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UNA SEMANA EN NUEVA YORK JUNTO A VICTORIA OCAMPO por Albino Gómez*

Con-Texto | 27 enero, 2019

A 40 años del fallecimiento de la intelectual argentina, pionera de la presencia femenina en las artes, el autor recuerda cómo la conoció:

Publicada en diario Perfil el 27-1-2019

 

Como el domingo 27 se cumplen 40 años de su fallecimiento quisiera recordarla, porque cuando corría el año 1959 y yo cumplía mi primer puesto diplomático en el exterior como secretario de embajada, en nuestra Misión Permanente ante las Naciones Unidas, cuyo embajador era Mario Amadeo, hombre del oficio y con una gran preparación cultural, que le permitía decir de memoria páginas de Shakespeare en inglés o partes de La Divina Comedia en italiano, además de hablar con fluidez un francés casi literario.   Mientras yo desarrollaba tareas de delegado alterno en dos comisiones, me ocupaba de todo lo atinente a las relaciones con la prensa local y los periodistas acreditados en las Naciones Unidas, que se disputaban los reportajes al embajador Amadeo, por sus idiomas y por su capacidad de sintetizar sus intervenciones a través de discursos, a los pocos minutos que requerían los apretados tiempos de la radio o la televisión.

Festival.Una mañana, me dijo el embajador que durante una semana dejara mi rutina de trabajo para recibir y acompañar durante una semana a la escritora Victoria Ocampo, que llegaría a Nueva York para hacer invitaciones personales para un Festival de Cine que tendría lugar en Mar del Plata. Claro está que Victoria Ocampo conocía bien Nueva York y hablaba con fluidez el idioma inglés, pero sería importante manejarle su agenda,  a través de llamadas telefónicas para concertar las entrevistas y facilitarle sus desplazamientos mediante un automóvil que proveería la Misión. Yo, ya dedicado al periodismo y  además lector permanente de Sur, casi no podía creer semejante honor y placer.

Ella se alojaba como habitualmente lo hacía en Manhattan, en el Waldorf Astoria, y apenas comenzado mi trabajo  quedé sorprendido por su llaneza en el trato, su gran cordialidad y su lenguaje tan argentino desde el punto de vista de la oralidad. Aproveché esos dos primeros días para preguntarle sobre Ortega y Gasset y sobre muchos otros escritores que había alojado en su residencia. Estábamos en eso, cuando inesperadamente para mí, como ella no tenía tiempo para viajar a California, invitó a Nueva York y alojar  a su costo en el Waldorf, nada menos que a Igor Stravinsky con su mujer Vera. De modo tal que los días siguientes, que fueron cinco o seis, yo circulaba todo el tiempo con ellos tres. Y seguía pensando que todo era como un sueño, porque además amaba la música de Stravinsky desde mis veinte años, cuando escuché por primera vez la Consagración a la Primavera. Por otra parte, mientras recorríamos las calles de Manhattan o nos sentábamos a la mesa de un restaurante o bar, para beber o comer, todas esas charlas, principalmente en francés, con algunos toques de inglés, y algún comentario gracioso o irónico que ella hacía para mí, en puro argentino.  Por todo eso, es que hasta hoy en día,  no me perdono el  no haber llevado un diario de esa semana, pero ocurre que todo  era todo tan intenso humana e intelectualmente, que se me iba el tiempo entero en vivirlo, porque por las conversaciones, pasaban por críticas duras a veces, u otras, de alabanzas, a músicos y escritores y los nombres de Richard Strauss, Zweig, Debussy, Picasso, Gide,Valery, Schönberg, Virginia Woolf, Sartre, Thomas Mann, Diaguilev y tantos otros, eran mencionados como personas absolutamente familiares. Como se habla simplemente de amigos o personas de trato diario y regular.

Finalmente, el embajador le ofreció una recepción en el Metropolitan Club, que me tocó  organizar, donde aparecieron todavía más famosos: artistas como Maureen O’Hara, profesores universitarios neoyorkinos y dramaturgos argentinos como Omar del Carlo, cuya ópera Proserpina y el extranjero, con música de Juan José Castro,  había obtenido un importante premio. Periodistas argentinos como Enzo Ardigó, que representaba a Julio Korn, lo cual implicaba un conjunto de revistas como Radiolandia y otras, que representaban lo que hoy llamamos “la farándula” cuya conducta comparada con la de hoy, era casi monacal. Pero que tenían que ver con el Festival de Cine, tarea para la cual estaba Victoria Ocampo en Nueva York. Tampoco podía faltar en esa recepción el periodista argentino, Horacio Estol, que conocía  mejor Nueva York, barrio por barrio, que el más neoyorkino de los neoyorkinos, y que era el corresponsal de Clarín y escribía diariamente su famosa columna “Luces de Broadway”, además de funcionar como un cónsul honorario y permanente porque no había joven argentino, estudiante o profesional que, ante cualquier problema, a cualquier hora de la noche, dejara de llamarlo aun sin conocerlo, para pedirle consejo o que lo sacara de alguna situación crítica. También me di el gusto de presentarle a Astor Piazzolla a Stravinksy, porque se lo había prometido y él no me creía, porque de donde podía yo conocer a Igor Stravinsky, ya que no le había comentado las circunstancias que me lo habían permitido y que solo le conté después, cuando le conseguí una larga entrevista personal a la cual le llevó sus partituras para que viera toda la influencia que tenía de él, y que basta hoy con  escuchar su tema “Tres minutos con la realidad” para darse cuenta de todo lo que tomó Piazzolla de Stravinsky,. Lamentablemente, los días pasaron volando, pero cuando volví a Buenos Aires pude seguir frecuentando a Victoria, que me invitó  generosamente muchas tardes de sábados o domingos para tomar  el té y seguir conociendo a maravillosas personas y escritores argentinos de su amistad. Incluso, como yo trabajaba todo el día con el Presidente Frondizi, en Olivos y en la Casa de Gobierno, encaramos oficialmente un proyecto de ella para hacer Song et Lumiere en la Quinta Pueyrredón. Todavía conservo hoy un ejemplar de Sur donde me publicó un poema y la edición de su libro “Habla el algarrobo” con una dedicatoria  que recuerda nuestras charlas en San Isidro y en Nueva York, y que guardo como momentos inolvidables de vida.

*Periodista, escritor y diplomático 

 

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