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APOCALIPSIS TRUMP por Roberto Pecchioli*.

| 24 octubre, 2016

Fuente: EreticaMente

Dentro de pocos días la pesadilla se desvanecerá y todo volverá a ser como antes, más bien mejor aún. La brillante abogada americana Hillary Rodham, casada Clinton, se transformará en presidente del mundo, perdón, de los Estados Unidos y todos seremos más felices, más fuertes y más libres.

Con la acostumbrada modestia, unida a ese carácter intrépido que todos le reconocen, a partir de las ex amantes del marido Bill, abogado del foro de Little Rock, Arkansas y no obstante sus problemas de salud, enfrenta al mal,  levantando su débil persona contra  Donald Trump. Entre él y el Apocalipsis estoy sólo yo, ha tronado entre los aplausos conmovidos de los poderes fuertes de todo el globo terráqueo. En los EE.UU., donde la Biblia aún es tomada en serio por millones de buenos electores, hablar de Apocalipsis es un argumento de peso. El libro de Juan el Evangelista  sobre las “cosas últimas”, los novísimos y el fin del mundo, es muy citado, pero poco leído. Apocalipsis en griego, significa revelación y entonces quizá la feminista de veinticuatro kilates  que por conveniencia política usa el apellido del marido hereje, tenga alguna razón.

Estamos entre aquellos que no se apasionan para nada por las elecciones americanas, considerándolas un costoso juego en el que está en disputa un empleo a plazo fijo –cuatro años- de alto funcionario del aparato militar, industrial y financiero global con sede en los EE.UU. Pero puede ser verdad que entre el obeso millonario septuagenario y la Revelación,  Hillary Clinton sea el único obstáculo.

Dudamos que como presidente Trump pueda mantener  las promesas, aunque más no sea con la esperanza de salvar su vida, pero ha amenazado más de una vez con abrir algún armario de esos cerrados con candado, vigilados mejor que el oro de Fort Knox.

Hagamos un pequeño, impreciso elenco: la abogada Rodham es muy, muy próxima a los principales bancos de negocios del mundo, que algún testarudo complotado  considera  una cueva de criminales globales: Goldman & Sachs, Morgan&Stanley y su horribles compañeros.

Los ha absuelto de toda responsabilidad por la crisis financiera  del 2007/2008: es notorio que quiebras e insolvencias son responsabilidad  del populacho. Por otra parte fue justamente el marido, como presidente, que abolió el ya famoso Glass Seagall Act, la ley de los años treinta del siglo pasado, copiada de una ley italiana, que impedía a los bancos de crédito y depósito actuar como bancos de negocios, rápidamente imitado por sus mayordomos europeos (en Italia le tocó al orgulloso pionero de la ex Unión Soviética Massimo D´Alema, el bombardeador de Belgrado).

                                            Clarísimas las palabras de la abogada Rodham, cuando aún no estaba en carrera para el puesto de Grand Commis de Rockefeller, Warburg, Rostchild & Co.: “Solo Wall Street sabe qué debe hacer para corregir a Wall Street”. Lo sabemos a través de espías arrepentidos como Julian Assange. Sabemos también que las elecciones americanas cuestan a los candidatos un par de miles de millones de dólares, solventados en máxima parte justamente por las instituciones financieras y los grandes grupos multinacionales por amor a la democracia y ganando tres veces más. La primera porque son dineros robados a los pueblos, la segunda por las imponentes deducciones fiscales y la tercera por los favores que recibirán del candidato vencedor.

                                          En general, como son tipos prudentes, financian a los dos, como sucede desde hace un par de siglos con  los enemigos en las distintas guerras: el Reich nazista no habría podido combatir por casi seis años sin los préstamos,  sin el uso de brevets y de productos controlados por Wall Street y alrededores (la City de Londres, por ejemplo). Esta vez parece que Donald no ha podido contar más que con moneditas  de parte de los superpoderosos que hinchan por Hillary al cien por cien. Quizá será porque el avieso ricón querría mirar a fondo en las cuentas de la Nato, o quizá porque la dulce señora Clinton es gran amiga de Arabia Saudita, de emires y sheiks devotos o porque tiene metidas las manos en los financiamientos al IS. Cualquier malpensado podría imaginar que las lobbys de las armas y del espionaje prefieren a quien quiere continuar la guerra en Libia, Siria, Irak y 

Afghanistan, donde, entre petróleo, opio y reconstrucción de naciones destruídas por los bombardeos humanitarios hay pan y tortas para sus accionistas (les llaman inversiones institucionales). La Rusia de Putin, todos lo saben, es más imperialista que la Unión Soviética. Por ello hay misiles “buenos” y tropas democráticas (peace keeping, llevan la paz , paciencia si hay algún daño colateral) emplazadas en las proximidades de las fronteras rusas.

Trump no pareciera pensar como Hillary en esta materia ni como los jerarcas  bellicistas de su partido republicano , tipo el omnipresente John Mc. Cain,  el falso héroe de guerra vencido hace ocho años por Obama. Además están las cuestiones de la guerra económica, el embargo contra Iran, otro estado canalla en la agenda de los “Buenos”, las cosquillas relativas a los gasoductos, la “vía de la seda”, Ucrania  donde gobiernan apasionadamente juntos  amigotes de los USA de origen judío y  nazistas locales, y tantas cosas más.

Parece que sobre todas estas cosas la señora que hace de escudo contra el Apocalipsis piense como el mundo financiero, el industrial y las principales lobbys planetarias.

No es que Trump sea un bolchevique disfrazado, un fascistoide  del tercer milenio, y ni siquiera un pio pacifista franciscano. Se trata del clásico personaje de estrellas y rayas,  un “self made man” pelo en pecho poco inclinado hacia las medias tintas.

Nosotros evitaremos votarlo, por lo menos por un sentido estético, pero si todos los  que hemos mencionado se inclinan por la otra parte capaz que algo de bueno, aunque  sea poco, haya en él.

Los diarios del establishment descubren videos “sexistas”  (otra palabra que hay que  aprender rápido para hacer un buen papel en sociedad…) en los cuales, oíd, oíd, el malvado personaje afirma  que, para un rico y potente como él, es fácil tener mujeres  a disposición. Inaudito, en el verdadero sentido de la palabra!  Todos los moralistas del   gran mundo se han escandalizado, a partir de la liberalísima señora Rodham Clinton, que ha soportado  tantos cuernos por una óptima causa: su carrera política.

Los diarios y las televisiones se alinean en bloque de su lado, y, por las dudas, continúan  publicando  y  trasmitiendo también los mensajes electorales del Apocalipsis: se sabe,  allá bussines are bussines.

Ahora vayamos a mirar qué hay de verdad bajo los ropajes de Hillary, y no hablemos de cuestiones sexistas, para no alarmar a las buenas almas. Dejemos a un lado la entusiasta adhesión de las feministas, que se da por descontada tratándose de  la primera mujer que puede ir a la Casa Blanca, y su prevalencia entre el electorado americano de color tradicionalmente próximo a los demócratas. Vayamos  a lo concreto: esta gentil señora ha cobrado 21.3 millones de dólares  desde que dejó el cargo de secretaria de Estado sólo por participar en reuniones organizadas por los bancos; desde el 2001 ha juntado 153 millones de dólares por pronunciar 729 conferencias. Además, según los datos disponibles, habría recibido entre 10 y 25 millones de dólares del benigno y democrático reino saudita, unida en esto a las peores figuras del extremismo islámico wahabita.

Naturalmente, es la bienamada de todos los progresistas del universo. (pero, qué querrá decir progresistas?) Las finanzas la adoran, empezando por los bancos de negocios y la poderosa Deustche Bank, a la que salvarán  con nuestro dinero. El aparato militar está todo de su parte porque mientras hay guerra hay esperanza. La industria está obviamente de su lado.

Los republicanos, demostrando que los grandes partidos americanos no son otra cosa que dos corrientes del único partido del dinero y de las multinacionales, han fingido indignación por los cañonazos que tiró Trump y por el famoso video sacado de la galera del Washington Post, que dicho sea de paso es propiedad de Amazon, otro  notorio  ente benéfico internacional. Gran parte de los vértices del partido del Elefante se han pasado con armas y bagajes al campo de Hillary

o sea del Poder con mayúscula. Entre ellos ex pésimos  personajes del pasado como  los Bush, el candidato vencido hace cuatro años, Rommey, el portavoz en el Congreso, Ryan, Warren Buffet y George Soros, cuyos patrimonios valen por si solos lo mismo que el PIL de varios estados africanos, votarán por Hillary, igual que los guardis privados negros, mejor dicho afroamericanos, de sus rascacielos. Bill Gates no se queda atrás y con las moneditas ganadas con el último sistema operativo  vendido en cuasi monopolio  financia generosamente a la buena señora que será el próximo Comandante en Jefe del ejército más poderoso del mundo. Hasta muchos exponentes del Tea Party, el movimiento de los enemigos de los impuestos, republicanos de fierro, se inclinan hacia Rodham Clinton.

               Y el “pobre” Trump? Aún creyendo a las encuestas negativas, encargadas en la mayor parte de los casos por los “media”  que sostienen al “Bien”, tendrá de su parte a cerca del 40% del electorado americano. Es raro, pero verdadero: muchas decenas de ciudadanos americanos votarán por él, el populista, el enemigo de las mujeres, el perseguidor de las minorías, uno que querría ver presa a la familia Clinton, que no cree que Putin sea la encarnación de Satanás. Si conseguirá salvar el pellejo ( en los EE.UU.  quién se pone en contra de los altos planes del poder ha sido frecuentemente víctima de “fanáticos aislados”   y de “desquilibrados mentales”), será de todos modos el campeón  de quienes están con la familia natural, la vida, el sentido religioso y la seguridad de los americanos.

Es una jungla, allá afuera, en los USA. Pareciera estar  en curso una guerra civil reptante entre ghettos étnicos donde cuenta solo el criterio de la sangre,  decenas de millones de pobres y los dorados ghettos para ricos a los que se accede después de haber logrado superar portones, guardias armados y digitado códigos de reconocimiento.

 En la tierra de la libertad, la población carcelaria es de más de dos millones de personas, un signo de violencia e ilegalidad muy difundida.

En el peor de los casos no será difícil organizar enjuagues electorales. En al menos  once  estados de la Unión se puede votar con documentos sin fotografía, en otros, no obstante Silicon Valley, los padrones no están actualizados, boletas y medios de expresión del voto son entre  lo más variado, fantasiosos  y farraginosos, como las fichas perforadas de la Florida  del 2004, que después de extenuantes recuentos dieron la victoria al segundo Bush. Hillary no corre riesgos, Trump es odiado por el sistema. Si, como es posible, volviese a subir en las encuestas, encontrarán enseguida otro scoop, el arma final y letal en la inminencia del 6 de noviembre, porque la democracia de verdad existe solo cuando vencen los “Buenos” y, al sonar de las trompetas de la Caballería, llegan los Nuestros.

Aquí, todavía, puede nacer el obstáculo: en el Apocalipsis son siete ángeles con siete trompetas los que anuncian la Revelación y cuatro caballeros representan guerra, muerte, hambre y enfermedad. Quizá Hillary Rodham Clinton, futuro “commander in chief” del ejército distribuido en toda la tierra para llevar libertad y democracia en obsequio al “destino manifiesto” de los americanos, ha involuntariamente, confesado quién es en verdad y qué al servicio de la Bestia.

Hay que esperar en el pato rengo, el desagradable millonario del jopo oxigenado nada mejor que la patrona  de las oligarquías,  estirada por la cirugía estética como la piel de un tambor?

Pero, si el Apocalipsis es la revelación, y odian tanto a Donald, quizá haya en él algo de positivo. Quizá, pero no lo sabremos nunca. En la escenografía del poder sucede como en Holliwood: el final feliz está asegurado.

Happy end, Hillary!

 

 

 

 

 

 

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