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RELACIONES ENTRE LA PRESIDENCIA Y LA PRENSA por Albino Gómez*

| 25 agosto, 2016

(Una bastante extraña experiencia norteamericana)

Creo que Ronald Reagan, sin haber sido un presidente precisamente modélico, fue en ciertos aspectos lo suficientemente interesante –al menos en su relación con la prensa- como  para que les  haga llegar alguna información al respecto, dada la importancia que le asignamos siempre  a las relaciones de  los medios con  –nuestros dievrsos gobiernso.. En definitiva, con el tema de la comunicación. Sin pretender que lo que describo sea un modelo a imitar.

Alguna vez se dijo en los EEUU que los presidentes saben que no pueden funcionar sin la información de prensa, pero que lo harían si pudiesen evitarla. Y desde otro punto de vista,  que los periodistas comprenden que no pueden conocer todas las respuestas, pero que actúan como si tuviesen derecho a ello.

Al tiempo en que la campaña por la reelección de Reagan –1984- entraba en sus últimas semanas, no sólo creció el nivel de fricción en la relación con la prensa, sino que además, el presidente comenzó a ignorar algunas reglas del juego no escritas bajo las cuales los periodistas cubrían tradicionalmente las tareas de la Casa Blanca.  En consecuencia, el presidente alteró fuertemente el tipo de información que el público recibía sobre él mismo y sobre su administración.

Reagan fue un verdadero maestro en el uso de los medios de prensa en su propio beneficio, y su habilidad para proyectar la fuerza de su personalidad y sus convicciones le proporcionaron éxitos políticos sorprendentes. También hay que señalar que él y sus colaboradores lograron un nuevo nivel de control sobre los mecanismos de la comunicación moderna: escenografía de las noticias para obtener máxima cobertura periodística y “timing” de los anuncios para impactar a la mayor cantidad de televidentes. Porque fundamentalmente reconocieron no sólo a la tv como el medio más influyente a través del cual el público recibe las noticias, sino también la tendencia dominante en ella de poner más énfasis en apariencias e impresiones que en la propia información. 

Otra acción central de la estrategia general  fue el arte del acceso controlado, es decir la oportunidad para manejarse con periodistas de la tv y de la prensa gráfica, en sus propios términos, determinando así cuándo, dónde y cómo dialogar.

Vale decir que Reagan buscó limitar aquello que los reporteros denominan acceso: la posibilidad del contacto personal y su voluntad de compartir ideas y planes. Al respecto debe tenerse en cuenta que la mayoría de los presidentes norteamericanos reconocieron que la prensa no es simplemente una abastecedora o proveedora de noticias, sino que, de alguna manera se subroga al público, cuestionando la actuación de los presidentes y, en cierto modo, obligándolos a dar cuenta de sus declaraciones y acciones. Así las cosas, y dentro de dicho marco, aun los presidentes reacios a la prensa –y hasta desconfiados- se reunían regularmente con periodistas para proporcionarles respuestas –lo más satisfactorias posibles- a sus preguntas.

Sin embargo, puede decirse que Reagan fue una suerte de excepción, toda vez que durante su administración tendió a actuar encapsulado, a buen recaudo de la prensa, al menos comparado con sus predecesores. En tal sentido sus conferencias formales de prensa fueron muy pocas, y en sus apariciones públicas, limitó con suma estrictez las oportunidades para ser interrogado. De tal modo, los periodistas que lo acompañaban en sus viajes, eran mantenidos a tal distancia, que se veían precisados a gritar para ser oídos y escuchados.

Más significativo aun: en conferencias de prensa, en pequeñas reuniones con reporteros o en entrevistas privadas, Reagan concedía un acceso muy limitado a sus ideas y actitudes. Presidentes anteriores, no pudieron aplicar esa misma técnica con el mismo éxito logrado por Reagan.  En definitiva, de lo que se trataba en general, era evitar el toma y daca de las conferencias de prensa y servirse en cambio de ellas y de encuentros similares, para reafirmar las posiciones básicas expuestas en los discursos presidenciales.

En el caso de nuestro personaje, cuando la prensa intentaba acorralarlo con motivo de alguna aparente o real contradicción, éste, con habitual afabilidad, evadía la pregunta, negaba la premisa o respondía acerca de otra cosa.

A esta altura es legítimo preguntarnos a qué se debió esta estrategia del acceso limitado para la prensa. Y la respuesta es bastante clara: ella provenía de la convicción, dentro de la administración de Reagan, de que la búsqueda de información por parte de los periodistas, por su propia naturaleza, desorganizaba los planes de la administración y trababa la necesidad del presidente de comunicar su mensaje básico. Porque tanto el presidente como sus consejeros, creyeron siempre que tal acción periodística debilitaba a la propia institución presidencial. Tanto así que atribuían a las informaciones de la prensa, haber sido importantes contribuyentes de la derrota política o caída de los últimos cuatro presidentes.  Creencia que sigue manteniendo vigencia en muchos consejeros presidenciales.  Para dar dos obsesionantes ejemplos de esto, podemos citar el muy obvio caso de la remoción de Nixon, y el del daño sufrido por la administración Carter por el tratamiento excesivamente emocional que la prensa otorgó a la crisis de los rehenes en Irán.

Es decir, que desde el comienzo de la gestión presidencial de Reagan, sus hombres intentaron evitar que la prensa fuese extremadamente frontal y que los periodistas se convirtiesen en los árbitros de una eventual crisis o los jueces de la responsabilidad presidencial. Pero también debe destacarse que esta negativa opinión que la administración Reagan tenía de  la prensa, parecía ser compartida por la mayoría de la ciudadanía. Así, por ejemplo, cuando el Pentágono impidió a los reporteros cubrir la invasión de Grenada en el 84, no hubo mayor alboroto. Y cuando se produjo el atentado contra la embajada de los EEUU en Beirut, que provocara honda conmoción en los medios, Reagan, en principio, evitó declaraciones públicas acerca del incidente y buscó minimizar su importancia. Vale decir, que no acompañó en absoluto la tensión emocional de la prensa.  De paso, vale la pena recordar el rechazo masivo del público al tratamiento por parte de la prensa del “affaire” Clinton-Lewinsky.

Volviendo a los tiempos de Reagan, su Secretario de Estado, George P. Schultz decía que al parecer, los reporteros estaban siempre en contra del gobierno, buscando de manera permanente informar alguna cosa que pudiera aguijonearlo. Pero lo que llama la atención es que mucha gente, ajena al gobierno, parecía compartir dicho punto de vista, y aparentemente contemplaba el problema de impedir el acceso a la prensa con poca preocupación, a pesar de la normal consecuencia de dicha actitud que priva  de información al público. Pero la prensa también estaba bajo fuego desde otro ángulo, porque muchos críticos del presidente Reagan afirmaban que los corresponsales habían fracasado en la exposición de sus errores y fallas.

De hecho, la prensa informó sin cesar sobre estos asuntos, pero ello no pareció tener mayor importancia para los votantes, y se llegó a decir que rara vez la prensa había sido relegada a un rol tan secundario –durante Reagan- en la determinación de los asuntos de carácter nacional.

De todos modos, esta práctica de Reagan de negarles a los periodistas acceso efectivo a su persona y a sus ideas, nunca fue considerada por ellos como una violación de la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana. Inclusive, el hecho de mitigar el habitual impacto de la cobertura de prensa, llegó a considerarse como un ingrediente clave de su propia eficiencia como presidente.  Pero por otra parte, la suerte de aislamiento presidencial que tal estrategia requiere, podría, si no siempre, en algún caso, alterar dramáticamente la naturaleza del debate electoral y traer aparejadas serias consecuencias para el presente y futuro del proceso político.

Un ejemplo de dicho aislamiento del presidente lo constituyó el hecho del anuncio en plena campaña, de Walter F. Mondale, de que se iba a entrevistar con el Ministro de Relaciones Exteriores soviético Andrei A. Gromyko. De inmediato comenzaron a repicar los teléfonos de la Casa Blanca. Los periodistas deseaban conocer la reacción del presidente frente al sorpresivo hecho que le restaba parte de la ventaja de su próximo encuentro con el diplomático soviético.

La respuesta inicial de la oficina de prensa fue: “sin comentarios”.

En la mañana siguiente, James A. Baker III, jefe de gabinete de la Casa Blanca, convocó su reunión diaria sobre estrategia de comunicación,  sabiendo ya que las cadenas de tv querían entrevistar a Reagan ante las cámaras sobre el tema Gromyko. Los participantes discutieron alternativas: ¿Debería el presidente o alguno de sus ayudantes sugerir que el señor Mondale estaba entrometiéndose en los asuntos del Estado?. ¿Tal crítica debía filtrarse o divulgarse anónimamente?

Finalmente decidieron que la prensa sería informada en el sentido de que el presidente “no tenía problema alguno” con la decisión del señor Mondale. Es decir, que se trataba de mostrar a Reagan por encima de pequeñeces o mezquindades partidarias, mientras que al mismo tiempo –al usar la palabra “problema”- se  intentaba despertar suspicacias sobre lo apropiado o no de dicho encuentro.  Más tarde, los periodistas se agolpaban en la oficina de Larry Speaks, vocero presidencial, para el habitual informe matutino, y preguntado sobre el tema respondía: “no tenemos ningún problema al respecto”.

La respuesta pareció completamente espontánea, aunque la espontaneidad nunca fue la característica de la campaña por la reelección de Reagan, y por el contrario todo era preparado hasta en el más mínimo detalle y manejado teatralmente. Los hombres a cargo de los preparativos previos para la tv supervisaban sonido, iluminación, inclusive el color celeste para el telón de fondo; las llegadas y partidas de Reagan a los locales de las convencioness, a las pistas de los aeropuertos, que obviamente se cumplían estrictamente a horario. Permanentemente se entregaban a los periodistas planillas informativas y los ayudantes estaban siempre a mano para distribuir hasta trascendidos respecto del desarrollo de la campaña. La presentación de los temas generales de ella también era programada cuidadosamente, dedicándose a menudo una semana íntegra para cada tema específico. Por ejemplo: una para la “semana hispánica”, otra para el tema de “medio ambiente”, otra para “política exterior”, que culminó en dicho caso con el encuentro con Gromyko, etc. etc.

Dado el cuidadoso empeño con que se organizaban y se entregaban los mensajes del presidente, la oficina de prensa de la Casa Blanca tenía poca paciencia con las preguntas sobre temas que no se refiriesen al tópico programado para el día o la semana. Tales preguntas eran vistas como no pertinentes o potencialmente perjudiciales, en virtud de que podían amortiguar el impacto del tema central, diluyendo el mensaje del día.

En tal sentido había un cartel sobre el escritorio de la Casa Blanca ocupado por el vocero Speaks que decía: “no nos diga cómo presentar las noticias y nosotros no le diremos cómo escribirlas”. Pero también dijo el realista vocero en una oportunidad: “Sé que siempre somos acusados de controlar los mensajes, pero bueno, cualquier Casa de Gobierno, supongo, controla la forma de su comunicación, y esto ha sido siempre así. De tal manera, también siempre esta relación con la prensa es conflictiva”.

Durante la administración Reagan la estrategia de comunicación  se desarrollaba en las sesiones diarias que tenían lugar a las 08.15 de la mañana en la oficina del jefe de gabinete, Baker, con la presencia de su adjunto Michael K. Deaver, el asesor de Seguridad Nacional Robert C. Mac Farlane, un asistente presidencial, otro para asuntos de Gabinete y el oficial de enlace de la “Campaña Reagan-Bush”.

Durante las reuniones el grupo examinaba detalladamente el material preparado por la oficina de vocero Speaks, subrayando las fechas y los planes de los anuncios del presidente. Speaks informaba a sus colegas sobre las probables preguntas que efectuaría la prensa en el curso de cada día y se discutía la “guía de prensa” para determinar las respuestas a dichas preguntas. Más tarde, durante el curso de cada mañana, Baker y Deaver informaban de la reunión al presidente que normalmente aceptaba sus decisiones.

Este equipo aprendió muy bien cómo sacar ventajas de las oportunidades de la información, y en tal sentido Deaver comentó cómo la tv había cambiado todo de un modo absoluto, transformando la imagen visual en lo realmente importante. Para dar un ejemplo citaba un anuncio presidencial sobre la vivienda, ya que para el caso resultó muy eficaz tener la presencia del presidente en una obra en construcción donde se lo pudiera ver. Entonces, aun si los comentarios del presidente eran sintetizados por un relator o locutor, su caminata como telón de fondo demostraba su preocupación por el tema. Es decir que la imagen visual lograba que el mensaje llegase al público. Además, se ponía especial cuidado en no decir nada que pudiera desplazar el mensaje acerca del tema fundamental del día, y al fin de cada jornada, el equipo de campaña preparaba para la reunión del día siguiente un memo estimativo de cómo había repercutido el “tema del día” en los noticieros de la noche.

En el proceso de la puesta en escena de las noticias, la administración Reagan hizo pleno uso de su mayor recurso, o sea del propio presidente, y los reporteros tuvieron muchas más oportunidades de observar a Reagan en acción que a cualquiera de sus predecesores, pero siempre desde cierta distancia, sin el deseado acceso directo, aunque a veces se les permitió efectuar un par de preguntas. Pero hay que tener en cuenta que en realidad los periodistas buscaban una suerte de verdadero acceso a los genuinos sentimientos e ideas del presidente en relación con las noticias: contradicciones, complejidades y matices.  Buscaban comprender más profundamente las políticas del presidente y el pensamiento volcado en ellas. Entonces, comparada estas experiencias con otras en los casos de presidentes anteriores, estas últimas fueron mucho más gratificantes que las vividas con Reagan.

Como se sabe, la conferencia de prensa es un fenómeno relativamente moderno ya que sólo comenzó hace unos cincuenta años. En sus inicios, los presidentes se reunían con los periodistas sobre bases informales y reglas específicas mediante las cuales el presidente no podía ser citado por su nombre. Pero dichas sesiones eran de inmensa ayuda por cuanto habilitaban al presidente a ser sincero bajo el manto del anonimato. Franklin D. Roosevelt, por ejemplo, no sólo hablaba de su modo de pensar sino que también ofrecía sugerencias  a los periodistas en cómo disfrazar una frase atribuida.

El presidente Einsenhower solía tener conferencias de prensa con regularidad. En su primer período tuvo 99, lo que marca una gran diferencia con las 26 de Reagan. El presidente Carter tuvo 59 en el mismo lapso.

Las conferencias de prensa en tv, con toda su contundencia y fuerza real, fueron inventadas por John F. Kennedy. En ellas los presidentes aprendieron a ser más circunspectos en sus respuestas, conscientes de que un error podía acarrearles problemas al instante. Richard Nixon y Jimmy Carter respondían articuladamente y utilizaban las conferencias de prensa para intentar defender enérgicamente sus políticas, dejando traslucir sus propias reacciones con relación a los hechos que luego serían noticia. Por ejemplo, fue en una entrevista televisiva que Carter expresó que sus sentimientos sobre la Unión Soviética habían cambiado drásticamente  luego de la la invasión por dicha potencia a Afganistán. Idea ésta que fue oportunamente ridiculizada por Reagan en la campaña del 80. Pero desde que Reagan asumió el poder, sus colaboradores clave no guardaron secreto acerca de la incomodidad que les producía cualquier eventual exposición del presidente a un no ensayado toma y daca en una conferencia de prensa televisada. Y tal preocupación era natural, en virtud de las dificultades del presidente para recordar con precisión material fáctico, y su propensión a las declaraciones alarmantes, como aquella de su primera conferencia cuando manifestó que la Unión Soviética se sentía con derecho “a cometer cualquier crimen, a mentir, a trampear, en orden a obtener sus objetivos”.

Inicialmente, las sesiones de noticias se realizaban por la tarde, cuando cualquier error presidencial podía ser sólo advertido por un número limitado de espectadores. Pero la Casa Blanca tomó nota de que los canales volvían sobre los errores en sus emisiones nocturnas, a expensas de los fragmentos de las conferencias en las cuales el presidente actuaba correctamente. Entonces reorganizó las sesiones para horarios preferenciales, de modo tal que un público más numeroso pudiera al menos ver el contenido total.

Reagan y sus ayudantes desarrollaron su propio sistema para las conferencias de prensa por tv. Los políticos en general, y los presidentes en particular, tuvieron siempre un último recurso frente a las preguntas incómodas durante cualquier entrevista: negarse a responderlas. Y a pesar de considerarse ésta como una solución políticamente riesgosa, sobre todo  cuando las conferencias de prensa comenzaron a televisarse, Reagan la adoptó sin consecuencias aparentes de deterioro.  Así las cosas, los periodistas descubrieron que no podían llevar al presidente a responder una pregunta que él no deseara contestar. Tampoco podían forzarlo a confrontar una aparente contradicción. Y a medida que ganaba confianza en la práctica, Reagan demostró ser un maestro de la evasiva: bromeaba, cambiaba el tema, hasta que agotaba el tiempo útil. Así exponía las posiciones cuidadosamente ensayadas con la simple y enérgica forma de los discursos de campaña, y allí trazaba la línea. Finalmente, las tales conferencias se transformaron en extravagancias protocolares con alfombras rojas y rutilantes arañas, dando al público una falsa impresión de jovialidad y espontaneidad, con el presidente bromeando y llamando a los periodistas por sus nombres de pila, en algunos casos hasta a periodistas que apenas conocía, pero para todos ellos, lo que menos tenían esas conferencias era un carácter realmente informativo o una vía de acceso real.

Por ello, el principal camino por el cual los periodistas recogían información en la Casa Blanca, era a través de sus contactos con los colaboradores presidenciales y de la administración, lo cual posibilitaba el intercambio de ideas  sobre decisiones, estrategias y políticas. Porque generalmente, los ayudantes eran y son más accesibles. En ocasiones hasta deslizaban información sobre asuntos de seguridad nacional, lo que llevaba correlativamente hacia un extraordinario esfuerzo para bloquear estas filtraciones, incluyendo la autorización de tests de detectores de mentiras para altos funcionarios. Frecuentemente, las revelaciones de los ayudantes sobre planes, luchas internas por el poder, errores y flaquezas tales como el dormitar de Reagan en las reuniones de gabinete, probaron ser embarazosas para la administración.

Pero el uso de ayudantes como una fuente clave de información sobre motivos y estrategias presidenciales conllevaba un peligro para la prensa, porque los ayudantes frecuentemente se contradecían entre ellos. Y lo que decían, a veces era más tarde desmentido por el propio presidente. Esto ocurría porque cada colaborador o ayudante solía poseer sólo una parte distinta en cada caso, de la verdad total acerca de una decisión. Además, ellos podían también perseguir interesadamente sus propios fines burocráticos.

En anteriores presidencias los diarios contactos con periodistas por parte del secretario de prensa o vocero presidencial, rellenaban algunos espacios vacíos, pero Speaks, rutinariamente se negaba a responder preguntas sobre ciertas áreas críticas.

Reagan ideó otras formas de reunirse con la prensa y de ser interrogado por el público. En tal sentido, la Casa Blanca, frecuentemente allegó grupos de editores para formular  preguntas generales. Otras veces, el presidente recibía estudiantes o escolares. Y todas estas sesiones eran oportunidades propicias para que el presidente reafirmara sus posiciones básicas.

Hubo también una serie de reuniones con pequeños grupos de periodistas en la Casa Blanca para preguntas y respuestas “off the record”, bebidas de por medio, pero algunos periodistas declinaron asistir debido a lo restrictivo de las reglas. No obstante, otros de los que formaron parte afirmaron que dichas sesiones permitieron penetrar ocasionalmente, las actitudes del presidente, que en alguna oportunidad sobrepasó los designios limitativos de sus elaboradores de políticas, que luego trataban de desmentir lo dicho por el presidente aludiendo a desinterpretaciones de los periodistas. Pero la mayor parte del tiempo, Reagan mantuvo su firmeza rechazando asedios y negándose a ser más específico en situaciones delicadas.

Es que toda esta interacción constituye una buena ilustración de las contradictorias metas de los gobernantes o de los candidatos a serlo, y de la prensa. En cualquier campaña el conflicto surge principalmente porque el candidato debe ser  simple y repetido -ciento de veces- si es que quiere adentrarse en la conciencia de los ciudadanos, muy ocupados en conducir sus propias vidas. Esto ayuda si el tema de la campaña puede ser transmitido por medio de una leyenda resumida en una etiqueta pegada a un paragolpe de auto o en un flash televisivo de 30 segundos. Y seguramente el éxito de Reagan se debió a que sus ideas podían ser resumidas simplemente y que las venía repitiendo a lo largo de treinta años.

Claro está que si bien este tipo de repeticiones y simplicidades funcionan en ciertos momentos de la política, los periodistas prefieren la diversidad y no se avienen a aquellas modalidades que empobrecen la información. Más bien quieren cavar y ver qué hay debajo de la superficie. Además, y lamentablemente para los políticos, todo aquello que lesiona sus intereses se transforma en noticia.

Por otra parte, los cambios operados en la tecnología y en la filosofía de la cobertura de noticias, han complicado también las relaciones entre la prensa y los políticos. Porque el dominio de la tv –y hasta de la radio- transformaron al periodismo, ya que la instantaneidad en la comunicación de noticias hace que los diarios, no sean tan buscados por el público grueso como la fuente principal de información. Así es como los periodistas buscan desempeñar nuevas tareas y se vuelcan más y más a proveer interpretación y análisis junto con las propias noticias. Y hasta se considera ahora que el periodista está obligado a informar sobre lo que ocurre entre bambalinas, y no simplemente el movimiento de utilería. Pero de este modo, también queda expuesto a la confrontación con un presidente y con cualquier político. Hoy tenemos además las redes sociales y todos sus derivados.

Pero tal confrontación es inevitable porque en el mundo de la política muy pocas cosas son lo que aparentan ser. Lo que quiere aparecer como espontáneo no lo es. Las palabras, muchas veces disfrazan –más que revelan- los sentimientos. Un legislador puede despreciar al hombre que abraza, y puede hasta votar una ley deseando que sea vetada. Un presidente puede tomar una decisión con una razón superior en su mente, pretextando un sinfín de otras razones. Por ejemplo, para la mayoría de los funcionarios de la administración Reagan, su decisión de invadir Grenada fue desatada por los líderes del Caribe que pedían el derrocamiento del régimen izquierdistas que había tomado el control. Pero al explicar la acción, Reagan dijo que había sido cumplida, fundamentalmente, para rescatar a estudiantes norteamericanos…

En otra oportunidad, cuando revirtió la política de su administración  al autorizar un nuevo y costoso programa para aliviar el peso de la deuda de los granjeros,  Reagan mostró cierto enojo con los periodistas. Ello ocurrió durante una sesión de toma de fotos, que los periodistas intentaron aprovechar para confrontarlo con las evidentes implicaciones políticas de dicha decisión. Entonces Reagan dijo: “Sé que ninguno de ustedes va a creer esto, pero no fue hecho pensando en eso” . Y en una cosa tuvo razón: ningún periodista le creyó.

Finalmente, el fenómeno de Ronald Reagan plantea nuevas preguntas relativas al papel que corresponde a la prensa. Muchos críticos del presidente dijeron que los periodistas habrían debido ser más agresivos con Reagan, creyendo tal vez que si la prensa lo hubiese puesto al descubierto, mostrando sus técnicas, y desafiándolo cara a cara, el público se habría puesto de pie repudiándolo. Según otras opiniones, los periodistas hicieron todo eso con mucha diligencia, pero sin ningún éxito, ya que fueron ignorados por el presidente y hasta por los votantes. En la tv, las respuestas de Reagan, generalmente redujo el papel de los periodistas a nivel de actores de una representación en la cual, el presidente tenía el rol principal y dominante.  Generalmente, las acciones de Reagan ocurrieron en un clima más a fin a sus necesidades que a las de la prensa.

Aun aquellos analistas políticos no particularmente amistosos con la administración Reagan, sugirieron que los requerimientos de noticias, particularmente a través de la tv, ejercieron una indebida influencia en la formulación de políticas, y que por ende, los presidentes deberían buscar retornar esta responsabilidad a la Casa Blanca. En definitiva, una justificación del aislamiento o encapsulamiento. Pero todos estos miedos a la prensa se fundan en la creciente influencia y repercusión que tienen las noticias a través de la tv, y su impacto sobre las propias decisiones de política nacional e incluso de política exterior. Ya que no todos los presidentes podrían tener la habilidad y suerte del presidente Reagan, y al carecer de ellas también  podrían perder fácilmente el respaldo público poniendo en peligro el éxito de sus respectivas gestiones. 

Sin embargo, y esta es la conclusión final, toda restricción a la prensa –cualquiera sea el miedo en que esté fundada- podría anular el tradicional control y equilibrio que han dado fuerza y flexibilidad al sistema político norteamericano.

*Escritor, Periodista y diplomático

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POLÍTICA Y ECONOMÍA EN LA NUEVA ARGENTINA por José Armando Caro Figueroa*

| 25 agosto, 2016

Los últimos 100 años de nuestra historia registran varios intentos fundacionales. Uriburu, Perón, Aramburu, Frondizi, Videla, Alfonsín, Menem y Kirchner pretendieron, cada uno a su manera, refundar la Argentina arrasando, cuando hizo falta, las instituciones y tradiciones precedentes. Fueron, por lo general, tentativas efímeras, pronto revocadas por nuevos experimentos “adanistas” (DEL AGUILA[1]).

El kirchnerismo fundacional

Sin embargo, a estas alturas, es posible entender que el experimento inaugurado en 2003 por Néstor Kirchner fundó una “nueva” Argentina, bien es cierto que esta “novedad” incluyó la recreación y manipulación de ciertos mitos peronistas.

Contamos, en efecto, con un nuevo escenario político protagonizado por dos grandes fuerzas que, más allá de las maltrechas siglas tradicionales, denominaré aquí “partido populista” y “partido republicano”.

Tras doce años en el poder, el “partido populista” eliminó el federalismo, verticalizó el poder, adulteró los incentivos exaltando la cultura de la irresponsabilidad y del menor esfuerzo, y puso la Justicia a su servicio sembrándola de jueces oportunistas, afines y militantes.    

Sucede, además, que el kirchnerismo (versión vigente del “partido populista”) consolidó un régimen económico de inusitado vigor, centrado en la autarquía, el mercado interno, la inflación y el estatismo de amigos que se apropió de parte de la renta agraria para transferirla a los sectores protegidos de la producción y la obra pública. Un modelo en donde el Estado decide qué y cuándo se produce, quienes ganan y quienes pierden, y en el cual el clientelismo y la corrupción son elementos constitutivos e inescindibles.

Los límites del “partido republicano”

Como ocurrió en otros momentos de nuestra historia, el “partido republicano” adolece –en su versión macrista- del vigor político, intelectual y programático necesario para emprender la modernización de la Argentina. En todo caso, tuvo y tiene serios problemas para pactar o para confrontar con el siempre activo “partido populista” que en las coyunturas más variadas logra conservar el poder en los territorios en manos de señores feudales (Salta entre ellos) y su estratégica hermandad con los sindicatos oficiales.

En los hechos, el “partido republicano” está encontrando enormes obstáculos para despolitizar la justicia y el ministerio público; no sólo porque el anterior régimen aprovechó las garantías institucionales para blindar a sus militantes, sino porque los jueces oportunistas corrieron a ofrecer su vasallaje a la Casa Rosada investigando a los antes aforados y protegidos por el poder entonces de turno.

En la misma línea, el “partido republicano” no ha encontrado el modo de restablecer la justicia en relación con las secuelas del terrorismo (estatal y privado) de los años de 1970. El tratamiento inhumano a ciertos militares presos, es una vergüenza para los demócratas que no podemos sino repudiar que la democracia responda con “estados de excepción” a los responsables de la violación de los derechos humanos.    

En el terreno económico el “partido republicano”, al menos hasta hoy, carece de proyecto. Las medidas adoptadas a lo largo de estos primeros meses por el Gobierno Macri apuntan a restablecer las condiciones para mejorar la producción y la competitividad del campo (más precisamente de su “zona núcleo”), y -en paralelo- mantener los irritantes privilegios de la industria y de los servicios. Privilegios que los argentinos pagamos con inflación, atraso tecnológico, mala calidad de los servicios y costos que nos impiden acceder a los mercados extranjeros.

Conviene recordar aquí que, a nivel global, el capitalismo ganó todas las batallas que se le propusieron gracias a su enorme capacidad de innovar y alumbrar revoluciones sociales (la democracia, el Estado de Bienestar y la libertad sindical, por ejemplo) y productivas (las dos revoluciones industriales).

En este sentido, sobresale el contraste de nuestro país en donde, de la mano del “partido populista”, la Argentina alentó el clientelismo social como sucedáneo del Estado de Bienestar, y promovió la autarquía económica como frontera frente a las tres últimas grande innovaciones capitalistas: la revolución energética, la revolución logística y la revolución comercial.

El derroche, la contaminación y el fin del autoabastecimiento fueron las consecuencias de la política energética del “partido populista”. Consecuencias que Salta sufrió de modo más intenso que el resto del país, ante la mirada impávida del curioso “partido oportunista” que nos gobierna.  

Las obsoletas estructuras comerciales y de transporte de la Argentina son responsables de la inflación, de la falta de competitividad internacional, del atraso y de la pobreza.

Para hacernos una idea de las tribulaciones que sufre el “partido republicano” para solventar la herencia económica y social que le legó el “partido populista”, bastaría con analizar dos de las promesas estrellas del Presidente Macri:

En primer lugar, la “pobreza cero”. Más allá del encomiable propósito, el “partido republicano” no ha sido capaz de explicar cómo conseguirá el objetivo ni ha dado un solo paso que no sea sostener las medidas asistenciales diseñadas por su adversario el “partido populista”. Subsidiar la pobreza no conduce a la “pobreza cero”.

En segundo lugar, la “eliminación del feudalismo en el Norte Argentino”, promesa incluida en el Plan Belgrano, de azarosa y vacilante marcha. Tal y como sucediera en otros momentos de nuestra historia (QUINTIAN[2]), los señores feudales del Norte se han travestido y hoy “militan” dentro del “partido republicano”. No para traer la democracia al Norte, sino para garantizar regímenes dinásticos, negocios y la concentración del poder en manos de amigos, parientes, clientes y favorecedores.

                                                  Vaqueros, 13 de agosto de 2016.       

 

*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)

 

 

 


[1] Rafael del Águila “La senda del mal. Política y razón de Estado”, Taurus, 2000.

[2] Juan Ignacio Quintián “Una aristocracia republicana. La formación de la élite salteña, 1850-1870”, Tesis – 2014.

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FRASES Y REFLEXIONES por Albino Gómez*

| 25 agosto, 2016

Fuente  La Prensa 14 de agosto de 2016

 

LA LLAMADA “DÉCADA GANADA” FUE PATÉTICA

Patético era para los griegos aquello  que subleva los sentidos y conmueve con vehemencia  los espíritus hasta causar impresión.

 

HOMBRES DE ESTADO

Maximiliano Gregorio-Cernadas, en su excelente y reciente publicado libro “UNA ÉPICA DE LA PAZ (La política de  Seguridad Externa de Alfonsín), que todo hombre público  debería leer,  señala que como lo propuso Fromm y lo recogió Alfonsín, los hombres de  Estado son aquellos que logran involucrarse  con los problemas de su tiempo, atravesando  la historia de un modo no lineal, sino multidimensional , es decir entramando el pasado, el presente y el futuro, la experiencia y el estudio, las ideas propias  y ajenas , los sueños  y la acción, en un fluido continuum que les permite expandir sus perspectivas y, por ende, su comprensión de todos los grandes problemas del hombre.

 

DATOS QUE PONEN NERVIOSO A TRUMP

Hace 20 años, en 1996, un73 % de los norteamericanos eran blancos y hoy solo lo son el 55%. Un 17% era afroamericano contra el 25% de hoy. Un 7 % era latino contra el 14% de hoy. El 1 % era asiático contra el 4% de hoy.  La situación se va poniendo pone interesante,

 

CIERTA JUSTICIA…

La justicia de las clases burguesas es como una red que permite escapar a los tiburones voraces, atrapando únicamente a las pequeñas sardinas.

Rosa Luxemburgo

 

 

DISTINTAS DEFINICIONES DE LA LIBERTAD

Para el marxismo: “un prejuicio burgués”

Para el fascismo: “un cadáver putrefacto en el Estado”.

¿Alguna duda?

DESPUÉS VINO TODO LO DEMAS….FONDOS BUITRES, ETC.

El dinero comenzó  como modo de representar valor, pero luego empezó a utilizarse como una mercancía más, y así trabajaban los primeros banqueros, recibiendo ahorros de los ciudadanos y prestándolo a cambio de un interés….

 

 

EL BUENO DE JUAN JACOBO ROUSSEAU

No se llevaba nada bien con Voltaire, más bien se detestaban, pero en una oportunidad, Voltaire escribió un libelo anónimo diciendo que “el moralista Rousseau” tenía cinco hijos ilegítimos abandonados en orfanatos. Eso provocó ataques a la casa del ginebrino, que tuvo que huir del país y refugiarse en Inglaterra.

 

BASTANTE COMPRENSIBLE

Una de las hermanas de Edvard Munch se volvió loca.

 

BUENA MUERTE

 La de Francois Boucher;  que  murió  a los 67 años pintando el trasero de Venus.

 

*Escritor, Periodista y diplomático

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LAS RELIGIONES EN LA POLÍTICA INTERNACIONAL por Iosu Perales*

| 25 agosto, 2016

Fuente Other News

Desde hace más o menos cincuenta años la religión parece estar ocupando un notable peso en los conflictos mundiales. Este hecho sucede a un largo período de tiempo en que las religiones parecían no tener relevancia en las relaciones internacionales. No se trata, sin embargo, de un regreso del fenómeno espiritual sino de la religión como instrumento político.

La dimensión instrumental se desarrolla en dos vertientes: como revitalización de identidades y como pretexto para justificar estrategias y hechos de otro modo injustificables. El historiador y economista libanés Georges Corm lo plantea de una manera contundente: “El retorno de lo religioso es un importante fenómeno político que de religioso sólo tiene el nombre”. De ahí que el papa Francisco tenga razón al afirmar que no hay una guerra de religiones.

El mosaico de religiones es muy amplio, sobre todo si sumamos la ingente cantidad de movimientos y confesiones con frecuencia divididas y subdivididas. Pero en este artículo me fijo en las tres grandes monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, que comparten un origen semítico, reconociendo en todo caso la creciente importancia de las religiones de procedencia india de orientación mística, y las de tradición china. Lo curioso es que las tres grandes religiones monoteístas, comparten elementos comunes que en lugar de unirlas las confronta debido a diferentes interpretaciones que generan hostilidad. Pero no es indagar en qué las une y qué las separa el objeto de este texto, sino reflexionar el por qué de su mayor presencia en la política internacional y sus conflictos.

Como afirma el catedrático de la Universidad Complutense, Santiago Petschen, la fecha de 1967 es una referencia clave para una didáctica explicativa de lo que trataré de mostrar. El 5 de junio de ese año, una coalición árabe formada por Egipto, Jordania, Siria e Irak, lanzaron un ataque contra el estado de Israel con el objetivo de hacerlo desaparecer del mapa. Fue la guerra de los Seis Días. La reacción israelí fue tan exitosa que terminó por ocupar toda Cisjordania, Jerusalén, Gaza, los altos del Golán y la península del Sinaí. Aquella victoria en desiguales condiciones fue interpretada por muchos judíos como la realización de un plan divino. El judaísmo cambió de configuración de tal manera que Moshe Dayan dijo: “Quién no fuera religioso a partir de hoy lo es”.

Lo que ocurrió realmente es que el factor religioso junto con la necesidad de fortalecer la seguridad empezó a ganar proporciones. Israel, presionada por la comunidad internacional que le conminaba a devolver los territorios ocupados necesitó encontrar nuevos argumentos y una mayor cohesión interna. En ese contexto los países árabes, siguiendo a Naciones Unidas, exigían la aplicación del derecho internacional, pero la respuesta israelí fue contundente: el partido ultra conservador Likud ganó las elecciones de 1977 y los partidos religiosos ganaron terreno en las instituciones, dando comienzo a una época de crecimiento imparable de asentamientos de colonias. Al mismo tiempo, el factor religioso sustituía al socialsionismo laico por un sionismo bíblico que coloca la voluntad de Dios por encima del derecho internacional y de los derechos de las poblaciones árabes que habitaban los territorios antes de la guerra. Con ello la identidad israelí se vio reforzada con una nueva dimensión que sacraliza la política. Los asuntos de la seguridad y de las fronteras tomaron una interpretación que llevó al pragmático Ben Gurion a decir blandiendo el Antiguo Testamento, “esta es nuestra Constitución”.

Aquí Guerra 7 dias

El cambio en Israel supuso asimismo el cambio en el judaísmo norteamericano. Antes de 1967 había una gran distancia entre la población judía de Estados Unidos y la del estado de Israel. Los fondos enviados tenían un carácter humanitario. Pero la guerra de los Seis Días y la del Yom Kippur (guerra árabe-israelí de 1973) cambiaron la situación: los judíos norteamericanos comenzaron a preocuparse por la seguridad de Israel. Al mismo tiempo en Israel, el miedo a su destrucción conllevó la incorporación de la religión hebrea a la política de estado para dotarle de un cemento ideológico potente; los partidos laicos fueron desplazados del poder; y el mito del Gran Eretz unificó a nacionalistas y ortodoxos.

Lo ocurrido con el judaísmo tuvo en el islam su reverso. La monarquía Saudí interpretó la derrota árabe como el resultado de haberse separado del islam. Había que rechazar la secularización y regresar al Corán y la Sharía. La recuperación de Palestina pasaba por el impulso de la yihad, reapareciendo de este modo la unidad de la religión y la política en otro ámbito de la escena internacional. Pero el islam de Arabia Saudí no era precisamente abierto y dialogante, sino rigorista y cerrado a cualquier influencia. El poder financiero de la monarquía Saudí extendió el wahabismo en las regiones sunitas y formó una especie de internacional musulmana radicalizada. Se dio por finalizado el largo período que inauguró Kemal Atatürk en 1920, quien sustituyó el Sultanato por la República en Turquía; que siguió Reza Pahlevi en Persia; Nasser en Egipto; el nacionalista y socialista Michel Aflak en Siria. Fue una época en la que desde Marruecos a Indonesia o Nigeria, el islam no constituía una herramienta política importante.

Triunfo de Jomeini

El triunfo de Jomeini dio un impulso a la emergencia del islamismo que ya tomaba fuerza después de 1967. En 1979 quedó establecida la República islámica en Irán que se apoyaba en las mayorías pobres, en una intelectualidad islamista y en una burguesía piadosa. Ya no era sólo Arabia Saudí. Desde Irán se organizó una ofensiva para extender la revolución islámica en las zonas de chiismo. Era un islamismo de izquierdas que competía con el de derechas de los saudíes. Desde esos dos motores el islamismo político tomó fuerza. Osama Bin Laden y su terrorismo dio una dimensión internacional, global, al movimiento, que ya contaba con prestigio después de la derrota soviética en Afganistán. Luego vendrían los Al Qaeda locales, y por fin el Estado Islámico que resucita el califato, que es el mito un día perdido y ahora nuevamente hallado, de mayor fuerza movilizadora.

Fue el atentado de las Torres Gemelas lo que hizo ver a Estados Unidos que se había equivocado al dar apoyo a los talibanes en su lucha contra los soviéticos. El gobierno estadounidense creía que podía dominar para sus intereses a los movimientos islámicos radicalizados. El ataque a las Torres puso fin al idilio norteamericano con talibanes y otros grupos terroristas, y en cierto modo fue desencadenante de una renovada identidad cristiana de la nación estadounidense.

También en Estados Unidos, como en un tiempo en el judaísmo nacionalista y en el islam, la política en Estados Unidos operaba separada de la religión. El propio John F. Kennedy explicó una vez a un público de confesión baptista que él, como hombre público, su condición de católico la mantenía como algo privado. Fue con la administración Reagan a partir de 1980 que se produjo el cambio. La presencia de la religión comenzó a tener cada vez más peso en la escena pública. La llegada al poder del presidente Bush hizo de la Casa Blanca la más religiosa de la historia. Las reuniones del gabinete comenzaban con una oración.

Torres Gemelas

El 11 de septiembre hizo que hasta el vocabulario del presidente tuviera un trasfondo religioso: “Eje del mal” “Justicia infinita”. Al igual que con el judaísmo y el islamismo, la identidad religiosa en su versión más conservadora se hizo fuerte en Estado Unidos. La derecha cristiana acentuó su coincidencia con los ortodoxos judíos. Coincidencia no sólo en aspectos religiosos sino que también en que hay que conservar para Israel los territorios ocupados y seguir colonizando hasta completar la obra del Gran Israel. Toma fuerza entonces una interpretación teológica cristiana de origen judío: la necesidad de que dichos territorios estén en manos judías para no retrasar la segunda venida del Mesías.

No sorprende que en la actual contienda pre-electoral entre Donald Trump y Hillary Clinton, la elección de vicepresidentes haya tenido en cuenta factores religiosos: Mike Pence es un ultra conservador evangélico; y Tim Kaine, conservador católico. La idea de pueblo elegido forma parte del ADN norteamericano.

En este contexto, la religión en la política europea moderna tiene una presencia limitada. Otra cosa es que más de cuarenta oficinas religiosas hacen lobby en Bruselas y a su modo tratan de incidir sobre las políticas europeas. Sí son preocupantes las voces que pronosticando una mayoría de población musulmana dentro de algunas décadas, proclaman la necesidad de definir a la UE como de confesión cristiana a modo de vacuna. De momento la idea de que las creencias religiosas deben desenvolverse en la esfera privada, prevalece.

Lo que sí creo es que el espacio laico que ocupa Europa debería facilitar la toma de iniciativas para implementar el ecumenismo e iniciativas de diálogo inter-religiosas. Movimiento que en todo caso deben procurar los líderes de las tres grandes religiones monoteístas. Un diálogo en el que deberían participar las religiones orientales que tienen una virtud de la que se puede aprender: tienden a la unidad, a la intercomunicación. Del diálogo que debe incluir la irrupción de las religiones en la política internacional debe surgir un nuevo escenario de separación de ambos elementos. Hay que separar a la religión de la política y hay que construir una reconciliación entre religiones. No olvidemos que todas ellas quieren dar respuesta a las mismas cuestiones fundamentales de los seres humanos y ofrecen caminos parecidos de salvación. El diálogo permanente entre líderes religiosos creo que es lo que espera la inmensa mayoría de creyentes que ni apoyan ni aprueban la instrumentalización política de las religiones. Un diálogo que condene todo terrorismo y presione a los líderes políticos para que busquen la concordia y la paz mundial.

* Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y en materias de Cooperación al Desarrollo, vinculado a redes sociales transnacionales y a ONGs, participa en iniciativas y foros alternativos

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“SER, O NO SER, DONALD TRUMP”, EL DILEMA DE UN CANDIDATO EN CAIDA LIBRE

| 25 agosto, 2016

Fuente: “La Jornada” de México

“Ser o no ser Donald Trump”. Este es el dilema que enfrenta el candidato republicano, Donald Trump, que sigue en guerra con todo el mundo.

En el curso de las últimas horas, sus ataques contra los medios de comunicación, a quienes insiste en acusar de tratarlo injustamente y de ser corruptos, dan la medida de su incapacidad para entender la gravedad del asunto: su guerra contra los medios sólo es síntoma de su incapacidad como candidato a la presidencia.

Su ineptitud para aglutinar a las distintas fuerzas al interior de su propio partido está haciendo aguas por todos lados, mientras miles se han lanzado en estampida para buscar refugio al lado de Hillary Clinton, una candidata demócrata que poco a poco se ha convertido en la mejor opción de los republicanos.

Robert Kagan, ex funcionario del Departamento de Estado bajo la presidencia de Ronald Reagan y asesor de los candidatos republicanos, John McCain y Mitt Romney, aseguró la pasada semana que en estas elecciones se trata de elegir “entre Hillary Clinton y el abismo”.

En medio del caos y la desorganización de su campaña, la amenaza de un colapso en noviembre próximo ha obligado a los líderes del partido republicano a lanzarle un ultimátum; o corrige el rumbo de su campaña o le retirarán los apoyos para evitar un descalabro en las urnas similar o peor que el que les propinó Barack Obama en 2008, cuando los demócratas se hicieron con el control de la Cámara de Representantes y del Senado.

Pero para que Trump corrija rumbo, tendría que pasar una cosa: que Donald Trump deje de ser Donald Trump. Y esta misión se antoja imposible. Según reportes de The New York Times y The Washington Post publicados durante el pasado fin de semana, la campaña del candidato republicano comienza a resquebrajarse mientras el magnate se sigue comportando como un aficionado de la política.

Según los testimonios de miembros de su campaña, Trump es incapaz de estudiar y entender los temas de la plataforma republicana. Además es ingobernable y, a pesar de sus promesas de que cambiará el tono de sus mensajes, su incapacidad para aceptar la critica y su falta de contención —como la que mostró ante Khzir Khan, el padre de un soldado caído en acción en Irak—, lo han convertido en un arma arrojadiza para sus propias filas.

El resultado se refleja en la mayoría de las encuestas a nivel nacional, donde Hillary Clinton le sigue sacando una ventaja de hasta 7 puntos porcentuales, mientras Trump se sigue hundiendo incluso en bastiones tradicionales del partido republicano o en Estados que serán cruciales en noviembre próximo como Pennsylvania, Colorado, Carolina del Norte y Florida. Por si fuera poco, las proyecciones a futuro también le siguen vaticinando una derrota humillante.

Según la página de FiveThirtyEight, las posibilidades de victoria de Hillary Clinton son ahora del 89% contra las 11% de Trump. ¿Será capaz Donald Trump de escapar de sí mismo para reconducir el rumbo de una campaña por la presidencia que ha comenzado a deslizarse por la pendiente de la derrota?

 

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EL REINO DE LA IMPROVISACIÓN por Alberto Medina Méndez*

| 25 agosto, 2016

En los últimos tiempos, la política se ha dedicado a concentrar la totalidad de sus esfuerzos, de un modo obsceno, en la eterna construcción de poder. Todos recitan aquello de que la política debe ser la gran herramienta de transformación de las sociedades para progresar, pero no es lo que sucede.

Esa descripción de la política se ajusta mucho más a lo que debería ser que a lo que realmente es. Quienes intentan rescatarla, mejorarla y utilizarla positivamente sostienen que no hay que denostarla y que resulta imperioso apuntalarla para que sus loables objetivos no sean tergiversados.

La tendencia que muestra el presente es que en esa actividad la inmensa mayoría de sus protagonistas trabajan exclusivamente en la tarea de conquistar el poder y acceder a los anhelados puestos de decisión.

Aún los que no disponen de ningún espacio relevante pretenden alcanzarlo y se esmeran en hacer hasta lo imposible para, algún día, finalmente arribar a esa meta. En cambio los que están ahí, los que ya llegaron a esa cima, luchan denodadamente para no desmoronarse, para afianzarse y no ser desplazados jamás por sus adversarios de turno.

La experiencia empírica muestra que la política solo se dedica constantemente a edificar poder y cuando finalmente lo consigue, persiste para sostenerse indemne. La política así no se convierte en una herramienta de cambio, sino solo en un mero instrumento de poder. Es probable que por eso haya caído en desgracia y su descrédito global sea tan significativo.

La otra faceta relevante de la política pasa por darle contenido de fondo, algún sentido a ese gran propósito. Queda claro que si no se obtienen lugares para desde allí tomar decisiones parece improbable influir en la realidad, pero también es cierto que si se llega sin saber qué hacer, el presente tampoco se verá modificado y entonces todo seguirá igual.

Son dos instancias vitales pero también inseparables si se pretende tener éxito. La política debe construir poder, pero también prepararse para gobernar. Sin lo primero resulta imposible impactar sobre el presente, pero sin lo segundo lo previo no tiene mucho sentido. Deben ir de la mano ambas tareas, y por mucho que cueste comprenderlo, el arte de hacerlo bien es poner similares energías en sendas funciones esenciales.

Lamentablemente, por estas latitudes la política solo se ha convertido en una especie de infinita maquinaria electoral, que solo aspira a lograr adhesiones y seducir voluntades que luego acompañen en las urnas. El resto no parece demasiado relevante para la clase política contemporánea.

Abundan historias que demuestran que muchos talentosos que tuvieron la astucia suficiente para ganar elecciones luego ocupan sus puestos, pero no tienen programas para desarrollar y entonces todo finalmente fracasa.

Los bien intencionados aprenden en el camino, y en algún momento de su mandato deciden poner primera con esos proyectos, muchos de ellos endebles, que arrancan como pueden y que rara vez consiguen culminar.

Todo resulta muy mediocre. Existe demasiada gente poco preparada en los gobiernos, abundante cantidad de planes que se implementan a medias y una escasa capacidad para darle consistencia en el tiempo a lo iniciado.

Esta dinámica se repite con matices y variada suerte en diferentes asuntos fundamentales. Nobleza obliga, vale la pena reconocer que en algunos temas específicos se han llevado adelante planes realmente interesantes y de la mano de destacados especialistas, pero no es esa la matriz general.

Si la política quiere recuperar respeto progresivamente precisa salir de su habitual amateurismo e iniciar un camino de mayor formación de sus cuadros y de imprescindible profesionalización.

El problema no solo tiene que ver con los circunstanciales personajes y su ambición mal entendida, que es una característica indisimulable. También es parte de esa tragedia, la ausencia de ideas, la escasa capacidad para diseñar proyectos y la ineptitud para conformar equipos técnicos competentes que permitan viabilizar la concreción de esos sueños.

La política de este tiempo está en deuda con la sociedad. Probablemente porque la misma ciudadanía no lo demanda con la potencia que el tema amerita. Pero tampoco es saludable justificar esa indecente mediocridad endilgándole responsabilidad a quienes no lo solicitan vehementemente.

Es difícil encontrar excepciones a la regla. Con variantes, unos y otros se parecen demasiado y se obsesionan hasta el extremo por alcanzar el poder, pero mientras tanto hacen poco y nada por prepararse para ese momento sublime en el que inexorablemente deberán gobernar.

Los proyectos se esbozan solo para convertirse en eventuales promesas de campaña, en meras consignas proselitistas. Se explicitan siempre de un modo ambiguo, sin precisiones, ocultando sus inconsistencias sin pudor.

Los que dicen amar la política, los que creen en serio que se trata de una noble actividad que puede ayudar a la sociedad a mejorar sus vidas, deberían esmerarse mucho mas y hacer las correcciones del caso.

No se trata de que abandonen sus cuestionables prácticas de rutina de la noche a la mañana, esas que insisten de cualquier modo en alcanzar el poder. En todo caso podrían revisar sus controversiales métodos y optimizar los valores que defienden para conseguir un poco de respetabilidad.

El punto pasa por poner idéntico esfuerzo en construir planes de gobierno, en convocar a los mejores, en abrir la cabeza para diseñar proyectos consistentes que en el futuro, apoyo popular mediante, sean elementos vitales para implementarse en el corto plazo y abandonar esta vieja dinámica que ha convertido a la política en el reino de la improvisación.

*Periodista.Consultor Privado en Comunicación, Analista Político,Conferencista Internacional, Presidente de la FUNDACIÓN CLUB DE LA LIBERTAD, Miembro de la Comisión Directiva de la RED POR LA LIBERTAD,Columnista de INFOBAE en Argentina,Columnista de DIARIO, EXTERIOR de España, Columnista de EL CATO de EEUU,Conductor del los ciclos radial  y televisivo EXISTE OTRO CAMINO.Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana

Premio a la Libertad de la Fundación Atlas 2006

Premio Periodista del Año de Corrientes, por Fundación Convivencia en 2002 y 2011

Premio Corrientes por la labor periodística en 2013

 

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VIVIR PARA CONTARLO por Fabiola Yañez*

| 25 agosto, 2016

Fuente Infobae 20-8-2016

Volví a encontrarlo en un restaurante madrileño. Compartimos un almuerzo junto a una familia amiga suya oriunda de Salamanca. Para todos era el fin de una pesadilla que se extendió durante diez meses. Sólo había espacio para disfrutar el momento y reafirmar los afectos.

"¿Podrás contarme en algún momento lo que te pasó?", me animé a preguntarle mostrando un interés en donde se mezclaban mis condiciones de amiga, de compañera de trabajo y de periodista. "Busquemos el momento", dijo afectuosamente Ángel mientras me abrazaba e intentaba tomar una selfie que perpetuara ese instante.

Esperé impaciente su llamado sabiendo que mi ansiedad no debía acosarlo. Volver del infierno no es cosa fácil.

Tres días más tarde, Ángel me invitó a visitarlo en la casa sus padres.

Memorias del infierno

"En un momento nos emboscan, nos cruzan una furgoneta. Salen seis tíos vestidos de yihadistas. A mi me meten dentro del auto, me ponen la cabeza entre las piernas, me embozan, me tapan los ojos, me encañonan con un kaláshnikov  (el mítico fusil ruso) y con un RPG-7 (un lanzacohetes usado para detener tanques)… en ese momento ya sabía por donde iba la cosa y entendí lo que estaba pasando… nos secuestraban¨.

Así comienza su relato del cautiverio del que fue víctima durante 300 días, en manos de un grupo de Al Qaeda, Ángel Manuel Sastre Canelas. Todo 

empezó el 13 de julio de 2015 en la ciudad de Aleppo situada al noroeste de Siria, donde opera entre otros el Estado Islámico, más conocido como ISIS por sus siglas en inglés. Para entonces, el joven periodista español se desempeñaba como corresponsal en Latinoamérica para Europa. Durante la última década, estuvo radicado en Buenos Aires. Aquí lo conocí y desde aquí salió con rumbo a esa zona, por segunda vez en su vida, para cubrir el conflicto. Ahora nos encontramos en un lugar muy distinto. Estamos en Guadalajara, a casi sesenta kilómetros de Madrid, el lugar donde vivió gran parte de su vida Camilo José Cela. En esta ciudad apacible, lo único que podría sobresaltarnos es la música de los discos de vinilo de rock de su padre, que suenan a todo volumen y que oigo desde la entrada a un típico patio español. Es el hogar familiar y la música es para recibirme. Es que hay tanta alegría desde el 7 de mayo en que Angelillo (como lo llama Luisa su madre) fue liberado junto a sus dos compañeros, que todo es festejo.

Ángel pide a su padre que baje el volumen. Su madre señala un cuadro que exhibe como si hubiera sido una premonición. Muestra una colección de billetes de lotería que el abuelo le regaló a Ángel el año en que nació. Es sorprendente: en cada uno de ellos aparece la figura de un periodista español destacado. Tal vez el abuelo haya conocido que suerte le depararía a su nieto. "Cosas del destino", dice la madre. Mientras tanto, yo miro por la ventana intrigada y vislumbro una plaza de toros.

Tomamos y comimos algo. Recién entonces pude animarme a preguntar.

– ¿Qué te llevó a viajar a Siria?

– Siria no es hoy un lugar más. Cuando uno va por primera vez, no puede evitar sentirse implicado. A nosotros todo lo que nos mueve de esos conflictos, es como repercuten en la población civil. Es imposible no involucrarse. Solo sientes el deber de mostrar al mundo las atrocidades que allí están ocurriendo.

– Pero al fin y al cabo al entrar a Siria estás entrando en el centro de operaciones bélicas. ¿Qué recaudos tomaste al ingresar? Entrar a Aleppo es entrar a un infierno…

– Yo entre a Siria con una garantía de seguridad de Ahrar al-Sham. Ellos eran los encargados de cuidar que a mi ingreso a Aleppo nada me pasara. Confié en ellos. No te queda más opción que confiar.

Ahrar al-Sham forma parte de una amplia coalición siria de grupos de oposición, la más poderosa en estos momentos y la mejor organizada, con aliados claves en la región -Turquía y Qatar- y hasta con oficina de Asuntos Exteriores y de Asuntos Políticos. Tal es así que su director de relaciones exteriores, Labib al Nahhas firmó artículos de opinión que fueron publicados por el Washington Post en Estados Unidos y por el Daily Telegraph en Londres.

– Pero es evidente que la intervención de Ahrar al-Sham falló ¿Cómo es eso de las garantías de seguridad?

– Cada vez que ingresas en terreno bélico debes conseguir salvoconductos que te garanticen no caer en manos de ninguna de las fuerzas en pugna. Pero esta vez todo se convirtió en papel mojado. De repente, cuando nos emboscaron, me costó entender que estaba pasando y lo que primero te planteas es qué grupo te atrapó, qué suerte correrás, si te van a torturar, matar, vender…

Esto último es lo que justamente sucedió con los tres periodistas españoles, Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre. Primero estuvieron en manos de un grupo que luego los vendió a al Nusra, una filial de Al Qaeda en Siria. La realidad es que la  revolución, esaprimavera árabe como la promovían entonces cuando corría el 2011, se ha marchitado. La revolución ha quedado secuestrada por estos grupos islamistas radicales donde los que mandan son ISIS y al Nusra (Al Qaeda). En la lucha entre fundamentalistas, han quedado atrás los ideales de democracia y estados laicos. Por eso ya nadie necesita a los periodistas occidentales. El que entra es secuestrado y es utilizado como arma de guerra o como tesoro para sacar dinero y subvencionar sus ataques.

Ángel me enfatiza que no hay que confundirse. Para él hay que recordar siempre que ISIS tiene una guerra con Al Qaeda (que es Al Nusra en Siria) pero que no son cosas diferentes. Al Nusra esta tratando de lavar su imagen, separándose del Estado Islámico, pero en definitiva son la misma cosa. "En ningún momento habrían dudado en decapitarnos cuando no les hubiéramos servido", afirma.

A su juicio, se está en un túnel sin salida porque ninguna de las posibles soluciones es buena. No parece bueno que se sostenga Bashar al-Assad, el actual presidente de Siria, cuando su régimen bombardea sistemáticamente a su pueblo con barriles colmados de pólvora y esquirlas. Pero tampoco resulta bueno que se impongan ISIS, Al Qaeda o la oposición conjunta llamada Coalición, cuando la fuerza brutal es el método que utilizan. En el panorama actual y a corto plazo,  no se vislumbra ninguna solución.

Después de la pesadilla que ha vivido, Ángel intenta recobrar energías  de la mejor manera posible, tanto mental como físicamente. Como él mismo dice, "uno nunca sabe como va a reaccionar el cuerpo, ansiedades, nervios, crisis post traumática". Hoy por hoy solo anhela recuperar su vida anterior, seguir haciendo lo que hacia, cubrir los conflictos en Latinoamérica, disfrutar de sus amigos y familia.

-¿Y en los momentos de reclusión que pensabas, que hacías?

-Uno intenta buscar una rutina. Caminar. Hacía ejercicios dentro de la habitación, pero luego me lo prohibieron. Yo me refugié en la escritura. Me dieron cuadernos. Así pude escribir un libro, crónicas, idee un blog de opinión, programas para presentar en la televisión. Los reescribía una y otra vez hasta pasarlos en limpio. No sé cómo hice, pero hasta saqué fuerzas para redactar un taller que me habían pedido en la Asociación de Prensa de Madrid. Pero al momento de otorgarme la libertad todo lo escrito me fue quitado.

Además de todo esto, Ángel encontró refugio en dos libros que le habían proporcionado. Según cuenta, los leyó 16 veces. Se trataba de escritos que versaban sobre el Korán y una comparación entre el Catolicismo y la religión Musulmana. Esos textos, más que interesarlo lograron intrigarlo. "¿Cómo puede ser que recen 5 veces al día, intenten explicar las razones de su religión y al mismo tiempo tengan gente secuestrada o cometan atentados contra seres inocentes?", se pregunta.

Durante los últimos cuatro meses de su cautiverio pudo ver televisión. Al inicio solo veía los canales adjudicados, pero luego, con esa hiperactividad que caracteriza a Ángel, aprendió a cambiar los settings del árabe al inglés y terminó sintonizando 3600 canales, de los cuales unos quince eran en ingles. A través de ellos se mantuvo informado a pesar de las circunstancias.

– ¿Cómo accedieron a darte televisión? ¿Cómo los captores resolvieron dar esa concesión?

– Alguno de ellos venía a preguntarte en inglés qué necesitabas. Tú le pedías un libro o una televisión. Al principio dijeron no tener televisores. Pero luego conversaron entre ellos en árabe y al final trajeron uno. Había una especie de trato tácito entre los captores y uno que decía que "si no me armas lío, yo no te armo lío". Creo que ellos pensaban "yo entiendo que llevas 10 meses en 15 metros cuadrados, entonces te pongo una tele como un tonto, para que mires y te tranquilices" .

La TV funcionaba sólo cuando había luz. En medio de un bombardeo había luz mediante un generador con gasolina, entonces solo había tres horas al día de televisión, pero eso le daba la vida.

– Ya que mencionas esto de la habitación de 15 metros cuadrados: ¿Cómo eran los lugares a donde te tenían?

– No estuve siempre en un mismo sitio. Me cambiaron seis veces de lugar. Siempre estuve en habitaciones en casas ubicadas en zonas fronterizas que son relativamente más seguras porque, aunque hay batallas y bombardeos, son menos intensos. Esas casas en las que nos encerraban estaban preparadas para ese fin. No he estado en cárceles ni en calabozos, pero estuve encerrado bajo llave, en lugares con puertas de hierro y vigilado por tíos encapuchados… además con cámaras infrarrojas que seguían mis movimientos todo el tiempo.

– ¿Y por qué los llevan a lugares más remotos?

– Ellos no quieren que te caiga una bomba y te mate. Te necesitan vivo. Somos su tesoro. Por eso, aunque te privan de la libertad en alguna medida te protegen. Pero más allá de ello, nunca dejaban de hacerme sentir que tenían mi vida en sus manos. Pero cualquiera haya sido el trato que me dieron, nunca dejaron de hacerme sentir su prisionero.

– Imagino que habrá sido muy duro…

– Yo no dejaba de pensar en todo momento cuando empezaría la tortura.  Mirando comparativamente, debo admitir que no fueron tan duros conmigo. Vivía esperando el momento en que vinieran a golpearme. Yo sabía del sadismo de muchos de ellos por los relatos que han brindado otros periodistas que habían caído en manos de ISIS o de al Nusra. Relatos estremecedores.

Dice haberse sentido controlado por un ¨Big brother¨ todo el tiempo, mientras caminaba en círculos por la habitación. Pone énfasis y repite: ¨Estos jefes son unos cabrones y  hemos estado separados, no todos hemos tenido el mismo trato. Yo estoy todavía en una nube. Yo no se lo que ha pasado y no quiero ni pensarlo porque me quiebro¨.

Es que hasta último momento el no sabía que le depararía su destino. Desconocía si iban a terminar con el o si lo iban a vender y todo lo que recibía eran malas noticias de que su gobierno no ponía voluntad y que iban a matarlo.

La liberación

Diez meses después del día en que se inició el cautiverio, la desesperación empezó a acorralar a Ángel. Varias veces había pensado en huir, pero cada vez que lo hizo entendió que su suerte correría peligro.

En medio de tanto aturdimiento algo empezó a cambiar.

– ¿Cuándo te diste cuenta que te liberarían?

– Eso no lo supe si no hasta el mismo instante en que ocurrió. Si presentí que algo cambiaría en el momento en que comenzaron ciertos movimientos que me llamaron la atención, como por ejemplo que me pidieran los talles de ropa.

Así fue. Dejó sus percudidas prendas para cambiarlas por los joggins y remera que le proveyeron. Luego los encapucharon y reunieron a los tres. Ángel cuenta que en ese momento había una niña que jugaba sobre una alfombra y les tocaba la cabeza como parte de sus juegos. Piensa que sería la hija de alguno de los secuestradores. Había también mucha gente reunida. Ante ese cuadro empezaron a creer en que quedarían libres. Sabía que saldrían de allí pero aún no sabían hacia donde.

– ¿Cómo fue la liberación?

– Yo salí primero, me esposaron, me metieron en un coche que me llevaba a otro lado y ahí al fin entendí que iba a ser liberado.

– ¿Dónde estabas entonces?

– Otra vez había vuelto al límite entre Siria y Turquía. Ahora debía cruzar el límite y volver a suelo turco. Entonces en el aturdimiento y aún sin poder visualizar nada… me gritaban en árabe. Y el terror me paralizaba nuevamente.

– ¿Y a quien viste primero?

– Cuando me quitaron la capucha vi a mas hombre armados, con muchas armas. Y lo único que pensaba en ese momento era recuperar mi vida…poder ir al baño… ¿Me entiendes? ¡No te permiten ir al baño! Es que allí no puedes hacer nada. Solo pensaba en recuperar la libertad…

– ¿Y cómo fue tu llegada a Madrid?

-Nos entregaron en suelo turco. Nos recibieron y brindaron mucha contención. Nos subieron a un avión perteneciente al Ejército del Aire español que nos llevaría nuevamente a Madrid. Antes hicimos una escala en Zaragoza, para recuperar nuestra fisonomía. Llevábamos meses sin cortar nuestro pelo y sin rasurar nuestra barba. Emprolijados, remontamos vuelo hacia Madrid.

– ¿Y cómo fue el reencuentro?

– En los meses de cautiverio no pude dejar de pensar en mi familia. Cuando uno abraza la profesión de periodista y decide exponerse a riesgos tales como ingresar a un frente de batalla, no mide el lugar en el que queda su familia. A mi me pasó que en todo momento pensaba en ella. 'No es justo que les haga pasar por esto', me decía. Pensaba en mis padres, en mi hermana… como estarían viviendo todo ese martirio que me tocaba pasar. Eso es algo que me cuesta perdonarme a mi mismo. Cuando toqué tierra en Madrid mi madre se acercó hasta mi. Me decía en voz alta 'no voy a llorar' mientras reafirmaba esa decisión diciendo 'no' con su mano derecha y su dedo índice en alto. Ella ha sido muy fuerte, pero en ese instante el débil fui yo.

 El mensaje que Ángel intenta dar al mundo es que ellos no son los protagonistas. Que hay una serie de conflictos que hay que cubrir. Que en Siria siguen muriendo personas cada día y que esas vidas no valen menos que las nuestras. Afirma que Siria no puede salir del foco y que eso merece la pena seguir informándolo.  A pesar de este panorama desalentador que no nos permite ir, hay que seguir intentándolo, hay que seguir informando y que además de los periodistas que van allí, se necesita que los medios estén a la altura de los reporteros que van a cubrir estos eventos. Medios de todo el mundo que guarden espacio y dinero para estas circunstancias, porque es una vergüenza que no se interesen. No puede ser que el periodista free lance tenga que ser un sobreviviente. Se necesitan medios que estén a la altura de los reporteros que como él y sus compañeros se juegan la vida. Hay que entender que las guerras sin periodistas y sin testigos son peores.

– ¿Cuál es tu mayor anhelo, o para qué crees que sirva esta fatal experiencia, que te toco vivir?

– Lo que más reclamo es que los medios sientan interés por problemas como los que afronta Siria. Como no me he cansado de decir, mientras tu y yo hablamos allí esta muriendo gente inocente y sus vidas no valen menos que las nuestras. Que la gente conozca las atrocidades que ocurren en estos enfrentamientos fundamentalistas de intereses diversos. Como sociedad civilizada que somos con la información debemos hacer la diferencia.

"Coraje"

Ángel Sastre no es un periodista más. Abrazó su vocación creyendo que la labor periodística lo obligaba al riesgo permanente. Suele repetir sin cansarse que "los periodistas deben estar allí donde ocurren hechos que molestan a la conciencia social". Por el trabajo que realizó bajo esa lógica, mereció el premio Larra 2010 de la Asociación de Periodistas de Madrid.

Alguna vez fue corresponsal en Londres de medios españoles. Pero durante los últimos años se estableció en Buenos Aires y desde aquí indagó en la realidad de Latinoamérica, como las cárceles en el Salvador, el tren de la muerte o ¨La Bestia¨ en México, las favelas en Brasil o las maras en Guatemala. Registró como se jaqueaban derechos humanos y cubrió golpes de Estado. Sin embargo, cada vez que pudo, se embarcó como periodista free lance para mostrar las miserias de las guerras. Estuvo en el frente de batalla en Siria en el 2013, en Irak, en el enfrentamiento en el este de Ucrania durante la navidad de 2014 contra Rusia, hasta que el conflicto en Siria acabó por atraparlo.

Dejó Buenos Aires con destino a Turquía. De allí cruzaría a Siria, mas precisamente a Aleppo para mostrar el modo cómo los Cascos Blancos, que es un grupo de voluntarios de la Defensa Civil Siria socorren a las víctimas de una guerra impiadosa.

El 10 de julio de 2015 se dispuso a cruzar la frontera que lo depositaría en el infierno sirio. Ese día escribió "coraje" en su twitter (@angelmsastre). Fue una premonición a lo que sobrevendría apenas tres días después

Los secuestrados   

Ángel Sastre cayó secuestrado junto a dos periodistas españoles que se habían impuesto el deber de mostrar el calvario de la sociedad civil siria. Todos tenían antecedentes cubriendo conflictos bélicos.

Antonio Pampliega, el primero de ellos, registraba una vasta experiencia en abordar la perversión de las guerras. Había estado en Irak, Líbano, Pakistán y Afganistán y sus trabajos habían sido publicados por los principales medios europeos.

José Manuel López, un fotoperiodista signado por una trayectoria de denuncias de atrocidades, fue el restante. Nacido en León en 1971, había recibido para entonces varios premios y publicado sus fotos en medios de la estatura del New York Times, The Guardian, Le Monde o Der Spiegel.

Los días de Ángel

Ángel Sastre es hoy un hombre templado en una experiencia que nadie quisiera vivir. Mientras habla no deja de indagar la máquina fotográfica que cargo para testimoniar el encuentro. Enfoca una y otra vez y ensaya tomas de su tierra natal.

Angel Sastre, hoy

Pese a todo, no han cambiado sus convicciones. Al contrario, están más firmes que nunca. A pesar de ser requerido por medios, consultoras y universidades para que de testimonio de su experiencia, él sigue convencido de que antes que nada debe cumplir con su misión de periodista.

– Nosotros no somos los protagonistas en esta historia, afirma.

– ¿Y quiénes son entonces?

– Los protagonistas son las víctimas. Hay una serie de conflictos en el mundo que deben ser cubiertos por la prensa porque son los miles de personas que sufren y mueren los que reclaman atención. Siria no puede llamar la atención de Occidente cuando los allí perseguidos llegan a las costas griegas reclamando auxilio. Hay que prestar atención a Siria porque allí siguen muriendo personas cada día y porque esas vidas no valen menos que las nuestras. Siria no puede salir del foco y los periodistas que van allí, necesitan del apoyo de los medios. Los medios de comunicación deben estar a la altura de los reporteros que van a cubrir estos eventos. Deben preveer espacio para difundir las notas y dinero para cubrir los eventos. A veces da vergüenza que no se interesen por semejantes hechos. Hay que atender la dimensión del problema y no permitir que un periodista free lance deba convertirse en un sobreviviente.

Sigue obsesionado por el dolor en el mundo y promete seguir adelante con la misión que se ha dado.

"No hay que olvidar que nosotros no somos los protagonistas, sino los 300.000 muertos y millones de desplazados que siguen en Siria".

Lo dice y sigue fotografiando lugares de Guadalajara. Un lugar tan lejano al infierno que vivió.

*Fabiola Yañez es licenciada en periodismo

 

 

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LÓGICA IMPLACABLE por Luis Casado*

| 25 agosto, 2016

 

Fuente: Politika, Chile

Como de seguro sabes, la Lógica pasa por ser una ciencia formal que estudia los principios de la demostración e inferencia válida. Es lógico un razonamiento en el que las ideas se desarrollan de forma coherente, sin que haya contradicciones entre ellas.

No parece evidente, pero la frase “Los altos salarios son dañinos para los asalariados” tiene su lógica. Una lógica de economista desde luego: lógica, o lógico, no son sinónimos de decencia u honestidad, aún menos de legítimo o de verdad absoluta.

La palabra viene del griego antiguo λογική (logikḗ), que significa ‘dotado de razón, intelectual, argumentativo’, que a su vez proviene de λόγος (lógos), o sea ‘palabra, pensamiento, idea, argumento, razón o principio’.

Espero que entiendas que estar dotado de razón no significa que la tengas, así como no haber perdido cuernos no permite deducir que eres un cornudo. Ya habrás oído eso de ‘el diablo se esconde en los detalles’. Con este tipo de lógica te garchan de lunes a domingo, 24 sobre 24, 365 días al año, uno más si es bisiesto.

Alarmantes titulares de la prensa pregonan el fin de la Humanidad: los beneficios de tal o cual banco se redujeron a la mitad, tal o cual industria vio caer su cifra de negocios, la demanda de tal o cual producto flaquea, los márgenes comerciales son insuficientes, y otras preocupantes calamidades del mismo calibre.

Confiésalo alma impía: te cuesta recuperar el sueño, duermes intranquilo, a sobresaltos, y últimamente constatas que transpiras más de la cuenta. No es para menos. Es la lógica implacable –también llamada ‘dura ley del mercado’– con la que te han succionado los miolos (miolos: portugués figurativo por cerebro. De nada…).

Si las multinacionales ganan plata, mucha plata, invierten para ganar más plata. Ergo, crean empleo, aumentan la demanda corporativa, lo que a su vez incita a los productores de los insumos correspondientes a invertir, ya ves hacia dónde va la lancha, hacia el paraíso en la Tierra.

Si por desgracia las multinacionales no ganan plata, –peor aún si por acaso pierden–, y si la demanda es insuficiente porque tú mismo no consumes lo que hace falta, se detiene la inversión, se reduce la demanda, crece el desempleo, los productores de los insumos correspondientes se van a Babia, vuelve a crecer el desempleo, y ya la tenemos liada. Ergo, estamos donde estamos.

Esa lógica implacable hace que el triste currante que eres –que somos– vive deseando que la empresa que lo emplea gane mucho dinero. Ahora bien, David Ricardo, clásico entre los clásicos, escribía hace dos siglos (1817) “No puede haber un aumento del valor del trabajo sin una caída del lucro”. Una forma de aclararte que –en la economía que conocemos– el lucro empresarial es inversamente proporcional al nivel de salarios.

De ahí que la frase “Los altos salarios son dañinos para los asalariados” tenga su lógica: el asalariado comprende, –debe comprender–, que pedir un aumento de su pinche estipendio va contra sus propios intereses.

La lógica implacable va aún más lejos: la productividad del currante crece cuando la empresa despide, por poner un ejemplo, el 20% de los efectivos. Los que quedan tienen que producir lo mismo, o aún más, que la plantilla precedente, trayendo consigo el tan ansiado aumento de productividad.

Si el currito tuvo la suerte de nacer en Chile, sabe que su AFP invierte en las empresas que le emplean a él mismo. Si quiere obtener –para sus pinches fondos de pensión– la rentabilidad de sueño con la que le engañaron, no puede sino desear que las empresas ganen más dinero, en otras palabras, que reduzcan el número de trabajadores que emplean.

No sé si esto te dice algo o si eres definitivamente asopado, pero claramente el currante entra en esquizofrenia militante.

Explicancia: si pide más salario perjudica a la empresa, y por carambola a sí mismo. Si tiene la suerte de conservar su pijotero empleo se daña a sí mismo porque, para garantizar su pensión, más valdría que le despidiesen. Encerrado en un dilema de tipo “¿el sartén o las brasas?”, ¿cáncer o disección aórtica?”, “¿caipirinha o caipiroska?”, “¿Donald o Trump?”… el currante pierde el juicio.

Esta lógica implacable, que mantiene a los trabajadores tranquilitos y les aleja del sindicalismo, explica los titulares de la prensa y de la TV. Hoy, por ejemplo, el Wall Street Journal (WSJ) pone en primera página:

“Facing a slowdown in growth and tough credit conditions, businesses hold back on spending”, lo que en cristiano quiere decir exactamente lo que te cuento: “Frente a una desaceleración del crecimiento y duras condiciones de crédito, las empresas paran la inversión.”

El WSJ se refiere a China, pero para el caso que nos ocupa da lo mismo que el WSJ hable de Beluchistán, del Estado de Aguascalientes, o de pueblitos como Cumpeo, Venta de Pantalones, Kagar o Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (así se llama…).

Aún cuando los Bancos Centrales emiten dinero trucho en cantidades industriales (el último en poner a funcionar la imprenta fue The Bank of England, también llamado The Old Lady) la banca privada, que está hasta el cuello con créditos irrecuperables, no osa ofrecerle créditos a nadie.

(Dicho sea de paso, hay tanto capital inutilizado que las tasas de interés son negativas: te pagan por darte un crédito. Pides 100 y rembolsas 98. Jauja. Jauja te digo).

Mientras tanto, la misma prensa, la misma TV, te cuenta que aumentó el número de mil-millonarios, que la concentración de la riqueza alcanza niveles que dan náuseas, y que media docena de privilegiados posee más patrimonio que la mitad de la Humanidad. Desde ese punto de vista todo va bien.

Lo que nos permite esculpir en el bronce otra frase: “Los bajos salarios son beneficiosos para el riquerío”. Frase que también tiene su lógica. Una lógica implacable.

 

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LO PÚBLICO, LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA por Fernando Luengo*

| 25 agosto, 2016

Fuente Other News

Los Estados y los espacios políticos han sido colonizados por las oligarquías. Un proceso de largo aliento, perfectamente visible antes del estallido de la economía basada en la deuda (repárese, por ejemplo, en la privilegiada posición del capital en materia de fiscalidad), pero que en los años de crisis ha alcanzado proporciones desconocidas.

Las políticas aplicadas desde la troika y los gobiernos comunitarios han respondido de manera obscena a los designios de los poderosos. A pesar de la retórica de la austeridad y pese a los recortes introducidos en los capítulos social y productivo, en los años de crisis, el gasto de las administraciones públicas ha seguido una marcada tendencia alcista. Hay que destacar en este sentido sobre todo porque el discurso del poder lo oculta o lo ignora-, el crecimiento del gasto debido a la captura del Estado, un asalto en toda regla, por los grupos económicos, que se ha materializado, sobre todo, en los rescates con fondos públicos a los bancos y a los grandes deudores y acreedores.

Hemos podido comprobar y padecer, como nunca antes, que las connivencias entre las elites políticas y económicas puertas giratorias o espacios compartidos- es plena. La imagen icónica sobre la que pretendían sustentarse el proyecto comunitario y los estados de bienestar el estado como mediador y las instituciones como puente de los intereses enfrentados de las diferentes clases sociales- se ha desvanecido.

¿Reivindicar más estado, menos estado? No es esa la cuestión, cuando la recomposición oligárquica de las relaciones de poder implica al mismo tiempo más y menos estado; más gasto público para sanear los balances bancarios, menos gasto público para sostener las políticas de igualdad.

Con todo, revestido de una nueva legitimidad, tenemos que reivindicar con claridad el papel del estado, que es lo mismo que decir el papel de lo público, como un decisivo actor del cambio necesario. La intervención del Estado es crucial para superar la crisis y, más en general, en el proceso de transformación y renovación de la economía española, una intervención que desborda los tradicionales enfoques de demanda keynesianos, basados en el componente contra cíclico del gasto público.

No puede ser de otra manera ante la envergadura de los desafíos sociales y ecológicos que hay que enfrentar. Movilizar recursos para corregir la fractura social, que ha alcanzado cotas históricas, comprometerse con políticas de igualdad en materia de salud, educación, ingreso y género (por citar algunos ejemplos muy destacados), mejorar la posición de los débiles y excluidos. Todo ello requiere, inevitablemente, del concurso del sector público. Igualmente, para detener la sobreexplotación de los recursos naturales y la degradación de los ecosistemas, y para activar políticas encaminadas a la sostenibilidad de los procesos económicos resulta crucial que imperen criterios públicos y políticos. Considero, en fin, que la intervención del estado es central para invertir la lógica del todo privado , bajo el pretexto de que la asignación de recursos desde lo público es, por definición, más ineficiente. Reivindico la legitimidad de lo colectivo y lo social.

La nueva legitimidad del Estado y de las instituciones que lo componen reside en que se habiliten, en los diferentes niveles donde opera la administración pública, mecanismos de transparencia, control y rendición de cuentas. Pero esto no es suficiente. En paralelo, resulta imprescindible que se abran y consoliden espacios donde la ciudadanía pueda expresarse, organizarse y defender sus intereses. Se trata, en este sentido, de ir mucho más allá de las consultas electorales periódicas, que las elites utilizan para legitimar políticas contra la mayoría social, aplicando a menudo programas que nada tienen que ver con los sometidos a votación en las elecciones.

Una ciudanía politizada, activa y comprometida. Esta es la llave maestra que nos permitirá vencer las resistencias de las oligarquías y abrir las puertas a un nuevo escenario económico y político. Pero, además, en ese proceso participativo, que es necesario impulsar con determinación, la ciudadanía se construye y se reconoce como actor político. Es necesario que el pueblo esté vivo y activo, empoderado y organizado, tenga voz propia y vele directamente por sus intereses, en definitiva ejerza la soberanía y la democracia de forma participativa y cotidiana, no sólo confiando su opción electoral periódicamente en unos comicios. Esto, y no otra cosa, es construir pueblo en términos de proyecto político.

La crisis económica y política, y las propias transformaciones, fracturas y límites del capitalismo, hacen que emerja un amplio grupo de damnificados cuyos intereses coinciden hasta cierto punto y que, en determinadas condiciones, podrían confluir en la misma agenda política. La problemática compartida tiene que ver sobre todo con la corrupción, el engaño y la estafa de una clase política profundamente endogámica y conservadora. También concita un amplio consenso el rechazo ante el enriquecimiento desmedido e injustificado de una minoría que no se lo merece, pues, siendo los principales causantes de la crisis, se han aprovechado de la misma para reforzar posiciones y privilegios, y la percepción de una persistente degradación de las condiciones de vida de una parte de las clases medias, en las que un amplio sector de la población se reconoce o al que quisiera acceder. Y, desde luego, en el proceso de pérdida de rentas y derechos de las clases trabajadoras, que ven como sectores enteros de las mismas se ven abocadas a un drástico empobrecimiento, pese a tener empleo, a la precarización o a la pura marginación por no acceder a puesto de trabajo alguno. Asimismo, este amplio grupo social podría tener intereses comunes, aunque no sean conscientes de los mismos, derivados del agravamiento de la problemática medioambiental.

Tan sólo se trata de algunos ejemplos, a los que se podrían añadir otros significativos, que apuntan en la dirección de una amplia transversalidad, sin que por ello debamos caer en el simplista lema de somos el 99% , que ni se corresponde con la realidad de la estructuración social, ni con el impacto, asimismo diverso, que ha tenido la crisis sobre diferentes sectores de la población.

*Fernando Luengo Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, miembro de econoNuestra y del Consejo Ciudadano Autonómico de Madrid de Podemos

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EL PÁNICO DE LOS FUNCIONARIOS por Alberto Medina Méndez*

| 25 agosto, 2016

Con diferente intensidad y una exagerada frecuencia este fenómeno se replica en demasiados lugares. El entorno del poderoso siempre le teme. Un extraño vínculo une al jefe con sus circunstanciales colaboradores en una perversa forma de relacionarse que invariablemente perjudica a todos.

Sin que resulte necesario justificar a nadie, cierto grupo de funcionarios detenta una evidente dependencia económica al ocupar un puesto en el gobierno y eso explica, en buena medida, su sumisión casi reverencial, que lo empuja a aceptar mansamente una larga lista de humillaciones.

Es probable que ese personaje no haya sido exitoso en su vida profesional, por eso su sustento familiar está atado ahora directamente a este ocasional trabajo. Su lugar en el Estado es hoy su medio de vida, su forma de sobrevivir y su salida laboral. El piensa que provocar a su líder es una mala idea porque puede generar la abrupta finalización de su vínculo con catastróficas consecuencias para él y su círculo afectivo más íntimo.

Pero no todos los que se comportan de este modo se enrolan en esta controvertida categoría tan injustificable como comprensible. Claudicar en las convicciones jamás es una virtud, pero se puede entender que ciertas circunstancias generan gran debilidad y producen dudas permanentes que impiden, muchas veces, tomar una oportuna y atinada decisión.

Existen también otras situaciones menos sensatas e igualmente habituales. La política suele convocar, de tanto en tanto, a profesionales, especialistas, técnicos, gente que tiene experiencia en ciertas áreas que puede aportar su visión a la gestión. En esos casos resulta más difícil entender esa transformación que paulatinamente culmina con tanta docilidad.

Ese conjunto de personas, que aceptan integrarse a un equipo de trabajo, lo hace por vocación, intentando contribuir, a su manera, con el futuro. El entusiasmo suele ser enorme cuando todo inicia y muchos creen que desde ese lugar que han alcanzado, podrán finalmente cambiar la realidad.

A poco de andar, los que vienen de afuera de la política y no disponen de una trayectoria en estas lides, inician un camino de desilusión que, por etapas, transita un derrotero del que difícilmente se pueda volver.

La burocracia omnipresente, las infernales regulaciones, los malos hábitos tan arraigados en el Estado, la asfixiante postura de los sindicatos, la dinámica de la vieja partidocracia y la intromisión interminable de la política, hacen que la máquina de impedir muestre todo su esplendor.

Todo sucede con gran vertiginosidad pasando del fervor original al repentino desengaño. Mientras tanto, con la misma celeridad aparecen los inconvenientes que modifican todo lo planificado. Cuando ocurren esos incidentes se inician los roces entre el conductor político y sus auxiliares. Las rispideces se convierten en reclamo y nunca nada vuelve a ser igual.

Es tal vez allí donde habría espacio para tomar determinaciones relevantes, sin embargo la historia da cuenta de abundantes anécdotas, que muestran como ese excelente colaborador se convierte en un obediente soldado de causas ajenas y se desdibuja inexplicablemente a enorme velocidad.

En la descripción de esa triste y patética secuencia, se evidencia que las causas son siempre múltiples. En ese contexto no parece muy saludable generalizar. Al hacerlo es inevitable caer en ciertas crueles injusticias, pero habrá que decir que algunos de estos funcionarios "aman" el poder.

Su fidelidad no se explica desde su dependencia económica. Muchos de ellos descuidan sus negocios y su actividad profesional para dedicarse a este nuevo ámbito totalmente desconocido. Ellos no necesitan esos sueldos, pero adoran las "alfombras rojas" y el glamour que rodea al poder.

No lo reconocerán a viva voz, pero ellos también sueñan con nuevas oportunidades que lo acerquen a posiciones más trascendentes. Ellos saben que el caudillo puede ungirlos y por eso prefieren recorrer el sombrío sendero de las adulaciones y soportan lo inaceptable, esperando esa bendición tan anhelada, que muy pocas veces llega.

En definitiva, estas personas, aún sin la necesidad de los otros, de esos que si dependen de su salario estatal, terminan comportándose de un modo idéntico y aceptando los reiterados desplantes del poderoso.

Lamentablemente todo gira y este proceso deriva hacia conductas inapropiadas. Los funcionarios empiezan a tener miedo a las reacciones del líder político, a sus modos enérgicos y a sus reacciones intempestivas.

Justo es reconocer que hay excepciones a esta regla general. Son muchas menos que las deseables pero allí están. Algunos funcionarios conservan en alto su autoestima y se hacen respetar, evitando esas posturas inadecuadas de sus superiores directos. Claro que los lideres, si son astutos, lo comprenden rápidamente y saben hasta donde llegar en cada caso.

Estos comportamientos tan habituales serían irrelevantes si no fuera porque impactan directamente sobre el funcionamiento de la política, lo que deriva en determinaciones equivocadas y por lo tanto es la gente, la sociedad, la que termina sufriendo las consecuencias de esos desaciertos.

Cuando un funcionario omite criticar al dirigente, acepta que seleccione opciones inconsistentes, no le advierte sobre los posibles desenlaces de una medida, comete un error imperdonable. Eso se torna aún más grave cuando esa negligencia es producto del miedo a un desquite brutal y viene de la mano del temor a una represalia automática.

No se puede esperar que estas cuestiones se resuelvan gracias a la eventual bondad del jefe. El es una persona y como cualquier otra avanza hasta que encuentra límites concretos. Ponerle coto a esta dinámica depende mucho más de los funcionarios que del mandamás.

Es imperioso interrumpir esta mala costumbre. No se beneficia el líder, cuando se priva de escuchar opiniones sinceras que pueden ayudarlo a enfocar mejor sus acciones. Tampoco sale fortalecido el subordinado, porque su actitud es indigna y lo deteriora. Pero es la sociedad la más perjudicada porque paga los platos rotos de todos estos dislates. Es vital tomar las riendas, recuperar el amor propio, para que el pánico de los funcionarios, no siga siendo moneda corriente.

*Periodista.Consultor Privado en Comunicación, Analista Político,Conferencista Internacional, Presidente de la FUNDACIÓN CLUB DE LA LIBERTAD, Miembro de la Comisión Directiva de la RED POR LA LIBERTAD,Columnista de INFOBAE en Argentina,Columnista de DIARIO, EXTERIOR de España, Columnista de EL CATO de EEUU,Conductor del los ciclos radial  y televisivo EXISTE OTRO CAMINO.Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana

Premio a la Libertad de la Fundación Atlas 2006

Premio Periodista del Año de Corrientes, por Fundación Convivencia en 2002 y 2011

Premio Corrientes por la labor periodística en 2013

 

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