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¿QUIÉN FUE EL GOLPISTA EN BOLIVIA? – Por Luis Alberto Romero*

Con-Texto | 28 noviembre, 2019

¿Hubo en Bolivia un golpe de Estado? Son muchos los que han limitado a este punto toda su preocupación por la compleja y dramática situación de Bolivia. Podía descontarse la opinión del arco “bolivariano” local. Más llamativa es la de quienes no pertenecen a él y adhieren a un concepto cuyo único referente es el Diccionario de la Corrección Política. 

¿Quién fue el autor del golpe de Estado en Bolivia? Para contestar esta pregunta, no tan obvia como parece, conviene precisar primero qué es exactamente un golpe de Estado. La respuesta no está en los diccionarios, sino en la exploración de los usos de esa fórmula hasta nuestros días. 

“Golpe de Estado” comenzó a usarse en el siglo XVII, con sentido similar a “golpe palaciego”. Por ejemplo, Catalina de Médicis fue una golpista consumada: así como liquidaba a un favorito, asesinaba a su hijo rey y masacraba a miles de protestantes. En el siglo XIX, en tiempos de gobiernos constitucionales, y acercándose a nuestro uso, la expresión designó a una acción palaciega que interrumpía la normalidad constitucional. Es lo que hizo Napoleón Bonaparte en 1799, y también su sobrino Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la República electo en 1848, quien en vísperas de concluir su mandato -sin reelección-, disolvió las cámaras y se hizo plebiscitar como emperador. Muchos escribieron entonces sobre el “coup d’état”, y entre ellos Carlos Marx, en su extraordinario estudio histórico “El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte”. 

En el siglo XIX hubo otro tipo de interrupciones constitucionales, que fueron llamadas “revoluciones”, como la de 1789. En Francia ocurrieron en 1830, 1848, 1871, y sucedieron de manera bastante parecida. Luego de un período previo de agitación, un día el “pueblo” salía a la calle, construía barricadas y pedía el cambio del gobierno o del régimen. Inicialmente el ejército los reprimía, había muertos y heridos, hasta que finalmente alguien le decía al monarca algo así como “esto no va más”. 

Las cosas van muy mal en Bolivia, y me temo que irán peor. A esta altura, si hubo o no golpe es una circunstancia menor en el cuadro de conjunto. No sirve para entender uno de los problemas actuales de la democracia: cómo los gobiernos pueden fluir, mediante pequeños golpes de Estado, de la democracia hacia el autoritarismo democrático y de allí hacia la dictadura. 

En España y en América Latina, donde la movilización popular era menor, predominó el “pronunciamiento” o “cuartelazo” militar, una práctica que se extendió durante el siglo XX, ya con una política democrática asentada y compleja. De entonces data el binomio “democracia-golpe de Estado”, que hoy domina en el sentido común. Más allá de las sustanciales diferencias entre los distintos casos, existe un mínimo común del golpe de Estado, precisada por Carlos Barbé en el “Diccionario de política” de N. Bobbio. Según señala, el “golpe de Estado” es el que se da desde el Estado, por quien tiene la capacidad de usar sus instrumentos. 

De modo que un golpe de Estado no es necesariamente militar, aunque esto ha sido frecuente en América Latina, aunque siempre es un golpe palaciego, realizado desde el poder. Quizá convenga observar el caso boliviano desde esta óptica y preguntarnos si corresponde calificar de golpistas a las fuerzas armadas -según la vieja tradición hispana y latinoamericana- o quizás al presidente Morales, actuando en la senda trazada más antiguamente por los dos Bonaparte. 

Sabemos que Bolivia es un país complejo, lleno de conflictos que no encajan bien con la forma institucional democrática. También, que en catorce años de gobierno Morales ha transformado muchas cosas, buscando esa adecuación institucional y dándole un sentido inclusivo y equitativo. Todo ello explica el amplio apoyo que tuvo, hasta 2016.

Para el caso, el problema no son sus méritos sino su deseo de perpetuarse, más allá de lo establecido en la nueva Constitución, y de lo que la ciudadanía boliviana podía aceptar. Comenzó con una serie de violencias sucesivas en el sistema institucional, que suscitaron la protesta de la minoría opositora pero no cambiaron la opinión de los dos tercios restantes. 

Las instituciones fueron cediendo ante la ley de la mayoría. Comenzó en la propia Constitución de 2006, donde se estableció que su primer mandato no se computaba. A poco de comenzar el tercero, en 2016, convocó a un referéndum que lo autorizaba a presentarse por cuarta vez. Rechazada por el plebiscito, la enmienda fue aprobada por el Tribunal Constitucional, por tratarse de un “derecho humano”. Luego de la elección, y ante el cariz del escrutinio, el Tribunal Electoral le permitió realizar un fraude grosero. En suma, una serie de golpes de Estado precisos, posibilitados por la mayoría de su partido en el Congreso pero, sobre todo, por el progresivo control de las dos altas instituciones fiscalizadoras. 

La ciudadanía de Bolivia, disconforme con la anulación del referéndum, confió en corregir las cosas mediante el gran instrumento democrático: el sufragio. El fraude desencadenó una movilización al estilo de las “jornadas” parisinas del siglo XIX, en las que se sumaron los opositores de siempre -un tercio recalcitrante, por buenas o malas razones- y quienes en la ocasión cesaron en su apoyo a Morales.  Los que lo siguen apoyando, que son muchos, no reaccionaron rápidamente y dejaron el control de la calle a los opositores, cuyos reclamos iban desde nuevas elecciones a la renuncia de Morales. Entre ellos había muchos policías, que decidieron abstenerse de intervenir. 

En este contexto se produce el episodio decisivo de la controversia. Morales pide a  los jefes militares que se hagan cargo de imponer el orden y estos se niegan. ¿Desacato, o simplemente darse cuenta de que la situación no daba para más, y negativa a convertirse, como en octubre de 2003, en los carniceros de la Plaza Murillo? 

Por otra parte, se aduce que los militares sugieren, aconsejan o piden a Morales que renuncie. Este es el centro de la argumentación sobre el golpe. Lo cierto es que, después de sugerirle la renuncia, no hicieron nada más; no ocuparon el poder y se limitaron a esperar una solución política e institucional.  No hubo golpe.

Aconsejar es la obligación de un funcionario consciente, ante una orden sin sentido o que transgrede la ley. Esto valió desde en “concilium” que el vasallo debía al señor feudal hasta el “advice” de un primer ministro británico al rey. Es importante pero no imperativo. No parece algo propio del viejo golpismo pretoriano sino, por el contrario, un signo de moderación y responsabilidad.

Responsabilidad es lo que faltó a Morales. Debió haber buscado una negociación  a tiempo, como hicieron Lenin Moreno o Piñera. Luego, cuando decidió dejar el cargo, debió esperar a que se aceptara su renuncia y entregar el mando. Eligió irse, junto con todos los que le seguían en la línea sucesoria, dejando al Estado sin conducción. Es lo peor que le puede pasar a un sistema institucional y la más clara invitación al golpe militar. 

Eso, y la posterior victimización, urbi et orbi, culminó la triste gesta de este golpista serial. La completan quienes, ignorando la película, congelan un cuadro y declaran “acá está el golpe”. 

Las cosas van muy mal en Bolivia, y me temo que irán peor. A esta altura, si hubo o no golpe es una circunstancia menor en el cuadro de conjunto. Pero una parte importante de lo que ya está sucediendo le corresponde a la narración de los sucesos, a la que contribuyen los “bolivarianos” y también los “correctos”, atados a una rígida clasificación binaria. Además de ser políticamente contraproducente o negativa, no sirve para entender uno de los problemas actuales de la democracia: cómo los gobiernos pueden fluir, mediante pequeños golpes de Estado, de la democracia hacia el autoritarismo democrático y de allí hacia la dictadura. 

*Historiador

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Editorial  18-11-19

Con-Texto | 21 noviembre, 2019

Lectores de con-texto:

 

Todos deseamos un futuro mejor. Si miramos el nivel de descontento que se manifiesta en las calles, tanto en países de nuestra zona como en  distintos lugares del mundo,  el  murmullo de la frustración  se ha convertido  en clamor.  Ese grito ahogado por la postergación es ya un estruendo imparable que demanda reconocimiento.  Remitiéndonos a Spinoza, la potencia de la multitud  -que hoy marcha llenando las plazas y principales arterias de las ciudades-  en su cohesión es capital y potencia política. Su fuerza es la diversidad de los individuos que la integran,  ya que su  individualidad no se pierde en la multitud porque los une la búsqueda del bien común y  la satisfacción de sus reclamos.

Cuando la gente se levanta para exigir mayor equidad y para que la justicia social no sea una mera declamación, no produce desorden o caos social sino va en busca de un nuevo orden que comprenda a más.  Si recorremos la historia a pesar de sus  tropezones y retrocesos,  cada revuelta significó más incluidos.

Ya nadie pide protección del señor feudal,  ni nadie dice gobernar por derecho divino o por sucesión  hereditaria. Los principios de la Revolución Francesa de Libertad, Igualdad y Fraternidad no se dieron de un día para otro ni  fue un camino alfombrado de  rosas sino manchado de sangre de las  muchas cabezas que rodaron.  Aunque  las ideas quedaron  y fueron haciéndose carne. 

El progreso y el desarrollo humano fue el resultado del combate por la igualdad y por la educación. 

Proudhon y Marx entre otros, con las ideas del siglo XIX frente a la revolución industrial,  pusieron de relieve la explotación que la burguesía ejercía sobre las clases proletarias. Como una zancadilla de la historia fueron atrozmente  implementadas  por la Revolución Rusa  que fue sanguinaria y feroz,  pero otra vez las ideas  permanecieron.  Así como también  las luchas de anarquistas, socialistas  y sindicalistas que poco a poco fueron cambiando el estado de las cosas. Todo fue un lento y doloroso  derrotero que  con el tiempo mejoró las condiciones de trabajo en las fábricas. Se apartó a los niños de esas tareas para que ocuparan su lugar  en  la escuela y así poder  educarse y jugar. Se acortaron los extensos horarios de trabajo, considerando  tiempo de descanso y otros derechos que fueron sumándose. Aunque hoy se vulneren  no se borran  de la conciencia colectiva.

Por eso es lícita la exigencia de  poder estudiar, tener acceso a la salud, a una alimentación y vivienda dignas, a contar con tiempo de descanso y de recreación y un Estado presente para garantizar esos derechos.

Hoy los niveles de concentración de cifras inimaginables de capital financiero y poder  en  pocas manos sofoca la posibilidad de crecimiento de cualquier esperanza. La  desigualdad es un instrumento de gestión  de la sociedad  que se presenta como necesaria  o natural pero cuyo principio o justificación responde a una ideología. Si para estudiar o tener acceso a una medicina de buen nivel hay que ser rehén de créditos otorgados por los bancos a tasas impagables, se vuelve a una situación de esclavitud  que creíamos abandonada en un escalón de la historia.    No hay meritocracia posible – otro mito instalado- cuando no hay igualdad de  oportunidades. 

En  nuestro país que supo tener una educación que equiparaba oportunidades y  una atención sanitaria  de excelencia al alcance de los que lo necesitaran, estos servicios brindados por el Estado poco a poco se fueron  desmoronando tanto en la calidad de  la enseñanza  como en la de  la  salud pública. Se obliga a los ciudadanos no sólo a pagar  una alta carga impositiva, sino a contratar  servicios privados tanto en educación como en salud.  No todos pueden,  siendo este otro factor que genera desigualdad.

Como  casi no existen comunidades de trabajadores organizados por un reclamo, un estilo de vida y similitudes culturales, la multitud toma la calle.  Esa ausencia de empatía de individuos aislados, precarizados, sin trabajo o unidos por terminales que son nodos en una red, marcha pacíficamente codo a codo y suple ese aislamiento. Lamentablemente  grupos organizados para producir destrozos desvirtúan sus demandas.  Pero aunque hacen daño son pocos personajes que no se sabe a quién responden,  comparados con las multitudinarias marchas.

Ya no hay más paciencia para gobernantes autócratas, ni para ajustes que impliquen postergar  el deseo limitando la vida a una sucesión de privaciones. Ni paciencia para contemplar la obscena acumulación de riqueza de unos pocos.  

El futuro está inscripto en el presente y sólo asoman  los primeros avances. Trayecto con innumerables bifurcaciones y diversos grados de imprevisibilidad.   Es de esperar que las élites que detentan el poder sepan avizorar a tiempo el peligro que se les avecina y que la respuesta no sólo sea ciegas represiones que no hacen más que agregar presión  al  enojo de la multitud.

 

Ernestina Gamas

    Directora

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CÍRCULOS VICIOSOS II por  Carlos Gabetta*

Con-Texto | 20 noviembre, 2019

 

Fuente: Diario Perfil

La situación política latinoamericana es hoy un cristal fragmentado país por país, pero con una línea de continuidad que separa a gobiernos neoliberales de gobiernos populistas autodenominados “de izquierdas”. Con variantes, ambos modelos vienen fracasando en algo que hoy, en tiempos de internet y telefonía celular, deviene la aspiración de crecientes mayorías populares: legalidad republicana, pero también mayor equidad social, basada en un desarrollo económico sustentable y medidas anticorrupción, ya sea estatal, política, sindical o privada. Respecto a esto último, un gravísimo problema en muchos países, ningún gobierno, alianza o partido –Perú es la excepción– pasa de vagas declaraciones, cuando no insiste en el ocultamiento o la paranoia política. En Argentina, es el caso tanto del presidente Macri como del candidato electo Alberto Fernández respecto a los juicios que enfrenta su compañera de fórmula.

Así, en casi todos los países un 30/40% de los votantes oscila del neoliberalismo al populismo, según el gobierno vigente responda o no a esas aspiraciones. En los extremos, 30% de los respectivos adherentes se encierran, unos en consideraciones de clase y otros en sacrosantas banderas nacional-populares que acaban eximiéndolos, cada uno en su estilo, del respeto a los códigos republicanos, éticos y morales. Del liberalismo en crisis el ejemplo es Chile, un país que desde el fin del pinochetismo fue, junto a Uruguay, el modelo regional de respeto republicano y estable desarrollo económico. Pero a pesar de que la alternancia al liberalismo fue la socialdemocracia y no el desmadre populista, Chile acabó siendo uno de los diez países más desiguales del mundo. Bolivia es el ejemplo opuesto: un gobierno populista de buena gestión económica y social, que acabó violando sus propias leyes y hasta apelando al fraude para perpetuarse. La declaración de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb), previa al pronunciamiento militar-policial que acabó en la renuncia de Morales, lo resume: “Presidente Evo: ya hiciste mucho por Bolivia, mejoraste la educación, salud, le diste dignidad a mucha gente pobre. Presidente, no dejes que tu pueblo arda ni te lleves más muertos por encima, presidente. Todo el pueblo te va a valorar por esa posición que tienes que tener y la renuncia es inevitable compañero presidente. Tenemos que dejar en manos del pueblo el gobierno nacional”(https://desinformemonos.org/bolivia-un-levantamiento-popular-aprovechado-por-la-ultraderecha/).

Es ingenuo o de mala fe negar que la agitación provocada por la ilegal tozudez de Morales en candidatearse y sus maniobras posteriores fueron aprovechadas por la derecha y sus contactos militares, policiales y mediáticos; pero discutir si hubo o no Golpe de Estado no tiene mayor sentido. Morales y el MAS suministraron todos los elementos para las divisiones internas, la agitación popular y las eventuales conspiraciones que acabaron con su gobierno. Resulta más atinado preguntarse qué hubiera ocurrido si Evo hubiese obedecido las reglas. Un candidato designado por él mismo podría haberle sucedido en elecciones limpias. De perderlas, devendría en fuerte oposición, con buenas perspectivas para la próxima, vistos los fracasos planetarios del liberalismo. Cristina Fernández, que no dejó una herencia en conjunto positiva, sino muy negativa, lo logró en Argentina pocos años después. El miércoles 13, al escribirse este artículo, la ultraderecha aprovechaba el vacío de poder provocado por las renuncias en la línea sucesoria y el exilio de Morales. Jeanine Añez, una abogada que prometió elecciones “lo más pronto posible” agitando una enorme Biblia, se autoproclamaba presidenta con la aprobación de solo un tercio del Senado, ya que el MAS, la mayoría absoluta, no se presentó. William Kaliman, el jefe del ejército que había “aconsejado” a Morales que renunciase, le colocó la banda presidencial. El Tribunal Constitucional avaló el proceso; así como Donald Trump. El principal apoyo cívico de Añez, Luis Fernando Camacho, el fulgurante líder cívico y empresarial que encabezó a la oposición más dura a Morales, también agita la Biblia y hasta se arrodilla a rezar en actos públicos. Ya lo llaman “el Bolsonaro boliviano”… (La Nación, 12-11-19). La liberación de Lula en Brasil, al cabo de un manejo judicial esperpéntico de las acusaciones en su contra, torna a plantear allí una situación semejante en conflictos políticos, judiciales y agitación callejera. En Uruguay, la habitual ejemplar excepción a la regla, es posible que la derecha torne este mes al gobierno democráticamente, en un contexto económico estable. En este contexto, cabe preguntarse qué rumbo asumirán tanto el nuevo gobierno como la oposición en Argentina, un país que sigue respetando la alternancia, pero donde la caldera social está al borde del estallido. A falta de síntesis progresista, campo orégano para el evangelismo cívico y/o militar; la derecha pura y dura. Ya lo estamos viendo en varios países de la región.

*Escritor y periodista. Club Político Argentino.

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EL GRAN GANADOR DE LAS ELECCIONES HA SIDO EL MITO DE LA NACIÓN CATÓLICA por Loris Zanatta*

Con-Texto | 17 noviembre, 2019

¿Quién ganó las elecciones argentinas? El primer ganador, dicen todos, es la democracia. Cierto: pacíficas, regulares, abren el camino a una transición ejemplar. Se dirá: ¡pero es normal! Sí, pero dada la historia y el entorno, parece un milagro. Cuidado, sin embargo: la democracia es un juguete delicado, basado en equilibrios frágiles: el voto garantiza el gobierno de la mayoría; la Constitución protege los derechos de las minorías. Ay de romperlos.

Ni tendríamos que recordarlo, si los peronistas no provieneran de toda otra escuela. Surgidos de una cepa ajena y hostil a la democracia liberal, tienden a interpretar la victoria electoral como un mandato divino, como el éxodo de la esclavitud a la tierra prometida. Por eso a menudo se olvidaron que el Estado no es su hogar, el dinero público no es su patrimonio, el poder judicial no es su espada redentora, los medios de comunicación no son las herramientas de su catequesis. Si no repetirán ese guión, entonces sí que habrá ganado la democracia. De lo contrario, será lo mismo de siempre. El nuevo presidente se ha definído “un liberal de izquierda”: gracioso, dicho por un peronista, familia política nacida por combatir al liberalismo; pero tomémosle la palabra: dicen que los caminos del Señor son infinitos. Ciertamente, ningún liberal admitiría jamás los abusos del pasado.

El segundo ganador es el peronismo. Pero todos se preguntan: ¿cuál de los dos Fernández gobernará? O sea: ¿qué peronismo ha ganado? No es ningún bizantinismo. El peronismo de Alberto, simplifiquemos, es el peronismo de Perón; coherencia y tolerancia no son su punto fuerte, pero no desdeña la política y sus compromisos; detesta el capitalismo pero sabe que tiene que lidiar con él; desprecia la globalización, pero es conciente que la autarquía es contraproducente: es un peronismo cínico, pero pragmático. El peronismo de Cristina es el peronismo de Eva: milenario, maniqueo, redentor; es una comunidad de fieles ansiosos por lanzar cruzadas; ven la política como un campo de batalla, la cultura como arma de conversión, la política exterior como arma de evangelización; es un peronismo ideológico: al creer supremos sus fines, considera lícitos todos los medios. Lo más probable es que ambos quieran gobernar, cada uno a su manera; que comenzarán repartiendose espacios y poderes y terminarán disputándose la presa más codiciada: la fe, la propiedad de la doctrina, la herencia del “verdadero” peronismo. Algunos sacudirán la cabeza: ¡la sartén o el fuego! No sabría cómo consolarlos.

El tercer ganador es el Papa: solo él podía unificar el peronismo, la clave del éxito. El frenético activismo eclesiástico en la campaña electoral lo dice todo: la Iglesia ha liderado la “reconquista”. Se han visto escenas de otros tiempos, indignas de un estado laico. ¿Acaso Macri y los macristas eran “moros”? Ni hablarlo. Es que así predíca la “teología del pueblo”: los “verdaderos” argentinos son los “pobres”, custodios de la religiosidad popular, del alma pura de la nación corrompida por las clases medias secularizadas, las “clases coloniales”. Y la casa y la Iglesia de los “pobres” es el peronismo, en los saecula saeculorum. Amén. Así que el Papa ganó: pronto rendirá homenaje a los argentinos concédiendoles la visita que hasta ahora les había negado; volverá como triunfador: la patria está redimida. Pero ahora viene la parte más delicada: era fácil unir a los fieles contra el diablo liberal y capitalista; será más difícil mantenerlos unidos en la prosaica tarea de gobernar, cuando se impondrán decisiones dolorosas y un baño de realismo.

El cuarto ganador, ¿como no verlo?, es Nicolás Maduro. Crecen los países que hasta ayer querían su cabeza y ahora están listos para perdonarle todo. Desalentador e inmoral, pero cierto: el eje panlatino que el chavismo había conducido al abismo, resurge de las cenizas. ¿Tolerará los crímenes del gobierno bolivariano y el fraude electoral boliviano? ¿Guardará silencio sobre las atrocidades sandinistas y aplaudirá al paraíso cubano? Muy probable. Después de todo, es normal que sus riendan estén en las manos de un peronista argentino y un (ex) priista mexicano: está en el pedigrí del nacionalismo de ambos países.

¿Qué pasará ahora? Algunos piensan, o se ilusionan, que Alberto hará lo mismo que Menem: abrirse al mundo y al mercado para estimular el crecimiento y la modernización. Sueñan. En los Noventa acababa de colapsar el comunismo, el viento liberal soplaba con fuerza, el peronismo de Eva boqueaba; más que una opción, unirse al consenso de Washington era una obligación. Hoy es todo lo contrario: la democracia está en crisis, el populismo crece, la globalización retrocede, el peronismo de Eva husmea la venganza. Y además hay un papa argentino. Saquen las conclusiones.

Por lo tanto, hay buenas razones para creer que el gran ganador de las elecciones sea el mito de la nación católica, la idea de que antes y por encima de las leyes y la Constitución hay un “pueblo mítico” imbuido de ética cristiana a quien las leyes y la Constitución deben responder para ser legítimas ¿Por qué sorprenderse? Siempre gana! Y cuando no gana, es tan fuerte como para inducir los adversarios a respetarlo. Así que el nuevo gobierno tendrá que desentrañar la terrible maraña adaptándose a los preceptos de ese mito, que exalta a “los pobres”, lucha contra “el capital”, odia “el mercado". Enhorabuena! Tan pronto como Alberto, más por necesidad que por convicción, tome medidas que el evangelio no contempla pero la realidad impone, un obispo lo retará desde el púlpito y los “pobres” desde la plaza. Son setenta años que el mito funciona de esa manera.

O no, o algo está cambiando en el subsuelo de la sociedad argentina. Porque en realidad, el derrotado también salió en cierta medida ganador! El que menos uno esperaba: Mauricio Macri! O si no él como persona, la Argentina más laica y cosmopolita. ¿Quién hubiera dicho, después de las PASO, que habría opuesto una resistencia tan fuerte? Se dirá: el mapa electoral de hoy es grosso modo el de 1946; la Argentina secular de las ciudades sucumbió a la Argentina peronista del conurbano y de las provincias inmersas en una eterna cristiandad hispana. Es cierto. Pero es llamativo que el peronismo unido no alcance la mayoría absoluta: su “pueblo” no es ya tan “mítico”, no expresa ninguna “hegemonía”, no tiene el poder omnímodo que tuvo. Esto le viene bien a la democracia argentina.

*El autor es profesor de Historia de América latina en la Universidad de Bolonia.

 

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DEMOCRACIAS DEFRAUDADAS EVO MORALES: INCLUSIÓN Y PERSONALISMO por Maristella Svampa*

Con-Texto | 17 noviembre, 2019

Resulta difícil escribir sobre Bolivia y el sorpresivo final del gobierno de Evo Morales. No solo por el inmenso dolor que produce el escenario de violencia y confusión política que se está viviendo, sino también por los crispados debates que surcan la interpretación de estos hechos, algunos apenas consumados y otros todavía en proceso. Ante ello, quisiera avanzar en un par de reflexiones.

La primera refiere a las características del gobierno de Evo Morales, que arrancó en 2006. Nacido de las entrañas de los movimientos sociales, este significó por primera vez el ascenso de un presidente campesino-indígena, en uno de los países más pobres de la región. Evo Morales tuvo muchos logros: redujo la pobreza, aumentó el consumo, fortaleció el Estado, supo captar la renta extraordinaria de sus commodities y, sobre todo, transformó a un país elitista y racista, gobernado por unas veinte familias, en un país más plural y democrático.

Como todos los populismos, fue democratizador e incluyente, pero al mismo tiempo reforzó los elementos corporativos preexistentes. Al calor del proceso de personalización del poder y la tentación creciente del cierre de los canales de pluralismo, el gobierno fue derivando en un modelo de dominación más tradicional. Con los años, aquellas promesas de defensa de la Pachamama y creación del Estado Plurinacional se fueron diluyendo, como por ejemplo el caso del conflicto en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure –TIPNIS– área protegida de Bolivia, en 2011, por la carretera, que fue un parteaguas. Al mismo tiempo el oficialismo generó una división en el frente indigenista y campesino.

Pero el mayor punto ciego de Evo Morales fue el afán reeleccionista. Ya en 2016, al dejar de lado el resultado del referéndum que le negaba la posibilidad de volver a presentarse como candidato presidencial, Evo se disparó un tiro en el pie. En las elecciones del 20 de octubre pasado, la denuncia de irregularidades y manipulación, reportados no solo por la auditoria de la OEA, sino también por aquella contratada por el Órgano electoral y otra de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), fueron claras al respecto. Ahí, nuevamente, el gobierno reforzó el discurso negacionista y desestimó el rechazo creciente de vastos sectores sociales.

La segunda reflexión refiere a las fuerzas sociales movilizadas. Ciertamente, los sectores que salieron a la calle a recusar los resultados de las elecciones son heterogéneos, desde clases medias urbanas, que apoyan al opositor Carlos Mesa, hasta organizaciones indígenas y sectores críticos de izquierda. Aunque diversa en sus orígenes, la insurrección pasó a ser comandada cada vez más por un nuevo liderazgo de extrema derecha encarnado por Luis Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, en alianza con la policía. Sucedió entonces lo inesperado. Gracias a los errores y abusos del oficialismo, cuyo triunfo electoral era sospechado por justas razones, sectores abiertamente antidemocráticos y racistas, se apropiaron del discurso de “defensa de la democracia”. La salida insurreccional se fue configurando así en un golpe de Estado, una “contrarrevolución”, para decirlo en los términos de los periodistas Pablo Stefanoni y Fernando Molina, lo que dejó a Bolivia más polarizada que nunca y al borde de la guerra civil.

El derrocamiento de un gobierno democrático en Bolivia abre a una serie de interrogantes sobre el escenario político actual. La primera refiere a lo sucedido con los progresismos realmente existentes en América Latina, cuyo balance –ambivalente y desigual, según los países– todavía es objeto de grandes disputas. La crítica y autocrítica es hoy más necesaria que nunca, al calor de lo que sucede en Bolivia y otros países también (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, entre otros).

Segundo, lo novedoso en América Latina es la fragilidad del escenario político emergente, que viene acompañado por la amenaza de un backlash, de una reacción virulenta en contra de la expansión de derechos, capaz de desplegarse de modo muy rápido a través de peligrosas cadenas de equivalencia, que engarza tanto con las derechas tradicionalistas como con los fundamentalismos religiosos. Hay que registrar también la rapidez con la que se producen las transformaciones políticas. No sólo los tiempos políticos en el mundo se aceleraron, sino que en su vertiginosidad amenazan con mutaciones bruscas y violentas, de carácter irreversible, a imagen y semejanza de la crisis climática actual. En Brasil, esto encontró una sorpresiva traducción electoral con Jair Bolsonaro. En Bolivia, la conjunción explosiva entre un populismo democratizador, pero ciego, y un revanchismo racista, abre las puertas a una figura tenebrosa de la extrema derecha y con pretensiones fundamentalistas, como Camacho. La situación parece reeditar en clave andina un revanchismo que los argentinos conocimos muy bien en 1955, e ir todavía más allá, ante la posibilidad de que la Biblia reemplace a la Whipala (bandera cuadrangular de siete colores utilizada por algunas etnias de la cordillera de los Andes)… Ojalá no sea el caso de Bolivia y que las fuerzas plurales y democráticas con las que cuenta esa sociedad –más allá del Estado y más allá de la derecha hoy empoderada– se abran paso y puedan hacer historia nuevamente.

*Es socióloga, escritora e investigadora.  Es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y Doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Es investigadora Principal del Conicet y Profesora Titular de la Universidad Nacional de La Plata.

 

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¿Y SI LA PRISIÓN DE LULA NO DETIENE LA “IDEA LULA”? por Andrés Ferrari Haines*

Con-Texto | 8 noviembre, 2019

Este artículo fue publicado en con-texto el 18 de abril de 2018

 Diecinueve minutos tardó el Juez Moro en decretar la prisión de Lula después de recibir oficialmente la notificación que no se le había concedido el Habeas Corpus. Así, puso fin a la tregua implícita bajo la cual la sociedad convivía: la posibilidad de elegir a Lula constituía la respuesta al gobierno que tomó el poder con el Impeachment a Dilma Rousseff en 2015. Los posibles desenlaces de corto plazo, el conflicto abierto, que la prisión de Lula puso en marcha son muchísimos y de cualquier espectro. Uno de estos, inclusive, quizás difícil de imaginar en Argentina, es que “no pase nada”; es decir, que a Lula se le impida participar en las elecciones de octubre, manteniéndose o no su prisión, y que triunfe en comicios normales algún candidato ajeno al Partido de los Trabajadores (PT).

Esta posibilidad, que fue la jugada de la elite, derivaría de una extendida actitud social fuertemente arraigada en la historia brasileña. La percepción de ajenidad de los asuntos sociopolíticos por gran parte de la población e incluso los riesgos elevados personales de inmiscuirse. Adicionalmente, apuesta a los efectos culturales difundidos por grandes medios de comunicación, en particular la red Globo, que aplica una táctica de intensa “ignorancia” del tema – es decir, ni tratarlo – con un discurso unilateral en la cual Lula es el jefe de la organización criminosa PT, “el partido político más corrupto de la historia de Brasil”. Este históricamente influyente holding mediático también difunde la idea que cuestionamientos al Poder Judicial constituyen actos de violencia contra la estabilidad social en el país. No es un discurso sin fuerza en un país tan apegado al orden y a la autoridad.

Por otro lado, el “genio político” de Lula, precisamente, consiste en haberse convertido en esa figura nacional – e internacional – cuestionadora de esos mecanismos dentro de esas mismas estructuras. Que un simple obrero de un pequeño pueblo de uno de los estados más pobres del país, sin instrucción universitaria, posea semejante trayectoria política resulta creíble fundamentalmente por ser verdad.  En ese sentido, los medios a disposición de Lula y del PT son muchos más de lo que dispuso para llegar a la presidencia.

Pesos y medidas

El 16 de noviembre de 2005 en São Paulo, Angélica Aparecida Souza, empleada doméstica de 19 años fue condenada, después de haber quedado efectivamente 128 días presa, a cuatro años de prisión en régimen semi-abierto por robar un pote de manteca. En Minas Gerais, 11 ministros del Supremo Tribunal Federal debatieron hasta acordar condenar un año y diez días de prisión al ladrón de un par de sandalias de R$16. También en San Pablo, otra mujer acusada de robar un kilo de pollo y un huevo de pascuas, para darle de comer a tres hijos menores de 12 años, fue condenada a tres años, dos meses y tres días en régimen cerrado.

Este caso llamó la atención porque recibió una pena superior a siete condenados por la Operación Lava-Jato. Además, mientras estuvo con libertad provisoria, fue madre nuevamente, aunque no tuvo la misma suerte de recibir prisión domiciliaria como Adriana Ancelmo la mujer del exgobernador de Rio de Janeiro, Sergio Cabral, condenados, respectivamente 18 años y tres meses y 45 años y dos meses de prisión, ambos acusados de esquemas de corrupción y lavado de dinero, entre otros, en más de R$224 millones.

El propio Juez Moro absolvió a Claudia Cruz, mujer del expresidente de la Cámara, Eduardo Cunha, porque dice que no fue probado que la cuenta que tenía en Suiza, con más de un millón de dólares, eran recursos provenientes de Petrobrás. En base a un criterio opuesto al que utilizó para condenar a Lula con el tríplex de Guarujá, Moro afirmó que ella debería haber percibido que llevaba un nivel de vida elevado, inconsistente con los ingresos y cargo de Cunha, por lo que su comportamiento fue “altamente reprobable”, sin esto ser suficiente para condenarla.

Antonio Pimenta Neves, ex jefe de Redacción del O Estado de Saõ Paulo, mató el 20 de agosto del 2000 a su novia y colega Sandra Gomide con dos tiros por la espalda. A pesar de confesar haberla matado a sangre fría y de haber sido condenado a 19 años – reducidos luego a 15 años – en 2006, recién en 2011 pasó a prisión efectiva. No obstante, el 18 de febrero de 2016 se le concedió el régimen abierto por "buen comportamiento". El caso de Neves es paradigmático en Brasil, y por eso fue utilizado, entre sus ejemplos, por Luís Roberto Barroso, uno de los seis ministros del Supremo Tribunal Federal que le negó el Habeas Corpus a Lula, como justificativa de quiénes han escapado de la prisión usando recursos jurídicos.

Sin embargo, el ministro no mencionó en su lista otros casos notorios, y actuales de quienes se encuentran en libertad pese a ser sancionados por la justicia, como el senador Aécio Neves (PSDB) y el exgobernador de Minas Gerais, Eduardo Azeredo (PSDB). Este último condenado a más de veinte años de prisión en 2015 en primera instancia y en segunda instancia en 2017, recién tendrá su recurso atendido por el Tribunal de Justicia de ese estado el próximo 24 de abril y su causa prescribe este año…

Azeredo fue condenado por el escándalo del “mensalão”, el sistema denunciado de corrupción de la Cámara de diputados que se desató en 2005. En ese momento surgió el “mensalão tucano” – como se los llama a los integrantes del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB) y el “mensalão petista” – referido a miembros del Partido de los Trabajadores (PT). Ambos comenzaron judicialmente en 2007. Veinte petistas fueron condenados; sólo Azeredo lo fue entre los tucanos – no llegó a estar preso y la causa puede prescribir. Tres de los otros 11 acusados del PSDB vieron el plazo prescribir y uno ya falleció.

País PPPP

Son estos episodios que hacen popular en Brasil la expresión que en el país las cárceles son para los PPPP: Pobres, Pretos (negros), Prostitutas y Petistas (del PT). En los crímenes de personas no políticas, el Departamento Penitenciario Brasileño señaló que entre 1992 y 2014 la población carcelaria aumentó 531,6%. Aunque la población negra constituye 51% del total de Brasil, dentro de las cárceles crece a 67%. Además, 53% no terminó la primaria. Esto en un total de 607.731 personas presas, 230 mil más que su capacidad. Cerca de un tercio están presos en relación al tráfico de drogas y 15% por homicidio; 20% por robo y 10%, hurto – “otros”, 11%. Muchos son pequeños delitos, pero el sistema no separa a éstos quienes cometieron violentos delitos.

Más del 40% de los actuales presos ni siquiera fueron condenados. Esto es fuente de otra importante diferencia de trato. El Código Procesal Penal brasilero separa presos provisorios según su nivel de escolaridad desde 1941 junto a otros criterios selectivos, como abogados, delegados de policía, magistrados, miembros do Ministerio Público, ministros de confesión religiosa, embajadores, parlamentarios, concejales, intendentes, gobernadores e incluso quienes fueron miembros de Tribunal de Juri. Estas personas tienen derecho a celda especial. Si bien generalmente están acompañados con otros beneficios, ya los libera de la superpoblación. Sólo 1% de los presos de Brasil son universitarios. Este período de prisión sin condena, cuando no se les concede la libertad provisoria, puede llegar a durar años. El Ministro Gilmar Mendes declaró en una reciente entrevista que llegó a conocer dos personas que estuvieron presas más de diez años sin haber sido condenados.

Las condiciones de los no-beneficiados son tales que, José Eduardo Cardozo, hace unos años cuando era Ministro de Justicia, declaró que el sistema penitenciario brasilero era “medieval” y que prefería morir a pasar años en cárceles brasileñas. En un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Brasil es señalado como el país que menos gasta en su sistema penitenciario, equivalente a 0,06% del PBI, entre los 17 países de América Latina y el Caribe. En enero del año pasado, un conflicto en la prisión Anísio Jobim en Amazonas dejó 56 muertos. El Consejo Nacional de Justicia después de haber visitado la unidad en octubre de 2016 había clasificado la unidad “pésima”. El cura Valdir Silveira le dijo a la BBC Brasil, tras tres visitas en 2015, que la misma era “una fábrica de tortura, que produce violencia y crea monstruos. Un ambiente de tensión y barbarie constante". Además, declaro que esto sucede en todos los Estados: “bombas-reloj que pueden explotar a cualquier momento a lo largo del país entero”. Estos episodios, de hecho, son frecuentes.

La diferencia de trato dado a los PPPPs es llamativa. Por ejemplo, el Tribunal Regional Federal que el 24 de enero confirmó – y aumentó – la condena en primera instancia a Lula lo hizo en 196 días; tiempo récord para Brasil y la más rápida de todas las apelaciones de la Operación Lava-Jato, Esto llevó al sociólogo y cientista político Emir Sader a tuitear que “El revisor del proceso de Lula leyó 250 mil páginas en 6 días. Esto es, leyó 2 mil páginas por hora, sin dormir, durante 6 días”. Ese mismo Tribunal aún no se expidió sobre el incendio del 27 de enero de 2013 en la ciudad de Santa Maria, en Rio Grande do Sul, dentro del boliche Kiss que mató a 242 personas y dejó 636 heridos – episodio similar al de Cromañón.

Dentro de la Lava Jato están investigados políticos prominentes del PSDB, como los senadores Aécio Neves y José Serra (quién además recientemente se le archivó un proceso) y Geraldo Alckmin. Fueron considerados posibles candidatos del partido a estas elecciones de 2018. El mismo día que se dictó la prisión a Lula fue detenido Paulo Vieira de Souza, llamado Paulo Preto, a quien se considera operador del PSDB y figura cercana a Serra e Alckmin, ambos ex-gobernadores del Estado de San Pablo, marcó en el cual actuó y se le acusa de desviar R$ 7,7 millones. A pesar de que el PSDB expidió una nota afirmando no tener vínculo con Souza, es tomada por muchos como manera de enfrentar la visión PPPP. Sin embargo, ayer el Superior Tribunal de Justicia que podía investigar a Alckim sin fueros de privilegio porque acabó de renunciar como gobernador de San Pablo, para poder ser candidato presidencial, retiró la investigación a los responsables de la Lava-Jato de San Pablo, que habían solicitado con urgencia el proceso, para que sea tratada por la Justicia Electoral de ese estado. Esto es visto como un blindaje a Alckim quien fue acusado por ex ejecutivos de Odebrecht.

 

PPPP + KKK?

"Tirá esa basura por la ventana” se escuchó en las grabaciones de las frecuencias de la torre del aeropuerto de San Pablo, del avión que llevaba Lula a ser detenido a Curitiba. Tanto las FFAA como la Secretaría Nacional de Aviación Civil brasileñas declararon que alguien entró en la frecuencia y no tienen capacidad para descubrir el autor. Oscar Maroni, dueño de la casa nocturna Bahamas en San Pablo, distribuyó cervezas gratis para tres mil personas para festejar la prisión de Lula. También prometió un mes de cerveza gratis si Lula es ejecutado en prisión. Estos episodios se juntan a los tiros y piedras que recibió la Caravana de Lula mientras recorría el Sur de Brasil y a las amenazas del general Villas Boas expresadas en vísperas de tratarse el pedido de Habeas Corpus de Lula, que el ejército repudiaba “la impunidad”, abriendo la posibilidad de una intervención militar en el caso que Lula fuese electo presidente.

El vice-presidente del PT, Luiz Dulci declaró que mientras ningún líder o militante de derecha fue asesinado, “en el último mes hubo más de diez muertes en Brasil, todas personas progresistas o de izquierda”. El caso más notorio es del de Marielle Franco, la concejal carioca, pero también lo fue Alexandre Pereira Maria, líder comunitario que declaró como testigo en esa causa. Esto refleja un creciente clima de intolerancia y de “normalidad” en actos violentos contra el PT y otros partidos que se oponen a la elite que hace recordar prácticas del Klux Klux Klan en el sur de Estados Unidos.

Las elecciones de este año ponen presión a este ambiente. La jugada de la prisión de Lula implicaba que sus votantes optarían por otros candidatos aceptables para la elite. La movilización en favor de Lula y contra los usos judiciales en privilegio de la elite ponen en duda que esto suceda. Sin embargo, en una sociedad políticamente apática, gran parte de ella se mantiene al margen del conflicto. Así, un riesgo es que la polarización, que implica defender la causa Lula, genere un polo opuesto violento y de rasgos fascistas. Este camino puede incluso poner como opción un golpe militar. Un camino intermedio parece difícil de ser encontrado a esta altura.

La aceptación a la prisión de Lula como si nada anormal ha sucedido, implica que nada haya cambiado. Que siga el país PPPP. Esto también parece difícil, aún si la elite consigue electoralmente sus propósitos este año. Fundamentalmente, porque los juzgadores por primera vez están siendo juzgados por parte de la sociedad. Esto es parte de la ‘idea Lula’ que se instaló en mucha gente en Brasil y, como el propio Lula manifestó, ya no depende de su persona: preso o libre; vivo o muerto.

*Profesor UFRGS (Brasil)

 

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CHILE: UNA NUEVA CONSTITUCIÓN PARA SUPERAR LA CRISIS por Roberto Pizarro

Con-Texto | 2 noviembre, 2019

Fuente Other News

El presidente Piñera declaró la guerra al pueblo chileno. Se olvidó que vivimos un régimen democrático. Impuso la zona de emergencia y envió a los militares a las calles para reprimir la rebeldía contra los abusos, las desigualdades y la corrupción. La guardia pretoriana de los dueños del poder y la riqueza intento debilitar las protestas, acumulando muertos, torturados, heridos y detenidos.

El gobierno fracasó en su apuesta represiva. A lo largo de todo el país se multiplicó el descontento, contra el régimen de injusticias. El viernes 25 de octubre se conoció la manifestación más grandiosa de nuestra historia: casi dos millones de personas en Santiago y decenas de miles en otras ciudades del país.

El alza de treinta pesos de la tarifa del Metro colmó la indignación ciudadana. Pero, en realidad, la protesta ciudadana apuntaba a algo más profundo: el rechazo a treinta años de un capitalismo desenfrenado y depredador, que explota sin compasión al 99% de los chilenos, para favorecer al 1% más rico de la población.

La economía de las desigualdades, la política del abuso y la instalación de la corrupción no se sostienen más. El derrame del crecimiento y la focalización de la pobreza, rostro vergonzante del modelo económico, han dado por resultado la universalización de la desesperanza.

Los economistas de Chicago, con el apoyo de las armas de Pinochet, privatizaron la salud, la educación y la previsión social, y además cerraron las puertas a la organización sindical. Así,

ampliaron los espacios de ganancia a los empresarios, encarecieron la vida de las capas medias y condenaron a la miseria a los sectores bajos ingresos.

Los privatizadores de la vida pública bajaron los impuestos a los ricos, destinando escuálidos recursos para viviendas sociales, hospitales, escuelas públicas y algún modesto subsidio para los más desamparados. La focalización acorraló territorialmente a los pobres en poblaciones alejadas de sus centros de trabajo y de los espacios físicos ocupados por los sectores de altos ingresos. Así se construyó la muralla que divide a los chilenos según su origen social y cultural.

Los políticos y economistas de la Concertación, que desde la oposición a la dictadura habían cuestionado el neoliberalismo, le dieron continuidad al modelo instalado por el régimen de Pinochet. Las desigualdades, abusos y corrupción continuaron en democracia.

La ciudanía no quiere más los abusos de las AFP y las ISAPRES; denuncia las tarjetas de crédito que imponen tasas de interés usureras; rechaza los peajes de las carreteras que aumentan periódicamente al gusto de los concesionarios; y, cuestiona a las empresas de “utilidad pública” que modifican a su arbitrio las tarifas.

También la ciudadanía protesta contra los bienes de consumo que se elevan con la colusión de empresarios inescrupulosos. Son manifiestos los casos de las farmacias, el papel higiénico, los pañales y pollos. Y, la impunidad los protege. Los empresarios no reciben sanciones o sólo multas menores.

La ciudadanía reclama también contra un Estado que es complaciente con los abusadores porque el empresariado tiene en el mundo político a sus protectores. Pagan campañas políticas y coimean a parlamentarios, a los partidos políticos y a gobiernos de distinto signo. La corrupción se ha generalizado en el país. Penta, Corpesca y Ponce Lerou, entre otros grandes empresarios, pagan a

políticos para ampliar sus ganancias.

La protesta es también contra las desigualdades. Porque el 1% más rico de la población chilena se lleva el 33% de todos los ingresos que se generan en el país, mientras el 50% de los trabajadores chilenos gana menos de CL$400.000. Y ese 1% recibe la mejor educación y salud, mientras crece el deterioro de los servicios públicos para la mayoría.

Los pobres y sectores medios exigen viviendas, salarios, pensiones, salud y educación que les permitan vivir dignamente.

Para enfrentar estructuralmente los abusos, desigualdades y corrupción se precisa un Estado protector de toda la sociedad y no para favorecer a ricos y poderosos. Ello exige terminar con el Estado subsidiario, contenido en la Constitución tramposa de 1980.

Chile necesita un Estado activo, para enfrentar los abusos y la corrupción. Un Estado no subsidiario para desafiar las desigualdades, regular las arbitrariedades de los mercados,  atender las demandas sociales, proteger el medio ambiente y construir una economía diversificada, que supere el rentismo depredador.

La lucha ciudadana para terminar con los abusos, desigualdades y corrupción exige un nuevo contrato social. El derrame del crecimiento y de la focalización social son hoy día rechazadas por el 99% de la población. Por ello las dádivas que hoy ofrece el presidente Piñera no terminarán con las protestas. Se precisa una nueva Constitución que asegure cambios sustantivos y garantice una vida digna a todas las familias chilenas.

*Economista, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economía. Fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ministro de Planificación, embajador en Ecuador y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.  Columnista de diversos medios.

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ELOGIO DEL IMPUESTO  por   Luis Casado*

Con-Texto | 2 noviembre, 2019

La injusticia tributaria es una de las más poderosas herramientas para acumular la riqueza de un lado, y la pobreza del otro

Una característica de esta época, en el ámbito económico, es el rechazo de los tributos, tasas y contribuciones que toman el nombre genérico de impuestos. Parece que la “competitividad” depende del grado cero de la tributación de las actividades empresariales.

La organización de la vida en sociedad, la estructuración de formas organizadas de convivencia, el ordenamiento que se traduce en la existencia del Estado y de un gobierno, exigió desde el comienzo la disponibilidad de recursos económicos. Quienes vivían en un entorno del cual obtenían algún tipo de ventaja (seguridad, protección, servicios…) debían pagar un aporte para el mantenimiento de tales ventajas.

El señor feudal ofrecía protección gracias al mantenimiento de una fuerza armada que protegía el feudo y las actividades que en él tenían lugar. Así, por ejemplo, desde el siglo XII en adelante, gracias a la protección de los duques de Champagne, se desarrollaron las Ferias de Provins y otros pueblos medievales en las cuales se intercambiaban productos provenientes de toda Europa e incluso de Asia y África.

Los condes de Champagne cobraban tributos que hicieron su poder y su fortuna, y acuñaron una moneda, el denario de Provins, cuya credibilidad fue tan grande que era aceptada en un entorno geográfico aun más grande que la actual Unión Europea.

Algo más tarde, en el siglo XVIII, Adam Smith postuló que los impuestos podían ser asimilados a la contribución que paga cada habitante de un condominio a cambio de las ventajas que le procura el vivir en un entorno protegido. Smith fue más lejos, al señalar que la contribución debía ser proporcional a las ventajas que retira cada habitante del sitio en el que vive. En otras palabras, el que obtiene más, paga más, y el que se beneficia menos, paga menos.

El autor de La Riqueza de las Naciones explicó sucinta y claramente para qué sirven los impuestos: “Para financiar el gobierno civil”. Y agregó algo que no debe ser perdido de vista:

“Los ricos, en particular, están necesariamente interesados en sostener el único orden de cosas que puede asegurarles la posesión de sus ventajas” (…) “El gobierno civil, en cuanto tiene por objetivo la seguridad de la propiedad, es instituido en realidad para defender a los ricos contra los pobres, o bien, aquellos que tienen alguna propiedad contra aquellos que no tienen ninguna” (Adam Smith. La Riqueza de las Naciones).

Habría que ser ingenuo para concluir en que, por consiguiente, los ricos pagan religiosamente sus impuestos. La verdad es que, muy tempranamente, quienes obtenían la mejor parte del entorno en que vivían se dieron cuenta que podían sustraerse al impuesto si aumentaban aquellos que pagaban los pobres. Los pobres tienen poco dinero, es cierto, pero hay tantos pobres…

De ahí que bajo la monarquía, en Francia, tanto la nobleza como el clero estuviesen exentos de toda contribución. Al diezmo que cobraba la Iglesia se sumaban gabelas, tallas y otros impuestos y cargas que beneficiaban directamente ya al señor feudal, ya al rey. No satisfechos, la nobleza y el clero exigían de campesinos y villanos trabajos gratuitos para el mantenimiento de las iglesias, municipios, palacios, vías, puentes, ríos navegables, pontones, muelles y otras obras de arte.

Si algo contribuyó poderosamente al cabreo del Tercer y del Cuarto Estado (burguesía industrial y comerciante por un lado, miserables por el otro), fue precisamente que eran los únicos que pagaban impuestos. La Revolución Francesa encuentra ahí una de sus más poderosos estímulos.

Ahora, en Chile, recién llegado al Ministerio de Hacienda, un ectoplasma llamado Ignacio Briones se apresura en proponer dos medidas tributarias que ponen al desnudo la verdadera cara del actual gabinete de Piñera.

El Diario Financiero lo pone en primera página:

“El entrante titular de Hacienda apuesta por alcanzar un acuerdo en la materia y se abre a una baja de los impuestos a las empresas: ‘Espero haya agua en la piscina’”.

Es probable que en vez de agua en la piscina encuentre más gente en las calles. Manifestando contra el descaro de quien pretende que favoreciendo a los privilegiados pudiese responder a las exigencias de justicia social del pueblo de Chile.

Ignacio Briones, aun menos clarividente que Felipe Larraín, lo que ya es decir, va aun más lejos.

Según el Diario Financiero:

“Además evalúa mecanismos permanentes de incentivo a la inversión, como la depreciación instantánea”.

La ‘depreciación’, también llamada ‘amortización’, es un procedimiento contable que permite no falsear la realidad patrimonial de una empresa, tomando en cuenta cargas (gastos) que no traen consigo un flujo de caja. Al invertir en inmovilizaciones (maquinaria, instalaciones, etc.) la regla contable impone que el monto invertido sea ‘depreciado’ gradualmente en un periodo de 3 a 5 años (excepcionalmente puede ser más largo o más breve).

De ese modo la empresa ‘recupera’ su inversión habida cuenta que la ‘depreciación’ reduce los beneficios, reduciendo la base de cálculo de los impuestos.

Al proponer la ‘depreciación instantánea’ Ignacio Briones busca reducir aun más los impuestos que pagan las grandes empresas.

¿Quiénes financiarán la mal llamada agenda social de Piñera? Los asalariados.

Quien vive de un salario, o aun del llamado ‘boleteo’, no puede reducir impuestos con el mecanismo de la ‘depreciación instantánea’. Tampoco descuenta IVA, como hacen las grandes empresas, aprovechando su actividad social para desgravar hasta el IVA de las fiestas de cumpleaños de sus gerentes.

Alfonso Sweet, un patrón, el empresaurio presidente de la CPC (1), inquieto del cariz que toman las protestas, declaró, súbitamente compasivo:

«Sabemos que tenemos que meternos las manos al bolsillo y que duela»

¿Qué quiere? Que le lleven un analgésico?

Por su parte, un grupito de jóvenes empresaurios, –velociraptores en la cuna–, promete pagar salarios decentes. Es su contribución para volver a la normalidad del business as usual, y que nada cambie. La definición de ‘salario decente’ aun no ha sido entregada.

En realidad lo que tienen que hacer unos y otros –me refiero a los patrones– es pagar impuestos, comenzar a pagar su cuota del condominio llamado Chile. Esa que han evitado hasta ahora con la anuencia de la Concertación, de la Nueva Mayoría y de la derecha con cualquiera de sus denominaciones de fantasía.

Habida cuenta que son los que más beneficios obtienen, son los que más deben pagar. En los EEUU, en el periodo más fasto de la economía yanqui, los millonarios pagaban una tasa marginal cercana al 90%.

La tasa marginal es la que se aplica a partir de un cierto monto, cuando el impuesto es progresivo: hasta un monto razonable, la tasa es reducida. De ahí hacia arriba la tasa marginal crece.

Los presupuestos generales del Estado, hasta el día de hoy, son financiados sustancialmente por los impuestos que paga el pobrerío, comenzando por el IVA, visto que a los miserables nadie les pregunta “¿boleta o factura?”

El impuesto, como lo puso Adam Smith, fundador de la teoría económica del capitalismo, debe financiar el gobierno civil, la Educación, la Salud y otros servicios públicos.

Que el riquerío no pague tributos, sometiendo a más del 90% de la población al pago de impuestos, además de estafarla con las AFP (2) y haciéndola pagar escuelas, colegios y universidades, amén de los servicios médicos y los medicamentos, es el más seguro camino hacia una revolución.

Los empresaurios idiotas no son. Ignorantes tampoco. Prevenidos quedan.

                                                                  Oct 31 2019

———————————–

Notas del editor de Other News:

(1) Confederación de la Producción y del Comercio

(2) Administradoras de Fondos de Pensiones

————————— 

*Editor de POLITIKA. . Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI – París). Ha sido profesor invitado del Institut National des Télécommunications de Francia y Consultor del Banco Mundial. Su vida profesional, ligada a las nuevas tecnologías destinadas a los Transportes Públicos, le llevó a trabajar en más de 40 países de los cinco continentes. Ha publicado varios libros  en los que aborda temas económicos, lingüísticos y políticos.

 

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LA BATALLA DE PAKISTÁN CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO por Mushahid Hussain*

Con-Texto | 2 noviembre, 2019

Fuente Other News

Pakistán, que se ha catalogado como el séptimo país más vulnerable afectado por el cambio climático, ahora está abordando seriamente los caprichos del clima, tanto a nivel oficial como no oficial.

Los medios de comunicación, la sociedad civil y los estudiantes se han sumado activamente a la lucha contra el cambio climático de conformidad con una iniciativa lanzada por la Cámara Alta del Parlamento de Pakistán, el Senado, que confió especialmente a un subcomité del Comité Permanente sobre el Cambio Climático la tarea de centrar sus esfuerzos en un Islamabad “verde y limpio”.

El 10 de abril, más de 500 estudiantes y profesores de una de las universidades prominentes de Islamabad, COMSATS, lanzaron la campaña “Di no a los plásticos”, que incluye la distribución de folletos que subrayan los riesgos del uso de plásticos, así como advertencias contra la propagación de los desechos de plástico, con el respaldo de una campaña de sensibilización puerta a puerta.

Este es sólo un componente de la campaña contra la degradación ambiental en Pakistán, cuyas semillas se sembraron en 2014 cuando un subcomité similar del Senado declaró el “Derecho a un medio ambiente limpio, verde y saludable” como un derecho humano fundamental. Ese subcomité también publicó el primer Manual para Medios de Comunicación de Pakistán sobre Degradación Ambiental y Cambio Climático. Este fue el resultado de las primeras audiencias públicas sobre el medio ambiente y el cambio climático que se habían realizado en el parlamento de Pakistán, que, por cierto, es el primer Parlamento Verde en el mundo desde que recibe la energía de paneles solares, un regalo de China.

Según los expertos, Pakistán ha enfrentado alrededor de 150 incidentes climáticos extraños como resultado del cambio climático en los últimos 20 años: inundaciones repentinas, smog en invierno, incendios forestales en verano, glaciares que se derriten, raras olas de calor, desprendimientos de tierra, poblaciones desplazadas, etc. Durante las inundaciones en 2010-11, casi el 10% de la población de Pakistán fue desplazada en dos provincias, una en el norte y otra en el sur. El año pasado, los costos de los extremos climáticos como consecuencia del cambio climático se cotizaron en $384 millones y en los últimos 20 años, ha habido un costo de casi $2 mil millones para la economía nacional debido a los estragos del cambio climático. Se están realizando esfuerzos para mitigar el problema. Por ejemplo, en los últimos 5 años se han gastado unos $120 millones en fondos empleados en el país para detener la degradación de los bosques y promover las plantaciones de té. También se ha hecho un esfuerzo para lograr una combinación de energía más ecológica para Pakistán.

Pakistán tiene una capacidad instalada de más de 30,000 mG de electricidad. De esta cantidad, el 60% se genera a través de combustible importado, incluidos el petróleo para calderas, el carbón, etc., mientras que el 30% se obtiene mediante energía hidroeléctrica, el 6% por energía nuclear y solo el 4% se genera con energía renovable. El porcentaje de energías renovables aumentaría al 25% del total para 2025 y al 30% para 2030.

En este contexto, se celebró una interesante conferencia en la última semana de marzo en el pintoresco retiro campestre británico de Wilton Park, organizado por el Parlamento del Clima, un organismo con sede en el Reino Unido que promueve la cooperación entre los parlamentarios en materia de cambio climático. Participaron numerosos parlamentarios de países asiáticos como Afganistán, Bangladesh, Nepal, India, China, Japón, Pakistán y Mongolia, así como destacados expertos en energía renovable, además de la Alianza Solar Internacional.

Con el nombre de Green Grids Initiative (Iniciativa de Redes Verdes), el propósito era discutir y educar a los participantes sobre los pasos que deben tomarse para un “planeta con energía renovable”. También se hizo hincapié en la interconectividad de la red regional para que las regiones puedan promover la cooperación en energías renovables. Un interesante evento paralelo a esta conferencia fue una reunión informativa exhaustiva sobre la promoción de la “Cocina Verde”, ya que combustibles tales como la leña, el carbón vegetal, el carbón de piedra y el queroseno se encuentran entre los contaminantes que afectan el clima tradicionalmente emitidos desde la cocina de áreas rurales en la mayoría de los países del Tercer Mundo. A nivel mundial, hasta el 25% de las emisiones de carbono negro provienen de la cocina, la calefacción y la iluminación domésticas. En muchos países asiáticos y africanos, la cocina doméstica puede representar hasta un 60-80% de las emisiones de carbono negro. Por lo tanto, los esfuerzos para mitigar las consecuencias del cambio climático y la degradación ambiental también requieren un enfoque industrial y tecnológico de fácil acceso que haga accesible la cocina limpia de contaminantes a los 3 mil millones de personas que viven sin ella.

Entre las iniciativas para llevar adelante estas propuestas de la reunión en Wilton Park, se encontraba la necesidad de un banco especial para energía renovable similar al banco especial establecido para la infraestructura, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB por sus siglas en inglés), para que la disponibilidad de capital dé paso a las oportunidades de promover las energías renovables. Ese sería un incentivo para que los países en desarrollo promuevan la inclusión de energía renovable fácilmente disponible en su infraestructura energética. Otra propuesta que surgió en el contexto de Asia meridional fue la de implementar el Acuerdo Marco de Energía de la ya existente Asociación del Asia Meridional para la Cooperación Regional (SAARC por sus siglas en inglés), el cual se centra en la electricidad, y ha sido firmado por todos los miembros de la SAARC en 2014.

Si bien pueden encontrarse embotellamientos burocráticos, además de otros problemas de capacidad y legalidad, lo que también surgió de aquel debate fue la necesidad de una visión correcta y una voluntad política para llevar adelante esta batalla por una economía verde. Los conflictos políticos sirven como un impedimento para la cooperación energética regional, mientras que cabilderos influyentes como los del Petróleo constituyen un obstáculo contra la utilización de energía renovable. Por ejemplo, Pakistán fue rehén del petróleo importado durante décadas con una enorme factura de $20 mil millones por año, mientras que se realizaron pocos esfuerzos o ninguno para buscar fuentes de energía más limpias o más baratas. Por lo tanto, tienen un papel clave que desempeñar en este contexto, tanto los parlamentarios que aporten su visión y su voluntad política, como los medios de comunicación y la sociedad civil para promover una mayor conciencia y exponer las maquinaciones de los poderosos intereses creados.

Es alentador que en el contexto de Pakistán haya habido un activismo ciudadano acelerado como la campaña “Di no a los plásticos”. En los últimos cinco años, los ciudadanos y parlamentarios de Islamabad apelaron a la Corte Suprema contra los intentos de los constructores y el lobby de la construcción para alterar el plan maestro de Islamabad contra la tala de árboles y la construcción de rascacielos en áreas verdes para beneficiar los cabildeos a favor de los bienes raíces. En ambos casos, la Corte Suprema confirmó la petición de los ciudadanos de preservar, proteger y promover un ambiente limpio y verde en la Capital Federal de Pakistán en expansión, Islamabad, que es una ciudad relativamente joven de poco más de 50 años.

Entre las verdes colinas que la convierten en una de las capitales más bellas del mundo, lo más positivo es que la batalla para combatir el Cambio Climático ahora ha sido asumida no solo por el gobierno, sino también por el pueblo, la sociedad civil, los parlamentarios, los medios de comunicación y los ciudadanos interesados que se han organizado para esta causa, incluido un grupo proactivo de voluntarias profesionales. quienes se autodenominan “Fuerza Verde” para ejercer presión sobre temas ambientales, lo que alimenta las esperanzas de que esta batalla puede y será ganada en un país que enfrenta algunos de los desafíos más graves para su futuro debido al cambio climático.

                                                        Abr 18 2019

 

————————–

* Mushahid Hussain fue Jefe de la Oficina de Inter Press Service (IPS) en Pakistán desde 1987 hasta 1997 y en 2014 inició las primeras Audiencias Públicas sobre el Medio Ambiente y el Cambio Climático en el Parlamento de Pakistán. Como senador, preside el Subcomité del Senado sobre “Islamabad verde y limpio”, que ha lanzado una campaña para prohibir el uso de plásticos en la capital pakistaní.

 

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BREVE ENCUENTRO CON ERNESTO SÁBATO . UNA REFLEXIÓN SOBRE EL DESTINO DEL MUNDO por Arsenio Rodriguez* 

Con-Texto | 2 noviembre, 2019

Fuente Other News

He querido venir hasta acá, a mis 91 años, porque al igual que todos ustedes, vivo angustiado por el destino del mundo.

Así inició Don Ernesto Sábato, su discurso inaugural de la Conferencia «Paz en la Paz», en San Juan de Puerto Rico, el jueves 14 de agosto del 2002, hace ya 17 años. Fue la primera y única vez que lo conocí, en esos dos días que estuvo con nosotros. Viajó desde Buenos Aires, invitado por los

organizadores de la Conferencia, el Senado de Puerto Rico y la Fundación Arias. La convocatoria, hecha a raíz del cambio del milenio, fue extendida globalmente, a personas de todos los caminos de la vida: actores, cantantes, científicos, políticos, militares, escritores, periodistas, místicos, líderes corporativos y premios Nobel de la Paz, una amplia gama de trayectorias de vida de alrededor del planeta. El tema: explorar cómo vivir en paz en épocas de paz y vislumbrar estrategias para una nueva humanidad en el milenio por venir. Repensar el mundo.

Me tocó ser parte del comité organizador de la conferencia, y por ende atender a Don Ernesto durante su breve estadía. Y de ahí nace este breve recuento.

Hace tres días, un amigo me compartió un artículo publicado en la contratapa del diario Página 12 de Argentina, cuyo titular, La Rebelión Humana, provocó la parte reflexiva de esta nota y el recordar a Don Ernesto.

Vivimos hoy unos tiempos muy intensos, al igual que durante el despunte inicial del milenio. Aunque si uno analiza la historia, desde el punto de vista de los habitantes que la vivieron en cada momento, todos los tiempos han sido intensos.

¿Qué nos hace pensar que la coyuntura actual sea tan particularmente crítica? Que estamos atiborrados de gente, que estamos conectados como nunca, que presionamos los sistemas de apoyo necesarios para la vida de manera sin precedentes, que no tenemos barcos para escaparnos e invadir otro mundo-continente. Que parecería ser que cuando se requiere de una máxima colaboración de esfuerzos de la gente del planeta, ocurre por el contrario la fragmentación política y la crisis del multilateralismo, y el concierto de naciones que apenas despertaba, comienza a fragmentarse, en un creciente nacionalismo aislacionista, en un «sálvese quien pueda».

La rebelión humana es como el amor: siempre lo creemos imposible, pero es inevitable.

Así inició Eduardo Febbro su artículo en Página 12, al describir los movimientos de protesta que simultáneamente y por varias razones de reclamo de justicia, ocurrieron en varios centros urbanos del planeta a fines de octubre de 2019. Estamos viendo, continuaba Febbro, la convergencia de pueblos distantes que acuden a reactivar la vigencia de la igualdad, la justicia social, la democracia o la protección del planeta…

Mi mente volvió al 14 de agosto del 2002, cuando fui a la habitación del hotel a buscar a Don Ernesto para acompañarlo al salón de la conferencia y llevarlo hasta el podio. Habría como unas 800 personas en la audiencia. Don Ernesto estaba muy frágil y se apoyaba en mi brazo cuando entramos al salón. La gente se puso de pie y le dieron una ovación extensa de bienvenida. «¿Qué pasa?», me preguntó y vi sus años, y vi su profundidad. «Lo reconocen, Don Ernesto», le contesté, «saben quién es usted y lo aprecian». Y me miró en silencio y bajó los ojos y seguimos camino hacia el estrado.

En su alocución, con voz pausada y emocionada, invitó a todos a una reflexión profunda sobre el momento que el mundo vivía en ese entonces, manteniendo siempre una esperanza subyacente

en medio del miedo, y la depresión que prevalece (…) irán surgiendo (…) imperceptiblemente atisbos de otra manera de vivir que busque (…) la recuperación de una humanidad que se siente a sí misma desfallecer. [La esperanza] … de que el hombre, a la vera de un gran salto, vuelva a encarnar (…) los valores trascendentales (…), los valores del espíritu… [y el] deseo de convertir la vida en un terruño humano.

Y concluyó:

Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.

Una audiencia plenamente conmovida ovacionó a Don Ernesto durante quince minutos. Él estaba exhausto y muy emocionado. Lo ayudé a descender del estrado y me pidió sentarse en una de las sillas en las mesas próximas al mismo para descansar. Estando allí se le acercó una de las jóvenes edecanes, estudiantes de escuelas secundarias públicas, que habían sido seleccionadas como voluntarias para la ocasión. Traía en su mano una muy usada copia de El Túnel y le dijo: «Don Ernesto, ¿me puede firmar su libro? Él accedió con gran cariño y la niña al leer su dedicatoria le dijo, «Don Ernesto ¿le puedo dar un abrazo?». «Por supuesto, mi niña», le dijo él muy emocionado. Ella lo abrazó tiernamente y le dijo (y yo nunca lo olvidaré): «Don Ernesto, no se preocupe, que nosotros vamos a salvar el mundo». Y seis ojos se llenaron de lágrimas.

Volviendo ahora a la reflexión motivada por el artículo de Página 12, hace algún tiempo había leído las palabras de una mujer activista social de la India, Vimala Takar, que afirmaba, al igual que Don Ernesto, la necesidad de profundizar en la conciencia humana e ir más allá de procesos político-organizativos, para lograr una verdadera revolución que llevase a una nueva humanidad.

Decía Vimala que ya no podíamos escapar, el hecho que la ciencia y la tecnología han confirmado, que estamos todos interconectados de una manera holística. De que las divisiones entre la gente y las naciones son producto de la ignorancia de esta continuidad y que la fragmentación es la causa fundamental de los conflictos. Decía que es preciso una deconstrucción de esta percepción fragmentada, si queremos lograr una verdadera transformación social. Citando sus palabras:

Nuestras vidas serían verdaderamente agraciadas el día que la miseria del otro se sienta como la miseria de todos (…) la fuerza del amor es la fuerza de la revolución total, es la fuerza aun no totalmente liberada, desconocida e inexplorada que constituye la dinámica para un verdadero cambio.

La compasión, apuntaba Vimala, no se deriva de una convicción intelectual, ni de una reacción emocional, simplemente está ahí cuando la unidad de la vida es un hecho que se vive.

En el pasado milenio, Meher Baba, un maestro espiritual de la India, había escribió durante aquellas épocas difíciles de la segunda guerra mundial:

Percibir el valor espiritual de la unicidad es promover la verdadera unidad y cooperación. La nueva vida ha de estar basada en esta espiritualidad (…) no es algo que pertenece a una utopía, sino que es completamente pragmático.

La evolución de la conciencia y sensibilidad humana va desde un egoísmo instintivo y craso de supervivencia, hasta el sacrificio por los otros que vemos en los momentos de amor más sublimes. Parecería ser que, al saturar la presión sobre los recursos del planeta, y mantener una comunicación instantánea gracias a la tecnología y la sobrepoblación vivimos en el umbral de una nueva coyuntura; o incorporamos plenamente a nuestra ética el conocimiento de unidad y continuidad de la vida, y desarrollamos una nueva humanidad basada en esta fuerza llamada amor, unidad, el continuo de la vida, o nos hundimos en el sálvese quien pueda. Esta es la disyuntiva.

Esa tarde, después de su discurso Don Ernesto me pidió si lo podía llevar a un centro comercial, pues quería llevar un regalo a una sobrina que estaba enferma. Y fuimos con Elvirita, quien lo acompañaba entonces, a Plaza las Américas el centro comercial, allí mientras ella compraba el regalo, me senté con Don Ernesto a conversar y le conté que mi hermana había leído su libro Al Final y que ella me había dicho que, en el segundo capítulo, parece que él había tenido una visión de lo que pasó con las torres gemelas en Nueva York.

Estas líneas escribió Don Ernesto en Al Final (publicado en 1988).

Hoy intenté descansar al menos hasta las cinco, pero sobrevino una especie de visión (…) algo dislocado (…), y así pasé un rato largo debatiéndome entre la realidad y el delirio. Algo turbio,

relacionado con la realidad que estamos viviendo, desde el inconsciente, como un murmullo, me recordaba lo que estoy pintando en estos últimos años: (…) torres que se desploman, pájaros en cielos incendiados. No sé lo que significan, quizás advertencias.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarle yo estas líneas, y me dijo «ahora me acuerdo, sí, ahora me doy cuenta. Matilde [su esposa] me lo decía, que eran cosas del futuro».

Pensé después, parece que Don Ernesto, tenía la capacidad de la premonición, que quizás permitía no sólo ver advertencias, sino también esperanzas, y por eso su voz temblorosa, en aquella mañana de hace 17 años, en la conferencia resuena hoy en mi mente y proyecta una esperanza. Y pienso que está basada en una visión.

Muchos hombres y mujeres que, anónimamente, sostienen la condición humana en medio de la mayor precariedad unidos en la entrega a los demás y en el deseo absoluto de un mundo más humano, han comenzado a generar un cambio, arriesgándose en experiencias hondas como son el amor y la solidaridad. Y la tierra, así, va quedando preñada de su empeño.

Y parafraseando el artículo de Febbro, no son ni Che Guevaras, ni Gandhis, ni Hồ Chi Minhs. Son gente común, que exponen su libertad y su integridad física, para salvar el mundo.

Será esta visión de unicidad, la nueva espiritualidad que nos salvará de nosotros mismos, en estos tiempos, donde las amenazas que se ciernen sobre nosotros nos dejan como única salida la colaboración, la compasión y una percepción unitaria de la vida, en donde la compasión hacia el otro no nace del deber, sino del preclaro entendimiento de que estamos todos en el mismo barco. Que, como dijo Desmond Tutu, «un día de estos nos vamos a dar cuenta de que todos somos familia».

Y que el planeta es nuestro terruño.

Artículo enviado a Other News por el autor y publicado hoy 31 OCTUBRE de 2019 por Wall Street International en español.

———————————–

*Presidente y Director Ejecutivo de Devnet International, asociación sin fines de lucro establecida en Roma, Italia en 1989, para promover el intercambio de información sobre el desarrollo sostenible. Durante 39 años ha trabajó como asesor de alto nivel con las Naciones Unidas y luego el Banco Mundial en el diseño y coordinación de programas y políticas de desarrollo sostenible.

 

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