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STEPHEN WILLIAM HAWKING Y EL OXÍMORON por Francisco M. Goyogana*

| 22 marzo, 2018

La noticia de la desaparición física de Stephen  W. Hawking el 14 de marzo de 2018 en Cambridge, nacido el 08 de enero de 1942 en Oxford, se asemeja  a la conjugación del principio y fin de dos polos hemisféricos crípticos.

Hawking ocupó la cátedra Lucasiana de Matemáticas que en otro tiempo ostentó Newton en la Universidad de Cambridge. Reconocido universalmente como uno de los grandes físicos teóricos, se aproximó a los arrabales del tiempo hasta preguntarse por fin una última interrogación fundamental: la cuestión última de la vida, el universo y el todo, siempre en procura de trascender las leyes de la naturaleza que explican cómo se comporta el universo, para alcanzar las respuestas de las preguntas del por qué de las mismas.

El mundo se pregunta por qué la naturaleza es de la forma que es, dónde se encuentra el origen del cosmos y hasta saber si existen límites fundamentales acerca del conocimiento posible de lo que el género humano pueda llegar a saber, por ejemplo, por qué existe el universo.

Estas cuestiones constituyen gran parte de la filosofía y de la ciencia. El principio del universo había sido discutido desde los tiempos más remotos.     Un argumento estuvo representado a favor de una causa primera para explicar la existencia del universo en sí, ya que dentro de ese universo, siempre se explica un acontecimiento como causado por algún otro acontecimiento anterior, pero la existencia del universo en sí, sólo podría ser explicada de esa manera si tuviera un origen.                                                                                                                 Otros, como Agustín de Hipona  ( 354 – 430 ), conocido como San Agustín, señalaba que la fecha de creación del universo, de acuerdo con el libro del Génesis, aceptaba una fecha de 5.000 años antes de Cristo. Luego se pudo comprobar que esa fecha no se encontraba demasiado lejos del final del último período glacial, de alrededor de 10.000 años a. C., que es cuando los arqueólogos suponen que realmente comenzó la civilización.

Aristóteles  ( 384 – 322 a. C. ) y la mayor parte de los filósofos griegos, no eran partidarios, por el contrario, de la idea de la creación, porque involucraba una intervención divina. Creían que la raza humana y el mundo que la rodea habían existido, y existirían por siempre.

Las especulaciones de si el universo tiene un principio en el tiempo, y de si está limitado en el espacio, fueron más tarde examinadas de forma extensiva por Inmmanuel Kant  ( 1724 – 1804 ) en su obra Crítica de la razón pura en 1871. Kant llamó a estos asuntos antinomias, en el sentido de contradicciones de la razón pura, porque había igualmente argumentos igualmente  convincentes para creer tanto en la tesis por la que el universo tiene un principio, como en la antítesis de que el universo siempre había existido. El argumento de Kant a favor de la tesis era que si el universo no hubiera tenido un principio, habría habido un período de tiempo infinito anterior a cualquier acontecimiento, que él consideraba absurdo. El argumento en pro de la antítesis era que si el universo hubiera tenido un principio, habría habido un período de tiempo infinito anterior a su aparición, y de este modo considera la ausencia de razón para estimar la creación universal en un tiempo determinado, que no podía eximirse de un tiempo establecido.                                                                     De hecho, los razonamientos de Kant en forma de tesis y de antítesis son realmente el mismo argumento. Ambos están basados en la suposición implícita de que el tiempo continúa hacia atrás indefinidamente, tanto si el universo ha existido desde siempre, como si no. El concepto de tiempo no tiene significado antes del comienzo del universo. Esto ya había sido predicho por Agustín de Hipona cuando se le preguntó que hacía Dios antes de crearse el universo y no respondió, pero quizá habría pensado que estaba preparando el Infierno para quienes preguntaran tales cuestiones. En su lugar, dijo que el tiempo era una propiedad del universo que Dios había creado, y que el tiempo no existía con anterioridad a la creación del universo.

Toda esta historia ha ocupado la vida terrenal de Stephen Hawking, y así lo ha demostrado al adoptar una disciplina que estudia los conceptos generales, entre ellos el de cognoscibilidad del mundo externo.

 Existe una palabra enigmática en sí misma, como es oxímoron. El oxímoron, como enigma guarda relación con la significación relativa del término problema, confusión, pero en los intrincados bosques filológicos también tienen expresión en términos como secreto o como misterio.                                                                                            Stephen Hawking, como astrofísico, se ha expresado como científico, y como matemático y catedrático heredero del espacio lucasiano de Isaac Newton                        ( 1642 – 1723 ) en Cambridge, asimilado a la posición filósofo por compartir ramas básicas de la filosofía como la lógica, compartida con las matemáticas; lo mismo con la epistemología relacionada con el estudio de la cognición y el conocimiento, ejercida en problemas que requieren un avanzado conocimiento matemático, científico y tecnológico para enfrentar los objetos matemáticos y la determinación de sus modos de existencia.                                                                                    Como autor de su obra Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, Hawking no veía entonces una incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del universo. Frente a inescrutables interrogantes de la ciencia para explicar lo que ha acontecido tan sólo un millonésimo de segundo después del big bang y cada vez más a medida de la aproximación al punto cero, límite a que nunca se ha llegado, se hace presente otro inmenso interrogante sobre lo que existía antes del big bang.                                                                   En La teoría del todo. El origen y el destino del universo, Hawking presenta un punto de inflexión  cuando menciona una conferencia sobre cosmología a la que asistió en el Vaticano y a la audiencia con el Papa que tuvo a continuación. Relata Hawking que el Papa dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del big bang, pero que no se debería investigar sobre el propio big bang porque eso era el momento de la creación y, por consiguiente, la obra de Dios; continúa Hawking expresando que se alegró de que el Papa no conociera el tema de la conferencia que acababa de dar, pues no tenía ganas de compartir el destino de Galileo.                                                                                                                    Posteriormente, en El Gran Diseño, Hawking argumenta que el big bang, la gran explosión inicial del universo fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física y que el cosmos se creó de la nada.

Desde Una breve historia del tiempo hasta El Gran Diseño, pasando por la Teoría del todo, Stephen  Hawking, de ver la compatibilidad entre la existencia de un Dios creador se deslizó al la posición manifiesta que sostiene Porque existe la gravedad, el cosmos puede crearse por sí mismo. No pasaría demasiado tiempo en que las expresiones de Hawking dieran paso a reacciones encontradas como las del biólogo Richard Dawkins, conocido por sus postulados ateos, acogiera con entusiasmo  la posición de Hawking, mientras que el presidente de la Sociedad Internacional para la Ciencia y la Religión, George Ellis, criticó el hecho de presentar ante el público un dilema que él estima falso: elegir entre religión o ciencia.    Como si fuera poco, el oxímoron, se ha manifestado, además, con una variable. Al comienzo de El Gran Diseño Hawking formula varias preguntas: ¿Cómo podemos comprender un mundo en que nos hallamos?  ¿Cómo se comporta el universo?  ¿Cuál es la naturaleza de la realidad?  ¿De dónde viene todo lo que nos rodea?  ¿Necesitó el universo un Creador?, y reflexiona: Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto.

                                                                       Marzo de 2018

                                                            

  *El Dr. Francisco M. Goyogana  es Académico de Número de la Academia Argentina de la Historia y autor, entre otras, de Sarmiento y el laicismo. Religión y política, distinguida con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores ( S.A.D.E.)  2012.            

 

 

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