la Nación, el 14 de enero de 1988, un documento conjunto con las principales directrices de la reforma, la cual se estimó que podría realizarse conjuntamente con las elecciones presidenciales de 1989.

Sin embargo, ese año, en la competencia electoral por la Presidencia de la Nación, el Dr. Menen -candidato del partido peronista y a la sazón su presidente- sacó la reforma de la Constitución de la agenda política. Contrariamente, el partido radical ratificaba que La reforma parcial de la Constitución, en el sentido señalado por la Honorable Convención de 1987, es para la Unión Cívica Radical una de las piezas fundamentales del proyecto de democratización y modernización que está impulsando desde el 10 de diciembre de 1983.  

La llegada del Dr. Menem al gobierno abrió un paréntesis de cuatro años. 

Un nuevo acuerdo para legitimar la reforma

El nuevo capítulo se inicia el 23 de marzo de 1992, con un discurso del Presidente Menen, en el que relanza la reforma constitucional, reivindicando la búsqueda del consenso a expresarse en un nuevo pacto que conjugue principios del constitucionalismo liberal con principios del constitucionalismo social. Dos días después el plenario del Consejo Nacional de su partido se manifestó sobre la necesidad de la reforma. Se creó en su ámbito una Comisión de Juristas, que produjeron hasta junio de ese año tres documentos referidos a la necesidad de la reforma, a su oportunidad y a los contenidos de la misma. Si bien en este último trabajo existían significativas coincidencias con las conclusiones y propuestas de 1988, la actitud reformista del Poder Ejecutivo en ese momento tenía como único fin la conservación y el acrecentamiento del poder presidencial, que era sinónimo de reelección y que estaba subordinado a la estrategia electoral del oficialismo.

Con ese único sentido y alejado de los trabajos previos, un proyecto de declaración de la necesidad de la reforma fue enviado al Senado de la Nación.

Una buena parte de la sociedad y del espectro político del país se manifestó en contra; incluso no había uniformidad en el propio partido oficialista, lo que le dificultaba la obtención de los dos tercios de los miembros de cada Cámara requeridos. Esto llevó a negociaciones que  cambiaron los contenidos originales del proyecto, disminuyendo aún más su alcance y eliminando las propuestas para la conformación del Senado, así como la elección directa del Presidente. Solamente se incluía el acortamiento de mandato y se consagraba la reelección.  

La posición del radicalismo y su voto negativo se fundamentaba en los contenidos propuestos, y en la inoportunidad de la reforma por la falta de garantías jurídicas y políticas, que podían llevar al país a un callejón sin salida, por el modo en que se intentaba concretarla. 

Violentar la Constitución para reformarla, condujo y conducirá al desastre, advertía desde  otro partido político Pablo González Bergez.

En efecto, la Cámara de Diputados tenía una composición ampliamente adversa, lo que hacía imposible obtener los dos tercios establecidos en el Art. 30. El recurso previsto consistió en lograr la aprobación de una ley que fijara el alcance de la norma en dos tercios de los miembros presentes, lo que violentaba la letra y el espíritu del texto constitucional. Un segundo recurso del gobierno era la realización de un plebiscito. Ambos instrumentos estaban avanzados en su tratamiento, lo que deslegitimaría la convocatoria constituyente, situación con antecedentes históricos negativos que había que evitar.

El Dr. Raúl Alfonsín tomó la responsabilidad de reunirse con el Jefe del Ejecutivo, asumiendo lo que sería un alto costo personal y para la Unión Cívica Radical, pero que tiene la lucidez y el desprendimiento de un acto de gran contenido patriótico. La declaración firmada en Olivos establecía que las disposiciones a reformar, en función de los acuerdos que se vayan alcanzando y a las propuestas que se reciban de otros partidos o sectores políticos o sociales, una vez que sean aprobados por los órganos partidarios pertinentes, constituirán una base de coincidencias, definitivas algunas y sujetas otras –en cuanto a su diseño constitucional- a controversia electoral.

Alfonsín otorgaba al acuerdo el carácter de un nuevo hito de la consolidación de la democracia argentina, conjurando el daño irreparable que hubiera producido el plebiscito. Con el respeto, por parte del gobierno, de la mayoría de dos tercios de las Cámaras exigida por el Art. 30 de la Constitución Nacional se evitaba la deslegitimación del proceso y se recreaba el clima de acuerdo fundamental entre las fuerzas políticas mayoritarias con la participación de otros sectores políticos y sociales.

Una comisión mixta, integrada por los grupos de  especialistas de ambos partidos, retomaron las ideas y trabajos de 1988.

Tal como estaba previsto, se estableció un Núcleo de Coincidencias Básicas que incluía todas las cláusulas vinculadas con la atenuación del presidencialismo, el rol acrecentado del Parlamento, y el mejoramiento de la independencia y la eficacia del Poder Judicial. El tema de la reelección, prevista en los trabajos del Consejo, fue incluido admitiendo esta posibilidad para el presidente en ejercicio. En definitiva, iba a corresponder a la ciudadanía decidir con su voto sobre el próximo mandato presidencial.

El núcleo debía ser votado en su conjunto por sí o por no, lo que abrió nuevas controversias. Alberto García Lema, uno de los integrantes de la Comisión de Juristas del peronismo afirmaba, con razón, que la objeción al voto en bloque, por sí o por no, de la ¨cláusula sistémica¨ no ha reparado lo suficiente en que la finalidad esencial del Núcleo ha sido otorgar -por parte de un partido circunstancialmente mayoritario- al radicalismo y a otras fuerzas políticas y sociales, una garantía máxima de cumplimiento de un conjunto de reformas, entrelazadas e íntimamente vinculadas entre sí.  

El constitucionalista Miguel Padilla sostiene que la declaración de la necesidad de la reforma debe indicar con precisión el texto de las nuevas disposiciones o –al menos- contener una clara indicación de su sentido, orientación y alcance. Así lo impone un criterio lógico, pues de lo contrario la Convención Reformadora gozaría de poderes ilimitados y actuaría de hecho como un órgano soberano. Por otra parte…ha sido la postura asumida por los legisladores de 1860, 1866 y 1897; finalmente así se procedió con la casi totalidad de las iniciativas presentadas al Congreso de la Nación desde 1862.

Lo contrario significaría la posibilidad de desvirtuar la necesidad de la reforma expresada en la voluntad del Congreso al no  fijar sus fines y contenido.

Los restantes temas habilitados estaban ampliamente desarrollos en los trabajos del Consejo para la Consolidación de la Democracia y en documentos de la Comisión de Juristas. Personalmente, por las vías institucionales de mi partido, propuse la modificación del Art. 67, inc. 15, a fin de incluir el reconocimiento de la identidad étnica y cultual de los pueblos indígenas. Todos estos temas serían objeto de proyectos de los constituyentes y debatidos en  el seno de la Convención.

Obtenida la aprobación de los órganos decisorios de ambos partidos políticos la Declaración de la Necesidad de la Reforma fue aprobada en el Congreso Nacional.

Alcances de la reforma y su cumplimiento

Durante los tres meses de sesiones de la Convención hubo un trabajo arduo y un amplio debate de todos los temas. Cada cláusula fue votada por una amplia mayoría. Dos de ellos, el de defensa de la democracia y el reconocimiento de la identidad étnica y cultural de los pueblos indígenas, lo fueron por unanimidad.

La reforma significó un enorme avance en materia de derechos humanos, al otorgar rango constitucional a los tratados internacionales en la materia. Esto sólo valía la reforma constitucional, según expresión calificada del constitucionalista Germán Bidart Campos.

Todos los temas mencionados a lo largo de esta exposición fueron incorporados, con la excepción del Consejo Económico Social, que no tuvo tratamiento. Entre otros más, vale citar, sin ser exhaustivos, la inclusión de los derechos cívicos de la mujer y la autonomía universitaria.

La Constitución se juró el 24 de agosto de 1994, en el Palacio San José de Concepción del Uruguay como homenaje al Gral. Urquiza, el gestor de la Constitución Nacional de 1853, con la presencia de todos los Convencionales y miembros del gobierno. Es la expresión de la mayor representación política en el constitucionalismo del país.

Los logros y las deudas pendientes

La Nueva Constitución ratifica y amplía los derechos sociales del Artículo 14 bis y legitima el acto constituyente de 1957.

Es la constitución de los derechos humanos y humanitarios, de la ampliación de los derechos y garantías del ciudadano y de la ampliación de los mecanismos de participación política.

Estos instrumentos son operativos y se han sancionado leyes como, a título de ejemplo, las de presupuestos mínimos de protección ambiental,  la ley de bosques y otras que amplían el ámbito de aplicación específico. Pero hay ausencias muy importantes pese al tiempo transcurrido, como  la institución comunidad indígena o la figura de la propiedad comunitaria de la tierra, entre otras.

Muchas preguntas se plantean acerca de si se logró el propósito tan buscado de atenuar el presidencialismo. A poco de la sanción de la nueva Carta Magna, pareciera haberse iniciado un proceso de anti constitucionalismo.

La figura del Jefe de Gabinete de Ministros y el Consejo de la Magistratura no cumplen hasta ahora con el precepto constitucional que los creó. Las mayorías automáticas de ambas Cámaras del Congreso atentan contra la independencia de los poderes y debilitan la democracia y el sistema republicano de gobierno que se intentó reforzar.

Las obligaciones del Jefe de Gabinete hacia el Congreso no se cumplen y no le son exigidas con lo que se pierde la capacidad de control sobre el Ejecutivo que prevé la norma. Por otra parte, en la crisis política de 2001, de haberse interpretado y aplicado la opción de un Jefe de Gabinete de la oposición (co-habitación) hubiera podido evitarse el derrumbamiento de un gobierno y la sucesión traumática que pudo ser soslayada con un recurso constitucional disponible que no fue utilizado.

El Consejo de la Magistratura está regido por una ley inconstitucional que no respeta el equilibrio necesario de su composición, otorgándole al ejecutivo la capacidad absoluta de decisión, en el sentido contrario al objeto de su creación.

Se extralimita la delegación legislativa, y los decretos de necesidad y urgencia con los que se toman importantes decisiones de gobierno -cuya necesidad no está justificada- no pasan en revisión por la Comisión Bicameral que debiera tratarlas, con lo que se hace una delegación más, de hecho, de las funciones del Congreso avasallado por el Poder Ejecutivo.

La pregunta pertinente, entonces, parece ser: este resultado es la consecuencia de las prescripciones constitucionales o de su aplicación o falta de ella?

En mi opinión está claro que hasta que no tengamos independencia de poderes, respeto al estado de derecho, una acendrada cultura democrática de la que carecemos, y pongamos en funcionamiento como corresponde los institutos creados, estos no pueden cumplir su misión. La falta no es del instrumento sino de conductas políticas aberrantes y de ultrajes a la Constitución.

En este sentido, las formas de democracia semi-directa introducidas en la Constitución, como la consulta popular o el derecho de iniciativa, son una herramienta que permitiría avanzar en temas trabados en el Congreso Nacional pero hasta ahora no han sido utilizados. Existe, como se dijo más arriba, una  gravosa deuda del Congreso por la falta de sanción de leyes derivadas de la reforma. La más abrumadora es la ley de coparticipación federal de impuestos que debía ser sancionada antes de finalizar el año 1996. Esto ha significado veinte años de sometimiento de los gobiernos provinciales al discrecionalismo del gobierno central. Una vez más, necesitamos independencia del Congreso Nacional y un acuerdo federal entre los gobernadores que reclamen sus derechos en lugar de someterse y resignar soberanía.

Cuando todo esto suceda, funcionará entonces la Constitución Nacional y sus nuevos institutos, en un  creciente equilibrio de poderes que afianzará la república democrática que pretendimos contribuir a  mejorar y consolidar.

Para que haya democracia hacen falta demócratas, he ahí el camino.

 

*Convencional Nacional Constituyente de la Provincia de Buenos Aires,

  por  la Unión   Cívica Radical

  Presidente de la Comisión de Nuevos Derechos y Garantías.

 

 

 

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

EL FUTURO DE SALTA EXIGE UNA ARGENTINA FEDRAL por José Armando Caro Figueroa*

| 11 agosto, 2014

El mundo contemporáneo muestra multitud de ejemplos en donde los pueblos reclaman gobiernos más próximos, más representativos de la diversidad, más transparentes, y suficientemente controlados por los ciudadanos.

Aunque en Salta estas demandas no han alcanzado aún un peso determinante, hay indicios de que el régimen que nos gobierna desde Olivos y Las Costas no sintoniza con las nuevas exigencias cívicas.

Aumentan los salteños que reclaman reformas institucionales profundas. Cambios que terminen con los abusos; que arramblen delirios monárquicos; que garanticen una justicia independiente, eficaz y al alcance de todos; que pongan fin al centralismo que concentra el poder y lo aleja de las personas; que federalicen las estadísticas; que liquiden un régimen electoral tramposo que fabrica mayorías artificiales y condena a la insignificancia a las minorías.

La responsabilidad del unitarismo

Pero aun cuando los salteños, tras la cita electoral de 2015, comenzáramos las reformas democratizadoras, nuestro anhelo colectivo de una Salta justa y próspera en la que todos convivamos en paz y libertad, seguiría lejano.

Por una razón muy simple: Nuestro actual descontento -generado por altos niveles de pobreza, violencia y desgobierno, por carencias en materia de educación, urbanismo, salud, ambiente y seguridad-, guarda estrecha relación con el proceso que, violando la Constitución y los Pactos,convirtió a la Argentina en una república unitaria.

Salta no es dueña de su riqueza

Nuestra producción y nuestro trabajo resultan lastrados por una fiscalidad que desalienta el empleo decente, paraliza el desarrollo y articula un país que acumula poderes y riquezas en el centro donde radican, industrias, infraestructuras y oportunidades.

Cuando me refiero a la fiscalidad pienso no solo en los impuestos coparticipables sino en todas las vías a través de las cuales la Nación expropia a las Provincias. Tal es el caso del impuesto a las transacciones bancarias, o de las retenciones a las exportaciones de alimentos y combustibles. Pienso también en el impuesto inflacionario que ahoga a nuestros hogares y somete a las instituciones locales, y -como no- en el unitarismo que preside la política monetaria.

A su vez, las reglas que organizan tanto la explotación de gas y petróleo en suelo salteño, como la producción de biocombustibles y de energías alternativas, no satisfacen nuestros intereses, y están amenazadas de reformas unitarias que avanzan ante la inexplicada pasividad del Gobernador Urtubey.

La centralización del comercio exterior perjudica señaladamente a una provincia como Salta que, pese a su estratégica ubicación internacional, encuentra dificultades para colocar su producción en el exterior y para abastecerse de insumos importados. Desde Buenos Aires se protege o se abren fronteras mirando los intereses del centro, no los del norte argentino. Precisamos abatir este proteccionismo asimétrico, y desplegar una política comercial exterior activa y autónoma.

Empleo y relaciones laborales

El empleo en Salta tiene las limitaciones que ha revelado Jorge Paz. Superarlas, exige medidas de ámbito local y recuperar el control de los impuestos que retiene la Nación. Sin embargo, la decisión más importante radica en la construcción de una red de formación profesional en sintonía con la producción de alimentos, combustibles, minerales y servicios, y en la necesidad de preservar y mejorar las singularidades de nuestro modelo de familia.

Las relaciones colectivas de trabajo están presididas por la misma dinámica unitaria. Una lógica que ha convertido a los sindicatos locales en meras sucursales de los vértices porteños, y a los empleadores en convidados de piedra en la fijación de las condiciones de trabajo. Por tanto, federalizar la negociación colectiva y la acción sindical es también una exigencia de futuro.

La grave crisis de la educación salteña

Entender el pobre desempeño de nuestra educación requiere cuestionar el doble centralismo que, desde el Palacio Pizzurno y desde el Gran Bourg, priva a la escuela de espacios de autogestión, empobrece contenidos, impide promover cambios culturales, permanece impávido ante la violencia y la ruptura del pacto entre la escuela y la familia, impone itinerarios alejados de la realidad regional, y ha destruido la carrera docente. Aquí, como en casi todos los problemas que arrastramos, las soluciones pasan por recuperar para la Provincia competencias políticas y de gestión.

Producir y distribuir

¿Por qué razón Salta debe soportar en silencio la política agropecuaria e industrial impuesta por el Poder Ejecutivo Nacional? Se impone rechazar esta deriva unitaria y reivindicar para la Provincia el poder de regular la producción de alimentos y combustibles.

Corresponde a los salteños decidir qué, cómo y cuánto producir en función de los mercados internacionalizados. Somos nosotros quienes habremos de aprobar incentivos, gravámenes, salvaguardas ambientales, y vías de distribución de la riqueza producida. Apelando, cuando proceda, a laplanificación prevista en la Constitución Provincial.

Para eliminar la pobreza y fomentar la inversión y el empleo, así como para compensar impactos sobre el ambiente y las futuras generaciones, los gravámenes a la producción de alimentos y combustibles han de ser decididos y percibidos por las provincias productoras.

Federalismo político

La reforma constitucional de 1994, más allá de notables avances federalistas, contiene un sesgo unitario: El remplazo del Colegio Electoral como ámbito de elección del Presidente de la Nación, por el voto directo en régimen de distrito único. De aquí, y de otros factores, provienen el protagonismo de los Intendentes del cono-urbano bonaerense y la simétrica pérdida de peso político de las provincias históricas.

El giro federalistade Salta incluye exigencias para que la Nación resguarde nuestras fronteras y cierre caminos al narcotráfico. Y, por supuesto, comprende la descentralización provincial que ponga fin al unitarismo con eje en la ciudad capital.

Es cierto quenuestra historia registra ciclos de justificadatolerancia a la deriva unitaria. Ocurrió durante las guerras por la independencia y otras emergencias que imponían sacrificios a las provincias en beneficio de la Nación. En otros momentos era difícil hablar de federalismo cuando dependíamos de la ayuda nacional para subsistir.

Pero las cosas han cambiado de raíz. Salta tiene una enorme riqueza potencial, y está cultural, intelectual y políticamente madura para asumir responsabilidades de autogobierno. Por consiguiente, sin razones para continuar tolerandoel centralismo que nos ahoga y expropia, ha llegado la hora de remplazar al caudillo unitario por un Programa Democrático y Federalista.

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

HACER A LOS ARGENTINOS por Luis Alberto Romero*

| 2 agosto, 2014

 A fines del siglo XIX el Estado argentino encaró una tarea extremadamente compleja: hacer a los argentinos. Su instrumento principal fue la escuela, y su éxito constituyó uno de los logros más contundentes que la Argentina exhibió en su primer Centenario. Cien años después, la escuela deberá encarar un desafío similar: volver a hacer a los argentinos. Pero ahora, y a diferencia de hace cien años, deberá hacerlo en el contexto de una sociedad empobrecida y segmentada, y con el débil respaldo de un estado carcomido interiormente y escaso de ideas y proyectos.

Estado y educación en el primer Centenario

Desde las décadas finales del siglo XIX, la educación formó parte de las prioridades del Estado. Era aquel un Estado en construcción, dirigiendo una sociedad a la que la inmigración masiva estaba haciendo de nuevo. Los dirigentes políticos vivieron la circunstancia irrepetible de la “ingeniería social”: poder llevar adelante, sin fuertes oposiciones, un proyecto para la nación, en el que la educación tenía un papel fundamental.

En esa materia, se enfrentó con dos competidores. Uno era la Iglesia, que por entonces no tenía fuerza institucional suficiente para ofrecer una alternativa, aunque desde entonces se dedicó a construirla, y con éxito. El otro eran las organizaciones de las colectividades extranjeras, especialmente la italiana, preocupada por educar italianamente a los hijos de los inmigrantes. No era un problema menor, como mostró Lilia Ana Bertoni. La carta de triunfo del Estado fue ofrecer un servicio educativo a todas luces excelente. Las escuelas palacio de fines de siglo, que aún subsisten, son uno de los muchos ejemplos de esa preocupación. El Estado ganó la competencia con amplitud.

¿Cuáles eran las tareas que el estado asignaba a la educación en esa sociedad en formación? Lo básico es bien conocido: la enseñanza sería obligatoria, gratuita, común y laica. Se trataba de hacer un gran esfuerzo para ofrecer a todos los niños la misma posibilidad de una enseñanza excelente. Una enseñanza que los capacitara para desarrollarse en una sociedad competitiva, y que desarrollara en ellos la valoración del

esfuerzo y el trabajo, y la confianza en el reconocimiento del mérito. Una enseñanza donde los exámenes eran parte central del aprendizaje.

Pero había otra función: hacer a los argentinos. Los argentinos no nacieron en 1810, ni se hicieron argentinos espontáneamente, sino por obra del estado educador. Hasta la segunda mitad del siglo XIX el problema se limitaba a integrar en una comunidad nacional imaginaria a porteños, salteños o cuyanos. Pero desde entonces se complicó y amplificó, con la llegada de las masas de piamonteses, calabreses y napolitanos, gallegos, catalanes y andaluces, sirio libaneses, montenegrinos, suecos, suizos… Hacer a los argentinos, a partir de esa muchedumbre babélica, se convirtió en un problema central para el Estado, quien aceptó a regañadientes que los padres difícilmente se nacionalizarían -tales fueron los atractivos términos de la oferta inmigratoria- pero apostó a los hijos y a la escuela.

Allí, los hijos de los inmigrantes aprendieron la “lengua nacional”, la geografía nacional y sobre todo la historia nacional. Los hijos de inmigrantes, que en su casa hablaban con sus padres y abuelos, quizás en su lengua, sobre su pasado y sus tradiciones, aprendieron que su historia en realidad comenzaba en 1810, que su héroe patrio era San Martín, que personajes como Rivadavia, Rosas o Mitre eran parte de su historia y de sus problemas. Se trataba además de una historia moral, con un mensaje acerca de las instituciones y el valor de la ley, apoyada por una sólida enseñanza del civismo. De modo que además de argentinos, se formaron ciudadanos, aptos para reclamar sus derechos y ejercerlos. Un historiador se admira de la calidad de semejante “invención” historiográfica, y de la eficacia de su transmisión. Un ciudadano empieza diciendo: así se hizo la Argentina.

El proyecto escolar fue parte del proceso más amplio, complejo y espontáneo de construcción de una nueva sociedad, al que la educación contribuyó a moldear. El resultado fue una sociedad caracterizada por su capacidad para incorporar e integrar, a los migrantes externos, luego a los internos y finalmente a los de los países limítrofes. Lo hizo en primer lugar asegurándoles trabajo y oportunidades. Como no había tradiciones estamentales o de linaje, salvo en el estrecho sector de las elites, lo que se construyó fue una sociedad básicamente móvil, que a mediados del siglo XX había completado su democratización. Muchas veces se ha subrayado que la Argentina fue un país de clases medias, una singularidad en el contexto hispanoamericano. La idea es correcta, pero no en términos estáticos -una franja en una pirámide social- sino como imagen de una sociedad en la que los hijos normalmente estuvieron mejor que sus padres. La educación fue uno de los principales instrumentos de ascenso, y el estado puso al alcance de todos

una educación excelente.

Sociedad, Estado y educación hoy

Si comparamos aquella argentina con la actual, saltan a la vista dos grandes diferencias. De la integración y movilidad social hemos pasado a la polarización y la segmentación. Por su parte, el estado ha perdido su rumbo y su potencia, y ni puede ni sabe cómo modificar la situación actual. Si bien este cambio se incubó a lo largo del siglo XX, el gran quiebre se ha producido a mediados de la década de 1970.

A lo largo del siglo XX, el estado desarrolló una relación ambigua e impura con las grupos de intereses de la sociedad, y terminó convirtiéndose en un botín, disputado por corporaciones que habían colonizado sus oficinas y ministerios. En el caso de la educación, la principal es la Iglesia, que otrora tuvo la intención de convertir al estado en confesional, pero que desde mediados del siglo XX se concentró en desarrollar su propio sistema educativo, financiado por el estado, cuyo crecimiento ha acompañado la declinación de la escuela pública. La otra gran corporación son los gremios docentes, cuyos modos de funcionamiento constituyen hoy un serio problema para la escuela.

Pero además, desde 1975 y hasta hoy -con la salvedad de los años de Alfonsín, que al respecto fueron neutros- distintas políticas, con diferentes intenciones, coincidieron en un resultado común: desarmar el Estado, sus agencias, su funcionariado, sus normas, su ética, su capacidad de pensar. En la educación, esto se tradujo en el abandono de la función directriz del estado nacional y en la reducción de recursos presupuestarios, clara señal de que la educación había dejado de estar entre sus prioridades. Un caso típico fue el de la transferencia de las escuelas y colegios a las provincias, generalmente sin los recursos correspondientes. A eso se agregó, en los años noventa: la reforma educativa. Hubo en ella un esfuerzo valioso de actualización de los contenidos, pero se le agregó una reestructuración de los ciclos -la EGB, el polimodal- cuya necesidad no era evidente y cuyos costos fueron altísimos. Se sostuvo que era necesario un cimbronazo institucional, para que cada docente cambiara sus rutinas. Quizá sea así en otros contextos. Pero en la Argentina de los años noventa, lo que se hizo fue destruir lo que había sin tener los medios de construir algo nuevo. Esa fue la contribución más importante del Estado a la crisis de la escuela pública, a la que por entonces decidió considerar como la escuela de los pobres.

Con respecto a la sociedad, coexisten hoy tres mundos separados: una minoría muy rica, un gran sector de pobres y otro gran sector de clases medias, sobrevivientes de la vieja

Argentina, y tradicionales animadoras del viejo proyecto educativo. Entre estas clases medias, un sector muy amplio apreció tradicionalmente la calidad de la escuela pública y sobre todo valoró su carácter común y su contribución a la integración social y a la formación de ciudadanos. Su acelerado deterioro, notable en las dos últimas décadas, llevó a la mayoría de ellos a enviar a sus hijos a escuelas privadas; quizá no se entusiasman con sus orientaciones culturales ni se ilusionan con su nivel pedagógico, pero aprecian que al menos las clases se dictan. Esta deserción de las clases medias ha hecho una contribución importante a la crisis de la escuela pública, reservándola para quienes no pueden pagar otra.

La gran novedad de la sociedad argentina es la formación de un mundo de la pobreza. Al principio fue el resultado de la desocupación y la retirada del estado. Hoy es un mundo que tiene su propia lógica de reproducción y que no se disolverá simplemente con mayor oferta de empleo. En el mundo de la pobreza está desapareciendo la idea del trabajo regular, con todo lo que implica en términos de organización social, y la cultura del esfuerzo, el mérito y el logro han perdido su antigua significación. Por otra parte es un mundo donde el Estado legal tiene poca presencia, aunque la acción ilegal de sus agentes sea importante. Una zona gris, en los términos de Javier Auyero, en donde los términos de lo lícito y lo ilícito significan poco. Finalmente, es un mundo de renovado movimiento migratorio, proveniente de provincias argentinas y de países limítrofes. Un mundo babélico, de comunidades étnicas con una cierta tendencia a la autoregulación.

Qué hacer con la escuela

Paradójicamente, la escuela es una de las partes del Estado que mejor ha resistido el vendaval destructor. Que hasta cierto punto conserva su institucionalidad, su normativa, su personal, con una dosis de calificación y de ética burocrática. De hecho, un Estado en retirada le confía hoy a sus escuelas para pobres y a sus docentes la función de la inclusión, de la contención. Le pide infinidad de cosas: que alimente, que cuide de la salud, que se haga cargo de las situaciones familiares, y eventualmente que eduque. Ha habido, sobre todo en los últimos diez años, una decisión de subordinar las prioridades educativas a las de la inclusión y la contención, a costa de los valores del saber y el aprendizaje, del mérito, el logro y hasta el trabajo. Una buena función, sin duda, si solo se trata de una reproducción menos dolorosa y conflictiva del mundo de la pobreza.

Una transformación de ese mundo requiere otra política. Por cierto, la escuela no puede resolver el problema de la pobreza, pero tiene una función esencial en un proyecto más

amplio. Implicaría para la escuela un desafío no menor que el de 1900. Se trata de enseñar de modo tal que los niños pobres quieran hacer el esfuerzo de modificar ese mundo. Se trata de enseñar los saberes necesarios, que no son necesariamente los más actuales. Se trata de recuperar uno que, de manera sorprendente, la democracia ha radiado: la alfabetización constitucional, la enseñanza de la ley. Pero lo decisivo está en las prácticas, las actitudes y los valores. Hay que enseñar que ser alumno es un trabajo. Que se aprende con esfuerzo. Que en la enseñanza hay logros, y hay méritos que deben ser reconocidos. Y también exigencias, exámenes, estándares mínimos y promociones que no son automáticas. Varias corrientes pedagógicas han sembrado sospechas sobre estas palabras, pero con ellas se construyeron los buenos sistemas educativos, en el capitalismo y en el socialismo.

Finalmente, se trata de volver a atraer a la escuela pública a las clases medias que la han abandonado, ofreciéndole otra vez una enseñanza de tanta o más calidad que la escuela privada. Se trata de integrar a ellos y a los pobres en un universo común. Contra la corriente de una sociedad segmentada, se trata, otra vez, de hacer a los argentinos. Es un desafío tan grande como el que enfrentó la escuela de 1900 con los inmigrantes. Como entonces, es necesario en cualquier proyecto para la nación. Pero por supuesto, no es suficiente.

*El autor es historiador e investigador principal del CONICET

Comments
Sin Comentarios »
Categorias
PLURIMIRADAS
Comentarios RSS Comentarios RSS
Trackback Trackback

« Previous Entries

INGRESO

  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.org

BUSCAR

SUMARIO por categorías

COMENTARIOS

  • esteban lijalad en REPUBLICANISMO PARA EL ANTROPOCENO: ¿DÓNDE ESTÁS, CLÍSTENES?por Julie Wark* y   Daniel Raventós**
  • Juan Anselmo Bullrich en ENCUENTRO EN RAVENNA, A SETECIENTOS AÑOS DE LA MUERTE DE DANTE ALIGHIERI por Román Frondizi *
  • Juan Anselmo Bullrich en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*
  • Enrique Bulit Goñi en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*
  • Luis Clementi en MEDITACIONES EN TIEMPOS DE PESTE Y CUARENTENA por Román Frondizi*

SUMARIO mensual

  • diciembre 2022 (6)
  • noviembre 2022 (4)
  • octubre 2022 (2)
  • septiembre 2022 (1)
  • agosto 2022 (6)
  • junio 2022 (11)
  • marzo 2022 (16)
  • diciembre 2021 (8)
  • noviembre 2021 (6)
  • octubre 2021 (8)
  • septiembre 2021 (1)
  • agosto 2021 (9)
  • julio 2021 (4)
  • junio 2021 (2)
  • mayo 2021 (4)
  • abril 2021 (10)
  • marzo 2021 (4)
  • febrero 2021 (10)
  • diciembre 2020 (9)
  • noviembre 2020 (8)
  • octubre 2020 (1)
  • septiembre 2020 (5)
  • agosto 2020 (6)
  • julio 2020 (5)
  • junio 2020 (3)
  • mayo 2020 (6)
  • abril 2020 (2)
  • marzo 2020 (2)
  • febrero 2020 (8)
  • diciembre 2019 (8)
  • noviembre 2019 (11)
  • octubre 2019 (2)
  • septiembre 2019 (8)
  • agosto 2019 (9)
  • julio 2019 (1)
  • junio 2019 (9)
  • mayo 2019 (3)
  • abril 2019 (4)
  • marzo 2019 (10)
  • febrero 2019 (2)
  • enero 2019 (4)
  • diciembre 2018 (7)
  • noviembre 2018 (3)
  • octubre 2018 (11)
  • septiembre 2018 (6)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (28)
  • junio 2018 (8)
  • mayo 2018 (2)
  • abril 2018 (5)
  • marzo 2018 (5)
  • febrero 2018 (1)
  • enero 2018 (7)
  • diciembre 2017 (6)
  • noviembre 2017 (3)
  • octubre 2017 (9)
  • septiembre 2017 (5)
  • agosto 2017 (2)
  • julio 2017 (4)
  • junio 2017 (6)
  • mayo 2017 (12)
  • abril 2017 (6)
  • marzo 2017 (7)
  • febrero 2017 (6)
  • enero 2017 (10)
  • diciembre 2016 (9)
  • noviembre 2016 (9)
  • octubre 2016 (14)
  • septiembre 2016 (14)
  • agosto 2016 (13)
  • julio 2016 (19)
  • junio 2016 (9)
  • mayo 2016 (25)
  • abril 2016 (9)
  • marzo 2016 (16)
  • febrero 2016 (14)
  • enero 2016 (3)
  • diciembre 2015 (17)
  • noviembre 2015 (12)
  • octubre 2015 (14)
  • septiembre 2015 (19)
  • agosto 2015 (6)
  • julio 2015 (5)
  • junio 2015 (2)
  • mayo 2015 (7)
  • abril 2015 (10)
  • marzo 2015 (4)
  • febrero 2015 (10)
  • enero 2015 (6)
  • diciembre 2014 (5)
  • noviembre 2014 (9)
  • octubre 2014 (12)
  • septiembre 2014 (9)
  • agosto 2014 (11)
  • julio 2014 (22)
  • junio 2014 (1)
  • mayo 2014 (6)
  • abril 2014 (6)
  • marzo 2014 (4)
  • febrero 2014 (7)
  • enero 2014 (4)
  • diciembre 2013 (3)
  • noviembre 2013 (4)
  • octubre 2013 (5)
  • septiembre 2013 (3)
  • agosto 2013 (7)
  • julio 2013 (7)
  • junio 2013 (4)
  • mayo 2013 (8)
  • abril 2013 (14)
  • marzo 2013 (12)
  • febrero 2013 (8)
  • enero 2013 (6)
  • diciembre 2012 (6)
  • noviembre 2012 (7)
  • octubre 2012 (4)
  • septiembre 2012 (15)
  • agosto 2012 (15)
  • julio 2012 (14)
  • junio 2012 (19)
  • mayo 2012 (11)

 
 
 
 
 
 


© 2012 Con-texto


Diseño y desarrollo : www.juroky.com.ar

rss Comentarios RSS valid xhtml 1.1 design by jide powered by Wordpress get firefox