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DEMOCRACIA ¿AUTORITARIA? por Néstor Grancelli Cha*

Ernestina Gamas | 19 octubre, 2012

 

Las recientes elecciones para elegir Presidente en Venezuela despertaron especial interés, sobre todo en los países Latinoamericanos.

La unificación de las fuerzas opositoras tras un solo candidato por un lado y la participación de Chávez afectado por una grave enfermedad pero dispuesto a conseguir un cuarto mandato, crearon notorias expectativas que el comicio despejó con resultados contundentes. Chávez  renovó el apoyo de las urnas y esta vez por los próximos seis años. Continuará entonces una manera de hacer política y una conducción personal que ha venido apartándose de las formas institucionales propias de una república. Chávez puede alegar hoy que preside su país por la voluntad mayoritaria de su pueblo y por ello, que Venezuela es una nación democrática. Sin dudas, esto es así en lo que se refiere a la legitimidad "de origen" conforme a la mayoría de votos que lo consagró.

No fue “democrático” durante sus años de gobierno ni lo será seguramente en este nuevo período,  por carecer de legitimidad de ejercicio.

Tal vez por esa circunstancia, después de estas elecciones, se reconoce el carácter democrático de un gobierno que la voluntad mayoritaria consagró pero a tal calificación le añaden un vocablo que la condiciona: se trata de una "democracia autoritaria".

Personalmente, si bien coincido con quienes consideran autoritario el gobierno de Chávez sobre todo por desconocer derechos humanos consagrados por todas las naciones modernas, no debemos emplear añadidos a la expresión “democracia” y sus derivados. Prefiero no recurrir a todo tipo de calificaciones porque condicionan y confunden acerca del significado conceptual del término "democracia" tal como lo define el buen decir de la lengua española:"doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno político de un Estado". Claro que los tratadistas especializados han escrito muchas páginas destinadas a esta palabra derivada del griego y de permanente vigencia como doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno de los estados.

Para decirlo en su acepción más común, democracia es el gobierno elegido por el voto de la mayoría. Pero, a mi juicio, esto es aceptable a condición de que ese voto mayoritario no provenga de metodologías antidemocráticas que entre muchas, resultan factores distorsionantes de la voluntad, como lo es el "clientelismo" , los diversos modos de fraude electoral, siempre posibles pese a los medios modernos de emisión del voto; el empleo de medios económicos que se valen de un mercado electoral para la compraventa de votos alimentado por el oficialismo de turno, como también por amenazas u otros recursos de la picaresca comicial común en países subdesarrollados.

Tales condicionamientos no son seguramente los únicos. Convengamos que algunas prácticas electorales desvirtúan hasta la elección de candidaturas y programas partidarios. También es condicionante la restricción de la libertad de prensa. Por ello, si el voto llega a las urnas contaminado por  inmoralidad política y dependencia económica del elector, reconozcamos que no es precisamente democracia lo que registra una sociedad sometida a tan espurios procedimientos. Y todo aditamento al vocablo democracia solo sirve a mayor confusión. En términos más categóricos, sin libertad y sin principios republicanos, como la separación y equilibrio de poderes, no hay democracia.

En suma, aún con presunta legitimidad de origen, Venezuela no es una democracia, se agreguen o no aditamentos a tal expresión. No se respalda en legitimidad de ejercicio porque  Venezuela no es un Estado de Derecho; porque es un país donde se recurre a diario a prácticas violatorias de los derechos humanos básicos. Y esto es así aunque se venga realizando un política social en defensa de los más desprotegidos mientras se destina gran parte de la renta petrolífera a propaganda del régimen en otros países de América Latina y la nomenclatura del poder.

Sin embargo, creo que no debemos referirnos en este caso, y en otros similares, a una democracia autoritaria. Entiendo que corresponde hablar de un régimen autocrático.

 

República Bolivariana

 

Chávez habla de una República Bolivariana pero ello no significa que el país sea una republica. Igual que en nuestro país al que últimamente se lo define más como modelo, expresión que tiende a sustituir la definición constitucional de República y Federal.

Hablar de un modelo con extenso título abarcativo de consignas ocasionales, no es precisamente el mejor método de una expresión conceptual.

Es probable que la intención de tal terminología sea ocultar la realidad y la realidad es que estamos dando pasos concretos previstos como primera etapa en un proceso que conduce a estados totalitarios.

Basta recordar cómo ciertos países fueron adoptando las formas y las esencias del totalitarismo del siglo XX. Veremos que el camino hacia ese régimen aquí ya fue recorrido en sus etapas iniciales. En sucesivas etapas, los trazos totalitarios se acentuarán si la oposición no actúa con las únicas armas de la democracia: el voto ciudadano y la conducta de sus dirigentes. Es absolutamente necesario que el Poder Ejecutivo acate las prescripciones constitucionales; que cumpla y haga cumplir las sentencias del Poder Judicial y respete su autonomía; que el Poder Legislativo ejerza sus funciones y no actúe como una escribanía. En suma, que el país sea una republica democrática, en lo formal y en lo esencial. Es decir, todo lo contrario al totalitarismo.

La teoría política actual, según tratadistas y estudiosos de disciplinas relativas a la organización de sociedades, aporta nuevos enfoques acerca del término "democracia".

Hoy la expresión  democracia se entiende más como forma de vida civilizada que como sistema de gobierno. También es común agregarle algún vocablo que la califica, o complementa su significado  y su  alcance.

Se habla así de democracia social, pluralista, ciudadana, liberal, cristiana, radical, popular, comunitaria, integral, funcional y, en los últimos tiempos, democracias delegativas y plebiscitarias. Con aditamentos presuntamente aclaratorios, se intenta definir, alterar o limitar la identidad conceptual del vocablo.

Una autoridad en la materia, el profesor Giovanni Sartori, afirma: "no puede haber democracia sin oposición…" y SIN – para el caso -significa que incluso con la presencia de una fuerte o débil oposición, ello no es garantía suficiente si no hay posibilidad de diálogo y debate. Tampoco si no se puede contar con información de lo actuado por el oficialismo, si no se logra controlar la gestión del gobierno, si no tenemos el respaldo de un Poder Judicial que garantice la administración de justicia y que investigue denuncias de corrupción, si no hay libertad de prensa ni acceso a la información. Todas estas circunstancias diseñan un sistema, un régimen de convivencia.- SIN ellas no hay oposición, ni visible ni larvada. Se tratará siempre de un espacio donde, en definitiva, no hay democracia. Sartori resume sutilmente el tema: "La autocracia, los despotismos, las viejas y nuevas dictaduras hacen el mundo de un solo color. La democracia -sentencia- es un mundo multicolor.

El hombre del común no teoriza; simplemente sabe que tenemos cada tanto un día "de democracia", el de elecciones, y a condición que no haya fraude. Pero es sólo un día y no en todos los años. Los restantes 364 transcurren "sin democracia." Y es así, simplemente, porque no hay real oposición donde el parlamento, sumiso, no pone ni quita una coma a los proyectos del Ejecutivo y no trata los de los propios legisladores; porque no hay justicia independiente donde los jueces no se animan a investigar, y menos condenar, a los funcionarios por mas delincuentes que sean.

En suma, por esto y muchas otras razones, es más lógico llamar a regímenes con tales vicios, por su nombre: "Autoritarismos" o más contundente "totalitarismos"; En Argentina, aunque incipiente aún, ya en marcha a metas de ampliación y consolidación.

Los ejemplos del nazismo, el comunismo y el fascismo tuvieron etapas de crecientes avances de tendencias estatista y de correlativas restricciones de libertades con lo que terminaron por estructurar el totalitarismo. A ese extremo, como final inexorable, se encaminan los autoritarismos y, si aún no llegaron a las etapas definitorias, estamos en la ruta, marchando casi sin conciencia del mal. "Peligrosamente", como decía Mussolini sobre la forma de vivir que demandaba a su pueblo

Si no comprendemos el riesgo que afrontamos, será demasiado tarde para salvar la democracia, con o sin aditamentos. Para salvarla habrá que tener conciencia de su significado. De esto nos, habló el semiólogo Umberto Eco con iluminada percepción:

1) La democracia no significa que la mayoría tiene razón. Significa que la mayoría tiene derecho a gobernar.

2) La democracia no significa, por lo tanto, que las minorías se equivocan. Significa que, a la vez que respeta al gobierno de la mayoría, se expresa en voz alta cada vez que piensa que la mayoría se equivoca (o inclusive cuando hace cosas contrarias a la ley, a la moral y a los mismos principios de la democracia) y debe hacerlo siempre, y con la mayor energía, porque éste es el mandato que recibió de los ciudadanos. Cuando la mayoría sostiene que posee siempre la razón y la minoría no se atreve a razonar, entonces está en peligro la democracia.
Estas reflexiones de Umbero Eco, suplantan cuanto aditamento pretenda calificar la expresión "democracia, que es también libertad.

                                                                                             Octubre 2012

 

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